Leyendo día a día en Gálatas (#789)

Leyendo  día  a  día  en  Gálatas

Denis Clapham
Day by Day through the New Testament
Precious Seed Publications, Reino Unido

Introducción

No sabemos a ciencia cierta cuándo o dónde Pablo escribió su carta a las iglesias de la provincia de Galacia. Tal vez también sea imposible discernir exactamente dónde se ubicaban las iglesias que la recibieron. Por lo tanto cualquier información de esta naturaleza no añadiría a ni quitaría de su valor.

Lo que importa es la carta en sí y las referencias a Galacia[1], juntamente con el resto de la Palabra de Dios, como nuestro comentario.

En un viaje “misionero” anterior el apóstol había sufrido una enfermedad, o experimentado una debilidad corporal, que le llevó a evangelizar a los gálatas. Y como eran idólatras supersticiosos, fácilmente le hubiesen podido despreciar y rechazar por dicha circunstancia. Pero Dios, quien siempre escoge para sus fines lo que nosotros rechazaríamos, y obra lo inesperado acaso alguien presuma haber descubierto el secreto de su proceder, utilizó un hombre pequeño y despreciable para convertir a muchos de las tinieblas a la luz y del poder de Satanás a Él. Varias iglesias fueron plantadas y prosperaron con el Espíritu Santo siempre presente para guiarlas en toda verdad.

Sin embargo, no pasó mucho tiempo cuando llegaron falsos hermanos judíos, enseñando cosas perversas. Decían que era necesario ser circuncidado para ser salvo, y que Pablo era inferior a los doce apóstoles. Los gálatas cayeron de una vez bajo este hechizo, se volvieron infieles a Cristo y prácticamente consideraban a Pablo un enemigo.

Él no intentó disimular su pasión; sintió santa indignación. Estaba en juego nada menos que la verdad del evangelio y era preciso enfrentar la amenaza. No se podía contemplar ningún compromiso, lo cual neutralizaría el poder del único mensaje para liberar las almas del curso de perdición de este mundo vil. Por esto la carta a los gálatas.

Siempre que la libertad cristiana haya sido amenazaba por una especie de obras, sea el judaísmo, el romanismo o el ritualismo, la Epístola a los Gálatas ha demostrado ser una y otra vez la respuesta amplia del Espíritu. Para el judío y el gentil por igual hay un solo evangelio; una sola manera de ser justificado; una sola manera de recibir el Espíritu Santo; una sola manera de ser hijos y herederos de Dios. Aquella manera es por gracia, por fe en Cristo solamente.

capítulo 1
El evangelio

¿Es difícil comprender la atmósfera en la que Pablo comienza esta epístola? Escribe a sus “hijitos”, 4.19, aquellos a quienes va a referirse varias veces como “hermanos”, pero su apertura es reservada —“a las iglesias de Galacia”, 1.2— y parece ocultar una relación especial y señalar un distanciamiento intencional.

Ciertamente su relación era tensa, como será cualquier relación cristiana cuando una u otra de las partes está infectada por el error. Pablo no tenía ánimo para elogiar a los gálatas por nada, ni siquiera para mencionar el lugar que ellos tenían en sus oraciones. Así, con el más sencillo de los saludos, se refiere lacónicamente a la obra de Cristo, como una manera para enfatizar de una vez el punto principal de su evangelio, 1.1 al 5.

El evangelio de Pablo, “el evangelio que predico entre los gentiles”, 2.2, por el cual el llamado de Dios fue oído en aquel entonces, y todavía será oído hoy, no es un evangelio entre varios. En los versículos 6 al 12 se expone esa verdad de importancia suprema, y es esencial entenderla. El no haber captado su pleno significado dejó a los gálatas expuestos a aquellos que les perturbaban, y todavía atrapará a la gente religiosa e impía por igual.

Los cinco puntos que debemos notar son:

Cualquier predicador, humano o angelical, que no proclama
el evangelio apostólico merece la condenación.

