diablo, el (#143)

Satanás
Príncipe de tinieblas

 

Satanás

            Autor:  J. R. Caldwell

Títulos

Antecedentes

Ámbito

El caso de Job

Pablo y Job

Otras víctimas

La tentación de Jesús

Tácticas

La Palabra neutralizada

Cuatro estilos

 

Títulos

Hay dos pasajes en el libro del Apocalipsis que en conjunto nos presentan cuatro títulos descriptivas de un mismo personaje; a saber el 12.9 y 20.2, donde leemos del gran dragón, la serpiente antigua, el diablo y Satanás.

Parece que el primer título se refiere a él como existía antes del registro histórico de su conducta en relación con esta tierra. De este versículo desprendemos que llevó tras sí en su rebelión contra Dios una gran porción de ángeles; el lenguaje figurativo habla de la tercera parte de las estrellas del cielo. Es evidente que su insurrección fue formidable. Probablemente los ángeles en el pasaje son aquellos que le siguieron.

Su título de serpiente antigua nos conduce, desde luego, a Génesis 3 y la historia inspirada de su tentación exitosa de Eva, y a través de ella la caída de Adán y la raza entera. Sería sólo especulación hablar de cómo o por qué asumió la forma de serpiente. Entendemos que la serpiente no se arrastraba en forma horizontal como hace ahora, ni le parecía repulsiva a Eva, como es para muchos ahora a consecuencia del juicio divino que cayó sobre el animal. Esto queda demostrado por la identidad personal de la serpiente del Génesis y del dragón en el Apocalipsis.

Satanás es su nombre personal en hebreo, y diablo —de diábolos— en griego. Su significado es parecido: adversario o acusador; a saber, un opositor en un juicio quien acusa con el fin de condenar. Abadón y Apolión, Apocalipsis 9.11, son dos títulos adicionales, también en hebreo y griego respectivamente, y significan uno que destruye.

Diablo nunca se emplea en las Escrituras en el plural excepto en tres casos donde aplica a mujeres y hombres en su significado literal. “Las mujeres … no calumniadoras”, 1 Timoteo 3.11, Tito 2.3; “Habrá hombres … traidores”, 2 Timoteo 4.3. En todos los demás casos es un nombre y debe figurar con mayúscula. Hay un solo Diablo.

Todos los casos de posesión de espíritus eran de demonios; la única persona que poseía el diablo fue Judas, de quien dice que Satanás entró en él, Juan 13.27. Quiénes eran, no es para nosotros decir. Son espíritus. Son espíritus malvados a la orden de Beelzebú. Este es tan sólo uno más de los títulos de Satanás, como sabemos por las palabras de nuestro Señor en Mateo 12.26, Marcos 3.23 al 26 y Lucas 11.18. Es por demás evidente en las Escrituras que los demonios son emisarios de Satanás que emplea para incitar a los hombres a pecar. Son tan numerosos que puede desplegar una legión —5000— a una misma vez para poseer a un solo hombre.

Probablemente es de este hecho que las fuerzas satánicas sean tan abundantes que se ha formado la idea que Satanás es omnipresente, o que es una influencia en vez de una persona. Pero nadie puede leer la Biblia con una disposición de aprender y no darse cuenta de que se trata de un gran personaje, y que el Espíritu Santo y el Señor Jesús siempre hablan de él en estos términos.

 

Antecedentes

Poco se encuentra en cuanto a su origen. Se nos informa que ciertos ángeles “no guardaron su dignidad”, Judas 6, y es de suponer que eran del mismo grupo que los “ángeles escogidos” de 1 Timoteo 5.21, de manera que hay que distinguir entre estos últimos y los primeros, a saber, “los ángeles que pecaron”, 2 Pedro 2.4.

No es concebible que Dios haya creado un ser malvado. No se informa sobre el origen del pecado, pero podemos estar seguros que se desarrolló en una criatura ya existente. El Señor dijo que Satanás “no ha permanecido en la verdad”, Juan 8.44, dando a entender que una vez estaba en ella. En 1 Timoteo 3.6 se señala (y en otros pasajes se confirma) la raíz de su “condenación:” el envanecimiento, o soberbia.

Uno de los estilos del Espíritu Santo al hablar de una persona es el de tratarlo a la vez como un tipo, empleando lenguaje aplicable a la persona tipificada pero no aplicable al mero tipo humano. Como ejemplo de esto tenemos el lenguaje empleado al hablar a David con respecto a Salomón: “El me edificará casa, y yo confirmaré su trono eternamente”.

Es a esta manera que los profetas hablan de dos grandes personajes. Isaías, hablando en el capítulo 14 del rey de Babilonia, emplea lenguaje que debe referirse a uno mayor que tiene relación con cielo y tierra: “¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana!” Luego el pecado de esta persona: “Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo”.

Igualmente hiperbólico es el lenguaje referente al rey de Tiro que utiliza Ezequiel en 18.12 al 17: “Tú eras el sello de la perfección, lleno de sabiduría, y acabado de hermosura. En Edén, en el huerto de Dios estuviste … Querubín grande, protector, yo te puse en el santo monte de Dios, allí estuviste; en medio de las piedras de fuego te paseabas. Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad … Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor”.

Tan sólo podemos concluir que este lenguaje aplica a algún personaje sobrehumano, creyendo que se refiere en última instancia a nadie menos que Satanás mismo. En toda probabilidad la caída de Lucero es el pensamiento en la mente del Señor cuando dijo: “Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo”, Lucas 10.18. Tocante a este pasaje, Alford escribe: “Yo veía se refiere a la caída original de Satanás cuando perdió su lugar como ángel de luz, no guardando su dignidad; tiene que ver con el período antes de la fundación del mundo cuando él moraba en el seno del Padre. Como un rayo implica no sólo lo precipitado de su caída, sino también el brillo del ángel que cayó”. Y el pecado de estos grandes concuerda con la referencia en 1 Timoteo 3, que ya hemos mencionado. Evidentemente fue la altivez de espíritu. Esto está confirmado por el carácter y pecado del Anticristo, la representación de Satanás: “Se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios”, 2 Tesa-lonicenses 2.4.

Se puede aducir que las palabras del Señor presentan una dificultad. “El ha sido homicida desde el principio … es mentiroso, y padre de mentira”, Juan 8.44. Pero el término “desde el principio” aplica evidentemente no al comienzo de su existencia, sino al comienzo de sus relaciones con la raza humana. A partir de la primera mención de él en la palabra de Dios, figura uniformemente como mentiroso y homicida, si bien su maña le induce a asumir el estilo de un ángel de luz.

