Los reyes de Israel (#716)

Reyes de Israel y Judá

Esta serie de artículos escrita por N. R. Thomson consiste en los documentos 480 a 499 inclusive, en estas notas finales y en el documento 521 “Rey de Reyes”.

 

Los últimos reyes de Israel

 

La historia de los últimos años del reinado de Israel pone en alto relieve los pasos que conducen a un creyente a cometer la clase de pecado que merece la excomulgación. En el año 721 a.C. cayó la ciudad capital de Samaria, e Israel fue llevado en cautiverio hasta Asiria. Dios excomulgó a la nación de su herencia en la tierra santa, y solamente un remanente se arrepintió para ser restaurado a su herencia después. Es ilustración de la tragedia en la iglesia cuando se hace necesario poner fuera de comunión a una persona.

Israel habla degenerado tanto que había corrompido también a Judá, por medio del matrimonio que se efectuó entre las dos naciones. Dios tuvo que juzgar a ambas naciones y utilizó a Jehú para matar a los dos reyes. Jehú limpió la nación de la idolatría, destruyendo a todos los adoradores de Baal. Pero, aunque él había dicho: “Ven conmigo, y verás mi celo por Jehová”, no supo examinarse a sí mismo. “Jehú no cuidó de andar en la ley de Jehová … ni se apartó de los pecados de Jeroboam” (2 Reyes 10:16,31). Es más fácil juzgar al otro que juzgarnos a nosotros mismos.

Se demuestra el primer paso la caída espiritual, por el descuido personal. Cuando una persona está dispuesta a juzgar severamente otros sin aplicar la Palabra de Dios a su propio comportamiento, anda en el camino hacia abajo. “Ten cuidado dado de ti mismo” (1 Timoteo 4:16). “Considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado” (Gálatas 6:1).

Después de la muerte de Jehú empezó la desintegración final Israel. “La justicia engrandece a nación; más el pecado es afrenta de las naciones” (Proverbios 14:34).

Joacaz su hijo también hizo malo, a pesar de que Dios le demostró su benignidad. Dios “lo oyó y dio liberación a Israel. Con todo eso, no se apartaron de los pecados” (2 Reyes 13:1-6).

El nieto, Joás, siguió por el mal camino, aunque Dios le dio mensaje por medio del profeta Eliseo (2 Reyes 13:14-23). El bisnieto Jeroboam no fue mejor, y el tataranieto Zacarías era igual en su maldad. Dios no soportó más. Zacarías fue muerto por Salum, después de reinar por apenas seis meses. Se cumplió el juicio profetizado sobre la cuarta generación de la descendencia de Jehú.

El segundo paso al juicio total de la nación fue el endurecimiento de corazón, burlándose de la longanimidad de Dios. Dios es paciente, pero no puede ser burlado. “Todo lo que el hombre sembrare, eso también segará”.

La nación fue de mal en peor, y la gente sufrió un período de anarquía. La violencia y la revolución debilitaban al país por cuarenta y un años. Al fin, cayó la nación en el noveno año de Oseas, último rey que se sentó sobre el trono en Samaria. Salmanasar “el rey de Asiria tomó Samaria, y llevó a Israel cautivo a Asiria …. porque los hijos de Israel pecaron … Jehová amonestó entonces a Israel y a Judá por medio de todos los profetas … Volveos de vuestros malos caminos … mas ellos no obedecieron” (2 Reyes 17:1-14).

Uno de los últimos profetas que habló a Israel llevaba el mismo nombre Oseas, como el último rey. En su libro, él frecuentemente llama a Israel por el nombre de Efraín, por cuanto esta era la tribu más numerosa y fuerte de entre las diez tribus del norte. Oseas revela que Dios no tenía la culpa por el fracaso de Israel. Por causa de sus fornicaciones, Israel fue repudiada por Dios, y Dios le dio carta de divorcio (Jeremías 3:8, Isaías 50:1). Pero Dios no actuó según la ley de Moisés en Deuteronomio 24:4, sino que mostró la gracia. Manifestó su deseo de perdonar a aquella nación que había actuado como esposa infiel. Dijo que la castigaría, para ver su arrepentimiento hasta decir: “Me volveré a mi primer marido”.

