El uso y abuso del himnario | Los coros en la escuela dominical | El canto en el Nuevo Testamento (#853)

El uso y abuso del himnario

                                Los coros en la escuela dominical

                                El canto en el Nuevo Testamento

El uso y abuso del himnario

 

 

DRA

Basado parcialmente en una sección del folleto
Hymns: Their use and abuse, por A.P. Gibbs,
publicado por Walterick Printing Company

 

Cantaré con el espíritu, pero cantaré también
con el entendimiento, 1 Corintios 14.15

 

Es posible contar con el mejor surtido de himnos, todos con música muy apropiada, pero sin que ese valioso himnario sea para el debido provecho del pueblo del Señor. Debemos saber usar el himnario.

Hay que conocer todo el himnario

Hay una sola manera de aprovechar el himnario, cualquiera que sea, y así cumplir la cometida de enriquecer lo más posible las reuniones que deben ser para la honra de Dios y el bien espiritual de los que asisten. Uno tiene que leer y releer (si no cantar y recantar) todos y cada uno de los himnos. Hay que conocer el libro en su conjunto. Muchos creyentes han formado la muy buena costumbre de leer un himno cada día al terminar la lectura familiar en casa ¾ no sólo los himnos que les gustan sino todos en secuencia. Esta práctica aporta a una apreciación del acervo de inestimable valor que son los cánticos espirituales que existen para nuestro uso.

La capacidad de citar los versículos apropiados de la Biblia viene de la constante lectura del Libro divino; no vamos a poner el himnario en el mismo nivel de la Palabra de Dios, pero sí decimos que de esta misma manera uno tiene que conocer su himnario para que sea una bendición a su propia alma y para estar en condiciones de usarlo delante de otros.

¿Cuántos hay que van a leer estas líneas pero nunca han leído todos los himnos en el pequeño libro que llevan a los cultos varias veces en la semana? Hay himnos bellos, ricos en contenido bíblico y espiritual, instructivos para el alma, útiles para la meditación privada de uno, que no se cantan en la congregación suya. Quizás su música sea difícil o desconocida a los hermanos que conducen el canto, o quizás nadie en la congregación se ha dado cuenta de que esos himnos existen. Léalos. Uno no puede cantar una selección de himnos espirituales sin que su corazón responda en alegría y adoración y sin aprender más de la doctrina.

Hay colecciones de coros e himnos de baja calidad espiritual, pero si la asamblea suya emplea un himnario de los buenos, úselo en privado. Le va a ayudar y le va a salvar de cansar a los creyentes por anunciar siempre los mismos himnos.

Me acuerdo de cierto hermano que no tenía que decir el número del himno cuando lo pedía en la congregación. Al levantarse él, himnario en mano, todo el mundo abría su himnario a cierto número, ¡porque era el único que anunciaba! Se puede decir de muchas biblias e himnarios lo que Josué dijo a Israel en cuanto a Canaán: “Queda mucha tierra por poseer”.

 

Hay que entender el carácter de la reunión

El propósito del culto debe determinar el tipo de los himnos a ser cantados. A lo mejor el lector dirá que eso es obvio, pero parece que muchos nunca lo han entendido. Uno teme que algunos hermanos no han aprendido qué es la Cena del Señor, porque se levantan a solicitar que la congregación cante un himno de evangelismo, de testimonio personal o de súplica. En reuniones de otro carácter, ellos son capaces de pedir algún himno que resultó apropiado en esa ocasión, pero muy poco se encaja en las circunstancias del momento. Cuando cometemos estos errores, no sólo manifestamos nuestra propia debilidad, sino que comprometemos a la congregación entera a desviarse del tema por delante.