De todo lo que hemos considerado, entendemos que Satanás era originalmente uno de los seres creados más sobresalientes, sabios, hermosos y gloriosos. Figuraba entre los prin-cipados del cielo.

Él cayó por exaltarse en orgullo, llevando consigo un vasto número de la hueste celestial. Están sujetos a él, quien es su príncipe y quien dirige su enemistad contra Dios y contra Cristo, y por ende contra todos los que son de Cristo. Aquella hueste de espíritus inmundos se llama demonios, sean o no ángeles caídos.

Sus seis mil años de experiencia con el hombre le han capacitado para ejecutar con más poder que nunca sus nefastos designios. El creyente es el objeto especial de su atención y ataque. Su propósito es tentar al hijo de Dios a pecar y rebelarse contra el Señor, y el único recurso que uno tiene es de permanecer en él.

Me salva del pecado, me guarda de Satán,
promete estar conmigo hasta el fin.
El consuela mi tristeza, me quita todo afán;
grandes cosas Cristo ha hecho para mí,

 

Ámbito

La idea popular que el diablo está en el infierno no tiene base en las Escrituras. Posiblemente se debe a la afirmación en 2 Pedro 2.4 que “Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que arrojándolos al infierno (tartaróo) los entregó a prisiones de oscuridad, para ser reservados al juicio”.

A esto se alude de nuevo en Judas 6, “Los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada, los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día”. Pero, sean quienes fuesen estos ángeles, los pasajes no pueden referirse a Satanás, ya que abunda en las Escrituras evidencia de que desde el principio del mundo él no está en el “tartarus” ni encadenado. Está en libertad para llevar a cabo sus propósitos malignos, con huestes de espíritus inmundos a su mando, algunos de ellos en “los lugares celestiales” que rodean esta tierra y otros que ocupan y controlan el mismo aire que soplamos.

En la Epístola a los Efesios, “los lugares celestiales” figuran como la esfera de la bendición de la Iglesia en y con Cristo. “Dios y Padre … nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo”. “… el poder de su fuerza, la cual operó en Cristo … sentándole a su diestra en los lugares celestiales”, 1.3,20. Los creyentes están “sentados allí en Cristo Jesús, y si bien la Iglesia continúa sobre la tierra, ella es objeto de un interés intenso e instrucción divina a los “principados y potestades” en estos mismos lugares celestiales, 3.10.

Pero al proseguir encontramos que en aquellos lugares celestiales hay poderes desplegados en nuestra contra. “No tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales en las regiones celestes”, 6.12. En aquella misma epístola se habla de Satanás como el príncipe del poder del aire, 2.2, y el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia.

De que aquellos ángeles, principados y potestades del mal sean hostiles a Cristo y su Iglesia, es evidente:

  • Ni ángeles, ni principados, ni potestades … nos podrá separar del amor de Dios, Romanos 8.38
  • Luego el fin, cuando … haya suprimido todo dominio, toda autoridad, toda potencia,
    1 Corintios 15.24
  • … despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz, Colosenses 2.15.

La conversión es ser librado de la potestad de las tinieblas y trasladado al reino de su amado Hijo, Colosenses 1.13.

De todas estas escrituras queda evidente que el poder satánico es muy amplio, incluyendo lugares celestiales además de la tierra. Su control sobre este mundo le da poder sobre los inconversos. “El mundo entero está bajo el maligno”, 1 Juan 5.19. Aun en la muerte, tan sólo Cristo y los suyos están libertados de su custodio.

 

El caso de Job

En este contexto, el primer capítulo de Job es muy llamativo. Satanás se presenta ante el Señor entre los hijos de Dios. De una vez Jehová el Señor se dirige a él, preguntando de dónde viene. La respuesta revela el alcance del permiso que es suyo para moverse. Había entrado en el lugar celestial, presuntamente, después de haber rodeado la tierra y andado por ella. El sentido de rodear aquí es de movilizarse en calidad de espía, o indagar, o inquirir diligentemente.

Luego la pregunta, “¿No has considerado a mi siervo Job?”, y la respuesta de Satanás, las cuales muestran que los que temen a Jehová son objetos especiales de la envidia y malicia satánicas. Le insinúa a Dios que no hay realidad en la piedad de Job, que él sirve a Dios sólo porque es la mejor política, y que si Dios le niega las bendiciones tan abundantes que había recibido, el hombre le maldeciría a su cara.

Pero Satanás no podía tocarle sin permiso divino. La cerca de la protección de lo alto estaba en derredor del siervo de Dios. El mismo pensamiento se encuentra en las palabras del Señor a Pedro: “Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo”, Lucas 22.31. Solamente con un permiso divino podría Satanás descargar su tentación contra los discípulos.

Pero para los fines de una disciplina sabia y amorosa, Satanás recibe un permiso amplio, como vemos en el caso de Job: “Todo lo que tiene está en tu mano; solamente no pongas tu mano sobre él”. Es consolador notar aquí no sólo el permiso, sino también la limitación. Concedido ya del permiso de parte de Dios, Satanás sale de la presencia suya, resuelto a emplearlo a lo sumo. Observemos los instrumentos que emplea. No le hacía falta permiso para utilizar a los sabeos y los caldeos; ellos ya estaban bajo su autoridad. Poco sabían a quién estaba obedeciendo cuando reunieron sus bandas de para despojar y saquear la familia pacífica de Job. Fue Satanás que llenó su corazón, cual hijos de desobediencia, y el espíritu que manifestaron fue del diablo.

Es así todavía. Los hombres y mujeres del mundo continúan tan ignorantes como eran los sabeos y los caldeos de antaño, pero el hecho es que ahora, como en ese entonces, la fuerza motor de las grandes iniciativas en el mundo es satánica. El afán por el provecho propio fue el deseo natural que Satanás usó en aquella ocasión, y el amor al dinero sigue siendo raíz de todos los males; 1 Timoteo 6.10. Y el enemigo se aprovecha de esa codicia.

Pero había más a su disposición. La nube y los rayos con su trueno y “el gran viento del lado del desierto” estaban a su disposición y realizaron la destrucción que Satanás ordenó. En esto vemos tanto “el dios de este siglo” como “el príncipe del poder del aire”. La tempestad en el lago que amenazó destruir, si fuera posible, a Cristo y sus discípulos, no fue menos satánica que la enemistad de Herodes y la perfidia de Judas.

