El yugo desigual (#761)

El yugo desigual

N. R. Thomson, Guacara, Venezuela

tomado del fascículo 6 de la serie El Creyente Diligente

 

El yugo del compañerismo

El yugo social y político

El yugo comercial

El yugo religioso

El yugo matrimonial

Los animales como ilustración

Conclusión

 

La soledad no es agradable. Toda persona busca la felicidad en su vida y este deseo le conduce a acercarse a otros. Se buscan las amistades para no vivir solitario. Dijo Dios a Adán: “No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él”, Génesis 2.18, y por esto instituyó el yugo matrimonial para la felicidad y el bienestar del hombre.

En Eclesiastés leemos: 4.9, Mejores son dos que uno; porque tienen mejor paga de su trabajo. 4.10, Si cayeren, el uno levantará a su compañero; pero ¡ay del solo! que cuando cayere, no habrá segundo que lo levante. 4.11, También si dos durmieren juntos, se calentarán mutuamente; mas ¿cómo se calentará uno solo? 4.12, Si alguno prevaleciere contra uno, dos le resistirán; y cordón de tres dobleces no se rompe pronto.

El versículo 9 demuestra la ventaja del yugo del servicio. Se logra más trabajando juntos que solos. El versículo 10 revela la bendición del buen compañerismo. Bajo el yugo de la amistad nos ayudamos mutuamente. El versículo 11 nos hace pensar en el yugo matrimonial que protege de la frialdad espiritual. El versículo 12 ilustra el yugo de la asamblea, donde en comunión nos hacemos más fuertes contra los ataques del enemigo.

Si la Biblia enseña la ventaja de la unión de personas, ¿qué significa el yugo desigual? Sabemos que Dios busca nuestro bienestar y no nuestro mal. Por consiguiente, cuando  hace una prohibición, sabemos que es para nuestro bien. Sus mandamientos no son gravosos, 1 Juan 5.3. Entonces cuando dice, “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos”, sabemos que es una prohibición para librarnos de problemas, tristezas y lamentos. Por supuesto, el diablo siempre engaña, enseñando cierta felicidad o ventaja en el yugo desigual.

Pero todo beneficio aparente es pasajero y trae su tragedia. Aun cuando Dios saque algún bien de nuestro mal, como en el caso de la conversión del incrédulo con quien uno se ha unido, siempre habrá la pérdida eterna por haber hecho el mal. “Es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo”, 2 Corintios 5.10. La salvación del cónyuge no libra a la otra parte de la pérdida parcial de su galardón, ni remedia el mal ejemplo que ha dado a otros.

Es necesario, pues, considerar a fondo el yugo desigual. La figura se toma del campo donde el yugo es un palo labrado que descansa sobre el pescuezo de dos animales. Lleva ganchos de madera o de hierro para unir los dos bajo el yugo. A veces varias yuntas de animales (bueyes, por ejemplo) están unidas, pero el propósito siempre es de unir varios para compartir el trabajo. Es beneficioso, porque dos son mejores que uno.

En la ley de Moisés, Dios presentó una ilustración espiritual cuando dijo, “No ararás con buey y con asno juntamente”, Deuteronomio 22.10. Aquello sería un yugo desigual. Dos bueyes van parejos. El buey es un animal limpio en cuanto a su ilustración bíblica, pero el asno, animal inmundo. Los dos se distinguen en su andar; el buey, con pezuña hendida, deja una huella de un solo caso, Deuteronomio 14.4 al 8. Era bueno unir dos bueyes en yugo para arar. No era prohibido unir dos asnos, pero unir asno con buey sí era prohibido. Es figura de la unión del creyente con el incrédulo, que es desagradable a Dios. ¿Pueden dos andar juntos si no están de acuerdo? Amós 3.3

Este yugo desigual no se limita al matrimonio. Se incluyen muchas otras uniones en la vida del creyente, que vamos a considerar a continuación.

El yugo del compañerismo

¿Qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia?  2 Corintios 6.14.