Debemos cuidarnos de un espíritu de crítica; hay siempre el peligro de ver algo malo en todo. Es más: debemos reconocer que hay exce-pciones. He estado en cultos de adoración cuando el Espíritu estaba guiando a los creyentes de una manera palpante y, encontrándonos muy cerca de la cruz, se anunció un himno que realmente es más para evangelización que adoración. Pero dio en el punto. Dos casos que recuerdo, que corresponden muy bien en la Cena pero son para la predicación, son, “Cantaré a Cristo por su gran amor”, y “¡Oh tierno Salvador Jesús!” Pero no estoy diciendo que usted debe anunciarlos el domingo que viene. Hay que tener buen olfato para sacar un himno de su contexto.

No queremos la mera costumbre. Todos queremos aprender a aprobar lo mejor, como dice Filipenses 1.10. (Algunas versiones traducen esa cláusula como: “distinguir entre las cosas que son distintas”). Hasta que aprendamos eso, el himnario puede ser un abuso en vez de una ayuda.

Hay que tener ejercicio de corazón

El Espíritu se deleita, entonces, en conducir los corazones de los creyentes en su ocupación con la persona y la obra de Jesucristo. En lo que a la cena se refiere, el himno (y la oración) que corresponde es aquel que habla mucho de Cristo y poco de nosotros. Cuidado con el mucho yo y ; el tema debe ser Él. Cuando todos los participantes concentran su atención y afecto a Cristo, se cumple el propósito por el cual el Salvador instituyó la cena: “Haced esto en memoria de mí”.

Nadie querrá volver al formalismo de las iglesias denominacionales, o a un grupo ultraliberal, después de haber gozado de una cena donde el Espíritu Santo ha escogido el tema y los hermanos han sabido interpretarlo. Esto no se hace por habilidad humana; es producto de sumisión a la dirección del Espíritu de Dios.

Hay que evitar un exceso de himnos

Menos de dos himnos al comienzo de una reunión para la predicación del evangelio es demasiado poco. Más de, digamos, tres (¿o dos?) en la Cena, antes de partir el pan, es mucho; es evidencia de pobreza espiritual. Un largo culto de oración sin un himno en el medio, es dudoso.

¿Mandamientos del Señor? No. ¿Reglas inquebrantables de los hermanos? Tampoco. Es cuestión de discernimiento y experiencia. Los himnos pueden ser una gran ayuda, y pueden “hacer” el culto. A veces podemos comunicar el mensaje mejor en el canto que en la prédica; no pocas veces el himno es el complemento perfecto o el resumen sucinto de lo que el predicador ha dicho.

Pero, ¡oh!, qué abuso puede ser el himnario. Una “pedidera” de himnos y coros puede ser el producto de falta de ejercicio, falta de capacidad, falta de mensaje. Otra vez, el peligro mayor está en la Cena del Señor. Hay hermanos que no tienen ejercicio para levantarse en oración y ofrecer sacrificio de alabanza, fruto de labios que han meditado previamente sobre la persona de su Señor, pero no son tardos para pedir a menudo que la congregación cante lo que otro supo escribir.

Se cuenta del joven que fue creado en el paganismo, llegó a ser salvo y tuvo el privilegio de visitar en Inglaterra. Vuelto a su país, otros creyentes le preguntaron cómo se celebraba la cena en Inglaterra. “Pues”, explicó él, “todo el mundo lleva dos libros negros a la capilla, uno grande y otro pequeño. El grande no lo usan mucho, pero el pequeño la abren a cada rato”.

¡Ah! no, hermanos. El himnario no debe ser un sustituto por la Biblia sino un complemento. Ninguna reunión formal de la asamblea debe degenerarse en un simple festival de canto. Gracias a Dios por el rico acervo que es un buen himnario. Gracias Dios por aquellos creyentes (hermanas, en no pocos casos) cuyo profundo ejercicio y gran don les permitió dejarnos esos cantos de alabanza e instrucción. Pero que los himnos no sean una muleta, u tapahuecos, una mampara pare esconder una falta de ejercicio y preparación.

Pedir un himno puede ser fácil (aunque no debe ser). Orar en adoración, o exponer el sentido de la Palabra de Dios, durante el mismo lapso de tiempo que se requiere para cantar el himno, esto sí requiere ejercicio y dedicación. La carne busca siempre sustitutos para sofocar la devoción del espíritu. Busca también cómo lucir, y quizás el pedir un himno puede ser una de sus tácticas.

