La lectura y el estudio de la Biblia (#775)

 

La  lectura  y  el  estudio  de  la  Biblia

W.J. Hocking
Traducido de la revista
The Bible Monthly,
Tomo X, Londres, 1930

 

Contenido

1         La sola lectura de la Biblia                          

Por qué, cómo y cuándo leer las Escrituras

2         La Biblia como la voz de Dios                    

El mensaje para uno; los estorbos

3         La vista del paisaje bíblico                          

El telescopio y el microscopio sobre Cristo

4         Los rasgos sobresalientes del Libro      

Algunos temas; la creación y la caída como ejemplos

5         Un camino deleitoso:
El libro de Jonás  Tres análisis preliminares de la profecía

6         Otro camino deleitoso:
El libro de Marcos El tema de este Evangelio y algunas veredas

7         La gente que encontramos                        

Las genealogías y las bibliografías

8         Una estaca para colgar en ella alguna cosa      

Las profecías; José como ejemplo

9         Siluetas escondidas:
El diluvio y el horno  Los días de Noé y los de Daniel

10        Otra silueta: Jonás de nuevo                 

Jonás como figura y señal profética


1 La sola lectura de la Biblia
Por qué, cómo y cuándo leer las Escrituras

Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas. Apocalipsis 1.3

Debe ser entendido en los comentarios que siguen que se da por aceptada la plena inspiración de las Sagradas Escrituras. Las varias comunicaciones y los diferentes relatos que están entretejidos para formar nuestra Biblia son los que Dios propuso para nuestra posesión. Además, las Escrituras, variadas en carácter como son, están presentadas de una manera sin falta y en palabras tan perfectas que al recibirlas por fe estamos recibiendo la absoluta verdad de Dios. Esta verdad puede corregir todos los errores de pensamiento y conducta a las cuales estamos predispuestos, y puede contrarrestar aquellos errores de opinión humana que de otra forma podríamos abrazar.

Las Escrituras en su conjunto constituyen una compilación entera y armónica, y la producción de los escritos originales fue preservada bajo la superintendencia del Espíritu Santo de las imperfecciones que necesariamente caracterizan toda otra literatura. Ellas poseen también una autoridad soberana y suprema sobre nosotros, y quienes niegan o cuestionan su autoridad, o sólo hacen caso omiso de ella, traen daño a sus almas y acarrean peligro en cuanto a su destino eterno. Las Escrituras se nos presentan como la palabra de Dios.

La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma;
el testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al simple;
los preceptos de Jehová son rectos,que alegran el corazón;
el mandamiento de Jehová es claro, que alumbra los ojos;
el temor de Jehová es limpio, que dura para siempre;
los juicios de Jehová son verdad, y a una son justos.
Deseables son más que el oro, y más que mucho oro fino;
dulces también, más que la miel
y que las gotas que destilan los panales.
También tu siervo es amonestado con ellos,
y en guardarlos hay grande galardón.

Salmo 19.7 al 11; Versión Moderna de 1893

Por qué debemos leerla

Veamos primeramente la necesidad de leer las Escrituras. Es sorprendente que tantos no comprendan que la lectura de la Biblia no es opcional sino un deber ineludible (para quienes pueden hacerlo). Hay quienes colocan la Biblia al mismo nivel que los libros corrientes de turismo, poesía, historia o cosas parecidas, y consideran que están libres a escoger los que más les interesan y agradan, o a no leer ninguno.

Semejantes ideas son del todo erradas y enteramente decepcionantes. Como Dios mismo es el solo Dios, y no tolera rivales en la adoración, así la palabra de Dios es divina, y no puede ser clasificada con los escritos de hombres, salvo para degradarla. Es cierto que la Biblia tiene sus atracciones propias. Las palabras del Sagrado Libro alegran el corazón y alumbran los ojos, pero precisamos de ellas mayormente porque son “espíritu” y son “vida”.

Cultivar rosas es un pasatiempo, pero cultivar granos es una necesidad absoluta, como bien sabemos en tiempo de escasez. Un hombre hambriento no puede aprovecharse de rosas con su belleza y aroma, necesita alimento. La lectura de cierta literatura de la Patria puede ser una parte de los estudios obligatorios, o una manera de adquirir conocimientos sobre el quehacer humano, o un alivio después de horas de faena, pero la lectura de las Escrituras es la búsqueda de alimento para la vida del alma delante de Dios.

Nuestro Señor le citó a Satanás la Versión de los Setenta: “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”, Deuteronomio 8.3, Mateo 4.4. Jeremías el profeta es ejemplo de un hombre que empleó las Escrituras para satisfacer su necesidad interior: “Fueron halladas tus palabras, y yo las comí; y tu palabra me fue por gozo y alegría de mi corazón”, Jeremías 15.16.

Cómo debemos leerla

Por cuanto la lectura de la Biblia es una imperiosa necesidad para todos —sea que leamos o nos lean— y es esencial para nuestra salud espiritual, conviene considerar ahora cómo debemos leer la Biblia. Es sorprendente como algunos guardan ideas vagas y curiosas en este sentido. Como hay los aficionados —y hasta los caprichosos— en cuanto a la dieta conveniente para la alimentación del cuerpo, los hay también en cuanto a la alimentación del alma. Cada aficionado está convencido de que su propio esquema es el mejor posible y el más satisfactorio.

Algunas personas están convencidas de que determinada galleta o receta puede surtir todo el valor alimenticio que el cuerpo humano requiere, y así algunas personas, por ejemplo, nos aseguran que con leer ellos un capítulo por día Satanás no les va a molestar. Pero la verdad es que los remedios simples y rutinarios muchas veces son engañosos y hasta dañinos. No hay soluciones preconcebidas que merecen confianza. En algunos casos un solo versículo puede bastar y en otros un capítulo largo no sería adecuado.

Probablemente el método o la rutina en sí sea de menos importancia que el espíritu en que uno realiza su lectura. ¿Hay apetito? El hambre es el mejor adobo, el mejor estimulante. Job nos es un ejemplo del profundo interés que la palabra de Dios amerita: “Guardé las palabras de su boca más que mi comida”, Job 23.12. El patriarca tenía reverencia y una estima afectuosa por las palabras porque procedían de la boca de Dios. Siendo así, consideraba que esas palabras eran tan necesarias a la vida de su espíritu como la comida diaria para la vida de su cuerpo.

Esta devoción intensa es inseparable de la lectura provechosa de la Biblia, y debe ser cultivada. Dios está hablando; por lo tanto yo debo escuchar y no perder una palabra. Esta actitud es completamente diferente de la que mucha gente —aun creyentes— tiene al acercarse a las Santas Escrituras.

“Yo leo sólo los Evangelios y los Salmos”, dijo una señora de cierta preparación. “No entiendo ninguna otra parte de la Biblia”, añadió con cierto desdén, “y francamente dudo que otros entiendan también”. Aseguradamente jamás entró en su mente que las Escrituras vienen de Dios como su medio de comunicación para nuestro alumbramiento y edificación.

Otra persona profesaba sólo tantear la Biblia de tiempo en tiempo, alegando que ya conocía todo lo que hay de valor práctico en ella. “No me hace falta leerla como costumbre, ya que estoy al tanto de sus puntos esenciales, y encuentro muchas partes que me son pesadas”. Nos preguntamos si este individuo tan satisfecho consigo mismo había leído alguna vez que “si alguno se imagina que sabe algo, aún no sabe nada como debe saberlo”, 1 Corintios 8.2; porque la Biblia es el libro de Dios que nunca podemos absorberlo de un todo.

Se oye otra excusa débil e indigna por descuidar el Libro. “Sé más o menos todo lo que necesito de la Biblia, ya que me acuerdo de lo que aprendí cuando joven”. Aquí también hay confusión entre un conocimiento superficial con la letra de las Escrituras y su valor como orientación en los problemas del quehacer diario, el cual descubrimos sólo por referencia continua a sus páginas.

En síntesis, se puede decir que para probar el verdadero valor de las Escrituras, tenemos que leerlas, cualquiera que sea el método:

  • con regularidad, en la medida posible
  • con atención, no dejando que otras cosas estorben
  • con reverencia, reconociendo que Dios está hablando en lo que estamos leyendo.

Cuándo conviene leerla

Ahora llegamos a pensar en cuándo mejor podemos leer nuestra Biblia. Es cierto que ella puede ser leída en todo tiempo y en cualquier momento. Pero los que profesan leerla en cualquier ocasión generalmente no la leen en ninguna. Una buena regla es la de leerla por lo menos una vez cada día. Aquellos que pueden poner aparte un período fijo en una o más ocasiones del día, deben hacerlo.

Si es factible dedicarse a este ejercicio una sola vez al día, es preferible que sea en la mañana antes de que comience la presión del quehacer de las cosas materiales, y mientras la mente y el corazón estén frescos. Es la hora cuando Dios da su mensaje del día a aquellos que buscan su rostro. El salmista oró: “Hazme oir por la mañana tu misericordia, porque en ti he confiado; hazme saber el camino por donde ande, porque a ti he elevado mi alma”, Salmo 143.8.

El profeta Ezequiel dice que la palabra de Jehová le vino por la mañana; Ezequiel 12.8. Muchas veces es cuando apunta el día y huyen las sombras que oímos la voz de nuestro Amado, y el Señor llama a sus ovejas por su nombre. ¿No fue así aquella mañana de la resurrección en el huerto, cuando llamó a María Magdalena por nombre y le dio a ella el mensaje que correspondía? Siempre es grato oir su voz. Dulce es al leer, por ejemplo, en Jeremías 31.3 y oirle decir a uno, “Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia”.

¿Hay alguna excusa legítima, especialmente para la gente joven, de perder una lectura privada de las Escrituras temprano en la mañana?

Los placeres de la lectura

Es de temer que algunos no leen la Biblia con la debida frecuencia, y en las oportunidades que bien podrían hacerlo, porque consideran que es una faena desagradable. Desconocen el placer que es leer las Escrituras. Un joven insolente le preguntó a un recién conocido, “¿Y qué pasatiempo te agrada más?” Le tomó completamente por sorpresa la respuesta del otro mozo: “Bueno, asistir a las reuniones de oración y a los estudios bíblicos”.

El segundo muchacho había descubierto que era una experiencia codiciable participar en un evento donde él y otros se dirigían a Dios en oración unida, y a sentarse con otros creyentes para que Dios les hablara por medio de su palabra. Consideró apropiado decirle esto al recién conocido para que los dos supiesen dónde estaban parados. No llegaron a ser amigos íntimos.

La Biblia no debe ser del desagrado de ningún hijo de Dios. Cuando Ezequiel comió la palabra escrita de Dios, le fue “dulce como miel”, Ezequiel 3.3. Jeremías, al hablar en el mismo sentido de alimentarse de la palabra divina, dijo que fue por gozo y por alegría de su corazón, 15.16. Un destacado militar dijo una vez: “La principal prueba de que la Biblia es buena comida está en comérsela”. Una persona podría preparar un análisis químico del contenido de un bollo de pan, y nombrar correctamente todos sus componentes, pero también podría morir de hambre al no estar dispuesta a digerirlo.

Los que sienten que la Biblia es la palabra de vida son aquellos que la aman y la estiman. Cuando en el Siglo XVI se introdujo la Biblia impresa en Inglaterra por primera vez, un contemporáneo escribió: “Toda persona en condición de hacerlo compró el libro, o se dedicó a leerlo, o buscó quién se lo leyera”. Se podía decir de ellos lo de Isaías 12.3: “Sacaréis con gozo aguas de las fuentes de la salvación”.

Así, cuando escudriñamos las Escrituras, tenemos el placer de encontrar algo nuevo acerca del Señor Jesucristo o algo nuevo acerca de nuestro carácter, bendición o deber.

 

2 La Biblia como la voz de Dios
El mensaje para uno; los estorbos

Si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, e hicieres lo recto delante de sus ojos, y dieres oído a sus mandamientos, yo soy Jehová tu sanador. Exodo 15.26

Es uno de los grandes privilegios de la vida cristiana el hecho de tener cada uno particularmente un acceso a Dios el Padre por medio del Espíritu Santo con base en el Señor Jesucristo. Podemos entrar en todo tiempo en su sala de audiencias. Estamos siempre en libertad de doblar la rodilla ante Dios y conversar con Él en oración. Además, podemos abrir nuestra Biblia en cualquier parte, y Dios nos hablará por medio de aquella palabra.

La mayoría de nuestros lectores están conscientes de esto, en una manera general por lo menos. Pero nuestro propósito aquí es el de averiguar si nos aprovechamos plenamente de la Biblia como el oráculo de Dios y si realmente escuchamos cuando nos habla. Veamos la cuestión netamente desde el punto de vista personal. Hagamos caso omiso por el momento de la multitud en derredor que posiblemente goce del mismo beneficio que nosotros, si lo aprovecha. Ahora, ¿reconoce usted que las palabras que lee en la Biblia son dirigidas a usted mismo?

El amor mutuo

Muchos dirán que sí, tal vez sin pensar en lo que está involucrado. Por esto, y para aclarar el asunto lo más que podamos, tomaremos unos ejemplos.

Vamos a suponer que usted está leyendo en Juan capítulo 15. Usted llega al conocido versículo 17, y encuentra al Señor hablando a sus discípulos: “Esto os mando: Que os améis unos a otros”.

Aquí, dice usted, está registrado lo que el Señor Jesús dijo inmediatamente antes de su crucifixión hace diecinueve siglos. Es cierto, ¿pero pensar dejar el asunto así? ¿Será que este mandamiento fue dado tan sólo a Pedro, Juan y Jacobo y el resto de los once? No. Las palabras leídas son para usted también.