El que es creyente en Cristo tiene que vivir con quienes no son, trabajar con ellos y comerciar con ellos. De otro modo, tendría que salir del mundo, al decir de 1 Corintios 5.9,10.

Entonces tenemos que distinguir en la Biblia entre la separación del mundo que el creyente debe mantener y el contacto con el mundo que es inevitable. “Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado”, Salmo 1.1. “Las malas conversa­ciones corrompen las buenas costumbres”, 1 Corintios 15.33.

Ahora, notemos que Jesús vivió “apartado de los pecadores”, Hebreos 7.26, pero a la vez leemos que “muchos publicanos y pecadores … se sentaron juntamente a la mesa con Jesús”, Mateo 9.10. De tal modo que los fariseos preguntaron por qué el Maestro comía con los tales. Esto nos ayuda a distinguir. Él se sentó con los pecadores para hablarles de las cosas de Dios, pero no para compartir con ellos en sus vanidades ni andar en sus consejos.

Esto nos enseña que debemos manifestar cariño y amor a los pecadores, para ganarles con la Palabra de Dios. Conviene visitarles en sus casas para hacerles bien, demostrarles la benevolencia y ayudarles en sus necesidades. Debemos confortarles en sus tristezas pero no sentarnos con ellos para charlar de sus maldades ni hablar de sus vanidades. No debemos tener amistad íntima para andar con ellos en su mundanalidad. Esto sería un yugo desigual. No debemos compartir con ellos en sus fiestas, cines, etcétera.

Los que siempre están de paseo con los amigos inconversos, pronto se contaminan. Estamos en el mundo, pero no somos del mundo, Juan 15.19.

La Biblia trata al creyente como miembro de la Iglesia que es la novia de Cristo. Las bodas del Cordero no se han efectuado todavía. Como la novia comprometida tenía que guardar su virginidad, Deuteronomio 22.23,24, asimismo la Iglesia. “Os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen a Cristo”, 2 Corintios 11.2. De modo que cualquiera infidelidad espiritual de amistarnos con los mundanos se trata como una contradicción de este compromiso. “¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios?” Santiago 4.4.

Debemos evitar, pues, la intimidad de compartir con los impíos su vida mundana. Esto no impide que un creyente en Cristo acepte una invitación a comer en una casa de personas que no son salvas, 1 Corintios 10.27 al 29, siempre y cuando esté dispuesto a dar testimonio de Cristo y no compartir con ellos en sus licores, baile, juegos y demás costumbres de quienes no son salvos.

La Biblia nos da ejemplo del mal de este yugo. La doctrina de Balaam, condenada en Apocalipsis 2.14, se refiere a Números 31.16: “He aquí, por consejo de Balaam ellas (las incrédulas) fuera causa de que los hijos de Israel prevaricasen contra Jehová”. Como resultado de esta amistad, “el pueblo empezó a fornicar con las hijas de Moab, las cuales invitaban al pueblo a los sacrificios de sus dioses”, Números 25.1,2. Había este mismo mal en la iglesia de Pérgamo, Apocalipsis 2.14.

El yugo social y político

¿Que comunión la luz con las tinieblas?  2 Corintios 6.14.

El compañerismo con los mundanos —las personas que no han aceptado a Cristo como su Salvador— siempre conduce a mayores complicaciones. Por ejemplo, algunos se dejan llevar en equipos de deporte. Generalmente es obligatorio que los jóvenes jueguen deportes en las instituciones donde estudian, pero no es bueno que un creyente se incorpore en un equipo de buena gana. Esto bien puede conducir a otros compromisos, como entrenar y jugar los domingos y en horas de reuniones de la congregación. Hay presión para festejar y tomar aguardiente con los compañeros de juego. El ejercicio corporal necesario para el desarrollo del niño llega a ser el dios del mundano. El deporte se hace ídolo.

Otras amistades conducen al creyente a la membresía en clubes sociales y asociaciones benéficas. Hay quienes se incorporan en partidos políticos, en sindicatos laborales o gremios de diversas índoles. Son yugos desiguales con los incrédulos. Las asociaciones benéficas hacen buenas obras pero el creyente debe hacer el bien en forma que no lo ligue en unión con los mundanos. Muy a menudo la forma de actuar entre ellos no agrada al Señor.