Hay que hacerse tres preguntas

Hemos insinuado ya algunas preguntas que convienen:

¿El himno es doctrinalmente sano?

¿Sería apropiado en este momento?

¿Sabemos cantarlo? Es decir, ¿lo conoce el que dirige el canto?

Podemos abusar el himnario:

cantando lo que no conviene cantar

cantando cuando no conviene cantar

cantando excesivamente los mismos himnos

procurando cantar en público lo que no hemos aprendido cantar

dejando de aprovechar el vasto tesoro de himnos espirituales que tenemos

 

Los coros en la escuela dominical

 

 DRA

Basado parcialmente en una sección del folleto
Hymns: Their use and abuse por A.P. Gibbs

 

Los coros que se cantan en la escuela dominical, o en cualquier otra reunión, son como los himnos: están sujetos al buen uso y al abuso. Vamos a hablar de sus ventajas y desventajas como medio de evangelización, y cómo usarlos.

 

Ventajas de los coros

1. Las palabras de un coro se retienen
más fácilmente que de un himno largo.

Aun el coro de un himno es más fácil de recordar que las estrofas del mismo, por la sencilla razón que lo cantamos varias veces y cada estrofa una sola vez. Quizás esto dio lugar a los cantos cortos que llamamos coros. Un coro típico es corto, impactante y restringido en cuanto a las ideas que expresa. Miles y miles son los niños y adultos que han dejado de asistir a la escuela dominical, y menos asisten a la predicación del evangelio para adultos, pero llevan todavía en mente algunos coros. Permita Dios que esa semilla germine para su gloria y la salvación de aquellos ex alumnos.

Pero, los coros evangélicos pueden ser de tres tipos: buenos, malos y mediocres. Predominan los mediocres, y por esto escribimos.

2.  En algunos casos, el coro es el texto bíblico con música.

Estos son los mejores coros: un versículo (o una historia) de la Biblia cantado de una manera que comunica su mensaje. Si la música es apropiada y el tono reverente y cónsono con el versículo, ¿qué manera mejor de sembrar la Palabra de Dios? Si mi lector es maestro de escuela bíblica, o evangelista entre adultos, sugiero la conve-niencia de ver cuántos casos de éstos hay en el himnario que usa, y pregunto con qué frecuencia usted emplea este medio para enfatizar su mensaje.

Ejemplos:         El pan de vida soy, dice el Señor

Todos nosotros, dice Dios …

Martillo es la Biblia que quiebra el corazón

Buscad pecadores, buscad al Señor

El camino al cielo es Cristo Jesús

3.  Un buen coro presenta el evangelio sencilla y elocuentemente.

La necesidad de uno como pecador, su peligro, el plan de la salvación y la invitación a recibir a Cristo: todo esto puede ser presentado en coros sencillos. Dios ha tenido a bien usar estos cantos para alumbrar a muchas almas. El obrero evangélico, incluyendo las maestras en la escuela bíblica, deben conocer bien sus coros y llevar en mente cuáles de ellos son especialmente aptos para personas que no conocen bien la Biblia o los fundamentos del Evangelio.

Ejemplos:         He aquí Jesús a tu puerta está

Jesús no vino a condenar

Cristo te ama y quiere salvarte

Lo que hemos dicho sobre coros para la escuela dominical, los cultos caseros y la predicación del evangelio al aire libre, es igualmente cierto en relación con los coros para el pueblo del Señor.

Ejemplos:        Hoy, ayer y por los siglos

Al Padre, Hijo Redentor, y Espíritu

Nunca me olvidaré de ti

4.  La música y el estilo de los coros apelan a los jóvenes.

Los coros que perduran se caracterizan por un tono y ritmo que los muchachos (y los adultos) cantan fácilmente y, como regla general, por la sencillez de su texto. De ninguna manera vamos a sugerir que tienen el contenido espiritual de los himnos hermosos que tanto han enriquecido las reuniones y los corazones del pueblo del Señor a lo largo de los siglos, pero a la vez reconocemos que muchos de esos himnos, precisamente por ser tan regios, no son fáciles para niños ni para muchos adultos inconversos.

