Levítico (#770)

 

La carpeta 796 presenta varias imágenes sobre el régimen levítico.

Leyendo día a día en Levítico

R. V. Court
Day by day in the Old Testamento
Precious Seed Publications, Reino Unido

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Introducción

Repetidas veces leemos en este libro que Dios habló a Moisés, y encontramos detalles de lo que le mandó. El coralario es que Moisés debía “hablar a los hijos de Israel”. No estamos considerando los criterios propios de Moisés, sino las palabras que Dios le comunicó.

Una buena palabra clave para el libro de Levítico es santidad. Dios se ocupa aquí de un pueblo a quien ha redimido de servidumbre y llevado a una relación consigo con base en un pacto. En vista de todo lo que ha hecho por ellos, es razonable pensar que harán lo que Él espera de ellos, a saber, que vivan como un pueblo santo.

Sin embargo, esta exigencia de santidad no depende tan sólo de que Él les haya redimido, sino del hecho de que es santo. “Seréis santos, porque yo soy santo”, 11.44. Entre los vecinos paganos de Israel, a menudo la consagración a su deidad incluía ritos inmorales. Para Israel, los requerimientos divinos eran la obediencia y la fe, y un reflejo del carácter santo de Dios en la vida diaria. La norma del Nuevo Testamento es la misma: 1 Pedro 1.16, “Sed vosotros santos, porque yo soy santo”.

El Señor Jesús está prefigurado en el libro. Se ven varias facetas de su Persona y su obra expiatoria en las ofrendas de los primeros capítulos. Véase Hebreos 10.5 al 10: “Sacrificio y ofrenda y holocaustos y expiaciones por el pecado no quisiste, ni te agradaron (las cuales cosas se ofrecen según la ley) …” El sumo sacerdote Aarón le señala como el gran sumo sacerdote de nuestra profesión, al decir de Hebreos 3.1, 4.14 al 16. Y, las fiestas de Jehová en el capítulo 23 hablan de los triunfos, las facetas y las fases de su obra.

Se nos presenta el pecado en toda su fealdad al contemplar al leproso en los capítulos 13 y 14, pero a la misma vez vemos que Dios hace provisión para la limpieza. Al ver la sangre derramada y esparcida, percibimos la obra de Cristo.

Los capítulos 1 al 10 versan sobre el acceso:

1.1 al 6.7, las cinco ofrendas

6.8 al 7.38, la “ley” de las ofrendas

capítulos 8 al 10, el sacerdocio

Los capítulos 11 al 27 tratan de la santidad:

alimento puro en el 11; cuerpos puros en el 12 al 14

hogares puros, 14.33 al 57; hábitos puros en el 15;
recurso constante a la sangre en el 16

leyes diversas en los capítulos 17 al 27

capítulo 1
Las ofrendas de olor grato

Eran cinco las ofrendas principales, divididas entre dos clases. Las primeras tres se clasifican como de olor grato, hablando del deleite de Dios en las perfecciones de Cristo y su sumisión voluntaria a la obra de la expiación. Las dos restantes son las ofrendas por el pecado; en ellas se ve el feroz juicio de Dios sobre el pecado en la Persona del sustituto ordenado divinamente. El capítulo 1 versa sobre el holocausto solamente, pero haremos mención breve de la ofrenda vegetal y la ofrenda de paz también.

El holocausto podía ser de un novillo, un carnero, palomas o palominos. Probablemente esto fue para ajustarse al pobre además del rico, pero vemos en tipo oferentes de diversos grados de apreciación de Cristo. El novillo era más costoso que el carnero, y éste más costoso que las aves, pero Dios veía a Cristo en todos ellos, y para Él todos eran de olor grato. Podemos presentar a Dios lo que hemos aprendido de Cristo, pero nuestro conocimiento de Él debería ir en aumento constante de manera que la calidad de nuestra adoración progrese de las aves al carnero al novillo.

La ofrenda vegetal, o la oblación, 2.1 al 16, era una ofrenda sin sangre (“incruenta”); la flor de harina habla de la humanidad perfecta de nuestro amado Señor y el hecho de ofrecerla sobre el altar sugiere la culminación de aquella vida perfecta entre hombres que glorificó plenamente a Dios. Había tres maneras de preparar la oblación: cocida en el horno, cocida en cazuela o cocida en sartén. Estas alternativas pueden sugerir las diversas pruebas a las cuales el Señor fue sujetado: “en horno”, fuera de la vista, sufriendo en mente y espíritu como sólo Dios sabía, v. 4; “en sartén”, las pruebas públicas ante el mundo, v. 5; “en cazuela”, más intenso, la cruz inclusive, v. 7. En todas
Él fue perfecto.

La ofrenda de paz, 3.1 al 17, es una acción de gracias por paz ya efectuada, y supone una mayor apreciación espiritual de lo que ha sido realizado a favor nuestro. Dios y el pecador se encuentran en paz en Cristo. Otras Escrituras nos dicen que Él hizo la paz, Colosenses 1.20, y que es nuestra paz, Efesios 2.14. No puede haber paz con Dios salvo sobre la base de lo que Cristo hizo en la cruz.

6.8 al 30, 7.37,38
La ley de las ofrendas

Esta lectura abarca las leyes relacionadas con la actividad sacerdotal para las diversas ofrendas. Este rito detallado era un resguardo contra la introducción de error y la entrada de idolatría. Los versículos 37 y 38 dejan en claro que ni Moisés ni Aarón inventaron estas leyes, sino que eran de Dios mismo. Él no dejó que su pueblo decidiera el proceso de adoración y comunión.

El orden de los sacrificios en estos capítulos difiere ligeramente, pero de manera significante, de aquel en 1.1 al 6.7. Se ha sugerido que en aquellos capítulos anteriores tenemos el acercamiento del oferente a Dios, pero del 6.8 en adelante la revelación de sí mismo de parte de Dios. En esta revelación el holocausto figura en primer lugar, figura de la ofrenda de Cristo en toda su perfección maravillosa, mientras que la ofrenda de paz figura al final en vez de en un lugar central. Esto sugiere que el clímax para el oferente es su entrada en lo que se ha hecho suyo, a saber la remoción de toda enemistad y el disfrute de paz. Debemos notar que, de modo excepcional, en la ofrenda de paz se incluía levadura, 7.13. Esto nos hace recordar que, por muy agradecidos que estemos, aun nuestras acciones de gracias están manchadas por el pecado.

Por supuesto, estas leyes no nos gobiernan hoy en día, porque Cristo y su obra son el fin de tales sacrificios y leyes y los han cumplido plenamente. Las ofrendas de antaño no podían perfeccionar a los oferentes, como se observa en Hebreos 9.9, 10.1, pero Cristo ha hecho lo que ellas no podían. “… somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre”, Hebreos 10.10.

Como fruto de la salvación que Él nos ha traído, traemos sacrificios espirituales, no gobernados por reglamentos, sino consecuencia del amor que fluye de corazones redimidos. El Nuevo Testamento menciona tres de estos sacrificios:

  • nuestros cuerpos, Romanos 12.1: “… que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional”. Estos deben ser un sacrificio vivo en contraste con aquellos animales muertos. Debemos usar todas nuestras facultades en servicio devoto a Aquel que murió por nosotros
  • nuestra alabanza, Hebreos 13.15: “Ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre”. Nuestra conversación, cual fruto de labios, debe testificar a Cristo, no sólo en las reuniones congregacionales, sino en el hablar diario.
  • nuestro dinero y nuestros bienes, Hebreos 13.16: “De hacer bien y de la ayuda mutua no os olvidéis; porque de tales sacrificios se agrada Dios”. Nótese de este acto de dar es un sacrificio; nos costará algo, pero otros recibirán provecho.

capítulo 8
La consagración de los sacerdotes

En este capítulo Moisés lleva a cabo lo que Dios dispuso en Éxodo 28 y 29. Recién se había levantado el tabernáculo, pero las ofrendas rituales no podían ser efectuadas sin el sacerdocio. Ahora se pone aparte al sumo sacerdote para su obra especial, pero debemos notar la referencia repetida de los hijos de Aarón también, ya que están asociados estrechamente con Él en su función sacerdotal.

No es difícil ver en el sumo sacerdote una presentación anticipada de la obra de nuestro gran sumo sacerdote, Jesús el Hijo de Dios, Hebreos 4.14. Había una obra que solamente Aarón podía hacer, y detalles en el rito de la consagración que le correspondían a él no más y que le señalan como único. Por ejemplo, el aceite fue derramado sobre la cabeza de Aarón antes de que la sangre fuese derramada, pero en el caso de los sacerdotes ésta fue derramada antes de que el aceite fuese rociado. Esta es la secuencia de la salvación. Puede revestirse de significado que en el caso del sumo sacerdote, en el v. 12, el aceite haya sido derramado, mientras que en el v. 30 para los sacerdotes y el sumo sacerdote fue rociado junto con la sangre.

Vemos más de cerca de los hijos de Aarón como sacerdotes y nos damos cuenta de que lo eran debido a una relación con él. Es exactamente la posición nuestra. Los creyentes constituyen un sacerdocio santo para ofrecer sacrificios espirituales a Dios y también un sacerdocio real para proclamar las alabanzas a Dios y a los hombres, 1 Pedro
2.5 al 9. Lo somos por gracia en virtud de nuestra relación con nuestro gran sumo sacerdote, al representar el carácter real (cual Melquisedec) del sacerdote suyo en anticipación de un glorioso día futuro.

Se mató el carnero de consagración cuando los hijos de Aarón fueron consagrados, v. 22, y se puso sangre sobre la oreja derecha, la mano derecha y el pie derecho, v. 24. De allí en adelante el cuerpo entero le pertenecía a Dios en la gran obra del sacerdocio. El privilegio y la responsabilidad que nos han sido dados son que deberíamos ser un vínculo espiritual entre otros y Dios. Vamos a Él por cuenta de otros y vamos a ellos por cuenta de Dios.

capítulo 9
Aarón asume sus funciones

Al considerar los detalles de este capítulo debemos evitar un intento a forzar un sentido espiritual en cada uno de ellos.

Moisés había llevado a cabo la consagración de los sacerdotes en el capítulo 8 y ahora vemos a Aarón y sus hijos asumiendo las responsabilidades que les fueron asignadas. La gloria de Dios será manifestada solamente al haber sido realizado lo que se manda ahora, vv 6, 23. También es significativo que, antes de que esto fuese una realidad, era necesario hacer sacrificios que reconocían pecado de parte del oferente (el sacrificio por el pecado) y mostrar obediencia a, y placer en, la voluntad de Dios (el holocausto), v. 7. Ambas ofrendas nos dirigen a la obra consumada de Cristo. Obsérvese que el sumo sacerdote Aarón ofreció estos sacrificios por sí además de por sus hijos. Es importante recordar que, por muy exaltados por Dios que seamos, somos todavía pecadores. Por cierto, mientras más cerca al Señor estemos en comunión, más conscientes estamos de nuestra pecaminosidad. Contraste esto con el gran antitipo de Aarón en Hebreos 7.26, et seq : “… que no tiene necesidad … de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados”.

Hecha la ofrenda por sí y por sus hijos, Aarón procede a ofrecer por el pueblo. Lo que estamos viendo es Dios echando un fundamento santo sobre el cual puede actuar con misericordia y gracia para revelarse. Terminado todo el rito, se ve a Aarón bendiciendo el pueblo con manos alzadas, v. 22. (Fue en esta postura que los discípulos vieron a su Señor por vez última al dejarlos y volver al cielo, Lucas 24.50,51).

Es probable que Aarón haya usado las palabras hermosas que encontramos en Números 6.24 al 26. (“Jehová te bendiga, y te guarde; Jehová haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia; Jehová alce sobre ti su rostro, y ponga en ti paz”). Al ser así, se ve la plenitud de la bendición divina fluyendo del ministerio ante el altar. Posiblemente el v. 23 declare que en este momento Moisés le entregó a Aarón la responsabilidad plena por el ordenamiento del tabernáculo y las ofrendas. Al salir ellos del tabernáculo, la gloria de Jehová fue revelado, así como se había prometido, y el fuego suyo consumió el holocausto sobre el altar.

El hecho de escoger esta ofrenda, a diferencia de alguna otra, hace ver la complacencia de Dios en lo que hablaba tan claramente de su Hijo bien amado, y que le hacía al Padre pensar en la determinación del Hijo a hacer a lo sumo todo lo que le agradaría a Él. Hay condiciones por cumplirse para que Dios se manifieste entre su pueblo.

capítulo 10
Fuego extraño

Los primeros versículos de este capítulo presentan un gran contraste con los últimos del capítulo 9. Allí, por cuanto se había hecho todo conforme el Señor mandó, el fuego suyo cayó y consumió la ofrenda, y el pueblo “alabaron, y se postraron sobre sus rostros”. El suceso trágico del 10.1,2 (“ofrecieron a Dios fuego extraño”) sigue de inmediato y mancha el día de regocijo. ¿Cómo podría suceder semejante cosa? Podemos comparar este evento con la entrega de la ley, con todos sus detalles conexos en el monte y la concurrente adoración a un becerro de oro abajo en la llanura.

Posiblemente estos hombres, hijos de Aarón, fueron inspirados por un entusiasmo causado por consumir sidra, como podemos pensar al leer el v. 9. Buscaron impulsivamente sus incensarios y actuaron como “Jehová nunca les mandó”, v. 1. Tomaron su propio fuego, a saber, no el que venía del altar de bronce, que había sido encendido por Dios, 16.12, y probablemente su propio incienso, cosa prohibida según Éxodo 30.9. Adicionalmente, no actuaron conforme con un precepto divino.

Nadab y Abuú habían tenido el privilegio de ver la gloria del Señor en el monte, Éxodo 24.1, 9 al 11, pero tristemente han perdido aquella visión y ahora prevalece la voluntad propia. El Señor actúa en juicio, porque el mucho privilegio conlleva la mucha responsabilidad. Pese usted por sí mismo las palabras penetrantes del v. 3: “En los que a mí se acercan me santificaré”.

Sin duda “nuestro Dios es fuego consumidor”, Hebreos 12.29, y vemos esto operativo en nuestro pasaje. Previamente vemos que el fuego de Dios sale para consumir el holocausto aceptable a él, 9.24, pero ahora sale el fuego para consumir el rebelde.

Es significativa la respuesta de Aarón a este evento trágico en la familia. “Aarón calló”, v. 3. Con un corazón hundido en tristeza, reconoció la justicia de lo que Dios había hecho y se sometió a ella. Nos vienen a la mente las palabras del Señor Jesús: “El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí”, Mateo 10.37.

Cuán necesario era para la nación, tan recién salvada de la idolatría y la licencia de Egipto, ser enseñada de manera enfática que “la santidad conviene a tu casa”, Salmo 93.5. Para el creyente del tiempo presente hay la misma norma de santidad: “Como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir”, 1 Pedro 1.15.

capítulo 11
Limpio e inmundo

Las leyes bosquejadas aquí son mayormente sanitarias y orientadas a condiciones desérticas. Pero aun cuando han podido servir sólo un propósito temporal, es claro que Dios tiene un interés en la vida social de su pueblo además de la espiritual. ¡Se interesa por lo que comen! El propósito de la legislación era de “hacer diferencia entre lo inmundo y lo limpio”, v. 47, y sin duda el tenor de las Escrituras muestra que este asunto vital es de importancia continua.

Pero obsérvese que Dios se interesa también por lo que tocaban. Eran inmundos aun los cuerpos muertos de las criaturas listadas, y debían ser evitados.

Ciertamente, “Yo soy Jehová … por tanto os santificaréis”, y, “Os hago subir de la tierra de Egipto … seréis, pues, santos”, vv 44,45. El mensaje es claro; nuestro Dios es santo y nos ha librado de lo que no es santo. Esto nos impone una obligación moral a ser cómo Él es. Aquello de los cual nos alimentamos, y lo que tocamos, influyen en este sentido. Los creyentes hoy en día también han sido redimidos por sangre preciosa, y nuestro Dios es santo, así que “seáis vosotros santos”, 1 Pedro 1.15 al 19.

¿Nos alimentamos de lo que es limpio? ¿Qué leemos? Por supuesto la Palabra de Dios es pura, ¿pero qué del resto de lo que leemos? ¿Es “limpio”, o es “inmundo? Mucha literatura no es apta para los “santos” y no puede fortalecer la vida espiritual. ¿Tocamos con impunidad la cosa “inmunda”, acercándonos lo más que podamos, o nos alejamos por considerarlo contaminante? Acerca de estas cosas el apóstol manda a “huir”,
1 Timoteo 6.11, y a “no tocar”, 2 Corintios 6.17. “… de otros tened misericordia con temor, aborreciendo aun la ropa contaminada por su carne”, Judas 23.

Es significativo el orden de esta legislación acerca del vivir diario, ya que sigue de inmediato a las leyes de las ofrendas y la consagración de los sacerdotes. Conforme coma uno, así es. Una dieta de maná diario vitaliza el alma.

14.1 al 20
La limpieza del leproso

El Señor Jesús le mandó a un leproso limpiado: “Muéstrate al sacerdote, y presenta la ofrenda que ordenó Moisés”, Mateo 8.4. El capítulo que estamos considerando relata lo que habrá sucedido cuando el hombre lo hizo. Estas instrucciones sobre la limpieza de un leproso hacen ver que la tal cosa era posible, pero la frecuencia del suceso era tan reducida que se consideraba la enfermedad incurable, algo que sólo Dios podía atender.

Nótese que el leproso fue sanado primeramente, y después purificado, vv 3, 4. Esto sugiere cuán vil y corrupto era la lepra, dando lugar al desespero y la separación. Nos hace reflexionar sobre nuestra lepra moral, el pecado.

Con la noticia de que un leproso había llegado para ser limpiado, el sacerdote salía del campamento para inspeccionarlo. Llegó adonde estaba, en lenguaje de Lucas 10.33. En la ceremonia que se efectuó Dios señala de nuevo a su Hijo amado, cuya sangre limpia de todo pecado, 1 Juan 1.7. Se valían de dos aves, una para quitarse la vida y otra para volver a gozar de libertad. Se precisan de ambas para exponer la verdad de que Cristo fue entregado por nuestros pecados y resucitado para nuestra justificación, Romanos 4.25. No sólo se mojó la avecilla libre en la sangre de su compañera, sino también se esparcía sangre sobre el leproso limpiado.

Más adelante se enfatiza la relación estrecha entre esta limpieza y el sacrificio. Se ofrece un cordero como sacrificio por la culpa, v. 12, y se aplica parte de la sangre a la oreja derecha, el dedo pulgar y el dedo del pie del hombre. Todo su ser está asegurado para Dios por sangre, y ahora no es para usos pecaminosos. Adicionalmente, se toma aceite, figura del Espíritu Santo, y se lo aplica en estos mismos puntos. Donde no hay sangre, no puede estar aceite.

Pero todos los redimidos, y limitados, están habilitados divinamente en el uso de sus miembros para Él. El sacrificio por el pecado, el holocausto y la oblación, vv 19, 20, se combinan para hacer relucir varias facetas de la obra de Cristo para la purificación del leproso. Si en nuestra capacidad de sacerdotes tenemos que ser puestos aparte por sangre y aceite para servicio en el santuario, en nuestra condición de leprosos limpiados, necesitamos la misma sangre y el mismo aceite para ponernos aparte en el mundo.

capítulo 16
El día de expiación

Antes de considerar el día en sí, observemos que fue ese día de expiación que daba inicio a cada año de jubileo, 23.27, 28, 25.9. Era literalmente el día de las expiaciones.

Vamos a enfocarnos sobre el detalle central del día, cuál era el uso de dos chivos para el sacrificio por el pecado, Números 29.11. Uno solo no hubiera servido adecuadamente como figura de la obra de Cristo para expiar el pecado. La expiación, un tema importante, figura dieciséis veces en una u otra forma en este capítulo, además de la mención frecuente del propiciatorio, un tema conexo.

Se presentaban los dos chivos al Señor en la puerta del tabernáculo y se echaban suertes para decidir cuál moriría y cuál llevaría el pecado sobre sí. El primero moriría como sacrificio por el pecado ante el altar de bronce y su sangre sería llevada por Aarón al lugar santísimo para ser esparcida ante y sobre el propiciatorio. Al regresar Aarón al atrio, ponía las dos manos sobre la cabeza del chivo escogido para vivir y en esa postura confesaba todas las iniquidades y transgresiones de la nación. Hecho esto, otro llevaba el animal fuera del campamento para abandonarlo en un lugar apartado.

¿Qué quiere decir todo esto? Isaías escribe en el 53.12 acerca del Salvador que “derramó” su vida hasta la muerte (el chivo al altar), habiendo “llevado” el pecado de muchos (el segundo chivo). Fue por Israel y por nosotros. El Hijo del Hombre vino para dar su vida en rescate por muchos, leemos en Mateo 20.28. Nos acordamos de la lectura del etíope y la explicación que Felipe le dio en Hechos capítulo 8.

Para Israel, el efecto fue que sus pecados fueron “cubiertos” por otro año, pero era necesario hacer esto cada año. El antitipo fue una ofrenda que no tiene que ser repetida, una que no sólo “cubría” sino “quitaba” el pecado. No será hasta que Cristo “aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado”, que Israel disfrutará de esa salvación que nosotros gozamos ya, Hebreos 9.24 al 28. Regocijándose en esto, el salmista escribió: “Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones”, 103.12.

Escribió otro: “El pastor tierno busca cada oveja errante y no descansa hasta encontrarla. Pero ninguna búsqueda encuentra los pecados de su pueblo”. La naturaleza amorosa de Dios se deleita en poder limpiar al pecador y realizar la remoción completa del pecado.

capítulo 21
La separación de los sacerdotes

Hemos observado en una entrega anterior que el creyente es miembro de un sacerdocio santo y a la vez de un sacerdocio real, 1 Pedro 2.5 al 9. Fue obra de Dios ponernos en esta posición privilegiada. Nuestro capítulo, el 21, enfatiza esto por las palabras recurrentes: “Yo soy el que los santifico”. Un propósito de este acto de ser puesto aparte es el del 10.11: “para enseñar a los hijos de Israel”.

Nuestro capítulo enfatiza que esta enseñanza debe ser apoyada por una vida de separación — una palabra no muy bien recibida hoy en día. Las Escrituras insisten claramente que muchas cosas que el mundo puede hacer impunemente no son para los sacerdotes. Israel lo sabía bien y esperaba de ellos un buen ejemplo. Los israelitas esperaban de sus sacerdotes una norma más elevada que tenían ellos mismos. “Será el pueblo como el sacerdote …” Oseas 4.9.

Se prohibía (salvo en lo concerniente a parientes muy cercanos) la contaminación causada por la muerte y el contacto con un cadáver, vv 1 al 4. Es claro que debían tomar toda precaución posible para evitar lo que contamina, y hay también una prohibición de las prácticas asociadas con la idolatría.

El v. 7 trata del casamiento de un sacerdote y ciertas limitaciones al respecto. Hoy día algunos “sacerdotes” toman a la ligera la enseñanza de 2 Corintios 6.14 a no unirse en yugo desigual con incrédulo. Un yugo de esta naturaleza no sólo entristece al Señor sino también es presagio del desastre en la vida espiritual.

Los versículos 16 al 21 versan sobre la descalificación física, ya que en la familia sacerdotal había aquellos que no eran aptos para el servicio público debido a defectos. Por esta causa no les era permitido acercarse al altar de sacrificio ni al de incienso. Matthew Henry escribe apropiadamente: “Debemos insinuar cuán incapaces son para servir a Dios aceptablemente aquellos cuyas mentes están contaminadas y deformadas por cualquier vicio dominante. Son ‘indignos’ aquellos que, aun siendo creyentes, son espiritualmente ciegos y cojos y deformados, cuyos pecados les han dejado escandalizados”.

Pero notamos que no están excluidos de la familia sacerdotal debido a un defecto. Puede que no sean aptos para ministrar y participar en el servicio público, pero el nexo perdura y están calificados para participar en las fiestas con sus sacrificios. Esto es gracia.

capítulo 23
Las fiestas de Jehová

Todas las “fiestas” (convocaciones santas) en este capítulo debían ser ocasiones de regocijo, excepto la del día de expiación, cuando “afligiréis vuestras almas”, v. 27.

Las fiestas señalaban adelante, y son:
1. La pascua, v. 5. Era un recordatorio constante de la redención; Israel había sido sacado de servidumbre. Aquí se nos señala a Cristo nuestra pascua, quien fue sacrificado por nosotros. Todo comenzaba con el cordero.

  1. Los panes sin levadura seguían de inmediato, vv 6 al 8. Era requerido quitar toda levadura de la casa por siete días. La salvación de la servidumbre debe resultar en santidad. Hoy día el pueblo de Dios debe quitar de sus vidas la levadura de la maldad,
    1 Corintios 5.7, 8. La exigencia es de una vida santa conforme con el sacrificio de Cristo.
  2. Las primicias, vv 9 al 14, se podía celebrar solo en la tierra prometida. La entrega de los primeros frutos señalaba gratitud y un reconocimiento de que todo le pertenecía a Dios. Era la garantía de que más adelante habría una cosecha plena. La resurrección de Cristo está adelante para nosotros, “primicias de los que duermen”, 1 Corintios 15.20, 23. “Porque yo vivo, vosotros también viviréis”, Juan 14.19. Pronto Él levantará a los que quedan.
  3. Semanas, vv 15 al 22, era celebrada cincuenta días después de la fiesta de primicias, conocida en griego como pentecostés; Hechos 2.1. Se ofrecían dos panes leudados. La Iglesia nació en pentecostés; el Espíritu fue derramado, y judío y gentil incorporados en un cuerpo.
  4. Trompetas, vv 23 al 25. La gente se congregaba al sonido de las trompetas, y ofrecían sacrificios especiales. Esperamos el toque de trompeta que convocará la Iglesia en el regreso del Señor, y estaremos para siempre con Él, 1 Tesalonicenses 4.17. Más tarde, cuando el Hijo del Hombre vuelva en gloria, Israel será reunido “con gran voz de trompeta”, Mateo 24.31.
  5. Expiación, vv 26 al 32. Aquí Israel lamentaba sus pecados, como hará de manera singular cuando “mirarán a mí, a quien traspasaron”, Zacarías 12.10. Pero esto conduce a gozo en la séptima fiesta.
  6. Tabernáculos, vv 33 al 36, 39 al 43. Por fin el gozo desplaza toda tristeza. El Señor reina sobre toda la tierra. “Todos los que sobrevivieren … subirán de año en año para adorar al rey … y a celebrar la fiesta de tabernáculos”, Zacarías 14.16.

Todas estas convocaciones santas hablan de Cristo y el programa de Dios por medio
de Él.

capítulo 24
Aceite, pan, blasfemia

Tocante al candelero, Thomas Newberry escribe: “El candelero de oro, con sus siete lamparillas y tronco central, es el tipo del ministerio en el poder del Espíritu Santo, en sus varios ramales de testimonio con Cristo como su centro, fuente y tema”.

En nuestro capítulo vemos que su función depende del flujo constante del aceite, emblema del ministerio del Espíritu, vv 1 al 4. La luz de los brazos caía sobre la lámpara misma, “para que alumbren hacia delante”, literalmente, “en la faz de ella”, Éxodo 25.37. Es el diseño de Dios que en nuestro testimonio, inspirado por el Espíritu, manifestemos la gloria de Cristo. “Vi siete candeleros de oro”, escribiría Juan siglos más tarde, “y en medio de los siete candeleros, a uno semejante al Hijo del Hombre”, Apocalipsis 1.12 13.

Otro punto queda destacado en Juan 16.14, 15, y es que el ministerio del Espíritu Santo se enfoca sobre el Señor mismo: “Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber”. Al ser guiados así por el Espíritu, viendo la gloria de Dios en la faz de Jesucristo, tomamos de su semejanza. “Mirando a cara descubierta … la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen como por el Espíritu del Señor. Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandece en nuestros corazones, para iluminación de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo”,
2 Corintios 3.18, 4.6.

El v. 3 habla de la luz encendida continuamente. Era la única luz en un lugar que sin ella hubiera estado enteramente oscuro.

La mesa con los panes también estaba ubicada en el lugar santo. Así como la luz debía brillar constantemente, también el pan debía estar sobre la mesa continuamente. “Cada día de reposo lo pondrá continuamente en orden delante de Jehová”, v. 8, Éxodo 25.30. El pan nos habla de Cristo que no solamente dio su vida por nosotros sino también la está dando. Nos alimentamos de Él.

Los doce panes en representación de las doce tribus hablan de lo que son el pueblo de Dios para Él, como vistos en Cristo. Es necesario que nuestra participación de Él no pierda su frescura; Israel renovaba sus panes una vez a la semana. Para Dios, como para sus santos, hay alimento, reposo, comunión y satisfacción en Cristo.

Lado afuera del lugar santo, se nos presenta la realidad del pecado, aun entre el pueblo de Dios, vv 10 al 23: “… el hijo de la israelita y un hombre de Israel riñeron en el campamento. Y el hijo de la mujer israelita blasfemó el Nombre”. En Éxodo 20 no se define la penalidad por la blasfemia, limitándose a decir que uno no estaría sin culpa. Ahora es preciso decidirlo, y Dios decreta la muerte. Tengamos presente que la blasfemia era traición por cuanto era hablar en contra del soberano. Entonces se enuncia el principio de ojo por ojo, y nos llama la atención lo estricto del juicio. La pena no puede superar la ofensa.

capítulo 25
Reposo y libertad

Dios no impone una tiranía implacable, y nuestro capítulo hace ver que tiene más consideración hacia su pueblo que tenemos nosotros el uno hacia el otro.

Los vv 2 al 7 establecen el año sabático, cuando uno en cada siete era puesto aparte para descanso. Se dejaba la tierra en barbecho y las actividades agrícolas quedaban en suspenso. En Éxodo 20.10 se estableció un sábado semanal para los hombres y las bestias, y ahora se incluye la tierra en el año séptimo. El v. 20 pregunta: “¿Qué comeréis en el séptimo año?” y la respuesta está en el sexto, cuando la tierra produciría suficiente para tres años, v. 21. Nos hace recordar una provisión parecida para el suministro del maná, Éxodo 16.22. Otro ha escrito: “La fe provee ricamente, obrando cuando Dios la manda a obrar. Reposa cuando Él la manda a reposar, y prospera en la abundancia”.

En la práctica, el pueblo por lo general hizo caso omiso del año sabático, y esto fue una de las razones por el cautiverio de setenta años. La tierra “todo el tiempo de su asolamiento reposó, hasta que los setenta años fueron cumplidos”, 2 Crónicas 36.21.

También se ha debido aprovechar el año sabático para adquirir un mayor conocimiento de la ley de Dios, Deuteronomio 31.10 al 13. ¿Tampoco cumplieron en esto?

El año de jubileo, vv 18 al 24, seguía cada siete años sabáticos sucesivos. Comenzó en el día de expiación, v. 9, que incluía el reconocimiento triste de haber pecado, y la cobertura del pecado por medio de la expiación. Hubo una proclama de “libertad”, v. 10. La compra / venta de bienes se hizo en función de la cercanía del toque de trompeta que anunciaría ese día, v. 16. ¿La expectativa de la trompeta incide en nuestro hogar y nuestros negocios?  1 Tesalonicenses 4.16.

También, así como la presencia del Señor Jesús inauguró un verdadero año de libertad (“ … a predicar el año agradable del Señor”, Lucas 4.18,19), la venida suya en gloria será ocasión de jubileo para el mundo.

La consideración de nuestro capítulo nos impresiona por varios pensamientos.
(i) “De Jehová es la tierra y su plenitud”, Salmo 34.1. Él no la ha entregado enteramente en manos de hombres. (ii) Él puede proveer. No habría actividad agrícola en los dos años sucesivos en que el jubileo seguía al sabático, pero los obedientes disfrutarían de abundancia. (iii) El jubileo desataba la servidumbre, v. 10, y “si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres”, Juan 8.36

26.1 al 13, 27 al 46
La fidelidad de Dios

Dios tiene gran deseo de bendecir, pero su fidelidad demanda que castigue cuando el caso lo amerite. La palabra para Israel en el v. 3 es: “Si anduviereis en mis decretos …”,
y sigue hasta el v. 12 una promesa séxtupla: “Daré lluvia, haré quitar las malas bestias, daré paz, volveré a vosotros, pondré mi morada en medio, andaré entre vosotros”.

Estas promesas serían cumplidas literalmente para Israel, pero no debemos olvidarnos de la aplicación espiritual que podemos disfrutar aun ahora. Porque, “El que no escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos daré también con él todas las cosas?” Romanos 8.32. “Todas las cosas” incluyen bendición derramada desde el cielo: su paz, su control de las circunstancias, su benevolencia para con nosotros, su presencia y su compañerismo. Israel, y nosotros también, podemos confiar en los yo haré de Dios; son garantizados por el yo soy del v. 13.

Dios habla primeramente de la bendición, y luego procede al castigo cuando es requerido. Él junta aquí los consejos paternos y las órdenes soberanas. Hace ver que la obediencia corona la senda de obediencia, pero la miseria asedia el camino de la desobediencia.

Su castigo mismo es un indicio claro de que se ocupa del bienestar de su pueblo y debe atender a lo que les está estorbando y conduce a una ruptura de comunión. Si dejara de castigar, bien podríamos preguntar: “¿Se interesa?”

Prestemos atención especial a los vv 40 al 46. Dios sabía que resultaría necesario todo el castigo tratado en los versículos anteriores, y que su pueblo iba a ser esparcido entre las naciones, pero había hecho promesas a Jacob, Isaac y Abraham. La secuencia aquí es inusual; Jacob aparece primero para enfatizar la gracia de Dios, y se hace mención repetida de mi pacto. ¿Cómo podría Él incumplir? Qué gracia, también se ve en que, habiendo hecho mención de su desobediencia y si dispersión, dice: “Aun con todo esto … yo no los desecharé, ni los abominaré”, v. 44. Sabía también que la nación volvería en confesión, v. 40. Este Dios es nuestro Dios, y ha dicho: “No perecerán jamás”, Juan 10.28.

capítulo 27
Promesas

Nos ocupamos aquí con un requerimiento que no tiene ningún paralelo en el Nuevo Testamento. Es legislación para definir las condiciones bajo las cuales se podrían dedicar personas y bienes al servicio divino. Los vv 2 al 8 hablan de la dedicación de personas, y pensamos en el voto de Jefté respecto a su hija, Jueces 11.30, 31, y el de Ana respecto a su hijo, 1 Samuel 1.11.

Se tratan por separado la redención de un animal, la vivienda propia y aun la tierra. Son solamente ejemplos de lo que se podría dedicar a Jehová, pero es claro en ellos que la devoción al Señor de uno mismo, o de sus bienes propios, era un gesto de gratitud.

Era asunto solemne, y aunque no era pecado jurar o no jurar, una vez hecho un voto, el mismo era vinculante como un juramento. “Cuando haces voto a Jehová tu Dios, no tardes en pagarlo, porque ciertamente lo demandará Jehová tu Dios de ti, y será pecado en ti”, Deuteronomio 23.21. No se admitían ni cambio de parecer ni duplicidad, v. 10.

El Señor Jesús condenó al hombre que profesaba haber dedicado su dinero al Señor para evitar su responsabilidad a sus padres, Marcos 7.11. Haríamos bien en tomar en cuenta esta norma hoy día cuando abundan las palabras huecas; Dios quiere que nuestro sí sea sí, Mateo 5.37.

Era previsto cumplir un voto con entregar en dinero lo que se había dedicado, de manera que los individuos eran tasados conforme a su edad y sexo. Todos los que son del Señor le son preciosos, pero con todo Él reconoce distinciones entre ellos. Estas afectan al varón y la mujer y las varias fases de la fuerza y madurez espiritual, vv 3 al 7. Se asigna un valor divino al más joven en la fe, y al más maduro también.

Eran aceptables solamente la plata del rescate y el siclo del santuario. Solamente un sacerdote podía valorar debidamente al santo más pobre; la cercanía a Dios genera una percepción de cómo Él estima a los suyos.

Nuestro capítulo insiste en que todo sea hecho “a Jehová”, sea en cuanto a nuestros propias personas, los animales, las casas o la tierra. Esta última se valoraba según haya sido sembrada, y mayor será la cosecha según hayamos sembrado la buena semilla de la Palabra de Dios, y aun las iniciativas de bondad. Todo lo que somos y tenemos debe ser pesado a la luz de la venida del Señor, vv 17, 18.

Las  fiestas  solemnes  de  Jehová

J.B. D. Page, Harrow, Reino Unido

Ver

Véase el esquema sobre estas “fiestas” en el documento 806

 

Levítico capítulo 23 desarrolla, a manera de tipo o figura, el plan divino de la redención para tanto judío como gentil desde la eternidad hasta la eternidad. Las santas convocaciones tratadas allí son sólo una de varias series e incidentes en la tipología bíblica. Otras son, por ejemplo, el paso del Mar Rojo, el maná y la peña golpeada. Son experiencias en Israel que nos sirven de ejemplos, como consta 1 Corintios 10.11. Son a la vez partes del Antiguo Testamento que fueron escritas para nuestra instrucción, como nos recuerda Romanos 15.4.

El título “fiestas de Jehová” no se refiere a banquetes o festivales (la palabra hebrea es otra), sino a un encuentro previamente establecido. Las que nos interesan no eran reuniones con Elohim, el Dios creador, sino con Jehová, aquel que tenía pacto con su pueblo Israel con base en su salvación. Por esto Él dispuso siete convocaciones anuales.

En los días de Cristo se había perdido este título junto con su sentido, debido al alejamiento espiritual de la nación de Israel, y por lo tanto leemos de las fiestas “de los judíos”, Juan 2.13, 5.1, 6.4 y 11.55. Se guardaba la forma exterior, pero sin la comunión espiritual. Tengamos cuidado nosotros mismos a no ser como aquellos que “tendrán la apariencia de la piedad, pero negarán la eficacia de ella”.

 

Levítico 23 se divide en cinco partes de diferentes longitudes, cada una comenzando con “habló Jehová a Moisés diciendo”. Ningún otro libro de la Biblia contiene tantos dichos de Jehová; treinta y seis veces en este libro se declara que “habló Jehová”. En esta ocasión no habló desde la cumbre del Sinaí, como había hecho en Éxodo 19, sino “desde el tabernáculo de reunión”; Levítico 1.1. [De aquí en adelante las referencias serán a Levítico, salvo indicación en contrario].

A veces el Señor hablaba a Moisés y Aarón juntos, como en el 13.1, o a Aarón solo, 10.8, y en otras ocasiones a Moisés para que transmitiera el mensaje a los sacerdotes, 21.1. De las cinco veces que le habló a Moisés en esta narración, cuatro fueron para que él a su vez informara al pueblo de lo que había oído, pero la cuarta vez que habló, fue a Moisés solo, 23.26 (compárense 5.14, etc.) y él no repitió el mensaje a otros.

 

 

 

 

Los cinco mensajes en el capítulo 23 son:

vv 1 al 8

el sábado de reposo, la pascua y los panes sin levadura

vv 9 al 22

las primicias y el pentecostés

vv 23 al 25

las trompetas

vv 26 al 32

el día de expiación

vv 33 al 44

los tabernáculos con el otro día de reposo

Los primeros dos mensajes tratan de dos fiestas cada uno y los otros mensajes de una fiesta cada uno.

Parece que Pablo alude a estas convocaciones y otros eventos, y a la vez define su significado espiritual, cuando escribe en Colosenses 2.16 et seq:

días de fiesta anuales

luna nueva mensuales

días de reposo semanales

sombra de lo que ha de venir (a saber) Cristo

 

Ahora bien:

La pascua y los panes sin levadura hablan de Cristo
y el cristiano.

Las primicias y el pentecostés hablan de Cristo y la Iglesia universal.

Las trompetas, la expiación y los tabernáculos señalan adelante a Cristo e Israel.

La enseñanza de todas siete se resume en un solo término: la redención. Es como correr una cortina para dejar ver todo el drama de la redención en forma ilustrativa desde su comienzo en la eternidad pasada a su curso en el tiempo presente y hasta la eternidad venidera.

Las primeras cuatro fiestas son típicas de la doctrina de la redención y las últimas tres de la profecía sobre la redención. O sea, vemos primeramente a Cristo en relación con su pueblo celestial, la Iglesia, y luego vemos a Cristo en relación con su pueblo terrenal, Israel, en un tiempo todavía futuro.

 

Presentamos un diagrama (806) que consta de un cuerpo superior y otro inferior. En la parte superior presentamos el tipo, o sea, las fiestas como se mencionan en Levítico. En la parte inferior presentamos el antitipo, es decir, la aplicación o enseñanza que encontramos en otras partes de las Escrituras. Si quiere, el cuerpo superior del diagrama muestra “la sombra de lo que ha de venir” y el cuerpo inferior lo que venía para la Iglesia e Israel.

El sábado, v. 3. Es extraño pero significativo que el capítulo comience con la orden de guardar el sábado. Este día de reposo sugiere la eternidad. Queda un reposo para el pueblo de Dios, Hebreos 4.9. La redención fue concebida en la mente de Dios antes de la caída del hombre y la entrada del pecado en el mundo. “Antes que naciesen los montes y formases la tierra y el mundo, desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios”, Salmo 90.2. Por esto presentamos la eternidad pasada como el comienzo de la serie.

La pascua, vv 4,5, fue para Israel un recordatorio constante de su redención de Egipto. Para el cristiano, señala la cruz de Cristo, y Pablo expresa en 1 Corintios 5.7 que “nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros”. En contraste con el cordero pascual sacrificado anualmente, nuestro Cordero, la pascua de Dios, no será sacrificado de nuevo. Muerto una vez por todas, Él ha obtenido eterna redención, Hebreos 9.12.

La fiesta de los panes, vv 6 al 8, se prolongaba por siete días y en ese lapso no se encontraba levadura en las casas de los israelitas. Para nosotros esto es simbólico de la conducta cristiana con su énfasis en una vida de santidad.

Para el cristiano la prohibición de la levadura, impuesta sobre esa gente de antaño, es una ilustración de la separación práctica del mal y de la influencia malsana del mundo. Así como esta fiesta se prolongaba por siete días, un ciclo entero, también su significado espiritual de la separación al Señor y una vida de santidad debe caracterizar al creyente a lo largo de su carrera, y no esporádicamente. Reza 1 Corintios 5.8: “Celebremos la fiesta [la vida día a día], no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad, sino con panes sin levadura, de sinceridad y de verdad”.

La pascua se celebrada por sólo un día y esta fiesta seguía de inmediato, pero luego no había otra hasta la de las primicias de la primera siega, cuya fecha se determinaba en función de la de la pascua. Esto nos hace ver que la vida de separación de parte del creyente es una consecuencia de la cruz de Cristo y se realiza en el poder de su resurrección.

La fiesta de las primicias, vv 9 a 14, era de un solo día, celebrada al comienzo de la siega de la cebada. Desde luego, no tenía aplicación en el desierto, sino una vez entrado el pueblo en Canaán. Se presentaba al sacerdote “una gavilla por primicias de los primeros frutos” de la cosecha anual para que fuese mecida delante de Jehová. Esto nos habla de la resurrección de Cristo. El Nuevo Testamento interpreta la figura en
1 Corintios 15.20 al 23: “Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho … Cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida”. Aquella gavilla era evidencia de que la siega en pleno se acercaba, y la resurrección de Cristo es un aval de que los muertos en Cristo serán resucitados en su venida.

La fiesta de pentecostés, vv 15 al 22, es llamada también la de las semanas, porque se celebraba al día siguiente de las siete semanas (cincuenta días; pentecostés significa cincuenta) después de la fiesta anterior; a saber, al final de la siega del trigo. Para observar esta ceremonia, se cocían dos panes de trigo con levadura, “como primicias para Jehová”. Eran también una ofrenda mecida. Así como en otras fiestas,
se sacrificaban animales a la vez.

Hechos 2.1 al 4 dice que “cuando llegó el día de Pentecostés … fueron todos llenos del Espíritu Santo”. La Iglesia fue constituida en esa ocasión. Esta convocación levítica es, entonces, una profecía de la venida del Espíritu Santo para formar la Iglesia universal,
o total. ¿Y por qué dos panes? El hecho que hayan sido dos indica la diversidad con unidad de la Iglesia, por cuanto tanto los judíos como los gentiles — separados en aquel entonces — han sido bautizados en un cuerpo espiritual por el Espíritu, 1 Corintios 12.13. El único aditivo permitido era la levadura, pero inactiva una vez cocida. Esto es ilustrativo del mal que hay en los miembros de la Iglesia que están todavía sobre la tierra, pero juzgado, suprimido.

Estas cuatro fiestas se celebraban en los primeros tres meses del año y no se celebraba ninguna en los tres siguientes. Este lapso sin santas convocaciones es representativo de la edad en la cual vivimos. Por un lado, los judíos están dispersados entre las naciones gentiles. Por otro lado, Dios está tomando para sí un pueblo de entre las naciones sin distinción de que las personas sean gentiles o judíos. Esta edad terminará con el rapto de la Iglesia para el encuentro con el Señor en el aire; 1 Tesalonicenses 4.13 al 18.

La fiesta de las dos trompetas, vv 23 al 25, era la primera del segundo grupo. Estas últimas tres se celebraban en el séptimo mes del año y parece que cada una de ellas señala adelante a un gran acontecimiento profético concerniente a Israel.

El evento era de un solo día y se distinguía por el toque de trompetas para convocar al pueblo a congregarse, Números 10.12. Se perciben aquí (1) el regreso de los judíos a su territorio prometido, y (2) su unificación una vez en la tierra.

Después de siglos de exilio en tierras ajenas, el pueblo de Israel será restaurado a la suya: “Acontecerá también en aquel día, que se tocará con gran trompeta, y vendrán los que habían sido esparcidos en la tierra de Asiria, y los que habían sido desterrados a Egipto, y adorarán a Jehová en el monte santo, en Jerusalén”, Isaías 27.13. “Enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro”, Mateo 24.31.

El reino se dividió en dos una vez muerto Salomón y posteriormente las dos naciones — la del sur y la del norte — fueron dispersadas por separado, de manera que habrá no sólo un regreso, sino una unificación también. “Haré una nación en la tierra, en los montes de Israel, y un rey será a todos ellos por rey; y nunca más serán dos naciones, ni nunca más serán divididos en dos reinos”, Ezequiel 37.22. Hoy por hoy Israel es un Estado con un Presidente, pero será un Reino con el Mesías como su Rey.

El día de expiación figura en vv 26 al 32, pero sin mención en este capítulo 23 de la entrada del sumo sacerdote en el lugar santísimo que se registra en el capítulo 16. Este párrafo se enfoca sobre el pueblo solamente, quienes no deberían trabajar ese día, sino reconciliarse delante de Jehová. Si la fiesta de trompetas es nacional en su carácter, la de la expiación es espiritual.

El ritual de esta fiesta señala la contrición futura de Israel y su conversión. Los judíos volverán a su tierra en incredulidad (la migración que se realiza actualmente es preliminar) pero se cumplirá Zacarías 12.10: “Derramaré sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalén, espíritu de gracia y de oración; y mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por él como quien se aflige por el primogénito”.

En aquel arrepentimiento todavía por verse, cuando a título de nación Israel contemplará a su Mesías en su gloria, pero llevando aún las huellas del Calvario, ellos no lamentarán que Él haya venido, sino se arrepentirán ante el hecho de su venida. Pero sólo un remanente lamentará de veras: “Meteré en el fuego a la tercera parte, y los fundiré como se funde la plata, y los probaré como se prueba el oro. El invocará mi nombre, y yo le oiré, y diré: Pueblo mío; y él dirá: Jehová es mi Dios”, Zacarías 13.9. “Ha acontecido a Israel endurecimiento en parte … Todo Israel será salvo, como está escrito: Vendrá de Sion el Libertador, que apartará de Jacob la impiedad”, Romanos 11.26.

La fiesta de los tabernáculos, vv 33 al 34, era la de mayor duración porque ocupaba siete días con un octavo agregado, v. 36. La rutina era diferente de la de otras fiestas, por cuanto el pueblo dejaba sus hogares para vivir en estructuras temporales (“tabernáculos”) hechas de las ramas de palmeras y otros árboles. Las levantaban sobre la platabanda de la casa o en las calles. De esto se habla en Nehemías 8.13 al 18. Era una ocasión de regocijo delante del Señor.

Proféticamente, esta fiesta pronostica la gloria y el regocijo del reinado milenario del Mesías sobre la tierra. Eran los israelitas naturales, o nativos, que habitaban en estos cubículos, v. 42, y así los espiritualmente renacidos serán los principales beneficiarios según Isaías 66.8: “¿Nacerá una nación de una vez? Pues en cuanto Sion estuvo de parto, dio a luz sus hijos”.

Los beneficios para Israel serán múltiples, pero aquí destacaremos dos: la prosperidad y la preeminencia.

En el 32.10 de su profecía, Isaías predice la desolación y la pobreza que sobrevendrá al pueblo y su tierra (como efectivamente fue el caso a partir de la caída de Jerusalén en el año 70). Pero profetiza también la prosperidad sin precedente que le espera a esa misma tierra: “… hasta que sobre nosotros sea derramado el Espíritu de lo alto, y el desierto se convierta en campo fértil, y el campo fértil sea estimado por bosque …” Entre otros cambios, la enorme abundancia química del Mar Muerto beneficiará a los pueblos gentiles que gravitarán a Jerusalén. “Ensanchará tu corazón, porque se haya vuelto a ti la multitud del mar, y las riquezas de las naciones hayan venido a ti”, Isaías 60.5.

Es en sí un milagro que se haya constituido ya el Estado de Israel, pero en el milenio su status será otro. “Jehová tu Dios te exaltará sobre todas las naciones de la tierra. Te pondrá Jehová por cabeza, y no por cola; y estarás encima solamente, y no estarás debajo”, Deuteronomio 28.1,13. ¡Qué de predominio político le espera a Israel cuando Cristo tome las riendas del poder!

Volviendo ahora al octavo día de esta fiesta de tabernáculos, notamos que el sábado está mencionado en vv 36 y 39 aparte de los siete días. [La Versión Moderna emplea bastardillas al decir que era “otra convocación”]. No era permitido laborar, sino guardar reposo de nuevo. Proféticamente, se ve más allá del milenio. Este “último y gran día de la fiesta”, Juan 2.37, predice el Día de la Eternidad cuando el Tiempo cederá lugar a la Eternidad según Apocalipsis 21.1 al 8.

El  día de la expiación en su carácter profético

Srta. Ada R. Habershon

Ver

Antes de ver la enseñanza del día de la expiación sería conveniente resumir brevemente los eventos listados en Levítico capítulo 16 en relación con ese rito.

Las ofrendas peculiares eran: (a) un becerro para Aarón y sus hijos y un carnero para holocausto; (b) dos chivos (“machos cabríos”) para la congregación y un carnero para holocausto.

El procedimiento, casi todo de parte del sumo sacerdote, era:

matar el becerro;

presentar los chivos a la puerta del tabernáculo;

echar suertes sobre estos dos animales (el uno moriría “para Jehová”
y el otro saldría libre al desierto);

ofrecer incienso en el lugar santísimo, junto con la sangre del becerro;

presentarse el sumo sacerdote y matar el carnero suyo;

entrar de nuevo el sumo sacerdote en el lugar santísimo;

presentase él de nuevo, vestido aún en su uniforme sencillo de lino fino,

habiendo efectuado expiación por la congregación; despachar el segundo chivo
al desierto;

volver el sumo sacerdote al lugar santísimo para vestirse de su uniforme de gala;

ofrecer los holocaustos.

Hay dos líneas de aplicación e interpretación en toda la serie de “fiestas”, o convocaciones santas bajo el régimen levítico; a saber, para la Iglesia en esta dispensación y para Israel.

El apóstol Pablo enseña que la pascua, por ejemplo, es para “para nosotros” al escribir que Cristo nuestra pascua fue sacrificado por nosotros, 1 Corintios 5.7, y que aun la fiesta de panes sin levadura es un tipo de lo que debería ser la vida cristiana, ya que él añade, “Celebremos la fiesta, no con la vieja levadura …”, etc.

De la misma manera el día de la expiación es “para nosotros”. Podemos estudiarlo de tres maneras:

  • Como enseñanza ilustrativa para el creyente en Cristo en estos tiempos.
  • Como una ilustración de toda esta presente dispensación de gracia, aplicando las varias partes del rito a la muerte, intercesión y regreso del Señor Jesucristo
  • Como una ilustración del final de esta dispensación, primero con referencia la Iglesia y luego con referencia a Israel. Esta interpretación se basa en el lugar que el día de expiación ocupaba en el calendario de aquella gente.

 

No vamos a demorarnos mucho ante la primera de estas tres aplicaciones, a saber, Levítico capítulo 23 como una ilustración de la obra expiatoria de Cristo, ya que en este escrito nos interesa mayormente el aspecto profético. Sin embargo, antes de proceder al futuro, vamos a mencionar que el día de la expiación es uno de esos casos donde se requieren dos figuras para ilustrar dos lados a la obra del Señor:

  • Uno de los chivos habla de su muerte, o sea, la expiación nuestra; el otro habla de la reconciliación que Él ha efectuado, ya que habiendo muerto, vive.
  • El leproso, al ser limpiado, tenía que traer dos aves. La una moría y la otra volaba libre, llevando sobre sí la sangre de la primera. Sirven para ilustrar la muerte y resurrección de Cristo.
  • Leemos del cruce del Mar Rojo y luego del cruce del río Jordán; son dos aspectos de una misma verdad.
  • Hubo el tabernáculo y luego el templo, parecidos en parte pero muy diferentes también.

La ofrenda para la congregación en el día de la expiación era para todo el pueblo, pero a la vez moría cualquiera que infringiera adrede el mandamiento a no trabajar ese día; véanse Levítico 16.29 al 31, donde se define el día como de reposo, y Números 15.30 al 35, donde se enfoca la violación como tener en poco la palabra de Jehová. Nos hace recordar que la expiación que la muerte de Cristo compró es suficiente para todos, pero no se disfrutan de ella aquellos que rechazan su oferta.

Todos estos tipos ¾ a saber, los ritos moisaicos ¾ eran sombra de los bienes venideros, pero no la imagen misma de ellos, Hebreos 10.1, ya que nunca pueden hacer perfectos a los que se acercan a Dios. O, en el lenguaje del 10.4 un poquito más abajo, “la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados”. Es que bajo el régimen antiguo el pecado nunca fue quitado en realidad, sino alejado del pueblo hasta que viniera Cristo. Él no sólo tomó sobre sí la carga de la transgresión, sino también purgó de un todo aquella transgresión.

Veamos el día de expiación como una figura de toda esta presente época, la que hemos llamado la dispensación de la gracia.

Nos enfocamos sobre los tres momentos sobresalientes del rito:

  • la sangre del primer chivo derramada
  • el incienso y la sangre introducidos dentro del lugar santísimo
  • la presentación del sumo sacerdote para bendecir al pueblo.

 

Hebreos 9 alude a estos movimientos como ilustraciones de tres manifestaciones del Señor Jesucristo:

  • en el pasado: “En la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado”,9.26
  • en el presente: “Entró Cristo … en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios”,9.24.
  • en el futuro (muy pronto, esperamos): “Aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan”, 9.28

 

El día de expiación nos habla, entonces, del Ayer a la cruz, del Hoy en su intercesión y del Mañana de su venida.

Antes de pasar a la parte más difícil de nuestro tema, deseo mencionar que las palabras finales de Hebreos 9 no enseñan, como algunos piensan, que solamente los que realmente esperan al Señor en ese momento van a ser arrebatados para encontrarle a Él en el aire. Un estudio de los tipos bajo la Ley muestra exactamente lo opuesto, ya que el sumo sacerdote salió en bendición para todos aquellos a favor de quienes había introducido la sangre velo adentro.

 

Prosiguiendo con el enfoque dispensacional del día de la expiación, observamos que se dividía en dos partes. Había la ofrenda del becerro para Aarón y los suyos, y había la ofrenda de los chivos para toda la congregación.

En diversas maneras la familia sacerdotal de Aarón es un tipo de la Iglesia en esta dispensación, y por lo tanto podemos aplicarnos la primera parte de la ceremonia aquel día a nosotros mismos, recordando que los dos chivos ¾ el de Jehová y el que se marchaba libre ¾ eran la provisión divina para Israel.

Nos sorprende darnos cuenta de que el día de la expiación tenía lugar en el mes séptimo de año religioso, y no en el primero. (Era el primer mes del año civil). No era el comienzo de meses, como lo era la pascua, aun cuando nosotros diríamos que la muerte expiatoria de Cristo es la base de todo. El hecho de ubicar el día de la expiación mucho después en el calendario religioso muestra que esa ceremonia representa algo más que la verdad fundamental de la obra expiatoria del Calvario.

La muerte de Cristo en sí tuvo lugar hace diecinueve siglos ya. pero todavía no se ha visto la plena realización de lo que esa muerte realizó a favor de la Iglesia y a favor de Israel. A lo largo del año el israelita había estado trayendo su ofrenda por el yerro y por el pecado, pero quedaban entre el pueblo en conjunto muchas transgresiones por las cuales no se había efectuado ofrenda alguna; había el cúmulo de los pecados del año no confesados, más los pecados de ignorancia que la gente ni tenía en mente, más los pecados colectivos de la familia y de la congregación.
El día de la expiación atendía especialmente a estos pecados.

Cito del Jewish Daily Prayer Book que judíos utilizan al pedir perdón aun en estos tiempos: “… por los pecados que hemos cometido ante Ti inconscientemente … y también por los pecados para los cuales debemos holocausto, y por los pecados que requieren sacrificio … y por todos los pecados manifiestos o no a nosotros. Los pecados que sean manifiestos a nosotros que ya te hemos declarado y confesado, como también aquéllos que no nos sean manifiestos, son conocidos a ti conforme a la palabra que ha sido dicha en las cosas secretas que pertenecen a Jehová”.

Así, viendo el día de la expiación a la luz de su lugar en el calendario ¾ meses después de la pascua, posterior a la fiesta de los panes sin levadura y aun de la presentación de las primicias de la tierra y todo lo que aquellas ceremonias representan para nosotros ¾ ¿no discernimos en él un tipo del tribunal de Cristo? Era en el día de la expiación que el pueblo veía que Dios había hecho provisión para todos sus pecados, y será en el tribunal de Cristo que nosotros los creyentes veremos que entera satisfacción fue dada por todos nuestros pecados, tanto los confesados como los no confesados, los conocidos como los no conocidos.

El rito del día de la expiación fue precedido del toque de las trompetas de plata descritas en Números capítulo 10. Con ellas se convocaba al pueblo a reunirse. [La fiesta de trompetas se celebraba el primer día del mes séptimo, y la de la expiación el día 10 del mismo mes, Levítico 23.24,28]. Tenemos aquí una profecía de la trompeta de 1 Tesalonicenses 4.16, cuando la trompeta de Dios convocará a todos los miembros de la Iglesia a congregarse en torno del Señor: “El Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor”.

En Israel las trompetas de plata y las bocinas de cuernos de carnero* tenían funciones muy diferentes. El sonido de la trompeta era ciertamente un llamamiento al arrepentimiento, pero no un anuncio de castigo o guerra. La trompeta de Dios según Tesalonicenses será ciertamente la señal para concentrarse la Iglesia, y el tribunal de Cristo tendrá lugar inmedia-tamente después, pero el Señor nos informa que galardones serán repartidos en “la resurrección de los justos”, Lucas 14.14.                   [*Exodo 20.18, Josué 6.4, etc].

 

Al considerar la otra línea de las verdades proféticas, su cumplimiento en Israel, vemos claramente que el día de la expiación representa el arrepentimiento nacional de ese pueblo, su reconocimiento del Mesías y el sentido de la obra suya. En el día de expiación la nación entera debía humillarse ante Dios, Levítico 16.31, 23.27. Esto predecía Zacarías 12.10 al 14: “Derramaré sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalén, espíritu de gracia y de oración; y mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por él como quien se aflige por el primogénito. En aquel día habrá gran llanto en Jerusalén … y la tierra lamentará, cada linaje aparte …”

Es a esa ocasión que se refiere Isaías capítulo 53 en su sentido primario. El pueblo de Israel mirará atrás a cuando rechazaban a su Mesías. Lamentarán lo que habían hecho pero se regocijarán al reconocer que “Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros”. Él puso su vida en expiación por el pecado, así como el primer macho cabrío en el día de la expiación; Él lleva las iniquidades del pueblo, así como hizo el segundo chivo aquel día.

Son extensas las instrucciones acerca de la vestimenta del sumo sacerdote en las diferentes etapas de la ceremonia de Levítico 16. Se quitaban sus vestiduras para honra y hermosura [Así se llaman en Exodo 28.2] antes de entrar en el lugar santísimo, para usar aquéllas de lino blanco. Al aparecer de nuevo y confesar los pecados de la nación sobre la cabeza del segundo chivo, estaba aún en esta vestimenta sencilla; tenía que volver al lugar santo (el salón mayor de los dos) para vestirse de nuevo de la hermosa vestimenta de Exodo 28. De nuevo desapareció de la vista del pueblo antes de manifestarse de nuevo para bendecir.

Hebreos 9 habla del antitipo [la realidad que la figura ilustraba], afirmando que el Señor “aparecerá por segunda vez sin relación con el pecado [o sea, aparte del pecado] para salvar a los que le esperan”. Cuando el sumo sacerdote se presentó en sus vestiduras para honra y hermosura, la cuestión del pecado había sido resuelta.

¿Qué significa el intervalo entre estas dos manifestaciones, o sea, cuando salió vestido de lino fino al haber presentado la sangre velo adentro, y cuando salió en sus vestiduras hermosas? Sugiero que puede hacernos entender que el Señor aparecerá varias veces en relación con su venido a la tierra en gloria para Israel; o sea, que la nación le va a ver y reconocer a su Mesías antes que Él se presente de manera definitiva para establecer su reino. Esta es una posibilidad que amerita estudio.

Hay muchos eventos profetizados en relación con el regreso del Señor para Israel, y parece imposible que todos se realicen simultáneamente. Es posible que abarquen un lapso mayor de lo que generalmente se supone. Se nos ha enseñado usualmente que el reino será establecido inmediatamente al concluir la semana 70 de la profecía de Daniel, pero hay varios pasajes que sugieren un intervalo. Uno de ellos, Daniel 12.11, habla de 1290 días en vez de 1260. En Ezequiel 39 hay un período de siete meses cuando Israel sepulta los cadáveres de sus enemigos y limpia la tierra. Posiblemente Mateo 24.30 da a entender una doble manifestación, ya que inmediatamente después de la tribulación y la señal del Hijo del Hombre en el cielo, lamentarán todas las tribus, pero luego dice de nuevo que verán al Hijo del Hombre, esta vez viniendo sobre las nubes del cielo con gran poder y gran gloria.

Después de su resurrección, durante los cuarenta días antes de la ascensión, en diversas ocasiones el Señor “se presentó vivo con muchas pruebas indubitables”, Hechos 1.3. Posiblemente Él se manifestará a Israel de la misma manera antes de establecer su reino.

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