“En aquel tiempo, dice Jehová, me llamarás Ishi (“mi marido”) y te desposaré conmigo para siempre” (Oseas 2:6‑7,16,19).

Aquel divorcio fue el repudio de la nación durante la época de su inmundicia hasta ver su humillación y arrepentimiento. Luego en el día futuro el remanente perdonado llegará a ser de nuevo la esposa de Jehová. ¡Qué ejemplo del amor de Dios!

Aquí, pues, aprendemos otros pasos que conducen a un creyente a cometer la clase de pecado que merece la excomulgación de la asamblea, siempre sabiendo que el propósito del juicio es la humillación, el arrepentimiento y la restauración.

(a) El tomar alcohol conduce a peores cosas. “Fornicación, vino y mosto quitan (del pueblo) el juicio” (Oseas 4:11). (b) La amistad del mundo corrompe al creyente. “Efraín se ha mezclado con los demás pueblos” (7:8). (c) “La soberbia de Israel testificará contra él” (7:10). Dios guarda al humilde pero resiste a los soberbios. (d) El yugo desigual. “Han engendrado hijos extraños” (5:7). (e) La falta de sumisión a la Palabra de Dios. “Como novillo indómito se apartó Israel” (4:16). (f) El engaño y la mentira. “Habéis arado impiedad y segasteis iniquidad; comeréis fruto de mentira” (10:13). (g) La infidelidad. “Está dividido su corazón” (10:21). (h) La inmundicia. “Llegaron hasta lo más bajo en su corrupción” (9:9) (i) La imprudencia. “Efraín fue como paloma incauta, sin entendimiento” (7:8-11). La imprudencia en el comportamiento, la falta de modestia en el vestir y la palabra liviana pueden conducir al engaño.

¡Ojalá que la historia de los reyes de Israel nos libre de ser también como la paloma incauta!

 

Los últimos reyes de Judá

 

Después de la muerte de Josías, la nación de Judá corrió presta a la destrucción. Tres hijos y un nieto se sentaron sobre el trono durante veintidós años, pero todos bajo el dominio de extranjeros.

La nación perdió su independencia con la muerte de Josías. A los tres meses de su reinado, Joacaz fue conquistado por el rey de Egipto, quien dejó a su hermano Eliaquim (llamado también Joacim) sobre el trono. Nabocodonosor venció a los egipcios, y poco después tomó a Jerusalén. Llevó en cautiverio el primer grupo de judíos, incluso Daniel y sus tres amigos de la simiente real. En esta forma empezaron los setenta años de cautiverio, cerca del año 605 a.C. Joacim siguió reinando como representante de Nabocodonosor, pero al cabo de ocho años fue puesto en cadenas para ser llevado a Babilonia. Es evidente por Jeremías 22:18 y 36:30 que él fue asesinado en el camino, cosechando su justo juicio.

Su hijo Joaquín (llamado Jeconías), nieto de Josías, fue puesto en el trono por apenas tres meses antes de ser llevado en cautiverio con el segundo grupo. Ezequiel estaba entre estos cautivos.

Zedequías fue el último rey bajo el dominio de los babilonios. Procuró la liberación nacional, pero fue atacado por Nabocodonosor, y después de un sitio de dieciocho meses Jerusalén cayó y fue destruida totalmente. Nunca después se ha sentado rey sobre el trono de Judá ni de Israel.

 

Lecciones

 

Hasta aquí el bosquejo de la historia trágica, ¿pero cuáles son las lecciones que hemos de aprender?

 

Primero: Que las aflicciones el creyente, sus persecuciones y su vituperio son pruebas para su bien. La parábola de los higos buenos en Jeremías 24 nos enseña que Daniel y los otros fieles en Babilonia llegaron a ser mejores santos, para disfrutar de mayores recompensas, por medio de sus padecimientos en el cautiverio. Aquellos reyes sembraron el pecado y cosecharon la muerte, perdiendo sus coronas, mientras que los fieles tuvieron que sufrir con los impíos, “llevando la cruz”, pero ganaron una corona incorruptible, gloriosa y eterna. Jeremías, tan sufrido por la persecución y el encarcelamiento a manos de Joacim y Zedequías, llegó a ser profeta más grande, y recibirá mayor galardón que si hubiera vivido siempre en el ambienta agradable del reinado de Josías. No nos desalentemos, pues, si vivimos en días peligrosos de mucha infidelidad, descuido y rebeldía.

 

Segundo: Que a pesar de la paciencia de Dios, la desobediencia trae su pérdida a la postre. “Zedequías … no se humilló delante del profeta Jeremías … obstinó su corazón para no volverse a Jehová … También todos los principales sacerdotes, y el pueblo, aumentaron la iniquidad, siguiendo todas las abominaciones de la naciones [o sea, no mantuvieron su separación] y contaminaron la casa de Jehová … hacían escarnio de los mensajeros de Dios, y menospreciaron sus palabras … hasta que subió la ira de Jehová contra su pueblo, y no hubo remedio” (2 Crónicas 36:12-14). Ya se explica la causa principal de la destrucción de Jerusalén y del trono.

¡Qué triste ejemplo el de Joacim! El puso a Jeremías en la cárcel para impedir su predicación. Jeremías mandó a Baruc que escribiera su mensaje y lo leyera en el Templo. Luego Jehudí tomó el rollo y lo leyó al rey Joacim. “Cuando Jehudí había leído tres o cuatro planas, lo rasgó el rey con una cortaplumas de escriba, y lo echó en el fuego” (Jeremías 36:23) Pero Joacim aprendió que, aunque despreciaba el mensaje de Dios, su Palabra permanece para siempre.

 

Tercero: Que el materialismo destruye la espiritualidad y conduce a la desobediencia. “Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas … codiciando algunos, se extraviaron de la fe”.

 

Cuarto: En 2 Crónicas 36:20,21 se explica que otra causa del cautiverio fue “para que se cumpliese la palabra de Jehová por boca de Jeremías, hasta que la tierra hubo gozado de reposo; porque todo el tiempo de su asolamiento reposó, hasta que los setenta años fueron cumplidos”. Esta escritura indica que durante los cuatrocientos noventa años de los Reyes, la nación de Israel no había guardado el año sabático. Dios mando que cada séptimo año ellos tenían que dejar reposar la tierra, sin sembrar y cosechar, tal como tenían que descansar de sus trabajos cada séptimo día. Por cuanto habían faltado en las setenta ocasiones del año sabático, Dios impuso setenta años de cautiverio para que la tierra reposara.

¿Por qué no obedecieron? Indudablemente fue por causa de la avaricia y el materialismo. Buscaban lo terrenal y no lo espiritual. Daban más valor a lo de abajo que a lo de arriba. No querían usar ni el sábado para la gloria de Dios, ni el año sabático para el servicio de Dios, para asistir a la Casa de Dios en la ocasión de las fiestas (Levítico 25:4, Deuteronomio 31:10-13). Buscaban ganar materialmente, pero perdieron espiritualmente.

Es llamativo que la última iglesia local descrita en la Biblia (la de Laodicea) había degenerado a la misma condición de Israel antes de ser “vomitado” de la tierra (Levítico 18:28). “Por cuanto eres tibio … te vomitaré de mi boca. Porque tú dices: Yo soy rico y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad” (Apocalipsis 3:16)

El materialismo es la plaga de las iglesias actualmente. Muchos creyentes no tienen tiempo para las cosas del Señor. Apenas son “mensuales” o “dominicales” en su asistencia a la Cena del Señor. No quieren dejar los afanes de la vida, su comercio y sus ocupaciones terrenales para servir a Dios. Su descuido espiritual los conduce al menosprecio de la Palabra de Dios; tratan sus mandamientos como gravosos. Se enriquecen en este mundo, pero no tienen tesoro en los cielos, como los últimos reyes que perdieron sus bienes terrenales y su corona eterna. “He aquí yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona”.

 

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