Ejemplos:         Tierra bendita y divina es la de Palestina

Una vía hay que va al cielo

Por la vía de la cruz Él fue por mí

Cuán bueno es, entonces, cuando se puede decir con toda verdad a los alumnos de nuestras escuelas dominicales y los oyentes inconversos de nuestras campañas de evangelización: “Cerca de ti está la Palabra, en tu boca y en tu corazón”, Romanos 10.8.

 

Desventajas de los coros

 

Dice el refrán que “lo bueno puede ser enemigo de lo mejor”. Es así a veces con los coros en nuestras reuniones.

1.  A menudo sería mejor cantar un himno en vez de varios coros.

Los coros complementan los himnos; no los sustituyen. Nada puede tomar el lugar de himnos sanos, bíblicos y bien cantados; son una herencia que jamás debemos sub-estimar. La escuela dominical es una ocasión muy apropiada para enseñar himnos evangélicos, especialmente aquellos que los niños pueden relacionar con relatos bíblicos.  El buen maestro o superintendente toma tiempo para repasar la historia a medida que enseña o repite el himno.

Ejemplos:         Mirad al hijo pródigo: del padre se …

Ante Pilato Jesús está; todos los …

La mujer samaritano a buscar el agua va

Noventa y nueve ovejas son las que …

2.  Las palabras de algunos coros son más sentimentales que bíblicas.

Muchos coros no pueden resistir la prueba de la Palabra de Dios. Uno puede leer páginas y páginas de algunos de los himnarios pentecostales, bautistas y de iglesias “independientes” sin encontrar verdadera sustancia espiritual. Lo triste del caso es que alguno de éstos logra penetrar las escuelas dominicales de asambleas que no necesitan esta espuma por contar con abundancia de buena leche. Pero, hay que reconocer que (i) muchos de los mejores himnos fueron escritos en siglos pasados por miembros de algunas de estas mismas agrupaciones, y (ii) algunos de “nuestros” coros tampoco cuentan con mucha sustancia.

Ejemplos:         ¿Me puedes decir, piedrecita

Con estos ojitos que Dios me ha dado

Lindas las manitas son que obedecen …

3.  Muchos coros que apelan a los inconversos son sólo para creyentes.

Esto no tiene que ser un problema, pero lo es. Hay coros que expresan muy bien algún aspecto de la vida del verdadero cristiano –su gozo y gratitud, por ejemplo– y que cuentan también con ritmo o tono que apela a niños o jóvenes en reuniones mixtas. O, peor, nosotros los creyentes cometemos el error de anunciar éstos en la escuela dominical por la sola razón que nos gustan.

Resultado: Ponemos en boca de otros palabras que simplemente no corresponden a la realidad que ellos viven y sienten. En el peor de los casos, les damos un sentido falso de seguridad.

Ejemplos:         Excepto Jesucristo no hay ningún …

Dios mis culpas borró contento …

Toda la armadura del Señor tomad

Nunca me olvidaré de ti, de tu …

Usando un himno como otro ejemplo: ¿Qué ganamos con cantar en una reunión de jóvenes, mayormente no salvos, el atractivo y popular número que comienza, “¡Oh jóvenes! venid, su brillante pabellón …”.? Por lo mucho que les guste cantar, ¿en verdad pueden ellos afirmar que “con Jesús conquistaremos inmortal laurel” si no son salvos?

La primera cosa a ser considerada al escoger un coro es su mensaje, no la melodía. Las tres preguntas para un himno son aplicables de igual manera a un coro: 1. ¿Es bíblico? 2. ¿Es apropiado en este momento? 3. ¿Sabemos cantarlo?

Otra desventaja parecida es que algunos coros expresan una espiritualidad que pocos tenemos. Quizás el autor del verso vivía esa intensa y continua fidelidad y consagración que su composición expresa, o quizás amaba a todos de la manera que algunos coros dicen, pero yo por lo menos debo tener cuidado en decir que mi espiritualidad es tan intensa como a veces me piden cantar.

La solución aquí, si es que los creyentes quieren usar el coro en reuniones formales, puede encontrarse en cambiar las palabras un poco para que expresen una oración en vez de una afirmación. Uno puede cantar que quiere amar más al Señor; decir que le ama y le sirve de todo corazón: ¡eso es otra cosa!

4.  No pocas veces el ritmo resta del mensaje del coro.

El síncope es la pérdida de la sensibilidad, causada por un paro momentáneo de la función cardiaca. Vivimos en el tiempo del jazz, que alguien llamó el síncope vuelto loco. Cuidado, hermanos: En las cosas del Señor queremos lo mejor, inclusive en la música, pero no cualquier bagatela que esté de moda en la calle. Buen ritmo, sí; irreverencia, no.

Los mismos niños, un creyente carnal, o algún hermano recién convertido y poco instruido, pueden dar un giro a la música de tal manera que el grupo caiga en una falta de reverencia que deshonra la Palabra. Algunos no verán “nada malo” en el asunto, confundiendo el medio con el mensaje, pero a lo mejor algún padre inconverso se sorprenderá por la melodía que su hijo está trayendo del local evangélico. Otra vez, el problema no es tanto con los coros sino con la manera en que los empleamos.

 

Cómo usar los coros

 

Vamos a pensar aquí en la escuela dominical o las campañas evangelísticas dirigidas especialmente a jóvenes y niños.

1.  Escoger los cantos con anticipación y cuidado.

El líder tiene la responsabilidad, o el hermano que va a hablar al grupo. Él no debe dejar que los chicos asuman esta función, precisamente por los problemas que hemos venido comentando. Si quiere solicitarles una que otra selección, bien, pero sin que pierda control del rumbo del canto. Si es cuidadoso, se dará cuenta de cuáles coros son los más aceptables entre el grupo y cuándo hace falta enseñar números nuevos.

 

2.  Cantar, no gritar.

El líder y los otros maestros deben enfatizar la calidad del tono y no el volumen. Es cuestión de reverencia y buen ejemplo de parte de los adultos, quienes deben estar sentados entre sus amigos pequeños y jóvenes. El canto se hace con gusto y entusiasmo, acorde con la edad del grupo, pero siempre con el respeto que exige y merece el santo evangelio.

3.  Fijarse en qué está cantando el grupo.

No es nada raro que los chicos, o aun los jóvenes, cambien una que otra palabra en el coro, y aun al extremo de restar el sentido bíblico del texto. A veces es porque quieren cambiar el texto en chiste o lenguaje sucio. A veces aprendieron el canto de sus amigos y lo aprendieron mal. A veces lo captaron mal cuando fue enseñado en la escuela bíblica. A veces los mismos maestros caen en el error por falta de cuidado o interés.

Ejemplo en un himno lo tenemos en aquel que comienza “Pecador, ven a Cristo Jesús”. Muchos cantan, “Da tus voces al buen Salvador”, lo cual no hace sentido; el himno dice, “Da tú voces al buen Salvador”. Pero peor el caso del coro “Cristo te ama y quiere salvarte”, que tiene esa buena línea: “Él vino a este mundo y murió en tu lugar”. Algunos cantamos: “Él –Jesucristo— vino a este mundo y murió en su lugar”, pero no es la verdad; Jesús murió en lugar nuestro y no por su propia culpa, la cual no tenía.

Conviene volver a veces al himnario, al rotofolio de coros escritos o a las láminas proyectadas para enseñar los cantos de nuevo. Acordémonos que todo el objetivo del asunto es el de enseñar la Palabra de Dios; no es de entretener, o apelar a los sentidos sensuales. Si no estamos comunicando correctamente las Sagradas Letras, estamos fallando seriamente.

4.  La mímica, bien ejecutada, es muy positiva.

A los niños les encanta el movimiento; para ellos son muy atractivos los coros que se expresan con las manos además de las cuerdas vocales. A medida que uno crece, va dejando atrás (en parte) estas cosas, así que no conviene obligar a los jóvenes a realizar todos los gestos, o la sana mímica, que los menores querrán hacer con gusto.

No despreciemos esta característica; no pensemos que es algo irreverente o indigno del evangelio. Dios hizo el ser humano, e hizo a los niños de tal manera que la mímica sea uno de los medios por los cuales aprenden y se expresan. Nadie menos que el apóstol Juan destacó cómo aprendemos todos, inclusive los adultos, y lo dijo refiriéndose a cómo conocían los discípulos al Maestro con quien andaban: (1) hemos oído, (2) hemos visto, (3) hemos contemplado, (4) palparon nuestras manos.

La mímica es como el canto en sí. Al ser empleada con buen criterio, es muy positiva; dejada a niños inconversos, sin supervisión, es negativa.

 

Desde la niñez Timoteo sabía las Sagradas Letras, y no dudo por un momento que a veces las aprendió, o por lo menos las guardó mejor en su corazón, cantando a los pies de Loida y Eunice. Que Dios nos ayude a usar esta gran facultad que Él nos ha dejado.

 

El canto en el Nuevo Testamento

D. R. A.

 

Queremos ver primeramente cómo el Señor Jesucristo usó el canto, y luego cómo el canto está estrechamente vinculado con la oración. El mensaje detrás de todo esto es que debemos tener el mismo ejercicio, mostrar la misma reverencia y valernos de los mismos privilegios en el cantar como en el orar. El cántico es un instrumento poderoso en la

 

escuela dominical y otra evangelización, como en la comunión interpersonal y la adoración, pero no es algo que se usa al azar.

El Señor cantó

Cuando hubieron cantado, salieron al monte de los Olivos, Mateo 26.30.

El Señor Jesús dio aquí el ejemplo divino de cantar, y lo hizo a la sombra del Getsemaní. Esta es la única mención específica del Señor cantando, pero no hay nada para hacernos pensar que no lo haya hecho en muchas ocasiones. Una lección obvia es que el canto puede ser apropiado en momentos de tristeza.

Los que saben de estas cosas están casi de un todo convencidos de que cantó el Salmo número 118. La ceremonia de la pascua tenía una rutina muy bien establecida, incluyendo el canto de Salmos 114 al 118 en determinadas etapas del rito. El 118 termina esta serie, conocida como el Halel, o las aleluyas, y aquí el Señor y los suyos entonan “el himno” al final de la serie al salir de la ceremonia pascual.

El Salmo 118 parece haber estado en la mente del Señor durante la última semana de su ministerio público. Aprendí de un hermano espiritual, leyendo en estos días un escrito suyo, que son cuatro las veces que el Salmo está mencionado en relación con el Señor en Jerusalén inmediatamente antes de ser crucificado.

—Cuando entró en la ciudad, Mateo 21.9, la gente aclamaba. “ ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!” Este lenguaje lo aprendieron del 118.26.

—Poco después, al exponer la parábola de los labradores malvados, 21.42, preguntó si sus oyentes nunca habían leído “en las Escrituras” de la piedra que desecharon los edificadores pero que es ahora cabeza del ángulo. La cita es del 118. 22,23.

—En su lamento sobre Jerusalén, 23.39, es Él, y no la muchedumbre, que cita, “Bendito el que viene en el nombre del Señor”.

—Sale del aposento y canta, según creemos, todo el salmo.

Lea usted este salmo alguna vez con el Calvario en mente, y vea cuán significativas son sus palabras en boca del Salvador: “Desde la angustia invoqué a Jah …” “No temeré lo que pueda hacer el hombre …” “No moriré sino que viviré”. “Atad víctimas con cuerdas a los cuernos del altar”.

Ahora, ¿por qué hablar de esto cuando el tema es el canto en la escuela dominical y otras reuniones? La respuesta es que el himno que el Señor cantó estaba de acuerdo con el ejercicio de corazón que tuvo y con la ocasión por delante. Si podríamos aprender bien esta lección ahora de entrada, habr-íamos avanzado mucho. Es una lástima cuando anunciamos determinado coro o himno sólo porque sea nuestro favorito.

Cuando el Señor fue tentado en el desierto, tres veces citó de unos pocos capítulos del Deuteronomio, y bien se ha sugerido que ésta era su lectura o meditación aquella mañana. Al final de su vida, se remite una y otra vez al mismo salmo. ¿Usted y yo tenemos tan integrados nuestra meditación y los himnos?

El canto expresa nuestra condición

¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración. ¿Está alguno alegre? Cante alabanzas. Santiago 5.13

El vínculo entre la oración y el canto es evidente aquí. El Señor cantó cuando salió al Getsemaní, pero Santiago relaciona el canto con la alegría. Él recomienda la oración para la tristeza y los himnos para la alabanza.

Santiago no está pensando tanto en la reunión pública (la asamblea casi no está presente en su epístola) sino en el estado de ánimo de uno, bien sea a solas o en grupo. En Efesios 5.19 los que están llenos del Espíritu hablan entre sí “con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en sus corazones”.  Parece que el trozo pasa casi imperceptiblemente del canto a la oración: “… hablando entre vosotros con … himnos”, y luego “alabando al Señor en vuestros corazones”.

Se evangeliza con el canto

A medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios, Hechos 16.25

Azotados, los pies en el cepo, metidos en el calabozo de más adentro, estos grandes evangelistas se encuentran orando a medianoche. Felices en el Señor, ejercitados en cuanto a las almas en derredor, empiezan a cantar. Y dice: “los presos los oían”.

Es obvia la moraleja aquí si pensamos en los cultos, por no decir nuestra conducta en casa y en algunos lugares de trabajo. Lo que cantamos, y la manera cómo, dice mucho al inconverso que nos oye o nos observa. Aquí en Bárbula, nuestro hermano Tulio Sequera vino por primera vez a oir el evangelio después de haber visto (no oído) a varios creyentes cantando en la predicación al aire libre. Pastora de Ascanio es un caso parecido. Muchas serían las personas presentes que podrían contarnos cómo cierta estrofa de algún himno jugó un papel clave en la historia de su conversión. Hermanos, ¡el canto es importante!

El canto debe expresar las Escrituras

Oraré con el espíritu, pero oraré también con el entendimiento; cantaré con el espíritu, pero cantaré también con el entendimiento, 1 Corintios 14:15

De nuevo; hay el nexo entre la oración y el canto, y esta vez en un capítulo que trata a fondo nuestra conducta en las reuniones. El versículo expresa la idea que estamos procurando comunicar en todo este comentario: que el canto debe encerrar un mensaje bíblico y acorde con la ocasión y las circunstancias. Cantamos dentro de nosotros —con el espíritu— pero a la vez cantamos a otras personas, y delante de Dios.

Muchos son los coros e himnos buenos que están a nuestra disposición para la escuela dominical. Gracias a Dios por aquellos hermanos en Argentina y otros países que nos dieron el acervo en el himnario que usamos. Usemos los mejores cantos, de donde quiera que vengan: coros que citan la Biblia, que comunican el evangelio, que expresan mensajes que los alumnos necesitan.

Tengamos en esta actividad el temor reverencial que sabemos nos incumbe tener en la oración. Dios ha ligado las dos; deben ser producto de ejercicio. El Señor cantó la letra de la Palabra de Dios, y nosotros queremos seguir su ejemplo y el de Pablo y Silas, cantando con entendimiento, porque “los presos” nos están oyendo. Quiera Dios que sean salvos, como fue el carcelero.

 

 

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