Efectivamente, estas palabras fueron dirigidas en primera instancia a los apóstoles, quienes sin duda necesitaban el mandamiento de amarse mutuamente. Aquella misma noche, en aquel mismo salón, habían discutido sobre quién sería el mayor. Pero, dado que estas palabras han sido incorporadas en las Sagradas Escrituras para que usted las lea, ellas se aplican directamente a usted ahora. Ha sido ordenado de parte de Dios que de esta manera usted reciba exactamente la misma instrucción que el Señor dio con la palabra de su boca a aquellos que le acompañaron esa noche.

Volvamos al pasaje para considerarlo en la forma en que está dirigido a usted. Las palabras son: “Esto os mando: Que os améis unos a otros”. Pregúntese: ¿Quién está hablando? Su respuesta será: El Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. Por esta razón son palabras de amor y autoridad de Él para usted.

Ahora, hágase otra pregunta. ¿A quién se aplica este mandamiento? No vaya a decir simplemente que se aplica a todos los hijos de Dios, y así intentar a esconderse en la muchedumbre. La verdad es que el mandamiento le es dado a usted. Al leer estas palabras está en la presencia del Señor Jesús. Al hablarlas a usted, le está animando a amar a sus hermanos en Cristo.

¿Cuál es, entonces, su reacción mientras el Señor expresa de nuevo en sus propios oídos, como si fuera, su mandamiento nuevo? (Véase Juan 13.34). ¿Usted se ha acostumbrado a amar al pueblo de Dios? ¿Ama a sus hermanos en la fe hoy día? ¿Lo hará para siempre? Usted alega que ama a todos los hijos de Dios, y los quiere mucho. Saluda amigablemente a cada creyente al encontrarle. Pero tenemos que llegar a lo específico.

Acuérdese del caso de la anciana Sra. de Tal. Es una viuda pobre, y no tiene familia que se interese por ella. Usted se acuerda de aquel día cuando ella se despidió de usted para marcharse a su casa. Usted había dicho que tenía mucho gusto en verla de nuevo; a lo mejor le citó un versículo; le dio una sonrisa cortés al despedirse, y hasta dijo, “Que Dios le bendiga, hermana”. Francamente, usted casi usó el lenguaje de Santiago: “Vete en paz, caliéntate y sáciate”.

En ese momento usted no se dio cuenta, pero ahora reconoce que su amor ha podido extenderse más aquel día. Ha podido conocer la situación más de cerca, y haber respondido con algo de alimento o abrigo. Parece que su amor para con la Sra. de Tal es en palabra y lengua solamente, y no de hecho y en verdad; 1 Juan 3.18.

Pero el caso es que usted ha sido mandado a amar a esa señora viuda en particular, y en general a todos aquellos que siguen al Señor. El genuino amor cristiano se prueba al ministrar a las necesidades de los demás. Sólo el Señor puede juzgar acertadamente el cumplimiento suyo con el mandamiento de amar a los demás; usted puede juzgarse a sí mismo sólo conforme a su palabra.

Es en esta manera que un pasaje de las Escrituras, leído debidamente como la voz del Señor, corrige o justifica lo que usted ha hecho en el pasado, y a la vez le dirige en cuanto a su conducta en el futuro.

La alabanza de todo corazón

Además, usted tiene que tomar en cuenta que las Escrituras tienen una diversidad de aplicaciones, como puede probar por sí mismo. Por cierto, nunca encontrará su pleno valor mientras no deje que ellas juzguen sus pensamientos y su camino.

Tomemos otro ejemplo, buscando esta vez en el Antiguo Testamento. Habrá leído últimamente en el Salmo 9, donde el primer versículo dice: “Te alabaré, oh Jehová, con todo mi corazón”. Cuando leyó lo dicho allí por David, el dulce cantor de Israel, ¿reflexionó si usted alaba al Señor con todo su corazón en las reuniones?

Quizás se acuerda que apenas el otro domingo estaba pensando, “¡Qué recio canta el señor Tal! No deja oir a más nadie. No me gusta que cante así”. Claramente, entonces, usted no estaba alabando con todo su corazón; una parte estaba dedicada a otra cosa. Esta escritura es la voz de Dios, diciéndole qué espera Él de usted de todo corazón. Vaya al Salmo 119 a ver qué dice allí del corazón, y verá que es así.

Estorbos al oir la voz

Posiblemente usted está diciendo, ¿Por qué no siempre escucho la voz de Dios en las Escrituras? Puede haber varias razones, pero el espacio me permite sugerir sólo dos.

Puede ser que usted no oiga porque no está atento. Está escrito que el pueblo de Jerusalén “estaba suspenso oyéndole”, Lucas 19.48. Ellos están en contraste con los sacerdotes y escribas que querían tomar al Señor Jesús en sus palabras. El pueblo quería algo provechoso para su alma, y estaba dispuesto a escuchar para recibirlo.

Cornelio y sus amigos estaban atentos a oir el evangelio por parte de Pedro, ya que dijo al apóstol, “Todos nosotros estamos aquí en la presencia de Dios, para oir lo que Dios te ha mandado”, Hechos 10.33. Ellos no perdieron una palabra y aprendieron la libertad del evangelio.

Una persona que pone la bocina del teléfono a su oído tiene que prestar atención a lo que el aparato transmite. Si él o ella realiza simul-táneamente una conversación con otra persona a su lado, mal va a comprender las palabras transmitidas a su propio oído por el teléfono. De la misma manera, cuando usted se acerca a la Biblia es bueno decir como el salmista, “Escucharé lo que hablará Jehová Dios”, Salmo 85.8. Sea atento mientras lea, acaso pase por alto algo en el pasaje que le sea importante.

En segundo lugar, puede ser que usted pierda la viva voz de Dios porque no se acerca a las Escrituras en un espíritu de oración. Es precisamente en el ejercicio de la oración que uno llega a estar consciente de la presencia de Dios nuestro Padre. Por medio de la oración se prepara el corazón para buscar al Señor y conocer su voluntad.

Josafat lo hizo: “Has dispuesto tu corazón para buscar a Dios”, 2 Crónicas 19.3. Roboam, en cambio, “no dispuso su corazón para buscar a Jehová”, 12.14. En cuanto a Esdras, había preparado su corazón (i) para inquirir en la ley de Jehová, (ii) para cumplirla, y (iii) para enseñarla”, Esdras 7.10.

¿Usted pide dirección sobre qué debe pedir en oración? Consulte las muchas oraciones en los salmos, como por ejemplo, “Enséñame tu camino”, “Enséñame tus sendas”, “Enséñame tus estatutos”, “Me enseñes tus juicios”, 27.11, 25.4, 119.26,108. Leemos también, “Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios”, y “Abre mis ojos, y miraré las maravillas de tu ley”, 143.10; 119.18.

Estos dos puntos son de gran importancia práctica a usted en su manera de leer la Biblia. Tenga cuidado de todo estorbo; más bien, (i) concentre su atención para que pueda captar la voz de Dios en su palabra, y (ii) ore al Señor que le señale el camino por el cual debe andar y la obra que debe hacer. Es muy triste cuando Dios tiene que decir a su pueblo: “Les hablé, y no oyeron; los llamé, y no han respondido”, Jeremías 35.17.

 

3 La vista del paisaje bíblico
El telescopio y el microscopio sobre Cristo

Comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían. Lucas 24.27
La Escritura no puede ser quebrantada. Juan 10.35

En los escritos anteriores se ha dirigido la atención a la necesidad absoluta de que empleemos las Escrituras como un medio de discernir la voluntad de Dios para nuestra orientación en el quehacer diario y como un incentivo a la adoración y el servicio para Dios de una manera que le agrade. Esta necesidad recae sobre todo creyente, joven y mayor, en toda condición y circunstancia. Nuestra súplica a Dios debe ser, “Enséñame tu camino”.

Llegamos ahora a otra cuestión, que es la de apropiar y acumular el conocimiento espiritual que está guardado en las Santas Escrituras. Tenemos que leer, pero también tenemos que comprender lo que leemos. O sea, debemos echar mano de la palabra de Dios.

El etíope que regresaba a su país desde Jerusalén estaba leyendo en voz alta el profeta Isaías. Había tomado el paso preliminar que fue necesario para que recibiese la luz de la verdad divina; pero aun cuando leía la verdad, estaba todavía en la neblina. Algo hacía falta, y la pregunta de Felipe lo definió: “¿Entiendes lo que lees?” inquirió el evangelista. El viajero tuvo que confesar su ignorancia del verdadero sentido de Isaías 53, y su necesidad de que alguien le orientara. Felipe dio el dato que faltaba: Jesús.

La comprensión de las Escrituras

En el sentido bíblico de la palabra, la comprensión está al alcance de todo creyente. Se alcanza, sin embargo, sólo con esfuerzo de parte nuestra. Somos justificados por fe, pero somos instruidos por obras. Es el alma del diligente que será prosperada; Proverbios 13.4.

El Señor enseñó a sus discípulos a buscar el entendimiento. Refiriéndose a las profecías de Daniel, les dijo: “El que lee, entienda”, Mateo 24.15. Y en otra ocasión cuando se aludía a su propia enseñanza, Él preguntó, “¿Cómo es que no entendéis?” Mateo 16.11. ¡Ay, pero cuán torpes somos la mayoría de nosotros! ¿El Señor no nos preguntaría a nosotros también cómo es que no entendemos? ¿Y qué respuesta podríamos darle?

Algunos de nuestros lectores reconocen lo limitado de su entendimiento de las Escrituras, y desean consejo sobre cómo pueden estudiar para provecho. Hay muchos métodos. Cualquiera que sea el plan que se adopte, no habrá ningún verdadero progreso hasta que el estudio sea acompañado de oración y sincero esfuerzo. Comience con oración y termine con oración; estudie diligentemente y no medio dormido.

El telescopio y el microscopio

No hay un solo esquema de lectura y estudio que convendrá a todos por igual. Todos sabemos que hay entre los creyentes una gran diversidad de capacidad, y un método cualquiera será de ayuda a sólo algunas personas. Los métodos practicados van desde la técnica telescópica hasta la microscópica, y hay muchas de por medio.

A algunos les encanta el gran panorama desde el Génesis hasta el Apocalipsis; otros se deleitan en los nichos de verdad y hermosura como Juan 3.16, 1 Timoteo 1.15 y otros textos favoritos. Los que son más sabios dan la buena acogida a cualquier medio que incrementa su conocimiento de la palabra de Dios, tanto en conjunto como en detalle.

Ahora, en el ámbito natural el telescopio nos trae las maravillas de la creación que exhiben los mundos estelares, mientras que el microscopio revela bellezas y perfecciones en los organismos vivos en derredor, los cuales son invisibles al ojo por sí solo. Se aprende la sabiduría del Creador del uno y del otro, pero pocos estudiantes de la naturaleza están plenamente adiestrados en el uso de ambos instrumentos, aun cuando todos pueden aprovecharse de una manera general de las realidades descubiertas por medio de ellos.

Entonces, es importante tener una visión amplia de las Escrituras como un todo. La Biblia tiene una unidad orgánica, peculiar a ella como la revelación dada por Dios al hombre. Los sesenta y seis libros o tratados que la componen se unen para construir la biblioteca divina o la palabra de Dios.

Estos libros procedieron en primera instancia de las plumas de más de treinta escritores que vivían a lo largo de un período de casi mil seiscientos años. Pero, con todo, sus diferentes secciones se intercalan para formar un solo Libro con un solo tema encerrado en todo el tomo.

El grupo de autores fue tomado de entre diversos estratos de la sociedad humana, tales como reyes, sacerdotes, profetas, pescadores y pastores, pero la unidad de sus varias producciones fue asegurada por el hecho de que aquellos “santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo”, 2 Pedro 1.21. Su gran tema fue “los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos”, 1 Pedro 1.11.

En vista de esta relación estrecha entre una parte con todo el resto, se ha comparado un vistazo sistemático y general de la Biblia al uso de un telescopio para lograr una apreciación de los cerros, valles, ríos y ciudades que componen el paisaje de una región.

A lo mejor Abraham no requería semejante instrumento para ayudarle cuando Jehová le mandó a alzar sus ojos y mirar desde el lugar donde estaba hacia el norte y el sur, y al oriente y al occidente, porque toda la tierra a su vista sería para él y su descendencia para siempre; Génesis 13. A Moisés no le fue permitido entrar en Canaán, pero a él también le fue concedido ver toda la tierra prometida desde Dan en el norte hasta Judá en el sur; Deuteronomio 34.1 al 4.

Ese estudio panorámico y visual le permitió al líder de Israel ver la maravillosa configuración de aquel país fructífero, y darse cuenta de que era una “buena tierra” que Dios había escogido como la morada de la simiente de Abraham. Estas visiones amplias dieron a aquellos padres de Israel una idea general del arreglo de la Tierra Santa.

De una manera similar, nosotros debemos esforzarnos a tener por delante el trazado general de las Escrituras desde su comienzo hasta su fin. Este conocimiento nos permitirá buscar fácilmente aquella parte de la Biblia que versa sobre una verdad en particular que nos interesa. Nos cuidará de buscar las montañas de Jerusalén en la llanura de Jezreel.

Cristo mismo la clave

Bien se ha dicho que el Nuevo Testamento está escondido en el Antiguo, mientras que el Antiguo Testamento está revelado en el Nuevo. El Antiguo Testamento muestra la sombra, y el Nuevo contiene la sustancia.