El mensaje no es según hombre, o sea, no fue inventado por ningún hombre.

No fue recibido por un hombre.

Tampoco le fue enseñado a Pablo.

Le vino como una revelación directa de Jesucristo.

¡Cuán puro y elevado es todo esto! El único y solo evangelio originado en Dios mismo, fue revelado por Jesucristo a Pablo, haciéndole igualmente un apóstol junto con los doce pero independiente de ellos. ¡Predicadores tomen nota! Que todo creyente tenga cuidado del predicador que añade a, o quita de, el evangelio de Cristo.

En los versículos 13 al 24 Pablo pone en contraste sus años como perseguidor de la iglesia de Dios y los primeros años después de su conversión como predicador de la fe. Así es la gracia de Dios, que el primero de los pecadores llegue a ser el más destacado en ganar almas.

Las experiencias de Pablo descritas en los versículos 16 al 24 fueron preparatorias a su obra misionera más adelante. Este también pasó tiempo en su ciudad natal de Tarso, Hechos 9.30, y un año en la iglesia en Antioquía, 11.25,26, para recibir más preparación idónea.

capítulo 2
La verdad del evangelio

Pablo no era conocido personalmente a las iglesias de Judea, aunque había visitado Jerusalén tres años después de su conversión y se había alojado con Pedro por quince días, versículos 1 al 10. Catorce años más tarde fue de nuevo con Bernabé, llevando consigo a Tito.

Antes de ir, recibió una comunicación directamente de Dios para compartir su mensaje con los líderes uno por uno y así averiguar sus reacciones espirituales. Fue importante para él saber si sus labores estaban en armonía con las de ellos. La consecuencia feliz fue que todos reconocieron libremente que Dios le había encomendado a Pablo llevar el evangelio a los gentiles, así como Pedro a los judíos. Por cierto, Jacobo, Cefas y Juan le habían estrechado la mano en señal de su plena comunión con su obra.

De esta manera se señaló la armonía que evidencia lo que es de Dios y es tan esencial en la obra del Señor, además de que fue afirmada una vez por todas, de parte de aquellos que estaban en el centro del testimonio judaico, la igualdad de oportunidad y bendición para judíos y gentiles.

Pablo y su evangelio fueron vindicados. La prueba de esto se vio en que Tito, un griego incircunciso, no tuvo que someterse al rito judaico. Ningún rito, y ninguna otra práctica que venga de algún mandamiento, agrega algo a uno que ha creído una vez por todas en Cristo para su salvación. ¡Cuán grande es, pues, la libertad que todo creyente en Cristo debe experimentar y estar dispuesto a defender!

Hubo una secuela triste a la misión a Jerusalén, y sirve para mostrar que aun el cristiano más honrado puede sucumbir a hechos pecaminosos desprovistos de fe, versículos 11 al 17. Pedro visitó a Pablo en Antioquía, el centro del testimonio gentil, y al principio, como era de esperarse, comía a la mesa con sus hermanos en Cristo que no eran judíos; véase Hechos capítulo 10. Pero la parcialidad religiosa de Pedro le hizo tropezar cuando llegaron creyentes judíos de parte de Jacobo. Pablo tuvo que reprenderle personalmente, pero no antes de que otros fueran influenciados por lo que hizo Pedro.

Los gálatas estaban en este mismo peligro, ya que no estaban viviendo por fe sólo en el Hijo de Dios. En los versículos 18 al 21 Pablo escribió una de las mayores declaraciones del evangelio en la forma de su propio testimonio a la veracidad del evangelio, para mostrarles la auténtica libertad espiritual.

Juan 3.16 presenta el amor de Dios al mundo; Gálatas 2.20 su amor al individuo; Juan 13.1 su amor a un grupo de creyentes; Efesios 5.25 su amor a la Iglesia; y Juan 3.35 su amor al Hijo.