¿Quién ha podido adivinar, al no haber sido revelado, que los sufrimientos que probaron la fe y la paciencia de Job eran consecuencia de una gran controversia entre Dios y Satanás, el tema de un interés cautivante a los hijos de Dios y las huestes celestiales? Parece que el cielo entero estaría en suspenso hasta que por fin cayó de los labios de Job la afirmación que declaró la victoria para Dios y la derrota de Satanás: “Jehová dio, y Jehová quitó”. ¿Y luego? ¿Algo para complacer a Satanás? No: “Sea el nombre de Jehová bendito”.

Oh, qué gloria para Dios, qué derrota para el altivo y descarado adversario, se logró por la sumisión paciente y piadosa de este santo sufrido. ¿Y no podemos entender que intereses parecidos revisten todavía las tentaciones, pruebas y tristezas del pueblo de Dios? ¿Acaso Dios no sea glorificado todavía en los padecimientos aceptados sin murmuración por muchos hijos suyos, aunque el mundo nada sepa de lo que está sucediendo, y aun pocos de los creyentes se den cuenta de la realidad de la situación? Lector, si usted es uno de ellos que es blanco de estos ataques, sepa que es bienaventurado aquel que soporta la tentación. Cuando haya resistido la prueba, recibirá corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman; Santiago 1.12.

 

Pablo y Job

Satanás fue derrotado, pero su atrevimiento no tiene límite. Él vuelve al ataque, insinuando de nuevo que si se tocara tan sólo hueso y carne de Job, maldeciría a Jehová; 2.5. De nuevo le es concedido permiso, pero con una condición muy firme: “Guarda su vida”.

Ahora el enemigo emplea la enfermedad. Le aflige al patriarca una sarna maligna desde la planta del pie hasta la coronilla de la cabeza. Ninguno de nosotros sabe por qué medio él contrajo esta aflicción. El hombre en su sabiduría la hubiera investigado y se hubiera contentado al haber descubierto la causa, ignorando de un todo que en el fondo la infección era sencillamente obra de Satanás, y que se trataba de una prueba de fe y paciencia permitida —no, enviada— por el amor y sabiduría de Dios.

Así fue “el aguijón en la carne” para Pablo. Es evidente que le causaba dolor intenso; era un mensajero de Satanás para abofetearle; 2 Corintios 12.7. Pero era más; además de una obra de Satanás para afligir al apóstol, era sin duda una bendición que Dios estaba usando para administrar una disciplina preventiva. El Señor detectaba un peligro para Pablo, invisible a todo otro ojo y ni siquiera sospechado por Pablo mismo, aun cuando solía juzgarse severamente a sí mismo. Las revelaciones que recibió han podido provocarle a exaltarse indebidamente. La semilla escondida del orgullo estaba allí, lista para florecer en con-diciones favorables a ella. Pero el amor la descubrió con anticipación y proveyó la protección necesaria contra el propósito de Satanás.

Pablo, entonces, se gloriaba en su debilidad. Nada de murmuración; él acepta la disciplina como una acertada iniciativa de amor, dando gloria a Dios.

Pero para Job había más por delante. Su esposa no pereció. Comoquiera que se haya conducido más adelante, en esta coyuntura ella era otro instrumento de Satanás. “Maldice a Dios, y muérete”, fue la voz de la serpiente, aunque en boca de labios humanos. De nuevo el cielo espera ansiosamente la respuesta, y una vez más resulta ser un triunfo para Dios. “¿Qué? ¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos?”

Así fue la derrota de Satanás. Así se manifiesta a todo ser inteligente, y por todo tiempo, que lo que Dios ha obrado en el alma es indestructible. Y en esto difiere de toda religión meramente formal y externa. Todas ellas, cuando probadas, ceden. Pero lo que es de Dios es como la plata y el oro; la prueba de fuego no lo destruye, sino hace resaltar su hermosura.

Otras víctimas

El poder de Satanás para emplear a los hijos de desobediencia en la realización de sus propósitos, y para convocar la tempestad, relámpago y pestilencia a hacer lo que él quería, de ninguna manera representa la totalidad de los medios a su disposición.

Parece en las Escrituras que las más sutiles de sus influencias son aquellas relacionadas con la mente.

Así fue que atacó por primera vez a Eva. Él insinuó que el amor de Dios era imperfecto y su Palabra menos que de un todo verídica. Se nos informa claramente en 1 Crónicas 21.1 que fue él que incitó a David a censar el pueblo de Israel, Cómo, o por qué medio, se comunicó la sugerencia, no sabemos. Fue uno de los espíritus que se puso delante de Jehová para proponer que Acab fuese inducido a entrar en la batalla que le costaría la vida. “Seré espíritu de mentira en la boca de todos sus profetas”, dijo el emisario de Satanás; 2 Crónicas 18.21 (si no fue el diablo mismo).

Así son las doctrinas de demonios que menciona 1 Timoteo 4.1. Satanás, por medio de espíritus mentirosos, propone a los carnales el uso indebido de la Palabra de Dios. Se convierten en doctrinas que apelan a la carne y logran la popularidad.

Fue el diablo que puso en el corazón de Judas Iscariote traicionar al Señor Jesús, Juan 13.2, aun antes de entrar personalmente en ese hombre. Vemos, entonces, que las sugerencias malvadas son comunicadas sin la necesidad de que uno esté poseído de demonios.

Fue Satanás —para dar otro ejemplo— que llenó el corazón de Ananías con la mentira que mereció la muerte como juicio; Hechos 5.3. El deseo de quedarse bien con la multitud de los discípulos y mantener una reputación de plena devoción, pero a la vez guardando en su corazón el amor al dinero, fue la condición que recibió de Satanás la sugerencia de tapar la verdad con una mentira.

De la advertencia que el Señor le dio a Pedro, es evidente que fue obra de Satanás la cernidura a la cual el discípulo fue sujetado y la negación triple de su Maestro. Aun la reprensión aparentemente benigna con la cual quiso desviar a Jesús de ir al Calvario, fue voz del tentador, y bien lo sabía el Salvador; Mateo 16.23.