Los discípulos se acercaron al Señor cuando estaba sentado en una montaña y les enseñaba; Mateo 5. Debemos presentarnos ante el Señor sentado en lo alto, y nos mostrará a sí mismo “en todas las Escrituras”. En el Antiguo Testamento leemos del primer hombre, pero en el Nuevo del gran segundo hombre. En todo el comienzo de la Biblia leemos del árbol de la vida y los ríos que regaron la tierra; en su último capítulo encontramos de nuevo el árbol de la vida y ahora un solo gran río de agua de vida. En el Génesis 3 se relata de la serpiente cuando tentó a Adán y Eva; en el Apocalipsis 20 se relata el encarcelamiento y la destrucción final de “la serpiente antigua”. Estos son uno o dos puntos entre los muchos que muestran la unidad de la Biblia, y en particular las notas clave a su comienzo y terminación. Su maravillosa armonía nos deleita en cada página.

Cuando el Señor Jesús se manifestó a sus discípulos después de su resurrección, les mostró el paisaje del Antiguo Testamento, y todo lo que había sido escrito y dicho de Él sobre su muerte y resurrección al tercer día. Se refirió al Testamento con sus tres partes al estilo de los judíos: la ley de Moisés, los profetas y los salmos; Lucas 24.47. El Señor dijo de ellas que “todo lo que está escrito de mí”. Esta característica forma los linderos de aquel paisaje, distinguiendo la Biblia de toda literatura humana.

Así, tomando el Génesis como un ejemplo, la historia de Abraham presenta a su simiente, Cristo, en quien todas las naciones del mundo serán bendecidas. Isaac tipifica la relación entre Cristo y la Iglesia. Jacob representa el cumplimiento de las promesas en relación con la peregrinación del pueblo terrenal de Dios. José en el pozo, en la cárcel y en el puesto de mando es una sombra del Cristo venidero.

Uno podría proseguir de esta manera, observando cómo se unen la promesa, la profecía y el tipo para predecir la manifestación al mundo de aquel enviado de Dios. Cuando Pablo y Silas fueron a Berea, contaron a los judíos allí que ya había acontecido lo que fue predicho en los escritos antiguos. Esa gente merece nuestro reconocimiento, porque “recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así”. Como consecuencia, creyeron algunos; Hechos 17.

Encontraremos que este plan de estudio es siempre fructífero. Busquemos a aquél, Cristo, al que ama nuestra alma. Dondequiera que busquemos en los fértiles campos de las Escrituras, encontraremos algo relacionado con nuestro Señor. En ninguna parte está lejos de nosotros. “Me hallan los que temprano me buscan [con diligencia me buscan]”, Proverbios 8.17.

 

El Señor dijo: “Escudriñad las Escrituras … ellas son las que dan testimonio de mí”, Juan 5.39. Se le encuentra en el monte de Moriah, en el valle de Ela, sobre el trono de marfil, y en el vientre del gran pez. Como en el templo, así en la Biblia: todo proclama su gloria; Salmo 29.9.

De manera que, al subir a nuestra cumbre de Pisga y captar visualmente el paisaje diversificado de las Sagradas Escrituras, hay una figura que nos cautiva e ilumina toda la escena. Dondequiera que miremos, su faz radiante nos espera. Aun en la penumbra del valle de sombra de muerte le encontramos y le escuchamos decir, “No te desampararé, ni te dejaré”.

Guardemos tenazmente este hecho, que Cristo es el factor que une las Escrituras. Tenemos que prohibir la entrada a la mente de esa idea que la Biblia es simplemente un manojo de sesenta y seis palitos de leña, todos diferentes. Creemos que se asemeja más a un árbol vivo con sesenta y seis miembros u órganos, todos bajo una misma mente controladora. Siendo así, podemos abrir el Libro en cualquiera de sus partes, y trazar el hilo vital que ata el tomo entero. El lazo, sea Josué o Jonás, sea Juan o Judas, es Cristo.

En algunas partes el tema unificador es más evidente que en otras. Algunos pueden desanimarse por no encontrar de una vez en todas partes la relación que el texto tiene con Cristo. Pero hace falta perseverancia y paciencia. Si somos sinceros, pero perplejos como el etíope que Felipe encontró, se aparecerá a nuestro lado alguno que el Señor ha enviado para guiarnos. Aun si no llega ningún Felipe, el Señor mismo nos enseñará por el Espíritu, quien ha sido enviado precisamente para guiarnos a toda la verdad; Juan 16.13. Seremos como la pareja que caminaba a Emaús, conducidos por todas las Escrituras a las cosas que ellas dicen acerca del Señor Jesucristo.

 

4 Los rasgos sobresalientes del Libro
Algunos temas principales;
la creación y la caída como ejemplos

Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil … 2 Timoteo 3.16

La Biblia es un país en el cual tenemos que vivir nuestra vida nueva y donde tenemos que recoger nuestro sustento espiritual.

¿Cómo podemos hacer esto debidamente si el terreno nos es desconocido? Hace falta que descubramos y nos acordemos de los rasgos sobresalientes y el señalamiento de las vías en este país nuestro, de manera que sepamos encontrar el camino a Cristo fácilmente en cada parte desde el Génesis hasta el Apocalipsis. De esta manera podremos descubrir con prisa, cuando sea necesario, aquellos puntos que nos puedan dar alimento y abrigo.

Cuando los hijos de Jacob buscaban pastos para la grey de su padre, sabían de una vez en qué rumbo proceder si estuvieron al tanto de las localidades en Canaán donde quedaban los buenos campos. En una época, quizás, el valle de Jezreel hacia el norte sería lo más indicado, mientras que en otra ocasión el valle de Hebrón en el sur tendría más para sus animales.

Y, como pastores, tenían que conocer la ubicación de los pozos donde podían conseguir agua para las ovejas. Los bandidos pasaban a menudo por esos campos, y por lo tanto era importante estar en condiciones de llevar la grey con toda prontitud a las elevaciones y los peñascos, y hacia las torres construidas para refugio, donde los animales quedarían a salvo de los enemigos. En fin, una parte principal de su deber como pastores era mantenerse al tanto de la disposición del territorio.

De una manera similar, el estudiante de la Biblia tiene que enfrentar la tarea de dominar el trazado de las Santas Escrituras. Debe tener un concepto acertado del contenido del Libro que rige su vida, y saber de una manera general en qué sentido proceder para conseguir lo que busca.

Pero algunos cristianos están muy desorientados cuando quieren referirse a lo que la Biblia enseña sobre un tema en particular. Que mi lector se pruebe a sí mismo. Que se pregunte: ¿Dónde encontraré los deliciosos pastos y las aguas de reposo para mi alma? ¿En qué parte está el arroyo con las piedras lisas que puedo usar para matar al enorme enemigo, en el poder del Señor? ¿Dónde puedo leer las condiciones de la ley que me condenan y dónde los beneficios de la gracia que me salvan? ¿Qué porciones contienen la historia del pueblo terrenal de Dios, y cuáles contienen el llamamiento celestial?

¿No es preciso que yo sepa si debo comenzar a buscar estas cosas en la ley, los profetas, o los salmos? ¿en los Evangelios, Hechos, o las Epístolas? ¿en Génesis, Jeremías, o Judas? Acordémonos que no estamos hablando de un conocimiento verbal de las Escrituras. Esto es muy deseable, y hablaremos en un capítulo siguiente de aprender las palabras de memoria. Es, por supuesto, una gran ventaja tener la habilidad de conseguir enseguida un determinado texto.

Por ejemplo, para encontrar el versículo que dice, “Haz lo recto y bueno”, ¿usted tiene que usar una concordancia? La concordancia tiene su uso legítimo, como veremos más adelante, pero es también el refugio del indolente y el olvidadizo.

Bien. Nuestro deseo es insistir con los nuevos y los jóvenes que deben saber por sí mismos dónde están los faros, las señales y los rasgos salientes del “terreno” bíblico. Anótelos para su propio uso, cada vez que descubra uno, u otro que lo explica para su aprovechamiento futuro.

Temas principales

Para ilustrar lo que hemos venido diciendo, vamos a esbozar algunos temas básicos en el Antiguo y en el Nuevo Testamento, respectivamente. No se debe pensar de ninguna manera que las listas serán completas; fácilmente se puede añadir a o sustituir lo que vamos a trazar. Con todo, estos apuntes nos servirán de guía en lo que estamos diciendo acerca de los rasgos sobresalientes de las Escrituras.

Veamos en el Antiguo Testamento unos nombres y temas:

  • Adán: La creación de Adán y su caída de la inocencia.
  • Noé: La destrucción del mundo pecaminoso por el diluvio.
  • Abraham: El llamamiento y la separación de Abram de la idolatría, y la promesa de Dios de una bendición universal por medio de su simiente, a saber, Cristo.
  • Moisés: La salvación de los hijos de Israel de una esclavitud en Egipto, y su constitución como una nación bajo el custodio de Dios, por sus descendientes.
  • David: Israel en Canaán, gobernado por (i) Saúl, el rey de su escogimiento, y (ii) David, el rey escogido por Dios, y por sus descendientes.
  • Manasés: 2 Reyes 21.10 al 16 La caída de Israel y Judá a la idolatría y el pecado notorio, y su remoción de Canaán de parte de los reyes gentiles.
  • Esdras: La restauración de Babilonia de un reducido número de judíos bajo Zorobabel, preparatorio al nacimiento del Mesías de acuerdo con la promesa y las profecías.

Y en el Nuevo Testamento:

  • La historia del Señor Jesús, abarcando su nacimiento, ministerio, rechazamiento, crucifixión, resurrección y ascensión.
  • El descenso del Espíritu Santo conforme a la promesa, y la formación de la Iglesia, el cuerpo de Cristo, por medio del bautismo del Espíritu. La predicación mundial del evangelio en contraste con la ley de Moisés que había sido limitada a Israel, el pueblo escogido.
  • La exposición de los resultados presentes y futuros de la expiación hecha por Cristo, mostrados en la posición y perspectiva de cada creyente en particular, y en los privilegios y responsabilidades de las iglesias.
  • La revelación de la venida de Cristo para los redimidos, de la reanudación del trato gubernamental directo de Dios con Israel y con los gentiles, el establecimiento del reino milenario, y el estado eterno y definitivo.

Uno encontrará que la mayoría de las partes de las Escrituras se agrupan en torno de uno u otro de los temas indicados en nuestra breve reseña presentada arriba. Las divisiones no corresponden al arreglo de los varios libros de la Biblia, excepto para las cuatro agrupaciones del Nuevo Testamento. Los cuatro grupos de temas corresponden aproximadamente a:

  1. Los cuatro Evangelios
  2. Los Hechos
  3. Las veintiún Epístolas
  4. El Apocalipsis y otras partes del Nuevo Testamento.

Pero es un consuelo saber que, al estudiarlas con la ayuda del Espíritu Santo, las Escrituras son su propio intérprete y expositor. Una parte echa luz sobre otra. Los temas del Antiguo Testamento están iluminados por las enseñanzas del Nuevo, y a su vez los temas del Nuevo Testamento están ilustrados en el Antiguo.

La creación y la caída

Si tomamos a título de ejemplo el nacimiento de Jesús, podemos discernir fácilmente cómo este gran marcador se presenta en muchas partes de la Biblia. En Génesis 1 al 4 se presenta la historia de la creación y la caída del hombre, pero en diferentes otras partes de la Biblia se trata el tema en mayor detalle y de varias maneras.

He aquí cuatro grupos de pasajes que guardan relación con Génesis capítulos 1 al 4:

  • La creación y el aprovisionamiento de la tierra para que el hombre la habitara se declaran como la obra de Dios en: Exodo 20.11, Salmo 8.3 al 9, Salmo 23.6, Isaías 42.5, Juan 1.1 al 5, Hechos 14.15, 1 Corintios 8.6, Colosenses 1.16,17, Hebreos 1.2, 11.3, etcétera.
  • Se hace referencia al matrimonio como una ordenanza divina en otros pasajes aparte del Génesis: Mateo 19.4 al 9, 1 Corintios 7, Colosenses 3.18,19, 1 Timoteo 3.21, 2 Timoteo 4.3 y 1 Pedro 3.1 al 7. Lo reviste con un significado típico —a saber, un ejemplo de la unión entre Cristo y la Iglesia— en 2 Corintios 11.2, Efesios 5.22,23 y Apocalipsis 19.6 al 9.
  • La tentación a desobedecer a Dios procedió de Satanás, el enemigo de Dios y del hombre. Véanse también: Job 1 y 2, Zacarías 3.1,2, Mateo 4.1 al 11, Lucas 22.3,31, 2 Corintios 2.11, 2 Tesalonicenses 2.9, 1 Timoteo 2.14, 1 Timoteo 5.15, Apocalipsis 20, etcétera.
  • La muerte, la penalidad del pecado, es la suerte de toda la posteridad de Adán. Compárese el Génesis 3 con Romanos 5.12,14, 6.23, 1 Corintios 15.22, Hebreos 9.27, Apocalipsis 20.13, etcétera.

Es un estudio agradable observar como los rayos de luz alumbran desde varias partes de la palabra escrita para aclarar la porción que uno está leyendo. Con todo, conviene una nota de alerta. A lo mejor usted perderá el camino si no traza bien la palabra de verdad. Si no se adhiere a las palabras precisas de las Sagradas Escrituras, la vía que parece ser la correcta, a lo mejor no lo será.

Un caso común es el de no distinguir entre el reino terrenal y el reino celestial de Cristo. Al no hacerlo, uno toma las peticiones para venganza de parte del salmista y equivocadamente las coloca en los labios del cristiano de hoy día. A la vez, toma las profecías del Antiguo Testamento que tienen que ver con Israel y las naciones gentiles, y las aplica a los creyentes de la época presente, quienes son participantes del llamamiento celestial.