3.1 al 14
Bendición en vez de maldición

Ahora Pablo se dedica a explicar las doctrinas básicas de su evangelio, habiendo relatado cómo lo recibió y cómo fue reconocido por otros apóstoles en Jerusalén, y que había triunfado finalmente sobre la falta de Pedro en Antioquía.

Pero, antes de hacerlo, enfatiza que el evangelio es nada menos que el mensaje que Dios tiene para la bendición de toda la humanidad. Una vez que esto quede claro, se ve que Uno, a quien el hombre cree erradamente que está en su contra, no ha podido hacer más por él ni haber hecho más por su bienestar. De veras, lo que Dios ha hecho en Cristo para el beneficio del hombre es tan completo que todo lo que el hombre puede hacer es aceptarlo por fe. Cualquier otra respuesta negaría el derecho divino, conforme a su promesa, a ser benéfico de una manera que exhibe toda la grandeza de su propia gloria.

La laguna que los gálatas tenían en cuanto a la verdad estimuló al apóstol a plantear cinco preguntas, dirigidas a sus conciencias, para provocarles a repasar su experiencia cristiana: versículos 1 al 5. ¿Quién les embrujó? ¿Cómo recibieron el Espíritu? ¿Culmina en la carne la vida que ustedes empezaron en el Espíritu? ¿Fue por nada lo que ustedes han sufrido por ser cristianos? ¿Fue porque guardaron la ley, o porque creyeron el evangelio, que Dios les concedió su Espíritu?

Hablamos de las faltas de ellos, pero quizás muchos otros fallan sin que se les haga concientes de ello. Que estas preguntas, entonces, actúen como sondas agudas para explorar nuestros corazones y mostrarnos si nuestra condición también es subcristiana.

Nada es más poderoso que la Palabra de Dios, y ningún asunto puede ser resuelto más eficazmente que por referencia a ella. “Es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón”, Hebreos 4.12.

Por esto, en los versículos 6 al 14, habiendo abierto sus mentes, Pablo hace ver desde las Escrituras cómo se obtiene la bendición:

La fe de Abraham le fue contada por justicia, Génesis 15.6.

Él también recibió la promesa de bendición para creyentes de toda nacionalidad,
Génesis 12.3.

No hay bendición para quien infringe la ley, sino sólo una maldición, Deuteronomio 27.28.

La justificación no viene por la ley, ya que Habacuc 2.4 anuncia que el justo por la fe vivirá.

La fe en Cristo crucificado, quien fue hecho maldición en el madero, es el único medio por el cual se obtiene la redención de la maldición de la ley, Deuteronomio 21.23.

Reflexionemos sobre estas referencias, llevando en mente que todavía le agrada a Dios bendecir.

3.15 al 29
Promesas en vez de ley

Para entender un pasaje complicado de la Escritura, por regla general conviene ver primeramente qué está escrito acerca de Cristo. Al verle a Él y darse cuenta de su lugar, con frecuencia las otras partes caen rápidamente en su sitio.

Ya hemos visto que Cristo fue hecho para los judíos su Redentor de la maldición de la ley y fue por medio de Él que se dio el Espíritu a los creyentes gentiles. En la lectura presente aprendemos que Dios, cuando prometió bendecir a Abraham y a su simiente (no a sus simientes), en efecto basaba esta promesa en Cristo.

No es Isaac la simiente, aunque él era una simiente prometida, sino Aquel quien Isaac prefiguraba. Cuando Dios había hecho y confirmado sus promesas, fue imposible ponerlas a un lado al promulgar la ley 430 años más tarde. “Cuando Dios hizo la promesa a Abraham, no pudiendo jurar por otro mayor, juró por sí mismo, diciendo: De cierto te bendeciré con abundancia y te multiplicaré grandemente”, Hebreos 6.13,14. De esto trata Gálatas 3.15 al 18.

