Las reuniones de una asamblea; John Heading (#731)

Las reuniones de una asamblea

John Heading, Reino Unido
Assembly Testimony números 194 al 196

 

          A            Consideraciones básicas

          B            ¿Qué importancia tienen?

          C            Ejemplos del Nuevo Testamento

 

A – Consideraciones básicas

Uno de los versículos básicos sobre la actividad de la primera iglesia local establecida en Jerusalén es Hechos 2.42: “Perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones”. Esta lista consolida mucho de la enseñanza del Nuevo Testamento acerca del servicio de una asamblea, de manera que nos corresponde tomar muy a pecho 2 Corintios 13.5: “Examinaos a vosotros mismos … probaos a vosotros mismos …”

Las diferentes reuniones de una asamblea pueden recibir nombres bíblicos, ¿pero se caracterizan por principios bíblicos? Quizás nos parece fácil juzgar cosas que suceden fuera de la asamblea, 1 Corintios 5.12, afirmando que en estos tiempos de un abandono masivo de la Palabra de Dios uno no espera encontrar mucha obediencia al patrón divino. Pero nuestra responsabilidad es de juzgar las cosas que están dentro de nuestra asamblea, averiguando si nuestra obediencia supera el empeño y la dedicación a cosas que la Biblia no sanciona.

Debemos reconocer claramente que las reuniones de por sí no constituyen una asamblea local. Es una obra de Dios constituir una asamblea de los creyentes que se congregan; Hechos 2.47, 4.14, 11.24. El emplea aquellos que tienen dones de evangelista y maestro para lograr sus propósitos.

Si las reuniones no son en sí la asamblea, ellas son una manifestación de que ésta existe. De la misma manera, el salón o el edificio donde se las realizan tampoco es la iglesia local. La asamblea o iglesia no es el hecho de estar juntos por algunas horas cada semana; es más bien un vínculo de comunión que está expresado en parte (pero no del todo) por las reuniones que la congregación realiza.

Vamos a repasar algunas consideraciones básicas que aseguran que las reuniones de una asamblea se revisten de un carácter acorde con la enseñanza del Nuevo Testamento. Habiendo hecho esto, podremos pasar a la pregunta, “¿Qué importancia tienen?” con referencia a varios aspectos de éstas, y finalmente consideraremos varios ejemplos de estas reuniones.

1.         La palabra de Dios

Nuestra guía sobre las reuniones de nuestra asamblea debe ser sólo la Palabra de Dios y no de hombre. La Palabra inspirada nos ha sido dada para que sea “útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia”, 2 Timoteo 3.16. El mensaje del Nuevo Testamento nos habilita para servir “no para agradar a los hombres, sino a Dios, que prueba los corazones”, 1 Tesalonicenses 2.4.

Antes de que el pueblo entrara en la tierra prometida, la Palabra de Dios era muy clara: el único lugar para servir sería “el lugar que Jehová vuestro Dios escogiere de entre todas vuestras tribus, para poner allí su nombre”, Deuteronomio 12.5. Una vez en la tierra se erigiría el tabernáculo de David y el templo de Salomón, respectivamente, en el monte Sion y en el monte Moriah, y éstos serían los centros de adoración.

Pero algunos reyes como Jeroboam, Acaz y Manasés formaron sus propios sistemas religiosos, aun cuando la restauración estaría al alcance de uno para volver a Dios a través de Moisés y David.  Mas adelante, cuando el Señor estaba aquí, la Palabra de Dios estaba desplazada y la tradición de los judíos imperaba. La evaluación del Señor de la escena religiosa en derredor la tenemos en Marcos 7.7: “En vano me honran, enseñando como doctrina, mandamientos de hombres”. Cuán agradecido debe ser el pueblo de Dios en estos días por haber sido librado de su vana manera de vivir que recibimos de nuestros padres,
1 Pedro 1.18.

Pero en el interdenominalismo evangélico hoy día algunos entre el pueblo del Señor escogen el factor común más elevado de entre las diversas doctrinas y prácticas disponibles, y ellos intentan construir sobre esa base. Pero, ¿se guarda así toda la Palabra de Dios, o se descuentan algunas partes de ella? Las Escrituras no reconocen la idea de hacer caso omiso de algún aspecto del patrón divino, haciendo uso de sólo las partes que son aceptadas por todos aquellos que aman al evangelio del Señor Jesucristo. Esta actitud puede traer sólo una falta de atención a cuestiones importantes y un supuesto de que hay porciones bíblicas que son irrelevantes.

2.         La santidad

Las reuniones de una asamblea deberían ser caracterizadas por la reverencia. Cuando algunos introducen un ambiente carente de respeto para las cosas de Dios, esto dificulta grandemente para los demás el ejercicio de un servicio santo.