No se consigue en un momento la pericia en cuanto a la “geografía” de la “tierra” bíblica. Es el resultado de la lectura cuidadosa y el estudio paciente. “La mano de los diligentes señoreará; mas la negligencia será tributaria”, Proverbios 12.24.

La topografía de las Escrituras fue bien conocida a los siervos de Dios de tiempos antiguos. Un ejemplo de esto está en la manera en que Esteban citó en Hechos 7 del Antiguo Testamento para mostrar como la nación de Israel había resistido siempre a los mensajeros de Dios hasta el extremo de crucificar a Cristo. Observe también la manera en que Pablo, en la sinagoga de Antioquía, empleó la historia en el Antiguo Testamento como introducción a la muerte y resurrección de Cristo; Hechos 13.

 

5 Un camino deleitoso: El libro de Jonás
Tres análisis preliminares de la profecía

Según el hombre interior me deleito en la ley de Dios. Romanos 7.22

Hay muchos caminos bien transitados que cruzan los campos de las Escrituras para el uso de aquellos que desean deleitarse en las maravillas de la sabiduría y el amor divino manifestadas allí. La verdad y hermosura se hallan en cada página, a veces sobre la superficie y a veces alcanzadas sólo a expensas de la oración y la búsqueda paciente. Los principiantes hacen bien en seguir las sendas más transitadas, las cuales son fáciles de encontrar y agradables en sus rutas. Estas conducen a buena recompensa para el viajero cansado.

Es placentero buscar tesoros celestiales en las Escrituras. El hombre sabio, hablando de la sabiduría, dijo: “Sus caminos son caminos deleitosos, y todas sus veredas paz”, Proverbios 3.17. Hay veredas para los que buscan la sabiduría, como las hay para quienes la practican. Pero la primera tarea esencial es la de Proverbios 4.5: “Adquiere sabiduría, adquiere inteligencia”.

Ahora, hay veredas que pueden ser ubicadas sin mucha dificultad, para viajar a lo largo de cada libro de la Biblia. Al que desea conocer determinado libro, le es provechoso seguir sus veredas desde el comienzo hasta su fin. Esto se puede hacer sin captar los detalles de cada versículo. Los detalles son perfectos e instructivos en sí, y usted podrá volver para considerarlos específicamente cuando quiera.

Se comprenderá que ahora estamos recomendando una búsqueda de las vías que atraviesan cada libro en particular, tal como recomendamos en un capítulo anterior un estudio de los rasgos sobresalientes de la Biblia entera. Tal vez sería de ayuda ofrecer aquí unos ejemplos de esta manera de leer. Tomemos, pues, un par de libros cortos, simplemente a título de ilustración. Del Antiguo Testamento escogeremos a Jonás, y de entre los del Nuevo, el Evangelio según Marcos. Tendremos que ser breves, pero esperamos ilustrar la idea.

Jonás: Un primer análisis

Todo el libro de Jonás contiene menos de cincuenta versículos, y puede ser leído de extremo a extremo en diez minutos. Léalo todo de una misma vez, en voz alta si quiere; o sea, ¡si nadie protesta! Salvo que su memoria sea extraordinaria, hará falta leerla una segunda vez. El Señor espera que usted retenga su palabra al leerla. Esto es lo que entendemos de su reproche a los fariseos: “¿No habéis leído lo que hizo David?” La reprensión fue realmente por haber leído y olvidado.

Usted, entonces, tiene que leer qué hizo Jonás y también acordarse de qué hizo. Pocas personas podrían decir de memoria todo el libro de Jonás al haberlo leído apenas dos veces. Asumimos que usted no sea una de esas personas fenomenales; pero con todo querrá recordar el contenido, si no las palabras textuales. ¿Ha retenido ya los temas que el libro trata?

Puede probarse en este sentido. Como hay cuatro capítulos en la historia, escriba dos o tres palabras para definir el tema de cada capítulo. A lo mejor usted escribiría algo como esto:

  • Capítulo 1 Desobediencia de Jonás
  • Capítulo 2 Oración de Jonás
  • Capítulo 3 Predicación de Jonás
  • Capítulo 4 Descontento de Jonás

Ahora, en esta corta lista usted comienza a divisar una senda por la cual puede atravesar el libro, y al prepararla ya ha seguido mecánicamente la división por capítulos que encontramos en las versiones corrientes. Estas divisiones por capítulos son útiles porque ayudan a uno a encontrarse un pasaje determinado, pero no son una buena guía en cuanto a los temas en un libro de la Biblia.

Bastará un solo ejemplo para mostrar el error involucrado en ceñirnos ciegamente a la discriminación por número de capítulo. Compare el último versículo de Juan 7 con el primer versículo de Juan 8: “Cada uno se fue a su casa;” “Y Jesús se fue al monte de los Olivos”. La división entre capítulos en este caso va al extremo de partir una misma oración gramatical. Si uno no lee el texto corrido, se pierde el contraste entre los fariseos orgullosos que se marcharon para sus propios domicilios y el Señor Jesucristo que buscó la soledad el huerto del Olivar.

Jonás: Un segundo análisis

Sería bueno, entonces, que usted leyera el libro de Jonás otra vez, notando los cambios que ocurren en la historia narrada. Encontrará que los primeros catorce versículos tratan del profeta a bordo de la nave, pero en el 1.15 comienza una experiencia completamente nueva para Jonás. Los marineros le echan al mar y un gran pez le traga.

Conforme este evento abrió un nuevo “capítulo” en la historia del profeta, usted puede considerarlo un nuevo “capítulo” en el libro bajo su consideración. Este “capítulo” sigue hasta el 2.10, donde leemos que Jonás fue echado a tierra seca. Esta porción de trece versículos contiene las declaraciones tan llamativas de Jonás durante su sumersión. Encierran tantas alusiones a las escrituras primitivas que es seguro que Jonás había sido un estudiante diligente de la Biblia de entonces.

El capítulo 3 comienza una tercera división, ya que usted lee allí de la visita de Jonás a Nínive, y como predicó en las calles y toda la población se arrepintió. Jonás se queda en la ciudad o sus alrededores, esperando a ver qué sucedería con ella. El relato de Jonás en Nínive sigue hasta el 4.5.

En el resto del capítulo 4, usted leyó de lo que sucedió con Jonás mientras estaba sentado bajo la enramada que construyó para sí, y bajo la calabacera o mata de ricino que Dios causó a brotar para su comodidad. La condición infeliz de su corazón se revela en estos versículos finales, los cuales constituyen una cuarta división en el libro.

Ahora está en condiciones de escribir otro pequeño análisis del libro de Jonás, diferente del anterior. Es uno que no coincide con los capítulos tal como figuran enumerados en su Biblia, y uno que requiere más esfuerzo de parte suya para prepararlo. Quizás su esquema será algo así:

 

 

  • Jonás en el barco, rumbo a Tarsis, 1.1 al 14
  • Jonás en el vientre del gran pez, 1.15 al 2.10
  • Jonás en las calles de Nínive, 3.1 al 4.5
  • Jonás bajo la enramada y la mata, 4.5 al 11

Jonás: Un tercer análisis

Este arreglo es mejor que el primero, pero no es una tarea difícil la de descubrir otras veredas que éstas en la profecía de Jonás. En ambos casos hasta ahora su análisis se ha enfocado enteramente en torno de la persona de Jonás. Vamos a sugerir que vea la historia desde otro ángulo.

¿Qué del trato de Dios para con su profeta? Desde luego, la historia comienza con lo que Él le dijo: “Vino palabra de Jehová a Jonás”. Además, es de la mayor importancia que aprenda cómo vio Dios todos estos acontecimientos que usted ha venido leyendo. Si pasa por alto este aspecto, pasará por alto la característica distintiva de la Biblia como un libro.

Será necesario, entonces, que lea de nuevo el librito. Esta vez, vea específicamente qué dice acerca del cuidado y la supervisión de Jehová sobre Jonás y su servicio. Verá que Jehová envió su siervo a Nínive, que el profeta huyó de Jehová, y que Jehová usó la tempestad. Fue sólo cuando Jonás había sido botado al mar, su viaje a Tarsis interrumpido, que hubo bonanza.

Usted leyó también que Jehová preparó el pez para recibir y devolver a Jonás. Cuando el profeta, quien no había clamado a Dios durante la tempestad, invocó el nombre de Jehová, Él oyó su oración e instruyó al pez a vomitar al profeta en tierra. Entonces la palabra de Jehová vino a Jonás por segunda vez y le mandó a predicar a la gente de Nínive. Cuando ellos se arrepintieron bajo la predicación de este hombre, Dios detuvo el juicio que merecían a causa de sus pecados.

En el capítulo 4 se encuentra a Jehová corrigiendo el desagrado del profeta a causa de la misericordia mostrada a los ciudadanos arrepentidos de Nínive. En su disgusto, Jonás quería morir; Jehová respondió con una pregunta a la cual el profeta no respondió.

Luego, usted leyó que “preparó Jehová una calabacera”, un gusano y un recio viento. Estas cosas sirvieron de lección para el profeta que es mejor regocijarnos en la misericordia manifestada que en un juicio administrado. Jehová vindicó su derecho de perdonar a Nínive. Él aclaró que Jonás, al pensar que hacía bien en enojarse, estaba oponiéndose a la voluntad de Jehová cuyo siervo era.

De esta nueva lectura, usted puede preparar un nuevo esbozo del libro, basado esta vez en lo que ha encontrado de la actuación de Jehová Dios en la historia. Sus anotaciones pueden ser sencillas, al estilo siguiente:

El Señor Dios (Jehová) —

  • envía Jonás a Nínive, 1.1,2
  • hizo levantar un gran viento, 1.4
  • preparó un gran pez para vomitarle, 2.10
  • instruyó a Jonás de nuevo, 3.1,2
  • detuvo el juicio que había anunciado, 3.10
  • respondió a la oración de Jonás, 4.4
  • preparó una calabacera, 4.6
  • preparó un gusano, 4.7
  • preparó un viento, 4.8
  • condenó el enojo de su siervo, 4.10

 

Además de estas sendas, usted podrá encontrar otras veredas placenteras y provechosas que atraviesan el libro. Son encontradas por quienes las buscan y creen que Dios guiará a todo lector que busca con oración. Por ejemplo, considere a Jonás como un siervo del Señor. Fue abiertamente desobediente a aquel que le envió. Y, cuando fue a Nínive después de su experiencia singular, manifestó gran disgusto porque Dios tuvo misericordia de la vasta ciudad. ¿Cómo se desarrolló este aspecto de la verdad en el libro que usted está analizando?

Esta vez, en su lectura de Jonás, puede tomarlo como la historia de un siervo prestado a Dios. Usted va a encontrar, entre otras cosas, que Dios usó cinco agentes además del protagonista central. Ninguno de ellos fue desobediente. Ninguno se quejó como hacía el profeta.

Jehová se valió de:

  • un gran viento, 1.4
  • un gran pez, 1.17
  • una calabacera (tal vez una hiedra), 4.6
  • un gusano, 4.7
  • un recio viento, 4.8

¡Qué contraste hay entre la obediencia de estos instrumentos y el profeta de Israel! Él fue honrado por su llamamiento, incumplido en su respuesta, y disgustado con el resultado. ¡Aquí hay una lección para todos nosotros! El Señor puede usar a quién y a qué Él quiere, pero el siervo debe estar dispuesto a obedecerle.

Nuestros lectores tendrán que aprovechar por sí estas sugerencias en cuanto a la lectura del libro de Jonás, y recoger para sí toda la instrucción que uno puede obtener de la historia. Esta se multiplicará a medida que se desarrolla el estudio.

 

6 Otro camino deleitoso: El libro de Marcos
El tema de este Evangelio y algunas veredas

Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Juan 20.30

Hemos hablado extensamente de algunas maneras de descubrir caminos deleitosos en Jonás; ahora nos proponemos usar el Evangelio según Marcos como un ejemplo breve de la lectura en el Nuevo Testamento.

El primer paso necesario es el de leer el libro entero, cosa que ocupará una hora quince minutos o un poco más, si puede hacerlo corrido. Si no puede dedicar a la tarea el tiempo necesario para leer todo el Evangelio de una vez, léalo mitad y mitad, pero sin un lapso largo entre los dos intentos. Una lectura corrida de Marcos le ayudará a ver la historia como un conjunto.

Conviene aquí una palabra de alerta. Por medio de las palabras del Evangelio usted será conducido a la presencia histórica del Señor Jesucristo mismo en los días de su carne, y es necesario que reconozca este hecho. Si no, perderá el punto sobresaliente de esta lectura bíblica. El Espíritu de Dios le revelará a Cristo mismo en estos capítulos.

Pero si lleva en mente este consejo a medida que vaya leyendo, le parecerá que está viendo lo que el Señor hizo, y oyendo lo que dijo cuando aquí en la tierra. Llegará, por ejemplo, a la narración en 1.40 al 45 y verá al pobre leproso acercándose al Señor, su cuerpo temblando acaso sea incorrecto presentarse así en su inmundicia física y religiosa, cayendo de rodillas ante Jesús, suplicando misericordia, y diciendo: “Señor, si quieres puedes limpiarme”.

Entonces el bendito Maestro es movido de compasión, y usted ve la mirada tierna que le da al pobre hombre afligido, quien ya está doblado delante de Él. De una vez extiende la mano y toca al leproso en el sitio de su hediondez. Usted, casi como testigo del suceso, escucha mientras el Señor dice: “Quiero, sé limpio”. Una transformación se efectúa, ya que “al instante la lepra se fue de aquél, y quedó limpio”.