¿Entonces por qué se dio la ley con señales tan portentosas? versículo 19. ¿Acaso la ley no sería contraria a las promesas? versículo 21. Había que dar respuestas acertadas a estas preguntas para hacer ver a los gálatas que ellos estaban exaltando la ley a expensas de Cristo. Dichas respuestas son importantes para nosotros también si vamos a estar firmes en la libertad que es en Cristo, 5.1.

Dios dio la ley a Israel, pero no a toda nación, para acentuar aquella especie de pecado conocida como la transgresión. “La ley produce ira; pero donde no hay ley, tampoco hay transgresión”, Romanos 4.15. “Reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que no pecaron a la manera de la transgresión de Adán, el cual es figura del que había de venir”, Romanos 5.14. “Ahora bien, si no cometes adulterio, pero matas, ya te has hecho transgresor de la ley”, Santiago 2.11.

La ley fue añadida después de las promesas, y entró, como si fuera, para actuar como guardián de Israel hasta que viniera Cristo, la Simiente prometida. Para aquel período les colocó en la categoría de transgresores, quienes esperaban con el resto de la humanidad la fe que todavía estaba por ser revelada. La ley de ninguna manera era contraria a las promesas, ya que su fin no era la de dar vida. Sirvió para mostrar indirectamente que la vida, la justicia, la herencia, y todo lo que había sido prometido, podrían ser obtenidos solamente por fe en Cristo. De esto trata Gálatas 3.19 al 26.

En una palabra, el evangelio de Pablo era Cristo. Así como al final del capítulo 2, él también advierte en este sentido en el 3:27 al 29. Todos aquellos que han sido bautizados en Cristo se han vestido de Cristo, así como los soldados visten el uniforme. Todos son vistos como un solo “pelotón” en el cual no hay distinciones de naturaleza, sociedad o sexo. Por cuanto todos son de Cristo por fe, es evidente que todos son igualmente la simiente de Abraham y herederos de Dios.

4.1 al 20
Hijos en vez de esclavos

Es una cosa tener un título por heredar, pero es algo muy diferente poder entrar en aquella herencia. Igual da ser un infante, o un esclavo, que jactarse de una herencia que uno nunca podrá recibir ni disfrutar. Los judíos se consideraban ciegamente ser los únicos herederos de promesas hechas a sus padres; pero, como infantes, no podían heredar nada que estuviera en la potestad de Dios hasta que Él dispusiera que el tiempo había llegado. Por otro lado, los gentiles, viviendo en ignorancia del solo Dios verdadero y de sus promesas, e hincándose ante los ídolos, desconocían las posibilidades de riqueza y bendición que había para ellos; versículos 1 al 3, 8 y 9.

El evangelio revela que Dios siempre tenía un tiempo señalado para cumplir sus promesas y traer la bendición que quería para toda la humanidad. En el versículo 4 es llamado “el cumplimiento del tiempo”. Era el momento en que Dios enviaría a su Hijo para desplegar plenamente las glorias de su incomparable gracia a un mundo completamente indigno, versículo 4, y posteriormente enviaría el Espíritu de su Hijo, versículo 6.

Aquel momento había llegado. Dios, por Cristo, había provisto redención para aquellos en servidumbre, y por el don gratuito de su Hijo había hecho posible para los creyentes tener la condición de hijos mayores de edad. Dado que esto aplica a todos aquellos que obedecen el evangelio, nada sorprende que Pablo les dice a sus errantes hijos en la fe, “Ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo”, versículos 4 al 7.

¿Nos damos cuenta de la gravedad y las consecuencias serias de retroceder de tan gran libertad, o someternos a una servidumbre tan rebajada? Sea por sujetarnos al pecado, o ceremonias por veneradas que se llaman, sea cual fuera la satisfacción que reciba la carne, con todo nos hemos hecho esclavos de nuevo. Estaremos desligados, apartados de Cristo, caídos de la gracia, 5.4.