Dios había dicho en el Antiguo Testamento que “el lugar será santificado con mi gloria, y santificaré el tabernáculo de reunión y el altar”, Éxodo 29.43,44. Salomón tomó para sí una esposa egipcia, cosa que no ha debido hacer, y por lo menos reconoció que ella no moraría en “aquellas habitaciones donde ha entrado el arca de Jehová” porque eran sagradas,
2 Crónicas 8.11. El profeta Ezequiel previó una restauración y dijo: “Esta es la ley de la casa … el recinto entero … será santísimo”, 43.12.

En el Nuevo Testamento el mismo principio aplica: “El templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es”, 1 Corintios 3.17. Al final de Efesios 2 leemos de los creyentes en la figura de un edificio “para ser un templo santo en el Señor”.

3.         La presencia del Señor

Si no se reconoce que el Señor quiere estar en medio, una asamblea puede degenerarse a lo largo de años en una Laodicea, su carácter llegando a ser similar a la de una asociación del mundo. “Habitaré en medio de ellos” fue el propósito que Dios tenía en cuanto al tabernáculo, Éxodo 25.8. Más adelante, la tierra prometida fue descrita como la posesión de Jehová “en la cual está el tabernáculo de Jehová”, Josué 22.19. En cuanto a la casa de Dios que iba a ser construida, El dijo a Salomón: “Habitaré en ella en medio de los hijos de Israel”, 1 Reyes 6.13. El reconocimiento pleno de la presencia de la gloria de Dios en medio de ellos hubiera guardado a ese pueblo de no pocas caídas.

De una manera similar se habla de la presencia del Señor cuando El estaba aquí en vida terrenal: “Aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros y vimos su gloria”, Juan 1.14. ¿Podría un hombre quedarse como era al haber conocido la realidad de semejante presencia divina? Así, una vez resucitado, el Señor preparó sus discípulos para su presencia que no sería visible. Reunidos los discípulos, El vino a los suyos de la manera que cuenta Juan 20.19.

Pablo aplicó promesas del Antiguo Testamento a la situación que regía en el Nuevo: “Habitaré y andaré entre ellos”, 2 Corintios 6.16. Formando así el templo del Dios vivo, la conducta de los creyentes al “perfeccionar la santidad en el temor de Dios” tenía que ser acorde con la presencia viva del Señor.

4.         La supremacía de Cristo

El hombre es la cabeza en la esfera que le corresponde, pero en una reunión de la asamblea tanto el varón como la hembra ponen de manifiesto la verdad que Cristo tiene la supremacía sobre ellos. El varón lo hace al no cubrir su cabeza y la hembra al cubrirla. Si hoy día se está descuidando la verdad de 1 Corintios 11.2 al 16 —y esta falta de atención al pasaje es de origen moderno— entonces muchos otros aspectos de las reuniones de una asamblea bien pueden caer a un lado del camino también.

Por ejemplo, cuando los corintios se reunían para la Cena del Señor, no era para lo mejor sino para lo peor.  La conducta era tal que daba a entender, a Pablo por lo menos, que “esto no es comer la cena del Señor”, 11.20, no obstante la presencia de los memoriales.

El capítulo 14 indica que la conducta de las reuniones era irregular. Varios hermanos tomaban parte simultáneamente y sin provecho. El capítulo 15 nos hace pensar que estaban predicando un evangelio que no hablaba de la resurrección, con fe vana y los oyentes quedándose en sus pecados. Para superar este estado de cosas, ¡tenían que reconocer al Señor como la Cabeza!

5.         El control por el Espíritu

Las reuniones de una asamblea deben dar evidencia del control del Espíritu Santo: invisible, pacífico, reverente, potente. El toma a quien quiere, en contraste con los procedimientos tradicionales de los hombres donde uno solo controla; una copia del viejo sistema del sacerdocio judaico.

En 1 Corintios los dones espirituales son asignados por el Espíritu, “repartiendo a cada uno en particular como él quiere”, 12.11. En los capítulos 13 y 16 de Hechos leemos de hombres puestos aparte por el Espíritu y conducidos por caminos específicos de servicio. En
1 Corintios 2 leemos que el conocimiento necesario para el servicio viene por medio del Espíritu, y en Efesios 5.18 al 20 el canto y las acciones de gracias son dirigidos por el Espíritu, como es la oración en el 6.18.

Somos de “los que en espíritu servimos a Dios”, según leemos en Filipenses 3.3 en la Reina-Valera, pero si fuéramos a algunas traducciones leeríamos que somos de los que adoran en el Espíritu de Dios. Todo esto demuestra que no debemos apagar al Espíritu Santo; 1 Tesa-lonicenses 5.19.

Hemos intentado citar versículos que cubren la gama de las actividades de una asamblea, pero queremos advertir que la voz apacible del Espíritu Santo puede ser interrumpida por la energía inquieta de la carne, la cual intenta a veces cansar al pueblo de Dios con palabras que carecen de provecho.

 6.        La espiritualidad

Al reino de la naturaleza lo llamamos natural, sea con referencia a algo bueno o malo. Es al reino del Espíritu que lo llamamos espiritual. Al reino del Señor lo llamamos dominical, una palabra poco común que figura en el texto original del Nuevo Testamento en sólo dos lugares: la cena del Señor (la cena dominical) en 1 Corintios 11.20, y el día del Señor (el día dominical, o “domingo”) en Apocalipsis 1.10.

La palabra espiritual  figura quince veces en 1 Corintios y sólo once en el resto del Testamento. Leemos de una comida espiritual, una bebida espiritual, una Roca espiritual, dones espirituales, bendiciones espirituales, el entendimiento espiritual, cánticos espirituales y una casa espiritual.

Tres veces se habla de hombres como espirituales;  es decir, son dominados por la perspectiva y la actividad del Espíritu dado por el Señor resucitado.  En 1 Corintios 2.11 al 3.2 la recepción de la mente de Dios por el creyente espiritual es según los métodos de Dios y no de los hombres. En el 14.37 el hombre espiritual sabe que las reuniones de una asamblea se rigen por los “mandamientos del Señor”. En Gálatas 6.1 la restauración por el hombre espiritual se logra con la ayuda privada que proporciona éste a otro que está vencido por la carnalidad.

Si los hermanos y las hermanas son espirituales, manifestando la espiritualidad en las reuniones, no habrá ráfagas de risa ni conversación liviana y mundana pocos segundos después del final de la reunión. La atmósfera de la reunión durará hasta mucho después de la terminación de la misma.

7.         La lealtad

En el Nuevo Testamento no había la actitud que dice: “Estemos presentes en la cena del Señor, pero no importa mucho si nos ven o no durante el resto de la semana”.  El escritor del tratado a los hebreos sospechaba que esta actitud podría presentarse, y así exhortó a no dejar de reunirnos, “como algunos tienen por costumbre”, 10.26. Al escribir así, enfatizamos que no estamos hablando de ausencias legítimas.

Cuando existía un santuario hecho de manos, algunos hombres y mujeres manifestaban una gran lealtad en cuanto a las reuniones y el servicio público. Josué “nunca se apartaba de en medio del tabernáculo”, Éxodo 33.11. David quiso morar en la casa de Jehová todos los días de su vida, Salmo 23.6, 27.4. Ana “no se apartaba del templo, sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones”, Lucas 2.37. Las epístolas de Pablo dejan ver que él se dedicaba a la oración y al hacimiento de gracias a diario por las asambleas locales. Sus pensamientos y su presencia estaban siempre con las diferentes congregaciones.

En nuestros tiempos, tal vez parezca fácil perder una que otra reunión sin ser echado de menos, especialmente si uno se ausenta con cierta regularidad, y más si la asamblea es grande. En una congregación pequeña es más patente la necesidad de ser leal para mantener el testimonio. Se requiere la presencia de cada hermano y cada hermana; muchas veces uno ni puede ir a otra parte para predicar, y tal vez algunos tengan que prescindir de vacaciones fuera de su lugar de residencia para que las reuniones puedan ser mantenidas.

 

 

B – ¿Qué importancia tienen?

 

Habiendo considerado varios principios básicos que deberían caracterizar las reuniones de adoración y el servicio de la asamblea, vamos a examinar cuatro preguntas importantes que parecen tener poca relevancia a la religión tradicional. Estas son:

—¿Qué importa un patrón para la iglesia local?

—¿Qué importa quiénes se congregan?

—¿Qué importa cuándo nos reunimos?

—¿Qué importa cómo nos reunimos?

Desde luego, sí importa todo esto. La Palabra de Dios ofrece dirección suficiente para los que están ejercitados a descubrir y seguir sus enseñanzas.

 1.        ¿Qué importa un patrón para la iglesia local?

Sin un patrón bíblico, cada cual haría lo que bien le parezca, como en Jueces 21.25. En el Antiguo Testamento, eran de mucha importancia los modelos para el tabernáculo y la casa, respectivamente;  no se realizaron concursos entre arquitectos para producir los mejores diseños. Nadie debe pensar que la importancia sobresaliente de la voluntad divino bajo el nuevo régimen sea menor que bajo el antiguo.

Seis veces se habla de la idea del modelo mostrado a Moisés en el monte:

  • En Éxodo 25.9 y Hebreos 8.5 la referencia es a todo componente de la sombra de las cosas celestiales; “Conforme a todo lo que yo te muestre … así lo haréis”. Se exigía obediencia de parte de Moisés y los constructores; el diseño de Dios reflejaba al Cristo que vendría y a su sacrificio, y tenía que ser respetado. Este patrón fue de origen divino, y las instrucciones habían sido impartidas a Moisés en la montaña.
  • En Éxodo 25.40 y Números 8.4 se habla de los muebles en el interior del tabernáculo: el arca que era el trono de Dios, la mesa de la cual comían los sacerdotes, y la lámpara que habla de la luz del Espíritu de Cristo. De éstos Dios dijo: “Mire y hazlos conforme al modelo que te ha sido mostrado en el monte”.
  • En Éxodo 26.30 se emplea lenguaje parecido con referencia a las tablas y las cubiertas, haciéndonos recordar las palabras de Pablo, siglos después, en 1 Corintios 3.10: “Conforme a la gracia de Dios … yo como perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo sobreedifica”. El antitipo aquí en Corintios se refiere al establecimiento y la función de las iglesias locales.
  • Finalmente, en Éxodo 27.8 la referencia es al altar; “de la manera que te fue mostrado … así lo harás”. Esto nos habla de la adoración. En el Nuevo Testamento el partimiento del pan tuvo un origen parecido; primeramente el Señor dio órdenes directamente a sus apóstoles, y más adelante Pablo dio las instrucciones a las iglesias, 1 Corintios 11.23.

El templo de Salomón contó también con un origen divino. David declaró: “El plano de todas las cosas que tenía en mente … me fueron trazadas por la mano de Jehová, que me hizo entender todas las obras del diseño”, 1 Crónicas 28.12 al 19. De una manera similar, la Iglesia, la casa del Dios viviente, conoce un solo plano conforme a la revelación en el Nuevo Testamento. En sus varias epístolas, el apóstol Pablo condena y corrige desviaciones de éste, como hace el propio Señor en los capítulos 2 y 3 del Apocalipsis. Así que, sí importa qué patrón seguimos, y los nuevos en la fe hacen bien al escudriñar diligentemente hasta encontrarlo, y luego ceñirse a él por el resto de su vida.

 2.        ¿Qué importa quiénes se congregan?

En relación con este tema, hay muchas advertencias en el Antiguo Testamento.

En Deuteronomio 23.3 y Nehemías 13.1 aprendemos que Amón y Moab no podrían entrar nunca en la congregación de Jehová. En realidad estos pueblos eran vecinos cercanos de Israel en materia religiosa, pero no conforme a la verdad. En Salmo 79.1 se reconoció que los pueblos profanos habían entrado en la heredad de Dios y profanado el santo templo.  Esto había sucedido muchas veces en la historia de Israel, ya que es sólo en cuanto al futuro que se puede usar con seguridad el lenguaje de Zacarías 14.21 y Ezequiel 44.9: “Ningún hijo de extraño … entrará en mi santuario”.

En el Nuevo Testamento el Señor no permitió estar en la congregación local de los corintios aquellos que contaminan. “No os juntéis” con los tales, fue la instrucción dada a la iglesia;
1 Corintios 5.11, 2 Corintios 6.14 al 18. Aquellos que constituían un templo del Dios viviente tenían que guardar la separación, no tocando la cosa inmunda.

Si la puerta se abre de par en par, sin “porteros” para asegurar que “por ninguna vía entrase ningún inmundo” —2 Crónicas 23.19— entonces toda suerte de hombre importuno aprovecharía la libertad para entrar y sembrar las semillas de su propaganda predilecta. Hoy día observamos esta infiltración por grupos de presión en muchas esferas de la vida política y social.

Pablo advirtió a los ancianos en Éfeso que “lobos rapaces” vendrían de fuera de la asamblea y se identificarían con los ancianos legítimos de la congregación. Ellos no perdonarían al rebaño, dijo el apóstol en Hechos 20.29. El reconoció también que falsos hermanos se habían infiltrado a escondidas en las congregaciones de la provincia de Galacia, y que estaban intentando a desplazar la gracia de Dios, introduciendo la servidumbre de la enseñanza de la circuncisión, Gálatas 2.4. En
1 Juan 2.19 Juan afirma claramente que algunos anticristos habían salido de entre el pueblo del Señor. “No eran de nosotros”, dice, haciendo ver que en un tiempo ellos habían logrado pasar por creyentes y maestros legítimos.

¡Cuánto cuidado debemos ejercer! Las advertencias en las Escrituras son claras. Se ve que la iglesia en Jerusalén fue prudente al no aceptar a Saulo de Tarso en su seno a primera vista cuando pidió la comunión. Hizo falta una recomendación verbal de parte de Bernabé en cuanto a la conversión y testimonio de ese hombre para que fuese incorporado en la comunión; Hechos 9.26 al 28.

En el Nuevo Testamento la única comunión que nos es revelada es una comunión a tiempo completo. Nunca había la actitud de “aquí hoy, ido mañana”. Nada vemos de la idea de participar de la cena el domingo por la mañana y desaparecer por el resto de la semana. Tampoco había la idea de una comunión ocasional. Una participación arbitraria, espasmódica o intermitente puede ser peligrosa, ya que puede corresponder a los enemigos de la cruz de Cristo de quienes se habla en Filipenses 3.18. Si es que la asamblea está en realidad hospedando ángeles sin saberlo —Hebreos 13.2— ¡a los demás creyentes les agradaría darse cuenta del hecho!

La cosa es que tiene que haber un estímulo hacia el interés y el crecimiento en las cosas espirituales para aquellos que carecen de una buena orientación sobre por qué la asamblea es cómo es y cuáles son los principios espirituales que la rigen. Debemos ejercer sumo cuidado de no entorpecer, ni siquiera descuidar, a los nuevos en la fe.

3.         ¿Qué importa cuándo nos reunimos?

Sin duda esto importaba en el patrón dado en el Antiguo Testamento. Y, por cuanto hay un patrón correspondiente en el Nuevo Testamento, la actual gracia de Dios no concede un espíritu de desobediencia a los creyentes. Tres veces en el año el israelita tenía que celebrar las fiestas preestablecidas y todo varón tenía que presentarse ante Dios, Éxodo 23.15. Además, los sacerdotes tenían que ofrecer a diario los sacrificios prescritos, a saber un cordero cada mañana y otro en la tarde, 29.38,39.

El salmista expresó su deseo de estar en la casa de Dios “para siempre”, para así contemplar la hermosura de Jehová, 23.6, 27.4. El rey Ezequías cantaría sus cánticos en la casa de Jehová todos los días de su vida, Isaías 38.20.

En la asamblea, bajo el régimen de la gracia, los creyentes tienen un privilegio todavía mayor, y a la vez una mayor responsabilidad en caso de no cumplir. Es evidente que había reuniones con una regularidad espiritual en la época narrada en el capítulo 2 de Hechos. Los creyentes eran constantes en su asistencia, como el mismo relata nos informa. ¡En Antioquía se celebró una serie de reuniones durante un año entero!  Dice Hechos 11.26 que Pablo y Bernabé “enseñaron a mucha gente”.

Para Pablo, “el primer día de la semana” era de gran significado porque en ese día el pueblo del Señor se reunía para partir el pan, Hechos 20.7. El esperó siete días a propósito en Troas para asistir a aquella reunión. Un tiempo antes, él había escrito a los corintios una referencia a la cena del Señor, diciendo en 11.28: “… todas las veces que comiereis este pan y bebiereis esta copa …” Pablo nunca fue capaz de descuidar a las asambleas locales, y así escribió de “la preocupación por todas las iglesias” que le agolpaba cada día.

Así, ningún hermano o hermana debe sentirse cómodo al estar en la costumbre de no reunirse con el pueblo del Señor; hemos citado ya Hebreos 10.25 que habla de esto mismo. A veces en la práctica algunos se encuentran demasiado ocupados para asistir, quizás sin apetito para la reunión de oración o el estudio bíblico. O, quizás uno encuentra demasiada diversión, aun en su propia casa, para sentir el deseo de estar con sus hermanos en Cristo. Sin embargo, se nota que son los que están más ocupados, o tienen las mayores responsabilidades en su rutina diaria, que apartan más tiempo para dedicarse a las actividades de su asamblea. Es una cuestión de devoción al Señor y de las prioridades que uno asigna para si mismo.

4.         ¿Qué importa cómo nos reunimos ?

  1. El Señor prometió que donde haya dos o tres congregados en su nombre, Él estaría en medio de ellos, Mateo 18.20. La atmósfera espiritual de nuestras reuniones debería ser tal que se reconozca que El está presente. No supuestamente, según las ideas malas de la doctrina de la transubstanciación y la consubstanciación que eleven los memoriales de la Cena a una posición de idolatría. No, sino verdaderamente en el medio. Así, en Juan 20 el Señor resucitado se presentó entre los suyos en el aposento alto, pero no estaba con los sacerdotes impíos ni los fariseos que se encontraban afuera.

Compara esto con la época del Antiguo Testamento cuando El no se hacía presente:

—Números 14.42             “No subáis, porque Jehová no está en medio de vosotros

—Salmo 78.60,61             “Dejó, por tanto, el tabernáculo de Silo …”

—Ezequiel 11.22,23         “La gloria de Jehová se elevó por encima de la ciudad …”

En la asamblea nos reunimos a su Persona, y no a un hombre, no importa cuán experto sea, ya que sería carnalidad que el centro fuese cualquiera sino el propio Señor.

  1. No hay en el Nuevo Testamento la idea de una distinción entre un clero y los laicos. Uno ha dicho que esta práctica es el pecado contra el Espíritu Santo que caracteriza la época actual. Es una práctica que niega al Espíritu sus prerrogativas divinas, aun cuando sea llevada a cabo por verdaderos creyentes en Cristo. Los legítimos medios espirituales que han sido dados a los creyentes son más bien el sacerdocio de todos los creyentes para la adoración y la diversidad de dones para el servicio en las cosas del Señor.
  2. La manera de realizar una reunión está descrita en 1 Corintios capítulo 14. Lo que se hace debería “abundar … para edificación de la iglesia”. Todo debe hacerse decentemente y con orden; esto se explica en el 14.31: “todos uno por uno”. Hay que reconocer que Dios no es el autor de confusión, como dice el versículo 33. A la vez, las damas guardan silencio, 11.34,
    1 Timoteo 2.12, aun cuando no sea así en muchas partes hoy por hoy.

Al llegar la hora para el comienzo de la reunión, todos deberían estar presentes y sentados; el primer himno no debe ser visto como el aviso para reunirse ni una excusa para entrar tarde. Durante la reunión, no se debe malgastar el tiempo del Señor ni el tiempo de su pueblo. No conviene que haya disturbios ni desorden antes ni después de la reunión. Estas observaciones son obvias y sencillas, pero conviene que puntos como éstos sean enfatizados en cada asamblea de tiempo en tiempo, ya que el espíritu de la época es otro.

 

C – Ejemplos del Nuevo Testamento

 

Las reuniones específicas de una asamblea local se designan como para propósitos específicos. Tanto los objetivos generales de una reunión, como la duración de la misma, se basan en el ejercicio de la congregación en particular. Hay abundancia de ejemplos en las Escrituras, pero el Señor no limitaría su pueblo a un régimen único, tal como existía bajo la Ley para el tabernáculo y también para el templo.

En Corinto y en Troas, por ejemplo, las reuniones ocupaban varias horas, Hechos 20.7, conforme a la conveniencia y la oportunidad. Hoy en día disponemos de más “tiempo libre” y esto permite más reuniones y mayor flexibilidad en cuanto a sus propósitos. Es así que una asamblea difiere de otra en la gama de reuniones convocadas, dependiendo en parte de si la congregación es grande o reducida en número.

Los que asisten deberían respetar los objetivos preestablecidos; nadie está libre a convertir la Cena en una reunión de oración. (¡En 1 Samuel 2.12 al 17 leemos de sacerdotes que querían convertir el sacrificio por el pecado en una pascua!)

El vocablo congregados en Mateo 18.20 (“donde están dos o tres congregados …”) tiene la misma raíz que la palabra sinagoga. Más de cincuenta veces en el Nuevo Testamento leemos de este salón de reunión de los judíos, la sinagoga, traducida a veces como la congregación, para referirse a las personas que se reunían allí. (Santiago habla en 2.2 de “vuestra congregación”, y parece que se refiere al lugar donde se reunían los primeros creyentes).

Pero este verbo congregar o reunir no se usa en todo el Nuevo Testamento para describir el acto de los judíos de reunirse en su sinagoga / congregación. Es usado a menudo en las parábolas del Señor, y también al referirse a las juntas de sacerdotes y fariseos que maquinaban contra el Señor. Sin embargo, seis veces en Hechos y una vez en Corintios congregar o reunir es empleado al hablar de una reunión de una iglesia local, y en cada una de estas ocasiones se hace mención específica del objetivo de la reunión en particular.

Podemos aprender de estas ocasiones, usándolas como guía para nuestras reuniones en el tiempo actual. Una de nuestras reuniones comunes no está en la lista, y es la que llamamos la predicación del Evangelio. Sin duda ésta se distingue de las demás por cuanto se espera encontrar en ella personas inconversas; o sea, dicha reunión es para atender a éstas específicamente, mientras que las demás son para el bien de los creyentes en primer lugar.

Veamos las siete. Son las reuniones para:

—la Cena del Señor

—la oración

—el ministerio o enseñanza

—el estudio bíblico

—el informe sobre la obra evangelística

—la discusión entre los ancianos

—un acto de disciplina

 

 

1.         El partimiento del pan

“El primer día de la semana, reunidos los discípulos para partir el pan …”, Hechos 20.7. Esto fue en Troas, donde Pablo se quedó siete días en espera de esta oportunidad. La participación de los memoriales, el pan y la copa, fue la cosa principal, pero el apóstol se valió de la ocasión para dar una enseñanza extensa.

Junto con la participación de los memoriales en sí, el objetivo de la reunión es el de dar al Padre y al Hijo un “sacrificio de alabanza”, Hebreos 13.15. Para los que participan en ésta, y tienen discernimiento espiritual, puede resultar muy desavenida la adoración cuando está interrumpida por:

—una oración fuera de tono

—una exhortación a los creyentes o una exposición de doctrina

—un himno que trata de algo ajeno al tema del ejercicio ya expresado
por otros en la adoración que han venido ofreciendo.

2.         Las oraciones

“Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló”, Hechos 4.31. Esto sucedió en la ocasión de ser sueltos Pedro y Juan de su primer encarcelamiento breve. Puestos en libertad, estos dos “vinieron a los suyos”, 4.23, donde los hermanos citaron el Salmo 2 en su oración. Este ejercicio, que se asió de las Sagradas Escrituras, fue contestado por el poder del Espíritu Santo;  los hermanos pudieron hablar con denuedo y con “un corazón y alma”, 4.31,32.

Esta oración fue evidencia de que aquellos creyentes “perseveraban en … las oraciones”, 2.42;  otro ejemplo sería la determinación de los apóstoles en 6.4: “nosotros persistiremos en la oración…” Más adelante, estando Pedro encarcelado de nuevo, “la iglesia hacía sin cesar oración a Dios por él”, 12.5, aun cuando se puso de manifiesto una incredulidad extraña una vez que su oración fue contestada, 12.15. Dios toma acción al principio de nuestros ruegos y no sólo al final;  véanse Daniel 9.23 y 10.12.

3.         Enseñanza o ministerio

La asamblea en Antioquía constituida ya, Bernabé trajo a Pablo (o Saulo, como se llamaba todavía) a la ciudad, y durante un año entero ellos dos “se congregaron” con la iglesia, Hechos 11. 26. Este es un método muy importante para el desarrollo en la fe, tanto colectivo como individual. En Corinto Pablo requirió un año y medio para su ministerio, y en Éfeso tres años. Pero mucho se puede hacer en un año si se emplea el tiempo para provecho. En nuestra época, ¡no se oye de estas jornadas largas de enseñanza intensiva!

Un resultado en Antioquía fue que la congregación sentía su responsabilidad misionera, ya que Pablo y Bernabé fueron enviados a la obra desde esa iglesia, 13.1 al 4. Pablo usaría esta asamblea como su base de comunión, 14.26 al 28, 18.22,23.  El Señor Jesús no se quedaba tanto tiempo en un solo lugar, pero cuando estuvo en Jerusalén El enseñaba cada día en el templo, Lucas 21.37, Mateo 26.55.

Hoy día es posible dar ministerio fácilmente y recibirlo fácilmente; muchas veces se conceptúa como alimento suficiente un mensaje breve y superficial.  Hay jóvenes, por ejemplo, que están acostumbrados a clases largas e intensas en la universidad o el liceo, o aun a sesiones prolongadas de entretenimiento en sus propios hogares u otra parte, pero con todo y esto hay quienes sostienen que el ministerio de la Palabra de Dios tiene que ser breve y poco exigente.

Cuando una asamblea entera se acostumbra a reunirse con regularidad para oir ministerios ricos, es de pensar que allí hay una congregación próspera en las cosas espirituales.

4.         El estudio bíblico

La asamblea en Antioquía había sido perturbada por doctrina falsa y judaica que se propagaba desde Judea. Para resolver el asunto, y establecer que existía unidad de doctrina entre Pablo y la asamblea en Jerusalén, se convocó una reunión en Jerusalén. Fue escrita una carta, que forma ahora una parte del Nuevo Testamento, “a los hermanos de entre los gentiles”, para exponer ciertas verdades de mayor importancia; Hechos 15.23,29.

Pablo, Bernabé, Judas y Silas llevaron el escrito a Antioquía, “y reuniendo a la congregación, entregaron la carta”, 15.30. Esta reunión fue en realidad una lectura bíblica, ya que se analizó la doctrina escrita; el resultado fue regocijo, exhortación y confirmación entre los que participaron. La reunión se caracterizó por la lectura, explicación y aplicación del texto por hermanos capacitados;  en este caso por “profetas”.

Leemos en Colosenses 4.16 de un intercambio de epístolas entre Colosas y Laodicea; cada grupo leyó el ministerio que el otro había recibido. El Señor realizó una buena parte de su ministerio de esta manera;  a saber, por preguntas y respuestas, como en los capítulos 6 y 8 de San Juan. En el templo, cuando todavía joven, el Señor fue encontrado “sentado en medio de los doctores de la ley, oyéndoles y preguntándoles”, Lucas 2.46. Los demás se maravillaron de su “inteligencia y de sus respuestas”.

En nuestros días los estudios bíblicos pueden ser provechosos si participan en ellos hermanos con don espiritual, y si se estudia un pasaje en su secuencia, de una manera ordenada y no al azar. En cambio, una falta de preparación previa, o una carencia de ejercicio, puede convertir un estudio bíblico en una sesión aburrida y sin provecho. La secuencia para el estudio de una porción es la secuencia que el Espíritu ha escogido en la inspiración del texto original de las Escrituras; una exposición versículo por versículo, en detalle, edifica a la asamblea.

5.         El informe misionero

Al final de su primer viaje de evangelización, Pablo volvió a su propia asamblea en Antioquía, Hechos 14.26. Allí, con Bernabé, “habiendo llegado, y reunido a la iglesia, refirieron cuán grandes cosas había hecho Dios con ellos, y cómo había abierto la puerta de la fe a los gentiles”. En una ocasión posterior ellos refirieron a los ancianos en Jerusalén “todas las cosas que Dios había hecho con ellos”, 15.4.

He aquí un secreto del servicio exitoso; estos hombres reconocieron que su servicio era en realidad la obra que Dios estaba haciendo. Esta es una buena ilustración de Marcos 16.20: “… ayudándoles el Señor y confirmando la palabra”. Es una verdadera humildad cuando hay esta actitud de parte del evangelista al hablar de sus experiencias. Le conviene reconocer que la excelencia del poder no es de nosotros sino de Dios, 2 Corintios 4.7. Semejante servicio reconoce también que es a Dios que debemos agradar, y no al hombre, 1 Tesalonicenses 2.4, como Pablo reconoció que él en sí no era nada, 2 Corintios 12.11.

6.         La reunión de ancianos

Los ancianos son los hombres que velan por las almas de los cristianos en cuestiones espirituales y morales; Hebreos 13.17. Así que, en Hechos 15.6 “se reunieron los apóstoles y los ancianos para conocer” el asunto de la doctrina falsa que había sido llevada de Judea a Antioquía.

Los hermanos específicos que componen una junta de esta índole proceden de entre los creyentes maduros. Ellos no ejercen señorío sobre el pueblo de Dios sino dan el ejemplo a la grey para cuyo alimento son responsables, 1 Pedro 5.2 al 4.

En Hechos 20.17 leemos el consejo que el apóstol Pablo dio a los ancianos de Éfeso en una reunión que versó sobre la responsabilidad de ellos hacia la grey, su atención a la misma, y su vigilancia de los que buscarían dominio, bien sea de entre su propio número o desde afuera. En esta reunión los ancianos fueron encomendados a Dios y a la palabra de su gracia, 20.32. Esta Palabra es la base de una reunión de ancianos, ya que no se trata de un mero comité administrativo.

7.         La disciplina

El colapso de la moral en la asamblea en Corinto llevó al apóstol a escribir: “En el nombre del Señor Jesucristo, reunidos vosotros y mi espíritu, con el poder de nuestro Señor Jesucristo, el tal sea entregado a Satanás”, 1 Corintios 5.4,5.

Estrictamente hablando el contexto inmediato de la promesa del Señor en Mateo 18.20 —”donde están dos o tres congregados en mi nombre”— es el de la disciplina. En 1 Corintios 5.11 el apóstol suministra una lista de pecados que requieren aquella disciplina;  quienes cometían semejantes hechos no eran personas con quienes la asamblea podría asociarse. Seamos cuidadosos cómo añadimos a esta lista para atender a los problemas del tiempo presente;  Pablo añade la falsa doctrina a la lista, 1 Timoteo 1.19,20, 2 Timoteo 2.16,17.

Estos siete ejemplos no constituyen el total absoluto de las reuniones que una asamblea podría realizar. Pero todas las reuniones deberían mantener el gran principio que Pablo enunció en 1 Corintios 2.13: “comunicando las cosas espirituales por medios espirituales”. (En la Reina-Valera: “acordando lo espiritual a lo espiritual”).  Otros métodos podrían representar sólo la carnalidad.

Al concluir, conviene mencionar que hay otra palabra griega que se traduce también como reunirse. Así, hubo una reunión de evangelización en la casa de Cornelio; Pedro predicó, ya que “halló a muchos que se habían reunido”, Hechos 10.27. En Filipos Pablo predicó en una reunión de oración a la ribera del río; los oyentes eran “las mujeres que se habían reunido”, 16.13. Cinco veces Pablo usa la palabra en 1 Corintios 11 al referirse a la Cena del Señor:  “os congregáis” y “os reunís”.  Dos veces, en 14.23,26, él emplea la misma palabra al hablar de cualquier reunión donde se ejerce un don espiritual: “Hágase todo para edificación”.

 

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