 

La tentación de Jesús

Pero en relación con todo esto no podemos pasar por alto el mayor de los esfuerzos de Satanás, a saber, la tentación del Señor mismo. En qué forma el adversario se presentó, y de qué manera comunicó sus sugerencias, no sabemos, ni tenemos libertad para especular.

Tal vez sea difícil en nuestro caso distinguir entre los males que por naturaleza surgen en nuestros propios corazones engañosos y aquellos que son dardos encendidos que el diablo lanza a la mente. Pero con el Señor Jesús la insinuación a pecar tiene que venir siempre de afuera. “El príncipe de este mundo nada tiene en mí”. No había deseo perverso ni disposición interior a la cual Satanás podría apelar, ni de la cual podría esperar una respuesta. No así con nosotros. Cuántas veces el cristiano está sorprendido, alarmado, o aun horrorizado al darse cuenta de que estaba casi dispuesto a aceptar alguna iniciativa satánica.

Pero en el Señor Jesús no podía ninguna asociación con el pecado. Por esto las iniciativas del enemigo tenían que ser de una naturaleza apropiada al Santo.

La primera apeló a un deseo enteramente natural y puro; a saber, el hambre.

La senda de obediencia que el Salvador vino a caminar involucró no sólo una abstinencia de cosas ilícitas, sino también una entera dependencia de y sujeción a su Padre. Al actuar según su propia voluntad, o en respuesta a sus propios deseos sin tomar en cuenta los del Padre, Él no hubiera cumplido uno de los propósitos de su venida.

La segunda proponía probar la fidelidad de Dios por medio de un acto de presunción. Sin mandamiento, sin ningún propósito definido con miras a la gloria de Dios, sin necesidad de hacerlo, Él se lanzaría de un pináculo del templo, para ver si Dios cumpliría o no una promesa que en realidad no tenía que ver con semejante espectáculo. Tentaría a Dios.

Y conviene notar aquí que Satanás citó mal las Sagradas Escrituras. Él cuenta con varias técnicas de perversión. Una de ellas es la de tergiversar las palabras y oraciones de tal suerte que digan algo que nunca fue dicho o escrito. Ejemplos de esto son demasiado abundantes para ser enumerados aquí, pero podemos mencionar que se oye decir que “alma” quiere decir tan sólo “vida”, y que el castigo eterno no es para siempre, etc.

Otra es aplicar erróneamente las Escrituras, como en el caso por delante. A veces se aplica a creyentes pasajes que describen solamente a quienes no lo son, o a los incrédulos pasajes que describen sólo la dicha del creyente. A veces es cuestión de aplicar los principios de la antigua dispensación terrenal a la nueva y celestial; por ejemplo, se reproduce aquí y ahora el edificio, sacerdote, altar y sacrificio del régimen levítico.

A Satanás le gusta cuestionar la plena inspiración de la Biblia, decirnos que contiene errores y contradicciones, y cualquier otra mentira que sirva para socavar nuestra fe.

La tercera tentación de nuestra Señor fue la más obviamente satánica. Le ofreció todos los reinos del mundo, si tan sólo cayera ante él en adoración. “Pídeme, y te daré por herencia las naciones, y como posesión tuya los confines de la tierra”, fue la promesa de Salmo 2.8. Pero bien sabía Él que antes de percibir esto, tendría que enfrentar la cruz, y que la senda a la gloria pasaba por padecimientos y muerte. Aquí la sutileza de la proposición de Satanás. Él ofreció corona sin cruz.

Así el tentador aparenta siempre ofrecer condiciones más favorables que las que Dios da, logrando sus fines tantas veces con el simple, el descuidado y el que confía en sí. Para aquel que permanece en Cristo, Juan 15.4, Satanás no puede. “Dios le guarda, y el maligno no le toca”. Mayor es el que está en nosotros que el que está en el mundo; 1 Juan 5.18, 4.4. “Torre fuerte es el nombre de Jehová; a él correrá el justo, y será levantado”, Proverbios 18.10.

Las propuestas de Satanás por lo regular son en el sentido de gratificar un deseo lícito de una manera, o en un grado, que se hace pecado;  o, conducir a uno a la derrota y desespero por haber hecho lo que no es lícito.

Más de una vez el Señor recomendó dos iniciativas que son inseparables: velar y orar. El velar da a entender que el enemigo está cerca. El orar da a entender que Dios está cerca. El uno nos hace recordar nuestro peligro; el otro, nuestro recurso.

 

Tácticas

Las tácticas del adversario quedan muy bien ilustradas en las parábolas del Señor sobre el reino de los cielos. La primera en Mateo 13 es la del sembrador, y en ella Satanás y sus emisarios se asemejan a las aves del cielo que siguen a un sembrador y recogen lo que él dejó caer. Parece que el diablo tiene no sólo el poder de inyectar pensamientos malignos en la mente, sino de extraer los buenos.

Cómo lo hace, no hemos sido informados. Nuestras observaciones y experiencia aseguran que él llena la mente de “los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanidad de la vida”, expulsando lo que es digno de alabanza; Filipenses 4.8. Cuántas veces los oyentes son distraídos por liviandades y cosas terrenales inmediatamente después de los más solemnes de mensajes. Es obra de Satanás, quitando lo santo para dar cabida a lo profano, borrando lo serio para introducir lo frívolo.

Pero a veces no logra su propósito de esta manera; la presentación de la Palabra encuentra cabida y hay el deseo de buscar la senda de obediencia. Inmediatamente surge tribulación, “por causa de la palabra”, 13.21. Ahora tiene que valerse de cualquier medio para neutralizar su efecto. A veces es la enemistad de amigos y parientes. A veces él tiene que recurrir a asumir su papel de “león rugiente” para oponerse a la obra del Espíritu.

Cuando Israel salió de Egipto, Amalec les desbarató la retaguardia. Luego el rey de Moab contrató a Balaam a maldecirlos. Pero Amalec fue derrotado y la maldición que Balaam iba a dar se tornó en bendición. Poco después leemos que los israelitas se enredaron en alianzas con las hijas de Moab. Atrapados por aquella seducción, aquellos hombres pronto se encontraban postrándose ante ídolos paganos. Israel va tras Baal-peor, y cae el terrible juicio de Dios. Pero no es hasta un tiempo después que se revela el secreto que quien estaba detrás de esas amistosas relaciones fue aquel mismo adversario que abstuvo de pronunciar la maldición que el rey de Moab esperaba oir. “Por consejo de Balaam ellas fueron causa de que los hijos de Israel prevaricasen”, Números 31.16.