Un creyente no puede compartir en muchas de las actividades de los sindicatos laborales. Es verdad que recibe beneficios a través de ellos, pero la Biblia dice, “Estad sujetos con todo respeto a vuestros amos; no solamente a los buenos y afables, sino también a los difíciles de soportar. Porque esto merece aprobación si alguno a causa de la conciencia delante de Dios sufre molestias padeciendo injustamente”, 1 Pedro
2.16 al 19.

El creyente ora por su amo, le habla justamente pidiendo el sueldo merecido por ser cumplido y sumiso en su trabajo, pero no puede participar en amenazas ni salir en huelga. Esto no es la forma de actuar según la mansedumbre de Cristo. El hijo de Dios procura la paz con todos y se abstiene de luchar. Muchos hermanos fieles evitan empleo donde tendrían que sindicalizarse. Los que por necesidad tienen que laborar donde es obligatorio ser miembro del sindicato, pagan sus aportes sin ser activos en el gremio.

En cuanto a los partidos políticos, debemos entender que “nuestra ciudadanía está en los cielos”, Filipenses 3.20. Ahora no es el tiempo de reinar. Cristo nos mandó a predicar al mundo perdido, pero no a mejorarlo por la política. En ella hay celo, pero también el engaño de la codicia. El creyente no puede compartir con tales co­sas. Es imposible actuar con santidad y justicia y a la vez luchar con los impíos en asuntos políticos. El creyente debe orar “por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad”, 1 Timoteo 2.2.

Él debe cumplir también con patriotismo y sus deberes al Estado. “Sométase toda persona a las autoridades superiores, porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas … por lo cual es necesario estar sujetos … pues por esto pagáis también tributos … impuestos … respeto … honra”, Romanos 13.1 al 7. “Someteos a toda institución humana, ya sea al rey, como a superior, ya a los gobernadores”, 1 Pedro 2.13.

El que es de Cristo puede ser empleado por el gobierno, pero sin meterse en yugo desigual como miembro de un partido.

El yugo comercial

¿Qué parte el creyente con el incrédulo?  2 Corintios 6.15.

En una asociación, compañía o sociedad empresarial, dos o más miembros son inversionistas. Cada uno aporta, posiblemente participa en las labores, y recibe su porción de las ganancias. Si un creyente es socio con incrédulos, entonces su yugo es desigual. Hay otras sociedades donde el incrédulo invierte los fondos y el creyente hace el trabajo. Es una entidad mancomunada, a veces llamada una sociedad industrial. Se reparten los beneficios entre las partes. Los dos están bajo el mismo yugo, porque el inversionista puede exigir qué hacer y el creyente está comprometido si se actúa injustamente, con engaño o en contravención de leyes.

Si el hijo de Dios puede disponer de dinero y lo invierte por su propia cuenta, está libre porque puede conducir el negocio como le parece correcto. Está en el deber de cancelar los fondos recibidos en préstamo, con sus intereses, pero el prestamista no tiene voz ni voto en el negocio.

Si el creyente no puede trabajar por su cuenta, o en sociedad con otro que también sea salvo, entonces es mejor que busque empleo bajo una relación de dependencia. ¿Qué son las ganancias materiales en comparación con el galardón celestial? Mejor ser pobre y justo delante de Dios que rico pero desobediente a Él. El desobediente puede incurrir en la disciplina de Dios y corre el riesgo de perder todo.

Un ejemplo bíblico de esto se halla en el rey Josafat. Su amistad con el impío Acab le condujo a continuar así con su hijo Ocozías. Josafat “trabó amistad con Ocozías, rey de Israel, el cual era dado a la impiedad, e hizo con él compañía para construir naves que fuesen a Tarsis. Entonces Eliezer … profetizó contra Josafat, diciendo: Por cuanto has hecho compañía con Ocozías, Jehová destruirá tus obras. Y las naves se rompieron y no pudieron ir a Tarsis”, 2 Crónicas 20.35 al 37.