Movido por un celo rara vez visto en otro siervo de Cristo, si acaso, el apóstol Pablo razona apasionadamente y les ruega con un corazón todavía lleno de amor, versículos 11 al 20. No podía aguantar estar lejos de ellos, y sentía que quizás el tono de su voz era demasiado severo. ¡Qué ejemplo para todos aquellos que tienen amor por las almas y una responsabilidad ante la grey de Dios!

4.21 al 5.12
El Espíritu en vez de la carne

Prosiguiendo con su rogativa apasionada a los gálatas a fin de hacerles reflexionar y volver sus pasos a la senda de la verdad, en los versículos 21 al 31 Pablo expone más acerca de su “evangelio de la libertad cristiana” mediante una alegoría.

El trasfondo se lee en Génesis capítulos 16 y 21, basado en la vida hogareña de Abraham. Comenzando con la historia de las “esposas” suyas y sus dos hijos, y la manera en que se decidió quién debía ser el heredero, procede a enseñar cosas que van más allá de lo que está registrado, trazando paralelos que se relacionaban marcadamente con la situación de las iglesias de Galacia.

Las circunstancias que Pablo enfrentaba tenían que ver con hermanos legítimos y falsos; aquellos que eran del Espíritu y aquellos que eran de la carne; hijos de Dios y herederos por fe, y aquellos que les perseguían por celos, burlándose de la fe e insistiendo en la necesidad de circuncidarse.

Ahora, dice el apóstol, la esposa de Abraham y la esclava representan dos pactos; uno al estilo de Agar la esclava, produjo hijos esclavos según la carne; el otro al estilo de Sara la libre produjo hijos de la promesa que eran libres. La Jerusalén terrestre corresponde a Agar, mientras que la Jerusalén de arriba corresponde a Sara. Así como el que nació según la carne (Ismael) persiguió al que nació según el Espíritu (Isaac), también los judaizantes persiguieron a los auténticos creyentes en Cristo.

Pero, así como Abraham despachó de su hogar sin contemplación a Agar y a su hijo, también los creyentes deben rechazar totalmente a aquellos que practican una negación de la verdad del evangelio. El apóstol Juan, escribiendo mucho más tarde de aquellos que no continuaban en la doctrina de Cristo dijo: “No lo recibáis en casa, ni le digáis: ¡Bienvenido!” 2 Juan 9 al 11.

Los gálatas sólo tenían que quedarse firmes en su libertad y no permitir que nadie les esclavizara de nuevo. En Cristo Jesús la carne no cuenta para nada, ni siquiera los ritos venerados a lo largo de años; sólo tiene valor la fe que actúa en amor, 5.1 al 6.

Con una pasión estimulada tanto como en cualquier parte de sus epístolas, Pablo contrasta la persuasión de ellos con la persecución suya, 5.7 al 12. Aun cuando la cruz es un tropiezo para muchos, el fiel siervo del Señor no negará a Aquel que sufrió la cruz y llevó su maldición.

“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. Los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Todos los que quieren agradar a la carne, éstos os obligan a que os circuncidéis, solamente para no padecer persecución a causa de la cruz de Cristo. Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo”, Gálatas 2.20, 5.24, 6.12,14.

5.13 al 26
Libertad en vez de licencia

Se ha dicho a menudo, y con razón, que el hombre es una criatura de extremos, oscilando de un lado a otro como un péndulo.

Durante la época bajo la ley desarrollaba códigos de conducta para regular todas sus actuaciones y así demostrar la perfección de su obediencia. Lamentablemente, en su atención detallista a cosas no exigidas, se descuidaba totalmente de lo que tenía más importancia, como el Señor Jesucristo señaló. “Diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello”, Mateo 23.23.

Una vez suelto del yugo y la maldición de la ley, y liberado para vivir una vida en el poder del Espíritu del Hijo de Dios, su tendencia es de ir al extremo opuesto y presumir que está libre para hacer lo que le venga en gana. Ambas actitudes son erradas por igual, contradicen el evangelio, y demuestran que el libertino que profesa fe en Cristo es un hombre según la carne tanto como el fariseo bajo la ley.

La gran lección práctica que el evangelio enseña a los convertidos es que la libertad a la cual han sido llamados les llama a vivir vidas bajo el control del Espíritu. Es en este punto en su carta que Pablo señala cómo este estilo de vida difiere radical y claramente de las vidas de aquellos que no tienen parte ni suerte en el reino de Dios.

Primeramente, andar en el Espíritu asegurará que el creyente no viva para gratificar los deseos de la carne, 5.16. Segundo, ser guiado por el Espíritu lo guardará de no estar bajo la ley, 5.18, pero a la vez estar sujeto a Cristo. Tercero, su vida será productiva en toda cualidad espiritual y moral, así como fue evidente en toda su hermosura en la vida de Cristo mismo, versículos 22 y 23. Es obvio que un creyente que no se ciñe a la base fundamental del evangelio no puede alcanzar esta manifestación de carácter y conducta.

El apóstol ya había escrito en el 2.20, “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”, y ahora escribe, “Los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos”, versículo 24. De manera que, por medio de la cruz en la cual Pablo se gloriaba, 6.14, todas las feas obras de la naturaleza incorregible y caída del hombre se cuentan como crucificadas. En su lugar la vida nueva en Cristo en el creyente se ve en servicio humilde a otros como el de Cristo mismo.

capítulo 6
La palabra final

En este último capítulo de esta sustanciosa y poderosa carta (véase también 2 Corintios 10.10: “… dicen, las cartas son duras y fuertes”) es llamativo cómo la fuerza del predicador en Pablo se combina con el cuidado tierno del pastor y maestro.

Los hermanos falsos han sido derrumbados. Se ha mostrado que aquellos que meramente se jactaban en la mutilación de la carne de otros ignoran la verdad tocante a la cruz de Cristo. Es como el apóstol escribirá posteriormente, en Colosenses 2.11: “En él también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo”. En esta carta Pablo ya ha dicho que ni la circuncisión ni la incircuncisión valen algo, 5.6, y antes de poner su pluma a un lado lo dice de nuevo, en el 6.15.

Finalmente insiste en que las doctrinas tienen la finalidad de incidir sobre la práctica. Por esto aplica su evangelio a ciertas actitudes y prácticas particulares de los gálatas. Lo hace tan hábilmente que, aun cuando no reconozcamos algunas de sus estampas, las mismas debieron representar acertadamente las características de la vida de los gálatas.

Hay la persona que ha sido sorprendida por algún pecado, y el “caballero espiritual” que interviene para restaurar y, por amor de Cristo, quitarle algo de su carga acaso le tropiece de nuevo, versículos 1 y 2.

Entonces hay el egoísta que fastidia a otros con sus logros pero, no siendo nada, sólo ha logrado engañarse a sí mismo. Los tales deben aprender a guardar para sí sus jactancias, versículos 3 al 5.

Hay también aquellos que reciben instrucción espiritual pero no sienten una obligación a recompensar con recursos materiales a sus instructores. A esto se les advierte que Dios no es engañado, ya que lo que uno gasta en sí mejor se puede dar a otros, especialmente a aquellos en la familia de la fe, versículos 6 al 10.

Por último, algunos estaban buscando popularidad en el mundo, queriendo evitar la persecución que es la suerte común de los cristianos, versículos 12 al 16.

Antes de dar su breve bendición, el celo espiritual de Pablo estalla una vez más. Su propia mano escribió estas palabras en letras grandes; su propio cuerpo llevaba las marcas de sus sufrimientos en el evangelio, prueba de su sumisión al servicio del Señor Jesús. Había padecido suficientes contratiempos. Basta ya.

 

 

[1] 1 Corintios 16.1, 2 Timoteo 4.10 y 1 Pedro 1.1.

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