¡Qué cuadro! ¿Usted podrá olvidarse de él, leyendo con el propio Señor delante de su alma? ¡Cuán bendito Siervo de Dios era éste! Vea su fidelidad y amor en servicio de la pobre, necesitada humanidad. ¿El relato de su actuación no conmueve su corazón a bendecir y alabar su nombre aquí ahora al considerarle? No deje de hacerlo. Es importante en todos sus estudios de la palabra de Dios dejar tiempo para que su corazón descanse en contemplación de las hermosuras del Señor que están reveladas en ella.

Deje que el Señor le hable. No basta sólo sentir que este Evangelio es algo acerca de él. Procure reconocer que el Señor Jesús está delante de usted y hablando con usted. Así la palabra tendrá poder sobre su corazón y alma además de su mente, ya que el Espíritu mismo le guiará.

En su divina inspiración aliento se nos da.
También allí satisfacción el alma encontrará.

El Siervo del Señor

Al leer este segundo Evangelio, usted tal vez habrá sentido la manera en que se presenta allí la vida del Señor Jesús y la diferencia entre éste y los otros tres Evangelios. Cada uno de los cuatro presenta al Señor desde un punto de vista en particular, y Marcos fue inspirado a presentarle como el perfecto Siervo de Jehová.

Comienza su relato —después de un prefacio corto— con las palabras en el 1.14: “Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios”. Y cierra su relato en 16.15 al 20 con la comisión del Señor a los apóstoles a predicar el evangelio a toda criatura, agregando que “ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con señales que la seguían”.

Marcos reseña una vida de actividad constante para con Dios en llevar el evangelio al hombre necesitado. Jesús se proyecta como el Siervo fiel y verdadero que está trabajando desde el primer capítulo hasta el último.

En el Antiguo Testamento hay otros que son llamados siervos del Señor: Abraham en Salmo 105.42, Moisés en Números 12.7,8 y Deuteronomio 34.5, Josué en Josué 24.29, David en los títulos de los Salmos 18 y 36, y la nación de Israel en Isaías 41.8. Estos, sin embargo, fueron fracasos lamentables. Pero los profetas predijeron la venida del Siervo perfecto y justo: Isaías 42.1, 52.13, 53.11, Zacarías 3.8.

Marcos relata la vida y el ministerio de Jesucristo, el Hijo de Dios (1.1) quien, “siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a qué aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres”, Filipenses 2.6,7. Un título para este Evangelio podría ser lo que Jehová dijo por intermedio de Isaías: He aquí mi siervo.

Veredas en Marcos

La secuencia de los acontecimientos, intercalados con algunos de los discursos de nuestro Señor, brinda una manera fácil de discernir el arreglo general de este Evangelio, y estos eventos figuran aquí en un orden casi cronológico. Pero al repasar las palabras y hechos del Señor, debemos tener siempre por delante esta pregunta: ¿Qué belleza o excelencia particular presenta este versículo acerca de Señor Jesucristo? ¿De qué significado se reviste este acontecimiento en su vida y servicio? La respuesta vendrá con prontitud.

Se ve que el primer capítulo comienza con una introducción breve, tratándose del ministerio de Juan Bautista como el que iba delante de Jesús, conforme a las promesas antiguas. El Señor fue bautizado en el Jordán por Juan y, cual Hijo de Dios, recibió un testimonio público del cielo como especie de credencial de ser el Siervo. Siguieron los cuarenta días de tentación en el desierto. Así, esta sección de trece versículos forma un prefacio al Libro.

La historia del Siervo de Jehová comienza de una vez en el 1.14. Allí aprendemos que el servicio del Señor comenzó en Galilea, la provincia al norte de Palestina. Además, el relato se limita a los sucesos en esa provincia hasta el final del capítulo 9. Es en el 10.1 que leemos que “vino a la región de Judea”. Desde este punto en adelante la historia trata de lo que aconteció en Judea, y mayormente en Jerusalén, su ciudad central.

En este orden de ideas, el Evangelio de Marcos puede ser dividido en dos partes principales, las cuales llamaremos B. y C., que son aproximadamente iguales en extensión. Nuestro primer esquema podría ser:

 

A. Prefacio, 1.1 al 13

B. Ministerio en Galilea, 1.14 al 9.50

C. Ministerio en Judea, 10.1 al 16.20

 

Al dividir el libro así, lo hemos hecho en función de dónde nuestro Señor prestó su servicio, pero el carácter de su servicio es otra característica muy importante que debe ser tomada en cuenta. Es sobresaliente porque los resultados externos de su ministerio no siempre eran tan llamativos como algunos esperarían. Fue así porque el Señor siempre hacía las cosas que agradaban al Padre que le envió —Juan 4.34, 5.30, 8.29— de tal manera que su actuación era perfecta. La nación no quiso creer sus palabras ni recibir sus obras, sino que le rechazó y le crucificó.

Podemos repasar estos capítulos, llevando en mente estos puntos, y observando esta vez algunas subdivisiones como las siguientes:

  1. Ministerio en Galilea
  • 14 al 3.35 Un resumen del servicio del Señor en sanar y enseñar, evidenciando que fue aceptado por lo general al comienzo, luego censurado y acusado de tener un espíritu inmundo, a saber, que servía a Satanás y no a Dios
  • 1 al 5.32 El Señor enseña por parábolas y milagros que su propio servicio y el de sus discípulos tendría un éxito sólo parcial en su aspecto exterior
  • 1 al 8.26 Un resumen del ministerio del Señor y de sus apóstoles, y de su rechazamiento evidente; los fariseos incrédulos pedían una señal de los cielos
  • 27 al 9.50 El Señor anuncia a los apóstoles, quienes le reconocen como el Mesías, su rechazamiento y muerte. Luego manifiesta a los tres escogidos su gloria como el Hijo del Hombre e Hijo de Dios, en una montaña y por medio de una visión de su reino venidero

 

  1. Ministerio en Judea
  • 1 al 10.45 El Señor enseña los principios del discipulado en el reino, en vista de su propio rechazamiento
  • 46 al 10.52 Bartimeo es una ilustración de cómo un Israel ciego reconocerá a su Mesías para ser sanado a la postre

11.1 al 11.11 La entrada triunfal en Jerusalén, en contra de la inquietud patente dentro y fuera del templo

  • 1 al 13.37 Su profecía a los discípulos sobre los acontecimientos que precederán la constitución de su reino terrenal
  • 1 al 15.47 Su entrega, crucifixión y sepultura
  • 1 al 16.20 Su resurrección y ascensión

La atención a sendas como estas (y hay muchas otras) a lo largo de ese Evangelio debe ser una gran ayuda en la mejor comprensión de la manera en que nuestro adorable Señor nos está presentado allí. No pretendemos que el análisis dado arriba sea completo o definitivo. Siempre hay algo fresco e instructivo a ser encontrado por el diligente.

 

7 La gente que encontramos
Las genealogías y las bibliografías

Hierro con hierro se aguza, y así el hombre aguza el rostro de su amigo. Proverbios 27.17

Figuran unos ochocientos o novecientos nombres propios en las Escrituras. Es un alto honor que cualquier nombre sea apenas mencionado en esas páginas sagradas. Pero Dios tuvo un propósito definido en seleccionar ciertos nombres para inclusión en su Libro, y uno de nuestros propósitos en la lectura de la Biblia es el de descubrir por qué aquellos nombres están allí.

Las genealogías

Muchos nombres figuran sólo una o dos veces, y muy poco se dice de otros que también están en la Biblia. Muchos se incluyen para suministrar eslabones en la cadena de los varios detalles genealógicos sobre el pueblo terrenal de Dios.

Por ejemplo, los primeros capítulos de las Crónicas contienen varias listas largas y trazan la descendencia del pueblo escogido de Dios desde Adán en adelante. Estas listas parecen haber sido elaboradas o completadas después del la cautividad babilónica, 1 Crónicas 6.15, 2 Crónicas 26.22,23, y tienen que ver especialmente con el reino de Judá. Estos registros manifiestan como Dios cuidó a la nación desterrada, y que dio los nombres necesarios de las varias tribus y familias para un puesto permanente en su propio libro. Véase también Nehemías 7.

Había en escala nacional un cuidado celoso por una descendencia reconocida entre los hijos de Israel. Esto se debía en parte a que la herencia pasaba estrictamente de padre a hijo, y la ley de Moisés prohibía cualquier traslado de una tribu a otra; Números 36.

Fue debido también a su esperanza de que las promesas de Dios serían cumplidas en (i) la simiente de la mujer, Génesis 3.15; (ii) la simiente de Abraham, Génesis 22.17,18; (iii) la simiente de David, Salmo 132.11. En Israel se guardaba cuidadosamente un registro de los nacimientos, matrimonios y defunciones a lo largo de su historia para referencia en caso de disputas sobre genealogías y para probar el linaje del Mesías cuando Él llegara.

Por consiguiente, una vez venido el Señor Jesucristo, su genealogía fue registrada en el Evangelio según Mateo, probando que Él procede de David y Abraham por la casa de Salomón. En Lucas su línea se define desde Adán pero esta vez por la casa de Natán, de quien María era descendiente directo.

Así, los racimos de nombres que se encuentran en una y otra parte del Antiguo Testamento se revisten de gran valor, proporcionando el medio de establecer la continuidad del pueblo que en un tiempo venidero será bendecido en el reino milenario de nuestro Señor Jesucristo con el pueblo de los días bíblicos. Nuevamente se divide la tierra de Israel, ahora según establece Ezequiel capítulo 48.

Algunas bibliografías breves

Además de ser marcadores en el camino de la historia, muchos de los nombres bíblicos imparten lecciones morales y espirituales que nos son importantes por las historias asociadas con ellas. A veces observamos que el relato es muy breve, consistiendo en algunos casos de escasas palabras. Pero esto no es motivo de pasarlo por alto, como deseamos mostrar por medio de unos pocos ejemplos que siguen.

Cuarto Pablo le describe como “el hermano”, Romanos 16.23, al enviar saludos a los santos en Roma. Este señor se distinguía. Todos los creyentes son hermanos en Cristo, aunque no todos manifiestan todas las cualidades de hermandad. Cuarto era el hermano, un hermano de veras, y por ser así se distinguía de los demás Cuarto que no eran hermanos espirituales de Cristo como él.

Zenas Al escribir a Tito, Pablo le pidió que encaminara “con solicitud” a este “intérprete de la ley” que estaba por viajar, 3.13. El siervo del Señor iba a tener cuidado que nada le faltaría a Zenas. Este hombre era de aquella clase de profesores de la religión de los judíos, maestro en la ley de Moisés, que el Señor había denunciado tan severamente en Lucas 11: “cargan a los hombres con cargas que no pueden llevar”, “han quitado la llave de la ciencia …” Como clase o grupo, esos maestros estaban bajo el juicio de Dios, pero Zenas en particular había acudido a Jesús por refugio. Es el único intérprete de la ley nombrado en las Escrituras como creyente en Cristo.

Lahmi Poco se dice de este filisteo. Sabemos que era hermano de Goliat el geteo, y el asta de su lanza era como el rodillo de un telar, como el de su hermano, 2 Samuel 21.19, 1 Crónicas 20.5, 1 Samuel 17.7. Elhanán le mató. Este israelita era de Belén, la ciudad de David, quien había dado muerte a Goliat. Elhanán era copartícipe con su maestro en la guerra contra los filisteos. ¿Esto no nos hace pensar en nuestro Señor, quien venció al mundo, y en nosotros los suyos, quienes hemos creído en Él cual Hijo de Dios, y también debemos vencer al mundo? Compárense Juan 16.33 y 1 Juan 5.4,5.

Agur Era hijo de Jaqué, y fue quien comunicó a Itiel y Ucal la sabiduría que se presenta en Proverbios capítulo 30. Uno de sus dichos es la oración tan llamativa de los versículos 8 y 9: “Vanidad y palabra mentirosa aparta de mí; no me des pobreza ni riquezas; manténme del pan necesario; no sea que me sacie, y te niegue, y diga, ¿Quién es Jehová? O que siendo pobre, hurte, y blasfeme el nombre de mi Dios”.

Agur dio expresión al deseo de un santo piadoso de la antigüedad, queriendo un nivel de vida moderado: ni mucha privación ni mucha abundancia. Fue sabiduría terrenal, pero no alcanzó a la del fiel y celoso Pablo. Ese seguidor de Cristo había aprendido más bien a contentarse en cualquier situación. Así, el gran apóstol poseyó el secreto de saber vivir humildemente y saber tener abundancia; “en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre”, Filipenses 4.11,12.

Pablo no pedía que una serie de comodidades le guardara de la pobreza, ni la riqueza. Estaba de acuerdo con que el Señor le arreglara las condiciones de su servicio diario. El camino de Pablo fue más excelente que el de Agur.

El caso de Agur sirve de ilustración de cómo la enseñanza del Nuevo Testamento sobrepasa la del Antiguo. Nos enseña “mejores cosas” que Dios reveló una vez en Cristo. Los hombres que encontramos en los primeros libros fueron responsables de vivir de acuerdo con la luz y verdad que Dios les había dado, y sus fracasos y éxitos quedan registrados “para nuestra admonición”.

Con todo, ellos no habían visto a “Jesús, el autor y consumador de la fe”, Hebreos 12.2.

Acomodando escritura con escritura

A veces se encuentran en el Nuevo Testamento afirmaciones sobre personajes del Antiguo Testamento que no están incluidas en la historia original. Hay que notar cuidadosamente estos puntos nuevos, ya que a menudo revelan el verdadero carácter de la persona o indican el sentido típico de su historia.

 

Por ejemplo, el apóstol Juan, al referirse a la muerte de Abel a manos de Caín, dice que éste “era del maligno”, 1 Juan 2.12. El Génesis 4 no nos había explicado que Caín fue influenciado por Satanás. Tampoco nos dijo lo que aprendemos en Hebreos 11.4; a saber, que Abel ofreció su sacrificio a Dios “por fe”.

Otro caso es el de Enoc, el patriarca antediluviano, de quien leemos que caminó con Dios, “y desapareció, porque le llevó”. Esta información está en Génesis 5.24, pero en el Nuevo Testamento encontramos datos adicionales e interesantes. Resulta que Enoc era profeta, y que predicó acerca del regreso de Cristo, todavía en el futuro: “Vino el Señor con sus santas decenas de millares, para hacer juicio contra todos”, Judas 14.15.

Jonás el profeta es otro ejemplo. Nuestro Señor nos relata un dato acerca de su experiencia, que el hombre estaba “tres días y tres noches en el vientre del gran pez”, cosa que el Antiguo Testamento no dice. Además, especifica que este evento prefiguró el hecho de que el Hijo del Hombre estaría “tres días y tres noches en el corazón de la tierra”, Mateo 12.39,40.

Están llenas de instrucción las biografías de los hombres que encontramos en la Biblia, pero al leerlas no debemos desatender al testimonio acerca de ellos que se presenta en otras partes de las Escrituras. A veces se relatan las acciones en un lugar y los motivos en otro. El relato en el Antiguo Testamento no nos haría pensar en Sansón como un hombre de fe, pero sabemos que sí lo era porque Hebreos 11.32 lo dice. Ese capítulo es la galería de retratos de la gente de fe. Dios vio fe en ese hombre rústico, y nosotros no debemos pasarla por alto.

Los hombres del Génesis

El material escrito sobre la vida de ciertos hombres que encontramos en la Biblia es extenso en comparación con la mayoría de los que se mencionan allí. La biografía es una característica prominente del Génesis, por ejemplo, el cual ha sido llamado el semillero de las Escrituras porque allí encontramos el germen de los sucesivos esquemas de revelación.

Veremos que casi todos los cincuenta capítulos del Génesis están dedicados a las vidas de siete hombres. Se nombran otras personas, pero las menciones son breves y generalmente están en contraste con los protagonistas principales; p.ej., Lot con Abram, Ismael con Isaac, Esaú con Jacob.

Los siete nombres, y los capítulos que más tienen que ver con ellos, se notan a continuación. (Hay que reconocer que a veces se juntan las historias de padre e hijo y no siempre son precisas las líneas divisorias entre las secciones del libro).

  • Adán, 2.7 al 5.28: La cabeza de la raza y el padre de los pecadores
  • Noé, 5.28 al 9.29: El pregonero de justicia y el constructor del arca
  • Sem, 9.18 al 11.26: El hijo de Noé, aun cuando no el mayor entre los tres, escogido como el canal de bendición para la tierra, 9.26,27
  • Abraham, 11.27 al 25.11: La raíz del olivo de la bendición prometida a todas las familias de la tierra
  • Isaac, 25.19 al 28.5: El hijo único y amado, recibido en figura de entre los muertos, a quien las promesas a Abraham fueron confirmadas
  • Jacob, 25.27 al 35.27: El forastero procedente de la tierra de la promesa, preservado y bendecido de Dios, aun cuando tan indigno; traído de nuevo a Betel y a Hebrón, como será el caso algún día con su nación una vez restaurada
  • José, 37.2 al 50.26: El hijo de Jacob apartado de entre sus hermanos, entregado a, y humillado por, la potencia de turno, exaltado a preeminencia en Egipto, y a ser el medio de bendición a un mundo hambriento

 

 

 

Algunos de nuestros lectores pueden encontrar provecho en leer el libro de Samuel y notar las historias principales que giran en torno de Elí, Samuel, Saúl y David. Querrán pedirle al Espíritu Santo la ayuda para descubrir las verdades espirituales que están detrás de estas narraciones.

 

 

8 Una estaca para colgar en ella alguna cosa
Las profecías; José como ejemplo

¿Qué es la madera de la vid más que cualquier otra madera? ¿Tomarán de ella una estaca para colgar en ella alguna cosa? Ezequiel 15.3

El profeta Ezequiel emplea la figura de una vid sin fruto para presentar la condición pecaminosa de la nación de Israel. La utilidad de la vid depende enteramente de si lleva fruto; se cultiva para que produzca uvas. Otros árboles, además de su fruto, pueden ser útiles por su madera, flores, hojas o aun la corteza. Pero una vid improductiva sólo puede ser quemada como una molestia. No se puede hacer de su madera ni una estaca confiable. De allí la figura tan llamativa para ilustrar la condición moral y espiritual en la cual había caído la nación de Israel a causa de su idolatría.

Según el lenguaje de Ezequiel, la utilidad de una estaca —o un clavo— consiste en su capacidad para colgar en ella algún utensilio u otro objeto de mayor valor que ella misma. Al ser una estaca firme y confiable, podría ser usada aun en la construcción o el servicio del santo templo de Dios; “para darnos un lugar seguro en su santuario”, como dice Esdras 9.8. Proponemos considerar brevemente cómo se emplean las “estacas” en la estructura de las Escrituras.

La estaca profética

En una de las profecías del Libro de Isaías, se emplea la estaca o el clavo directamente como un tipo de Cristo en quien se manifestarán todas las glorias del gobierno divino prometidas a la casa de David. Esto será en el reino milenario. En aquel día, Jehová “lo hincará como clavo en lugar firme”. Además, dice el profeta, “Colgarás de él toda la honra de la casa de su padre … desde las tazas hasta toda clase de jarros”, Isaías 22.23,24. Por los mil años de su dominio terrenal, el Señor Jesús sostendrá las glorias de su reino en perfección y hermosura, bien sea en cosas grandes o pequeñas. Él será “clavo seguro en lugar firme”.

Una estaca para los lectores
de las Sagradas Escrituras

Mientras que el clavo o estaca (porque las dos palabras son una en hebreo) es una figura profética de Cristo como el perfecto gobernador de Israel, la estaca puede ser tomada también para ilustrar un principio sobresaliente en la lectura de las Escrituras. Desde el Génesis hasta el Apocalipsis, todas las partes de la Biblia hablan de alguna manera de Cristo, y nunca tendremos una perspectiva acertada de una parte de ellas donde leemos, hasta que llevemos en mente que “las tazas y los jarros” de la gracia y la gloria de Dios cuelgan de Él.

Para evitar un mal entendido, vamos a comprender de una vez que no estamos hablando aquí de los “clavos” que algunos emplean al intentar a enseñar a otros las verdades bíblicas. Estos conectan palabras y frases con la idea de hacer más fácil la lección. El maestro señala al grupo los “clavos” —una palabra, una expresión, un nombre común a cada uno de sus “puntos”— que sostienen la secuencia de ideas.

 

Esta técnica tiene su lugar, y el uso de la misma es útil muchas veces. Pero hay que tener cuidado de que la secuencia sea realmente genuina; o sea, que el clavo sea el mismo en cada caso.

Nuestros lectores pensarán fácilmente en ejemplos de este tipo de clavo. Muchos predicadores señalan los “yo soy” en el Evangelio de Juan, o la mención doble de ciertos nombres, como “¡Samuel, Samuel!” A otros les llama la atención el repetido uso de limpieza/pureza en las cartas a Timoteo, o los “no temáis” que hay a lo largo de la Biblia.

Sin embargo, estas “estacas” son apenas de una importancia secundaria. La necesidad primaria es la de encontrar estacas que aportan seguridad y continuidad a las Escrituras en conjunto. Este descubrimiento se logra sólo al tener siempre por delante, a medida que uno vaya leyendo, esta pregunta: ¿Qué revela este pasaje acerca del Señor Jesucristo?

En el Nuevo Testamento esta pregunta se resalta por la mención constante de Él en una u otra forma. Con mucha frecuencia se encuentran sus varios nombres y títulos, o sea, unas 2300 veces en 250 capítulos, o nueve a diez veces en cada capítulo por promedio.

Pero a veces uno se olvida de que el Antiguo Testamento también está lleno del mismo glorioso tema. La cosa es que las referencias al Señor Jesús en el Antiguo Testamento no son tan evidentes como en las partes históricas y doctrinales del Nuevo Testamento. Por lo tanto, hace falta buscar con diligencia entre las promesas, profecías e ilustraciones (“los tipos”) dadas en la antigüedad para encontrar lo que habla de Él. Uno ora que los ojos del entendimiento sean alumbrados, al decir de Efesios 1.18, para encontrar al Señor allí.

No debe haber dificultad, pues, en descubrir en el Antiguo Testamento proyecciones del Cristo que estaba todavía por venir. En muchas de sus biografías se encuentran descripciones de Él. Todas aquellas vidas reseñadas fueron imperfectas y pecaminosas, de manera que ninguna le puede representar a perfección; con todo, una y otra circunstancia puede proyectarle muy claramente.

Para ilustrar este método de estudio, vamos a usar la vida de José como una “estaca”. El lector querrá hacer lo mismo usando otros ejemplos.

El Nuevo Testamento nombra a José solamente dos veces: primero en la defensa de Esteban, Hechos 7, y después en la lista de los héroes de la fe, Hebreos 11. En cambio, el libro del Génesis le asigna más espacio que a cualquier otro patriarca.

José era un hombre destacado, mirándole bien sea en la familia de su padre, en la casa de Potifar y la cárcel, o una vez elevado al rango más alto del gobierno de Egipto. Era en verdad un tipo de Uno mayor que él. Como Isaac era figura del Mesías cual Hijo de Dios, así José era figura de Él como el Hijo del Hombre; primeramente los padecimientos por justicia y luego la exaltación al dominio supremo.

Algunos puntos de semejanza se enumeran en el resumen que sigue, junto con referencias que permiten verificar los pasajes. Con todo, la lista podría ser más amplia y las referencias bíblicas más abundantes. El resumen está estructurado para mostrar bajo cada número a José como tipo y a Cristo como antitipo.

[Nota del redactor: En el lenguaje de los estudiantes de la Biblia, un tipo es una ilustración empleada por el Espíritu Santo para enseñar una verdad espiritual. Puede ser una persona, como José; un objeto, como su túnica de colores; o una ceremonia, como la circunsición. Un antitipo es la realidad que estaba prefigurada en el tipo. El antitipo muchas veces es Cristo, pero en otros casos es la Iglesia, o un evento como el arrebatamiento de los salvos.]
  • Israel amaba a José, Génesis 37.3. El Padre ama al Hijo, Juan 5.20, y dice: “Este es mi Hijo amado”, Mateo 3.17.
  • Los hermanos de José le aborrecían porque su padre le amaba. “Los judíos aun más procuraban matarle porque decía que Dios era su propio Padre”, Juan 5.18, 10.29 al 39
  • Los hermanos de José le pusieron preso, motivados por envidia, Hechos 7.9. Pilato sabía que los judíos le habían entregado a Jesús por envidia, Mateo 27.18.
  • José fue vendido por plata a Egipto, Génesis 37.28,36, Hechos 7.9. Jesús fue entregado por plata, Mateo 26.25, 27.9, para ser tomado por los gentiles y crucificado.
  • José fue enviado a sus hermanos en una misión de bondad, 37.14. El Señor fue enviado a las ovejas perdidas de Israel, Mateo 15.24, y vino a lo suyo, Juan 1.11
  • Cuando los hermanos de José le vieron, conspiraron para matarle, 37.18. Los judíos buscaron oportunidad para matar a Jesús, Juan 5.16, tomando consejo para destruirle, Marcos 3.6
  • La casa de Potifar fue privilegiada a causa de José mientras servía en ella, 39.5. Durante su servicio Jesús andaba haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, Hechos 10.38
  • Para cumplir toda justicia, José fue encarcelado junto con los transgresores, 39.20. Jesús fue contado con los transgresores, Marcos 15.28, aun cuando ningún mal hizo
  • Jehová estaba con José, 39.2,21,23. Dios estaba con Jesús, Hechos 10.38, y Él mismo dijo: “El Padre está conmigo”, Juan 16.32
  • José era apartado de entre sus hermanos, 49.26. Jesús fue llamado nazareno, Mateo 2.23
  • En su humillación en la cárcel, José interpretó los sueños de los siervos de Faraón y de Faraón mismo, mostrándoles qué había ordenado Dios para su futuro, 41.12,16,25. Por parábolas y por profecía, el Señor Jesús manifestaba cuál sería la bendición y el juicio para el hombre, Mateo 13.24,25

Desconocido por sus propios hermanos, José tuvo dominio sobre Egipto, el imperio mundial de la época, 41.40. Todo poder en el cielo y la tierra fue dado a Jesús el rechazado, quien imparte bendición a los gentiles ahora y lo hará en el reino venidero, Mateo 28.18 al 20, Hechos 13.47

  • Rechazado aún por sus hermanos, José tomó para sí una esposa gentil para que participara ella en su exaltación, 41.45. Rechazado todavía por Israel, Jesucristo toma para sí su esposa celestial, quien participará en su gobierno glorioso sobre los gentiles, Hechos 15.14, 2 Timoteo 2.12, 4.19, Apocalipsis 19.7
  • Los hermanos de José fueron llevados al arrepentimiento y la confesión de su culpa ante él, 42.21. Los judíos son llamados a arrepentirse, y todavía van a reconocer su culpa por haber crucificado al Mesías, Hechos 3.19, Isaías 53, Zacarías 12.10, Apocalipsis 1.7
  • José en su grandeza admite con amor a sus hermanos a la bendición y el favor, 45.4 al 7. Sentado en su trono de gloria, el Hijo del Hombre reconocerá a sus hermanos según la carne en presencia de los gentiles congregados ante él, Mateo 25.31 al 40

 

Esta lista constituye una guía para el principiante, quien podrá añadir puntos de semejanza entre el salvador del Génesis y el Salvador del Nuevo Testamento, —el Pastor, la Roca de Israel— de quien José es figura. Lea la bendición sobre José que su padre pronunció en su despedida, Génesis 49.22 al 26, y lea también Salmo 105.17 al 22.

¡Cuánto hay de profundo interés que cuelga de esta sola estaca! Pero “estacas” hay muchas en las Escrituras, si uno se interesa por buscarlas.

 

9 Siluetas escondidas: El diluvio y el horno
Los días de Noé y los de Daniel

Estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos. 1 Corintios 10.11

Se comenta a menudo que una parte de las Escrituras echa luz sobre otra parte, pero no siempre se reconoce la importancia de este hecho. Con todo, nos consuela saber que el verdadero discípulo de Cristo añadirá a su cúmulo de conocimientos de las cosas divinas si lee la Biblia constante y atentamente.

La palabra de Dios dice ser viva, y esta vitalidad se manifiesta por el poder que tiene, como la buena semilla en la parábola del Señor que se multiplicó en los corazones de aquellos que la recibieron por fe. Con respecto a los tales el Señor dijo, “Se añadirá a vosotros los que oís, porque al que tiene, se le dará”, Marcos 4.24,25. Así la palabra de Dios es el medio señalado por él mismo para el crecimiento y desarrollo en la vida y comprensión espiritual.

La comprensión gradual de la verdad revelada por Dios está expresada también en otra figura. La construcción de un edificio es el lenguaje empleado a veces para representar la comunicación de la verdad al pueblo de Dios. Ella expresa la idea que la apropiación de la enseñanza de las Escrituras en su conjunto es el proceso por el cual colocamos piedra sobre piedra, piso sobre piso, hasta que estemos “firmes, perfectos, y completos en todo lo que Dios quiere”, Colosenses 4.12. Es así que los niños en Cristo se maduran en aquel conocimiento y sabiduría que viene sólo “de arriba”.

Luz sobre el pasado

La revelación impartida por el Nuevo Testamento resalta los perfiles de varias verdades encerradas en “las cosas escondidas”, Salmo 78.2, del Antiguo. Algunos acontecimientos históricos y algunos anuncios proféticos tenían un significado enteramente desconocido o comprendido sólo en parte hasta que resplandeció la luz verdadera. “Las tinieblas van pasando, y la luz verdadera alumbra”, 1 Juan 2.8. Compare también Lucas 10.23,24, “Muchos profetas desearon ver lo que vosotros veis”, y 1 Pedro 1.10 al 12, “… qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu …”

Tomemos un ejemplo. Entre las reglas dictadas por Jehová en relación con la muerte y el asado del cordero pascual para los hijos de Israel, hubo la exigencia que no se quebrantara hueso suyo, Exodo 12.46, Números 9.12.

En el repaso profético de los abusos cometidos contra el Cordero en sí, encontramos la afirmación tan singular que “horadaron mis manos y mis pies”, Salmo 22.16. Más adelante encontramos una profecía que guarda una relación semántica con el versículo del Salmo, por cuanto habla igualmente de horadar. Es la profecía de Zacarías 12.10 acerca de “la casa de David” y “los moradores de Jerusalén”, y dice que ellos van a mirar a aquél a quien traspasaron (horadaron). Los dos pasajes tal vez no se destacan donde figuran, pero su sentido es claro cuando llegamos al Nuevo Testamento.

La clave se da en los Evangelios en la historia de la crucifixión del Señor. Los judíos desearon específicamente que fuesen partidas las piernas de todos los que habían sido crucificados, pero se cuenta que un soldado romano hizo caso omiso de su solicitud, y con su lanza traspasó el costado del Señor. De esta manera cumplió, aun sin saberlo, la profecía escrita mucho antes.

La correspondencia entre este evento y su anticipación en el Antiguo Testamento es comentada por el evangelista, quien dice: “Estas cosas sucedieron para que se cumpliese la Escritura, No será quebrado hueso suyo. Y también otra escritura dice, Mirarán al que traspasaron”, Juan 19.31 al 37.

En este caso, la luz brilla desde el Nuevo Testamento sobre los libros del Exodo, Números, Salmos y Zacarías, o sea, a cada una de las tres divisiones del Antiguo Testamento: la ley, los profetas y los salmos.

Es apenas un caso entre muchos en el Nuevo Testamento donde se citan pasajes de los antiguos libros y se especifica cuál es su cumplimiento. Con frecuencia se encuentra en los

 

Evangelios referencias a pasajes sobre el linaje, nacimiento, ministerio, entrega, padecimiento, muerte, sepultura y resurrección del Señor Jesús.

Estas diferentes escrituras están repartidas desde el Génesis hasta Malaquías. Donde se encuentran allí, su resplandor puede lucir poco, pero cuando se las ubica en el sitio en la gran narración de la cual forman parte, brillan con luz celestial. Por ejemplo, si dejamos que Lucas 4.16 al 21 (Jesús en la sinagoga de Nazaret) brille sobre Isaías 61, aprendemos qué parte de aquella profecía está cumplida y qué está por realizarse todavía. Esta división en dos partes no se discierne con sólo leer el pasaje como está en el Antiguo Testamento.

Lo que está trazado en el diluvio

Nos dirigimos ahora a otra parte de la historia del Antiguo Testamento para verla en mayor detalle. En los días de Noé la maldad de los hombres fue mucha en la tierra. La imaginación humana, el corazón, los pensamientos eran de continuo solamente el mal. Por lo tanto Dios inundó al mundo entero de hombres impíos en un diluvio de aguas, y el mundo que había en aquel entonces pereció al desatender las advertencias de Noé mientras el arca estaba en preparación.

Pero Noé y su familia, ocho personas por todo, se refugiaron en el arca y se salvaron. Formaron el núcleo para la repoblación de la tierra después de su purificación por las aguas del juicio.

Este es, pues, un resumen por demás breve de la gran catástrofe de la raza humana de la cual el libro del Génesis nos informa. Pero en la luz del Nuevo Testamento vemos que el diluvio es una silueta, o cuadro por sombras, de un juicio mundial que está por venir sobre la humanidad cuando su inmundicia llegue al punto culminante.

Nuestro Señor mismo echó luz sobre este carácter profético del diluvio. Hablando del tiempo cuando será visto en su venida al mundo cual Hijo del Hombre, “sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria”, Él dijo: “Como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre”, Mateo 24.37 al 39.

Además, como el torrente de aguas constituye una sombra oscura del juicio que está por caer sobre Israel y las naciones gentiles a causa de su iniquidad tan pronunciada, así la salvación de una familia pequeña es una figura de aquellos que serán salvados del juicio a causa de su fe. Hebreos 11.7 muestra que Noé es ejemplo de los que pasarán ilesos por ese período de su juicio y entrarán en un nuevo mundo donde reina la justicia; el Hijo del Hombre habrá recogido de su reino a los que hacen iniquidad, como dice Mateo 13.41.

Vemos, pues, que Noé y su familia sirven para ilustrar el remanente de Israel. Fueron rescatados del arca, habiendo pasado a través de las aguas que destruyeron a sus semejantes, y heredaron la tierra renovada. El remanente de los judíos pasará por los juicios incomparables de la gran tribulación que caerán repentinamente sobre el hombre impío cuando se encuentre ocupado en las actividades normales de la vida como el comer, “casándose y dando en casamiento”.

El Señor Jesucristo predijo esta temporada de prueba severa y sin precedente, y que un número escogido sería salvado de ella: “Habrá entonces gran tribulación, cual no ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá. Y si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados”, Mateo 24.21.22.

La destrucción será absoluta, como cuando Dios destruyó las ciudades de la llanura. Unos pocos salen de las inundaciones de juicio: “Si Jehová de los ejércitos no nos hubiese dejado un resto pequeño, como Sodoma fuéramos, y semejantes a Gomorra”, Isaías 1.9. De manera que, los que están en el arca —en Cristo—quedarán seguros por encima de las aguas profundas del juicio cuando la ira de Dios se derrama sobre un mundo impío.

Todo esto nos permite descubrir que la historia del diluvio y la preservación de Noé ofrecen un débil trazado del trato futuro de Dios en juicio con los judíos y el mundo en general. El apóstol Pedro alude a esto cuando hace mención del “día del juicio y de la perdición de los hombres impíos”, 2 Pedro 3.6.7.

En el horno, pero no consumidos

Hemos hablado del pequeño trazado en el Génesis del castigo futuro que Dios tiene planificado para caer sobre el mundo de hombres vivos, y cómo la doctrina del Nuevo Testamento emplea el diluvio en los días de Noé para ilustrarlo. Igualmente hemos hablado del remanente de los judíos que será conducido a través de aquella crisis, el cual se prefigura en los que estaban en el arca.

Nos referimos ahora a otra silueta que representa gente de la misma nación y en la misma época. Veremos a unos que no fueron protegidos de un juicio directo de Dios sino pasaron por una intensa persecución a manos de los enemigos de Dios y del hombre. Son un tipo de los judíos que tendrán que enfrentar la alternativa de adorar a los ídolos o aceptar tortura y muerte.

En Daniel está el relato de tres fieles desterrados del reino de Judá. Nabucodonosor, el rey de Babilonia, había sido encomendado por Dios con el gobierno de un dominio mundial. Con miras a la unificación de diversos pueblos, naciones y lenguas en su imperio, mandó construir una colosal estatua de oro en la llanura de Dura para que sirviera de objeto de adoración de parte de todos sus súbditos.

Así, fueron reunidos allí representantes de todas partes del imperio y se proclamó un edicto real que requería que se arrodillaran al recibir la señal de las bandas militares, para rendir homenaje a la imagen, bajo pena de ser echados en un horno ardiente.

El mandamiento fue directo y fácil de comprender, y el castigo sería inmediato y seguro. La cuestión en juego fue clara: obedecer a Dios o al hombre. La autoridad suprema en cuanto al gobierno terrenal exigía conformidad en la adoración de un ídolo de su elección. Había tres cautivos judíos que resistieron el decreto idólatra; para ellos, obedecerlo sería desobediencia al mandamiento de Jehová. Creyeron que deberían obedecer a Dios y no al hombre, y por lo tanto rehusaron arrodillarse ante la imagen.

Por consiguiente, estos tres hijos de Judá —Sadrac, Mesac y Abednego— fueron atados y echados vivos en el horno de fuego. A costa de sus vidas habían testificado fielmente por Dios delante del autócrata más poderoso que el mundo había visto. El trío era de una raza conquistada y despreciada, pero manifestaron una confianza indómita en Jehová y una completa fidelidad al Dios vivo.

Como resultado, los tres testigos de Dios fueron preservados milagrosamente, guardados sin daño entre las llamas consumidoras, mientras que el mismo rey daba testimonio de la presencia en el horno de un Compañero sobrenatural, cuya forma era semejante a la del Hijo de Dios. Aquellos hombres nobles salieron ilesos del horno, para la confusión de Nabucodonosor y su corte.

Es así el trazado general de Daniel capítulo 3, y el acontecimiento es un ejemplo sobresaliente de fe en Dios en medio de un despliegue de la autoridad y el poder de este mundo. Pero a la luz de otras escrituras percibimos en esta historia una silueta de las experiencias futuras de los judíos fieles en los tiempos de la terrible persecución que precederá inmediatamente la constitución del reino del Mesías.

 

Bien hemos podido esperar que esta historia escogida, que recibe su mención en la profecía de Daniel, tendría un significado profético conforme al carácter de ese libro. Se ve que el libro de Daniel trata del pueblo terrenal de Dios bajo el dominio de los gentiles hasta el momento de su liberación definitiva al final de “los tiempos de los gentiles”.

Al buscar el capítulo 13 del Apocalipsis, leemos de dos bestias, la primera de las cuales es, por lo visto, un poder civil. La segunda bestia está en liga con la primera. La segunda hace una imagen de la primera, y ordena la muerte de todo aquel que no la adore; 13.15. Aquí hay en escala mayor el esquema de Nabucodonosor en la llanura de Dura, cuando el remanente fiel de los judíos será el objeto especial de persecución por la postrera cabeza del imperio romano porque ellos no se doblegarán en sumisión idólatra a su imagen.

Será en aquella ocasión que van a ser lanzados en el horno de la aflicción, pero Dios estará con ellos como estaba con los tres hebreos en Babilonia. Esto se predice en Zacarías 13.9: “Meteré en el fuego a la tercera parte, y los fundiré como se funde la plata, y los probaré como se prueba el oro. Él invocará mi nombre, y yo lo oiré, y diré: Pueblo mío; y él dirá: Jehová es mi Dios”. Entonces los fieles clamarán, “Glorificad por esto a Jehová …”, Isaías 24.15. La experiencia y las circunstancias de su opresión se describen en muchos de los salmos.

Así el ojo de Dios estará sobre los que sufren por su nombre, como Él ha dicho a Israel: “Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo … cuando pases por el fuego, no te quemarás”, Isaías 43.2. Se cumplirá la promesa dada a Daniel: “En aquel tiempo será libertado tu pueblo, todos los que se hallen escritos en el libro”, Daniel 12.1.