Ocozías evidentemente no se desanimó en el fracaso, sugiriendo que fue a causa de los tripulantes neófitos de Judá. Pero recibió el trastorno como advertencia de Dios. En 1 Reyes 22.48,49 leemos: “Josafat había hecho naves de Tarsis, las cuales habían de ir a Ofir por oro; mas no fueron, porque se rompieron en Ezion-geber. Entonces Ocozías hijo de Acab dijo a Josafat: Vayan mis siervos con los tuyos en las naves. Mas Josafat no quiso”. ¡Ojalá que todo creyente tentado a seguir en un yugo como este se resuelva igualmente a decir que no!

Posteriormente Amazías, rey de Judá, tomó a sueldo a cien mil hombres valientes de Israel para salir juntos a la guerra. “Mas un varón de Dios vino a él y le dijo: Rey, no vaya contigo el ejército de Israel, porque Jehová no está con Israel”, 2 Crónicas 25.6 al 10. Amazías no quería perder la plata invertida, y dijo: “¿Qué, pues, se hará de los cien talentos que he dado al ejército de Israel? Y el varón de Dios respondió: Jehová puede darte mucho más que esto”.

Este ejemplo debe animar a los que han asumido un yugo desigual para que salgan de él. Aunque pierdan materialmente, es mejor obedecer al Señor y confiar en Él, porque es capaz de remunerar con mayores cosas.

El yugo religioso

¿Qué acuerdo entre el templo de Dios y los ídolos?  2 Corintios 6.16

En las asambleas bíblicas podemos servir a Dios con conciencia limpia en cuanto a nuestra asociación con los hermanos en la fe. A pesar de las debilidades entre nosotros, se exige que solamente auténticos creyentes estén en la comunión. Si cabras se incorporan entre las ovejas, no es porque no se ha hecho un esfuerzo para examinarlas bien.

Pero entre muchas sectas de índole evangélica no hay el mismo cuidado; basta que uno diga que se ha entregado a Cristo. Por lo tanto, mucha gente activa en campañas interdenominacionales de evangelización no dan evidencias bíblicas de ser de Cristo. “Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo”, 2 Timoteo 2.19.

Otros niegan las doctrinas fundamentales de la Biblia, aun en cuanto a la persona de Cristo, del Padre y del Espíritu Santo. Los tales no debemos recibir en nuestra casa, 2 Juan 9 al 11. Si traba­jamos con ellos en campañas mancomunadas, nos comprometemos en yugo desigual con los infieles.

Podemos citar muchos casos donde personas no renacidas han participado activamente en las campañas unidas de evangelización. Han declarado públicamente que no creen en la inspiración de la Biblia, el nacimiento virginal, la divinidad de Jesús, ni los milagros. Pero por conseguir mayor membresía en sus iglesias, ellos se han incorporado en las campañas. Por ser ministros o pastores, se les ha concedido el dirigir la oración. De nuevo, las personas realmente salvas que están activas en esas campañas se encuentran en un yugo desigual con los infieles.

En nuestros ejemplos ya hemos hecho mención de alianzas entre reyes de Judá y reyes impíos. El unirse en la batalla para salir contra los enemigos del Señor era un yugo desigual y correspondía al yugo hoy en día del creyente que se une con los inconversos en las batallas del Señor.

El rey Asa dijo a Ben-adad de Siria: “Haya alianza entre nosotros”, 1 Reyes 15.19. Hanani el profeta le reprendió: “Te has apoyado en el rey de Siria, y no te apoyaste en Jehová tu Dios … locamente has hecho en esto; porque de aquí en adelante habrá más guerra contra ti. Entonces se enojó Asa contra el vidente y lo echó en la cárcel, porque se encolerizó grandemente a causa de esto”, 2 Crónicas 7.10.

Es triste cuando un creyente se molesta porque un hermano fiel le haya enseñado la Palabra de Dios para reprenderle.