 

La Palabra neutralizada

Y así es todavía. El adversario modifica su modus operandi conforme al carácter y condiciones que encuentra en sus víctimas.

Por esto, cuando la tribulación y persecución no logran sus fines, con tanta frecuencia él emplea “el afán de este siglo” y “el engaño de las riquezas” La pobreza conlleva contratiempos y la riqueza sus placeres, y ambos por igual son espinos para ahogar la Palabra y dejarla infructuosa. La acción de Satanás se vuelve menos evidente, pero no menos real.

Sigue en Mateo 13 la parábola de la cizaña, y de nuevo se ve claramente la obra del diablo.

No fue cuestión de sembrar espinos que han podido ser eliminado con cierta facilidad, sino de introducir la cizaña con su peculiaridad de tener una apariencia muy similar al trigo. Por cierto, mientras crecían juntos en el campo, no era posible distinguir entre el uno y el otro; no fue hasta la cosecha que se supo qué era trigo y qué cizaña. Esta última representa la profesión falsa, el cristianismo nominal pero sin Cristo, la forma de la piedad sin la realidad de la misma, un nombre a vivir pero muerto.

¿No es éste el caso en el mundo entero cuando la predicación del evangelio recibe solamente un consentimiento con la boca y una fingida profesión de fidelidad de parte de una multitud que no ha renacido? Tan ciegos son algunos siervos de Cristo que se glorían en la cantidad de personas que profesan fe, como si todos fuesen salvos del Señor, olvidándose de que Satanás mezcla los “convertidos” suyos entre los que realmente han pasado de muerte a vida. La cizaña figura aún entre el trigo.

Por cierto, todo lo que conduce a profesiones falsas es obra del enemigo. Es el billete falso que circula entre la moneda de curso legal. Una obra maestra de estos tiempos es el hecho de haber auspiciado un floreciente cristianismo que no es la lícita cristiandad.

Hay quienes rebajan a cuestión de criterio personal y gusto propio la ordenanza de obedecer al Señor en el bautismo. Hay los que la practican pero la cambian a un acto para niñitos inconscientes de qué está sucediendo. A Satanás le gusta la forma como sustituto por la sustancia.

Cuatro estilos

Hemos mencionado ya que Apocalipsis capítulo 12 especifica cuatro títulos que corres-ponden a un mismo gran adversario. Pero este capítulo importante, junto con el 13, también le presenta en cuatro características. Es primeramente el engañador, luego el acusador, el perseguidor y finalmente el blasfemo.

En sus primeros dos estilos de actuación la victoria sobre Satanás es por la sangre del Cordero y la palabra del testimonio del pueblo de Dios; 12.11.  Es tan sólo por la Palabra leída, meditada, ingerida que podemos vencer al engañador. “En cuanto a las obras humanas, por la palabra de tus labios yo me he guardado de las sendas de los violentos [del disoluto]”, Salmo 17.4. Las Sagradas Escrituras son adecuadas para todas las necesidades de los santos, habiendo sido dadas “para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra”,
2 Timoteo 3.16,17.

En su carácter de acusador, puede ser vencido por “la sangre del Cordero”. El hecho de que el Señor Jesús esté delante de Dios por el bien nuestro, cual Sumo Sacerdote y Abogado, no impide que Satanás lance sus acusaciones. Sin duda se fija bien en los pecados y fracasos de los hijos de Dios —a los cuales él mismo los condujo— para proferir juicio de maldición.

Cómo, no se nos dice. Pero lo hace. Y aseguradamente no es una experiencia rara que estas acusaciones hagan fuerte y persistente eco en nuestro corazón, especialmente cuando uno esté debilitado física o mentalmente. La explicación es que el adversario lanza dardos ardientes al corazón para estorbar, entorpecer y robar al creyente del gozo de la salvación. El remedio está en que la sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado.

En cuanto a éste como el perseguidor, la victoria estaba en que “menospreciaron sus vidas hasta la muerte”, 12.11. Los fuegos de la persecución, la espada, la fogata, la mesa de tortura han testificado diez mil veces a la derrota de Satanás y el triunfo de la cruz. “¿Quién es aquel que os podrá hacer daño, si vosotros seguís el bien? Mas también si alguna cosa padecéis por causa de la justicia, bienaventurados sois.  Por tanto, no os amedrentéis por temor de ellos, ni os conturbéis, sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones”, 1 Pedro 3.13 al 15.

Finalmente, el adversario, rabioso en su fracaso, abre su boca en blasfemia contra Dios, 13.6. Por el momento, Dios guarda silencio. Pero viene día.

 

“Esta agua es la obra de gracia que se efectúa en el corazón.
El que la echa agua para extinguirla, es el Diablo”.
El Progreso del Peregrino, por Juan Bunyan

 

 

 

 

 

 

 

Príncipe  de tinieblas

 

  1. A. Tatford

A veces se afirma que el diablo no es más que una personificación del principio del mal y no un ser real, pero claramente esto contradice las enseñanzas de las Escrituras:

  • el enemigo que la sembró es el diablo, Mateo 13.39
  • el diablo ya había puesto en el corazón de Judas … que le entregase, Juan 13.2
  • ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses …? Hechos 5.3
  • vuestro adversario el diablo … anda alrededor, 1 Pedro 5.8

Él es capaz de moverse, Job 1.7,12; entra en gente, Juan 13.27; les pone trampas, 1 Timoteo 3.7, 2 Timoteo 2.26. Tentó a Cristo, quien le describe como mentiroso y homicida.

“En las formas visibles del pecado, Jesús vio la sombra de su gran antagonista. Enseñó a sus discípulos a orar que fuesen librados del Maligno. Las víctimas de enfermedades y demencia a quienes Él sanó eran cautivos del poder perverso de Satanás. Y cuando Jesús enfrentó la muerte la vio como el conflicto supremo con el usurpador y opresor que se decía ser el príncipe de este mundo”. (Findlay)

Satanás no existe por sí mismo ni es eterno. Es un ser creado que llegó a existir por obra de Dios. En su primer estado era uno de los querubines del más elevado orden angelical y de mayor proximidad a Dios. Era el “querubín grande, protector”, Ezequiel 28.14. Así como los querubines de oro que cubrían el propiciatorio visible en el lugar santísimo del tabernáculo terrenal, él fue hecho guardián y querubín protector del centro celestial de gloria.

La profecía sobre el rey de Tiro en Ezequiel 28.12 al 15 está dirigida a un potentado terrenal pero obviamente va más allá del rey terrenal y aplica a un poder mayor – aun a Satanás mismo – el verdadero, aunque invisible, gobernador de Tiro. La profecía revela que este espíritu poderoso fue creado por Dios para atenderle de cerca y que fue puesto en una relación cercana al trono, siendo uno de los querubines conectados con la santidad y los propósitos gubernamentales del Todopoderoso. Desde el día de su creación él recibió honor y dignidad y estaba en “Edén, el huerto de Dios” – no en el Edén adánico, sino uno previo a este. El Edén adánico fue sobresaliente por su gloria vegetal, pero este anterior por su gloria mineral. Compárese con la Nueva Jerusalén de Apocalipsis 1.10 al 21. “Satanás estaba presente en el Edén adánico como un espíritu apóstata y tentador, no como en este otro Edén donde era un ministro de Dios. La gloria del primer Edén parece haber sido preparada especialmente para Satanás, con su pompa de realeza e instrumentos”. (Torrey)

Se registra que él, sobrepasando a todo otro ser creado en su belleza maravillosa, era “perfecto en hermosura”; enseñado por el Todopoderoso, poseía sabiduría dada por Dios; era honrado por encima de todas las inteligencias creadas, moraba en el monte de Dios, paseaba en medio de las piedras de fuego y poseía la marca de aprobación divina en la forma de una cubierta de oro y piedras preciosas. La referencia a instrumentos musicales y su ungimiento ha dado a pensar que tenía algún vínculo con la adoración de las huestes angelicales y posiblemente dirigía este servicio. Es  posible que toda la jerarquía de ángeles le estaba sujeta, pero se dice poco del alcance del poder original de este gran Lucero.

 

Era de esperar que el receptor de semejante bendición y favor exhibiera la más absoluta lealtad a su benefactor, pero un orgullo desmesurado y una ambición enorme condujeron a su caída. “… no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo”, 1 Timoteo 3.6. Con una arrogancia asombrosa, buscó el lugar supremo en el cielo. No se revela explícitamente si intentó divertir la adoración de las huestes angelicales del Creador a sí mismo, o si se puso a la cabeza de un ejército rebelde en un intento desesperado a desplazar a Dios y establecerse en el trono del Todopoderoso. Pero, fue excluido de la presencia inmediata de Dios junto con sus seguidores decepcionados, desprovisto de su gloria y dignidad. “Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad … fuiste lleno de iniquidad, y pecaste; por lo que yo te eché del monte de Dios, y te arrojé de entre las piedras del fuego, oh querubín protector”, Ezequiel 28.15,16.

Isaías abunda sobre esto en 14.12 al 15: “¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! … Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo. Mas tú derribado eres hasta el Seol, a los lados del abismo”. El diablo fue el pecador original, “El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio”, 1 Juan 3.8. Amargo ha sido el precio que ha pagado ya por aquel acto de pecado.

Desprovisto de su estado anterior, Satanás se hizo no sólo el autor del pecado sino también el arzo enemigo de la verdad y la santidad, y el título que llevará consigo al lago de fuego es “el engañador antiguo”.

Algunos de los ángeles que cayeron con él fueron aprehendidos por poder divino y encadenados en espera de la realización del juicio que les lanzará a ellos y su líder al lago de fuego. “… Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que arrojándolos al infierno los entregó a prisiones de oscuridad, para ser reservados al juicio …”, 2 Pedro 2.4,5. “a los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada, los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día”, Judas 6.  Aparentemente Satanás tiene mayor libertad que sus antiguos satélites, pero ha sido sujetado a límites bien definidos que no puede traspasar.

Desde el momento de su caída, Satanás se puso en oposición a Dios y en particular buscó frustrar los propósitos divinos en relación con el hombre. Se presentó al hombre, sin haber caído éste, bajo la apariencia de una serpiente y le incitó a transgredir deliberadamente el mandamiento de Dios, Génesis 3.4 al 7. Parece que en el período previo al diluvio hubo una demostración inusual de actividad satánica. Él tentó a David a censar al pueblo; “Satanás se levantó contra Israel, e incitó a David a que hiciese censo de Israel”, 1 Crónicas 21.1. Persiste en atacar al pueblo de Dios hoy en día y procura seducirles de la senda de lealtad a Cristo.

Sin embargo, sus esfuerzos fueron dirigidos de manera especial contra el Mesías. Cuando Adán cayó Dios reveló que vendría un Redentor; la Simiente de la mujer iba a herir la cabeza de la serpiente, y él a su vez iba a herir el calcañar de Aquel. A partir de ese momento comenzó una lucha prolongada de parte de Satanás para impedir el cumplimiento de la promesa. El homicidio de Abel, Génesis 4.8, la corrupción universal y su consiguiente juicio en los días de Noé, Génesis 6, el homicidio de los bebés hebreos, Éxodo 1.16, son todos ejemplos de borrar el linaje por el cual vendría ese Redentor. En los días de Atalía se intentó destruir toda la casa real, y fue sólo por la intervención de su tía, Josabet, y la fidelidad del sacerdote Jehoida, que fue preservado Ocozías, el único sobreviviente. 2 Crónicas 22.10 al 12.

Cuando el precursor del Mesías apareció en la persona de Juan el Bautista, como fue predicho por Isaías y Malaquías, la profecía había preparado al diablo para Aquel que venía. Por esto su instigación de Herodes a destruir los niños en Belén, Mateo 2.16.

Y, cuando nuestro Señor estaba por entrar en su ministerio público, Satanás tomó la medida de enfrentarle personalmente en la más severa de tentaciones para inducirle a sacrificar la razón de ser de su encarnación. Sufriendo las punzadas del hambre, Cristo fue tentado a satisfacer el apetito por un milagro. Desde el pináculo del templo, el tentador le instó a exhibir su poder y majestad por un descenso milagroso. Desplegando ante él todos los reinos del mundo, el diablo le ofreció toda su gloria y soberanía a cambio de su abandono de la senda de la fidelidad a Dios. Mateo 4.1 al 10. Pero ninguna tentación prosperó.

Sin embargo, a su tiempo el Cordero de Dios fue entregado en manos de aquellos que querían su vida. Con el fin de asegurar que su propósito fuese logrado, “entró Satanás en Judas”, Lucas 22.3, e inspiró al hombre de Queriot en su traición. La posterior agonía del Calvario hizo saber algo del poder del diablo, y el salmista divulga la profundidad de la malignidad satánica; aun en aquellos momentos de sufrimiento indecible, las fuerzas del mal se juntaron exaltadas en torno de la cruz. “Me han rodeado muchos toros; fuertes toros de Basán me han cercado. Perros me han rodeado; me ha cercado cuadrilla de malignos; horadaron mis manos y mis pies”, Salmo 22.12,16. Quizás nunca sabremos qué sucedió durante aquellas horas de tinieblas.

En aquella hora del mayor triunfo de Satanás, el Cristo de Dios tornó la derrota en victoria, deshaciendo las obras del diablo. “El diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo”, 1 Juan 3.8. Anuló su poder y derrotó al que tenía el poder de la muerte. “… por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo”, Hebreos 2.14. Desde las profundidades del hades Cristo liberó las almas de los bienaventurados; arrancando de las manos de Satanás las llaves de la muerte y el hades, Él resucitó triunfantemente al tercer día, llevando consigo una multitud de cautivos, Efesios 4.8. “Liberó a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre”, Hebreos 2.15.

Colosenses 2.15 dice que despojó a los principados y autoridades, exhibiéndoles públi-camente al triunfar sobre ellos en la cruz. Se había dado el primer gran golpe a la cabeza de la serpiente; en el Calvario se había asegurado el aplastamiento definitivo, en un momento oportuno, de aquel impío, ya que él a su vez había herido el calcañar de la simiente de la mujer.

 

No obstante su caída, Satanás no había perdido toda su dignidad todavía. Ciertamente, su posición sigue siendo tan elevada que aun el arcángel Miguel “no se atrevió a proferir juicio de maldición contra él”, Judas 9.

Sigue siendo “el príncipe del poder del aire”, Efesios 2.2. Los rabinos judíos enseñaban que la atmósfera terrestre era su morada y que estaba poblada de seres espirituales. La declaración del apóstol apoya esto al hablar de “huestes espirituales de maldad en las regiones celestes”, Efesios 6.12. Satanás es el soberano de las huestes de espíritus malos que viven en la atmósfera física. Adrede nuestra Señor le llama Beelzabú, el jefe de los demonios, Lucas 11.18,19.

También se le describe como el príncipe de este mundo, y el Señor le reconoció el derecho de ser llamado así: “ahora el príncipe de este mundo será echado fuera … viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en mí … el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado”, Juan 12.31, 14.30, 16.11. Uno ha preguntado: “¿Este mundo era un departamento asignado a él por Dios de la manera en que diversos reinos han sido asignados a diversos potentados celestiales? ¿Él arrastró su imperio consigo en su caída?”

A veces se afirma que esta tierra era la escena de su antigua gloria y que sufrió un juicio previo a los días de Adán como consecuencia de aquella caída. Este criterio encuentra cierto apoyo en Isaías 24.1 y Jeremías 4.23: “Jehová vacía la tierra y la desnuda, y trastorna su faz, y hace esparcir a sus moradores. Miré a la tierra, y he aquí que estaba asolada y vacía; y a los cielos, y no había en ellos luz”. Compárense Génesis 1.2 e Isaías 45.18.

Sea así o no, no faltan evidencias de que poderes espirituales además de humanos se ocupan de la administración de la tierra. Isaías, por ejemplo, declara que en un día venidero Dios “castigará al ejército de los cielos en lo alto, y a los reyes de la tierra sobre la tierra”, distinguiendo entre gobernantes espirituales y gobernantes humanos. De nuevo, cuando el ángel del Señor se presentó para hablar con Daniel, fue enfrentado por príncipes rebeldes espirituales cuyos títulos hacían saber su autoridad terrestre: el príncipe de Persia y el príncipe de Grecia, Daniel 10.20. Al parecer Satanás tiene autoridad todavía y divide el mundo en diferentes provincias según sus nacionalidades, nombrando como virrey sobre cada reino un ángel poderoso apoyado por un sinfín de subordinados.

Las autoridades que hay, por Dios han sido establecidas, declara Romanos 13.1, pero, dentro de las restricciones que le han sido impuestas por el Todopoderoso, Satanás está detrás de todo el sistema de gobierno mundial, y las autoridades son apenas títeres en su mano. Él ejerce todos los derechos de soberanía en una escena que está muy dispuesta a sujetarse a él. Proceden de una fuente satánica la avaricia y ambición de las naciones, la diplomacia y el engaño del mundo político, el odio amargo y la rivalidad en la esfera comercial, y la organización de tantas formas de gobierno. Fue esta soberanía que él le ofreció a Cristo, Lucas 4.6: “Le dijo el diablo: A ti te daré toda esta potestad, y la gloria de ellos; porque a mí me ha sido entregada, y a quien quiero la doy”.

“Aun estando bajo la mano restrictiva de Dios”, escribe Chafer, “en este tiempo presente Satanás está en autoridad sobre el mundo irregenerado, y los inconversos están organizados y confederados inconscientemente bajo su dirección … Esta confederación abarca a todos los que no son salvos y a la humanidad caída; cuenta con la cooperación de los espíritus caídos, y es simplemente la unión de todos los vivos en su independencia de Dios”.

El sistema satánico es de un todo malo y está enemistado con Dios. “¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios?” Santiago 4.4. Es corrupto y está contaminado. “… la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia … las contaminaciones del mundo”, 2 Pedro 1.4, 2.20. “El mundo entero está bajo el maligno”, 1 Juan 5.19. Toda la masa de hombres – los redimidos excluidos – reposa pasivamente en el brazo diabólico, pero el fin de ese poderoso dominio fue anunciado en el Calvario: “Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera”, Juan 12.31.

 

La causa de la caída de Satanás en primera instancia fue un deseo de estar en igualdad de condiciones con Dios, y aquella ambición muy arraigada le impulsa todavía. No contento con la influencia que tiene sobre el proceder de los hombres, él busca la supremacía sobre sus corazones y dirige hábilmente hacia sí la adoración religiosa de la humanidad. “El dios de este siglo”, escribe Pablo, “cegó el entendimiento de los incrédulos”, 2 Corintios 4.4. Con el fin de que no resplandezca la gloria del evangelio en sus corazones, Satanás se presenta a su mirada. Para algunos se hace el gran Mamón, el dios del dinero; ante otros toma la forma de las musas o los artes; todavía otros le adoran como la fama o la fortuna, o aun como la personificación de la religión. A través de cada canal, por cada ídolo que coloca, él gana la fidelidad de un sector de los habitantes de la tierra, cegándoles a la luz del evangelio. Detrás de cada fase y faceta de los objetos de la adoración del hombre está la figura central del “dios de este siglo”.

Los primeros cristianos creían que los espíritus malos estaban detrás de todas las deidades de los panteones antiguos, y que por lo tanto la adoración de los dioses falsos estaba de hecho dirigida a Satanás. El apóstol Pablo confirmó esta creencia al escribir en 1 Corintios 10.20: “lo que los gentiles sacrifican, a los demonios sacrifican, y no a Dios”. Aun hoy día es imposible explicar en términos de causas físicas todos los fenómenos ocultos y las anomalías morales frenológicas, y no es de dudar que los ídolos paganos sean las fuerzas espirituales de Satanás.

En este tiempo en que vivimos el diablo tiene poder sobre los cuerpos físicos de los inconversos. “esta hija de Abraham, que Satanás había atado dieciocho años”, Lucas 13.16. “Jesús de Nazaret … anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo”, Hechos 10.38. Al ser permitido por Dios, él puede infligir sufrimiento y enfermedad aun sobre los creyentes, como leemos en Job 1.9 al 12. “…  el tal sea entregado a Satanás para destrucción de la carne”, 1 Corintios 5.5. “me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee”, 2 Corintios 12.7. En una época tenía “el imperio de la muerte” (a saber, la autoridad en las esferas de la muerte), Hebreos 2.14, pero el Hijo de Dios le derrotó al descender a la muerte, y se levantó triunfante.

A lo largo de la edad presente se le permite a Satanás participar en el zarandeo y las pruebas de los creyentes – “Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo”, Lucas 22.31 – pero el Señor está siempre al tanto y dispuesto a proveer todo el socorro requerido en la tentación. Ciertamente, a menudo Dios permite estos contratiempos para probar la fe. Aun estando ocupado en la tierra, a la vez el diablo encuentra acceso ante Dios para señalar las faltas y las fallas de aquellos que desean vivir piadosamente; Job 1.6 al 12, 2.1 al 7. Con todo, no está muy lejos el día cuando será expulsado para siempre de aquella esfera celestial. “Fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él”, Apocalipsis 12.9, 10.

 

Aun siendo tan grande su poder, Satanás sufre de restricciones impuestas por Dios. Es casi incomprensible la fuerza que ejerce a través de demonios y ángeles, pero el poder de Dios supera todas las fuerzas del Maligno, y Pablo declara que ni ángeles, ni principados, ni potestades separarán al cristiano del amor de Dios en Cristo Jesús, Romanos 8.38, 39. Las limitaciones de Satanás están señaladas claramente en las Escrituras. Aun cuando sus huestes impías hacen sentir su poder en el mundo entero, él no es omnipotente, ya que, como en el caso de Job, tiene que pedir permiso divino antes de hacer sufrir el pueblo de Dios. No obstante su inteligencia sin par, no es omnisciente, como se ve por los muchos errores que ha cometido en la historia, especialmente en su trato con Cristo. Tampoco es omnipresente, habiendo revelado que venía “de rodear la tierra y de andar por ella”, Job 1.7, 2.2.

 

Hoy día él está restringido por la influencia del Espíritu Santo y de la Iglesia de Dios. “Ahora vosotros sabéis lo que lo detiene, a fin de que a su debido tiempo se manifieste. Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio”, 2 Tesalonicenses 2.6 7. Sin embargo, tanto el Espíritu como la Iglesia serán quitados en la venida de Cristo al aire, 1  Corintios 15.51 al 54, y el diablo estará en libertad para producir su obra maestra – una parodia entera de las cosas divinas. En lugar de la Iglesia él presentará al mundo una falsificación, la ramera babilónica de la cual leemos en Apocalipsis 17. En lugar de Cristo presentará el anticristo del cual leemos en 2 Tesalonicenses 2. En lugar del Rey divino entronará la bestia de Apocalipsis 13.1 al 10.

Se le quitará su acceso a lugares celestiales y, después de una guerra amarga con Miguel y sus ángeles, él será arrojado a la tierra; Apocalipsis 12.7 al 12. Contados ya sus días de libertad, Satanás desatará su furia, pero al alcanzar su máxima expresión de maldad, el Hijo del Hombre aparecerá en gloria con la hueste de sus santos para ejecutar juicio sobre todos. “Profetizó Enoc, séptimo desde Adán, diciendo: He aquí, vino el Señor con sus santas decenas de millares, para hacer juicio contra todos, y dejar convictos a todos los impíos de todas sus obras impías que han hecho impíamente, y de todas las cosas duras que los pecadores impíos han hablado contra él”, Judas 14, 15.

Serán destruidos los ejércitos de los dos títeres de Satanás y los líderes lanzados vivos al lago de fuego; Apocalipsis 19.11 al 21. A su vez, el diablo que les inspiró será atado judicial-mente y sellado en el abismo para quedarse impotente por mil años. Apocalipsis 20.1 al 3.

A lo largo del milenio, Satanás estará inactivo, como es de esperarse, pero a su cierre será suelto “por un poco de tiempo”, Apocalipsis 20.3 al 7. “Cuando los mil años se cumplan, Satanás será suelto de su prisión, y saldrá a engañar a las naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra”. Sin haber cambiado él de carácter, su propósito continuará siendo el de frustrar la voluntad de Dios. Con intenso odio se valdrá de su libertad para organizar un último y desesperado intento a desentronar al Todopoderoso, reuniendo todas las fuerzas del mal y todas las naciones de la tierra para atacar a la ciudad amada. Inspirados por su líder poderoso, los grandes ejércitos procurarán hacer guerra contra el Cordero y los santos, pero encontrarán retribución en la forma de fuego consumidor del cielo, Apocalipsis 20.9.

Sus planes disueltos y su poder roto para siempre, Satanás se quedará impotente ante Dios quien pronunciará su condenación eterna e irrevocable. En un tiempo el querubín protector y el favorecido de Dios, él será echado al lago de fuego reservado para él desde largo tiempo atrás, Mateo 25.41, para ser atormentado día y noche para las edades de las edades. “El diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos”, Apocalipsis 20.10.

 

 

 

 

 

 

Comparte este artículo: