Ricaurte, héroe neogranadino (#9635)

9635
Ricaurte, héroe neogranadino

D.R.A.

Los alumnos de escuela primaria (en Venezuela y Colombia, por lo menos) conocen bien el nombre de Antonio Ricaurte, un colombiano —neogranadino se decía en aquel entonces— que sacrificó su propia vida en aras de la independencia de la Gran Colombia.

Al comienzo de 1814 Boves se adelantaba en Guárico a la cabeza de 8000 combatientes. Destrozó al feroz Campo Elías y procedió al estado Aragua. Bolívar le hizo frente en San Mateo, en los campos propiedad de su familia.

Nuestro protagonista se encerró en el ingenio de azúcar, el cual había sido convertido en parque de municiones. Cuando las tropas realistas intentaron apropiarse de aquello, Ricaurte prendió fuego a la pólvora, frustrando el intento y matándose a sí mismo y a sus opositores.

Su lugar en el firmamento de los héroes de las guerras de independencia está asegurado, y sólo podemos alabarle por lo que hizo. Pero, tenemos que reconocer que se queda corto como ilustración de lo que nos interesa para hablar de cómo asegurar nuestro bienestar eterno.

Primero, Ricaurte, como todos, tenía que morir tarde o temprano. Lo que hizo fue adelantar la fecha y definir la manera. Segundo, llevó a otros consigo a la eternidad, como suele ser en la guerra. Los desafortunados muchachos en las filas españolas han podido protestar que nada hizo a favor de ellos. Tercero, una vez muerto, más no podía hacer. Había hecho mucho, pero hasta allí llegó, y por cierto Bolívar y los suyos iban a sufrir muchas derrotas antes de ganar la gran lucha.

Repetimos: estas no son críticas; son realidades propias de los mejores ejemplos que se puede encontrar del bien que uno puede hacer a favor de su prójimo. Pero hay un caso, una persona, mejor que los mejores ejemplos. Es Aquel que, siendo Dios, se hizo hombre con el fin de darse a sí mismo por ti, por mí.

Cuando aún éramos débiles, Cristo murió por los impíos. No tenía que hacerlo, mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Y, prosigue el apóstol Pablo en este mismo trozo de Romanos capítulo 5, si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por medio de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida.

¿Pero tú has sido reconciliado? Hay un solo mediador entre Dios y los hombres, y es Jesucristo hombre. Él no mató para salvar, ni se quedó incapaz de salvar una vez muerto. Más bien, fue entregado en el Calvario por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación.

Sin dejar de ser Dios, fue manifestado en carne, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban sujetos a la servidumbre del pecado.

Y, nos mandó que predicásemos al pueblo, y testificásemos que Él es el que Dios ha puesto por Juez de vivos y muertos. De éste dan testimonio todos los profetas, que todos los que en Él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre.

¿Le vas a conocer tan sólo como tu Juez, o le recibes de una vez, por sencilla fe en Él y Él no más, como tu Salvador y Señor?

 

 

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