El rey Josafat cometió el mismo error al salir a la guerra con Acab. Cuando buscó un mensaje del profeta, Dios permitió que un espíritu de mentira engañara a éste. El hecho nos enseña que la desobediencia a la Palabra de Dios en el yugo desigual solamente conduce a más errores. Él no guarda al tal en los caminos de la verdad. El profeta Jehú reprendió a Josafat: “¿Al impío das ayuda, y amas a los que aborrecen a Jehová? Pues ha salido ira de la presencia de Jehová contra ti por esto”, 2 Crónicas 19.2.

El yugo religioso también introduce innovaciones de las sectas. “Después fue el rey Acaz a encontrar a Tiglat-Pileser, rey de Asiria, en Damasco; y cuando vio el rey Acaz el altar que estaba en Damasco, envió al sacerdote Urías el diseño y la descripción del altar, conforme a toda su hechura. Y el sacerdote Urías edificó el altar”, 2 Reyes
16.10 al 14.

De modo que Acaz cambió la forma del templo, introduciendo este nuevo altar grande (sin duda el más lujoso y moderno) frente al templo y colocando el viejo, de bronce, al lado norte. Su yugo con Tiglat-Pileser resultó en una victoria militar pero una derrota espiritual, porque le condujo a modificar el templo que había sido hecho según el diseño que Dios mandó.

De igual modo hay hermanos en la fe que se unen en campañas fuera de las iglesias que se conforman al Nuevo Testamento y allí ven cosas que no son bíblicas que les apelan. Luego procuran introducirlas en su propia congregación.

El movimiento carismático es una trampa para llevar al pueblo del Señor al yugo desigual con los religiosos no renacidos. Se alega que une a todos los que “buscan a Dios”. Católicos, protestantes y evangélicos se reúnen para orar, leer la Biblia y buscar los dones espirituales. No se hace distinción de religión o sexo con tal que uno dice que quiere orar, expresar sus propios pensamientos sobre la Biblia y recibir dones.

La oración en supuestas lenguas es cosa corriente, haciendo caso omiso de que las auténticas lenguas de tiempos apostólicos eran solamente señales. Todas las lenguas del día de Pentecostés era idiomas conocidos y entendidos por los extranjeros presentes, a diferencia de las así llamadas lenguas modernas que son sílabas y palabras descoyuntadas que no se comprenden. El hecho de que personas inconversas en esas reuniones hablan estas “lenguas” al igual de quienes sí son, comprueba que no se trata de un don del Espíritu de Dios, sino de una gran falsificación de Satanás. Tampoco se trata de lenguas angelicales; todo ángel que habló en la Biblia lo hizo en lenguaje conocido al oyente, sin intérprete.

Esta mezcolanza de credos nos recuerda a Babilonia la Grande. El llamado de Dios a su pueblo en aquel día futuro será: “Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados”, Apocalipsis 18.4. Es yugo desigual.

El yugo matrimonial

¿Qué concordia Cristo con Belial?  2 Corintios 6.15.

En el matrimonio se prosigue la concordia y armonía. Este el secreto de la felicidad y se hace posible donde hay igualdad de naturaleza espiritual. Dios sabe que no se puede perfeccionar el gozo en un yugo desigual, y por consiguiente nos manda a no unirnos con los infieles. Otros yugos se pueden romper, pero éste es de por vida. El matrimonio, pues, es de suma importancia y nadie debe entrar ligeramente en este compromiso.

Dios nos da muchos ejemplos bíblicos para hacer hincapié en la seriedad del asunto.

Dijo Abraham a su mayordomo: “No tomarás para mi hijo (Isaac) mujer de las hijas de los cananeos”, Génesis 24.2,3. Los cananeos eran incrédulos e impíos. Cuando posteriormente Esaú se casó con dos cananeas, “fueron amargura de espíritu a Isaac y Rebeca”. Luego dijo Isaac a su hijo: “No tomarás mujer de las hijas de Canaán … y Jacob obedeció a su padre y a su madre”, Génesis 28.6,7.

Se demuestra la convicción de parte de los fieles de que el yugo desigual no agradaba a Dios. ¡Ojalá que todos los padres fuesen fieles como aquellos patriarcas, y todos los hijos obedientes a los consejos sabios, como Jacob fue en lo relatado!

Después de la redención de Egipto, Dios habló muy claramente a la congregación de Israel: “Guárdate de hacer alianza con los moradores de la tierra donde has de entrar, para que no sean tropezadero en medio de ti”, Éxodo 34.12. Él sabía que la amistad conduciría al matrimonio.

En Deuteronomio 7.1 al 4 leemos: “Cuando Jehová tu Dios … haya echado delante de ti muchas naciones, no emparentarás con ellas; no darás tu hija a su hijo, no tomarás a su hija para tu hijo. Porque desviará a tu hijo en pos de mí y servirán a dioses ajenos”. Dios conocía la tendencia del creyente de ceder a los gustos del impío en su yugo desigual.

Sansón es uno de los ejemplos más destacados de la tristeza del yugo desigual. Fue escogido por Dios para servirle con poder, pero terminó en fracaso: “Descendió Sansón a Timnat, y vio en Timnat a una mujer de las hijas de los filisteos … y su padre y su madre le dijeron: ¿No hay mujer entre las hijas de tus hermanos, ni en todo nuestro pueblo, para que vayas a tomar mujer de los filisteos incircuncisos? Y Sansón respondió: Tómame esta mujer, porque ella me agrada”, Jueces 14.1 al 3.

Sansón no pensó en agradar a Dios, sino a sí mismo. El resultado fue triste. No había armonía, sino intriga, y el matrimonio no duró más de una semana. Él habló de su esposa como “mi novilla”. En realidad él había sido escogido por Dios como novillo para servirle, pero la que escogió era inmunda como asna en sentido figurativo. Era un yugo desigual.

Sansón no aprendió. Después se enamoró de una mujer llamada Dalila, que también era filistea. Este segundo yugo le llevó al fracaso. Su sueño en el regazo de Dalila indica que estaba también dormido espiritualmente. “Él no sabía que Jehová ya se había apartado  de él”, Jueces 16.20. Como resultado, perdió la vista y quedó ciego hasta la muerte.

Otro personaje que se destaca por su desobediencia es Salomón. “El rey Salomón amó … a muchas mujeres extranjeras … gente de las cuales Jehová había dicho a los hijos de Israel: No os llegaréis a ellas, ni ellas se llegarán a vosotros, porque ciertamente harán inclinar vuestros corazones tras sus dioses. A éstas, pues, se juntó Salomón con amor”, 1 Reyes 11.1,2. “¿No pecó por esto Salomón? Aun a él le hicieron pecar las mujeres extranjeras”, Nehemías 13.26. El yugo desigual destruyó la espiritualidad de Salomón y le condujo a la ruina.

El rey Josafat fue causa de otra tristeza en el caso de su hijo Joram. Este se casó con la hija de Acab y Jezabel, llamada Atalía. Todo empezó con la amistad entre estas familias. “Después de algunos años descendió a Samaria para visitar a Acab; por lo que Acab mató a muchas ovejas y bueyes para él y para la gente que con él venía”, 2 Crónicas 18.2.

Joram era un joven de 17 años cuando conoció aquella muchacha. Sin duda ella se adornaba como su mamá, con los ojos pintados con antimonio y la cabeza ataviada, 2 Reyes 9.30. Dios nos indica que toda la familia era impía, y el joven se casó con una impía. Le parecía, quizá, que era mariposa inocente, pero resultó ser como una tigra. Durante su vida Joram perdió su familia en manos del enemigo como tantos hijos de los yugos desiguales se pierden. También perdió sus bienes y su salud, 2 Crónicas 21.17,18.

La disciplina del Señor cayó sobre él. Después de su muerte, su esposa mató toda la descendencia real. Era mujer de sangre, como su madre Jezabel. ¡Qué los jóvenes no se dejen engañar por las “mariposas”!

La Biblia sigue dando ejemplos tristes una vez vuelto el remanente de Babilonia. “El pueblo de Israel y los sacerdotes y levitas no se han separado de los pueblos de las tierras … porque han tomado de las hijas de ellos para sí y para sus hijos, y el linaje santo ha sido mezclado con los pueblos de la tierra; y la mano de los príncipes y de los gobernadores ha sido la primera en cometer este pecado”, Esdras 9.1,2.

Pasada una generación, se repitió el pecado. El sacerdote Eliasib había emparentado con Tobías (un amonita) y le había hecho una gran cámara, Nehemías 13.4. Nehemías sacó fuera a Tobías de la casa de Dios.

Pero el mal ejemplo de Eliasib ya había conducido al pueblo a hacer lo mismo.
“Vi asimismo … a judíos que habían tomado mujeres de Asdod, amonitas, y moabitas; y la mitad de sus hijos hablaban la lengua de Asdod, porque no sabían hablar judaico”, Nehemías 13.23,24. Esto demuestra un resultado común del yugo desigual. Por falta de acuerdo en las cosas del Señor de parte de los padres, los hijos se crían aprendiendo el lenguaje del mundo en vez de la Palabra de Dios.

 

Los animales como ilustración

La Biblia nos ayuda a discernir entre el yugo igual y el desigual. En los casos de la naturaleza, las Escrituras describen las características de los animales limpios y los inmundos. En Levítico 11.3 al 8 leemos de tres distintivos del animal limpio: (i) de pezuña hendida (ii) rumiante (iii) herbívoro.

Son ilustraciones de cosas espirituales. El animal de pezuña hendida deja su huella de dos cascos, uno separado del otro, como hacen el buey, la oveja y la cabra. O sea, deja una marca de separación. Al contrario, el asno y el caballo dejan una huella de un solo casco, y los animales carnívoros dejan las huellas de sus zarpas. Son marcas distintivas.

Pero hay otras huellas confusas. El cerdo deja la huella separada, porque tiene pezuña hendida, pero no es rumiante; es animal inmundo en la estima bíblica. Es una ilustración de la persona que profesa ser cristiana pero no es renacida. Lleva las huellas del cristiano en su andar en el sentido que no es mundana en su comportamiento y asiste a las reuniones con reverencia. Pablo advierte en cuanto a los que “tendrán la apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella”. Y agrega: “a éstos evita”, 2 Timoteo 3.5. Por fuera parecen ser santos pero en secreto tienen la misma naturaleza no convertida.

Entonces no basta una sola evidencia de ser hijo de Dios. La huella de por sí sola no es prueba. Debemos considerar otras evidencias también.

Los animales limpios son herbívoros, o sea, comen hierbas, paja y granos. Todos los animales carnívoros son clasificados como inmundos en Levítico, comen carne. Pero la vaca no tiene gusto por la carne, y esto es una ilustración del apetito espiritual. Al inconverso le agradan las cosas de la carne, las que Gálatas 5 lista como adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechi­cerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras y orgías.

Estos apetitos demuestran el carácter de una persona. El cre­yente tiene su apetito natural controlado por el nuevo nacimiento. Si alguno está en Cristo, nueva criatura es, y los deseos carnales están dominados por los deseos de la nueva naturaleza. El renacido desea la Palabra de Dios, de la cual la semilla es ilustración.

Una tercera característica del animal limpio es que rumia. Posee varias cavidades en el estómago. Después de comer, vuelve a pasar la comida desde la panza hasta la boca, para masticarla otra vez antes de tragarla y pasarla al cuajar. Esta acción, según el diccionario, es figura de pensar despacio y con madurez una cosa. Espiritualmente, es figura del meditar, digerir y obedecer la Palabra de Dios.

En la gran mayoría de los casos el religioso que no es renacido lee la Biblia por costumbre o como una formalidad, algo así como el católico romano lee su misal. No es por gusto o aprecio espiritual. El creyente, al contrario, recibe las Escrituras de corazón, medi­tando y aplicando sus mensajes a sus hechos. El cristiano falso oye la Palabra de Dios pero es oidor no más, engañándose a sí mismo. El verdadero es como el rumiante, y luego obedece.