 

10 Otra silueta: Jonás de nuevo
Jonás como figura y señal profética

Hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos? Juan 21.15

Hemos hablado del diluvio en los días de Noé y de la protección de los tres hebreos en los días de Nabucodonosor, mostrando que ambas historias son ilustraciones de eventos todavía futuros. Proponemos ahora ver de nuevo la misión de Jonás en Nínive, considerando que ella también es una figura profética.

En el libro de Jonás tenemos relatado un solo incidente en la vida de ese hombre. Sin duda él mismo narró el caso sobresaliente. Se nota, sin embargo, que la narración de los hechos constituye un bosquejo de ciertos eventos que no habían ocurrido todavía en la historia nacional de los judíos ni de los gentiles, los cuales iban a afectar la relación entre una raza y la otra. Será evidente también que el carácter profético de este bosquejo es visible sólo al comparar las verdades reveladas en diferentes partes de las Escrituras.

Tomemos en primera instancia la comisión original dada a Jonás, la cual encontramos en 1.1,2. El profeta fue enviado por Jehová como mensajero suyo a Nínive, la capital de Asiria, para testificar contra su maldad. Asiria era el imperio poderoso que estaba oprimiendo al pueblo de Dios aun en esa misma época, y Jonás reaccionó como un israelita patriótico al sentir desagrado ante la tarea de llevar un mensaje de Dios a ese pueblo enemigo. Por lo tanto, huyó en sentido contrario, tomando un barco que iba a Tarsis. Pero Jehová envió un viento recio contra él, y los marineros paganos le echaron al mar. Un gran pez le tragó.

Encerrado en el pez, Jonás se arrepintió de su pecado de desobediencia, y clamó a su Dios en oración. Aun cuando parecía que este hombre había sido echado fuera de la vista divina, Dios oyó y le salvó, de manera que el profeta se encontró de nuevo en tierra seca.

Ahora estamos en condiciones de procurar ver cómo esta conducta tan contraria de Jonás sirve de ilustración del carácter de la nación a la cual pertenecía. ¿Acaso ha habido una nación más rebelde que la de Israel? ¿Cuál era el servicio de los gentiles que Israel había de prestar? Los israelitas fueron separados de todos los demás pueblos con el fin de que fuesen testigo continuo de la unidad de la divinidad delante de los idólatras gentiles.

Jonás como una figura de su propia nación

En vez de ser un ejemplo a las naciones idólatras de la obediencia al Dios vivo y verdadero, la nación favorecida también cayó en la idolatría y llegó a ser ejemplo de la descarada desobediencia a los oráculos recibidos de Él. Los judíos se jactaron de ser los guardianes exclusivos de la ley, pero la violaban abiertamente y así deshonraban a Dios de manera que su nombre era blasfemado en los gentiles por causa de Israel; Romanos 2.23,24. Por esto, según leemos, la ira de Dios se revela ahora desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los gentiles y los judíos detienen con injusticia la verdad; Romanos 1.1.8.

Jonás, pues, por su desobediencia trajo la tempestad de la ira de Dios sobre la nave gentil y sobre sí mismo. De esta manera la desobediencia del judío ante Dios, aun cuando se manifestó en la persona de su Hijo amado, ha involucrado a los gentiles en la venidera tempestad del juicio divino. Por ahora su paciente misericordia lo retiene, pero viene el día señalado cuando el juicio descenderá violentamente y sin límite sobre el mundo poblado; véanse Hechos 17.30,31.

Jonás fue lanzado al mar a causa de su desobediencia. Israel había sido designado para poseer la tierra dada a sus padres, pero por desobediencia a Dios ese pueblo ha sido lanzado al mar de las naciones gentiles. El Señor Jesús habló de la montaña lanzada en el mar, y la montaña es figura de la nacionalidad de los judíos en el sentido que es un sitio fijo en la tierra, prominente ante la vista de todos.

Pero lo que está lanzado al mar desaparece enteramente de la vista humana. En lo que el ojo humano puede percibir, ésta ha sido la experiencia de los judíos. Ellos han dejado de ser contados entre las naciones del mundo.

[Nota del redactor: El autor escribió en 1930, dieciocho años antes de la súbita constitución del Estado de Israel. Aun así, su afirmación no ha perdido vigencia en cuanto a la actitud del mundo hacia la raza judía.]

La historia nacional del pueblo terrenal de Dios corresponde, entonces, a la suerte que sufrió Jonás. Unos 150 años después de la odisea del profeta, la parte del reino al norte de Palestina sufrió esta suerte. En esa ocasión, en los días de Oseas —no el profeta, sino el último rey de las diez tribus— aquella parte de la población fue llevada cautiva por el rey de Persia, “por cuanto no habían atendido a la voz de Jehová su Dios”, 2 Reyes 18.12. Desobediente como Jonás, este reino rebelde desaparecería en las olas del mar, y hasta la fecha no ha sido recuperado.

Posteriormente, el pueblo de Judá fue llevado a Babilonia por Nabucodonosor, habiéndole dado la espalda a su Dios. Algunos de éstos fueron traídos de nuevo a su tierra al cabo de setenta años de cautiverio, para que el Mesías fuese presentado a la nación en el tiempo señalado, pero ellos no constituían una nación en sí, y eran un pueblo subyugado aun en los días cuando nuestro Señor anduvo entre ellos.

Fue en estas circunstancias que los romanos destruyeron a Jerusalén, como leemos en Juan 11.48: “Vendrán los romanos, y destruirán nuestro lugar santo y nuestra nación”. Los judíos fueron dispersados entre los pueblos gentiles y, como sus hermanos de las diez tribus, sufren aún la penalidad de la culpa nacional. De manera que toda la nación ha endurecido su corazón en desobediencia como hizo Jonás. Y, como el siervo que conocía la voluntad de su maestro pero no la cumplía, recibirán muchos azotes; Lucas 12.47.

Con todo y esto, “no ha desechado Dios a su pueblo, al cual antes conoció”, Romanos 11.2. En el tiempo prefijado, serán rescatados milagrosamente del mar de las naciones y restaurados a su tierra de nuevo. Dios “enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro”, Mateo 24.31. “Jehová alzará otra vez su mano para recobrar el remanente de su pueblo que aún queda en … las costas del mar, levantará pendón a las naciones, y juntará los desterrados de Israel”, Isaías 11.11 al 16.

Como en el caso de Jonás, la recepción de Israel será como “vida de entre los muertos”, Romanos 11.15; véanse también Ezequiel 37 y Daniel 12.2.

[No debemos confundir el actual regreso de algunos judíos, cosa que se está realizando en gran incredulidad, con la futura recuperación de toda la nación, que será obra de Dios.]

Su confesión de culpa

Antes de que Jonás fuese librado de las consecuencias de su desobediencia, reconoció su pecado delante de Dios. Lo hizo públicamente a los marineros que se encontraban bajo la amenaza de muerte a causa de su pasajero. Les dijo: “Sé que por mi causa ha venido esta gran tempestad sobre vosotros”, 1.12.

Además, en el vientre del gran pez, mientras sufrió el castigo judicial del Señor a causa de su desobediencia, confesó que la mano del Señor estaba sobre él. Los marineros paganos eran simplemente los instrumentos. Jonás reconoció en el 2.3: “Me echaste a lo profundo, en medio de los mares, y me rodeó la corriente; todas tus ondas y tus olas han pasado sobre mí”.

En esta confesión en la cárcel acuática, vemos en principio el espíritu contrito del remanente de los judíos antes del día de su liberación de su condición derrelicta. Reconociéndose como bajo la desaprobación de Dios debido a su conducta desobediente, dirán, “He aquí, tú te enojaste porque pecamos; en los pecados hemos perseverado por largo tiempo; ¿podremos acaso ser salvos? Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos como la hoja … nos dejaste marchitar en poder de nuestras maldades”, Isaías 64.5 al 7.

 

Su segunda comisión

Jonás fue restaurado a la tierra de los vivientes por la intervención directa de Dios, quien habló al pez, y el profeta fue depositado en la playa. Luego fue comisionado por segunda vez a ir a Nínive y predicar el mensaje que le había sido dado.

Ahora fue obediente, y se dirigió a la metrópolis como un hombre resucitado de entre los muertos. Proclamó que de allí a cuarenta días Nínive sería destruida. Los habitantes creyeron la advertencia y se arrepintieron; la ciudad no fue destruida.

Este evento en la historia de Jonás es otra ilustración de eventos futuros. Es un indicio de la advertencia que se dará a las grandes potencias mundiales antes de que les caiga encima el juicio de Dios en los postreros días.

Predicadores judíos les darán la advertencia de que el hacha está puesta a la raíz de los árboles. Algunos judíos serán traídos al arrepentimiento y fe en Jesucristo como su Mesías, quien fue crucificado y vendrá a establecer su reino de justicia sobre la tierra. Su servicio será el de anunciar esta verdad a los demás, como Jonás fue enviado a Nínive para declarar a esa ciudad el juicio que se acercaba. Así los judíos, poseídos de vida nueva, recibirán una comisión directa para ir a las naciones y predicar el venidero reino de Cristo.

El Señor Jesús habló de esta misión de los creyentes judíos cuando sus discípulos le preguntaron acerca del fin de la época. El dijo: “Será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin”, Mateo 24.14.

Los ciudadanos de Nínive se arrepintieron bajo la predicación de Jonás y escaparon del juicio que venía. Así también la predicación de los mensajeros del futuro llevará fruto, y una multitud de gentiles creerá el mensaje. Juan cuenta en el Apocalipsis 7 que vio “una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas”.

Habían lavado sus ropas, y las habían emblanquecido en la sangre del Cordero. “Estos”, dice, “son los que han salido de la gran tribulación”. Cuando venga el Rey y se siente sobre su trono para juzgar las naciones, los que han creído —los que han recibido el mensaje de los Jonás de ese tiempo venidero— serán colocados a su diestra. Los incrédulos, en cambio, serán puestos a su siniestra para ir al juicio eterno; Mateo 25.31 al 46.

En el Nuevo Testamento se echa una luz mucho más fuerte sobre los acontecimientos venideros, pero aun al leer el Antiguo Testamento bajo aquella luz, vemos la sombra de lo que nos espera en el Nuevo. Nos damos cuenta de que los hechos históricos tenían un significado que sobrepasaba por mucho los tiempos inmediatos de los sucesos en sí.

La señal del profeta

Los fariseos y saduceos tentaron al Señor, queriendo una señal del cielo, pero dijo que ninguna señal sería dada a aquella generación mala y adúltera sino la señal de Jonás profeta. Afirmó: “Como Jonás fue señal a los ninivitas, también la será el Hijo del Hombre a esta generación”, Lucas 11.30.

Esta declaración del Señor exige una cuidadosa consideración, y debe ser comparada con lo que encontramos en el primer Evangelio: “Como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches”, Mateo 12.40.

Jonás en sí fue un testigo infiel para Dios, pero en su experiencia tan singular en el mar sirvió de tipo o ilustración del Hijo del Hombre, el fiel y verdadero testigo de Dios. El Señor Jesucristo pasó de veras por la muerte a causa de la maldad de aquella generación mala de los judíos que le rechazaron y le crucificaron.

Además, el Señor Jesús fue en gracia a los gentiles después de su resurrección. Fue dado por luz a las naciones y la salvación de Dios hasta lo postrero de la tierra; Isaías 49.6, Lucas 2.32. El principio detrás de esta profecía está vigente ahora, como Pablo y Bernabé declararon en Antioquía; Hechos 13.46, 47. Pero el pronóstico del favor de Dios a los gentiles tendrá un cumplimiento mayor en la predicación del evangelio del reino, como hemos comentado ya.

El Señor, por lo tanto, confirmó la perspectiva profética de la historia de Jonás, mostrando que ella prefigura su propia muerte y resurrección, y también la misericordia divina a los gentiles culpables, la cual es una consecuencia de la muerte de Jesús.

Si bien fue típico del Señor el período de la experiencia tan extraña de Jonás en el vientre del gran pez y su predicación en Nínive, por otro lado vemos un cuadro de la generación maligna de los judíos al considerar la conducta personal del profeta en el último capítulo del pequeño libro. Jonás desobedeció la palabra de Dios, y luego se enojó porque Dios perdonó la ciudad gentil. En esta actitud (Jonás capítulo 4) estaba en contraste con Cristo, pero era un representante de su propia nación.

Pablo ha resumido este carácter de aquella nación en estas palabras: “Mataron al Señor Jesús y a sus profetas, y a nosotros nos expulsaron; y no agradaron a Dios, y se oponen a todos los hombres, impidiéndonos hablar a los gentiles para que éstos se salven; así colman ellos siempre la medida de sus pecados, pues vino sobre ellos la ira hasta el extremo”, 1 Tesalonicenses 2.15,16.

  • • •

Pedro habla de la palabra profética más segura como una lámpara que brilla en un lugar oscuro, o escuálido; 2 Pedro 1.19. Así es que encontramos, especialmente en el Antiguo Testamento, siluetas y sombras de verdades importantes que nos serán explicadas más ampliamente en otras partes.

Hemos escogido solamente tres temas, y por medio de ellos hemos procurado mostrar un método de estudio bíblico que encomendamos a nuestros lectores. Añadimos, sin embargo, una palabra de cautela. Para descubrir la verdad, hay que mirar desde la luz hasta la sombra, y no de la sombra hacia la luz. (Por ejemplo, desde el Nuevo Testamento hacia el Antiguo; no se puede imaginar primeramente una doctrina con base en el Antiguo Testamento solamente). Acuérdese de la palabra de “David, siervo de Jehová:” En tu luz veremos la luz, Salmo 36.9.

 

Comparte este artículo: