Agar (#144)

AGAR

Rhoda de Cumming

 

La historia de Agar y el Dios que oye está en Génesis 18 y 21:9-21.

Día tras día Agar caminaba por el Desierto de Sur, anhelando llegar a Egipto, su tierra natal – una mujer desechada, desprovista, y encinta. Dios había prometido a Abraham un hijo con su esposa Sara pero los años pasaron y el hijo prometido no venía. Entonces ellos conspiraron ayudar a Dios. Sara en su incredulidad sugirió a Abraham procrear  hijos con su sierva Agar. Cuando Agar salió embarazada ella miraba a Sara con desprecio. Luego Sara la afligía, y Agar, sin derecho de hacerlo, huyó del hogar.

Agar estaba a punto de perecer en el desierto. Pero el ‘Ángel de Jehová’ la halló junto a una fuente de agua, y habló con ella sobre sus circunstancias, su futuro y el futuro de su hijo, después de aconsejarla a volver a su ama y someterse a ella. El Ángel de Jehová prometió multiplicar su descendencia, dio nombre a su hijo antes de su nacimiento y describió como sería su comportamiento entre sus hermanos.

Agar entendió que el Ángel fue Dios, y le dijo “Tú eres el Dios que puede ser visto” y nombró el pozo “El Pozo de Él que vive y me ve”. Las Escrituras declaran que, “A Dios nadie le vio jamás” (Juan 1:18), con referencia a Dios Padre. Así es claro que el Ángel de Jehová que apareció a Agar, primero a Abraham, y a otros en el Antiguo Testamento, fue Dios Hijo, el Señor Jesucristo. Cuán maravillosa fue la revelación que la pobre esclava egipcia, en su profunda necesidad, recibió aquel día. Él es el mismo Dios que nos ve cuando más necesitamos su apoyo.

Humillada, Agar regresó a la casa de Abraham y más tarde dio a luz a un hijo cuyo nombre fue Ismael, que significa “Dios oye”. Catorce años después, no fue que Agar estaba despreciando a Sara sino Ismael burlándose de Isaac, (Génesis 21:9). Entonces Abraham, por órdenes de Sara y con la aprobación de Dios, tuvo que despedir definitivamente a Agar y su hijo Ismael, y les dio solamente pan y un odre con agua.

Agar e Ismael se fueron y anduvieron errantes por el desierto de Berseba. Cuando llegaron al fin de sus recursos Agar dejó el muchacho debajo de un arbusto y fue a sentarse sola a una distancia porque no quería ver a su hijo morir.

Dios oyó al joven llorar y el Ángel de Dios, quien creemos fue el Señor Jesucristo, habló a Agar desde el cielo diciendo: “No temas, Dios ha oído la voz del muchacho”. (El mandamiento de Dios repetido más veces en la Biblia es “no temas”). Entonces Dios le abrió sus ojos y ella vio una fuente de agua, y al llenar el odre con agua lo dio a su hijo. Leemos que Dios estaba con el muchacho.

Dios oyó el clamor del moribundo en el desierto. Y cuando nos parece que estamos en un desierto espiritual debemos recordar que nuestro Dios vive, y ve, y oye. Acerquemos a Él confiadamente porque “Él no está lejos de cada uno de nosotros” (Hechos 17:27).

 

 

 

 

 

 

DRA  EMA

Agar figura en Génesis 16, 21, 25.

Viendo Sara que era humanamente imposible que tuviera hijo, ella se adelantó a los propósitos de Dios, y dio a su marido su esclava para que tuviese hijos en ella. La consecuencia inmediata fue la rivalidad que surgió entre Agar y Sara. La esposa sintió que Agar la miraba con desprecio y por eso la afligía. Agar optó por huir, aunque sin derecho a hacerlo porque era esclava. En el desierto el ángel de Jehová se le apareció junto a una fuente y le dijo: Agar, sierva de Sarai ¿de dónde vienes tú y a dónde vas? Agar confesó que estaba huyendo. Otra vez el ángel le habló: Vuélvete a tu señor, y ponte sumisa bajo su mano.

Luego le habló de la gran multitud que sería descendencia suya; que llamaría a su hijo Ismael, porque Jehová había oído su aflicción; y por último dijo que Ismael sería hombre fiero: todos contra él y él contra todos. Ella, humillada ya, dice: Tú eres Dios que me ve; ¿no he visto también aquí al que me ve? Agar regresó a casa de Abraham.

La segunda consecuencia del problema con Sara fue la rivalidad entre Ismael e Isaac, porque éste nació cuando el primero tenía catorce años. Es ahora Abraham quien despide a Agar e Ismael, por órdenes de Sara y con la aprobación de Dios. Los despacha con pan y un odre de agua. En el desierto de Beerseba el agua pronto se acabó. Agar puso el muchacho bajo un arbusto porque se moría de sed.

Ella se sentó a cierta distancia, diciendo: No veré cuando el muchacho muera. Pero el muchacho lloró y Dios le oyó. En otro mensaje angelical la fe de Agar fue fortalecida. Entonces Dios le abrió los ojos y ella vio una fuente de agua. Termina el relato diciendo que Dios estaba con el muchacho.

El apóstol Pablo utiliza la historia de Agar como una alegoría para distinguir entre la gracia y la ley. La comparación es entre Agar la esclava y Sara la libre; entre Ismael el hijo según la carne Isaac el hijo por la promesa. Los que son hijos de Dios tienen todavía a Ismael —la carne—quien persigue a Isaac—el hombre espiritual en el creyente. La amonestación de Pablo es: Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis sujetos otra vez al yugo de

 

 

 

esclavitud, Gálatas 5. El Señor Jesucristo también nos dice: El esclavo no queda en la casa para siempre. Al que el Hijo libertare, ésta será verdaderamente libre.

 

 

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