Cuando una persona no obedece la Palabra de Dios, se da la sospecha de que puede ser como el camello. “El camello, porque rumia pero no tiene la pezuña hendida, lo tendréis por inmundo”, Levítico 11.4. Tiene la apariencia de animal limpio, igual como aquel que oye con cuidado la Palabra. Pero no tiene la pezuña hendida, así como aquel que no obedece la Palabra para que ella produzca una vida separada del mundo y apartada del pecado.

Una de las bendiciones mayores para conservarnos en la santidad es el yugo igual; “libre es para casarse con quien quiera, con tal que sea en el Señor”, 1 Corintios 7.39. Quizá hay una diferencia entre “en Cristo” y “en el Señor”. Todo creyente está en Cristo, pero “en el Señor” se aplica más a aquellos que reconocen con obediencia y sumisión que Él es su soberano Señor.

Conclusión

Las escrituras citadas nos recuerdan que, siendo creyentes, somos santos.
Por consiguiente debemos practicar la santidad y separarnos del mundo de los impíos.

Si se comete el error de entrar en un yugo amistoso, se puede romperlo en un momento. Si es un yugo comercial, también hay la salida aunque haya pérdida material. Pero si el yugo es matrimonial, no hay salida. Bajo la ley, los israelitas podían repudiar a sus mujeres y corregir su desobediencia, como en el caso notable de Esdras capítulo 10. Pero Jesucristo quitó este permiso de la ley en Mateo 5.31,32. El matrimonio no se disuelve de tal forma.

En los casos de los yugos entre los de Judá y los de Israel, parecía que ambos eran del pueblo de Dios y hermanos según la carne. Pero Dios miraba el corazón. Como dijo Pablo, “No todos los que descienden de Israel son israelitas … no los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino los que son hijos según la promesa son contados como descendientes … Pues no es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne sino que es judío el que lo es en lo interior”, Romanos 9.6 al 8, 2.28,29.

De modo que solamente los de fe de entre Israel, los que creían de corazón y le seguían, eran hijos de Dios. Los reyes de Judá mencio­nados en las ilustraciones creían en el Señor y le servían, a pesar de muchas debilidades y desobediencias. Al contrario los reyes de Israel (la sección del norte cuya capital era Samaria) servían a Baal y a otros dioses falsos. Su profesión de creer en Jehová era falsa, y Dios los trató de impíos.

Todo esto nos advierte que no debemos dejarnos engañar hoy en día por la mera profesión de salvación. No todos los hijos de padres cristianos son hijos de Dios. Tampoco lo son todos aquellos que dicen ser evangélicos pero andan en la impiedad. Abundan las personas que han estado en comunión en una asamblea neo­testamentaria, pero han vuelto atrás y hoy día son como la puerca lavada que ha vuelto a revocarse en el cieno. Esto nos advierte que no todos los bautizados son de hecho hijos de Dios.

Entonces, habiendo advertido de los peligros de uno de cualquier yugo desigual, debemos confirmar la importancia del yugo igual. “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestra almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga”, dijo Cristo en Mateo 11.29,30.

El novillo es inquieto cuando es indómito. Para ser útil al agri­cultor, tiene que aprender a someterse al gañán. Para dominarlo y enseñarlo, el gañán lo pone en yugo con el buey experimentado. Cuando el novato se atrasa o se cansa, la perseverancia del otro buey lo lleva. Si se adelanta o se desvía, la constancia del otro lo detiene.

Cristo quiere que vayamos bajo el yugo con Él, que sirvamos en su campo que es el mundo. Tenemos mucho que aprender para no ser indómitos. Necesitamos paciencia, mansedumbre y sumisión para ser útiles en la labranza del Señor. No es oneroso su servicio; “mi yugo es fácil”. Al contrario el yugo desigual es oneroso; hay felicidad segura únicamente en el camino de la obediencia.

 

 

 

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