Escritos de S J Saword (#712)

126 escritos de S. J. (Santiago) Saword

publicados en diversas revistas y en libros

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En el principio

001  Lecciones de la luna

Los creyentes como reflejo de Cristo

002  Al aire del día

Comunión, oración y meditación

003  Enoc, séptimo desde Adán

Cinco cualidades de un varón de Dios

004  Los sufrimientos de Job

Las aflicciones del tiempo presente

005  ¿Traerá el hombre provecho a Dios?

Tres respuestas a Job 21

006  Tres hombres representativos

Taré, Abraham, Lot: ¿Cuál de ellos somos?

007  Dos hombres y dos puertas

Abraham y Lot en Génesis 18 y 19

008  Los propósitos de Dios
y nuestro comportamiento

Génesis 12 para nuestros tiempos

009  El creyente Abraham

Retratos del padre de todos nosotros

010  Los altares de Abraham

Cuatro figuras de Cristo crucificado

011  Lecciones espirituales de la vida de Isaac

Nacimiento, matrimonio
y conducta del patriarca

012  La primogenitura y la bendición

Esaú no alcanzó la gracia de Dios

013  José, el hombre espiritual

Diez características de la santidad

Los tiempos de Moisés

014  No sabía Moisés, no sabía Sansón

Un hombre en comunión y otro en desobediencia

015  Los cuatro cánticos de Moisés

Éxodo 15, Salmo 90, Deuteronomio 31, Apocalipsis 15

016  La vara de Aarón que reverdeció

Números 17: Resucitados con Cristo

017  Siete maravillas de la roca

La peña como figura de Cristo

018  La canasta de las primicias

Deuteronomio 26: ¿Qué podré yo darte a ti?

019  El cordón de azul

Permaneced en mí, y yo en vosotros

020  El Señor en medio

Comunión con el Padre y con el Hijo

021  Las trompetas del Señor

Dos toques habidos, y uno por haber

022 La senda peregrina

Israel separado de Edom; Números 20

023  Las hijas de Zelofehad

Cinco mujeres piadosas

024  Harina, aceite y vino

Una meditación basada en la pascua

025  Hermosas tiendas

Dios morando entre su pueblo

Salmos en nuestros corazones

026  La hermosura del Señor

Casa y reina; los Salmos 27 y 45

027  La restauración

David en el Salmo 51

028  De tragedia a triunfo

Salmo 68: Pasado, presente y futuro

029  Todo el día

Salmo 71: Gozo en la vejez

030  Fruto en la vejez

El anciano en el Salmo 74

031  El código moral de un varón de Dios

Salmo 101: David por dentro y por fuera

032  Amo a Jehová

El amor en los Salmos 116 y 18

033  El camino limpio

La Palabra en el Salmo 119

034  Características de una asamblea

Una aplicación del Salmo 122

 

Los tiempos de David

035  Tres credenciales del joven David

Pastoreo, adoración y testimonio

036  La espada de Saúl

Valiente al comienzo; abandonado al final

037  El hombre viejo y el nuevo

Saúl, David y Abner: La carne y el Espíritu

038  La devolución del arca del testimonio

Contraste: 1 Samuel 6 y 2 Samuel 6

039  Ahimaas y Cusi

2 Samuel 18: Dos mensajeros

040  Actores principales en la rebelión de Absalón

Doce personajes, infieles y fieles

041  Ahitofel y Husai

Traición y fidelidad en 2 Samuel

042  Moscas muertas y el perfume del perfumista

Malos pensamientos y actos de locura

043  Las zorras pequeñas y la vid

Nuestro Amado en busca de fruto

044  El enigma de Salomón

El principio y el fin del negocio

 

Entre jueces y reyes

045  Los tres árboles y la zarza

Jueces 9; La parábola de Jotam

046  Jonatán, nieto de Moisés

Un hombre estorbado y un pueblo contaminado

047  Elimelec y Noemí

Alejamiento en el libro de Rut

048  Samuel, fiel guarda del pueblo de Dios

El profeta en lo espiritual, moral e intelectual

049  Cristianos de un solo ojo

El precio que Jabes exigió; 1 Samuel 11

050  Una estrategia satánica

Retén lo que tienes; 1 Reyes 22

051  Asiento bueno, aguas malas, tierra enferma

Eliseo sana a Jericó; 2 Reyes 2

052  Raíces y ramas

El árbol que es la vida nuestra

053  Escudos de oro

No perdáis vuestra confianza; 2 Crónicas 12

054  Una familia valiente para Dios

Joiada, Josabet y Zacarías como ejemplos

055  Cinco hombres de convicción

José, Urías, Nabot, Mardoqueo y Daniel

 

Entre profetas y presos

056         Guarda, ¿qué de la noche?

Negociad entre tanto que venga

057  Llenos de todo gozo

Isaías 12: Gozo y paz en el creer

058  Tres despertamientos en Isaías

Confesión, expectativa y devoción

059  El cinto de lino de Jeremías

Dios tiene siempre su remanente

060  Cuatro obras del alfarero divino

La gran ilustración de Jeremías 18

061  El jardín del alma

Jeremías 31: ¿Cómo está nuestra alma?

062  El mandato a predicar

Asuero y Cristo: Mensajes de muerte y vida

063  Cómo honrar a Cristo

Lecciones de la pregunta de Asuero

 

Siete montes de Mateo

064  El evangelista y su Evangelio

Mateo: El hombre y su libro

065  El monte de la tentación

Cristo el gran vencedor

066  El monte del sermón

Cristo el gran maestro

067  El monte de la oración

Cristo el gran intercesor

068  El monte de los milagros

Cristo el gran benefactor
La vida pública de Cristo

069  El monte de la transfiguración

Cristo el gran transformador

070  El monte de los Olivos

Cristo el gran profeta

071  El monte de la comisión

Cristo el gran mandatario

 

Dios se manifestó en carne

072  La visita más estupenda de los siglos

La encarnación de Cristo

073  El significado del cinturón

Cristo y los suyos activos y en expectativa

074  Cristo entregado

Motivos viles; motivos honrosos

075  Por qué murió Cristo

Creados en Cristo Jesús para buenas obras

076  Destruid este templo

El cuerpo de Cristo en dos sentidos

077  Lo que conviene

Cristo en humillación, servicio y exaltación

078  El Señor JesuCristo sentado

El Olivar, el aposento y los tronos celestiales

079  Cinco viudas en Lucas

Ejemplos de entre la adversidad

080  Simón Pedro y su miedo

Cuatro debilidades en un gran hombre

081  Lecciones de la vida de María

Desde Lucas 1 hasta Juan 19

 

La Iglesia al principio

082  Dos hombres buenos

José de Arimatea y Bernabé

083  Discípulos y apóstoles

Siguieron, y fueron enviados

084  El corazón del apóstol Pablo

El apóstol se descubre en Filipenses 3

085  Los cinco hombres de Efesios

Creado en Dios en justicia y verdad

086  Se les llamó cristianos

Lo que debe caracterizar al cristiano

087  La milicia cristiana

Armadura para la batalla de la fe

088  Privilegios y responsabilidades

El Sacerdote y el sacerdocio en Hebreos 10

089  Temblando

De convicción a consagración

 

La vida cristiana

090  Cinco maneras de agradar a Dios

La ambición principal del creyente

091  Cuatro clases de creyentes

¿Nos alimentamos con leche, o con vianda?

092  El cansancio

Levantad las manos caídas

093  Sed agradecidos

Los beneficios de Jehová para conmigo

094  Crecimiento espiritual

Tres racimos en Gálatas 5

095  Parábola de un baúl

De Cristo os desligasteis

096  La enfermedad espiritual del corazón

Palabras de aliento en Juan 14

097  Carta a una hermana en peligro

El matrimonio en el Señor

098  El caballo troyano

El peligro que es la televisión

099  El trono de la gracia

Jesús mi abogado intercede por mí

100  El principio y el fin de la oración

Oración en Génesis 4 y Apocalipsis 22

101  El séptimo día y el primer día

Diferencias entre el sábado y el domingo

 

Estoy yo en medio de ellos

102  Los dos aspectos de la Iglesia

Los muchos salvos y los pocos congregados

103  La gloria del Señor

Dios en medio de su pueblo

104  La asamblea cristiana

Congregados en el nombre del Señor JesuCristo

105  El santuario de Dios

El cuerpo y la asamblea como templos

106  El gran pulpo eclesiástico

El ecumenismo versus Juan 17

107  Salmos, himnos y cánticos espirituales

El canto en las reuniones

108  La adoración

Hijo, dame tu corazón

109  La cena del Señor

Dónde, cómo y cuándo

110  Los huesos de José

La muerte del Señor anunciáis

111  Haced esto en memoria de mí

Orden en la cena del Señor

112  Escrituras abiertas y corazones ardientes

La Biblia en la cena del Señor

113  La preeminencia de Cristo y su Palabra

Lectura de las Escrituras en la cena

 

Id pronto y decid

114  Ganando almas para Cristo

¿Qué quieres que yo haga?

115  El buey y el asno

Dos figuras del siervo

116  Saliendo por amor del nombre

Obreros mandados a la mies

117  La obra infantil y juvenil

Eliseo y el joven de Sunem

118  Cargas

Salvos para servir

119  Las grandes campañas de alta presión

¿Contar o pesar los profesantes?

120  Falsificaciones

Profesión sin fe y doctrina sin Biblia

 

Hasta que apunte el día

121  Haciendo balance

¿He de ir sin ningún fruto?

122  El inventario anual de nuestras vidas

El libro de memoria delante de Jehová

123  Os encomiendo a Dios

El que es poderoso para edificar y guardar

124  Alzad

Cabeza, ojos, manos y bandera

125  La esperanza bienaventurada

La influencia de la esperanza en nosotros

126  Cristo el Príncipe

Nuestro Señor desde la eternidad hasta la eternidad

001     Lecciones de la luna

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Hizo Dios las dos grandes lumbreras: la lumbrera mayor para que señorease en el día, y la lumbrera menor para que señorease en la noche. Génesis 1.16

Con la llegada de los astronautas a la luna, el mundo científico está en la expectativa de aprender cosas hasta ahora ocultas. Sin duda habrá mucha especulación, como por ejemplo la sugerencia de un seudocientífico que dijo que la luna era un continente de esta tierra. El opina que ella se despegó de este globo y llegó a ser otro astro. Rechazamos ideas vanas como ésta, aceptando el testimonio claro de la Biblia, donde leemos que Dios hizo dos grandes lumbreras.

El sol, la lumbrera mayor, es más de mil veces el tamaño de la tierra. Es un tipo de nuestro Señor JesuCristo, quien se llama en Malaquías 4.2 el Sol de justicia. La lumbrera menor es la luna, cuyo tamaño es aproximadamente la cuarta parte de lo que es la tierra. Es un tipo de la Iglesia. Los tamaños relativos son una ilustración de la pequeñez de la Iglesia en relación con la grandeza de Cristo.

Notemos ahora las siguientes comparaciones entre el sol y la luna, entre Cristo y su Iglesia:

Luz  La luna no tiene luz propia, sino refleja la del sol; la Iglesia no tiene luz propia pero refleja la de su Señor. “… para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable”, 1 Pedro 2.9.

Propósito Dios creó la luna para resplandecer en la oscuridad de la noche. Precisamente, nosotros de la Iglesia debemos ser “irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo”, Filipenses 2.15.

Ambiente  La luna se retira cuando sale el sol. Dice la Palabra: “La noche está avanzada y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz”, Romanos 13.12. Desde que este mundo rechazó a Cristo, quien es la luz del mundo, han reinado las tinieblas. Como las horas más oscuras de la noche son las que preceden el alba, así este mundo va poniéndose más y más oscuro hasta que venga Cristo en su gloria para introducir el día del Señor. Mientras más oscura sea la noche, más brillante y agradable debe ser la luz de la luna que es su Iglesia.

Importancia “Sirvan de señales para las estaciones, para días y años”, Génesis 1.14. La luna es como una guía para los hombres, y así es la Iglesia en su testimonio para su Señor. Ella señala a todos el verdadero camino al cielo.

Influencia Moisés bendijo a la descendencia de José “con el rico producto de la luna”, Deuteronomio 33.14. Ella ejerce una influencia poderosa sobre los mares y la vegetación. Desde su principio, la Iglesia ha sido una fuerza potente, influyendo en las vidas particulares y sobre la humanidad en general en todas partes. La Iglesia es la sal del mundo, que impide la corrupción total. Después de la venida del Señor para llevar la Iglesia a la gloria, este mundo se precipitará vertiginosamente hacia la desintegración moral y el dominio de las potestades de las tinieblas.

Firmeza Desde la creación hasta el día de hoy, la luna ha permanecido exactamente en el lugar donde su Creador la colocó. Lleva sobre su superficie muchas cicatrices, indicando que ha soportado golpes duros y mucho sufrimiento, pero nunca ha retrocedido ni se ha desviado de su órbita.

Así es la historia de la Iglesia verdadera (no la iglesia falsa de Roma). Los emperadores paganos querían aniquilarla y apagar su luz, pero todo en vano. La sangre de los mártires fue la almáciga de la Iglesia, y más la persecución, más aumentaba y prosperaba.

Eclipse Cuando se interpone la tierra entre el sol y la luna, no se puede ver la luz de la luna. Así cuando el mundo se interpone entre el creyente y su Señor, ella no puede reflejar la luz; hay un apagón espiritual.

Diferencia El sol siempre se ve igual, pero con la luna hay creciente y menguante. Así es la historia de la Iglesia: ella fluctúa en su amor, testimonio y poder. Una ilustración de esto la tenemos en las cartas a las siete asambleas de Asia.

Porvenir “Una es la gloria del sol, otra la gloria de la luna. … Así también es la resurrección de los muertos”, 1 Corintios 15.41,42. Cuando venga el Señor para llevar a su Iglesia, ella será glorificada con él. En la ciudad celestial no habrá necesidad de luz de sol ni de luna, porque la gloria de Dios la iluminará.

Queridos hermanos, nuestra oportunidad para brillar es ahora mismo. La luz de una vela no se nota bajo los rayos del sol, pero cuando todo es oscuro se sabe apreciar su luz. Mientras más oscura sea la noche, más clara se ve la luz de la vida. ¡Que no se apaguen nuestras lámparas como en el caso de las cinco vírgenes!

002     Al aire del día

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La hora de la comunión

Oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día. Génesis 3.8

Entendemos por las palabras de este versículo que Dios solía tener comunión con sus criaturas en esa hora del día, porque era el tiempo más propicio para la reflexión y meditación. Cuando Adán y Eva pecaron, enseguida fue interrumpida la comunión. Ellos se encontraron con la conciencia perturbada, y fracasó su esfuerzo en aparejarse con hojas de higuera para la presencia de Dios. El miedo se apoderó de ellos al oir la voz de su Creador. Se escondieron.

Pero, el Dios de luz es también el Dios de amor, y El “arbitra medio para que su desviado no sea de él excluido”. Cristo padeció una vez por los pecados, el Justo por los injustos, para llevarnos a Dios; 1 Pedro 3.18. El solo puede decir, “Nadie viene al Padre sino por mí”.

La hora del abandono

Las horas más calurosas del día en países de la Biblia son desde las 9:00 de la mañana hasta las 3:00 de la tarde. Estas fueron precisamente las horas cuando Cristo fue levantado en cruz. Allí sufrió El por tres horas bajo los rayos del sol sin protección alguna, su cabeza atormentada no solamente por la corona de espinas sino también por el furor del sol al cual fue expuesta. Su sed ha debido ser insoportable, pues clamó: “Sed tengo”. Pero no le dieron agua.

Vinieron tinieblas sobre aquella escena en las cuales nuestro Salvador sintió los horrores de un alejamiento abismal entre su alma y Dios. El tuvo que soportar el peso tremendo de nuestros pecados y el juicio correspondiente.

Durante toda la época de la ley se sacrificaba en holocausto a Dios un cordero cada mañana y otro cada tarde. El cordero de la tarde se sacrificaba a las 3:00, y ésta fue la hora cuando Cristo clamó, “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” Fue entonces que se rasgó el velo del templo y Dios abrió un camino nuevo para nosotros hasta su misma presencia; Hebreos 10.19,20. Cristo fue el cumplimiento del tipo del cordero, y el velo un tipo de su cuerpo herido en la cruz.

La hora de la oración

El nos dio, entonces, el privilegio que nuestros primeros padres perdieron a causa de su pecado. El creyente en Cristo tiene ahora acceso a la presencia inmediata de su Dios, y la invitación es, “Acerquémonos pues confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia, y hallar gracia para el oportuno socorro”, Hebreos 4.16.

En Esdras 9.5 leemos del profeta levantándose de su aflicción, al sacrificio de la tarde, para orar a Dios. El sacrificio de la tarde sincronizaba con la hora de la oración. Cuando llegó esa hora el profeta podía echar su carga sobre Jehová e invocar la ayuda suya a favor de su pueblo. En Hechos 3.1 leemos que Pedro y Juan subían al templo a la hora 3:00, que era la de oración.

Que el Señor nos ayude siempre a apreciar la hora de oración. Después del rigor de la vida diaria con sus faenas y luchas, ¡qué agradable es para el creyente reunirse con sus hermanos en el culto de la oración en tranquilidad y comunión hermanable, y recibir de nuevo refrigerio y fortaleza espiritual!

La hora de la meditación

Isaac, cuando estaba pendiente de la llegada de su novia Rebeca, salió al campo a orar “a la hora de la tarde”. Dios contestó sus súplicas en darle la esposa idónea para él. ¡Cuántos jóvenes fracasan en la vida de casados por no confiar en Dios en la oración! Isaac es un tipo precioso de nuestro Señor JesuCristo, el cual actualmente espera el momento cuando recibirá a su esposa, la Iglesia. Mientras tanto estamos atravesando el desierto y El no cesa de interceder por nosotros.

Hermanos, no descuidemos estos santos privilegios que nuestro Salvador compró para nosotros a precio infinito: la comunión, la oración y la meditación. Ellos refrescan el espíritu, como el aire fresco de la tarde es tan agradable al cuerpo.

003     Enoc, séptimo desde Adán

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Los 365 días del año 1971 están llegando rápidamente a su fin y nos hacen recordar que los 365 años de la vida de Enoc también llegaron a su fin.

La breve biografía de este gran hombre de Dios se halla en Génesis 5.18 al 24, el autor del cual es el Espíritu de Dios. El capítulo es el registro del nacimiento, matrimonio, descendencia y muerte de ocho personas. Figuran dos más. Enoc contó con menos de la mitad de los años de los demás, y de él se dice que “fue traspuesto para no ver muerte”. Al final del capítulo se dice de Noé que “halló gracia en los ojos de Dios”. El sería salvo del diluvio, con toda su casa.

En el Nuevo Testamento hay dos comentarios breves tocantes a la vida de Enoc. El aparece en Hebreos 11 entre los grandes héroes de la fe, con la advertencia de lo indispensable de la fe para agradar a Dios. En Judas 14 y 15 se habla de nuevo de él. De lo que la Biblia dice de Enoc, se pueden destacar cinco características.

Su fe

De Adán salieron dos líneas: la de Caín, con su rebelión contra Dios, y la de Set, que era la línea de la fe. Esta segunda es la línea de Génesis 5. Fue cuando Enoc llegó a los 65 años de edad que tuvo una experiencia positiva de empezar a caminar con Dios. No había ningún libro de la Biblia escrito en aquel entonces, pero Dios le comunicó a Enoc sus pensamientos y propósito, y él los apropió por fe. El empezó con fe en la revelación de Dios, y su camino con él fue sostenido por fe cada día durante trescientos años.

La vida del creyente empieza con fe y consta de la misma en toda su trayectoria. La amonestación solemne de Hebreos 10.35 es: “No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón”.

Su familia

Su primer hijo, Matusalén, nació en aquel día inolvidable cuando Enoc empezó a andar con Dios. Después, engendró hijos e hijas. Enoc siguió caminando con Dios y agrandándole como padre de familia sin permitir que las obligaciones del hogar impidiesen su comunión con Dios.

El matrimonio es una institución divina; cuando la unión conyugal es de Dios, la pareja le da la parte y el lugar que le corresponde en el hogar. El nombre del primer hijo de Enoc es notable y es único en la Biblia. Es, “muerto, vendrá”, a saber, que cuando él haya muerto, vendrá el diluvio. Era un aviso a todos, y sirvió para infundir el temor de Dios a los demás en el hogar.

Cuando la verdad de la pronta venida del Señor controla la vida de los padres, sin duda habrá una repercusión en los hijos, despertando en ellos una preocupación por la salvación de sus almas.

Su fidelidad

“La comunión íntima de Jehová es con los que le temen, y a ellos hará conocer su pacto”, Salmo 25.14. Caminando Enoc con Dios, le fue comunicada la estupenda revelación de la venida en gloria del Señor JesuCristo “con sus santas decenas de millares”, como lo expresa Judas. Ese mensaje que él anunciaba es exactamente lo que encontramos en Apocalipsis 19.11 al 14.

Con valor Enoc denunció el estado pecaminoso que existía en su época inmediatamente antes del diluvio. Hablaba de los impíos y sus obras, de cómo se conducían “impíamente” y de qué decían contra Dios. El salvó su responsabilidad para con sus contemporáneos con el fin de que ellos se arrepintiesen.

Sin buscar la popularidad ante esa generación adulterina, el profeta buscaba la comunión con Dios, sintiendo la compasión divina. Dios quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad; 1 Timoteo 2.4. Nosotros también somos testigos del Señor ante un mundo impío, y pedimos que El nos ayude a cumplir con el deber ante aquellos que nos rodean.

Su fama

El Génesis 6 comienza con una mención de mujeres hermosas y hombres valientes, “varones de renombre”. Parece que buscaban una fama mundana como las estrellas de cine y los héroes del deporte profesional en el día de hoy.

Mientras que el hombre mira la apariencia exterior, Dios mira el corazón. El vio que todos se habían corrompido y la tierra estaba llena de violencia. Eran pecadores “famosos”, pero la fama de Enoc era de otra índole: “El tuvo testimonio de haber agradado a Dios”.

La fama mundana se acaba pronto pero esta fama es eterna. El diablo desea interesar al creyente en las detracciones y atractivos de un mundo que está condenado al juicio, y quien se entregue a estas cosas pronto perderá su espiritualidad al estilo de Sansón. La inspiración del cristiano está en los héroes de la fe.

Su fin

Habiendo andado con Dios durante trescientos años, Enoc estaría más interesado en las cosas de arriba que en las de la tierra. Sin embargo, él no descuidaba sus deberes temporales y familiares, ya que nuestro Señor diría que debemos dar a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios. “Si alguno no provee para los suyos”, diría el apóstol, “ha negado la fe, y es peor que un incrédulo”.

“Mejor es el fin del negocio que su principio”, Eclesiastés 7.8. ¡Maravilloso el día cuando Enoc vio abiertas las puertas del cielo y su Dios le condujo por la mano a las mansiones de luz!

El traslado de Enoc antes del diluvio es figura de aquel momento glorioso cuando la Iglesia de Cristo oirá la trompeta de Dios. Subiremos instantáneamente a la presencia de nuestro Señor para no estar separados más nunca. Andando con Cristo aquí, es cierto que sufriremos el vituperio y la persecución por amor a su nombre, pero grande será la gloria para nosotros en el día de su manifestación. Efectivamente, nuestra vida está escondida con Cristo en Dios, Colosenses 3.3.

004     Los sufrimientos de Job

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Veamos unos pocos propósitos de Dios en los sufrimientos de su siervo Job.

Primero Fueron para convencer a Satanás que El tenía completa confianza en la fe e integridad de su siervo. Job podría aguantar las pruebas, pero Satanás no sería permitido tocar su vida.

Segundo Dios mismo sería glorificado por el triunfo de fe en este hijo suyo. “… aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe … sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo”, 1 Pedro 1.6,7.

Y, Dios permitió las pruebas y sufrimientos para reducir a Job a una condición de alma en la que sería capaz de conocerse a sí mismo y confiar sin reserva en las perfecciones de su Señor. “El que piensa estar firme, mire que no caiga. No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida”, 1 Corintios 10.12,13.

En el libro de Job el hombre llega a conocerse a sí mismo; en el libro de los salmos el hombre llega a conocer a Dios. Satanás no podía encontrar falta ni falla en la conducta de Job, así que atacó sus motivos. El diablo insinuó que Job quería congraciarse con Dios por egoísmo y ganancia material. Nosotros podemos juzgar las acciones y conducta pero sólo Dios es capaz de entender los motivos, ya que conoce el corazón.

Satanás tenía envidia de Job, como la tenía de Adán y Eva y de nuestro Señor JesuCristo, ya que ellos fueron aceptados por Dios y el diablo rechazado. Esta terrible plaga de la envidia puede también invadir el corazón del creyente. Algunos, a la verdad, predican a Cristo por envidia, Filipenses 1.15. Cuando es así, el creyente se pone al nivel de Satanás, y cuán necesario es que uno ore que sea guardado de tan grave pecado.

El celo de Dios no le permitió al diablo hacer nada contra Job, pero Dios mismo sabía de algo en su siervo que necesitaba la corrección divina. En los capítulos 1 y 2 Job está en manos de Satanás, quien hace su obra nefanda en él y desaparece. Luego emplea a tres amigos del patriarca para agravar sus angustias morales.

Pero el fin del negocio fue mejor que su principio; Eclesiastés 7.8. Dios vindicó a su siervo, condenó la actuación de sus amigos y restauró con creces lo que Job había tenido. El apóstol tenía por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse; Romanos 8.18. Que nosotros lo tengamos por cierto también.

005     ¿Traerá el hombre provecho a Dios?

Ver
En el capítulo 21 del libro que lleva su nombre, Job denuncia el egoísmo que prevalecía en su tiempo, protestando que el hombre natural quiere excluir a Dios de sus pensamientos. “¿Quién es el Todopoderoso, para que le sirvamos”, dice, “y de qué nos aprovechará que oremos a él?” ¡En estos tiempos de materialismo, su protesta sigue vigente!

Elifaz le contesta en el capítulo 22, comenzando con preguntas que retan al creyente en Cristo: (1) ¿Traerá el hombre provecho a Dios? (2) ¿Tiene contentamiento el Omnipotente en que tú seas justificado, o provecho de que tú hagas perfectos tus caminos? (3) ¿Acaso te castiga, o viene a juicio contigo, a causa de tu piedad?

A todo esto contestamos que sí. El hombre puede traer provecho a Dios; sí le complace al Omnipotente justificar al que cree; y, El sí castiga a todo hijo que recibe.

Pero la primera pregunta — la que nos interesa por el momento — suscita otra en el corazón del cristiano: ¿Por qué debo ser provechoso a Dios? O, si quiere, ¿por qué perfeccionar mi camino?

 

 

Podemos ofrecer de una vez tres razones:

Porque todo creyente en Cristo ha sido comprado a precio infinito. “Habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios”, 1 Corintios 6.20.

Porque hemos sido salvos con el fin de glorificar a Dios y ser sus testigos fieles por vida y labios mientras El nos deje aquí. “No te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor …”, 2 Timoteo 1.8.

Porque el tribunal de Cristo está por delante. “Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa”, 1 Corintios 3.14. Si le servimos a él fielmente aquí, habrá oro, plata y piedras preciosas para nosotros en aquel día. Si no, veremos consumidos la madera, heno y hojarasca que hemos acumulado aquí.

Esto es algo de interés a todos en la familia de la fe. Se observa un gran afán por la preparación que permitirá a uno obtener un buen empleo o superarse en las ocupaciones lícitas que ofrecen buenas perspectivas. Hay muchos que quieren traer provecho a sí mismos, aunque no negamos que puedan tener a la vez ideales altruistas.

Esta diligencia es loable hasta cierto punto, porque una norma que debe prevalecer en el cristiano es: “En lo que requiere diligencia, no perezosos”, Romanos 12.11. Pero otra en el mismo versículo es, “Sirviendo al Señor”. El lenguaje nuestro debe ser siempre, “Señor, ¿qué quieres que yo haga?” Para saber cómo es la sabiduría que es de lo alto, uno va a Santiago 3.17.

La educación más avanzada es la que se obtiene en la escuela de Dios, donde Cristo mismo es el Director. Allí aprendemos “a Cristo” y somos por él enseñados”, Efesios 4.20,21. El quiere que aprendamos de él, porque El es manso y humilde de corazón, y quiere imponer su yugo y su carga sobre los suyos.

Es de esta manera que Dios nos prepara para traerle provecho a él. El Omnipotente tiene contentamiento en llamar a un servicio especial suyo, sea en su propia tierra o en otra, a los que han aprendido a Cristo, sea para que le presenten a otros en ministerio público o en otra esfera.

006     Tres hombres representativos

Ver
Tomó Taré a Abram su hijo, y a Lot hijo de Harán … y a Sarai su nuera … y salió con ellos de Ur de los caldeos, para ir a la tierra de Canaán, Génesis 11.31

Taré

Estos hombres salieron de su tierra como peregrinos, pero Taré se paró a la mitad del camino, habiendo viajado probablemente unos mil kilómetros, y allí se quedó en Harán hasta morir. Taré es un tipo de los que emprenden la carrera cristiana con entusiasmo pero nunca llegan a la meta. Se cansan, se desaniman y dicen, “Hasta aquí no más”.

Es posible que Taré haya temido cruzar el gran río que le separaría de su pequeño mundo para principiar una vida nueva. Lo que tenía era entusiasmo sin fe en Dios y su promesa. Se dejó llevar por Abram hasta cierto punto pero de allí no quiso pasar.

Hay muchos que no quieren cruzar el lindero entre el mundo y la vida nueva en Cristo. Se acaba su entusiasmo y no les queda nada. Dijo nuestro Señor, “Muchos son llamados, mas pocos escogidos”. Hay quienes empiezan cantando de voz en cuello, “Dejo el mundo y sigo a Cristo”, pero después dan la vuelta para dejar a Cristo y seguir al mundo. Así mueren perdidos, habiendo tenido la profesión en la boca pero sin la posesión de la vida eterna.

Abraham

Abram era creyente. “Siendo llamado, obedeció … y salió sin saber a dónde iba”, Hebreos 11.8

“Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra … a tierra que te mostraré”. No leemos que Dios haya hablado así a Taré, pero su hijo oyó la voz de Dios y obedeció. Era la obediencia de la fe. Mientras su padre vivía, le era un estorbo; muerto éste, Abram siguió adelante, llegando a Canaán con su esposa y su sobrino.

Su demora hasta la muerte del anciano le dio lugar al cananeo meterse en la tierra prometida, pero Abram no hizo parentesco con éstos, sino levantó su altar a Jehová. Era su testimonio a todos que él no adoraba a los ídolos ni seguía las prácticas de sus vecinos, sino que permanecería como peregrino en separación del mundo.

La biografía de este hombre, inspirada por el Espíritu Santo, ocupa un lugar importante en el Antiguo y Nuevo Testamento. Se ganó el título de amigo de Dios; fue objeto de grandes bendiciones de lo alto y Dios prometió bendecir todas las naciones de la tierra por medio de él. Su nombre aparece en el primer versículo del Nuevo Testamento junto con los de David y de JesuCristo, encabezando la genealogía del Salvador. Las promesas a Abraham serían verificadas por medio de Cristo. En Gálatas 3.7 leemos que los que son de la fe, éstos son hijos de Abraham. Así vemos que por fe somos ligados con aquel ilustre hombre de Dios y heredamos las ricas bendiciones por medio de él y de nuestro Señor JesuCristo.

Ojalá que los rasgos vistos en Abraham — fe, obediencia y separación — se vean también en nosotros. El mostró fidelidad en cuanto a su hijo; Génesis 22.16 dice, “No me has rehusado tu hijo”. Alcanzó buen testimonio por su honradez delante de los demás: “Eres un príncipe de Dios entre nosotros”, 23.6.

Lot

Después de considerar la vida insigne de Abraham, no es muy agradable reflexionar sobre la vida de su sobrino Lot. Mientras éste acompañaba a Abraham, no se ve nada fuera de orden en su vida, pero llegó una crisis cuando tuvo que decidir. Su tío le dio la oportunidad de escoger primero una nueva localidad donde ubicarse con su mucho ganado, posesiones y pastores. Lot puso su mira en la llanura del Jordán e iba marchando “hacia el oriente” con sus espalda hacia Canaán. El fue poniendo sus tiendas hasta Sodoma y por fin abandonó la tienda de peregrino. Se acomodó en una casa como residente y ciudadano de aquella ciudad corrompida.

No sabemos nada de su esposa y las hijas hasta el capítulo 19, cosa que nos hace pensar que él consiguió su mujer en Sodoma. Esto explicaría por qué ella echó una mirada hacia atrás a la ciudad y se volvió estatua de sal. También explicaría la desmoralización de las dos hijas contaminadas con la vida de Sodoma. El apóstol dice que Lot era justo pero en Sodoma él “afligía cada día su alma justa viendo y oyendo los hechos inicuos de ellos”, 2 Pedro 2.7,8.

¿Cuál era la causa del fracaso de este hombre, quien por tantos años gozaba el privilegio de acompañar a Abraham en una vida de fe y separación del mundo? Creemos que fue su avaricia. Dios le había dado gran abundancia en lo material pero él quería más. Muchos creyentes como Lot se han naufragado por dar el primer lugar a sus intereses materiales a expensas de las cosas del Señor.

“Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra”, Colosenses 3.2. Las riquezas y los bienes de Lot fueron quemados en Sodoma, y aquel hombre se ve al fin viviendo en desgracia en una cueva con un garrafón de licor y sus hijas corrompidas. El es tipo del creyente que, como Demas, vuelve al mundo.

Esta historia se ha inmortalizado para amonestarnos a no tomar semejante paso falso. “Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego”, 1 Corintios 3.14,15.

007     Dos hombres y dos puertas

Ver
Estaba él [Abraham] sentado a la puerta de su tienda en el calor del día, Génesis 18.1 Lot estaba sentado a la puerta de Sodoma, Génesis 19.1

Aquí tenemos lado a lado las palabras clave que dan el secreto del gran éxito espiritual en la vida de Abraham y el triste fracaso en la de Lot. Abraham se halló a la puerta de su tienda, símbolo de su peregrinación, mientras que Lot se halló a la puerta de Sodoma, típico del interés del creyente mundano. Lot, al decir del primer salmo, estaba en la silla de escarnecedores, habiendo abandonado su vida de peregrino.

Lo siguiente es un estudio breve de ciertos contrastes entre Abraham y Lot, que nos puede indicar el camino por donde debemos seguir y las cosas que debemos evitar.

  1. Conversión

Los dos salieron juntos de Ur de los caldeos, Abraham llamado por Dios, Génesis 12.1, y el joven Lot sin duda influenciado por su tío. “Por fe Abraham, siendo llamado, obedeció”. El fue salvo por la obediencia de la fe, y su conversión fue clara. Hay varias referencias a la misma, como por ejemplo Romanos 4.3: “Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia”.

No fue así con Lot. No hay una sola referencia a cómo fue convertido; la única luz que tenemos sobre el asunto es lo de 2 Pedro 2.7, “el justo Lot”. Hay creyentes cuya conversión es una cosa tan nublada que ellos mismos hablan muy poco del hecho. Al llegar a Canaán Abraham no perdió tiempo en testificar por su Señor. El edificó un altar a Jehová, y los cananeos idólatras vieron que era adorador del Dios vivo y verdadero. Nada leemos de un altar de Lot.

  1. Escogimiento

Aprendemos en Génesis 13.10 al 15 que Lot tenía muchas posesiones y riquezas pero codiciaba más. Su ambición era engrandecerse en el mundo, y con este fin se arrimaba más y más a Sodoma. Para él lo material valía más que lo espiritual y esta equivocación le llevó a la ruina.

En cambio Abraham dejó la escogencia con Dios. Su motivo principal era el de agradar a Dios, y en lugar de poner la vista en una ciudad terrenal él prefirió seguir viviendo en tiendas, “porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios”. En cuanto a nosotros, “nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador”, Filipenses 3.20.

  1. Esposa

Cuando salieron de Ur, Abraham ya era casado, y en el Nuevo Testamento hay dos comentarios favorables acerca de Sara. En Hebreos 11.11 ella es la primera mujer honrada con su nombre en la lista de los héroes de la fe. En 1 Pedro 3.6 es nombrada como ejemplo de una esposa respetuosa ante su marido. Sara tuvo su parte no solamente en agasajar a los ángeles sino a Dios mismo. Ella compartió con su marido la vida peregrina y al fin recibió un entierro digno.

No fue así con la mujer de Lot. Cuando él salió de Ur era soltero, como también al dejar Harán. Aun cuando Abraham vuelve de Egipto, nada se dice en Génesis 13 de una esposa de Lot. Es probable que se haya casado después de su separación de Abraham, pues hubo un lapso de unos veinte años entre aquel día y la destrucción de las ciudades corruptas.

Sin duda la mujer de ese hombre fue un instrumento de Satanás para hacer que su marido se conformaría a la vida en Sodoma. Dice el apóstol: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento”, Romanos 12.2. El corazón de la mujer de Lot estaba tan apegado a Sodoma que, no obstante el esfuerzo de los ángeles para sacarla, ella de mala gana salió de la ciudad. En desafío al aviso, “Escapa por tu vida; no mires tras ti”, ella “miró atrás, a espaldas de él, y se volvió estatua de sal”.

Cuando el creyente tiene una esposa mundana, ella es capaz de hacer muchas cosas a espaldas de él. El matrimonio de Lot resultó ser una calamidad. Un viejo predicador solía decir que “del Señor es una buena esposa, pero del diablo es una mala esposa”. Esta alerta para los hermanos solteros se aplica en sentido inverso también. Las vidas de muchas hermanas espirituales han naufragado por un matrimonio mal habido.

  1. Hijos

En Génesis 19 leemos que Lot tenía dos hijas, vírgenes ellas, pero él había perdido tanto de su coraje moral en Sodoma que ofreció entregarlas a la voluntad pervertida de los sodomitas. Ellas ya estaban comprometidas con hombres impíos. Por la intercesión de Abraham y la misericordia de Dios, no fueron destruidas en la condenación de Sodoma. Estaban tan contaminadas por la corrupción que la última referencia a ellas es cuando embriagaron a su propio padre para concebir por medio de él.

¡Cuán distinta es la historia de los hijos de Abraham! En Génesis 18.19 Dios manifiesta su plena confianza en él, diciendo: “Yo sé que mandará a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden el camino de Jehová, haciendo justicia y juicio”. En Hebreos 11 dice que él por fe habitó como extranjero en la tierra prometida, en tiendas con Isaac y Jacob, confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra.

Una de las tragedias más lamentables entre el pueblo de Dios es el desprecio con que tantos hijos de creyentes tratan la fe de sus padres. Cumplen lo dicho en Isaías 1.2: “Crié hijos, y los engrandecí, y ellos se rebelaron contra mí”. A los padres cristianos que se interesan más por el bienestar temporal de sus hijos que por su salvación, les espera una cosecha de lágrimas y remordimiento.

  1. Testimonio

Lot quería establecer una fraternidad con la gente de Sodoma. Se dirigió a ellos como “hermanos míos”, pero le odiaron, diciendo, “Vino este extraño para habitar entre nosotros, ¿y habrá de erigirse en juez?” En cambio Abraham, que llevó una vida de separación, fue recibido con respeto por los hijos de Het al buscar sepultura para su esposa. “Oyenos, señor nuestro”, le dijeron, “eres un príncipe de Dios entre nosotros”.

  1. Fin

Lot perdió todo. La última referencia a él, Génesis 19.35, es muy vergonzosa. En cambio, Abraham fue honrado por Dios en vida y en la muerte también. Muchos padres han puesto a sus hijos el nombre de Abraham pero no he sabido de nadie con el nombre de Lot.

008     Los propósitos de Dios y nuestro comportamiento

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La promesa

El Capítulo 12 del Génesis empieza con una gran revelación de Dios a su siervo Abraham, y termina con un gran fracaso de parte de aquel patriarca.

Dios le dijo: “Engrandeceré tu nombre, y serás bendición … y serán benditas en ti todas las familias de la tierra”. Sólo por los sufrimientos de Cristo, la simiente de Abraham, hecho El maldición por nosotros, se podría realizar esta promesa. Su pleno cumplimiento está en el futuro todavía, pero los propósitos de Dios en cuanto a Abraham eran que él fuese un canal de bendición.

Y, sus propósitos en el caso de todo verdadero creyente son que seamos lo mismo, desde el día de la conversión hasta el fin de nuestros días sobre la tierra. Es por nosotros que el río de la gracia puede llevar hoy día el agua de vida a la humanidad sedienta.

Pero estos propósitos divinos dependen en parte del comportamiento del creyente. Abraham empezó muy bien su carrera como peregrino, llegando a Siquem que quiere decir hombro o fortaleza, siendo así un tipo de Cristo. De allí pasó a Bet-el, “casa de Dios”, donde levantó su segundo altar y estableció contacto con el cielo. Allí le vino una prueba que no pudo soportar y él sufrió un lapso de fe. Se desvió del camino de la voluntad de Dios y descendió a Egipto, tipo del mundo.

La prueba

Llegó el momento de la prueba, cuando el temor del hambre desvió al patriarca de la voluntad de Dios. En una falta de fe, se apoderó de Abraham en Egipto el temor del hombre, que le hizo confeccionar una mentira. La puso en boca de su esposa, exponiéndola a la humillación y al riesgo del adulterio. En ese momento crítico hubo la intervención divina y Dios hirió a Faraón y su casa con grandes plagas, salvando a Abraham y Sara de un gran desastre. Hay en esto una lección para nosotros, y es que consecuencias serias pueden resultar de apartarnos a buscar refugio o comodidad en el mundo de los impíos, aun cuando podamos razonar que estamos “obligados” hacerlo por las circunstancias.

En vez de traer a Faraón la bendición de Dios, Abraham por su mal comportamiento trajo sobre aquel rey la maldición de Dios. Luego notamos la indignación de Faraón. El había tenido un alto concepto de Abraham como hombre de Dios, y no le creía capaz de traer sobre él y su casa tan grande mal. El patriarca fue despedido de Egipto como persona no grata, su testimonio perdido en cuanto a ese rey.

Un contraste

¡Cuán distinta es la historia de José en el capítulo 39! El fue llevado a Egipto en los propósitos de Dios; su comportamiento fue gobernado siempre por el temor de Dios y él no cedió a la tentación. Por eso Dios pudo bendecir la casa de Potifar. José supo darle la gloria a Dios; él diría después que, “No está en mí; Dios será el que dé respuesta propicia a Faraón”, Génesis 41.16.

Más adelante la nación de Egipto fue salvada de hambre por intermedio de José, y finalmente éste llegó a ser el instrumento de Dios para la bendición de todos sus hermanos. Sin lugar a dudas, “Rama fructífera es José, rama fructífera junto a una fuente, cuyos vástagos se extienden sobre el muro”, 49.22.

Su vida irreprensible y su temor de Dios le salvaron del desastre. De acuerdo con la promesa divina, él mismo fue bendecido y hecho un vaso de bendición en las manos de Dios para los demás. El temor de Dios salvó a José del desastre, cuando el temor del hombre había puesto a Abraham al borde del colapso.

Nosotros también

Nosotros también, por nuestro proceder recto, viviendo diariamente en el temor de Dios, podemos ser los vasos escogidos para comunicar bendición a nuestros hermanos y a otros. Sepamos, hermanos, el propósito de Dios para nosotros: “No volviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo; sabiendo que vosotros sois llamados para que poseáis bendición en herencia”, 1 Pedro 3.9.

Aun los que no son del Señor esperan una conducta proba en la vida del cristiano, y no pocas veces son los primeros en censurar algo fuera de orden en nuestras vidas. Estamos dando un ejemplo, sea para hacer tropezar a otros o para conducirlos al Señor JesuCristo.

009     El creyente Abraham

Ver
Los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham, Gálatas 3.9. Abraham, el cual es padre de todos nosotros, Romanos 4.16

En Abraham tenemos el más destacado ejemplo de la fe en toda la Biblia. Somos identificados con él como creyentes y somos hijos espirituales suyos por la fe. Cuando Dios le llamó de su tierra, no había ni una sola palabra de las Sagradas Escrituras en forma escrita; Dios había comunicado sus propósitos a sus escogidos por revelaciones y visiones, como en los casos de Enoc y Noé. Sin embargo, Abraham obedeció por la fe la llamada celestial y, como un niño, puso su mano en la mano de Dios sin vacilar.

Peregrino

No sabiendo para dónde iba, dejó atrás la ciudad de Ur con su antigua civilización e idolatría, para no volver nunca. Su anciano padre se entusiasmó para acompañarle, aunque Dios no le había llamado. Taré estaba dispuesto a seguir por sólo la mitad del camino, y no cruzó el río. Así, Abraham fue detenido hasta que murió el anciano, y luego se encontró libre para continuar la marcha.

Muchos creyentes han sido estorbados y detenidos en su progreso cristiano por causa de sus familiares. Nuestro Señor advirtió que los tales no son dignos de ser llamados discípulos suyos; Lucas 14.26,27.

El río constituía el lindero entre la vida anterior y la nueva. En Génesis 14.13 este hombre recibe un nombre nuevo, Abram el hebreo, el cual significa que procedía del otro lado del río. Así la gente del país reconoció que era extranjero y peregrino entre ellos. El diablo es el autor de confusión y quiere mezclar a los que son de Dios con los que son suyos. “Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él”, 1 Juan 3.9

Al llegar Abraham a Siquem, Jehová se le apareció y le comunicó una promesa muy importante: “A tu descendencia daré esta tierra”. Abraham edificó su primer altar, confesando delante de los cananeos que era creyente en el Dios vivo y verdadero.

Su altar fue de piedras, de carácter permanente como un testimonio, para ofrecer holocausto y así acercarse a Dios. Cada creyente debe tener su altar familiar, empezando el día con la lectura de la Biblia y la oración, con la familia reunida. Es una práctica que puede ocupar unos diez o quince minutos, según el tiempo disponible. En Hebreos 13.10 leemos que nosotros tenemos un altar. Es Cristo como nuestro Salvador y Sustentador.

Abraham llegó cerca de Bet-el (casa de Dios), donde plantó su tienda y edificó su segundo altar a Jehová. Allí invocó el nombre de Dios, reconociéndole como Señor soberano. Nos hace recordar Romanos 10.9: “… que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo”. Para Abraham era un altar de oración y adoración.

Soldado

Llegamos a Génesis 14 y vemos a este hombre como soldado, impulsado por amor a su sobrino Lot y rescatándole de un enemigo poderoso. Con sólo 318 de sus criados, y los varones Aner y Escol de Mamre como acompañantes, salió Abraham en persecución de los cuatro reyes y sus ejércitos victoriosos. Su fe en Dios le infundió coraje y confianza invencible. Sorprendido el enemigo en un ataque nocturno, fue herido y huyó, dejando atrás los cautivos y los despojos.

En Efesios 6.11 al 18 el apóstol Pablo nos enseña de las huestes espirituales de maldad que están en contra nuestra. Nos explica la armadura provista para que el creyente pueda defenderse, tal como son el escudo de la fe y la espada del Espíritu. También en 1 Timoteo 6.12 hay la exhortación: “Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna”.

Es una batalla sin tregua contra el mundo, la carne y el diablo. ¿Cómo vamos a salir en esta batalla que es la vida? ¿Seremos vencedores o vencidos? “No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal”, Romanos 12.21. Hay una palabra animadora en 1 Corintios 15:57: “Gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo”.

Anfitrión e intercesor

En Génesis 18 Abraham es un buen hospedador. Las palabras de Hebreos 13.2 — “… por ella [la hospitalidad] algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles” — probablemente se refieren a ese caso. Abraham y Sara agasajaron a visitantes ilustres: “Estando él sentado a la puerta de su tienda en el calor del día … he aquí tres varones que estaban junto a él …” Nuestro Señor hace referencia a los que darán comida, etc. en un día venidero a uno de “sus hermanos más pequeños”. Dice que será como darle a él mismo; Mateo 25.40.

En el mismo capítulo encontramos a este hombre de fe rogándole a Dios por Sodoma. Empieza con cincuenta justos y persevera hasta llegar a diez. ¡Qué paciencia muestra Dios con él! Nosotros contamos con la promesa de 2 Pedro 3.9: “El Señor no retarda su promesa … sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca”.

Adorador

La prueba suprema de consagración está narrada en el capítulo 22. Abraham construye su cuarto altar, y es el último porque con éste llegó al cenit de su comunión con Dios. El ofrece a su hijo. En el versículo 5 encontramos la primera referencia en la Biblia a la adoración: “Iremos hasta allí y adoraremos”. ¿Cuál es la calidad de la adoración nuestra? En la cena del Señor, por ejemplo, ¿es superficial, formal, o de todo corazón?

En el capítulo siguiente Abraham es un ejemplo de honradez en los negocios, cuando compra una parcela para sepultar los restos de su esposa. El no acepta el terreno como regalo ni regateado, sino da el precio completo y los moradores de la tierra observan su conducta.

Amigo

Abraham se graduó con honores de la universidad de Dios, obteniendo el título de M.A.: Mi amigo. “Pero tú … descendencia de Abraham mi amigo”, Isaías 41.8. “Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios”, Santiago 2.23.

En Hebreos 11 vemos que fue su esperanza gloriosa que le hizo peregrino en la tierra. 1 Pedro 1 habla de nuestra esperanza viva, herencia incorruptible y peregrinación. El porvenir del creyente es motivo sobrado para llevar una vida de separación de las cosas de este siglo malo.

010     Los altares de Abraham

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Las muchas referencias a Abraham en el Nuevo Testamento nos convencen de la importancia de las lecciones espirituales por aprender en el estudio de su vida. El es el hombre de los altares, como Isaac es el de los pozos y Jacob el de las piedras.

“Creyó Abraham a Dios y le fue contado por justicia”. Así llegó él a ser padre espiritual de todos los fieles. Su obediencia fue a la Palabra de Dios: “Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció”, y de esta manera llegó a llamarse el amigo de Dios; Isaías 41.8, Santiago 2.23. Nuestro Señor dijo: “Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando”.

Los cuatro altares de Abraham son tipo de Cristo crucificado, y fueron la base de su acercamiento a Dios y su testimonio delante del mundo. “Lejos esté de mí gloriarme”, escribió el apóstol en Gálatas 6.14, “sino en la cruz de nuestro Señor JesuCristo, por quien el mundo me es crucificado a mí y yo al mundo”.

Uno

Aparecio Jehová a Abram, y le dijo: A tu descendencia daré esta tierra. Y edificó allí un altar a Jehová, quien le había aparecido, Génesis 12.7

Este primer altar, levantado al haber recibido Abraham una comunicación divina, es uno de testimonio. El se hallaba rodeado de los cananeos, practicantes de una idolatría abominable según sabemos por Esdras 9.1. Ellos levantaban altares ante sus ídolos.

Abraham hizo su altar en el nombre del Dios invisible. El se había convertido de los ídolos a Dios; había dado las espaldas a Mesopotamia para no volver más nunca; ahora comienza su testimonio ante los cananeos de fe en el Dios vivo y verdadero. La base de su fe fue la sangre de las víctimas que el patriarca ofrecía sobre su altar. Cada creyente en Cristo empieza la vida espiritual con su altar de testimonio, confesando su fe en él, el sacrificio perfecto, delante de un mundo burlador. Abraham erigió su primer altar en el valle, tipo de la humildad que conviene a uno en testificar por aquel que dice, “Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón”.

Dios le dijo a Abraham: “A tu descendencia daré esta tierra”, y en esto vemos el interés que tiene El en nuestros hijos. ¡Cuánto, pues, nos conviene establecer el altar familiar y realizar la lectura bíblica y la oración diaria junto con nuestros descendientes!

Dos

Luego se pasó de allí a un monte al oriente de Bet-el, y plantó su tienda … y edificó allí un altar a Jehová, e invocó el nombre de Jehová, 12.8

Su segundo altar fue de oración. En la oración el creyente, aunque arrodillado o postrado en tierra, sube en espíritu a los lugares celestiales. En el mismo santuario de Dios él puede derramar súplicas e intercesiones. “¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y quién estará en su lugar santo? El limpio de manos y puro de corazón; el que no ha elevado su alma a cosas vanas …” Salmo 24.

Dos veces en el versículo 8 se hace mención de que esto sucedió en Bet-el, “casa de Dios”. Uno de los grandes privilegios que tenemos es la oración en la casa de Dios, pero el que no tiene su “altar de oración” en su propia casa no está capacitado para la oración en otra, ni en la asamblea. Es de temer que haya hermanos de oraciones muy recortadas en su propia casa pero extendidas en la casa de Dios con sus hermanos presentes.

Pero, ¡qué triste es ver a Abraham, después de su buen principio, sufrir un lapso de fe! El partió del lugar de su altar y fue hacia el Neguev, rumbo a Egipto. Altar atrás, le vino una prueba y una decadencia espiritual, siendo vencido por el hambre. Dice que descendió a Egipto, y fue con el propósito de morar allí, 12.10.

Le vino otro temor; el temor del hombre. Es la oración lo que infunde valor y fe en el creyente; al descuidar o abandonar la oración, se debilita su fe. Uno quita su vista del Señor y se deja llevar por los espejismos del mundo. Dios le había dicho a Abraham que serían benditas en él todas las familias de la tierra, pero su paso falso fue la causa de la maldición de Dios sobre la familia de Faraón.

Dios no acompañó a su siervo hasta Egipto; Abraham fue por su propia cuenta. Ese gran hombre pudo ganar una victoria años después en una guerra contra cuatro reyes, pero en Egipto se puso tan cobarde que expuso su esposa a una terrible humillación para salvar su propia carne. La tragedia fue evitada por la oportuna y misericordiosa intervención de Dios, pero Abraham fue despedido como persona indeseada. En Egipto él no contaba con altar de testimonio ni altar de oración.

¡Cuán traicionero es el mundo con sus atractivos! El principio de la gran defección de Salomón fue cuando se casó con una princesa egipcia. Después tuvo mala conciencia en el asunto y dijo: “Mi mujer no morará en la casa de David, rey de Israel, porque aquellas habitaciones donde ha entrado el arca de Jehová, son sagradas”, 2 Crónicas 8.11. Salomón nunca descendió a Egipto, pero trajo Egipto a sí, por su yugo matrimonial desigual, por las multitudes de caballos y carros, por su lino y comercio.

Tres

Abraham volvió por sus jornadas desde el Neguev hasta Bet-el, al lugar del altar que había hecho allí antes; e invocó allí Abraham el nombre de Jehová, 13.4.

El hombre de Dios puede sufrir una caída pero no puede quedarse abajo; la gracia de Dios y la voz de su conciencia le pondrán de nuevo en el camino hacia arriba. Así, el altar de la oración llega a ser para Abraham el altar de la restauración. Era el lugar donde “había estado antes su tienda”, así que este hombre asumió de nuevo la vida de peregrino.

Otra vez le encontramos invocando el nombre de Jehová. Dice la Palabra para nosotros: “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”, Hebreos 4.16. Abraham encontró el trono de la gracia por medio de la confesión; encontró misericordia en cuanto a la flaqueza y el fracaso del pasado; y, encontró gracia que le fortaleció para el camino que tenía por delante.

Por su lapso de fe y la temporada en Egipto él no había progresado; había perdido tiempo. El adquirió allí una mujer llamada Agar, quien llegó a ser su concubina y le presentó con un hijo, Ismael. Los descendientes de ese muchacho han producido graves consecuencias para la nación de los judíos hasta el día de hoy. Más todavía, cuando Abraham y su sobrino subieron de Egipto, trajeron consigo tanto ganado que resultó en una separación entre ellos. Esta separación resultó en la ruina de Lot. ¡Cuántas veces la prosperidad material ha separado a los buenos amigos!

El capítulo 13 termina con Dios comunicando a su siervo Abraham su propósito de darle a él y a su descendencia toda la tierra que estaba a la vista. Ahora le vemos andando en la voluntad divina. El lleva su tienda consigo como peregrino, y vino y moró en el encinar de Mamre, que está en Hebrón, “y edificó allí altar a Jehová”, 13.18.

La encina es un árbol simbólico de la firmeza, y Hebrón significa la comunión. Este altar fue edificado en grato reconocimiento de la restauración a comunión. Cuando hay una restauración verdadera hay más firmeza y mayor aprecio del privilegio de comunión con el Padre, con el Hijo y con el pueblo del Señor. Es lamentable que algunas restauraciones no duran y el individuo que profesa esta experiencia no manifiesta el gozo del Señor.

El patriarca estaba de nuevo en contacto con el cielo, cosa que para él valía más que sus riquezas. El podía contar ahora con la presencia de su Amigo divino, con su consejo, ayuda y protección. En el capítulo 14 se observa su valor en juntar un pequeño grupo de criados y amigos para perseguir a cuatro reyes con sus ejércitos. Lo hizo por compasión de su sobrino Lot. Fue un acto de fe en su Dios, quien le dio una victoria maravillosa y el gozo de poder libertar a Lot.

El creyente está rodeado de enemigos pero, manteniendo comunión con Dios, puede decir confiadamente, “En todas estas cosas somos más que vencedores, por medio de aquel que nos amó”. Para mantenerse en comunión con Dios el cristiano practica el examen de conciencia y confiesa cualquier pecado u otra cosa que le haya quitado el gozo de la salvación. Juzgando y apartándose él de las tales cosas, no vendrán nubes entre su alma y el Señor. El hombre o la mujer en comunión con Dios es la persona que El puede usar en su honorable servicio. Satanás está siempre procurando cortar la línea de comunión para que uno pierda este gozo y se exponga a los ataques del maligno.

Cuatro

Cuando llegaron al lugar que Dios le había dicho, edificó allí Abraham un altar, y compuso la leña, y ató a Isaac su hijo, y lo puso en el altar sobre la leña, 22.9

Abraham tiene ahora su altar de adoración. El tuvo que caminar mucho para llegar a aquella cumbre, y Moriah sería la prueba suprema de su fe como también de su obediencia a la palabra de Dios. A la vez era un privilegio único, por cuanto Dios estaba ensayando en la persona de Abraham lo que El iba a realizar 1800 años más tarde, cuando subiría al Calvario con su único Hijo JesuCristo para ofrecer el sacrificio supremo.

La mano de Dios intervino a favor de Isaac en el momento crítico, pero para nuestro Señor no hubo intervención divina. El Padre no escatimó, o perdonó, a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros; Romanos 8.32. Fue inevitable que Cristo sufriera la muerte vergonzosa y cruel de la cruz para que el Dios de luz y amor pudiera otorgar al pobre, indigno pecador un perdón pleno y un puesto entre los santos en luz.

La fe de Abraham cuando salió de Ur de los caldeos era como una semilla de samán, pero en la cumbre del Moriah se la ve en todo su desarrollo como árbol majestuoso. Fue el último altar del patriarca (en lo que las Escrituras revelan), pues él no podía ofrecer cosa más costosa que su hijo único y amado. La manifestación magna del amor del Padre para con nosotros fue en dar a su Hijo amado, JesuCristo. ¡Gracias a Dios por su don inefable!

No hubo, pues, un “más allá” de esta experiencia de adoración; Dios había quedado completamente satisfecho y glorificado. La adoración debe costarnos algo: “El que sacrifica alabanza me honrará”, Salmo 50.23. No debe ser de los dientes para afuera; la adoración no se produce en un momento. Es una subida, una cuesta arriba, como en el caso del patriarca. El creyente que se queda en la cama hasta el último momento el domingo por la mañana, éste no tendrá tiempo para prepararse para la cena del Señor ni tendrá sacrificio para ofrecer a Dios.

Querido lector salvado, ¿Has llegado a este grado superior de adoración? Si no, ¿te sientes constreñido por devoción a Cristo para alcanzar esta meta? Nuestro Señor es digno de lo mejor que podemos ofrecerle, y la adoración no debe ser meramente palabras sino un amor sacrificativo, expresado por la consagración de vida.

¿Y qué podré yo darte a ti a cambio de tan grande don?
Es todo pobre, todo ruin. Toma, oh Señor, mi corazón.

011     Lecciones espirituales de la vida de Isaac

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Nacimiento y ofrenda

El nacimiento de Isaac fue el cumplimiento de la promesa de Dios a Abraham. La historia está en Génesis 18.9 al 13 y 21.1 al 3.

Al principio Sara se rio en incredulidad, cuando Dios le dio la promesa, creyendo ella que era demasiado vieja, y El tuvo que reprenderla. Pero después ella creyó, según Hebreos 11.11: “Por la fe también la misma Sara, siendo estéril, recibió fuerza para concebir; y dio a luz aun fuera del tiempo de la edad, porque creyó que era fiel quien lo había prometido”.

Dios mismo dio el nombre antes que Isaac fuese engendrado. Esto nos hace pensar en la omnisciencia divina de haber escogido a cada individuo en el cuerpo místico de Cristo “desde antes de la fundación del mundo”, Efesios 1.4.

El nombre quiere decir “risa”, y ciertamente el nacimiento de ese niño fue causa de alegría para Sara y Abraham. Fue demostrado que lo que por la naturaleza es imposible, es posible para Dios. Nunca debemos limitar el poder suyo, y podemos pedirle grandes cosas con tal que sean conformes a su voluntad y para su gloria.

En Génesis 22 vemos la crisis mayor en la vida de Isaac, y ¡qué admiración sentimos por él! Era de unos veinte años de edad, fuerte para llevar aquella carga de leña hasta la cumbre. Sin embargo, él no intentó huir ni resistió a su padre cuando éste le ató al altar. En esto Isaac es un tipo de nuestro Señor, de quien el profeta escribió: “Yo no fui rebelde, ni me volví atrás”, Isaías 50.5.

Matrimonio

En Génesis 24 tenemos la bella historia de cómo Isaac recibió a su esposa Rebeca. Dios arregló todo de acuerdo con el deseo de Abraham y las oraciones de su mayordomo fiel. Es una lección para quien contemple el matrimonio, en el sentido que uno puede y debe poner todo en manos de Dios para conseguir el cónyuge idóneo. La oración y el Espíritu Santo son los medios, y no el seguir las apariencias ni el gusto de la carne.

La decisión de Rebeca fue admirable. Ella estaba dispuesta a emprender el largo viaje, despidiéndose de su familia para siempre.

El mayordomo es tipo del Espíritu, como hemos sugerido ya. El acompañó a la señorita en todo el camino, sin duda animándola y dándole una descripción de su novio. El Espíritu se llama el Consolador, palabra que en el griego significa uno que anda al lado de otro.

El Espíritu Santo nos revela las excelencias y los propósitos de nuestro Señor y llena nuestros corazones con la esperanza gloriosa de su pronta venida a buscarnos. Al fin del viaje Isaac estaba allí esperando a la suya. Le introdujo a la casa de su madre, ya difunta ella, y la amó. Es de notar que Isaac nunca buscó otra mujer, como hicieron los otros patriarcas, sino que se contentó con Rebeca toda su vida.

Conducta

“Subió de Beerseba [el pozo del juramento]. Y se le apareció Jehová aquella noche, y le dijo: Yo soy el Dios de Abraham tu padre; no temas, porque yo estoy contigo, y te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia por amor de Abraham mi siervo. Y edificó allí un altar, e invocó el nombre de Jehová, y plantó allí su tienda; y abrieron allí los siervos de Isaac un pozo”, 26.23 al 25.

A Isaac le fue quitado el temor, y él recibió la promesa de la presencia divina y de bendición en cuanto a prole. El proceder del patriarca consta de cuatro acciones: (1) edificó un altar; (2) invocó el nombre de Dios como su soberano; (3) levantó su tienda, insignia de peregrino; (4) abrió un pozo para refrigerio.

Hablando espiritualmente, estos pasos representan el aprecio cuádruple que el creyente tiene de su Señor: (1) el altar: Cristo como su Salvador y la obra de la cruz, por la cual puede acercarse y gozar de comunión con el Padre; (2) “Invocó el nombre de Jehová”: la confesión de Cristo como Señor y dueño de su vida, y la oración; (3) la tienda: una figura de Cristo en su vida terrenal, el Verbo hecho carne, quien “tabernaculó” entre nosotros. Vimos su gloria, lleno El de gracia y verdad, separado de la política y la sociedad mundana. (4) el pozo: Cristo como el manantial inagotable de la vida, fuente de bendición y satisfacción para los suyos.

La última palabra del apóstol a los santos, en 2 Pedro 3.18, fue: “Creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo”. Nuestro aprecio de él debe manifestarse en nuestro servicio. Que sea así.

012     La primogenitura y la bendición

Ver
Mirad bien … no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; … no sea que haya algún fornicario, o profano, como Esaú, que por una sola comida vendió su primogenitura. Porque ya sabéis que aun después, deseando heredar la bendición, fue desechado, y no hubo oportunidad para el arrepentimiento, aunque la procuró con lágrimas. Hebreos 12.16,17

Los versículos citados son el comentario divino sobre la experiencia trágica de Esaú. Cuando vendió su derecho como el primer hijo, por pan y guisado, no hubo lágrima alguna, pero llegó el “después”, cuando él descubrió que había perdido la bendición. Esaú se había equivocado en gran manera, no habiéndose dado cuenta de que no pudo separar la primogenitura y la bendición. Estamos ante una escena emocionante; el Espíritu Santo nos presenta el cuadro de un varón joven que llora amargamente a la cabecera de su anciano padre.

Lo espiritual y lo temporal

Una oleada de materialismo y descuido en la manera de vivir está cubriendo el mundo entero en estos tiempos. Nosotros, el pueblo de Dios, estamos en el peligro de asumir el espíritu de Esaú, dándoles una importancia exagerada a las cosas temporales a expensas de las que son eternas. Estas últimas son los privilegios de nuestra primogenitura, comprados a precio infinito por nuestro Señor JesuCristo en el Calvario.

Hablando en términos generales, podemos decir que la primogenitura para Esaú abarcaba lo que era espiritual: el sacerdocio al estilo de los patriarcas, la herencia y el linaje codiciado del cual vendría el Mesías. La bendición, en cambio, tenía que ver más con beneficios materiales; habla Isaac en Génesis 27.28 de “las grosuras de la tierra y abundancia de trigo”. Esaú era profano (o sea, mundano) en el sentido que él despreció lo espiritual para saciar su apetito carnal. Este peligro está presente siempre para el hijo de Dios.

Dos sacerdocios

Según 1 Pedro 2.5 hemos sido constituidos un sacerdocio santo, con libertad de acceso hasta la misma presencia de Dios, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de JesuCristo. En otras palabras, adoramos velo adentro. Es una vocación santa que nos capacita para el ministerio de la intercesión y otros aspectos de la oración.

En el mismo capítulo, en el versículo 9, aprendemos que, además del privilegio de entrar en la presencia de Dios como sacerdocio santo, somos enviados como un sacerdocio real para anunciar las virtudes de aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable. Ahora es cuestión de testimonio delante del mundo. Así como los sacerdotes de Dios llevaron el arca en derredor de Jericó y tocaron trompeta mientras marchaban, nosotros damos testimonio de nuestro glorioso Señor por vida y labios.

Sin embargo, es triste y cierto que muchas veces estos propósitos que Dios estableció en gracia para nosotros se encuentran frustrados por nuestra obediencia a las tendencias carnales que tenemos. En algunas partes las reuniones semanales de oración o estudio bíblico cuentan con poca asistencia porque muchos creyentes prefieren atender al “hombre viejo” en ellos, quedándose en casa y dedicándose a su comodidad propia. Hay también aquellos que renuncian a su lectura y meditación diaria de las Escrituras para disponer de más tiempo para la prensa, revistas o aun la televisión.

Lícito pero no conviene

Hace años, conocí de cerca a un hermano que poseía un buen don para el ministerio público de las Escrituras y participaba con provecho en las conferencias del área donde vivía. Pero, se interesó en la siembra de tomates como un pasatiempo sano. Dejó de asistir a las conferencias de Año Nuevo, temiendo que la temperatura baja en esa época podría dañar sus matitas. El se dio cuenta de su error y renunció su interés en los tomates.

Pero, mi amigo se interesó en la cría de cierto tipo de gallina de raza. Ahora dejó de asistir a una serie de conferencias, ¡temiendo que alguien le podría robar las gallinas! Cuando se acercaba otra conferencia, él le dijo a su señora que ellos deberían asistir, dejando al Señor el cuidado de las aves. Ella protestó, pero él insistió. Efectivamente, regresaron para encontrar que los ladrones se habían llevado todas las gallinas. Ella le recriminó, pero él vio el asunto de otra manera: ¡dio gracias a Dios por haber quitado lo que podría estorbarle en la atención a conferencias futuras!

Esaú pudo negociar su primogenitura sin derramar una sola lágrima, y el creyente puede descuidar igualmente sus privilegios como un hijo de Dios. Sí, puede robar ahora “las cosas de arriba” del tiempo, las energías y la atención que merecen y exigen, pero habrá un “después”.

Aun aquí el creyente descuidado perderá “la bendición de Jehová … que enriquece, y no añade tristeza con ella”, Proverbios 10.22, pero ante el tribunal de Cristo se hará mucho más evidente cuánto él o ella ha perdido. Tengamos presente el galardón para el fiel y la pérdida para el errado, según los encontramos en Colosenses 3:24,25: “… del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís. Mas el que hace injusticia, recibirá la injusticia que hiciere, porque no hay acepción de personas”.

Cuán apropiada para nosotros la exhortación en el pasaje citado de Hebreos: “Mirad bien … no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios.

013     José, el hombre espiritual

Ver
Dijo Faraón a sus siervos, ¿Acaso hallaremos a otro hombre como éste, en quien esté el espíritu de Dios? Génesis 41.38

En la historia de José podemos aprender cuáles son las características de un cristiano espiritual. Es notable que los acontecimientos más destacados sucedieron en su juventud, y por esto el joven puede sacar mucho provecho del ejemplo de José en cuanto a su propia vida espiritual.

  1. En 37.5 al 10 leemos de sus dos sueños, indicando que estaba en comunicación directa con los propósitos divinos. En el tiempo presente Dios no está revelando su voluntad a nosotros por medio de sueños sino por su Palabra; véase Hebreos 1.1,2, “nos ha hablado por el Hijo”. Una indicación clara de la espiritualidad de un joven es su conocimiento de las cosas de Dios, el cual va adquiriendo mediante la lectura y el estudio de la Palabra del Señor.
  2. José no era partidario de los hechos incorrectos que practicaban sus hermanos. El los denunció a su padre, 37.2, mostrando coraje moral. El que es espiritual no puede ser cómplice ni consentir en las cosas malas.
  3. Se ve la obediencia de José cuando su padre le envió en una misión de amor a sus hermanos. Sin duda él sabía que no podía esperar cosa buena de aquellos perversos, pero no vaciló en cumplir el mandato de su padre. El cristiano espiritual es uno que siempre está presto para cualquier buena obra en comunión con su Padre Dios, siendo motivado por amor a sus hermanos.
  4. José, el hombre espiritual, tuvo que andar por una senda no muy agradable, maltratado y vendido por sus hermanos y llevado lejos de su hogar para servir como esclavo. Así nuestro Señor tuvo que sufrir el odio de su propio pueblo judío, y fue vendido por un discípulo falso. La misma Palabra nos asegura que “todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución”, 2 Timoteo 3.12.
  5. En Génesis 39 vemos como “el hombre espiritual” pudo contar con el apoyo de su Dios. Pronto se ganó la plena confianza de su amo por un comportamiento intachable. El buen testimonio en el empleo y delante del mundo es evidencia de la verdadera espiritualidad.
  6. José pudo vencer la tentación con sus palabras nobles: “¿Cómo, pues, haría yo este gran mal, y pecaría contra Dios?” Aquí hay una conciencia ejercitada, una convicción profunda y el temor de Dios. José huyó de la tentadora, perdiendo su ropa pero salvando su testimonio. Nuestro Señor exhortó a los suyos, aquella noche en el Getsemaní, “Velad y orad, para que no entréis en tentación”, Mateo 26.41.
  7. José fue un testigo fiel en la cárcel, con un mensaje de esperanza para el copero y uno de condenación para el panadero. Dios puede usar, aun en los lugares más difíciles, a los que son espirituales, como hizo con Pablo y Silas en el calabozo.
  8. Cuando Faraón vio la capacidad de José para interpretar sus sueños, él reconoció que no hubo otro igual para encargarse de tan importante obra como la de prevenir contra los años de hambre por delante. Los egipcios tenían fama de sabios pero José contaba con un conocimiento que Dios mismo le había dado.

“En Cristo Jesús están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento”, Colosenses 2.3. Esto es superconocimiento. El hombre espiritual está iluminado con “el conocimiento de Dios”, Colosenses 1.10, el cual no se consigue en los centros de instrucción sino en comunión con él por su Palabra.

  1. Más adelante, cuando empezó el hambre, Faraón dijo a las gentes: “Id a José”. Este llegó a ser el repartidor del pan de vida a los hambrientos. Cuando se presenta una crisis, es el que fue despreciado que se escoge como instrumento de Dios para la bendición de los menesterosos.
  2. En los capítulos que siguen José demuestra su capacidad para lograr la restauración de sus hermanos, los cuales habían ocultado su pecado por veinte años. Gálatas 6.1 nos instruye: “Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo”. No basta ser llamado anciano de una asamblea para lograr la restauración de un descarriado. Se necesita algo más: ser creyente espiritual.

Muerto José, sus huesos fueron llevados por el pueblo de Israel a través del desierto durante cuarenta años como recuerdo constante de su benefactor. “La memoria del justo será bendita, mas el nombre de los impíos se pudrirá”, Proverbios 10.7. La espiritualidad vale más delante de Dios que cualquier otra recomendación que uno pudiera tener.

014     No sabía Moisés; no sabía Sansón

Ver
No sabía Moisés que la piel de su rostro resplandecía, después que hubo hablado con Dios, Éxodo 34.29 El [Sansón] no sabía que Jehová ya se había apartado de él, Jueces 16.20

La Biblia está llena de comparaciones y contrastes por los cuales podemos aprender muchas lecciones importantes. Así es el caso con Moisés y Sansón. Los dos fueron escogidos por Dios antes de nacer para llevar a cabo una obra especial. Eran hijos de padres piadosos que los criaron fielmente en el temor de Dios.

Cada cual fue divinamente aparejado. Moisés recibió su preparación durante cuarenta años que pasó como pastor de las ovejas de su suegro en el desierto y por la visión que recibió allí. Sansón por su parte recibió la bendición de Dios para principiar su obra y con ella el poder sin límite del Espíritu Santo. Moisés fue escogido para libertar al pueblo de Israel de la servidumbre de Egipto, mientras que la misión de Sansón era la de libertar al pueblo de Israel del dominio de los filisteos.

Pero, Moisés fue inspirado por un celo santo por la gloria de Dios y en contraste Sansón permitió que la carne se apoderara de él. Moisés subió de Egipto y todo el pueblo de Dios le siguió, Éxodo 13.18. Sansón en cambio descendió a Timnat, a una hija de los filisteos, y llevó consigo a sus padres, Jueces 14.1. Así es el poder del ejemplo. Cuando tomamos un paso hacia arriba, como Moisés, hay quienes nos siguen, y de la misma manera hay algunos que serán desviados si tomamos un paso falso. Por lo tanto, debemos tener mucho cuidado, reflexionando bien, antes de tomar un paso decisivo.

La bibliografía breve que encontramos en Hebreos 11.24 al 27 nos revela a Moisés como hombre de convicción y fe, con una inteligencia perfecta en cuanto a los propósitos divinos. Observamos que él nunca volvió atrás una vez escogido. Sansón, siendo nazareo desde el vientre, tenía una gran responsabilidad de llevar una vida santa y separada del mundo, pero él desobedecía la voz de su conciencia hasta que por fin fue puesto a dormir sobre las rodillas de Dalila. Ella le despertó y le avisó tres veces de su peligro, pero se volvió a dormir y la cuarta vez no hubo remedio.

En Éxodo 34 Dios llamó a Moisés a subir a la cumbre del monte, donde permaneció en la presencia de Dios por cuarenta días y cuarenta noches. Allí gozó de la más íntima comunión con Dios cual ningún otro, y leemos que “nunca más se levantó profeta en Israel como Moisés, a quien haya conocido Jehová cara a cara”, Deuteronomio 34.10. Al descender, él no sabía que la piel de su rostro resplandecía, una vez que Dios le había hablado; separado del mundo, en la figura de Egipto, y en la presencia divina, había adquirido un rostro radiante. Esta es la recta infalible para nosotros, y hace para el creyente lo que los cosméticos nunca pueden hacer.

En cambio, encontramos a Sansón yendo como si fuera de mal en peor hacia abajo hasta llegar al valle de Sorec, donde es seducido por aquel instrumento de Satanás, Dalila. Al despertarse sobre las rodillas suyas, él no sabe que Dios le ha dejado. La carrera de este hombre era hacia el mundo y el alejamiento de Dios.

Moisés murió con un rostro radiante; Sansón, cuyo nombre quiere decir “como el sol”, terminó con los ojos sacados y sumergido él en tinieblas. En lugar de ser libertador de Israel, él mismo llegó a ser esclavo de los filisteos; le quitaron sus siete guedejas, marca distintiva de su separación y cosa hermosa en los ojos de Dios pero causa de oprobio delante del mundo.

El mundo y el pecado quitan del creyente:

  • su espiritualidad; la carne le vence
  • su ejercicio; su conciencia se duerme
  • su poder; él contrista al Espíritu Santo
  • su testimonio; no puede glorificar a Dios
  • su visión; anda sin luz
  • su gozo; Satanás, como los filisteos, le atormenta
  • su vida; él llega a ser un náufrago espiritual

Moisés escogió bien y vivió su vida en servicio fiel para Dios y su pueblo. Nos dejó un ejemplo noble: “Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma semejanza, como por el Espíritu del Señor”, 2 Corintios 3.18.

En cambio, vemos en Sansón un aviso solemne, especialmente para el creyente joven, del peligro de amar este mundo presente. Como Demas, es posible que permitamos a la naturaleza carnal dominar en nuestras vidas, conduciéndonos a la sequedad espiritual y, al fin, al naufragio de la fe.

015     Los cuatro cánticos de Moisés

Ver
La vida de Moisés se divide en tres lapsos de cuarenta años cada uno. A los tres meses de haber nacido, fue puesto por su madre en una arquilla a la orilla del río, donde fue descubierto por la princesa de Egipto. “Y he aquí que el niño lloraba”, Éxodo 2.6. Su vida empezó con lloro pero terminó con canto, y tal es la experiencia de todo verdadero creyente: empieza la vida espiritual con lágrimas de contrición y arrepentimiento pero termina con la nota triunfante al entrar en la presencia de su Señor.

Éxodo 15

“Entonces cantó Moisés y los hijos de Israel este cántico a Jehová …” En este capítulo encontramos el canto de salvación, en el que Moisés le atribuye a Dios toda la alabanza y gloria por la aplastante derrota de todos sus enemigos. La redención de Israel empieza en el capítulo 12 del Éxodo, cuando fueron salvos por la sangre del cordero. Ahora, al cruzar el Mar Rojo ese pueblo experimenta la salvación por el poder omnipotente de Dios.

En cuanto a nosotros los creyentes, fuimos redimidos de la culpabilidad por la sangre de Cristo y rescatados del poder de Satanás por el poder de Cristo. “Si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres”, Juan 8.36. Este poder es por la muerte y resurrección del Señor JesuCristo, del cual el bautismo es un símbolo. “Somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva”, Romanos 6.4.

En Hebreos 11.29 hay una referencia breve al cruce del Mar Rojo como un acto de fe, pero triste es notar que después hubo un período largo sin ningún otro acto de fe de parte de Israel, hasta la conquista de Jericó bajo Josué. Ese lapso en la historia de la nación abarca todas las peregrinaciones desde el Mar Rojo hasta el Jordán.

Muchas referencias hay a la incredulidad durante aquellos cuarenta años, pero muy pocas a la fe de parte de Israel. En 1 Corintios 10 el apóstol da a entender la lección solemne: “De los más de ellos no se agradó Dios; por lo cual quedaron postrados en el desierto. Mas estas cosas sucedieron como ejemplos para nosotros …” En Hebreos 3.19 se revela la causa de todo: “No pudieron entrar a causa de la incredulidad”.

La iglesia de los tesalonicenses tuvo un buen principio y un testimonio ejemplar, de suerte que el escritor habla de la obra de su fe, el trabajo de su amor y la constancia en la esperanza en el Señor JesuCristo. Sin embargo, estando ausente, manifestó cierta preocupación al escribirles, deseando saber algo en cuanto a su progreso espiritual.

En el capítulo 3 de su primera epístola, él hace cinco referencias a la fe de aquellos cristianos, que es una parte integral de la vida nueva en Cristo:

  • confirmaos respecto a vuestra fe
  • informarme de vuestra fe
  • buenas noticias de vuestra fe
  • consolados … por medio de vuestra fe
  • completemos lo que falte a vuestra fe

En la armadura del soldado de Cristo hay lo que Efesios llama el escudo de la fe, y Tesalonicenses, la coraza de la fe. Es para proteger el corazón en la batalla. Cuando los gladiadores luchaban en la arena de Roma y otros centros, usaban el escudo para la defensa y la espada para el ataque; al verse uno vencido, no queriendo seguir la pelea, tiraba su escudo en el suelo.

En 1 Timoteo hay una referencia a dos hombres, Himeneo y Alejandro, que en un tiempo tenían testimonio como creyentes, quienes “naufragaron en cuanto a la fe”. El escritor le exhorta a Timoteo, en cambio, a seguir la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia y la mansedumbre, peleando la buena batalla de la fe y echando mano de la vida eterna.

Salmo 90

Este salmo es una “oración de Moisés, varón de Dios”. La célebre oración bien merece su lugar en el libro de Salmos como un cántico con que alabar y adorar a Dios. El alma del autor se acerca a Dios, reconociendo su grandeza, Creador de todo, eternamente el mismo en contraste con los hombres que son como la hierba que en la mañana florece y crece, pero a la tarde es cortada y se seca, 90.5,6.

La oración termina con seis peticiones entre los versículos 12 y 17:

Enséñanos Dios cumplió este ruego de Moisés en cuanto a él personalmente en darle un conocimiento maravilloso, no sólo capacitándole para la obra estupenda de llevar a Israel por cuarenta años a través del desierto, sino también para escribir los libros del Pentateuco. Esto es lo dicho en Colosenses 1.9: “Llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual”.

Vuélvete Aquí Moisés está intercediendo por el pueblo de Dios, pidiendo restauración de corazón.

Sácianos  El solicita la misericordia divina, y promete que habrá un resultado: “Cantaremos y nos alegraremos todos nuestros días”. No sería una alegría pasajera, sino una obra duradera.

Aparezca ¿Cómo se puede efectuar esta transformación en nosotros? “Aparezca en tus siervos tu obra”. La contesta está en 2 Corintios 3.18: “Nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor”.

Sea la luz Esta petición por la luz de Jehová sobre cada uno nos hace pensar en 1 Tesalonicenses 5.5: “Todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día”. Si andamos en luz, como el Señor está en luz, tenemos comunión”, es la regla de 1 Juan 1.7.

Confirma  La petición es: “La obra de nuestras manos confirma sobre nosotros”. Lo que hacemos independientemente de Dios no le traerá gloria a él, pero lo que hacemos en sujeción a la voluntad suya, y en el poder del Espíritu, llevará el sello de su aprobación. Y, recibirá su recompensa en el tribunal de Cristo: “… para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo”, 2 Corintios 5.10.

Deuteronomio 31 y 32

“Este día soy de edad de ciento veinte años; no puedo más salir ni entrar … Ahora, pues, escribíos este cántico, y enséñalo a los hijos de Israel …”

Dios estaba por enterrar a su siervo, y en la ocasión de su cumpleaños El le enseña un cántico doctrinal, queriendo que su palabra permanezca con su pueblo. La peregrinación por el desierto había comenzado con el cántico al lado del Mar Rojo, y ahora terminaría con otro cerca de la ribera del Jordán. Así debe ser con nosotros: no obstante las pruebas y las penalidades, el gozo del Señor es nuestra fortaleza y el fin está asegurado.

El cántico encierra el aspecto doble de la doctrina de la fe: lo celestial en 32.1,2, y lo terrenal en el resto. En los primeros dos versículos Moisés exclama que su enseñanza vendrá de arriba. Luego, él procede a lo relacionado con el comportamiento del pueblo de Dios y sus responsabilidades terrenales. Vemos esta división en la Epístola a los Efesios, por ejemplo, donde hay tres capítulos de doctrina, con el creyente en los lugares celestiales y bendecido con toda bendición espiritual, seguidos ellos por tres capítulos que se ocupan mayormente de enseñanza en cuanto al andar y la vida del creyente en el mundo.

Moisés habla en el 32.2 de las distintas formas en que la tierra será refrescada:

(1) “Goteará como la lluvia mi enseñanza”. La verdadera doctrina apostólica desciende de lo alto y no es producto de la inteligencia ni la emoción humana.

(2) “Destilará como el rocío mi razonamiento”. El maná en el desierto descendía por la mañanita con el rocío, hablándonos de la gracia de Dios en suministrar alimento espiritual. Cuando el creyente pierde su oportunidad de conseguir alimento para su alma en la mañana, es capaz de andar con el alma vacía durante el día entero.

(3) “Como la llovizna sobre la grama”. Hay grados en el suministro por el Espíritu a los creyentes. Algunos tienen capacidad de asimilar la Palabra más fácilmente que otros; hay los que necesitan la leche espiritual, mientras otros exigen vianda fuerte. En la restauración de Pedro, el primer paso fue en cuanto a su propio amor por el Señor — ¿Me amas más que éstos? — y el segundo fue en cuanto al pastoreo del rebaño, empezando por los corderos. Muy pronto habría un rebaño de tres mil corderos.

(4) “Como las gotas sobre la hierba”. Lo que parece cosa insignificante puede contribuir, en la mano de Dios, al bien nuestro en refrescar el espíritu. Cinco palabras dirigidas por el Espíritu pueden más que un sermón largo dado en la energía de la carne.

El cántico hace referencia cinco veces a Cristo como la Roca: “El es la Roca, cuya obra es perfecta”, 32.4 [Israel] “menospreció la Roca de su salvación”, 32.15,18. “¿Cómo podría perseguir … si su Roca no los hubiese vendido?” 32.30. “La roca de ellos [los enemigos] no es como nuestra Roca”, 32.31 El contraste en el cántico está entre la Roca y la idolatría, y en la doctrina apostólica lo hay entre Cristo y todo ataque de hombre o diablo. El es “como sombra de gran peñasco en tierra calurosa”, Isaías 32.2, y por esto le seguimos con la sencillez que está en Cristo.

Apocalipsis 15

“Los que habían alcanzado la victoria … cantan el cántico de Moisés siervo de Dios, y el cántico del Cordero, diciendo: Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios Todopoderoso; justos y verdaderos son tus caminos, Rey de los santos. ¿Quién no te temerá, oh Señor, y glorificará tu nombre? pues sólo tú eres santo; por lo cual todas las naciones vendrán y te adorarán, porque tus juicios se han manifestado”. 15.2 al 4

El canto de Éxodo 15 es el primero en la Biblia y éste, el de Moisés y del Cordero, es el último. Grande será el honor para Moisés, muerto y enterrado durante miles de años antes de que el Cordero fuese inmolado, cuando su cántico sea vinculado con el del Cordero sobre aquel mar de vidrio en el cielo, donde estarán los miles de mártires que habrán salido de la gran tribulación.

¡Qué diferencia entre la escena a las orillas del Mar Rojo y la reunión gloriosa en las regiones celestiales! Nos hace recordar lo que éramos y dónde estábamos, y lo que seremos y dónde estaremos en aquel día cuando Cristo venga a buscar los suyos.

016     La vara de Aarón que reverdeció

Ver
El arca del pacto cubierta de oro por todas partes, en la que estaba … la vara de Aarón que reverdeció, Hebreos 9.4.

En Números 16 leemos de una rebelión en el campamento de Israel en el desierto. Los causantes fueron Coré, Datán y Abiram. El motivo fue la envidia y la soberbia. Tal carnalidad es contagiosa, por lo que se juntaron con ellos doscientos cincuenta príncipes que querían hacerse sacerdotes en plena oposición a la Palabra de Dios. Pronto todo el pueblo fue contaminado con el espíritu de murmuración.

Los tres cabecillas se enfrentaron con Moisés y Aarón, acusándoles de sobrepasar su autoridad y afirmando que todo el pueblo de Israel era santo y por lo tanto no debía haber distinción. Moisés no entabló una discusión con ellos sino llevó el caso en oración delante de Dios. A los que aspiraban el sacerdocio mandó a traer incensarios con carbones e incienso y presentarse delante de Jehová por la mañana.

Entonces Moisés fue a la tienda de Coré, Datán y Abiram donde se había reunido la gente, y Dios hizo una cosa asombrosa: se abrió la tierra y se tragó las tiendas de esos rebeldes. Ellos descendieron vivos al infierno con todo lo que tenían, y los cubrió la tierra. Fuego salió de la presencia de Dios y consumió a los doscientos cincuenta príncipes. Sin embargo, se manifestó la clemencia en que Dios perdonó a los hijos de Coré, quienes fueron escogidos más bien para ser cantores en el servicio divino.

En el Capítulo 17 leemos de las doce varas. El nombre de una tribu fue escrito en cada vara y éstas fueron puestas delante de Jehová durante una noche. Por la mañana la vara de Aarón había reverdecido mientras que las once restantes se quedaban como antes, muertas y secas. De esta manera Dios vindicó a su siervo Aarón como el único sumo sacerdote de Israel.

Es de notarse que las varas no habían sido metidas en tierra, así que la vida en la de Aarón no era terrenal sino de arriba. Es un tipo de nuestro Señor, como el Padre le vindicó en resurrección como el gran sumo sacerdote de su pueblo. El vino del cielo y ha ido al cielo. En la vara no sólo hubo botones sino flores también. Estas nos hablan de las hermosuras del Señor: el más hermoso de los hijos de los hombres, la gracia se derramó en sus labios. Hubo a la vez almendras, evidencia de una vida fructífera, cual ninguna otra.

La historia de los tres hombres nombrados se repite, en cambio, en el caso de Absalón quien por su soberbia quería destronar a su propio padre David y reinar en su lugar. Pero, en cuanto a Coré y su séquito, hubo intervención divina, mientras que Absalón sufrió una muerte trágica.

Volviendo a nuestro Señor, Satanás despertó la envidia y el odio en los corazones de la nación, cosa que culminó en el crimen más horrendo de los siglos. Pero, “cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia”, Romanos 5.20. Dios es amor y es justo también, y tiene una cuenta pendiente con este mundo malvado. Al cabo de largos años de gracia, vendrá el día de venganza.

En los tiempos apostólicos había hombres perversos, llamados falsos hermanos y falsos profetas. Judas advierte que “algunos hombres han entrado encubiertamente … hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios”.

Y, para terminar: Si en realidad hemos resucitado con Cristo, que sean vistas las pruebas de la vida nueva como en la vara de Aarón:

  • Vida, no de la tierra sino de arriba, no en mundanalidad sino en espiritualidad.
  • “Flores” adornando la doctrina con un testimonio intachable, que refleje las virtudes de nuestro Señor.
  • “Almendras”, evidencia del fruto del Espíritu Santo en la vida.

Bajo el régimen de la ley le estaba terminantemente prohibido a cualquier persona ajena a la familia de Aarón, ejercer el sacerdocio, aunque fuera un rey como Uzías. Al contrario, en esta dispensación de la gracia, todo creyente en Cristo, varón o hembra, no solamente es sacerdote santo sino también sacerdote real. Mayores son sus privilegios que los del sacerdocio bajo Aarón, pues con confianza puede entrar tras el velo rasgado y ofrecer sacrificios de alabanza, el fruto de labios que confiesan el nombre del Señor.

“Vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes [excelencias] de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable”, 1 Pedro 2.9. Y esto por los méritos de nuestro Señor JesuCristo.

017     Siete maravillas de la roca

Ver
La roca era Cristo. 1 Corintios 10.4

La peña herida

En Éxodo 17 tenemos la historia de la milagrosa providencia de Dios, cuando su pueblo tenía sed, en hacer salir aguas de la peña. En el capítulo anterior se relata la historia del maná en el desierto que es una figura de Cristo en su humanidad como peregrino en este mundo. Ahora en Capítulo 17 la peña en Horeb es una figura de Cristo en su divinidad; se le ve inmutable, perdurable, estable, cual “Fuerte de Israel”, el único capaz de soportar la carga inmensa y la terrible ira divina que nuestros pecados merecieron.

Moisés llevó en su mano la vara de Jehová, símbolo de la justicia divina, y en presencia de los ancianos de Israel hirió la peña. El acto fue profético del Calvario cuando los representantes de la nación se juntaron para demandar la crucifixión del Hijo de Dios. “Levántate, oh espada, contra el pastor, y contra el hombre compañero mío … hiere al pastor …”, Zacarías 13.7.

El agua saliendo de la peña es tipo de la vida espiritual que emana de Cristo como eterno Hijo de Dios, porque “en él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres”, comunicada al creyente mediante el Espíritu Santo; véase Juan 7.39. En el mismo acto fue cumplida la palabra, “Cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia”. La vara de Dios debía haber caído sobre nosotros los pecadores, pero Cristo por amor llevó el castigo que nuestros pecados merecieron; Isaías 53.5.

“Hablad a la peña”

En Números 20 se habla de otra peña, en otra ocasión y otra localidad llamada Meriba. La peña en Horeb significa en hebreo una peña chata y nos hace recordar lo dicho en Filipenses 2.8: “… se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte”. En cambio, la palabra en Números 20 significa una peña empinada, tipo de Cristo en su ensalzamiento a la diestra de Dios. “Dios también le exaltó hasta lo sumo …”

En este último caso Dios no mandó a Moisés herir la peña sino, “Hablad a la peña”. Moisés y Aarón cometieron un error terrible al herirla dos veces, porque en realidad ya había sido herida, figurativamente, en Horeb, y este segundo caso se trata de un tipo de Cristo quien en gloria no sufre más. Moisés actuó en pugna contra los propósitos de Dios. Su desobediencia le costó el privilegio de entrar en la tierra prometida: “Pecasteis contra mí en medio de los hijos de Israel en las aguas de Meriba …”, Deuteronomio 32.51.

Ahora, nosotros tenemos el privilegio de hacer notorias nuestras peticiones directamente a nuestro Señor JesuCristo como el gran sumo sacerdote de su pueblo, y echar nuestra ansiedad sobre él, porque “El tiene cuidado de vosotros”. En cambio, si empezamos a murmurar y quejarnos con desconfianza, su corazón estará herido y contristado, trayendo así sobre nosotros la disciplina del Señor. Las aguas que salieron de la peña en Meriba son figura del inagotable manantial espiritual que tenemos en el Cristo glorificado.

La hendidura de la peña

El tercer aspecto de la peña está en Éxodo 33, cuando Moisés pidió de Dios que le mostrara su gloria como garantía de su presencia con su pueblo en toda la travesía del desierto. Jehová le dijo: “He aquí un lugar junto a mí, y tú estarás sobre la peña; y cuando pase mi gloria, yo te pondré en una hendidura de la peña y te cubriré con mi mano”. Así Dios proveyó un fundamento firme para Moisés “sobre la roca” y también un refugio “en la peña”.

¡Qué maravillosa comunión para Moisés, sintiendo la misma presencia y gloria de Dios y a la vez protegido de aquel resplandor tan brillante! Nos hace pensar en el privilegio tan sublime que nosotros los creyentes disfrutamos, porque nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo JesuCristo. La base es la obra de la cruz (“sobre la peña”) y nuestra posición es la de “aceptos en el Amado”.

En Cristo significa todo lo que somos y tenemos por soberana gracia. En el Cantar de los Cantares 2.14 el amado se dirige a su amiga, diciendo: “Paloma mía, que estás en los agujeros de la peña, en lo escondido de escarpados parajes, muéstrame tu rostro, hazme oir tu voz, porque dulce es la voz tuya, y hermoso tu aspecto”. Cristo anhela nuestra comunión, y nosotros debemos anhelar la suya. Cuando las cosas mundanas empiezan a ocupar el corazón hay enfriamiento de nuestro amor por él, como en el caso de la iglesia en Efeso: “Tengo contra ti, que has dejado tu primer amor”, Apocalipsis 2.4.

Fuego en la peña

Jueces 6 relata la historia de Gedeón y su encuentro con el ángel de Jehová. El le preparó una ofrenda de un cabrito cocido (de expiación), panes sin levadura (del presente) y caldo, símbolo de la sangre. Luego el ángel le extendió el báculo que tenía en su mano, y al tocar él estas cosas subió fuego de la peña y consumió todo.

Este fuego significó que Dios había aceptado la ofrenda. Gedeón edificó un altar a Jehová y lo llamó Jehová-Salom, o Jehová es Paz. El fuego no consumió a Gedeón, sino que le trajo la paz. Así con nosotros: merecimos el fuego del juicio de Dios, pero su Hijo hizo la paz por la sangre de su cruz, por lo cual tenemos paz para con Dios, la paz de Dios y el Dios de la paz.

El milagro sobre la peña

En Jueces 13 el ángel de Jehová aparece a la pareja destinada a ser los padres de Sansón. El varón, Manoa, pregunta al ángel por su nombre. La respuesta fue “que es admirable”.

Esto concuerda con Isaías 9.6: “Se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz”, títulos que pertenecen exclusivamente al Señor JesuCristo. Manoa tomó un cabrito y una ofrenda, y los ofreció sobre una peña a Jehová. El ángel hizo un milagro ante los ojos de la pareja, porque aconteció que cuando la llama subió del altar hacia el cielo, él subió en la llama.

Se trata de una figura profética de Cristo en resurrección. “Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios”, Hebreos 10.12. Nunca debemos separar los sufrimientos de nuestro Salvador en la cruz — el fuego — del triunfo de su resurrección y la gloria correspondiente. “¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria?” Lucas 24.26.

La peña más alta

En el Salmo 61 el gran anhelo de David, clamando en oración a Dios, es: “Llévame a la roca que es más alta que yo”.

Esto nos habla de la preeminencia de nuestro Señor JesuCristo como está revelada en Colosenses 1.18: “El es antes de todas las cosas … para que en todo él tenga la preeminencia”. La epístola a los hebreos también presenta a Cristo como supremo cual gran sumo sacerdote en su ministerio de amor mediante el trono de la gracia, accesible a su pueblo en todo momento. El se compadece de nuestras debilidades y es la fuente de gracia para el oportuno socorro, Hebreos 4.16. El traspasó los cielos, hecho más alto que los ángeles. Nos hizo sentar en los lugares celestiales. La venida del Señor se acerca, cuando seremos cambiados en su imagen para estar siempre en su presencia.

Miel de la peña

“Les sustentaría Dios con lo mejor del trigo, y con miel de la peña les saciaría”, Salmo 81.16. En el Salmo 78 vemos a Israel como un pueblo privilegiado: “Los apacentó conforme a la integridad de su corazón, los pastoreó con la pericia de sus manos”, 78.72. En el Salmo 80 Israel es un pueblo de oración resuelto a no apartarse de su Dios: “No nos apartaremos de ti; vida nos darás, e invocaremos tu nombre”, 80.18. Pero en el Salmo 81, ¡qué cambio! Ahora Israel es un pueblo rebelde: “Mi pueblo no oyó mi voz, e Israel no me quiso a mí”, 81.11. Por esto perdió las cosas preciosas que su Dios quería proporcionar a su pueblo, y entre éstas la miel de la peña. “¡Oh, si me hubiera oído mi pueblo! … con miel de la peña les saciaría”.

¿Qué cosa más dulce que la miel? Cristo es la peña, y son más dulces que la miel su amor, gracia, comunión y presencia. Dijo el salmista: “Dulce será mi meditación en él; yo me regocijaré en Jehová”, 104.34. Dice la Palabra que en los últimos días el amor de muchos se enfriará, y parece que muchos están tan materializados que las cosas temporales tienen más lugar en sus pensamientos del que tiene la persona de nuestro Señor JesuCristo.

018     La canasta de las primicias

Ver
Cuando hayas entrado en la tierra que Jehová tu Dios te da por herencia, y tomes posesión de ella y la habites, entonces tomarás de las primicias de todos los frutos que sacares de la tierra que Jehová tu Dios te da, y las pondrás en una canasta, e irás al lugar que Jehová tu Dios escogiere para hacer habitar allí su nombre. Y te presentarás al sacerdote, Deuteronomio 26

En el libro de Deuteronomio el pueblo de Israel se encuentra con el desierto por detrás y su herencia por delante. Entre los últimos consejos de Moisés a aquel pueblo, en el capítulo 26 él les instruye en el asunto de la adoración, la cual formaría una parte importante de su vida en Canaán. Nosotros el pueblo redimido del Señor también podemos sacar ayuda espiritual de la enseñanza de este capítulo.

En el sentido espiritual el creyente ya ha cruzado el río Jordán porque “ha sido bautizado en Cristo Jesús en la semejanza de su muerte” y resucitado con él para andar en novedad de vida. Cuando Israel entró en la tierra de Dios, tenía un lugar escogido donde podía acercarse a él como adoradores. En la dispensación presente nuestro Señor JesuCristo ha indicado el lugar que nos corresponde: “Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.

Israel se presentaba delante de Dios con los primeros frutos de cada cosecha, como en agradecimiento por lo que había recibido de la mano bondadosa de su Dios. De la misma manera el creyente quiere manifestar agradecimiento a su Señor por la abundante gracia para con él.

Los frutos que los israelitas presentaron a Dios eran nuevos y frescos. Así debe ser el fruto de nuestros labios. Ellos no tenían las Sagradas Escrituras en su entereza y riqueza como la tenemos nosotros, y su culto tomaba una forma más material. En lugar de ofrecer un cordero u otro animal, el creyente expresa ahora delante de Dios su concepto y aprecio de la persona y la obra de su amado Salvador.

Somos adoradores en espíritu y en verdad, y por esto debemos estar meditando en él y lo que ha hecho. Llegando así a la Cena, no presentaremos los frutos viejos y secos, o sea, la misma cosa todos los domingos.

El clero romano y protestante tiene todo impreso en su misal o libro de oraciones, aprendiéndose y rezando las palabras como loros. No debe ser así el creyente. El que se levanta para dirigir la adoración de los santos debe ser guiado por el Espíritu Santo, y de la abundancia de su corazón — no de la boca — él hablará. Si no ha alimentado su alma con la Palabra antes de asistir a la reunión, ¿cómo puede salir una adoración verdadera de un corazón vacío?

Una vez cumplidos sus deberes para con Dios, el israelita debía sentir su obligación para con el levita, el extranjero, el huérfano y la viuda; 26.12. Así es el desenlace práctico de nuestra adoración, y por esto hay la ofrenda al fin de la cena del Señor. Hebreos 13.15,16 presenta el orden divino: primeramente, la ofrenda espiritual para Dios, y luego, “De hacer bien y de la ayuda mutua no os olvidéis, porque de tales sacrificios se agrada Dios”.

Como sacerdotes santos entramos a la presencia de Dios con la canasta de nuestras primicias espirituales, y como sacerdotes reales salimos para dar el evangelio a los pecadores y hacer obras de amor entre nuestros hermanos. Deuteronomio 26 termina recordándoles a los israelitas que ellos eran la posesión exclusiva de Dios, y por eso había mayor razón para guardar sus mandamientos y ser un pueblo santo a Jehová. El apóstol Pedro nos enseña que somos linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, 1 Pedro 2.9, “para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable”.

019     El cordón de azul

Ver
Habla a los hijos de Israel, y diles que se hagan franjas en los bordes de sus vestidos … y pongan en cada franja de los bordes un cordón de azul. Y os servirá de franja, para que cuando lo veáis os acordéis de todos los mandamientos de Jehová, para ponerlos por obra. Números 15.37 al 41

En esta sencilla ordenanza a los israelitas hubo algo para hacerles recordar constantemente lo que eran y a quién pertenecían. Dios tenía un propósito cuádruple en mandar a poner este bordón en los vestidos: (1) Para inculcar en su pueblo la obediencia a sus mandamientos; (2) Para que no se desviasen de sus caminos;  (3) Para que no fuesen olvidadizos de él; (4) Para que fuesen santos delante de él.

El apóstol Pedro nos escribe en su segunda carta, diciendo: “No dejaré de recordaros siempre estas cosas, aunque vosotros las sepáis, y estéis confirmados en la verdad presente”. Es el buen ministerio de un pastor fiel no sólo enseñar cosas “nuevas” a quienes no las sepan sino repasar las “viejas” con quienes tienen conocimiento de la verdad.

Los israelitas eran un pueblo redimido y separado. Dios les había salvado para que fuesen enteramente suyos, pero conoce la tendencia al olvido del corazón humano. El apóstol Santiago nos habla en su carta del hombre que considera en un espejo su rostro natural y luego se olvida qué tal era.

Así Israel. Ese pueblo se olvidaría de Dios y de sus obras: (1) Hicieron, pues, los hijos de Israel lo malo ante los ojos de Jehová, y olvidaron a Jehová su Dios, y sirvieron a los baales y a las imágenes, Jueces 3.7. (2) No guardaron el pacto de Dios … sino que se olvidaron de sus obras, y de sus maravillas que les había mostrado, Salmo 78.11. La triste historia de Israel fue escrita para amonestarnos a nosotros, a quienes los fines de los siglos han alcanzado. Contamos también con tendencias de olvidar qué somos y a quién pertenecemos. “¿Y que nos sois vuestros? Porque comprados sois por precio”, 1 Corintios 6.19,20.

Azul es el color celestial y habla de lo que es divino: la verdad y el amor de Dios. Ese cordón de azul ha debido gobernar el andar y comportamiento de cada cual. El israelita estaba rodeado de esa franja y no podía pasarla por alto. En 2 Juan vemos que debemos andar en verdad y en amor. El Señor dijo a los suyos, “Permaneced en mí, y yo en vosotros”, Juan 15.4. Creo que ésta es la interpretación acertada del cordón de azul. Dios nos ha dejado en su Palabra un recuerdo de la vida de su Hijo en este mundo; Cristo nos ha dejado ejemplo, para que andemos en sus pisadas. Para él, el cordón de azul fue el principio predominante de la vida.

El Espíritu Santo fue enviado por el Padre para cumplir lo que el Señor mismo había dicho a los suyos. “El Consolador, el Espíritu Santo … os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho”, Juan 14.26. ¡El Espíritu nos rodea como el cordón de azul!

020                     El Señor en medio

Ver
Yo Jehová habito en medio de los hijos de Israel, Números 35.34  Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos, Mateo 18.20

En el libro de Números está escrita la historia de Israel durante sus cuarenta años de peregrinación en el desierto, empezando con el tabernáculo al pie del Sinaí y terminando con su llegada a los campos de Moab, junto al Jordán y frente a Jericó.

No obstante la indignidad e inconstancia, las faltas y flaquezas y los fracasos de aquel pueblo, Dios nunca quitó su presencia de en medio de ellos. Les acompañó cada momento el arca del pacto, la nube de día y la columna de fuego de noche. Eran señales de que El andaba con ellos, habitando sobre el propiciatorio, entre los querubines, en el lugar santísimo, rodeado de luz divina.

El profeta dio testimonio años después, diciendo: “En toda angustia de ellos él fue angustiado, y el ángel de su faz los salvó; en su amor y en su clemencia los redimió, y los trajo, y los levantó todos los días de la antigüedad”, Isaías 63.9.

Esta presencia de Dios inspiraba confianza en su pueblo cuando marchaban por el desierto seco y peligroso. Además, infundía en ellos un temor reverencial porque Dios es santo y exigía de ellos la santidad. “No contaminéis, pues, la tierra donde habitáis, en medio de la cual yo habito”.

Nos maravillamos al pensar en su paciencia y gracia con aquella gente en aguantar sus insolencias: “Por un tiempo como de cuarenta años los soportó en el desierto”, dijo Pablo en Hechos 13.18. Jehová reservó para ellos el privilegio sublime de su presencia, garantizando su protección, dirección, comunión y bendición.

Pero todas estas cosas fueron condicionales; para los israelitas había responsabilidades correspondientes. Ellos podrían contar con la protección divina mientras andaban en los caminos del Señor. Al apartarse y andar por sus propios caminos, se hallaban expuestos a enemigos fuertes, y sufrían derrotas. Para disfrutar de esa comunión con Dios era preciso valerse de los medios provistos en las distintas ofrendas por el pecado y la culpa. Para ser objetos de las bendiciones, ellos tenían que obedecer la voz de su Dios y poner por obra sus mandamientos.

Deuteronomio 28 — el mensaje sobre Monte Ebal — expone lo que hemos dicho en el párrafo anterior. “Acontecerá que si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, para guardar y poner por obra todos sus mandamientos … Y si no te apartares de todas las palabras que yo te mando hoy …”

De la misma manera nosotros en esta época de la gracia somos los objetos de la soberana bondad de Dios. Nuestros privilegios son infinitamente mayores que los de Israel. Nuestra comunión es con el Padre y con el Hijo, y tenemos entrada velo adentro a la presencia inmediata del Padre celestial, cosa nunca concedida a los israelitas.

Pero debemos reconocer a la vez cuánto más grande es nuestra responsabilidad, por lo cual el apóstol nos amonesta: “Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia; porque nuestro Dios es fuego consumidor”, Hebreos 12.28,29.

Para el arreglo de nuestros pecados, tenemos medios aun más eficaces que los de Israel. En 1 Juan 1 leemos que la sangre de JesuCristo nos limpia de todo pecado, y si confesamos nuestros pecados, El es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad. En el capítulo siguiente aprendemos que si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a JesuCristo el justo.

En cuanto a las contaminaciones del mundo, hay también la purificación. Nuestro Señor oró a su Padre, diciendo, “Santifícalos en tu verdad, tu palabra es verdad”, Juan 17.17. La lectura diaria de la Biblia y las oraciones mantienen al creyente purificado.

Muchas de las preciosas promesas para el creyente son condicionales. “Si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros”. Cuando uno no está andando en la luz de la Palabra, se interrumpe su comunión con aquellos hermanos que sí están andando en luz. Cuando hay pecado oculto en el cristiano, él no puede tener el gozo de la salvación. Cuando deja su primer amor, su servicio para Cristo pierde valor.

Dios tenía que someter a su pueblo antiguo a distintas formas de disciplina. Las aguas amargas de Mara no eran asunto de castigo sino para probarlos y enseñarles que El era suficiente para toda necesidad. Este aspecto de la disciplina para nosotros lo tenemos en Hebreos 12.4 al 11. Se refiere a las pruebas y aflicciones que Dios permite para purificarnos con el fin de que seamos más consagrados a él.

En cambio, a veces Dios tuvo que infligir disciplina que era castigo. Esto lo hacía por la desobediencia y defección de su pueblo terrenal, costando muchas veces la vida de muchas personas. En 1 Corintios 11, el apóstol enseña lo sagrado de la cena del Señor, advirtiendo que cualquiera que comiere el pan o bebiere la copa del Señor indignamente será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor.

Hermanos, nuestros privilegios son inmensamente grandes, y nuestras responsabilidades también. Por eso dijo el escritor inspirado, “Conservaos en el amor de Dios”, Judas 21.

021     Las trompetas del Señor

Ver
Hazte dos trompetas de plata, Números 10.2

Moisés recibe instrucciones en cuanto a la hechura y el uso de dos trompetas que serían formadas a golpe de martillo de un solo bloque de plata. Este metal precioso nos hace pensar en la redención y la gracia, ¡dos notas agradables para trompetas!

Dos es el número de testimonio. Podemos ver en esto como la Biblia tiene el doble testimonio del Antiguo y el Nuevo Testamento, ambos del mismo origen con el Espíritu Santo como autor. El hilo de grana corre por los sesenta y seis libros con su tema principal que es la redención por sangre y la obra de la cruz.

Los toques de las trompetas controlaron los movimientos de toda la congregación en Israel, como también el orden de sus reuniones solemnes. Los había de regocijo como también de alarma a causa del enemigo. La nota clara y penetrante era para despertar la gente, llamándoles a la presencia de Dios.

Aquella nación pudo entender que Dios quería tratarla con gracia, como se le reveló a Moisés en el desierto: “… la gracia del que habitó en la zarza”, Deuteronomio 33.16. Fue un día trágico en la historia de Israel cuando la nación dio las espaldas al Dios que se había comportado con ella en paciencia y gracia. El pueblo se postró ante los ídolos abominables de los paganos, y cesaron las notas de las trompetas de plata; El tuvo que hablar en términos de castigo y juicio.

Para nosotros en esta dispensación, es por la gracia de Dios que somos salvos, y esta misma gracia nos enseña a renunciar a la impiedad y a los deseos mundanos para vivir en este mundo sobria, justa y piadosamente. Nuestra responsabilidad es todavía más grande que la de los israelitas, ya que ellos nunca conocieron los privilegios espirituales que nos pertenecen. ¿Cómo podemos volver atrás y olvidarnos de aquel que tanto nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros?

Los hombres armados iban delante de los sacerdotes que tocaban las bocinas, y la retaguardia iba tras el arca, mientras las bocinas sonaban continuamente, Josué 6.9

En este capítulo se encuentran las instrucciones que Dios dio para la conquista de Jericó. Algunos sacerdotes tenían que llevar el arca del pacto sobre sus hombros, y otros sacerdotes marcharon adelante, tocando continuamente sus bocinas de cuerno. Por seis días rodearon la ciudad, una vez por día, y en el séptimo dieron siete vueltas. En ese día, al tocarse las bocinas mientras todo el pueblo daba un gran grito, el muro se derrumbó.

Se puede decir que eran bocinas de la victoria. En este relato podemos ver un cuadro de los creyentes como sacerdotes reales al tenor de 1 Pedro 2.9. “… sois real sacerdocio … para que anunciéis las excelencias de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable”. Se desplegaba el arca, tipo de Cristo, y a la vez se tocaban las bocinas ante la fuerte resistencia del muro que impedía el paso de las huestes de Jehová.

La conquista de Jericó fue una obra divina. Y, el hombre natural ofrece una resistencia tenaz contra la entrada del evangelio en su alma, pero el Espíritu de Dios produce una convicción de pecado y abre paso para que el pecador reciba las gratas nuevas de salvación. Para los de Jericó que resistieron hubo juicio total, pero para Rahab y los que se refugiaron por fe en su casa, protegidos detrás del cordón de grana en la ventana, hubo misericordia y salvación.

De la misma manera en este día de la gracia los fieles pregoneros de Cristo están anunciando un mensaje alentador, por sus vidas consagradas y labios ungidos. Como en el caso aquel, sólo una minoría se salva; nuestro Señor ya anunció que pocos son los que entran por la puerta estrecha. ¡Cuánto nos toca dar gracias al Señor por su soberana gracia que nos ha alcanzado y salvado de la ira que ha de venir!

El Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo, 1 Tesalonicenses 4.16

Nuestro pasaje trata de la venida de Cristo otra vez, ahora para llevar a su pueblo redimido al cielo. Será un acto instantáneo: “En un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta … seremos transformados”, 1 Corintios 15.52. Será para todos los creyentes la victoria sobre la muerte. Nuestros cuerpos de humillación serán cambiados en semejanza al cuerpo glorioso de nuestro Señor, y así estaremos con él para siempre.

Solamente los salvos oirán aquella trompeta; los demás estarán inconscientes de lo sucedido. ¡Indecible será la consternación de los hijos inconversos de cristianos al descubrir que por fin el Señor ha cumplido su promesa de venir a buscar a sus santos!

Terminamos con una referencia breve a 1 Juan 3: “Sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es”: “Todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo”.

022 La senda peregrina

Ver
“Envió Moisés embajadores al rey de Edom desde Cades, diciendo: Así dice Israel tu hermano: Tú has sabido todo el trabajo que nos ha venido; como nuestros padres descendieron a Egipto, y estuvimos en Egipto largo tiempo, y los egipcios nos maltrataron y a nuestros padres; y clamamos a Jehová, el cual oyó nuestra voz, y envió un ángel, y nos sacó de Egipto; y he aquí estamos en Cades, ciudad cercana a tus fronteras”.

“Te rogamos que pasemos por tu tierra. No pasaremos por labranza, ni por viña, ni beberemos agua de pozos; por el camino real iremos, sin apartarnos a diestra ni a siniestra, hasta que hayamos pasado tu territorio”.

“Edom le respondió: No pasarás por mi país; de otra manera, saldré contra ti armado… Y salió Edom contra él con mucho pueblo, y mano fuerte. No quiso, pues, Edom dejar pasar a Israel por su territorio, y se desvió Israel de él”. Números 20

Este episodio sucedió hacia el fin de las peregrinaciones del pueblo de Israel en el desierto. Contiene lecciones provechosas para nosotros, ya que vamos llegando al final de nuestra peregrinación terrenal con las pruebas que ésta implica, y nos acercamos a la venida de nuestro Señor JesuCristo.

Israel apela al rey de Edom, buscando su simpatía y ayuda en vista de un parentesco natural, pues los edomitas eran descendientes de Esaú, el hermano de Jacob. Pero quedaron desilusionados. En lugar de brindarles amor fraternal, la gente de Edom les amenazó con la espada y les prohibió transitar por su país.

Esto mismo ocurre ahora con nosotros. No podemos contar con la simpatía ni la ayuda espiritual de nuestros familiares según la carne, pues la persona no regenerada por el Espíritu es uno de los “enemigos en su mente” … “por cuanto la mente carnal está en enemistad contra Dios, porque no se sujeta a la ley de Dios, ni tampoco puede”, Colosenses 1.21, Romanos 8.7.

Además, es peligroso seguir el consejo de los amigos inconversos en relación con la vida espiritual, por las consecuencias que puede traernos. Pero con todo eso, muchas veces son ellos los primeros en denunciar cualquier incorrección en la vida del creyente.

Notemos ahora los siete puntos que comprende la petición hecha por Moisés al rey de Edom cuando solicitó permiso para pasar por sus términos.

  1. Pasemos por tu tierra. Con ello le daba a entender que no iban a detenerse, pues eran sólo transeúntes. Al añadir, “No pasaremos por labranzas”, le indicaba que no iban a meterse en lo ajeno ni dañar los trabajos de otros. ¡Mucho cuidado! Conviene a todo peregrino este mismo cuidado.
  2. Ni por viña. Ellos sabían que la cosecha de las uvas, así como el acto de pisarlas en el lagar, era ocasión de regocijo y alegría, pero de poca duración. Nos habla de los goces efímeros del mundo, que pronto se acaban. Pero no es así con el creyente en el Señor; su gozo es para siempre. Por ello es que, al creer en él, uno deja las cosas del mundo; en el corazón que está rebosando — Salmo 23.5 — no cabe otra cosa.
  3. Ni beberemos agua de pozos. El agua es simbólica de la vida. Cristo ha puesto una fuente de agua en todo creyente; es una vida nueva, eterna y abundante. Por eso el creyente no participa en ninguna forma de vida mundana, sea en lo social, lo religioso o lo político. El ha huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia, siendo que Satanás es el dios de este siglo; 2 Corintios 4.4.
  4. Por el camino real iremos. Este es el camino del Rey. Cristo, el Rey de reyes, ha ido por delante, dejándonos un ejemplo para que sigamos en sus pisadas. “La senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto”, Proverbios 4.18. La meta es que seamos “irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo”, Filipenses 2.15.
  5. Sin apartarnos a diestra ni a siniestra. La idea es de andar por el camino recto, o hacer sendas derechas para los pies, como dice en Hebreos 12.13. Nuestro Señor JesuCristo nunca se apartó, ni el espesor de un cabello, del camino de la voluntad de su Padre. Puestos los ojos en Cristo, el Autor y Consumador de la fe, nosotros también llegaremos al blanco sin desvío.
  6. Daré precio. Moisés prometió no apropiarse del agua para el ganado sin que pagara su valor. La Palabra manda al creyente: “No debáis a nadie nada”, y, “No paguéis a nadie mal por mal”. Romanos 13.8, 12.17. Abraham constituye un buen ejemplo de la honradez, pues no aceptó regalos del rey de Sodoma. Cuando murió Sara, él insistió en pagar el precio del terreno donde enterraría los restos de su esposa. Cuando un creyente no cancela sus deudas, está manchando el testimonio del Evangelio.
  7. Déjame solamente pasar a pie. Lo único que les interesaba era seguir la marcha; no tenían otro motivo. El cristiano debe tener sus pies calzados con el apresto del Evangelio de la paz, Efesios 6.15. De esa manera, mientras avanza él va dejando atrás las huellas de una vida de separación del mundo. Viviendo en paz con el prójimo, debe ser incapaz de hacer mal a otro.

No obstante esta solicitud, correcta y justa en todo sentido, Edom no quiso. Salió con su gente a pelear, por lo cual Israel se desvió de él, pues no quería pleitos. Asimismo el creyente evita pleitos con los inconversos, dejando su caso en manos de aquel que ha dicho: “Mía es la venganza, yo pagaré”, Romanos 12.19.

023     Las hijas de Zelofehad

Ver
Zelofehad … no tuvo hijos sino hijas … Josué 17.3,4;  Danos heredad entre los hermanos de nuestro padre. Y Jehová respondió a Moisés, diciendo: Bien dicen las hijas de Zelofehad. Números 27.1 al 11 Esto es lo que ha mandado Jehová acerca de las hijas de Zelofehad, diciendo: Cásense como a ellas les plazca, pero en la familia de la tribu de su padre, Números 36.5 al 10

Tiempos revoltosos

Llama mucho la atención que cada vez que las Escrituras mencionan a las cinco hijas de Zelofehad sus nombres están dados, indicando que Dios tomó contentamiento en ellas. Estas damas figuran primeramente en Números 26 y luego en el capítulo siguiente, donde leemos de cuatro casos trágicos de rebelión:

  1. El grupo de Coré, 27.3. Esta rebelión contra la autoridad de Dios está mencionada de nuevo en Judas 11, donde se habla de la “contradicción” de Coré, dando a entender que éste habló mal y en contra de la palabra divina.
  2. Zelofehad, 27.3, quien se rebeló contra la voluntad de Dios, rehusando entrar para poseer la tierra prometida. El murió “en su propio pecado”. Fue el de la incredulidad hacia Dios y temor del hombre. Todos los que no reciben al Señor JesuCristo como Salvador son culpables del mismo pecado, y ellos serán excluidos del cielo.
  3. Moisés, 27.14, quien se rebeló contra el mandato de Dios. No le santificó. Moisés perdió su paciencia con el pueblo de Dios y habló inavisadamente. ¡Qué lástima! Estaba cerca de la tierra prometida, pero no le fue permitido entrar.
  4. La congregación, en rencilla y rebelión contra la administración de Dios. El descontento de los principales, quienes habían deshonrado el nombre de Dios, trajo sobre ellos la ira divina.

Hermanas ejercitadas

Ante este trasfondo tan lúgubre aparecen las cinco huérfanas, quienes reclaman delante de Moisés la heredad que pertenecía a su padre. No se ve en ellas el espíritu de murmuración que hubo en la mayoría, o el desprecio que algunos tenían por la herencia. Ellas tenían desventajas. No tenían padres vivos, ni hermanos para representarlas en ley. Eran cinco, el número de la debilidad humana, pero vinculado con la omnipotencia divina. ¡Qué admirable fue la respuesta de Dios a la petición! “Bien dicen las hijas de Zelofehad; les darás la posesión de una heredad entre los hermanos de su padre a ellas”, 27.7.

Estamos en los postreros días cuando muchos están dejando su primer amor. El Señor está salvando a muchos jóvenes, pero más damas que varones, y por esto sentimos una responsabilidad especial para animar a la juventud cristiana. Algunos jóvenes empiezan bien y dan mucha esperanza, pero poco a poco pierden su apetito por la Palabra, como también por la oración privada y las reuniones del pueblo del Señor. Va menguando su ejercicio para repartir literatura evangélica, aun cuando la circulación de los folletos, o tratados, va en aumento.

El ejemplo de las cinco hijas es una inspiración para buscar primeramente las cosas de Dios y contar con la bendición suya. En 1 Pedro 1 leemos de la herencia incorruptible que está reservada en los cielos para nosotros. De una vez podemos apropiarnos de la comunión con el Padre, el Hijo y el Espíritu, además de la comunión con el pueblo suyo y el acceso al gran trono de la gracia. Nuestro Padre ha hecho amplia provisión para nosotros en la peregrinación terrenal.

Nombres instructivos

El significado de los nombres de estas cinco mujeres puede sernos útil.

Maala: enferma Muchos son los creyentes que han sufrido físicamente pero triunfado espiritualmente. Entre los más destacados figura el apóstol Pablo: “De buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo”, 2 Corintios 12.10. Srta. Fanny Crosby escribió ocho mil poemas, cánticos e himnos, y algunos de ellos cantamos a menudo (Tuyo soy, Señor; La débil cuerda cederá, etc). Cuando era niña un médico se equivocó en el tratamiento que le dio, y ella quedó ciega de por vida. Fue salva cuando joven, y su vida cristiana fue ejemplar.

Noa: descanso “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas”, Mateo 11.29. Cuando nosotros, los creyentes, llevamos el yugo del Señor, encontramos un reposo que otro no nos puede proporcionar.

Hogla: perdiz  Se trata de un ave muy perseguida. En 2 Timoteo 3.12 leemos que “todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución”, pero las tales personas gozarán de la comunión con su Señor, “a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos,”, Filipenses 3.10.

Milca: consejo Hay hermanas quienes por su piedad y experiencia son competentes para aconsejar a las jóvenes. “Las ancianas asimismo sean reverentes en su porte; no calumniadoras, no esclavas del vino, maestras del bien; que enseñen a las mujeres jóvenes …” Tito 2.

Tirsa: agradable Es una virtud que se adquiere por vivir en íntima comunión con el Señor.

024     Harina, aceite y vino

Ver
El sacerdote mecerá la gavilla delante de Jehová, para que seáis aceptos … Su ofrenda será dos décimas de efa de flor de harina amasada con aceite, ofrenda encendida a Jehová en olor gratísimo; y su libación será de vino, la cuarta parte de un hin.  Levítico 23.11 al 13

Una doctrina tripartita

La doctrina bíblica consta de tres partes mayores: la devocional, la profética y la práctica. La parte devocional trata de las glorias del Dios Omnipotente, de nuestro Señor JesuCristo en su persona, su encarnación, su vida terrenal, su obra trascendental en la Cruz, sus atributos como Esposo de la Iglesia, y su manifestación futura como Rey de reyes y Señor de señores. Hay también la parte profética; la “palabra más segura”, como dice Pedro. Las profecías de la Biblia constituyen el comprobante indiscutible de la inspiración de las Sagradas Escrituras e infunden esperanza para el creyente, cual firme ancla del alma. La parte práctica es la que debe gobernar todo nuestro comportamiento y el desarrollo de la vida espiritual.

Cristo el cordero de la Pascua

Cuando Dios ordenó a los israelitas comer el cordero asado de la pascua, El especificó la cabeza, los pies y las entrañas. “Ninguna cosa comeréis de él cruda, ni cocida en agua, sino asada al fuego; su cabeza con sus pies y sus entrañas”, Éxodo 12.9.

La cabeza nos indica la inteligencia espiritual y nuestra responsabilidad de ser llenos del conocimiento de la voluntad de Dios en toda sabiduría e inteligencia espiritual; Colosenses 1.9. Abarca el aspecto profético de la doctrina. Los pies se relacionan con el andar y el estilo de vida del creyente. “Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas”, 1 Pedro 2.21.

Las entrañas son la parte de más adentro, y pueden ser aplicadas a la devoción y ocupación con las excelencias de nuestro amado Salvador. En Filipenses 1.8 el apóstol habla del “entrañable amor de Jesucristo”. Aquí tenemos la fuente cristalina de la verdadera adoración.

Tengamos ahora, pues, una meditación devocional acerca de Cristo, tomada de la lista de las siete fiestas anuales que encontramos en Levítico capítulo 23.

El ser tripartito

En todas las ofrendas de animales y aves bajo las ordenanzas levíticas vemos tipos de nuestro Señor en su sacrificio supremo, pero ningún tipo es perfecto; la víctima era inmolada y moría casi instantáneamente. En cambio, nuestro Señor padeció durante seis horas largas. Los animales sufrían tan sólo en lo físico, mientras nuestro Señor sufrió en espíritu, alma y cuerpo:

  • Mi alma está muy triste, hasta la muerte, Mateo 26.38
  • Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu, Lucas 23.46.
  • Di mi cuerpo a los heridores, Isaías 50.6

En la flor de harina, el aceite de olivas y el vino de la uva podemos ver tres aspectos de los sufrimientos de nuestro Señor.

La harina

Se trata de una “ofrenda encendida”. Encontramos al Salvador molido entre la piedra inferior, la ira del hombre, y la superior, la justa ira de Dios. El proceso duró hasta que el grano fue pulverizado por completo. Los soldados atormentaron a Cristo hasta cansarse, y entonces se sentaron a contemplarle con un gusto infernal. De su parte, Dios cual juez no perdonó a su propio Hijo. No hubo misericordia para él, para que la abundancia de su misericordia pudiese llegar a nosotros.

El pan de vida que El nos ha traído fue de “flor de harina”. Fueron horadadas por los soldados en su malicia aquellas manos de Cristo que nunca se mancharon de impurezas y siempre se ocuparon de traer bendición y consuelo a sus criaturas. Fueron traspasados con grandes clavos los pies que siempre anduvieron en sendas de justicia y en diligencias a favor de la humanidad. El pie es muy susceptible al dolor, pero el Señor no se quejó, sino oró a su Padre: “Perdónalos, porque no saben lo que hacen”, Lucas 23.34. Fue cumplida la palabra: “Cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia”, Romanos 5.20.

El aceite

Se obtiene el aceite por machucar la oliva. Getsemaní quiere decir “prensa de aceite”, y es en ese sitio que contemplamos las profundas angustias del Salvador. El sudó “como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra”, Lucas 22.44. Si la anticipación del Calvario fue tan terrible, cuánto más la realidad de lo que El soportó en la cruz.

El vino

El vino es figura de la sangre, “mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada”, Mateo 26.28. Podemos pensar en la vid cargada de racimos de uvas hermosas, cortados y tirados al lagar, para que los hombres pisoteasen las uvas sin misericordia.

¡Qué humillación la de Cristo, “gusano, y no hombre!” Por aquella violencia de los hombres salió el vino para hacer alegre el corazón. Todo el gozo de la salvación que nosotros disfrutamos ha venido mediante la humillación y los padecimientos que el eterno Hijo de Dios experimentó en el Calvario.

025     Hermosas tiendas

Ver
¡Cuán hermosas son tus tiendas, oh Jacob, tus habitaciones, oh Israel! Números 24.5

Estas palabras de Balaam no nacieron de su propio corazón sino que Dios las puso en su boca. En apariencia eran tiendas ordinarias: tenían ya casi cuarenta años aguantando los ventarrones de arena y tierra en el desierto, habiendo sido desarmadas múltiples veces para ser levantadas en otro paradero.

Entonces, ¿en qué sentido eran tiendas hermosas?

  1. Porque simbolizaban el carácter peregrino del pueblo de Dios. El no tenía su delicia en la residencia del rey de Moab ni en las mansiones de los ricos de la tierra. Su interés estaba en aquellas tiendas humildes de un pueblo que El había redimido del mundo por la sangre del cordero y separado de la condenación en Egipto. Sin duda la casa de Lot había guardado mejor apariencia que la tienda de Abraham. Parecía estar mejor construida, pero repentinamente fue destruida por las llamas, y su amo tuvo que refugiarse en una cueva. En cambio, la tienda de Abraham fue perpetuada por Isaac y Jacob, según leemos en Hebreos 11.9.

Hay mucha diferencia entre las magníficas catedrales que los hombres construyen y lo que es una verdadera iglesia local de Dios. Esta última se compone de piedras vivas y el Señor está en medio de ellas.

  1. Porque había orden divino en aquel campamento. Cada tribu ocupaba su debido lugar, con su bandera desplegada. Dios es de orden. Satanás es el autor de confusión, quien siembra discordia entre hermanos. Su mayor producción es Babilonia la grande, de la cual leemos en Apocalipsis 17 y 18. La palabra significa la confusión. En realidad la Babilonia simbólica es una gigantesca mezcolanza de prácticas paganas, religión pomposa y amor al lucro. Es un sistema de ritos y ceremonias que apelan a la soberbia del hombre pero son contrarias a las enseñanzas de Cristo y sus apóstoles. A Dios le agrada la sencillez.
  2. Porque las tiendas estaban en torno del tabernáculo donde habitaba Dios. El estaba en medio de su pueblo y esas tiendas en derredor evidenciaban devoción y fidelidad. Lo que agrada a nuestro Señor en el día de hoy es ver a un pueblo separado de los sistemas del mundo religioso, congregado en el nombre de su Señor.

Veamos ahora que algunas tiendas perdieron su hermosura.

  1. Las de Coré, Datán y Abiram, por causa de la rebelión. Con la excepción de los hijos de Coré, estos tres hombres y sus familias, con sus tiendas, fueron tragados vivos cuando la tierra se abrió y todos descendieron al abismo con gritos espeluznantes. La historia está en Números 16.27 al 34.
  2. Las de muchos en Israel, por la abominación en Moab. ¡Cuán trágico aquel día cuando Israel dejó sus hermosas tiendas para prostituirse moral y espiritualmente con las hijas de Moab! Esas mujeres “invitaban al pueblo a los sacrificios de sus dioses; y el pueblo comió, y se inclinó a sus dioses”, Números 25.1 al 10.

Al saber de un caso extremo, el sacerdote Finees fue tras cierto varón y su mujer madianita “a la tienda, y los alanceó a ambos … y cesó la mortandad de los hijos de Israel”. Pero, “murieron de aquella mortandad veinticuatro mil”.

  1. La de Acán, consecuencia de la codicia. En Josué 7 leemos de Acán y su tienda contaminada. El enterró en ella artículos malditos, los cuales había tomado en expresa desobediencia a la palabra de Dios. Ese hombre también murió, y con él su familia.

En Hechos 5 leemos de una pareja en la iglesia primitiva que sufrió la muerte por ese mismo pecado de la codicia y por el engaño. Oremos sin cesar para que Dios guarde a cada testimonio a su nombre de perder su hermosura espiritual, sea por rebelión contra la autoridad establecida, como en el caso de Coré; por juntarse con el mundo, como aquellos muchos en la tierra de Moab; o por codiciar y luego ocultar el pecado, como Acán.

026     La hermosura del Señor

Ver
La casa

Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré: que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura de Jehová y para inquirir en su templo. Salmo 27.4.

La casa a la cual se refería David, al manifestar el anhelo de su corazón, era la tienda de campaña que levantó en el monte de Sión, donde colocó el arca del pacto al llevarla de la casa de Obed-edom a Jerusalén; véase 2 Samuel 6.17: “Metieron, pues, el arca de Jehová, y la pusieron en su lugar en medio de una tienda que David le había levantado; y sacrificó David holocaustos y ofrendas de paz delante de Jehová”.

El no estaba pensando en un templo con una gloria y hermosura material, sino en aquel lugar donde se hallaba presente su Dios y Señor. Allí David esperaba ver la hermosura del Señor mismo. Dios le concedió su deseo, pues sus salmos contienen muchas revelaciones preciosas de la hermosura del Señor que fueron experiencias transformadoras de su vida.

Moisés en sus días clamó al Señor que le mostrara su gloria, Éxodo 33.18, y no solamente fue contestada su oración sino que la gloria del Señor se vio reflejada en su rostro, 34.35. En el Salmo 90 — “una oración de Moisés” — su petición es: “Aparezca en tus siervos tu obra, y tu gloria sobre sus hijos, y sea la luz”. La Versión Moderna traduce las últimas palabras como “… sobre los hijos de ellos aparezca tu gloria”. Esta oración de Moisés va más allá de la petición de David; para él no es solamente ver la hermosura sino que la misma estuviera sobre el pueblo de Dios.

Para nosotros hoy día, la casa de Dios no es un edificio tangible sino el conjunto de creyentes. Donde éstos se congreguen en el nombre del Señor, El revela su hermosura a nosotros y en nosotros: “El Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor”, 2 Corintios 3.17,18.

No es una transformación exterior en la carne, sino una interior. Es obra del Espíritu Santo por la Palabra. De parte nuestra, miramos con cara descubierta, en actitud de franqueza, sin disimulación, permitiendo que la Palabra cual espejo nos revele lo que somos. La Palabra va revelando a Cristo, lo cual produce el cambio progresivo en nuestro ser interior.

En Romanos 12 leemos: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios”. El diablo, la carne y el mundo son estorbos serios en esta transformación espiritual del creyente, pero con propósito de corazón, meditación en la Palabra, el ministerio del Espíritu Santo y la oración, el creyente puede prevalecer.

El testimonio de Esteban delante de sus acusadores revela cuán influenciado era por las Sagradas Escrituras. Estas habían transformado su ser interior hasta tal punto que todos vieron su rostro como el de un ángel. También hay el caso de las potestades eclesiásticas quienes, habiendo examinado a Pedro y Juan, reconocieron que ellos habían estado con Jesús.

La reina

El Salmo 45 nos introduce a Cristo como el Rey y como el más hermoso de los hijos de los hombres. La segunda parte del mismo se ocupa de la hermosura de la reina, o la que va a ser la esposa de él: “Oye, hija, mira, e inclina tu oído; olvida tu pueblo y la casa de tu padre; y deseará el rey tu hermosura; e inclínate a él, porque él es tu señor”.

Notemos primero el oído conquistado. ¡Cuán necesario es oir su voz! Cuando el Padre dio testimonio de su Hijo en el monte de la transfiguración, añadió: “A él oíd”. Las ovejas del Buen Pastor oyen su voz y le siguen. Segundo, “Olvida tu pueblo y la casa de tu padre”. Esto nos enseña que nuestra relación con Cristo es superior a nuestros nexos naturales. El es la cabeza del cuerpo, que es la Iglesia, para que en todo El tenga el primado. Tercero, “Deseará el rey tu hermosura”. Gozaremos de comunión con él. Cuarto: “Inclínate”. Aquí encontramos el alma conquistada, y la verdadera adoración.

Luego vemos que ella es todo gloriosa adentro al llegar el momento de ser llevada al rey. No quedará nada del pecado adentro ni de la vieja naturaleza; no habrá mancha ni arruga por fuera. El Señor mismo transformará el cuerpo de nuestra bajeza, para ser semejante al cuerpo de su gloria. El vestido es de lino fino, limpio y brillante, “porque el lino fino son las justificaciones de los santos”, Apocalipsis 19.8. Así será aparejada la esposa para las bodas del Cordero.

En vista de la proximidad de aquel momento glorioso, ¡cuánto nos conviene estar apercibidos! “Oh amados, estando en espera de estas cosas, procurad con diligencia que seáis hallados por él sin mácula, y sin reprensión, en paz”, 2 Pedro 3.14.

027     La restauración

Ver
En el Salmo 32 vemos cómo David consiguió el perdón de sus pecados, que sin duda incluyeron su nefando crimen contra Urías. Pero cuando llegamos al Salmo 51 vemos los grandes ejercicios de alma que tuvo David para conseguir la restauración.

Cuando una persona se somete a una operación quirúrgica, por lo regular el médico le impone una dieta por unos días después, hasta que consiga la plena restauración de su fuerza física. Pero, hay creyentes que, después de haber alcanzado el perdón de un pecado de gravedad, no han mostrado la debida contrición de espíritu sino han procedido como si no hubieran experimentado fracaso alguno en su vida. Esta falta de ejercicio y humillación les ha expuesto a un ataque nuevo de parte del enemigo, resultando en el desastre. David alcanzó el perdón pero también sintió la necesidad de una completa restauración, y no se contentó con nada menos.

El alejamiento

En el Salmo 51 es instructivo notar las consecuencias funestas del pecado:

  1. El pecado deja una mancha muy fea en el corazón: “lávame más y más; purifícame … lávame; crea en mí, oh Dios, un corazón limpio”.
  2. El pecado es un insulto al carácter de Dios. El corazón de nuestro Padre celestial sufre hondamente cada vez que un hijo suyo peca. “Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos”.
  3. El alma queda abatida y triste. “Hazme oir gozo y alegría, y se recrearán los huesos que has abatido”.
  4. El pecado produce una nube entre el creyente y su Señor. “Esconde tu rostro de mis pecados”.
  5. El espíritu del creyente sufre un desperfecto cuando uno peca. “Renueva un espíritu recto dentro de mí”.
  6. El creyente que persiste en su pecado, o no lo confiesa, al fin se halla abandonado por Dios. “No me eches de delante de ti”.
  7. Al pecar, el creyente pierde el gozo de la salvación. “Vuélveme el gozo de tu salvación”. Sin ese gozo, no tiene filo su testimonio. “Entonces [una vez restaurado] enseñaré a los transgresores …”
  8. El pecado tapa la boca del creyente en cuanto a la alabanza a Dios. “Líbrame …cantará mi lengua tu justicia”.

El retorno

Es sumamente fácil extraviarse de Dios por la senda del pecado. Es cuesta abajo, mientras que el camino de regreso es cuesta arriba. David clamaba a Dios con espíritu quebrantado, corazón contrito y humillado, pero tenía la plena confianza de que Dios le oiría y le concedería una restauración completa.

Cuando sacamos la cuenta, viendo cuán costoso es el pecado para Dios y nosotros, y muchas veces para la víctima de nuestra transgresión, ciertamente se nos impone un temor filial. A la vez nos despierta una vigilancia mayor contra nuestros tres enemigos que nos incitan a pecar.

Algunos han presumido imitar el pecado de David, pensando que ellos también alcanzarían el perdón y restauración porque David lo recibió. Pero uno no puede tocar el alquitrán sin mancharse las manos, ni jugar con la candela sin quemarse. David destruyó el hogar de Urías y él tuvo que cosechar en su hogar de la semilla que sembró. Dios decretó que la espada no se apartaría de su casa, y sucesivamente la tranquilidad de su familia iba sufriendo golpes trágicos hasta el fin de su vida. Dios tenía que vengar la sangre de su fiel siervo Urías.

La Palabra nos exhorta a apartarnos de toda especie de mal, y así cantamos:

Evita el pecado, procura agradar
a Dios, a quien debes por siempre ensalzar.
No manche tus labios impúdica voz;
tu corazón guarda de codicia atroz.

028     De tragedia a triunfo

Ver
Bien que fuisteis echados entre los tiestos, seréis como alas de paloma cubiertas de plata, y sus plumas con amarillez de oro. Salmo 68.13

Este hermoso cántico de David alaba el gran poder y la maravillosa gracia de Dios en la redención. En el versículo 18 el Salmo alude proféticamente a la ascensión de nuestro Señor JesuCristo, y el texto se emplea en Efesios 4.8: “Subiste a lo alto, cautivaste la cautividad, tomaste dones para los hombres”. El autor también mira atrás a las cadenas de servidumbre para Israel en Egipto y adelante al glorioso reino milenario del Señor.

Sin ocuparnos de las varias interpretaciones contradictorias que se han publicado en torno del versículo 13, veámoslo como un cuadro hermoso de lo que la gracia redentora ha hecho en bien nuestro. Vemos en el versículo lo que éramos, somos y seremos.

El pasado

Las palabras, “fuisteis echados entre los tiestos”, [o sea, entre los pedazos de ollas rotas y vasijas de barro inútiles] ofrecen una descripción realista de los hijos de Israel en su degradación y miseria en Egipto. Ellos mismos hablarían posteriormente de haberse sentado “a las ollas de carne”, Éxodo 16.3. Aquellas ollas y aquellos tiestos eran sucios y negros, cosas carnales que Faraón empleaba para mantener a ese pueblo quieto en su estado oprimido.

Todo esto nos hace recordar lo que éramos también. “Años mi alma en vanidad vivió, ignorando a quien por mí sufrió …” Nos encontrábamos “echados entre los tiestos” y otros desechos rotos y sucios del mundo, nuestras justicias como trapo de inmundicia ante los ojos de Dios. Espiritualmente, éramos débiles e incapaces de remediar la situación; estábamos expuestos a la ira de Dios.

El presente

Ante un trasfondo tan oscuro, un rayo de luz celestial penetra la penumbra. “¡Seréis como alas de paloma cubiertas de plata!” La plata es la sobresaliente figura bíblica de la redención, y en la paloma encontramos el ministerio tan favorable del Espíritu Santo.

Israel fue salvo de la pena del pecado por la sangre, fue librado de Egipto por poder, y fue tomado “sobre alas de águilas”, Éxodo 19.4. Ese pueblo fue objeto de la gracia de Dios en todo momento. Las alas simbolizan el poder que levanta el pecador que cree, sacándole de donde estaba y llevándole a sentarse en lugares celestiales con Cristo Jesús, o sea, de la muerte espiritual a la resurrección espiritual. Sólo el amor del Padre, la sangre preciosa de Jesús y la obra regeneradora del Espíritu Santo pueden efectuar un milagro de tan grandes proporciones.

La paloma no come carne. Ella simboliza la inocencia, pureza y paz. Encontrándose lejos de su lugar, siempre quiere regresar, y así es que el esposo en el Cantar dice que la esposa tiene ojos como de paloma. La visión del creyente debe ser controlada por el Espíritu Santo, ocupada más de todo con su hogar celestial.

Probablemente el cuervo no quiso volver al arca de Noé por haber visto tantos cadáveres flotando sobre las aguas; esa carne muerta apelaría a su apetito inmundo. La paloma rehusó todo aquello y voló al arca de nuevo, manifestando que tenía una naturaleza diferente. El creyente es participante de la naturaleza divina y ha huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia, 2 Pedro 1.4. La corrupción abunda en la sociedad, política y religión, pero el cristiano se guarda sin tacha, andando por una senda de separación y en compañía de Uno rechazado por el mundo.

El futuro

Leemos que “mejor es el fin del negocio que su principio”, Eclesiastés 7.8, y así es en nuestro versículo: “… y sus plumas con amarillez de oro”.

Las plumas nos hablan de la consolación del Espíritu, quien es nuestro Consolador a lo largo de toda la peregrinación. A su vez, el oro nos representa la gloria por delante. Hemos sido “sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida”, Efesios 1.13,14. “Gracia y gloria dará Jehová”, Salmo 84.11: gracia suficiente para la necesidad presente, y gloria en la venida del Señor.

“Vamos muy pronto al célico hogar, do gozaremos de gloria sin par”. La mayor parte del pueblo del Señor ven poco del oro perecedero aquí en este mundo, pero viene día cuando conoceremos de cerca la ciudad cuya calle es de oro puro, transparente como vidrio, Apocalipsis 21.21.

029     Todo el día

Ver
Oh Dios, me enseñaste desde mi juventud, y hasta ahora he manifestado tus maravillas. Aun en la vejez y las canas, oh Dios, no me desampares, hasta que anuncie tu poder a la posteridad, y tu potencia a todos los que han de venir, y tu justicia, oh Dios, hasta lo excelso. Salmo 71.17 al 19

El Salmo 71 fue escrito por un anciano y contiene un mensaje estimulante para los cristianos mayores en edad en todo lugar y circunstancia. No estoy de acuerdo con lo que una señora comentó en mi presencia años atrás al exclamar, “¡Oh, la tragedia de la vejez!” Parece que ella temía envejecerse.

Reconocemos, sin embargo, que en la sociedad moderna es difícil encontrar empleo cuando uno tiene muchos años encima, y para algunos las circunstancias se tornan onerosas. Pero nuestro Padre celestial ha prometido que, “como tus días serán tus fuerzas”, Deuteronomio 33.25.

Una actitud positiva

En este salmo encontramos a un creyente anciano en pleno empleo. El no percibe tragedia sino triunfo en sus años avanzados. Su oración en el versículo 8 es, “Sea llena mi boca de tu alabanza, de tu gloria todo el día”, y en el versículo 15 él afirma que, “Mi boca publicará tu justicia y tus hechos de salvación todo el día”. Su propia fuerza física está menguando pero él declara confiadamente, “Vendré a los hechos poderosos de Jehová el Señor”. El sabía dónde está la fuerza. Ahora, este salmista mira atrás a dos circunstancias muy favorables en su vida: (1) Fue salvo cuando joven, “Seguridad mía desde mi juventud”, 71.5. (2) Fue instruido desde joven, “Me enseñaste desde mi juventud”, 71.17

El se había aprovechado de sus años formativos, inscrito en la escuela de Dios, y ahora en su postrimería estaba cosechando los frutos preciosos de las verdades que fueron sembradas en su corazón juvenil muchos años atrás. El creyente joven que dedica tiempo suficiente a la lectura cuidadosa de las Escrituras y la meditación con oración, cosechará dividendos ricos en años posteriores. Aquellos que malgastan los primeros años de convertido lamentarán no haberlos aprovechado, una vez que lleguen a la edad cuando la mente no absorbe lo que oye y lee.

El Espíritu Santo trae a nuestra memoria aquello que hemos atesorado por atención concienzuda a la Palabra de Dios. “El Consolador, el Espíritu Santo, …os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho”, Juan 14.26.

Los versículos finales del Salmo nos presentan un cuadro hermoso del anciano canoso cantando con arpa a Jehová. Está feliz en su alma, ocupándose de su salvación: “Mis labios se alegrarán cuando cante a ti, y mi alma, la cual redimiste”. El estaba anticipando su ocupación eterna, cuando acompañaría las huestes de todas las edades en el himno que proclama: “Digno eres … porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido … y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes”.

Habla la boca

El último versículo le encuentra todavía en el mundo hostil, ya que “todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución”, 2 Timoteo 3.12, pero sus enemigos no pueden taparle la boca. Es una gran bendición cuando la lengua no deja de funcionar en la vejez, aun cuando uno pierda su vista o la fuerza corporal, ¡si es que con la lengua puede expresar el gozo que siente en el Señor!

Pero, las Escrituras registran algunos casos tristes del mal que puede hacer la lengua entre los ancianos en edad. María, hermana de Aarón y Moisés, empleó muy bien su lengua para cantar la alabanza de Jehová en su mejor época, pero hacia el final de la carrera ella la prestó para la obra del diablo, la maledicencia. En su juventud ella había manifestado amor para su hermano menor cuando él se encontró abandonado en una arquilla, pero cuando canosa ella fue excluida del campamento por siete días por hablar mal de él.

De la misma manera Aarón, quien gozaba de un privilegio singular ante Dios y los hombres, tuvo que confesar su necedad y pecado en hablar en contra de Moisés. Finalmente, nos acordamos del pecado trágico de Moisés mismo. En vez de hablarle a la roca, como Dios le mandó hacer, él la golpeó y luego perdió los estribos con el pueblo, “y él habló precipitadamente con sus labios”, Salmo 106.33.

Que nuestra oración constante sea la del Salmo 141.3: “Pon guarda a mi boca, oh Jehová; guarda la puerta de mis labios”.

030     Fruto en la vejez

Ver
El justo florecerá como la palmera … Aun en la vejez fructificarán. Salmo 92.12,14

Es uno de los misterios de la vida el por qué algunas personas tienen que pasar por tantas pruebas y tribulaciones y otras aparentemente las experimentan muy poco. Aun siendo así, cada hijo de Dios debe estar de un todo convencido de que nuestro Padre Celestial es amoroso como para que le falte compasión y demasiado sabio como para equivocarse en su trato con cada uno.

En términos generales, la familia humana se divide en dos temperamentos. Hay los que son egoístas, sienten lástima por sí mismos y en sentido figurado tienen un corazón apocado. Y, hay los bondadosos que sienten las adversidades de los demás, se niegan a sí mismos y quieren ayudar a sus prójimos.

La doctrina de los apóstoles nos enseña que “el amor de Cristo nos constriñe … para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos”, 2 Corintios 5.14,15. El gran poder del amor de Cristo, y la obra redentora de la cruz del Calvario, son suficientes para transformar cualquier alma egoísta, para que no sienta lástima por sí misma sino sea un agradecido seguidor del Cordero, renunciando lo suyo en bien de aquellos por quienes murió Cristo.

Cuando uno profesa ser del Señor pero no ha tenido este cambio en su ser, tarde o temprano la tal persona segará lo que ha sembrado; Gálatas 6.7. Creemos que cuando un cristiano está viviendo a la par con lo que profesa, será un cristiano feliz y la vejez no le será una tragedia sino un triunfo.

Sería difícil encontrar una persona que haya pasado por tantas penalidades de diferentes tipos como el apóstol Pablo, pero él pudo decir: “A Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús”, 2 Corintios 2.14. No tenemos conocimiento de ningún otro cristiano tan lleno del gozo del Señor como lo era Pablo. Como los rayos del sol que brillan a través de una llovizna, así el gozo del cielo brillaba a través de sus muchas lágrimas.

“Azotado mucho” y echado en el calabozo de más adentro en la cárcel, sus pies inmóviles en el cepo, ¿se le encontró abnegado, o aun frustrado, por las circunstancias? De ninguna manera. Cantó alabanzas a Dios con tanto gusto que los presos le oían por el otro lado del muro. Escribió su carta a los filipenses cuando se encontraba en otra cárcel, ahora un piso de piedra en la celda y nieve por fuera, y su mensaje es, “¡Regocijaos en el Señor siempre! Otra vez digo: “¡Regocijaos!” No hay duda; ¡para Pablo la vejez fue un triunfo!

Dios le dio a Moisés un canto con que celebrar su cumpleaños al alcanzar los 120 años; Deuteronomio 31.2,14,19. “Escribíos este cántico”, le dijo, “y enséñalo a los hijos de Israel; ponlo en boca de ellos”. Moisés estaba por morir, pero recibía todavía instrucción para sí y para el pueblo de Dios.

La vida cristiana debe comenzar y terminar con un cántico. Me acuerdo haber visitado con nuestro hermano Guillermo Williams a un creyente anciano quien estaba en cama y muy, muy débil. Le costaba mucho respirar. Le preguntamos qué himno quería, y para nuestra sorpresa él no sólo nos dijo sino nos acompañó línea por línea, cantando todo el himno de memoria. Aquel mismo domingo en la tarde, pasó en paz a la presencia del Señor.

El escritor canoso del Salmo 71 (¿sería David?) estaba lleno de alabanza a Dios; tres veces dice que cantará a Jehová “todo el día”, 71.8,15,24. El estaba feliz con su arpa; ¡para él tampoco la vejez fue una tragedia! En contraste, había el general Joab, un caso triste y una advertencia para nosotros. El no conocía el temor en la defensa de su rey, pero carecía del espíritu que tenía David. Su severidad y crueldad hacia otros le trajeron a juicio; murió en ignominia en el campo y fue sepultado sin honores militares. Seamos nosotros, pues, considerados para con otros, y humildes para con Dios.

Por supuesto hay otros ejemplos de creyentes para quienes la vejez fue un triunfo. Por ejemplo:

  • Ana, Lucas 2.36 al 38. Ella no se apartaba del templo, sino servía día y noche con ayuno y oraciones.
  • Mnasón de Chipre, Hechos 21.16. Era un discípulo antiguo (“de los primeros tiempos”), pero quiso acompañar a los evangelistas y luego les hospedó en su casa.
  • Barzilai, “muy anciano”, 2 Samuel 19.32. Huyendo David y los que le eran fieles, les salió al encuentro este buen hombre con amplias provisiones para ellos en su adversidad, 17.27 al 29.

Estos son ejemplos que merecen ser emulados, porque aun en la vejez fructificaron estos ancianos.

031     El código moral de un varón de Dios

Ver
Encontramos diez promesas firmes en el Salmo 101:

  1. A ti cantaré yo, oh Jehová.

Desde el momento de la salvación comienza en el creyente un cántico nuevo de alabanza a Dios. “Verán esto muchos, y temerán, y confiarán en Jehová”, Salmo 40.3. Aunque este salmo es profético de nuestro Señor en resurrección, se pueden aplicar estas palabras al creyente. Cuando Pablo y Silas cantaban a media noche en la cárcel de Filipos, los presos oyeron y sin duda temieron. El mundo tiene envidia de un creyente que canta, porque reconoce que tiene un gozo superior. En cambio, el mundo denuncia al creyente quejoso porque es una negación de lo que debe ser.

  1. Entenderé el camino de la perfección.

Otra versión expresa el trozo de esta manera: “Me comportaré prudentemente en el camino perfecto”. Después de su ejercicio en adoración, se produce en David un propósito de corazón en cuanto a su manera de vivir.

Después de haber estado en la cena del Señor el creyente sale con seriedad y el deseo de agradar a aquél a quien debe todo. Donde hay liviandad después de la cena, es prueba de que la persona no ha sentido la presencia del Señor. “Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios”, Efesios 5.15.

  1. En la integridad de mi corazón andaré en medio de mi casa.

Aquí encontramos el propósito de David en cuanto a su vida en el hogar. El sintió como cabeza de la casa su responsabilidad de dar un buen ejemplo. El hogar es donde debemos manifestar más la paciencia, benignidad, abnegación, hospitalidad y piedad. Es donde debemos dar un buen testimonio verbal, pero es donde más fracasamos.

¡Qué triste aquel día cuando David no se contentó con andar en medio de su casa, sino que se extravió en la senda de la tentación! En 1 Crónicas 18 leemos dos veces que Jehová le daba el triunfo a David dondequiera que iba, pero cuando abandonó el camino de la voluntad de Dios y buscó el del pecado, sufrió su más aplastante derrota. “No tentarás al Señor tu Dios”, Mateo 4.7.

  1. No pondré delante de mis ojos cosa injusta.

Los ojos son una vía que conduce al alma. El dios de este siglo tiene tantos encantos seductivos para retratarlos en la tela sensible de nuestras almas, que fácilmente se corrompe. Pedro en su carta a los creyentes les hizo recordar que habían huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia.

Cristo se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos del presente mundo malo, Gálatas 1.4. El oró al Padre, no para que nos quitara del mundo, sino que nos guardara del mal, Juan 17.15. Nuestra oración al Señor debe ser siempre, “Aparta mis ojos, que no vean la vanidad”. Ni en la televisión.

  1. No conoceré al malvado.

Hay dos sentidos en que podemos conocer a una persona: por percepción y por comunión. Este último es el sentido en que habla el salmista. El resuelve evitar la compañía de los malvados. La clase de compañeros que buscamos es un indicio de lo que somos.

Aun los cristianos carnales pueden perjudicarnos espiritualmente si nos hacemos compañeros de ellos. Debemos amar a todo el pueblo del Señor pero reprender en ellos lo que no es de Dios. Si el joven creyente, por ejemplo, quiere guardar sus vestiduras sin mancha para la venida del Señor, le será necesario buscar bien y con oración con quiénes anda.

  1. El que solapadamente infame a su prójimo, yo le destruiré.

Como el primer magistrado del país, David tenía autoridad para llevar la espada de justicia y sentenciar al delincuente. Para él la calumnia era un crimen que merecía la pena capital. El creyente debe condenar la calumnia y separarse de quien la practique.

  1. No sufriré al de ojos altaneros y de corazón vanidoso.

A David le correspondían honores y majestad como rey, pero no quiso tener en su corte a gente orgullosa. Toda su vida él se comportó con humildad y sujeción a Dios. Que el Señor nos guarde de toda tendencia pretenciosa de engrandecernos en los ojos de los demás, sea por modo exagerado de vestido, peinado pomposo o sortija conspicua; sea por hogar lujoso, o aun locales evangélicos de mucho ornato. Dios resiste a los soberbios y da gracia a los humildes, Santiago 4.6.

  1. Mis ojos pondré en los fieles de la tierra, para que estén conmigo.

Esta es la clase de gente que fue preferida por David. En el mundo los eruditos, los prósperos, los famosos, las encantadoras son la gente admirada por el público. Ante Dios es la fidelidad que vale.

Ahitofel era un estadista destacado pero infiel; se volvió traidor del rey. El humilde Husai, que sólo figuraba como “amigo de David”, fue fiel hasta el fin; cuando llegó la prueba suprema, él arriesgó su propia vida para salvar a su rey. Seamos fieles a nuestro Señor, nuestro cónyuge y nuestra asamblea. El ojo del rey nos mirará con su aprobación divina.

  1. No habitará dentro de mi casa el que hace fraude.

¡Cuán fácil es practicar el engaño y la mentira en el círculo familiar! David se opuso a eso. Es el deber de padres cristianos reprender a sus hijos por cualquier acto de mentira o engaño. A veces son los mismos padres que tienen la culpa, dando mal ejemplo en falta de rectitud ante sus hijos.

  1. De mañana destruiré a todos los impíos de la tierra.

David propuso adoptar medidas severas para limpiar la tierra de impíos, y estaba apurado por hacerlo. Nuestra esfera no es como la de David, “de la tierra”, sino espiritual. Dios nos manda tomar acción decisiva contra las cosas que nos estorban en el servicio y testimonio para Cristo.

Así nos enseña 2 Corintios 10.4,5: “Derribando razonamientos soberbios y toda cosa elevada que se ensalza contra el conocimiento de Dios, y poniendo todo pensamiento en cautiverio a la obediencia de Cristo”. Es una lucha espiritual y a los vencedores les espera un galardón.

032    Amo a Jehová

Las bendiciones

Amo a Jehová, pues ha oído mi voz y mis súplicas. Salmo 116.1

Por sorprendente que nos parezca, ningún otro santo del Antiguo Testamento ha dejado registrada una exclamación tan personal y explícita de su amor por el Señor como ésta de parte de David. Aseguradamente no ascendió al corazón de Dios ninguna nota más agradable que la de uno que fue conocido como “el dulce cantor de Israel”, 2 Samuel 23.1.

El Señor Jesús anhelaba oir semejante confesión espontánea de los labios de Pedro, por ejemplo, pero espera tal cosa de ese discípulo amado fue (para usar la expresión de otro) como intentar sacar el colmillo de un tigre. El Señor le preguntó: “Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? [apagë, un amor profundo]”.  La respuesta fue: “Sí, Señor, tú sabes que te amo [phileo, te tengo afecto]”.

El corazón de David se encuentra inundado de gratitud por todo el trato de Dios para con él en gracia. En una ocasión de gran angustia sus súplicas fueron contestadas abundantemente y Dios le había tratado con gran favor. El lenguaje del Salmo 116 es intensamente personal. El escritor había vivido experiencias que dejaron huellas en su alma, y su propósito ahora es vivir por Dios.

Su ejercicio en la oración se ha fortalecido porque Dios le escuchó. Está resuelto a ordenar bien sus pasos, consciente de estar en la presencia de Dios. El tomará la copa de la salvación y se apropiará de la plenitud de la gracia divina. Dos veces dice que pagará sus votos — versículos 14 y 18 — y cuando uno calcula cuánto de sus bienes él apartó para la construcción de la casa de Dios, se da cuenta de que cumplió su promesa solemne.

El asume el lugar de un siervo dispuesto a hacer cualquier cosa que Dios le ordene, y de un adorador que ofrecerá el sacrificio de gratitud, no limitándose a simplemente decir cosas que nada le costarían. Y así sus pensamientos se dirigen al centro de reunión que Jehová tenía para su pueblo, los mismos atrios de Dios; el salmo termina con el gran, eterno coro: “¡Aleluya!”

El amor de Dios por su pueblo se expresa repetidas veces en el Antiguo Testamento. Por ejemplo:

  • Aun amó a su pueblo …, Deuteronomio 33.3
  • Con amor eterno te he amado, Jeremías 31.3
  • Yo os he amado, dice Jehová, Malaquías 1.2

Con razón, El esperaba que ellos le amaran a él: “¿Qué pide Jehová tu Dios de ti, sino que temas a Jehová tu Dios, que andes en todos sus caminos, y que lo ames, y sirvas a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma …?” Deuteronomio 10.12. Pero en todo esto Israel fracasó miserablemente, y Dios como Esposo tuvo que renunciarlos.

La historia se repite, y la acusación penetrante que la Cabeza exaltada lanza a su Iglesia se expresa en su mensaje a Efeso: “Tengo contra ti, que has dejado tu primer amor”. La infiltración del mundo estaba alejando el amor de esa asamblea de su Amado, y nuestro Señor había predicho que ése sería uno de los males del fin de la época que rápidamente se acerca: “El amor de muchos se enfriará”, Mateo 24.12.

El Benévolo

Te amo, oh Jehová, fortaleza mía. Salmo 18.1

Veamos brevemente otra declaración de David sobre su amor para con Jehová. Los primeros versículos del Salmo 18 revelan un motivo más profundo por su amor que encontramos en el salmo que acabamos de considerar. Ahora él no se ocupa tanto con las bendiciones como con quien se las da. David encuentra ocho estriberones que conducen al corazón mismo de Dios:

fortaleza mía                                       Dios mío
roca mía                                                mi escudo
castillo mío                                           la fuerza
mi libertador                                        alto refugio

Esto sí es tomar para uno mismo lo que nos quiere dar. ¡Cuán infinitos los recursos que David encontró en Dios! El suyo no fue ningún amor secreto, sino un verdadero bramar por las corrientes de las aguas, como lo expresa el Salmo 42.

Bien nos preguntaríamos cómo podemos manifestar el amor que tenemos para con el Señor. Vamos a sugerir varias maneras:

Devoción a él mismo David contaba con amigos íntimos que estaban dispuestos a morir por él. Tal vez no se nos pida esto, pero nuestra devoción sí será sujeta a prueba en la medida en que estemos dispuestos a sufrir reproche por su nombre. El mismo dijo: “Si me amáis, guardad mis mandamientos”.

Amor para su pueblo Quien le ama a él, busca a los suyos”. Servíos por amor los unos a los otros”, Gálatas 5.13.

Lealtad a su Palabra El nos ha dejado un legado abundante, las Escrituras. Si las guardamos en nuestro corazón, ellas nos guardarán del pecado y nos separarán del mundo que le aborrece a él.

Amor por el lugar de su nombre “Jehová, la habitación de tu casa he amado, y el lugar de la morada de tu gloria”, Salmo 26.8.

Fidelidad a su obra  Pablo describió esa obra como “el trabajo de vuestro amor”, 1 Tesalonicenses 1.3, y el motivo supremo detrás del trabajo que él realizaba fue, “El amor de Cristo nos constriñe”, 2 Corintios 5.14. Es esto que valdrá ante el tribunal de Cristo. Posiblemente las circunstancias les impiden a algunos servir en actividades evangelísticas como ellos desearían; pero donde hay amor genuino éste se manifestará en lo que damos, si no en lo que hacemos.

Anhelo por su venida Seamos de “todos los que aman su venida”, 2 Timoteo 4.8.

Y, en resumen: “Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad”, 1 Juan 3.18.

033     El camino limpio

Ver
Se encuentran lecciones importantes y útiles en el Salmo 119 si se lee con reverencia y meditación.

En primer lugar se nota cuán personal es todo el Salmo. Cuando el escritor iba leyendo la Sagrada Palabra, era para él la voz de Dios hablándole directamente a su alma, y por esta razón la lectura había producido en él una espiritualidad maravillosa. ¡Ojalá que nosotros mismos pudiéramos seguir tan buen ejemplo, leyendo y meditando con la firme convicción de que el Señor está nos habla personalmente!

El camino del creyente se nombra once veces, empezando con, “Los perfectos de camino, los que andan en la ley de Jehová”. Esto significa el progreso práctico del cristiano en las cosas de Dios. El salmista, aunque hombre muy humilde, puede testificar sin jactancia de su devoción y amor por la Palabra de Dios. Su espiritualidad extraordinaria se debía, sin duda, a su fervoroso amor por las Sagradas Escrituras.

En el versículo 9 se ve su gran interés en los jóvenes: “¿Con qué limpiará el joven su camino?” El contesta su propia pregunta: “Con guardar tu palabra”. Es admirable la sencillez y la manera positiva con que él recomienda al joven mantenerse limpio de corazón. El habrá tenido la experiencia de encontrarse rodeado de toda forma de tentación y peligro para su alma, y habrá encontrado en la Biblia el auxilio eficaz para vencer los apetitos carnales y las contaminaciones del mundo.

Muchos jóvenes que daban esperanza de ser útiles en las filas de Cristo han cedido a las tentaciones, y se encuentran naufragados en los escollos del mundo. Han llegado los postreros días y los tiempos peligrosos. “Huye de estas cosas”, exhorta Pablo a Timoteo, refiriéndose a la envidia, los pleitos, las malas sospechas y la codicia. “Huye de las pasiones juveniles”, le dice también.

¿Habrá jóvenes que todavía no han limpiado su camino? Si un camino es sucio, el que anda por él se ensuciará también. Por lo tanto, uno tiene que examinar bien por donde anda, eliminando todo lo que podría contaminar sus pies. Algunos ejemplos serían el cigarrillo, el televisor, los compañeros mundanos, las novelas, los cocteles, la flojera acostumbrada, la cobardía, la impaciencia y la lengua suelta.

Al leer la Palabra de Dios con sinceridad y oración, uno descubre las cosas que son perjudiciales a su salud espiritual, como también las que afectan el buen testimonio. Confesándole todo al Señor, y pidiéndole gracia y fortaleza, uno llega a ser vencedor, alcanzando a la vez el propósito por el cual el Señor le ha salvado.

034     Características de una asamblea en el Salmo 122

Ver
Este “cántico gradual” que el pueblo de Israel entonaba en compañía ofrece varias sugerencias sobre lo que es y debe ser una asamblea de Dios en los tiempos presentes. David cantaba que él se alegraba con los que le decían, “A la casa de Jehová iremos”. Veamos qué esperaban ellos encontrar allí.

La casa de Jehová, versículo 1

La asamblea es el lugar de la presencia del Señor; El está en medio donde haya dos o tres congregados en su nombre; Mateo 18.20.

Una ciudad que está bien unida entre sí, v.3

La figura es de orden, actividad y desarrollo. Así será la asamblea donde impera el control del Espíritu. Allí hay conciudadanos de los santos”, y el edificio espiritual está bien coordinado y va creciendo.

Allá subieron las tribus, v.4

No es sólo que el pueblo de Dios sea congregado en una asamblea o iglesia local, sino que la debida condición allí les lleva hacia arriba a vivir en los lugares celestiales con Cristo Jesús.

Conforme al testimonio, v.4

Una congregación del pueblo de Dios es un candelero de oro que alumbra en las tinieblas, Apocalipsis 1.13. El reto es que seamos “irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo”, Filipenses 2.15.

Para alabar, v.4

“Con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz”, Colosenses 1.12.*

Las sillas del juicio, v.5

La asamblea es un lugar de disciplina; “es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios”, 1 Pedro 4.17. Estas “sillas” en el Salmo son “los tronos de la casa de David”, conduciéndonos al pensamiento de Cristo reconocido como Señor soberano, la cabeza de la iglesia; Colosenses 1.18.

Pedid por la paz, v.6

Es un lugar de oración colectiva. En Hechos 2.42 “las oraciones” figuran como una de las actividades fundamentales en las cuales perseveraba la primera asamblea, la modelo.

Los que te aman, v.6

Había devoción al lugar donde Jehová había puesto su nombre, que en el Salmo es Jerusalén. Salomón había orado en cuanto a ese templo: “… que estén tus ojos abiertos de noche y de día sobre esta casa, sobre este lugar del cual has dicho: Mi nombre estará allí”, 1 Reyes 8.29. Donde hay amor sincero al Señor, lo habrá por el lugar donde El ha puesto su nombre en el día de hoy.

La paz dentro de tus muros, v.7

Vemos en esta expresión una evidencia de la separación. En Nehemías 3 leemos del celo que había para construir los muros y las puertas en derredor de la casa de Dios, todo con el fin de proteger al pueblo de Dios adentro y asegurarse de que el enemigo se quedara afuera.

Descanso dentro de tus palacios, v.7

Los que estaban por dentro eran altamente favorecidos. Mientras que Israel obedecía a los estatutos de Jehová, El cumplía sus promesas en cuidarles y favorecerles; pero, cuando le dieron la espalda, El quitó su protección y ellos cosecharon las amargas consecuencias de su infidelidad. Si nosotros deseamos ver la bendición suya sobre nuestras labores, y contar con él en medio de nosotros, entonces tenemos que cuidar nuestro primer amor y darle a él el lugar que le corresponde “dentro de su palacio”.

Por amor de mis hermanos, v.8

La asamblea es un lugar de lazos estrechos de comunión. Nunca debemos dejar que los lazos terrenales estorben los costosísimos nexos espirituales que el Señor compró con su sangre en el Calvario. Una parcialidad manifestada, por ejemplo, en una cuestión de disciplina, o en cualquiera de las tantas actividades de una congregación, ha resultado ser muchas veces la causa de problemas profundos.

La paz sea contigo, v.8

Por tercera vez en este salmo corto encontramos una mención de la paz. Jerusalén quiere decir “fundado en paz”. Es una cualidad que debe caracterizar de una manera especial una asamblea del pueblo del Señor. La fundación firme la echó el Señor mismo, habiendo hecho la paz por la sangre de su cruz.

El quiere que la paz gobierne nuestros corazones. ¿No debe esta misma paz manifestarse en la iglesia local?

Buscaré tu bien, v.9

La asamblea es también el objetivo de los propósitos más nobles del pueblo del Señor. Podemos manifestar éstos por nuestra presencia en las reuniones, por el ejemplo que damos a los demás en nuestra conducta, y por lo que aportamos a la asamblea en lo espiritual y en lo material.

 

* En Colosenses 1.12 al 22 encontramos siete razones por estar agradecidos, y ellas nos hacen saber qué es la Cruz para el creyente en Cristo:

  • nos hizo aptos
  • nos ha librado de la potestad de las tinieblas
  • [nos ha] trasladado al reino de su amado Hijo
  • tenemos redención
  • el perdón de pecados
  • haciendo la paz
  • nos ha reconciliado

En la misma sección de la Epístola hay nueve superioridades de nuestro Señor:

  • primogénito de toda creación
  • en él fueron creadas todas las cosas
  • él es antes de todas las cosas
  • todas las cosas en él subsisten
  • él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia
  • el primogénito de entre los muertos
  • para que en todo tenga la preeminencia
  • en él habitase toda plenitud
  • por medio de él reconciliar consigo todas las cosas.

035     Tres credenciales del joven David

Ver
En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor. Romanos 12.11

La historia inmortal del joven David ha encantado a la juventud y los niños en todas las edades desde que las Sagradas Escrituras en su entereza están en las manos de la gente común en sus respectivos idiomas. David era el predilecto entre todos los reyes de Israel, y el que tuvo el honor de ser escogido por Dios mismo porque “halló en él varón conforme a su propio corazón, quien haría todo lo que Dios quería”, Hechos 13.22.

En los días en que vivimos la juventud figura mucho en la economía nacional. Muchos están recibiendo una buena educación y preparándose para las distintas profesiones. En cambio, otros han caído en las garras de Satanás, arruinando sus vidas con drogas, vicios y disoluciones. El televisor ha inducido a muchos a la violencia y corrupción.

Sin embargo, nos anima ver tantos jóvenes asistiendo a las reuniones evangélicas y luego confesando fe en Cristo, obedeciéndole en bautismo y congregándose con otros creyentes en el nombre del Señor. Hay los que tienen ejercicio en servir a Cristo y ganar almas para él. Consagrar la vida a Cristo es un paso que no deben tomar precipitadamente, porque uno necesita credenciales especiales para esto.

David contaba con tres credenciales que son dignas de nuestra atención:

  • tenía un corazón digno de verdadero pastor; era su profesión. “Queda aún el menor, que apacienta las ovejas”, 1 Samuel 16.11.
  • tenía labios consagrados para cantar las alabanzas de su Dios; era su adoración.
  • servía como guerrero valiente en las batallas de su Dios; era su servicio.

El era un buen ejemplo de lo dicho en Romanos 12.11: “En lo que requiere diligencia, no perezosos”. Era cumplido en guardar las ovejas de su padre. Cuando Samuel llegó a ungir a David, sus siete hermanos mayores estaban cerca de la casa; solamente él se hallaba en el campo. Dios escoge hombres diligentes como Eliseo, arando; Pedro, Juan y Jacobo, pescando; Mateo, recaudando; Lucas, atendiendo a enfermos. El joven que ha fracasado en las ocupaciones legítimas de la vida temporal no será el hombre competente para la vocación honorable de la obra del evangelio.

El segundo requisito en nuestro versículo es “fervientes en espíritu”. En el caso de David la abundancia de sus salmos da testimonio de su espíritu fervoroso. En 2 Samuel 23.1 se le llama “el dulce cantor de Israel”.

Dice Santiago 5.13: “¿Está alguno alegre? Cante alabanzas”. El gozo del Señor debe caracterizar a la persona que desea servirle a él aceptablemente. “Servid a Jehová con alegría”, es la exhortación del Salmo 100. Una cara larga y triste no es una buena recomendación para el evangelio, aun cuando debe haber seriedad en el comportamiento, por cuanto la liviandad es incompatible con la dignidad del evangelio.

Y ahora el tercer requisito: “sirviendo al Señor”. David prestaba servicio militar, luchando contra los enemigos de su Dios. El orden en cuanto a éste concuerda con la secuencia en Romanos 12: primeramente el cumplimiento en lo temporal, segundo en el fervor espiritual — examen propio, confesión, oración, meditación, participación en las actividades del pueblo del Señor — y finalmente el servicio público.

Merece ser considerado también su testimonio ante los demás, como está presentado en 1 Samuel 16 al 18. El sabía tocar. Tenía talento, de manera que había melodía en su canto que dominaba el espíritu malo en Saúl. Era valiente. Pudo enfrentarse al león, el oso y el gigante, porque fue apoyado por su Dios.

David era vigoroso. Lejos de ser flojo, era como el apóstol Pablo quien por amor de Cristo trabajaba día y noche para ganar su pan, haciendo tiendas, para así anunciar la palabra de Dios. Aun en el calabozo en Roma le encontramos con el ejercicio de escribir aquellas epístolas sublimes a ciertos individuos y asambleas.

David era también hombre de guerra cuando joven, y aun antes de pelear con Goliat él desplegaba su carácter militar. Nunca perdió una batalla. Desde el momento de creer, el joven cristiano está habilitado para pelear contra los tres enemigos de su alma, que son el mundo, la carne y Satanás. No hay tregua. “Os he escrito a vosotros, jóvenes, porque sois fuertes, y la palabra de Dios permanece en vosotros, y habéis vencido al maligno”, 1 Juan 2.14.

Era prudente. “David se conducía prudentemente en todos sus asuntos”, 18.14. Y era hermoso, contando con un testimonio intachable. “Todo Israel y Judá amaba a David, porque él salía y entraba delante de ellos”. El desliz de algunos ha dejado una marca fea en su testimonio. El guardarse “sin mancha del mundo” es una parte de la religión pura como la presenta Santiago.

“Jehová estaba con David”, 18.28. Es el detalle principal. La integridad de este varón inspiraba confianza en sus hombres y le mantuvo en el favor de Dios. Es un buen tipo de nuestro Señor JesuCristo en sus sufrimientos seguidos por la gloria. Nosotros, “si sufrimos, también reinaremos con él”.

Delante del tribunal habrá los jóvenes que recibirán corona y los que sufrirán pérdida. Que el Señor nos ayude a vivir por él de tal manera que salgamos bien.

036     La espada de Saúl

Ver
Las distintas circunstancias en que vemos a Saúl con una espada nos proporcionan un resumen de su vida desde cuando fue ungido como rey hasta su triste fin en el monte Gilboa. Muy importantes son las lecciones que podemos aprender de esta historia trágica e inspirada por el Espíritu Santo.

  1. La espada del valiente

Tomando un par de bueyes, los cortó en trozos y los envió por todo el territorio de Israel, 1 Samuel 11.5 al 15

Este pasaje relata el principio de la carrera de Saúl. Sabemos por los capítulos 9 y 10 que era hombre pobre y humilde, y que escondió su bagaje al principio. Era industrioso, compasivo, fortalecido por el Espíritu, puntual, valiente y cumplido. Son cualidades que han podido señalar un gran hombre, y efectivamente Saúl conquistó la admiración de todo el pueblo.

Su simpatía se despierta al recibir noticias de la gente de Jabes, quienes estaban rodeados por un enemigo fuerte y cruel. Sin vacilar él ciñe su espada y, fortalecido por el Espíritu, sale al frente de un ejército de liberación. Ataca el enemigo y gana una victoria gloriosa.

Con este gran principio, ¿por qué fracasó al fin? Samuel nos da la razón: “Aunque eras pequeño en tus propios ojos”, 15.17. La humildad de Saúl se cambió en soberbia, desobediencia y presunción. El perdió su espiritualidad y es tipo del creyente carnal una vez dominado por la envidia y la malicia.

¿Cuál es el antídoto para el creyente expuesto al mismo peligro? Nuestro Señor lo tiene; dijo El: “Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas”, Mateo 11.29.

La historia se repite. ¿Cuántos jóvenes principian su vida cristiana con fervor pero terminan en naufragio? Como Saúl, todo verdadero creyente ha tenido un buen principio. Hay un gran enemigo cerca, pero “mayor es él que está en vosotros que el que está en el mundo”. El espíritu de Satanás está en el mundo y el Espíritu de Dios en el creyente.

  1. La espada del perezoso

No se halló espada ni lanza en mano de ninguno del pueblo que estaba con Saúl, 1 Samuel 13.22 al 14.2

¡Qué cambio notamos ahora! El enemigo está avanzando. Jonatán hace proezas pero Saúl está debajo de un granado, inactivo. He aquí la estrategia del enemigo; el pueblo de Dios desarmado, y sólo Saúl y Jonatán tienen espadas. Ellos no permitieron al enemigo despojarles de sus armas.

Satanás, el gran enemigo del creyente, está procurando quitarle su arma principal, que es la Palabra de Dios, la espada del Espíritu. Por esto el apóstol Pedro exhorta, “Velad y orad”. Más tarde, cuando Saúl dormía, David pudo quitarle su espada.

En días pasados en Caracas unos ladrones entraron en la casa de una señora que dormía. Le rociaron la cara con una sustancia que la guardaba dormida, y ella se despertó tiempo después para saber que los ladrones habían llevado una cantidad de dinero y joyas. Temo que muchas “espadas” de los soldados de JesuCristo están oxidadas por falta de uso. Es una cosa tener la Biblia en casa pero es otra cosa tener la Palabra guardada en el corazón.

Los filisteos estaban invadiendo el país pero Saúl estaba sentado bajo un granado en Migrón con seiscientos hombres. Su hijo Jonatán tenía el ejercicio, valor y fe para atacar al enemigo. Dios le honró y él logró una victoria maravillosa.

En la parábola de la cizaña, nuestro Señor dijo que fue mientras dormían los hombres que el enemigo sembró la cizaña entre el trigo. ¿Cómo podemos derrotar al enemigo? Dice el Salmo 60: “Has dado a los que te temen bandera que alcen por causa de la verdad”. Y: “En Dios haremos proezas, y él hollará nuestros enemigos”. Por lo cual, levantemos las manos caídas y las rodillas paralizadas. Hagamos sendas derechas para nuestros pies.

  1. La espada del desobediente

Tomó vivo a Agag rey de Amalec, pero a todo el pueblo mató a filo de espada, 1 Samuel 15.8

Encontramos a Saúl ahora con 210.000 hombres, y ha llegado el día en que Dios quiere arreglar las cuentas con los amalecitas. El exige una destrucción total. “Destruiréis en él todo lo que tuviere: y no te apiades de él”, 15.3. Saúl impuso su propia voluntad, que resultó en pecado de rebelión.

El perdonó al rey de los amalecitas, Agag, quien mereció muerte más que todos porque era hombre de sangre. Amalec es tipo de la carne en el creyente. Hablando espiritualmente, el fracaso de Saúl se debía a su propósito de perdonar a Agag. Le trajo consigo, y ¡ay del creyente que quiere andar con un Agag — la carne — perdonado!

Cuando Samuel le reclamó a Saúl el no haber cumplido con su comisión, éste no quiso reconocer su falta. “Antes bien he obedecido la voz de Jehová”, dijo, y quiso echar la culpa sobre los demás. Pero era imposible engañar a Dios, y por fin el rey confesó, “Yo he pecado”.

El profeta le mostró qué ha debido hacer con Agag; le cortó en pedazos. Así el creyente tiene que usar la espada del Espíritu, juzgando los deseos y las pasiones carnales, “sabiendo que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con Cristo … a fin de que no sirvamos más al pecado”, Romanos 6.6. Dijo Pablo: “Golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado”, 1 Corintios 9.27.

En 2 Samuel 1 notamos un gran contraste entre David y Saúl. David había derrotado a los amalecitas pero tres días más tarde se presentó delante de él un joven de ese pueblo, trayendo la corona de Saúl y confesando que había ultimado a aquel rey. El joven tenía por objeto congraciarse con David pero el resultado fue lo contrario; recibió la justa sentencia de muerte.

Saúl, pues, perdonó al rey amalecita y murió a manos de uno de ese pueblo. David no perdonó a ese pueblo y sentenció a muerte a uno de ellos que mató a su propio rey. La lección solemne es que el creyente que hace tregua con la carne corre el peligro de ser vencido por esa misma naturaleza pecaminosa, perdiendo su corona ante el Señor.

En Santiago 1.14,15 aprendemos cómo se desarrolla el pecado: uno es atraído y seducido, y el pecado es concebido y consumado. El creyente debe huir de aun la apariencia del pecado — 1 Tesalonicenses 5.22 — como José evitó la fornicación con aquella mujer en Egipto. Uno halla lo que busca, y la lepra fea de la fornicación es un ejemplo. Si uno busca las inmundicias de la carne, las encontrará; pero si pone su mira en las cosas de arriba, va a encontrar la espiritualidad y la comunión con el Señor.

  1. La espada del miedoso

Oyendo Saúl y todo Israel estas palabras del filisteo, se turbaron y tuvieron gran miedo, 1 Samuel 17.11

Saúl era el hombre más alto y grande entre todos y a él le tocó salir a pelear contra el gigante Goliat. Pero estaba amedrentado.

El pecado quita el valor moral del creyente. Saúl estaba dispuesto a dar su espada a David — 17.38,39 — pero no le agradó cuando la gente le atribuyó a David la honra de la victoria. Hay algunos todavía que quieren que otros hagan el trabajo pero que ellos disfruten de los beneficios; es como el refrán que el cachicamo hace cueva para la lapa.

Pero la espada del miedoso Saúl no sirvió para el valiente David. La humilde honda y una piedrecita, dirigidas por la mano de Dios, efectuaron lo que no se podía hacer con la espada de Saúl. Dios puede hacer mucho más con un instrumento humilde y limpio que con uno pretencioso y carnal.

Este noble episodio en la vida de David anima al creyente a confiar en su Señor y no en el brazo del hombre. Saúl era fuerte pero con corazón débil, y no tenía el ojo puesto en Dios. Nuestro Señor exhortó a los suyos a “tener fe en Dios”, y en Hebreos 11 hay un resumen de las hazañas de hombres y mujeres que salieron victoriosos, creyendo en él y en su Palabra. Mayor es el que está en nosotros que el que está en el mundo, y el apóstol afirmó que “en todas estas cosas somos más que vencedores”. El perfecto amor echa fuera el temor. Romanos 8.37; 1 Juan 4.18

  1. La espada del cruel

Es por causa de Saúl, y por aquella casa de sangre, 2 Samuel 21.1,2

La crueldad de este hombre está a la vista en el caso de los gabaonitas y en el caso de los sacerdotes. Llevado por un celo falso, Saúl violó el pacto solemne que garantizaba seguridad a los gabaonitas. (Josué 9.15,21, etc). El derramó sangre injustamente (no sabemos cuándo o cómo), trayendo maldición sobre su país y tragedia sobre su posteridad. La historia está en 2 Samuel 21. Abiatar dio aviso a David de cómo Saúl había dado muerte a los sacerdotes de Jehová, 1 Samuel 22.21.

Nos hace recordar la advertencia de Romanos 14.7: “Ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí”. Una generación venidera cosechará lo que nosotros sembremos .ahora.

Hemos llegado al capítulo más espeluznante en la historia de Saúl. Su ira contra David ha llegado a su cenit y se desborda en furor desenfrenado. En su huida de Saúl, David se presenta en la casa del sacerdote Ahimelec, y por medio de una mentira capta la confianza de éste. De buena fe Ahimelec le da la espada de Goliat y pan para David y sus mozos.

A veces parece cosa fácil salir de un apuro diciendo una mentira, que para algunos no representa mayor cosa, pero aquí tenemos un ejemplo de cuán funestos pueden ser los resultados. El desenlace de aquella mentira de David fue la matanza de 85 personas inocentes, sacerdotes de Dios, sus familias en el pueblo de Nob, y aun niños de pecho. David tendría que lamentar después, “Yo he ocasionado la muerte a todas las personas de la casa de tu padre”.

Que sintamos un santo temor de mentir.

El rey Saúl mandó a sus siervos matar a los sacerdotes, pero ellos no quisieron extender la mano para hacerlo. Entonces el rey mandó a Doeg el edomita llevar a cabo la matanza y él lo hizo sin escrúpulo. (También era edomita el rey Herodes, quien mandó matar a todos los niños de dos años o menores en Belén y sus alrededores). Doeg era el instrumento; Saúl fue el autor intelectual del crimen. Cuando leemos más adelante del triste fin de Saúl, no se despierta en nuestros corazones lástima en vista de lo que hizo aquí.

Según el retrato divino de la raza humana, “sus pies se apresuran para derramar sangre”. Hay la misma naturaleza cruel en todos los hijos de Adán, y solamente la gracia de Dios puede transformarnos. Saulo de Tarso era “lobo rapaz”, de una naturaleza fiera, pero después de su conversión fue “el amado del Señor”, amando a la vez al pueblo de Dios. El escribió a los santos en Efeso, exhortándoles a quitar de sí toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia.

En 2 Samuel 21.1 leemos: “Hubo hambre en los días de David … por causa de Saúl, y por aquella casa de sangre, por cuanto mató a los gabaonitas”. Su motivo fue un celo carnal, que fue condenado por Dios. El violó un pacto hecho a favor de esa gente, y Dios tuvo que cobrar la cuenta años después, con la muerte de algunos de sus descendientes.

Saulo de Tarso, a quien hemos hecho referencia, tuvo celo cuando perseguía a los creyentes, pero después reconoció que era de la carne. Es posible aparentar un celo por las cosas de Dios que depende de la carne, hiriendo a nuestros hermanos. A veces es una exhortación en la energía de la carne que contrista al Espíritu y hace más mal que bien. Diótrefes mostraba mucho celo en el asunto de la recepción a la asamblea, 3 Juan 9, pero era celo carnal que llegó al extremo de no querer recibir al apóstol Juan.

Debemos tratar a nuestros hermanos en la fe como a aquellos por los cuales Cristo murió. Son comprados a precio de su sangre, y los estimamos como dignos de ser servidos.

  1. La espada del abandonado

Tomó Saúl la espada, y echóse sobre ella, 1 Samuel 31.4

El último capítulo de 1 Samuel nos presenta uno de los cuadros más lúgubres de la Biblia: el fin triste de Saúl. El había tenido un comienzo favorable; de joven gozaba de vigor y salud, fue aplicado en trabajo honroso y se le brindaban grandes posibilidades para el porvenir. Pero, como hemos visto, su desobediencia, envidia y carnalidad le llevaron al extremo de ser abandonado por Dios.

En su desespero él buscó un bruja, pero en lugar de conseguir aliento para la batalla, se quedó aplastado por completo en espíritu. En su última batalla con los filisteos él vio a sus tres hijos muertos, y allí en la soledad tomó su propia espada, se echó sobre ella y se mató a sí mismo. Los filisteos le cortaron la cabeza y le despojaron de sus armas.

Al principio Saúl fue guiado por la palabra de Dios; Samuel le dijo, “Espera tú un poco para que te declare la palabra de Dios”, 1 Samuel 9.27. Al final consultó con una hechicera. Le vemos al principio rodeado por sus hijos, oficiales y soldados. Al fin su ejército huyó, sus hijos fueron muertos y él quedó abandonado por Dios y hombre.

¿Por qué aparecen en la sagrada página historias tan lamentables? Estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos. Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga. Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza. 1 Corintios 10.11, Romanos 15.4

Saúl es tipo del “hombre viejo” en el creyente. Si le dejamos reinar en nuestras vidas, inevitablemente terminaremos mal. 2 Samuel empieza con el rey nuevo, David, figura del “hombre nuevo”, hombre según el corazón de Dios y tipo de nuestro Señor JesuCristo. David nunca perdió una batalla porque buscaba consejo de Dios y procuraba hacer su voluntad. Sólo si reina en nuestras vidas “el nuevo hombre” podemos contar con el apoyo y la bendición del Señor.

037   El hombre viejo y el nuevo

Ver
Hubo larga guerra entre la casa de Saúl y la casa de David; pero David se iba fortaleciendo, y la casa de Saúl se iba debilitando. 2 Samuel 3.1

Mientras Saúl estaba sobre el trono, David tenía que esconderse. La nación se hundía poco a poco en derrota y desastre bajo ese rey terco. Por fin le alcanzó el juicio divino en el oscuro Monte Gilboa y el rey desplazado llegó a su fin trágico. Pero aun con Saúl muerto, su casa sobrevivía. Existían aquellos que habían sido tan influenciados por él que estaban dispuestos a defender su causa y resistir las iniciativas justas de David como el gobernador ungido de Dios sobre la nación entera.

En las personalidades tan diferentes de Saúl y David encontramos ilustraciones del “hombre viejo”, o la carne en el creyente, y el “hombre nuevo”, o la naturaleza nacida de Dios que es nuestra en Cristo.

Saúl

Casi cada página de la historia de Saúl está manchada por las obras de la carne. Debajo de la chapa exterior del temor que profesaba ante Dios, motivos y ambiciones carnales gobernaban su vida: impaciencia, presunción, codicia, desobediencia, envidia, crueldad, celo carnal, perfidia y, al final, la brujería que él mismo había condenado. Al principio de su reinado Saúl había perdonado la vida de Amalec, un tipo de la carne; al final un amalecita le proporciona el golpe fatal para poner fin a su vida antes de robarle la corona. “El que siembra para su carne, de la carne segará corrupción”, Gálatas 6.8.

David

David, en cambio, era un varón conforme al corazón de Dios. El no justificaba su propia causa ni empleaba medios carnales para acelerar el cumplimiento de los propósitos divinos para sí. Su corazón estaba dispuesto, Salmo 108.1, y su voluntad sujeta. Pacientemente esperaba en Jehová, procurando siempre alabarle y agradecerle por cada manifestación de su bondad y misericordia.

Después de la muerte de Saúl, David pasó siete años en Hebrón con sólo una minoría del pueblo bajo su administración. Se prolongó la guerra, pero los que defendían la causa de Saúl la estaban perdiendo, mientras que el tiempo estaba a favor de los fieles de David. Los resultados se dejaban ver lentamente: “la casa de Saúl se iba debilitando” pero la de David se fortalecía.

En las tinieblas del Calvario Dios condenó el pecado en la carne, habiendo enviado a su Hijo en semejanza de carne de pecado, y a causa del pecado, “para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu”, Romanos 8.4. Siendo vencido, El venció.

Pero la guerra sigue. Como dijo el apóstol, “Veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros”, Romanos 7.23. Como la casa de Saúl, la carne en el creyente busca todavía simpatía y apoyo, y mientras el cristiano satisfaga la carne, él impide que el Hijo de David gobierne su vida conforme a la voluntad de Dios.

Abner

El general Abner era en un tiempo un simpatizante sobresaliente de la causa de Saúl, pero al presentarse la crisis él renunció claramente su servicio a éste y anunció su propósito de servir la causa justa de aquel que Dios había ungido. El discernió el propósito divino en David y resolvió participar con toda su fuerza en el establecimiento del reinado desde Dan hasta Beerseba. Este hombre no se conformó con algo a medias; tenía que ser sólo David a la cabeza de la nación.

Es cierto que a causa de la perfidia de su rival sin escrúpulo él terminó su vida de una manera nada loable, pero con todo Abner representa un reto para nosotros. Mientras sirvamos de cualquier manera las iniciativas de la carne, estamos favoreciendo “la casa de Saúl”. Al negar lo que pide la naturaleza vieja, pasamos en figura a Hebrón, el lugar de comunión, para llevar en alto la bandera de aquél cuyo nombre debemos ensalzar.

David era un líder digno y fue la devoción a él lo que aglutinaba el grupito que le sirvió. Al comienzo ellos tenían que compartir en su reproche y adversidad, pero más adelante entraron en los frutos de su ensalzamiento, y sus nombres por fin fueron inscritos en el cuadro de honor.

Nuestra guerra

En esta larga guerra entre la carne y el Espíritu no hay atajo que nos conduzca a la victoria, pero el fin es seguro: “Es preciso que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies”, 1 Corintios 15.25. “Gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo”, 15.57. Que la experiencia del lector y del escritor sea la del fortalecimiento del “hombre nuevo” mientras el “viejo” vaya debilitándose más y más.

Vivimos en tiempos cuando muchos son amadores de sí mismos y malgastan vastas sumas de dinero en cosméticos, adornos y comodidades que no son más que medios para gratificar la carne. El creyente tiene que estar en alerta, acaso entre en su alma ese espíritu insidioso que predomina en el mundo. El rico insensato de Lucas 12 — el que resolvió construir los graneros — quería todo para sí pero no era rico para con Dios.

¿Nos favorecemos a nosotros mismos con tiempo y dinero que deben ser dedicados al Señor? Nuestro deber y privilegio no es el de extender un reino desde Dan hasta Beerseba, sino “hasta lo último de la tierra”, Hechos 1.8.

No nos entreguemos a la carne: “Vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne”, Romanos 13.14. ¡Glorioso será contar con una entrada abundante al reino eterno de nuestro Salvador y Señor, no habiendo sucumbido a las demandas del hombre viejo!

038 La devolución del arca del testimonio

Ver
No daré sueño a mis ojos … hasta que halle lugar para Jehová, Salmo 132.4,5

En este hermoso salmo David manifiesta su gran preocupación por el arca del testimonio, símbolo de la presencia de Dios en medio de su pueblo.

En el libro de Éxodo leemos de la hechura del arca de madera forrada con oro puro. Sobre ella estaba el propiciatorio con querubines de oro, y Dios dijo que allí moraría El con su pueblo. El arca con su propiciatorio estaban en el lugar santísimo de más adentro del tabernáculo. Allí entraba el sumo sacerdote una sola vez al año en el día de la expiación, cuando rociaba sangre de la víctima siete veces delante del arca y una vez sobre el mismo mueble; Levítico 16.14,15. Se realizó en esas ocasiones una expiación perfecta por los pecados del pueblo, y solamente en este caso podría Dios habitar en medio de Israel.

En 1 Samuel 4.11 leemos que el arca del testimonio cayó en manos de los filisteos, cuando fue llevada al campo de batalla por los dos malvados hijos de Elí. Ellos no tuvieron temor de Dios pero sí tenían una superstición que el arca podría salvarles. Al contrario, lo que hicieron fue para su condenación. Por nuestra parte, gozamos de grandes libertades pero éstas no deben convertirse en licencia. La exhortación apostólica en Hebreos 12 es que sirvamos a Dios agrandándole con temor y reverencia, porque, dice, El es fuego consumidor.

Los filisteos colocaron el arca en el templo de su dios Dagón, y por la mañana vieron a éste postrado en tierra. Le devolvieron a su lugar y el día siguiente Dagón estaba caído de nuevo, postrado en tierra, degollado y con las manos cortadas. El arca pudo defenderse a sí misma ante los filisteos hasta que ellos fuesen vencidos por el temor de Dios. El puede defender la gloria suya sin que nadie intervenga.

Al cabo de siete meses los filisteos resolvieron devolver el arca a la tierra de Israel. Lo colocaron sobre un carro tirado por dos vacas, cuyos becerros se quedaron encerrados “en casa”. Sin guía, las vacas dieron las espaldas a sus becerros y se dirigieron por el camino de Bet-semes. Los príncipes de los filisteos seguían tras las vacas hasta ese punto, sin duda convencidos que el Dios verdadero estaba con el arca. 1 Samuel 6.12

Hubo gran regocijo de parte de la gente de Bet-semes. Ellos sacrificaron las vacas pero su fiesta terminó en tragedia, ya que los hombres tuvieron el atrevimiento de mirar dentro del arca. Fue una profanación que resultó en gran mortandad, y el pueblo lloró diciendo: “¿Quién podrá estar delante de Jehová el Dios santo?”

Luego los de Quiriat-jearim llevaron el arca a la casa de Abinadab, donde se quedó por veinte años. Al fin se levantó David con todo el pueblo para llevarlo a Jerusalén, pero ellos no obedecieron las instrucciones divinas.

En lugar de dejar que el arca fuese llevada sobre los hombros de los levitas, ellos ensamblaron un carro nuevo para ser tirado por bueyes al estilo de los filisteos. Uza, uno de los que guiaba el carro, extendió la mano para sostenerlo porque los bueyes tropezaron. Enseguida Dios le mató por su temeridad, y David tuvo que abandonar su propósito.

Los filisteos son una figura del mundo religioso, y nosotros no debemos copiar sus innovaciones. Algunos ejemplos serían los de un pastor asalariado, las copas individuales en la cena, la música instrumental, la presencia de la dama cristiana en las reuniones con cabeza descubierta, la participación de las mujeres en las reuniones públicas, y las colectas tomadas de todas las personas presentes. Nuestra obligación es de someternos al mismo orden establecido por los apóstoles.

Por falta de reverencia los moradores de Bet-semes y Uza fueron castigados por la mano de Dios. Por participar de la cena del Señor indignamente, siglos después, algunos en la asamblea de Corinto ya habían muerto cuando el apóstol escribió, y otros estaban debilitados.

En cambio, el arca estuvo en la casa de Obed-edom por tres meses y Jehová bendijo aquel hogar. Este hecho animó a David de nuevo, con toda la gente, a trasladar el arca de Dios hasta Jerusalén de la manera indicada. La historia está en 2 Samuel capítulo 6.

De todo esto podemos aprender cómo Dios en su santidad escogió habitar en medio de Israel, su pueblo redimido por la sangre del cordero pascual. A su vez, nuestro Señor ha dado su promesa que, estando dos o tres congregados en su nombre, El está en medio de ellos; Mateo 18.20.

Para Israel era necesario mantenerse santificados y en obediencia a las leyes de Dios. El les dijo: “Sed santos porque yo soy santo”. Cuando la nación se apartó y el arca cayó en poder de los filisteos, la mujer de uno de los hijos de Elí, gritó al dar a luz, “¡Traspasada es la gloria de Israel!”

Cosa solemne es cuando por incumplimiento con nuestro Señor, su presencia y poder no se sienten en la asamblea y prevalece la condición de Laodicea. Es grande nuestro privilegio de gozar de la presencia suya en medio de la congregación, pero debemos apreciarlo. Cada individuo está en la obligación de aportar al bien de la asamblea, renunciando a la impiedad y los deseos mundanos para vivir en “este siglo” piadosamente; Tito 2.12. Así alcanzaremos la condición ideal que se ve en el Salmo 132.

039     Ahimaas y Cusi

Ver
En 2 Samuel 18 se relata el fin de la vida de Absalom y en los versículos 19 al 32 leemos de dos hombres que nos enseñan una lección provechosa.

Ahimaas era joven, hijo del sacerdote Sadoc, pronto para ayudar, entusiasta, pero porfiado y sin preparación para la misión que quería emprender. Casi nada sabemos de Cusi (nombre traducido en la nueva versión como etíope, ya que quiere decir negro) pero él resultó ser el hombre del momento porque había visto el triste fin de Absalom.

Ahimaas estaba muy deseoso de llevar al rey las noticias de la muerte de su hijo pero no era apto para eso ni tenía mensaje claro. Le dijo Joab: “Hoy no llevarás las nuevas: las llevarás otro día”. Pero fue, y cuando el rey le preguntó cómo fue la cosa, él tuvo que confesar, “No sé qué era”. El rey David le puso a un lado.

Cada miembro del cuerpo místico de Cristo tiene su ministerio correspondiente. Esta es la enseñanza de 1 Corintios 12. Es para cada cual sujetarse a la dirección del Espíritu Santo, no como Ahimaas que no quiso guiarse por la disposición de General Joab, y desagradó al rey.

David había tenido el gran deseo de edificar un templo para Dios, pero El le indicó que no era el hombre aparente para esto; 2 Samuel 7.12,13. No debemos meternos en un servicio que corresponde a otro. En una buena carpintería hay toda clase de herramientas, ordinarias y finas, grandes y pequeñas. El maestro sabe escoger aquella que es propia para el trabajo que está realizando, mientras que un neófito sería capaz de hacer un disparate y usar un hierro que echaría a perder la obra.

El Señor no deja a nuestro criterio lo que debemos hacer. Hay hermanos que aspiran ocupar la plataforma para predicar el evangelio o ministrar la Palabra pero carecen de don para hacerlo. Como Ahimaas, salen mal. En cambio, hay otros como Cusi, humildes, que sin imponerse pueden dar un mensaje claro y eficaz. Hay quienes desean cuidar la puerta y asentar la gente, pero les falta nitidez en su apariencia y cortesía cristiana en su trato con los demás. Ellos rebajan la dignidad del evangelio, y sin los requisitos para tal servicio, no deben aspirar a ello.

Nos llama la atención esa respuesta de Joab: “Hoy no … otro día”. Hay peligro de querer hacer una cosa fuera de tiempo; debemos actuar cuando el Espíritu está guiándonos claramente, y no según nuestro capricho. Un hermano demasiado precipitado en anunciar un himno en la cena del Señor, por ejemplo, es capaz de echar a perder el resto del culto. Hay hermanos que tienen fama de alargar sus oraciones. Al final de una reunión, cuando la hora se ha cumplido, es el que ora en forma concisa y corta que se necesita.

Hermanos, cuántas veces hemos sido culpables, como Ahimaas, de hacer las cosas en la energía y entusiasmo de la carne, y no han resultado en ningún bien. Si queremos ser de ayuda en el servicio del Señor y entre su pueblo, tendremos que ser guiados de manera que nuestra intervención sea para edificación de los santos y la gloria de Dios.

040     Actores principales en la rebelión de Absalón

Ver
La caída de David en el asunto de Betsabé está narrada en 2 Samuel 11, y en el capítulo siguiente Natán le advierte: “Por lo cual no se apartará jamás de tu casa la espada, por cuanto me menospreciaste …” El primer cumplimiento de esta profecía se narra en los próximos capítulos. Veamos algunos protagonistas, comenzando con los rebeldes.

  1. Ahitofel, hombre de inteligencia y sagacidad, pero de cabeza y no de corazón. No tuvo escrúpulo en traicionar a David, cosa que le causó a éste mucho dolor. “Aun el hombre de mi paz, en quien yo confiaba, el que de mi pan comía, alzó contra mí el calcañar”, Salmo 41.9. Ahitofel era el Judas del Antiguo Testamento.

Hemos conocido personas muy inteligentes y elocuentes como ese hombre que tenía la confianza de David, hombres que podían predicar y enseñar pero dieron las espaldas al Señor y volvieron al mundo. Es notable que Ahitofel se ahorcó, como haría también Judas Iscariote.

  1. Amasa, buscando la oportunidad de engrandecerse, no tuvo escrúpulo en juntarse con Absalón como general del ejército rebelde. Llegó a un triste fin: “Amasa no se cuidó de la daga que estaba en la mano de Joab; y éste le hirió en la quinta costilla, y derramó sus entrañas por la tierra, y cayó muerto sin darle un segundo golpe”, 20.10. El nos proporciona una lección solemne a no actuar en la soberbia de la carne. El ejemplo de nuestro Señor es que El fue manso y humilde de corazón.
  2. Un joven no nombrado figura en el 17.18. El quería congraciarse con Absalón, y le participó lo que habían hecho los mensajeros de David, Jonatán y Ahimaas.
  3. Siba, criado de Mefiboset, fue un oportunista que por mentira le puso en contra de su amo. Logró que el rey le diera lo que correspondía a Mefiboset. La codicia es una abominación delante de Dios, y fue el motivo que impulsó a Judas vender al Salvador. La Palabra nos amonesta: “Teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto. Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición, porque raíz de todos los males es el amor al dinero”, 1 Timoteo 6.8 al 10.
  4. Simei; 16.5. Este aborrecía a David, maldiciéndole y echándole piedras y tierra. El rey no permitió a sus siervos matarle como merecía, sino aceptó las injurias como por mano de Dios. Dios tenía su día para arreglar la cuenta: “Dijo además el rey [Salomón] a Simei: Tú sabes todo el mal, el cual tu corazón bien sabe, que cometiste contra mi padre David; Jehová, pues, ha hecho volver el mal sobre tu cabeza. … lo hirió, y murió. Y el reino fue confirmado en la mano de Salomón”, 1 Reyes 2.36 al 40. “Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor”, Romanos 12.19.

Había también los fieles ayudadores de David que le acompañaron en su rechazamiento.

  1. Itai geteo fue un desterrado de los filisteos. Su noble respuesta a David cuando tenía la oportunidad de volver con toda su gente y estar con Absalón, fue ésta: “Vive Dios y vive mi señor el rey, que o para muerte o para vida, donde mi señor el rey estuviere, allí estará también tu siervo”, 15.21. ¡Qué ejemplo de devoción cuando tantos habían abandonado a David para seguir a su hijo impostor!

Cuando nuestro Señor JesuCristo estuvo aquí hubo una crisis y muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él. Entonces dijo Jesús a los doce: “¿Queréis acaso iros también vosotros?” ¡Cuán admirable fue la respuesta de Simón Pedro! “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”, Juan 6.67 al 69.

La historia se repite. Se presenta alguno con grandes pretensiones de sanidades, que despierta las emo-ciones con su elocuencia y sus muchas profesiones de fe (que desaparecen como espuma), pero no faltan algunos descontentos con el lugar donde Cristo ha puesto su nombre. Lo abandonan por una ilusión.

  1. Sadoc, los levitas y Abiatar vinieron a David cargando el arca del pacto; 2 Samuel 15.24 al 29. David no quería ver el arca fuera de su lugar y mandó a aquella gente volver a la ciudad y a un ambiente muy contario, para ser sus representantes fieles. A veces nuestro Señor coloca a sus seguidores en situaciones desagradables, porque allí pueden servirle mejor. Así fue el caso con Daniel en Babilonia.
  2. Husai arquita, quien fue llamado el amigo de David, salió para juntarse con él, rasgados sus vestidos y con tierra sobre la cabeza. Leemos de él en los capítulos 15 al 17 de 2 Samuel. David le aconsejó con franqueza volver a la ciudad donde podría ser de mayor ayuda para él. Sucedió que Husai fue la clave para la victoria del rey. El consejo perverso de Ahitofel cayó delante del consejo acertado de Husai porque así lo ordenó Dios. David y su compañía ganaron tiempo, organizándose bien para enfrentar al enemigo, mientras Absalón estaba reuniendo a todo Israel.
  3. Ahimaas, hijo de Sadoc, y Jonatán, hijo de Abiatar, 15.35,36 fueron dos jóvenes que se prestaron para llevar las últimas noticias de Jerusalén a David. Arriesgaron sus vidas porque se trataba de un servicio peligroso, pero cumplieron bien su ministerio. Dijo el apóstol: “Decid a Arquipo: Mira bien que cumplas el ministerio que recibiste del Señor”, Colosenses 4.17 ¿Estamos haciendo lo que El ha puesto en nuestras manos?
  4. Barzilai fue un anciano de ochenta años. Fue conmovido, diciendo, “El pueblo está hambriento y cansado y sediento en el desierto”. Este es una inspiración para nosotros en su generosidad, por cuanto se sacrificó primero en aportar comida, camas, etc. y luego en transportarlos al desierto.
  5. Sobi, de los hijos de Amón, practicó la ley divina en devolver bien por mal, junto con Barzilai. En el 12.31 leemos del rigor de David en castigar a los hijos de Amón, pero la gracia de Dios triunfó en el caso de Sobi.
  6. Maquir también estaba en ese grupo de bondadosos. Vivía en Lo-debar, que significa “lugar sin past

o”. Estaba acostumbrado a la escasez de comida, pero con grande abnegación ese buen hombre contribuyó de buena voluntad para alimentar a los miles que estaban con David.

“Cada uno, según el don que ha recibido, adminístrelo a los otros como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios”, 1 Pedro 4.10. Los soldados de David no tenían que entrar en batalla con estómagos vacíos, gracias a Sobi, Maquir y Barzilai. Hubo una gran victoria para ellos. Ahora, ¿qué contribución estamos aportando nosotros con el fin de ganar la victoria sobre las fuerzas de maldad?

041     Ahitofel y Husai

Ver
Ahitofel era consejero del rey, y Husai arquita amigo del rey. 1 Crónicas 27.33 Dijo David: Entorpece ahora, oh Jehová, el consejo de Ahitofel. Cuando David llegó a la cumbre del monte para adorar allí a Dios, he aquí Husai arquita que le salió al encuentro, rasgados sus vestidos y tierra sobre su cabeza. 2 Samuel 15.31,32

Los nombres de Ahitofel y Husai figuran lado a lado en los versículos cortos que hemos citado arriba, ambos hombres asociados íntimamente con David. Las crisis iban a manifestar, sin embargo, que eran hombres muy diferentes el uno del otro. La actitud de cada cual iba a mostrar lo que había en su corazón.

El traidor

“Ahitofel era consejero del rey”, una posición que recibió por su conocimiento y percepción. “El consejo que daba Ahitofel en aquellos días, era como si se consultase la palabra de Dios … tanto con David como con Absalón”, 2 Samuel 16.23. ¡El podía hacer a la gente creer que Dios le había dado lo que estaba diciendo!

Siempre hay el peligro de que hombres ocupen un cargo, o tengan una responsabilidad, sólo por la inteligencia o habilidad que poseen. Hay quienes cuentan con una capacidad de exponer las Escrituras sin sentirlas ellos mismos, y menos haber vivido lo que exponen. Sus hechos contradicen sus palabras.

El momento de prueba llegó para Ahitofel. El estaba buscando la popularidad y el ensalzamiento propio, y vio en la rebelión de Absalón su oportunidad de promover sus fines. Mostró ser oportunista; dio la espalda a su rey y se juntó con el traidor. Los primeros versículos de 2 Samuel 17 revelan que este hombre estaba desprovisto de lealtad hacia aquel que profesaba servir. No sólo dio consejo satánico al rebelde Absalón, sino que estaba dispuesto hacerle personalmente a David lo que había ideado: “Mataré al rey solo”.

Cuando el motivo en servicio es amor al Señor JesuCristo y para el pueblo de Dios, uno resistirá la prueba, pero cuando ha habido un motivo oculto, como “los que quieren agradar en la carne”, Gálatas 6.12, o uno busca la alabanza de los hombres, la tal persona va rumbo al desastre.

Ahitofel fue un peligro disfrazado; su nombre quiere decir “hermano de la impiedad”, y así era. Es de temer que él, como consejero al rey, había influenciado fuertemente la manera de pensar de muchas personas. Finalmente, cuando su consejo fue rechazado y el de Husai prevaleció, Ahitofel se sintió herido. Habiendo vivido para exaltarse a sí mismo, encontró la humillación más de lo que pudo aguantar. Se ahorcó, 2 Samuel 17.23.

El fiel

“Husai arquita [era] amigo del rey”. Si Ahitofel llegó a ser consejero por lo que había en su cabeza, Husai llegó a ser amigo por lo que había en su corazón. El tenía amor y devoción para el rey.

Uno de los significados de su nombre es “lealtad”, y este hombre sí era leal cuando el otro se mostró engañoso. El valor de su amor y fidelidad a David se manifestó inmediatamente después de que el rey había orado en su agonía, “Entorpece ahora, oh Jehová, el consejo de Ahitofel”. En la emergencia de la rebelión, él fue el hombre para el momento de necesidad.

David está huyendo. Le sale al encuentro Husai, sus vestidos rasgados y su cabeza cubierta de tierra en señal de simpatía por el rey y participación en su reproche. El quería acompañarle, pero David le explica, “Si pasares conmigo, me serás carga”.

El no toma ofensa ante esta reacción inesperada, sino somete su voluntad a la de su amigo. Sin una palabra de respuesta, Husai se manifiesta dispuesto a renunciar el privilegio de acompañar al rey; al contrario, pone a su propia vida en riesgo al dirigir sus pasos hacia el campamento del enemigo.

Termina este capítulo — 2 Samuel 15 — dándole su título de honor: “Así vino Husai amigo de David a la ciudad …”

Judas y Juan

En el Nuevo Testamento encontramos dos hombres asociados con nuestro Señor JesuCristo quienes por dentro eran muy opuestos entre sí.

Judas era como Ahitofel: sagaz, y aparentemente impulsado por motivos bajos. El andaba con Jesús por lo que podía sacar del “negocio”. Las Escrituras le presentan como avaro y ladrón. Y, como Ahitofel, era hombre peligroso, siendo todo cabeza y nada corazón. Nuestro Señor lo llamó un hijo de perdición, y él, como el consejero de David, se ahorcó; Mateo 26.5.

Por el otro lado nos llama la atención el carácter noble de Juan el apóstol. Por naturaleza era un “hijo del trueno” pero parece que con el correr del tiempo se acercó más y más al Señor. El absorbió la manera de ser del Señor hasta ser “el apóstol del amor”. En su primera epístola él testifica de su intimidad con él: “… lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y palparon nuestras manos …”

En aquella noche inolvidable cuando se celebró la última pascua, este amigo se acostó al lado de Jesús; ¡el no ha podido estar más cerca! En otra ocasión Pedro siguió de lejos, pero Juan “entró con Jesús”, Juan 18.15. Fue como Husai: entró en el campamento del enemigo, arriesgando su vida por amor a su señor.

Finalmente, vemos la consumación de ese amor cuando Juan se queda al pie de la cruz con ese grupito de damas fieles y recibe por recompensa ese clamor, “He ahí tu madre”.

Nosotros

Como David, tenemos que clamar, “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos”, Salmo 139.23. Sólo El nos puede revelar si son puros nuestros motivos en el servicio suyo. El sabrá si hay primero y ante todo el amor de Cristo que constriñe, 2 Corintios 5.14; el amor por las almas que van a la perdición; y, el amor por el pueblo de Dios que se manifiesta en servicio honesto en bien de ellos.

“En los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Habrá hombres … que tendrán la apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella”, 2 Timoteo 3.1,5. Hay necesidad de discernimiento espiritual en cuanto a la identidad de los que ministran la Palabra. David, refiriéndose a Ahitofel, escribió, “Los dichos de su boca son más blandos que mantequilla, pero guerra hay en su corazón”, Salmo 55.21. Han habido muchos que cautivaron los corazones pero resultaron haber sembrado semillas de discordia y dañado el testimonio.

Que Dios multiplique entre nosotros los Husai y los Juan: hombres fieles al Señor y a la verdad suya; hombres que salvarán la situación cuando se presentan las crisis; hombres dispuestos a enfrentar al enemigo, aun en el campamento suyo. Que Dios nos dé hombres como el apóstol Juan que puedan dar al pueblo de Dios un ministerio rico y práctico, para fortalecerles contra la doctrina perversa y la infiltración del mundo.

042     Moscas muertas y el perfume del perfumista

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Las moscas muertas hacen heder y dar mal olor al perfume del perfumista; así una pequeña locura, al que es estimado como sabio y honorable, Eclesiastés 10.1

Las moscas son una plaga dañina y propagan enfermedades como la disentería por causa de sus costumbres inmundas. Es muy necesario hacerles guerra, no tolerándolas en la casa. Pero nuestro versículo nos hace ver que la mosca muerta también puede contaminar y corromper.

El sabio Salomón luego se refiere al ungüento fragante del perfumista, que en tiempos bíblicos estaba compuesto de aceite puro de oliva y distintas hierbas, hojas, raíces y vegetales, molidos y ligados con gran pericia por hombres especializados en el arte. El resultado era un producto de mucha estimación.

En Éxodo 30.22 al 33 leemos las instrucciones explícitas de Dios a Moisés en cuanto a la preparación del “superior ungüento” para la unción santa. Dios manifestó gran celo en cuanto a aquel ungüento con que fueron ungidos el tabernáculo, sus muebles y también Aarón y sus hijos. Era exclusivamente para el uso sagrado del servicio de Dios. Era necesario guardarlo de moscas muertas y otras cosas que pudieran contaminarlo.

Adoración y comunión

El creyente ha recibido una unción santa y más grande que aquella de Aarón y sus hijos. Es del Espíritu Santo: “La unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros … la unción misma os enseña todas las cosas … según ella os ha enseñado, permaneced en él”, 1 Juan 2.27. El cuerpo mismo del creyente es el templo del Espíritu Santo, y hemos sido comprados a precio infinito: “Glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu”.

Como el ungüento del cual habla Salomón era cosa sumamente susceptible a la contaminación, así es el alma del creyente. Con alma y espíritu él ofrece adoración a Dios: “Mientras el rey estaba en su reclinatorio [o sea, estaba a su mesa], mi nardo dio su olor”, Cantar 1.12.

Si vamos a la cena del Señor con pensamientos carnales o mundanos en el corazón, entonces nuestra adoración será como ungüento con moscas muertas. Dijo nuestro Señor: “De dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos”, Marcos 7.21. Es el deber del creyente juzgar cada pensamiento malo para que no llegue a ser un hecho. El antídoto es: “Todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable … en esto pensad”, Filipenses 4.8.

En la antigüedad un dios del mundo pagano se llamaba Baal-zebub y de él leemos en 2 Reyes 1.1 al 6. Su nombre significa “príncipe de las moscas”. Siglos después, los enemigos de Cristo le tacharon con haber sacado demonios por este Beelzebú que en aquella época se refería a Satanás, el príncipe de los demonios; Lucas 11.15. En Efesios él se llama el príncipe de la potestad del aire. Como moscas inmundas, él quiere poner malos pensamientos en nuestras almas. Lo hizo con Judas Iscariote para que traicionara al Señor, y también con Pedro para que le negara con juramentos.

Testimonio y reputación

Pasemos ahora a la segunda parte de nuestro versículo en Eclesiastés: “Así una pequeña locura, al que es estimado como sabio y honorable”.

Aquí es cuestión del testimonio y la reputación de uno, cosa que no se consigue en un momento. Por medio de su integridad, proceder, trato con otros y temor de Dios, una persona va ganando la confianza y respeto de los demás. Pero he aquí un peligro: una pequeña locura, un descuido en la oración y lectura de la Palabra de Dios puede ser causa de que esa persona pierda su testimonio y la confianza de sus semejantes.

Por ejemplo Abraham, el gran hombre de fe, perdió su confianza en Dios en tiempo de hambre. El abandonó la vida de peregrino para “descender” a Egipto y “morar” allí. El temor del hombre se apoderó de él, e hizo pacto de mentira con su esposa. Abraham perdió su testimonio delante del rey, quien le despachó diciendo: “Ahora, pues, he aquí tu mujer, tómala, y vete”.

¡Cuán diferente fue el caso de José en Egipto! Su integridad y vida intachable conquistaron la confianza de su amo, pero una mujer mala quiso destruir esa reputación. El temor de Dios le dio la victoria. José perdió su ropa pero retuvo su testimonio, y Dios le honró maravillosamente.

Parecía una pequeña locura cuando David, paseándose por el tejado de su casa, puso la vista en una mujer vecina que estaba bañándose. El pensamiento concibió el pecado; la mosca muerta cayó en el perfume agradable a Dios del dulce cantor de Israel y produjo una contaminación del alma. La mosca viva del pecado fue muerta con la confesión, el arrepentimiento y el perdón, pero la mosca muerta ha dejado una mancha en la historia de David hasta el día de hoy. El nombre de Dios ha sido blasfemado, y el mal olor perdura.

¿Cómo podemos salvarnos de tales peligros? Dios manda a su pueblo terrenal que debían tapar los envases para que el contenido no se contaminara; Números 19.15. La avenida hacia el alma del creyente pasa por los ojos y los oídos. Debemos comenzar cada día a solas con Dios en oración y en la lectura de su Palabra. Así tendremos una tapa o protección contra las moscas de la tentación que abundan por todas partes.

¡Qué tragedia es un acto de locura de parte de un creyente que ha sostenido por años un buen testimonio en la asamblea y delante del mundo! Hay de éstos quienes han echado a perder su reputación y han muerto fuera de la comunión con el pueblo del Señor, descarriados en el mundo. Pero, cuán bonito es ver a un creyente llevando una vida triunfante, glorificando a Dios por un testimonio bueno y terminando la carrera como el apóstol Pablo: la batalla peleada y la fe guardada. ¡Que así sea con el lector!

043     Las zorras pequeñas y la vid

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Cazadnos las zorras, las zorras pequeñas, que echan a perder las viñas; porque nuestras viñas están en cierne, Cantar de los Cantares 2.15

El amado en el Cantar puede ser visto como una figura de Cristo y la esposa una figura de la Iglesia. “Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha”, Efesios 5.25 al 27. El amor es mutuo: “Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero”, 1 Juan 4.19.

Es el amado quien habla en el versículo citado del Cantar, y ella le responde luego. El la convida levantarse para acompañarle: “Muéstrame tu rostro, hazme oir tu voz; porque dulce es la voz tuya, y hermoso tu aspecto”.

Pero hay cambio de tema. El le advierte a ella del peligro de las zorras, las cuales pueden echar a perder la vid cuando está para fructificar. El capítulo 5 del libro abre con la esposa dormida. Cuando él la llama, ella se encuentra tan ocupada con sus propios asuntos que no le atiende. El sale, y ella le va a encontrar después pero con mucha dificultad. En cuanto a nosotros, nuestra unión con Cristo es inquebrantable, por cuanto El nos compró, pero nuestra comunión con él es muy frágil. Al perder esta comunión, debemos buscarla enseguida.

Las zorras pequeñas son juguetonas pero con sus uñas y dientes pueden echar a perder mucho fruto. Queremos dar a esto una aplicación en el reino espiritual, y es la costumbre que se observa cada día un poco más de parte algunas hermanas en Cristo de usar un poquito de pintura para hermosear su apariencia. Es cuestión de una moda mundana de parte de quienes no son del mundo.

El amado en el Cantar deseaba ver el rostro de su esposa. Y, ¿no contrista a nuestro Amado cuando El ve a las damas cristianas adoptando esta mundanalidad? En la Biblia hay un solo caso de una mujer que se pintaba, y es el de la reina pagana Jezabel, quien verdaderamente era una tigra. Cuando ella oyó que el capitán Jehú venía eliminando a los enemigos de Dios, ella “se pintó los ojos con antimonio, y se asomó a una ventana”. No hubo misericordia para ella.

Algunas damas tienen mala conciencia en este asunto, y aplican tan sólo un mínimo de pintura. Parece que tratan las cosas de Dios a medias. El mejor proceder sería el de botar de un todo la cajita de cosméticos, dándole espalda a la práctica. Así se podrá cantar mejor:

Dejo el mundo y sigo a Cristo, porque el mundo pasará;
Mas su amor, amor bendito, por los siglos durará.

Bajo la dispensación de la Ley las prohibiciones abundaban, con el castigo correspondiente para el transgresor. En la dispensación presente, la gracia nos enseña que, “renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente”, Tito 2.12. La gracia no es un permiso para hacer lo que queremos, sino un poder divino y dinámico que impulsa a los hijos de Dios a rechazar las vanidades de “este siglo malo”, y mantener un testimonio positivo delante del que no es salvo.

En el mundo, el que no sigue las modas vanidosas tiene que sufrir oprobio. Pero entre el pueblo de Dios el que haya adoptado las tales vanidades se halla como “pájaro pintado”. ¡Cuánto mejor será abandonar por completo las cosas mundanas a todo costo para agradar al Señor! “Llevad mi yugo sobre vosotros”, dice El, “y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas”.

La palabra pintar se encuentra solamente cuatro veces en toda la Biblia, y en cada caso se relaciona con algo condenado por Dios. Tres veces tiene que ver con la pintura usada para embellecerse uno.

En Ezequiel 23.40 leemos: “Por amor de ellos te lavaste, y pintaste tus ojos, y te ataviaste con adornos”. Las palabras se refieren a la condenación de Israel por su prostitución espiritual con los enemigos de Dios. En Jeremías 4.30 encontramos: “Aunque pintes con antimonio tus ojos, en vano te engalanas; te menospreciarán tus amantes, buscarán tu vida”. Otra vez se refiere a la defección de Israel y las funestas consecuencias de procurar el prestigio en vez de andar en comunión con Dios. En 2 Reyes 9.30, “Jezabel … se pintó los ojos con antimonio”. Ella es la mujer más infame de toda la historia bíblica.

Ahora, en lugar de pensar tanto en el lado negativo, o en lo que no debemos hacer, reflexionemos en una vida positiva para el Señor. “Habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios”, 1 Corintios 6.20. Y, en Romanos 12.1 leemos: “Que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo …”

Antes de ser salva una persona, el entendimiento está controlado por el dios de este mundo, Satanás, la serpiente antigua quien pudo engañar a nuestra primera madre, Eva. Ella vio que el árbol era agradable a los ojos y codiciable para alcanzar la sabiduría. Ha podido preguntar qué había de malo en eso, pero fue seducida; despreciando la palabra de Dios, cayó en la trampa.

Además de las exhortaciones de Pablo, contamos con la de Juan: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo”, 1 Juan 2.15,16.

El tercer testigo que queremos citar es el apóstol Pedro. “Asimismo vosotras, mujeres … vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos; sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios”, 1 Pedro 3.3,4.

En Colosenses 3 el apóstol amonesta a los que han resucitado con Cristo a poner la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra, habiéndose despojado del viejo hombre con sus hechos y revestido del nuevo. Dios quiere la sencillez y la sinceridad en los suyos. “Sed imitadores de Dios”, es la exhortación a “los hijos amados”, quienes no querrán seguir las vanidades del mundo ni buscar la ostentación personal.

044     El enigma de Salomón

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Mejor es el muchacho pobre y sabio que el rey viejo y necio que no admite consejos, Eclesiastés 4.13 Si tú anduvieres delante de mí como anduvo David tu padre, en integridad de corazón y en equidad, haciendo todas las cosas que yo te he mandado, y guardando mis estatutos y mis decretos, yo afirmaré el trono de tu reino sobre Israel para siempre … Mas si obstinadamente os apartareis de mí vosotros y vuestros hijos, y no guardareis mis mandamientos y mis estatutos que yo he puesto delante de vosotros, sino que fuereis y sirviereis a dioses ajenos, y los adorareis; yo cortaré a Israel de sobre la faz de la tierra que les he entregado …1 Reyes 9

Un enigma es una cosa difícil de entender. De veras es asombrosa la diferencia entre el principio y el fin de la vida del gran rey Salomón. El lector hará bien en leer primeramente los primeros nueve versículos de 1 Reyes capítulo 9. Luego veremos la primera y la última etapa de la vida de Salomón.

Joven y consagrado

En 1 Reyes 3 leemos de su buen principio: “Salomón amó a Jehová”. Su corazón estaba en buena condición; el motivo de su vida se manifestó en amor al Señor. La vida espiritual siempre empieza con amor al Señor: “Le amamos a él, porque él nos amó primero”. Por eso Jehová se le apareció a Salomón y le presentó la oportunidad de escoger. Su petición fue admirable y Dios no solamente se la concedió sino que añadió bendiciones.

Salomón confesó su propia ineptitud para desempeñar el cargo tan formidable que le correspondía. El reconoció que su necesidad apremiante era asunto del corazón y no de la cabeza, cosa que nosotros debemos reconocer también. Dios le dio un corazón sabio y entendido, y este hombre tuvo un principio extraordinariamente favorable para servirle. Si pudiéramos examinar el corazón de Salomón en su juventud por el rayo X divino, no hallaríamos nada fallo.

Sin embargo, la promesa de Dios fue condicional: “Si anduvieres en mis caminos … yo alargaré tus días”. El creyente en Cristo empieza su carrera con las preciosas y grandísimas promesas de Dios a su favor — 2 Pedro 1.4 — para asegurar su buen éxito en vivir por Cristo y cumplir su voluntad.

Pero allí también hay una amonestación: “Porque haciendo estas cosas no caeréis jamás”, 1.10.

Viejo y necio

A medida que Salomón iba engrandeciéndose y ganando fama, iba apartándose de los caminos del Señor y de la copia de la ley de Dios que todo rey debía leer todos los días de su vida; véase Deuteronomio 17.19. De la misma manera nosotros debemos leer la Palabra de Dios diariamente y esconderla en nuestro corazón para no pecar contra Dios.

En su soberbia Salomón desatendió por completo los manda-mientos del Libro:

> en traer una princesa egipcia a reinar con él

> en entrar en un yugo desigual

> en aumentar caballos, cambiando su confianza en el brazo de Jehová por la fuerza del caballo en tomar muchas mujeres para sí, no solamente desmoralizándose físicamente sino llegando también a la bancarrota espiritual

> en desarrollar una codicia insaciable por el oro y las riquezas. Es claro que para vivir él con tanta extravagancia y lujo el país tuvo que sufrir, y especialmente los pobres.

A los sesenta años Salomón ya era hombre caduco, gobernado por mujeres paganas que “inclinaron su corazón tras dioses ajenos”, llevándole tras Astoret, Milcom y otros ídolos con prácticas abominables y corruptas. Le cambiaron en un pobre apóstata. Si fuera posible practicar una autopsia en el corazón suyo cuando viejo, lo hallaríamos lleno de codicia y corrupción moral, pero nada para Dios.

Naufragio al final

No obstante lo mucho escrito por la pluma de Salomón, no encontramos ni un salmo de penitencia o arrepentimiento como en el caso de David. No hay nada para hacernos creer que él volvió a Dios. Nos hace pensar en un lujoso transatlántico que se hunde al fondo del mar; así fue el naufragio lamentable de Salomón. El único fruto de su vida sensual fue un hijo soberbio y necio que dividió la nación.

La Palabra de Dios hace una referencia muy breve a la muerte de Salomón, en contraste con la muerte del buen rey Ezequías, quien “fue sepultado en el lugar más prominente de los sepulcros de los hijos de David, honrándole en su muerte toda Judá y toda Jerusalén”, 2 Crónicas 32.33.

El había escrito: “Mejor es el fin del negocio que su principio”, Eclesiastés 7.8, pero con él fue al revés; mejor fue su principio que su fin. Escribió también: “Yo sé que les irá bien a los que a Dios temen, los que temen ante su presencia”, pero dejó el temor de Dios por el pecado. En lugar de alcanzar el premio que Dios le ofreció de alargar sus días, él incurrió en el enojo de Dios, de manera que fueron recortados sus días, muriendo a los sesenta años.

La historia de Salomón figura en la Biblia con el propósito de infundir el temor de Dios en nuestros corazones y salvarnos de semejante naufragio en nuestras vidas, las cuales pertenecen al Redentor. Si ponemos la mira en él seremos salvos de la seducción de Satanás y los deseos de la carne. En sus primeros años Salomón animó a sus súbditos a ser obedientes a su Dios, pero él mismo fracasó porque no puso por práctica lo que recomendó a los demás.

¡Que el Señor nos guarde! El es poderoso para guardarnos sin caída, y presentarnos sin mancha delante de su gloria con gran alegría.

045   Los tres árboles y la zarza

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El capítulo 9 de Jueces relata el horroroso episodio de la matanza por Abimelec, sobre una piedra, de sus sesenta y nueve hermanos, hijos de Gedeón. Jotam escapó. Una vez que la gente de Siquem había hecho a Abimelec su rey, Jotam se puso en la cumbre del monte Gerizim para denunciar a los homicidas por su crimen sangriento.

La violencia

Su parábola se encuentra en Jueces 9.6 al 21, 56 y 57. Fue profética y se cumplió al pie de la letra, enseñándonos que Dios tiene su tiempo para arreglar la cuenta por todo acto de violencia y crueldad. En nuestros días hay muchos hombres salvajes que matan a sangre fría a personas pacíficas y superiores a ellos; se escapan del castigo merecido, pero irremisiblemente llegará el día cuando tendrán que comparecer delante del gran Juez de los vivos y muertos para sufrir el justo pago de su maldad.

En cuanto a la parábola de los tres árboles, primero nos enseña que Dios tiene su propósito doble en lo que producen: Dios es honrado y los hombres son bendecidos, versículo 9. El tiene también un propósito doble en nosotros, cual árboles plantados en la casa de Jehová — Salmo 92.13 — y es el que Dios sea honrado y nuestros semejantes bendecidos. Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe, Gálatas 6.10.

El olivo

El primer árbol nombrado es el olivo. Los árboles, según la parábola, querían elegir a uno para reinar sobre ellos, y convidaron al olivo para ser su rey. La noble respuesta del olivo fue: “¿He de dejar mi aceite, con el cual en mí se honra a Dios y a los hombres, para ir a ser grande sobre los árboles?” El aceite era esencial en el culto ordenado por Dios, y a la vez para ungir a los hombres.

En Apocalipsis 11.4 leemos de dos olivos que son testigos de Dios. Son lámparas que brillan mediante el aceite en medio de las tinieblas. El aceite habla del Espíritu de Dios que da poder para testificar fielmente delante de un mundo pecador. Cuando el creyente busca grandezas en este mundo su utilidad sufre, y su vida, que tanto le costó a Cristo, tiene poco para Dios y las almas de sus prójimos.

El mensaje de Dios al joven Baruc, quien había sido una gran ayuda a Jeremías, fue: “¿Buscas para ti grandezas? No las busques”, Jeremías 45.5. Para Baruc las grandezas solamente durarían por unos días; la nación estaba al punto de un gran desastre (el cautiverio). Igualmente para el creyente; ya lo del presente siglo viene llegando a su fin. La venida del Señor se acerca y nosotros los salvos vamos a dejar atrás lo que es de este mundo; de acuerdo con nuestra fidelidad aquí, será nuestra herencia en el cielo.

La higuera

El segundo árbol nombrado es la higuera, que también fue resuelta en no dejar su dulzura y buen fruto “para ser grande sobre los árboles”. Ella sacó bien la cuenta y prefería más bien seguir en su vida de proveer lo agradable para los corazones y llevar mucho fruto para Dios en vez de satisfacer una ambición carnal sobre los demás.

En Jeremías 24.1 se puede ver que higos fueron puestos delante del templo de Dios, lugar de privilegio (“Me mostró Jehová dos cestas de higos …”).

La vid

El tercer árbol nombrado es la vid, que también estuvo resuelta a continuar en su vocación según la voluntad de Dios, alegrándole a él y a los hombres.

En Juan 15 vemos que Cristo es la vid verdadera, y en Juan 6.15, después del milagro de los panes, los hombres querían hacerle rey pero El se fue. El nos enseña que estamos unidos inseparablemente con él y como pámpanos podemos llevar mucho fruto por medio de él. En cambio, separados de él nada podemos hacer.

El vino habla del gozo del Señor y la salvación. Por buscar un puesto político o social el creyente va a perder el gozo del Señor, cosa que se pierde fácilmente pero sólo con dificultad se vuelve a conseguir. Sin este gozo, el creyente está impedido en ganar almas para Cristo, y su adoración pierde frescura, llegando a ser puro formalismo. Así, la vid rechazó la oferta, prefiriendo dar gozo a Dios y al hombre en vez de satisfacer el impulso de ambiciones engañosas.

La zarza

Como último recurso los árboles apelaron a la zarza. “Anda tú, reina sobre nosotros”, 9.14. La respuesta de la zarza es impresionante: “Venid, abrigaos bajo mi sombra; y si no, salga fuego de la zarza …” En realidad, la zarza no tenía nada que dar sino espinas y maldición; Génesis 3.17,18. Por dondequiera que se extiende, ahoga las matas buenas y sufre dolor quien la toque.

¡Qué tragedia terminar nuestra carrera como una zarza, lista para las llamas! Hemos conocido hombres que querían ser líderes entre el pueblo del Señor, buscando privilegios: la plataforma para predicar, e intentos vanos a enseñar. Ellos buscaban “el puesto” con motivos ulteriores en vez de reconocer su propia indignidad y hacer todo por amor de Cristo. En cambio, hay otra clase a quienes no les interesa ser algo en la asamblea; su gran afán es prosperar materialmente y llegar a la cumbre en lo de este mundo. Caen en tentación y lazo, y en “muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición”.

¡Ojalá que nuestra meta sea la del gran apóstol! “Prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”, Filipenses 3.14.

046     Jonatán, nieto de Moisés

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Los hijos de Dan levantaron para sí la imagen de talla. Y Jonatán hijo de Gersón, hijo de Moisés, él y sus hijos fueron sacerdotes en la tribu de Dan, hasta el día del cautiverio de la tierra. Jueces 18.30

Su llamamiento

La historia de este varón, con parentesco tan ilustre, empieza con las palabras, “Y había un joven …, el cual era levita, y forastero allí”, Jueces 17.7. Siendo él levita por nacimiento, Dios le reclamó para su servicio. En Éxodo 32, en la primera ocasión de apostasía de Israel con el becerro de oro, Moisés había clamado, “¿Quién está por Jehová?” y la tribu de Leví salió como un solo hombre de entre los apóstatas, resuelta a servir al Señor. Fue una elección de fe; ellos escogieron a Dios y El a ellos. Cada creyente en Cristo ha obedecido al llamamiento divino y ha podido decir que ha dejado el mundo para servir a Cristo.

Los levitas entraban en pleno servicio para Dios a los treinta años de edad, continuando hasta los cincuenta. Dios reclamaba el mejor lapso de sus vidas. Asimismo cada creyente ha sido escogido por Dios para servirle, y El es digno de lo mejor de nuestras vidas.

Su ambición

Jonatán aparentemente fue vencido por un espíritu de inquietud. No se contentó con la vida que llevaba en Belén, “la casa de pan”, que más tarde sería la ciudad real, donde nacería David y muchos siglos después el Señor JesuCristo. Sin buscar la voluntad divina, el joven salió sin rumbo.

Los tiempos nuestros son de mucha inquietud entre la juventud del mundo. Algunos no se contentan con una vida sana, buscando más bien toda forma de placer carnal. ¡Cuán distinto debe ser el joven que Dios ha escogido por hijo en la crema y nata de su vida y ha separado para su servicio!

Este hombre llegó a la casa de Micaía, quien lo contrató por diez siclos de plata por año más vestidos y comida. Con esto le compró sus servicios religiosos. Micaía tenía una “casa de dioses” y él siguió adquiriendo ídolos. El abuelo del joven había acabado con la idolatría en el desierto, pero éste no tuvo inconveniente en hacerse sacerdote de la idolatría. Le agradó vivir con aquel hombre que lo contrató, y llegó a ser un asalariado, un servidor de los hombres. ¡Cuán pronto puede uno desviarse de la verdad y venderse al error!

Esto es lo que vemos en el mundo religioso hoy en día. ¡Cuántos hay con la pretensión de ser siervos de Dios, que en realidad son siervos de hombres, apagando la voz de su conciencia por agradar al mundo! El gran apóstol escribió a los corintios, en su primera carta: “Por precio fuisteis comprados; no os hagáis esclavos de los hombres”, 7.23. El fiel siervo del Señor no cederá ni una jota de la verdad por congraciarse con sus semejantes.

Su fin

En Jueces 18 tenemos el relato de los hombres de Dan que llegaron a la casa de Micaía y le robaron sus ídolos. Cuando convidaron al levita a seguir con ellos, “se alegró el corazón del sacerdote … y se fue en medio del pueblo, llevando los ídolos consigo”. Su ambición era el agradecimiento propio y su mejoramiento material. Ya estaba empedernido en su idolatría.

Cuando Micaía alcanzó a esa gente, reclamando sus ídolos y el regreso de su sacerdote, los hombres de Dan le preguntaron: “Qué tienes que has juntado gente?” El les contestó: “Tomasteis mis dioses que yo hice y al sacerdote, y os vais, ¿qué más me queda?”

¡Pobre hombre! Quitados sus dioses y su sacerdote asalariado, no le quedó nada. Así es la religión de los hombres; sin ritos, sin ceremonias, formalismo y “santos”, nada hay para sus almas. En cambio, el verdadero creyente en Cristo ha tomado de la plenitud que hay en aquél en quien habita corporalmente toda la plenitud de la deidad. La religión no puede garantizar la satisfacción, pero en la persona de Cristo el creyente tiene una fuente de agua viva que nunca se seca.

Joven que conoces a Cristo, no vayas buscando otro lugar. Quédate contento con tus hermanos en Cristo y con la congregación de los santos donde cabe toda la Palabra de Dios, sin la necesidad de innovaciones humanas. La apostasía va en aumento, pero el Señor quiere ver en su pueblo la firmeza, fidelidad y santo fervor en servirle hasta que El venga.

El capítulo 18 del libro de Jueces termina con palabras solemnes: “Así tuvieron levantada entre ellos la imagen de talla que Micaía había hecho, todo el tiempo que la casa de Dios estuvo en Silo”. Así, el nieto de Moisés fue fundador de un culto idólatra en rivalidad con el verdadero culto a Jehová. Parece que murió apóstata.

Cuando uno que profesa el nombre de Cristo empieza a desviarse del camino, quién sabe dónde terminará. “Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados”, Hebreos 12.15.

047     Elimelec y Noemí

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El relato trágico de la emigración de Elimelec, Noemí y su familia de Belén de Judá hasta la tierra de Moab tiene su trasfondo en “los días que gobernaban los jueces”, Rut 1.1. Eran días cuando cada uno hacía lo que bien le parecía, como leemos dos veces en el libro de Jueces. Esto se veía en la vida religiosa, política y social, con su repercusión en la esfera de la familia. La consecuencia fue, y siempre será, el castigo de Dios, desastre, injusticia, corrupción y miseria.

El libro de Rut comienza con hambre en la tierra, y no dudamos que fue enviada por Dios para que su pueblo examinara sus caminos. El quería que le buscaran, porque es “nuestro pronto auxilio en las tribulaciones”, Salmo 46.1. Pero el orgullo del ser humano buscaría una vía de escape en vez de oir la exhortación de Santiago 4.10: “Humillaos delante del Señor, y él os exaltará”.

Elimelec fue así. El y su familia contaban con la herencia que Dios les había dado en un lugar favorecido como era Belén, “la casa de pan” y la ciudad donde nacería David y donde el Rey divino se haría carne para morar entre los hombres. ¿Estaba esa familia en peligro de perecer de hambre? No; el nombre Elimelec quiere decir, “Dios es mi Rey”. ¡Qué reconocimiento de la autoridad soberana y la gracia divina! ¿Acaso moriría Elimelec en manos de ese Rey?

Si Dios era su rey, bien ha podido Elimelec dejar su caso con él, sometiéndose a las circunstancias que el Rey estaba ordenando o permitiendo. Cuando nuestro Señor JesuCristo fue sometido a la prueba del hambre, El no aceptó la salida fácil que el tentador le sugirió, sino confió en la Palabra de Dios y se sujetó a la voluntad suya.

Pero aquí encontramos a uno cuya falta de fe le hace abandonar el lugar señalado por Dios. Si él hubiera podido prever la magnitud del desastre que esta iniciativa iba a traer sobre la familia (“Porque ninguno de vosotros vive para sí”, Romanos 14.7), él no hubiera emprendido el viaje. Este padre de familia dio la espalda a “la casa de pan” y se apartó por su camino para hacer lo que bien le parecía.

Su decisión condujo al alejamiento y una muerte prematura, y en esto percibimos causa y efecto. Pobre Noemí testificaría años después, “Me fui llena”. No había por qué dejar Belén; otros se quedaron, y Dios les guardó en los años de hambre. Pero lo que impulsó a esta pareja fue su bien material, aun a expensas de su bien espiritual. Al fin, perdieron lo uno y lo otro. “Jehová me ha vuelto con las manos vacías”, fue como la esposa resumió la experiencia.

Cuán importante es tener la confianza de estar en la voluntad del Señor antes de tomar un paso. Una traducción de Salmo 17.2 es, “¡Que venga de ti mi sentencia, pues tú sabes lo que es justo!” Examinemos nuestros motivos, acaso dejemos lo que El nos ha asignado, y sepamos que “gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento”, 1 Timoteo 6.6. Si la codicia nos está impulsando a realizar un cambio, entonces es pecado. Si es por falta de fe en Dios y su Palabra, es incredulidad. Pongamos, pues, la gloria de Dios por delante antes de movernos.

La primera mención del asunto es que esta pareja iba a morar en Moab, 1.1. La Versión Moderna dice habitar temporalmente y la Reina-Valera de 1909 lo expresa como peregrinar. Así fue que apaciguaron la voz acusadora de su conciencia. Pero ellos continuaron en Moab, con una conciencia sin ejercicio, y el espíritu del lugar entró en ellos; Elimelec y Noemí se conformaron con el estilo de vida y decidieron quedarse. La exhortación para nosotros en Romanos 12.2 es: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos”. Pobre Lot bajó a Sodoma como peregrino pero echó raíces tan largas que los ángeles tuvieron que arrastrarle de allí.

Llegando al versículo 4, leemos que “habitaron allí”. Una cosa dio lugar a otra, y es así todavía. A Elimelec le costó caro, porque murió lejos del pueblo de Dios y, hasta donde sabemos, alejado de Dios también.

Parece que ni esto despertó la conciencia de Noemí en cuanto a un regreso. Aparentemente ella se conformó con que sus hijos se casaran con mujeres de Moab, aunque fuera yugo desigual para ellos. No dudamos que estos varones hayan carecido de ejercicio en el asunto; su impulso habrá sido el de conveniencia en vez de convicción. Ellos estaban como dice de Moab en Jeremías 48.11, “sobre su sedimento ha estado reposado”, con diez años de residencia en el país, habiendo perdido su carácter de peregrinos.

Dios retuvo su mano de reprensión, concediendo a la viuda la oportunidad de volver, pero por fin su voz se hizo oir de nuevo. El mensajero de la muerte volvió a visitar la familia, quitando ahora a los dos varones restantes. ¡Qué tragedia! “De sus caminos será hastiado el necio de corazón”, [“el apartado de razón”, o “el reincidente de corazón”] Proverbios 14.14. Noemí tuvo que tragar una copa realmente amarga, y ahora con corazón abatido y mejillas mojadas ella empieza a responder a la voz del Espíritu Santo.

La noticia que Dios había visitado a su pueblo en darles pan fue para ella como aguas frías al alma sedienta. Ella, como el hijo pródigo en otra ocasión, se levantó para emprender el viaje de regreso. Es en tiempos de avivamiento entre el pueblo de Dios que los débiles y alejados comienzan a encontrar el camino de la restauración a Dios y a la congregación de los suyos.

En el caso de Noemí la restauración al gozo de la salvación de Dios no vino en el momento en que ella tomó sus primeros pasos rumbo a Belén. Al haber sido así, ella hubiera animado a las dos nueras a buscar al Dios vivo y verdadero, pero — por extraño que sea — intentó convencerlas que harían mejor al seguir en el paganismo. Aun cuando Rut hizo su gran proclama de fe, la suegra no la ratificó. Pensemos un momento en el caso de David, relatado en los Salmos 32 y 51. Una cosa fue que recibiera el perdón de su pecado, pero otra cosa fue su restauración y el renovado gozo de la salvación. David sabía bien que sin este último él no estaba en condiciones de mostrar a los pecadores su condición ni ser usado en su conversión.

Por fin la señora llegó de regreso al lugar que había abandonado años antes. Ahora es más humilde y más sabia. Ella llegó cuando los suyos estaban cosechando la cebada, y pronto probó cuán bendita experiencia es la restauración a la comunión.

En nuestros tiempos algunos entre el pueblo del Señor han abandonado la asamblea, el lugar que el Señor señaló para ellos, y se han ido a lugares donde tampoco encontraron lo que anhelaban. Han sufrido espiritualmente; su conciencia ha sido lesionada, y han seguido hasta lugares donde la Palabra de Dios no es honrada. Pero, gracias a Dios, El tiene sus propias maneras de alcanzar a los errantes y traerles de nuevo a “la casa de pan” y el lugar donde El envía la bendición.

048     Samuel, fiel guarda del pueblo de Dios

Ver
He aquí ahora hay en esta ciudad un hombre de Dios, que es varón insigne: todas las cosas que él dijere, sin duda vendrán, 1 Samuel 9.6

Estas palabras, testimonio del criado de Saúl, expresan la alta estimación que sentían los israelitas por aquel consagrado profeta, sacerdote y juez, Samuel. El fue el vaso especial de Dios en una época crítica como lo fueron los últimos días del período de los jueces, época típica de estos postreros días del testimonio de la Iglesia en la tierra.

En el versículo citado tenemos el requisito triple de un verdadero guía:

> en lo espiritual, un hombre de Dios

> en lo moral, un varón insigne u honorable

> en lo intelectual, conocedor de los pensamientos divinos

Separado

Esta hermosa combinación de carácter en Samuel fue lo que inspiró confianza de parte del criado de Cis y le conmovió a sacrificar la pequeña suma de dinero que cargaba, “la cuarta parte de un siclo de plata”, para obtener consejo y dirección en cuanto al camino.

En Hebreos 13.7 tenemos la exhortación de acordarnos de nuestros pastores, o guías, y ¡cuán importante es la obra de los guías espirituales en una asamblea! ¡Cuán necesario es que ellos sean hombres acostumbrados a andar en plena comunión con el Señor, requisito éste para cumplir un ministerio responsable!

Toda su vida Samuel fue nazareo. Su cabello largo le distinguía como separado a Dios y del mundo. Como nazareo no tocaba un cuerpo muerto, guardándose así de la contaminación de la carne. Su abstención del vino significaba que no vivía por los placeres de esta vida. A una edad temprana Dios le habló directamente, y llegó a ser hombre de su confianza y consejo. Esta comunión era tan íntima que Samuel podía hablar en el oído de Dios, 8.21, y Dios en el oído suyo, 9.15.

Samuel era un hombre de verdadera intercesión. El tenía una conciencia ejercitada por el cuidado del pueblo de Dios, y sólo él pudo decir, “Lejos sea de mí que peque yo contra Jehová cesando de rogar por vosotros”, 12.23. Se podría escribir mucho más en cuanto a la aptitud de este hombre para la obra a la cual Dios lo llamó, pero baste esto para servir de ejemplo e inspiración a todos los que estamos procurando el bien espiritual del rebaño del Gran Pastor.

Honorable

En el Capítulo 12 leemos que él juntó a todo Israel y les convidó a testificar contra él si podrían acusarle de haberse comportado injustamente o con codicia como juez, o si había especulado con ellos en su ministerio como sacerdote. La respuesta unánime fue: “Nunca nos has calumniado, ni agravado, ni has tomado algo de mano de ninguno”.

Así fue el testimonio de Pablo cuando reunió a los ancianos de Éfeso, Hechos 20.33: “La plata o el oro, o el vestido de nadie he codiciado”. Pedro, rogando a los ancianos a cuidar la grey, hace referencia al asunto de la codicia: “No por ganancia deshonesta, sino de un ánimo pronto”.

Saúl y su criado llegaron a Samuel con su regalo, cosa de valor mínimo, pero el profeta le había apartado la espaldilla de la ofrenda de paz. ¡Le dieron unos centavos y él les dio una comida amplia! Saúl se asombró sin duda al ver una hospitalidad tan inmerecida, pero así fue este varón honorable; él devolvió la hospitalidad por la mezquindad. Ser hospedador es uno de los requisitos de un obispo o anciano; 1 Timoteo 3.2.

Entendido

El secreto de Jehová estaba con éste porque temió al Señor. El pudo comunicarle a Saúl los pensamientos de Dios, ponerle en camino seguro y darle indicaciones para no perderse de nuevo. Samuel fue conocido como vidente, y uno de los lugares que frecuentaba era Mizpa, que quiere decir atalaya. Así veía las cosas desde el punto de vista de Dios. Además, tuvo valor para declarar “todo el consejo de Dios”.

En el libro de Jueces leemos mucho acerca de la idolatría, pero durante el largo período del ministerio activo de Samuel, después de haber conducido él al pueblo de Dios, no hay mención en el Capítulo 7 de la idolatría mientras él vivía.

Ejemplo

Mucho depende de la vida interior, la vida en familia, y la vida delante del mundo de parte de los ancianos, si una asamblea quiere traer bendición al pueblo del Señor. En fin, vienen a la memoria las palabras de 1 Pedro: “Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros,

> cuidando de ella,

> no por fuerza, sino voluntariamente;

> no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto;

> no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey”.

049     Cristianos de un solo ojo

Ver
Todos los de Jabes dijeron a Nahas: “Haz alianza con nosotros, y te serviremos”. Y Nahas amonita les respondió: “Con esta condición haré alianza con vosotros, que a cada uno de todos vosotros saque el ojo derecho, y ponga esta afrenta sobre todo Israel”.

… Los de Jabes dijeron a los enemigos: “Mañana saldremos a vosotros, para que hagáis con nosotros todo lo que bien os pareciere”. Aconteció que al día siguiente dispuso Saúl al pueblo en tres compañías, y entraron en medio del campamento a la vigilia de la mañana, e hirieron a los amonitas hasta que el día calentó; y los que quedaron fueron dispersos, de tal manera que no quedaron dos de ellos juntos. 1 Samuel 11

La historia de la antigüedad

Este incidente es tal que podría despertar la indignación de cualquier corazón humano. Nahas el amonita, enemigo de Israel, tenía bajo su poder a los habitantes indefensos de la comunidad de Jabes en Galaad. Estos no presentaron resistencia alguna a sus amenazas, sino que ofrecieron sujetarse, y rogaron que él hiciese pacto con ellos.

La demanda de Nahas, hombre despiadado, fue que ellos le permitiesen sacar el ojo derecho de cada cual. Esto significaría la pérdida de su línea principal de visión. “A Jehová he puesto siempre delante de mí; porque está a mi diestra, no seré conmovido”, Salmo 16.8.

Figura como el acto más encomendable de toda la vida de Saúl la pronta y noble respuesta que él dio al mensaje urgente de los de la ciudad asediada. El libró a la gente de Jabes. La gratitud de ellos nunca menguó, ya que leemos de aquella gente en la triste historia que figura en el último capítulo del libro. Cuando en son de burla los filisteos colgaron el cuerpo de Saúl, con los de sus hijos también muertos, en el muro de Bet-San, los hombres valientes de Jabes quitaron los restos mortales de allí y los enterraron, y luego ayunaron por siete días.

La lección para nosotros

¿Hay una lección espiritual en esta historia inspirada? Creo que sí.

Jabes significa “seco”. Así nos encontramos cuando no estamos gozando de la bendición de las fuentes de arriba, tipo de nuestra comunión con Dios, y de las fuentes de abajo, tipo de nuestra comunión con el pueblo del Señor. (Jueces 1.15) Cuando están abiertos y limpios estos canales del amor de Dios hacia nosotros, nuestras almas están guardadas. “Con amor eterno te he amado”, dice El en Jeremías 31.3, “por tanto, te prolongué mi misericordia”. Dice el versículo 12 del mismo capítulo: “Su alma será como huerto de riego, y nunca más tendrán dolor”. Pero, cuando robamos a Dios de su debido lugar, llegamos a ser como jardín sin agua, secos. Así pasó con Israel: “Seréis como encina a la que se le cae la hoja, y como huerto al que le faltan las aguas”, Isaías 1.30.

Nahas quiere decir “serpiente”, y él es un tipo de Satanás, el gran adversario de nuestras almas. Nos tiene en desventaja cuando estamos secos y carecemos de resistencia contra sus intenciones maliciosas. Como Nahas, Satanás busca cómo conseguir una ventaja estratégica sobre el creyente. Es posible que alguno piense que no importa tanto el contar con un solo ojo, y se conformarían con ése. En lo físico puede suceder así, pero en lo espiritual ese ojo es nuestra facultad de discernimiento para ver las cosas como Dios las ve. El ojo izquierdo nos significaría aquella línea de visión inferior que es el punto de vista humano o natural.

¡Qué tragedia cuando nuestra visión espiritual se encuentra deteriorada! Se cuenta del almirante Nelson de la armada británica, que puso el telescopio a su ojo ciego sin ninguna consecuencia que lamentar para él, pero el cristiano no puede hacer esto en la oración. Si lo hace, pide mal; la gloria de Dios no será lo que persigue. El creyente de un solo ojo considera las cosas como el hombre natural y resuelve sus asuntos con criterios humanos. Al fin y al cabo le resulta para mal en lo espiritual.

El ejemplo de Lot

Lot consideraba solamente la ventaja que parecía haber en lo personal cuando puso la vista hacia Sodoma. Aparentemente le sería un negocio excelente ubicarse allí, ¿pero cuál fue el resultado de no haber escogido su rumbo desde un punto de vista espiritual? El llegó a afligir su alma justa cada día, viendo y oyendo los hechos inicuos de sus vecinos; 2 Pedro 2.8.

El trajo sobre sí el desprecio y el enojo de los impíos; vio el terrible juicio de Dios sobre su esposa; perdió sus posesiones; terminó la vida en una cueva, víctima del trato contrario a la naturaleza que le dieron sus propias hijas.

¡Cuán bueno es someternos a la dirección y disposición de nuestro Señor! Si no lo hacemos, tarde o temprano tendremos por qué lamentar una pérdida espiritual.

Hay quien nos ayuda

El pueblo de Jabes fue atacado por un poder abrumador pero encontró ayuda en Saúl. Si el creyente se encuentra víctima del ataque de uno mayor, Satanás, él cuenta con otro quien es infinitamente más poderoso que Saúl. Es Uno que entiende, simpatiza y está siempre listo para librarnos del maligno.

Es el gran sumo sacerdote que está arriba; “En cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados”, Hebreos 2.18. Fue así que Pablo pudo exclamar: “A Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo”, 2 Corintios 2.14.

Nahas tenía por delante un propósito de largo alcance; él quería traer reproche sobre todo el pueblo de Dios. Así es el creyente que pierde su visión espiritual y ve las cosas como las ven los inconversos. El no sólo trae problemas sobre sí, sino da ocasión al enemigo de blasfemar el nombre de Cristo y reprochar a los que se congregan en ese nombre.

Ninguno de nosotros vive para sí. Si un miembro del cuerpo espiritual de Cristo padece, todos los miembros se duelen con él; si uno recibe honra, todos los miembros se gozan con él. Que no seamos ciegos en cuanto a las cosas divinas; que aprendamos más y más a apreciar la facultad de la vista espiritual, estimando todo con miras a la eternidad.

050     Una estrategia satánica

Ver
“… lo he hecho en presencia de Cristo, para que Satanás no gane ventaja alguna sobre nosotros; pues no ignoramos sus maquinaciones”, 2 Corintios 2.11.

Ejemplos del Antiguo Testamento

En 1 Reyes 22.31 al 38 leemos cómo el rey de Siria derrotó a Israel. En la historia inspirada de los reyes de Judá se encuentran muchas lecciones espirituales para nosotros, el pueblo de Dios en el día de hoy. Entre ellas tenemos el caso del rey impío Acab, quien rechazó el buen consejo del profeta de Dios y siguió el consejo de los profetas idólatras, trayendo destrucción sobre sí como también sobre su ejército.

La estrategia del rey de Siria sin duda fue inspirada por Satanás, el espíritu que obra en los hijos de desobediencia, y tuvo el éxito más completo. Todo el esfuerzo fue dirigido contra la persona del rey Acab y no importaba el resto de la gente. El era el hombre clave y al acabar con él terminaría la batalla. Así sucedió; al morir Acab de la herida infligida, todo su ejército abandonó el campo y huyó a las ciudades.

Tenemos otra ilustración en el caso de Sansón. El descubrió que el gran teatro de los filisteos dependía de dos pilares céntricos. Con su fuerza fenomenal pudo desalojarlos, haciéndolos caer sobre sí con todo el edificio y una multitud de gente.

El león rugiente

Satanás todavía está maquinando contra Dios y su pueblo. Nuestras asambleas han sufrido estragos serios por esta misma estrategia. Su blanco es el hermano o hermana más útil y fiel en la congregación, y le asecha en el momento de descuido, y con lo que más apela a su naturaleza. ¿Cuántos hermanos han caído en las garras del león rugiente, seducidos por las concupiscencias de la carne? Otros se han retirado a causa de algún desagrado, y por su soberbia nunca han vuelto. Triste es decirlo, que algunos han sido engañados por falsas doctrinas y nunca han podido recuperar el gozo de la salvación.

Pero no son solamente ellos los que han sufrido, sino que el nombre del Señor ha sido vituperado, el testimonio manchado y el pueblo del Señor desanimado. Es un mal ejemplo que puede tener su repercusión en otros creyentes. “Pero en cuanto a vosotros, oh amados, estamos persuadidos de cosas mejores, y que pertenecen a la salvación, aunque hablamos así”, Hebreos 6.9.

La cosa más lamentable es que algunos ocultan su pecado con mentiras y engaño. Llega el momento en que les sea imposible encubrirlo más, porque, “Sabed que vuestro pecado os alcanzará”. ¡Cuánto más honrado es confesar voluntariamente y con toda franqueza el mal que se ha hecho! “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”, 1 Juan 1.9.

Hay una advertencia solemne en la carta a la iglesia en Filadelfia en vista de la pronta venida del Señor: “Retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona”, Apocalipsis 3.11. Es una verdadera tragedia cuando un hermano útil, y que ha tenido la confianza del pueblo del Señor por varios años, cae en el pecado y pierde la corona que le hubiera correspondido. ¡Cómo será en el tribunal de Cristo ver aquella corona adornando las sienes de otro!

051     Asiento bueno, aguas malas, tierra enferma

Ver
En 2 Reyes 2 leemos del segundo milagro del profeta Eliseo, nombre que significa “salvación de Dios”. Era sucesor de Elías, que significa, “mi Dios es Jehová”. Este era el profeta de fuego, con un santo celo por el nombre y la gloria de su Señor, pero después de él viene Eliseo, quien más bien es el profeta de la gracia. Es una secuencia importante: primero debe haber celo por la honra de nuestro Dios en juzgar el pecado, y luego la gracia para con el alma contrita y arrepentida.

El hombre incestuoso en la asamblea de Corinto tuvo que sufrir la disciplina, siendo apartado de la comunión, en la primera epístola. Más tarde, en la segunda epístola, él fue restaurado por recomendación del mismo apóstol, habiendo dado pruebas de verdadero arrepentimiento.

El salmista escribió que “sol y escudo es Jehová Dios”, Salmo 84.11. Aquel salmo era para los hijos de Coré, quienes vieron primeramente la justicia de Dios castigando el pecado de sus padres, y después la gracia de Dios para con ellos mismos. Hay los dos lados de la naturaleza divina: luz y amor; justicia y paz.

Tierra estéril

Ahora, el relato en nuestro capítulo es éste: “Cuando volvieron a Eliseo, que se había quedado en Jericó, él les dijo: ¿No os dije yo que no fueseis? Y los hombres de la ciudad dijeron a Eliseo: He aquí, el lugar en donde está colocada esta ciudad es bueno, como mi señor ve; mas las aguas son malas, y la tierra es estéril”.

“Entonces él dijo: Traedme una vasija nueva, y poned en ella sal. Y se la trajeron. Y saliendo él a los manantiales de las aguas, echó dentro la sal, y dijo: Así ha dicho Jehová: Yo sané estas aguas, y no habrá más en ellas muerte ni enfermedad. Y fueron sanas las aguas hasta hoy, conforme a la palabra que habló Eliseo”, 2.18 al 22.

El profeta empieza su ministerio con una obra de gracia. Los hombres de Jericó exponen delante de él su necesidad urgente. La ubicación de la ciudad de Jericó era buena; era una ciudad de palmas y su nombre significa “un lugar fragante”. La posición no presentó problema, pero la condición era trágica.

Aquí tenemos un cuadro de lo que puede pasar con una asamblea. En cuanto a su posición, los creyentes están congregados al nombre del Señor JesuCristo, separados del mundo, dando cabida a toda la Palabra de Dios y perseverando en la doctrina de los apóstoles. Sin embargo, puede encontrarse sin fruto y sin crecimiento.

Tal fue el caso de la iglesia local en Corinto: posicionalmente buena, “santificados en Cristo Jesús”, pero condicionalmente muy mala. El apóstol les denunció, diciendo: “Todavía sois carnales”, 3.3. Había entre ellos divisiones y contiendas, capítulo 3; mundanalidad, capítulo 4; inmoralidad, capítulo 5; pleitos delante de los tribunales, capítulo 6; idolatría, capítulo 8; murmuraciones, capítulo 10; abusos en la cena del Señor, capítulo 11; doctrina errónea en cuanto a la resurrección, capítulo 15. ¿Es posible que estas raíces amargas existan entre nosotros ahora?

Las aguas de aquella ciudad eran malas; las fuentes estaban tapadas y contaminadas. Estas aguas nos hablan de nuestro corazón: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida”, Proverbios 4.23. Cuando el pecado, el mundo o la carne están escondidos en el corazón del creyente, la congregación sufrirá las consecuencias negativas.

Además de las aguas malas, la tierra estaba enferma. Abortaba sus frutos. En esto tenemos los funestos resultados de aguas malas en las siembras, que tiene su aspecto espiritual en las actividades de la asamblea en la obra del evangelio: la escuela dominical, el reparto de tratados, las reuniones en el edificio de la congregación o en las casas. A veces hay profesiones pero son abortivas que no permanecen, y parece como trabajo en vano.

Problema resuelto

Ahora veremos el remedio divino para aquel mal. El siervo de Dios no empezó a buscar remedios para la tierra enferma ni para endulzar las aguas. Salió hasta donde manaba el chorro, porque allí estaba la causa de todo. Del mismo modo, cuando no hay bendición en la congregación, hay que buscar la causa, y allí mismo se debe aplicar el remedio.

El profeta pidió una botija o vasija nueva, haciéndonos recordar las palabras de Gálatas 6.1: “Vosotros que sois espirituales, restaurad al tal con espíritu de mansedumbre”. Es el nuevo hombre que Dios requiere para la obra de restauración. El hombre carnal no sirve, porque en él predomina lo carnal, el hombre viejo.

Además, Eliseo mandó poner sal en la botija. Bien conocidas son las propiedades sanativas y saludables de la sal. Es útil para purificar una llaga, y es contrarrestante de la corrupción en carne o pescado.

La sal nos habla de la Palabra de Dios, como consta el apóstol en 2 Timoteo 3.16: “Toda la escritura es inspirada divinamente y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia”. Es el Espíritu Santo que aplica a nuestra conciencia la Palabra, a veces por el ministerio y otras veces directamente por la lectura privada. Como en el caso del salmista, la Palabra a veces es más dulce que la miel a nuestra boca. En cambio, a veces es algo picante como la sal, molestando la conciencia por el momento. Pero si la obedecemos, producirá resultados saludables en nuestras vidas y el gozo del Señor en nuestras almas.

Es importante notar que fue Dios quien habló la palabra en el versículo 21: “Así ha dicho Jehová: Yo sané estas aguas, y no habrá más en ellas muerte ni enfermedad”. Lo que Dios hace, El hace bien. Si dejamos en manos del Señor nuestros problemas, sean personales o colectivos, y clamamos a él en oración, todo saldrá bien y seguro.

052     Raíces y ramas

Ver
Volverá a echar raíces abajo, y llevará fruto arriba, 2 Reyes 19.30. Creced en la gracia, y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, 2 Pedro 3.18

La naturaleza misma nos enseña que primero hay las raíces, después el desarrollo del árbol y al fin los frutos. Así es la vida espiritual.

Las raíces

Las raíces empiezan muy pequeñas y finas. Así es nuestra fe que empieza como semilla de mostaza, debajo de la superficie, la parte escondida de la vida espiritual. La vida secreta del creyente es la parte principal y es hacia abajo, cada vez más humilde.

Antes de salir del palacio de Faraón, Moisés era enseñado en toda la sabiduría de los egipcios, y era poderoso en palabras y obras. Al conocer a Dios, él llegó a ser muy manso, más que todos los hombres que había sobre la tierra, Números 12.3. El apóstol Pablo se llamaba primeramente Saulo, y tenía por tocayo el rey de quien leemos en el Antiguo Testamento, un hombre de cabeza y hombros más alto que cualquier otro. Pero el Saulo del Nuevo Testamento tomó el nombre de Pablo, el cual significa “pequeño”. Su contacto íntimo con Cristo cambió al pretencioso fariseo en otro hombre.

Pablo mismo habla de tres grados hacia abajo en su experiencia personal, y así es crecer en la gracia: Yo soy el más pequeño de los apóstoles, 1 Corintios 15.9. Soy menos que el más pequeño de todos los santos, Efesios 3.8

La alimentación

“… que habite Cristo por la fe en vuestros corazones … arraigados y cimentados en amor”, Efesios 3.17. Las raíces buscan alimento, no tanto para sí, sino para el árbol arriba. Ellas tienen el doble ministerio de alimentar y fortalecer a éste.

Como la firmeza del árbol depende de sus raíces, así con una persona: cuando la profesión de fe es sólo superficial, no puede durar. Las raíces del árbol se profundizan y se fortalecen, y es notable que de acuerdo con la extensión de las ramas, así es la de las raíces abajo en la tierra.

El creyente que va llenando su cabeza con doctrina sin ponerla por práctica es como un árbol sin raíces. Es una maravilla como las raíces consiguen lo que es bueno y rechazan lo que es malo. Así el Espíritu Santo dirige el creyente en escoger lo que le conviene — “para que aprobéis lo mejor”, Filipenses 1.10 — y a rehusar lo que no le conviene. La conciencia del cristiano le indica la una y la otra. Cristo mismo es el hortelano; la Palabra es nuestro alimento; el Espíritu Santo aplica la verdad a nuestro corazón.

El crecimiento

“Siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo”, Efesios 4.15. Aquí hay el crecimiento hacia arriba; el conocimiento de nuestro Señor JesuCristo va llevándonos más cerca del cielo y más apartados del mundo. Al ir asimilando las virtudes de Aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable, seremos sacerdotes suyos y anunciaremos sus virtudes.

Además de crecer hacia arriba, el árbol se extiende lateralmente con sus ramas que van en toda dirección, cada una llevando su fruto. Así debe ser el creyente en su desarrollo espiritual, no sólo creciendo sino llevando las gratas nuevas de salvación en derredor. El que se ha alimentado de la manera que hemos dicho, se interesa por repartir la Palabra impresa y decir la palabra en sazón a los que están perdidos y sin Cristo. Hay una advertencia solemne en Juan 15.2: “Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará”. En cambio, “El que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto”.

Gálatas 5 nos presenta una lista de las obras de la carne y otra del fruto del Espíritu. Este fruto consta de nueve cosas buenas, que aparecen en tres grupos:

Amor, gozo y paz para uno mismo. En comunión con nuestro Señor, ésta será nuestra porción rica; pero, cuando hay pecado sin confesar, mundanalidad o descuido en nuestros ejercicios espirituales, el creyente no goza de estas bendiciones.

Paciencia, benignidad y bondad. Este es el racimo que debemos tener para nuestros hermanos y también para los que no son salvos.

Fe, mansedumbre y templanza es la parte en nuestra vida que agrada a Dios. “Sin fe es imposible agradar a Dios”, Hebreos 11.6.

Que seamos árboles robustos, hermosos y fructíferos en la viña de nuestro Señor. Que no seamos higuera estéril, como la de la parábola que no dio nada en tres años.

053     Escudos de oro

Ver
Sisac rey de Egipto … tomó los tesoros de la casa de Jehová … y en lugar de ellos hizo el rey Roboam escudos de bronce … 2 Crónicas 12.9 al 11  Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno, Efesios 6.16 … a los que habéis alcanzado, por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo, una fe igualmente preciosa que la nuestra, 2 Pedro 1.1.

El rey de Egipto robó los escudos de oro, pero Roboam hizo otros de bronce para disimular. Al irse a la casa de Dios, los estrenó, y luego mandó devolverlos a la cámara. Era una mera apariencia.

El rey de Egipto es un tipo de Satanás; Egipto, un tipo del mundo. Es posible cuando vamos al culto en la casa de Dios, estrenar una fe disimulada, y al regresar del mismo, poner a un lado nuestro escudo de bronce y seguir una vida sin fe. En Efesios 6.16 vemos que el escudo de la fe es nuestra defensa para apagar los dardos de fuego del maligno, Satanás.

La fe es el vínculo vital que nos une con Cristo. Es la capacidad con que podemos aplicar prácticamente la Palabra de Dios a nuestras vidas y actividades. Es la confianza con que apropiamos las promesas preciosas; 2 Pedro 1.4.

Cuando Abraham descendió a Egipto el diablo le había robado su escudo de oro. No tenía altar; había perdido contacto con Dios y su testimonio delante de los inconversos. En lugar de fe en Dios para protegerle, se amparó detrás de una mentira. Fue despachado como indeseado.

David perdió su escudo de oro delante del gigante Miedo, y cambió la sombra del Omnipotente por la protección del rey de los filisteos. Salió fracasado. El valiente Pedro fue robado de su escudo de oro y derrotado por las palabras de una muchacha.

Estos ejemplos son alertas para nosotros. Los tesalonicenses, en cambio, se caracterizaban, según el primer capítulo de su primera epístola, por la obra de su fe, que era su conversión, y por la extensión de su fe en el testimonio. Ellos estaban vestidos con la coraza de fe para proteger su corazón; 5.8.

En estos días de materialismo por todos lados, hay la tendencia de quitar la vista de nuestro Señor y de quitar el oído de su Palabra, interesándonos más en la prosperidad temporal que en la espiritual. Cambiamos a veces la vida de fe por una sensual, agradando la carne y no a Dios. ¡Que el Señor nos ayude a retener el escudo de oro! “No perdáis [botar] pues vuestra confianza, que tiene grande galardón”, Hebreos 10.35. En la antigüedad los gladiadores en el Coliseo de Roma y otras partes peleaban con espada hasta que el vencido botaba su escudo en señal de rendición.

Romanos 12, que es el capítulo de la consagración, termina con dos clases: los que son vencidos de lo malo y los que vencen con el bien el mal. Queremos estar entre los vencedores cuando Cristo venga. “Ahora, hijitos, permaneced en él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza, para que en su venida no nos alejemos de él avergonzados”, 1 Juan 2.28.

054     Una familia valiente para Dios

Ver
En 2 Crónicas leemos de Joiada, un fiel sacerdote de Dios, su esposa Josabet y el hijo de ese matrimonio, Zacarías. Ellos están en 22.10 al 12 y 24.15 al 25.

La mujer

Era una época en la historia de la nación como una noche tenebrosa, pero vemos a tres valientes testigos del Señor como estrellas alumbrando una escena lúgubre. Cuando la mujer pagana Atalía vio su oportunidad de apoderarse del trono mediante el asesinato de toda la descendencia real, hubo en cambio una mujer santa que tuvo el valor de entrar y rescatar al más pequeño de los príncipes, Joás, y esconderlo con su ama en la casa de Dios. Lo hizo en perfecto acuerdo con su marido. Ella era el vaso escogido por Dios para salvar la nación de la ruina.

Nos hace pensar en otras mujeres santas que Dios pudo usar en tiempos críticos para la nación, como la madre de Moisés y la de Samuel; y en el Nuevo Testamento hay María, madre de nuestro Señor. El apóstol Juan dirige su segunda carta “a la señora elegida”, y le felicita por sus hijos que estaban andando en la verdad. Seguramente, como en el caso de Timoteo, esos hijos debían mucho a su madre por su fidelidad con ellos en enseñarles el camino en el cual debían andar.

El sacerdote

Cuando el niño Joás andaba en siete años, el sacerdote Joiada organizó a los levitas, jefes del ejército y príncipes, e hicieron los preparativos para coronar al heredero legítimo del trono. En todo esto fueron apoyados por Dios y llevaron a cabo el propósito. Fue un momento dramático cuando la reina usurpadora Atalía entró y, rasgando sus vestidos, gritó: “¡Traición! ¡Traición!” El juicio de Dios le alcanzó y fue muerta a filo de espada.

En su edad tierna el rey joven mostró mucha devoción a las cosas de Dios. El país fue limpiado de todo culto a los baales y un gran trabajo se empezó para reparar el templo de Dios y establecer el culto verdadero. Todo iba marchando bien mientras Joás estaba bajo la buena influencia del sacerdote Joiada. Dios prolongó maravillosamente la vida de éste hasta los 130 años, sin duda para que el rey pudiera estar más y más afirmado en los caminos del Señor.

La nación

Pero ¡qué desenlace fatal tiene la historia de Joás! No tenía convicción propia ese hombre, ni agradecimiento por las bondades de Josabet y Joiada. Después de la muerte de éste, él se dejó llevar por completo de los príncipes impíos, abandonando la casa de Dios y volviendo a la idolatría pagana.

Ellos no quisieron escuchar a los profetas que Dios les envió, y por fin el Espíritu de Dios vino sobre Zacarías, hijo de Joiada. Con mucho valor él denunció el gran pecado de Joás y sus compañeros, alertándoles que si no se arrepentían Dios los abandonaría. En lugar de humillarse delante de la palabra de Dios, se ensoberbecieron, haciendo conspiración contra Zacarías, “y por mandato del rey lo apedrearon hasta matarlo, en el patio de la casa de Jehová”. La última palabra de aquel fiel mártir fue: “Jehová lo vea y lo demande”.

Dios no perdió tiempo en cobrar la cuenta. Ya su paciencia estaba agotada, y “a la vuelta del año” los sirios con un ejército pequeño vinieron a Jerusalén. Dios entregó en sus manos las tropas más numerosas de Judá, quienes destruyeron a todos los principales cómplices de Joás, y enviaron el botín al rey de Siria. Dejaron a Joás agobiado por sus dolencias y sus mismos siervos le mataron en la cama.

Nosotros

Hay el peligro en estos postreros días que una generación nueva se levante con la intención de apartar al pueblo del Señor de las sendas antiguas, como hicieron aquellos príncipes de Joás. Leemos en Jueces 2.10 de una situación de esta índole: “Se levantó después de ellos [aquellos ancianos que sobrevivieron a Josué] otra generación que no conocía a Jehová”. El resultado lamentable fue la apostasía, cuando Dios los entregó a ladrones que los despojaron, y los vendió en manos de sus enemigos de alrededor.

Gracias a Dios por las hermanas fieles, al estilo de Josabet, que hay entre nosotros, quienes no se dejan llevar por las cosas del mundo y son consagradas en sus asambleas como madres en Israel, asistiendo a las reuniones y cuidando de sus hijos. Las bendiciones del Señor sean para las tales.

También gracias al Señor por los ancianos fieles como Joiada que se empeñan en guiar a los jóvenes (como Joás) por caminos de justicia, aunque su obra no sea agradecida. Finalmente, gracias al Señor por los que como Zacarías testifican noblemente por el Señor en tiempos cuando hay defección espiritual, con el anhelo de devolver su pueblo a él.

055     Cinco hombres de convicción

Ver
  1. José, el esclavo

El dijo, No a la tentadora, Génesis 39.7 al 9.

Este joven fue vendido por sus hermanos, llevado a Egipto y comprado por un tal Potifar, oficial de Faraón. La honradez de José le ganó la plena confianza de este amo, pero su buen parecer despertó en la mujer de Potifar la concupiscencia. Ella hizo lo posible para que él cayera con ella en la fornicación.

Aunque alejado de su hogar y de sus padres, “Dios estaba con José”, y le fortaleció contra el ataque carnal. Le dijo a la mujer, “¿Cómo pues haré yo este gran mal, y pecaría contra Dios?” El ganó la victoria por su temor de Dios. Huyó del peligro y salvó su testimonio.

Oigamos el consejo santo del gran apóstol a su hijo Timoteo: “Huye también de las pasiones juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz”, 2 Timoteo 2.22. Hoy en día el joven creyente, sea varón o hembra, se halla rodeado de la corrupción que está en el mundo. Pero, como José, no debe contemporizar con el pecado, sino saber decir No.

  1. Urías, el soldado

El dijo, “Yo no haré tal cosa”, 2 Samuel 11.10,11.

En medio de un ambiente lúgubre, cuando David había consumado su nefando pecado contra Dios y mayor crimen contra su prójimo, la noble respuesta de Urías brilla como un rayo de luz entre las tinieblas. El no cedió a la tentación de la flojera en tiempo de guerra. David era culpable de flojera, quedándose en la casa cuando su patria le necesitaba para enfrentarse al enemigo, pero no pudo influir en Urías para que éste esquivara su deber como soldado.

Sus camaradas estaban peleando y de corazón él estaba con ellos. “El arca e Israel y Judá están bajo tiendas, y mi señor Joab, y los siervos de mi señor, en el campo; ¿y había yo de entrar en mi casa para comer y beber?”

Así el apóstol exhorta a Timoteo, “Pelea la buena batalla de la fe”, y “Sufre penalidades como buen soldado de JesuCristo”. No hay tanta persecución en esta época, y la tentación es de abandonar las filas y amistarse uno con el mundo. Fue así con Demas; no le agradó el rigor de sufrir con Pablo en Roma, así que buscó una forma de vida más agradable. Sin duda él perdió la corona.

El apóstol, en cambio, peleó la gran batalla y su Capitán estaba esperando recibirle en gloria para decirle, “Bien, buen siervo y fiel … entra en el gozo de tu Señor”, Mateo 25.21. Si sufrimos aquí, reinaremos con él allí.

  1. Nabot, el súbdito

El dijo, “Guárdeme Jehová de que yo te dé a ti la heredad de mis padres … No te daré la heredad de mis padres”, 1 Reyes 21.1 al 4.

Nabot era otro hombre de convicción. Su viña había llegado a sus manos por disposición de Dios, y para él era una posesión sagrada que no debía vender. Por lo tanto él no cedió a la solicitud — o la amenaza — del rey.

Todo creyente en Cristo ha recibido una herencia espiritual. La obra de la cruz le ha traído bendiciones y privilegios que no puede comprar con dinero. Ha recibido el conocimiento de la verdad y no debe venderlo. Ha sido separado del mundo y, si ha sido congregado al nombre del Señor JesuCristo, está en la responsabilidad de guardarse en la comunión.

Judas Iscariote vendió al Señor, y Satanás quiere negociar con el creyente como en el caso de Esaú. Lamentablemente hay quienes cambian su herencia espiritual por las cosas materiales. Se ausentan de la cena del Señor, abandonan la oración colectiva, descuidan la lectura de la Palabra y hasta cambian su oración privada por una especie de rezo. En Filipenses 3.18,19 leemos de una clase de gente que “sólo piensan en lo terrenal”.

El verdadero creyente no perderá su vida ni saldrá del tribunal de Cristo con pérdida. Nabot murió a manos de la sangrienta reina Jezabel, pero fue un mártir para la gloria de Dios. “Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de vida”, Apocalipsis 2.10.

  1. Mardoqueo, el consejero

El pudo decir No al compromiso de arrodillarse ante Amán, Ester 5.9.

Amán el agagueo era enemigo de Dios y su pueblo, y quería que Mardoqueo se humillara ante él. Los demás siervos del rey lo hacían, porque así lo había mandado el rey mismo, pero la conciencia de Mardoqueo no le permitía hacer tal cosa aunque corriera peligro de muerte por su resistencia.

Su firmeza provocó la ira y venganza de Amán quien, siguiendo el consejo de su mujer y amigos, mandó hacer una horca para colgar a Mardoqueo en ella; véase Ester 3.5 al 14.

No aparece el nombre de Dios en todo el libro de Ester, pero se ve su mano invisible actuando a favor de este hombre santo. Mardoqueo llegó a saber de un complot para asesinar al rey. Lo denunció; los conspiradores fueron ahorcados; y, todo fue escrito en el registro del rey. Así se puso fin al asunto, pero cierta noche Dios no permitió al rey dormir. El mandó traer el libro y supo lo que había hecho el judío. “¿Qué honra se le hizo a Mardoqueo por esto?” quiso saber el mandatario. Sin entrar en detalles, vemos ensalzado por el rey al hombre que no quiso rebajar el nombre de su Dios, y encontramos a Amán encargado del asunto.

Además de todo esto, leemos del nefando propósito de Amán de exterminar a todos los judíos en el imperio de los medos y persas. La mano de Satanás estaba detrás del asunto para destruir “la simiente de la mujer” para que no viniera el Salvador del mundo. Otra vez Dios impone su soberano poder, y por medio de la intercesión de Ester todo sucede al revés.

Como resultado del arrepentimiento, humillación y amargo clamor de los judíos — incluso de Mardoqueo, 4.1,3,16 — Dios concede a su pueblo terrenal una victoria aplastante sobre todos sus enemigos. Amán fue ahorcado sobre la misma estructura que él mandó a preparar para Mardoqueo.

“Mía es la venganza. Yo pagaré, dice el Señor”, Romanos 12.19.

En una de las tres tentaciones leemos que Satanás llevó a nuestro Señor a un monte muy alto, y le ofreció la gloria de todos los reinos si postrado le adorara. La noble respuesta fue: “Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás”. Como Mardoqueo, El no dobló la rodilla ante el dios de este siglo. Satanás es todavía el príncipe de la potestad del aire y sigue ofreciendo buena remuneración a los que están dispuestos a negar a su Dios y doblar la rodilla a él.

No lo haga, hermano o hermana, por halagüeñas que sean las ofertas o grandes las amenazas. Dios ha dicho, “Honraré a los que me honran”, 1 Samuel 2.30. Hay hermanas que se doblan ante el dios de la moda, y hay varones que doblan la rodilla ante el dios de la política, apartándose ambos de la senda de la separación del mundo.

En cambio, pensamos en los días de Elías el profeta, cuando Israel estaba dándole las espaldas a Dios y sirviendo a Baal con sus prácticas abominables. El profeta pensaba que sólo él había quedado fiel, pero Dios le contestó que había siete mil más que tampoco habían doblado la rodilla ante Baal.

Tomemos aliento; en toda época Dios puede contar con hombres y mujeres cuyo amor para con él es fiel en hechos además de palabras. ¡Que el Señor nos permita figurar en el grupo hasta que El venga!

  1. Daniel, el sabio

Primeramente, él propuso en su corazón no contaminarse con la comida del rey, Daniel 1.8.

La convicción de abstenerse de las viandas reales fue motivada por el temor de Jehová. El salmista dijo: “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová”, y Daniel no era solamente hombre sabio por sus conocimientos científicos sino en lo espiritual también. Desde muchacho fue convertido a Dios y, como Timoteo, “sabio para la salvación”.

El libro de Daniel empieza con la entrega del impío rey Joacim a Nabucodonosor de parte de Dios. Fue encadenado. En el undécimo año de su reinado él murió y fue dado “la sepultura de un asno”, que quiere decir que su cuerpo fue arrastrado fuera de la ciudad para pudrirse en el campo raso; Jeremías 22.19.

Parece cosa rara que de ese ambiente de impiedad salieran jóvenes de la excelencia de Daniel, Sadrac, Mesac y Abed-nego, pero debemos tener presente que había una luz en medio de la oscuridad durante el reinado del infame Joacim. Hombres fieles de Dios, como Jeremías, Baruc, Elnatán, Delaía y Gemarías — véase Jeremías 36.25 — protestaron enérgicamente contra la apostasía e iniquidad de su época.

Daniel salió de Jerusalén sin haber sido contaminado por lo que le rodeaba, y al llegar a Babilonia fue fortalecido para sostenerse limpio y puro para Dios. No obstante el hambre que sin duda había, tanto en el asedio de Jerusalén como en el largo camino a pie a Babilonia, este cautivo pudo resistir la gran tentación de comer lo que el rey le enviaría.

¿Por qué? Daniel sabía que la comida y el vino habían sido ofrecidos primeramente a ídolos y por lo tanto eran contaminados. El y sus compañeros escogieron comer legumbres y beber agua, obedeciendo a su conciencia antes que a su apetito. Al cabo de diez días de prueba el jefe eunuco vio que sus rostros evidenciaban una salud mayor que la de aquellos que comieron las viandas reales.

Daniel ganó la primera prueba, la de su comida. La segunda fue un propuesto cambio de nombre. Se proponía darle el nombre de Beltsasar, identificándole con Bel, el dios del rey pagano. Otra vez, por convicción, salió vencedor. Si Daniel hubiera aceptado ese cambio de nombre, hubiera ganado favor ante otros, pero su propio nombre significaba, “Dios es mi juez”, y cada paso suyo fue ordenado por disposición divina.

El tercer cambio que otros procuraron imponer fue en cuanto a su fe en el Dios vivo y verdadero. Los gobernadores dijeron en el 6.5: “No hallaremos contra este Daniel ocasión alguna para acusarle, si no la hallamos contra él en relación con la ley de su Dios”. Su convicción fue tan firme, y su comunión tan íntima, que él prefirió pasar la noche en el foso con los leones hambrientos que negar a su Dios.

Otra vez ganó la prueba, y Dios pudo revelar a su siervo los detalles más profundos de su programa profético. Le fue otorgada una distinción sublime cuando el ángel se dirigió a él con las palabras, “Muy amado”, o, “Varón de mi delicia”. ¡Cuán contento quedó el corazón de Dios con su siervo que le honró en todo!

Que estos cinco ejemplos de hombres destacados por su convicción sean una inspiración para nosotros en procurar vivir para la gloria de Dios.

056     Guarda, ¿qué de la noche?

Ver
Guarda, ¿qué de la noche? El guarda respondió: La mañana viene, y después la noche. Isaías 21.11,12

En tiempos antiguos, mucho antes de la invención del reloj, los guardas de las ciudades patrullaban las calles durante las horas de la noche. De esto se habla en Cantares 3.3, por ejemplo. Los guardas eran personas que podían informar las familias en sus casas cómo avanzaba la noche. Ellos se fijaban en la luna y las estrellas y podían decir con certeza cuál era la hora o vigilia.

Entre el pueblo de Dios hay ahora los que están vigilando la grey de Dios y con la mira en las cosas de arriba ellos tienen conocimiento de los tiempos. El apóstol Pablo pudo decir: “Conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño … la noche está avanzada, y se acerca el día”, Romanos 13.11,12.

En la escena que describe el profeta Isaías, parece que desde su cama alguna persona está pendiente de la hora de levantarse, tal vez por algún viaje que tiene por delante. Cuando oye pasar el guarda enfrente de su puerta, le llama diciendo, “Guarda, ¿qué de la noche?” Viene la contesta: “La mañana viene”. Quiere decir que es hora de levantarse.

En su tiempo el patriarca Enoc era guarda fiel. Su andar y comunión íntima con Dios le indujo a denunciar la impiedad de los hombres y a la vez advertir que, “El Señor vino con sus santas decenas de millares para hacer juicio contra todos”, Judas 14,15. En otra época hubo doscientos principales de Isacar, entendidos en los tiempos y que sabían lo que Israel debía hacer, “cuyo dicho seguían todos sus hermanos”, 1 Crónicas 12.32. El empeño de estos varones era asegurar el reino para David.

Nuestro Señor JesuCristo, como David en Ziclag y Hebrón, es rechazado actualmente por la mayoría, pero Dios tiene a los que están empeñados en lograr el ensalzamiento de aquel que es el verdadero rey. Ellos tienen entendimiento de las Sagradas Escrituras que nos indican que la venida del Señor se acerca. Los de Isacar daban su consejo a la luz de lo que iba a suceder, y en nuestros tiempos conviene obedecer a nuestros pastores, porque ellos velan por nuestras almas.

Pero el guarda en Isaías tenía algo más que decir: “Después de la noche”. Cuando venga nuestro Señor los santos serán trasladados a su glorioso hogar donde no habrá más noche. Cristo, el lucero de la mañana, introducirá los suyos a un día eterno. Después vendrá una noche para este pobre mundo.

No habrá más luz del Evangelio, sino que las potestades de las tinieblas reinarán siete años por lo menos. Cristo dijo, “Me es necesario hacer las obras del que me envió entre tanto que el día dura. La noche viene cuando nadie puede trabajar”, Juan 9.4. El siempre procuraba redimir el tiempo, y antes que fuese a la cruz pudo decir en oración, “Padre … he acabado la obra que me diste que hiciese”. Por su parte, Pablo dijo al fin de su vida, “He acabado la carrera, he guardado la fe”.

Con la venida del Señor nuestro día de servicio en la tierra terminará. Por esto hacemos bien en imitar el ejemplo del Señor, no desperdiciando el tiempo y las oportunidades que se nos presentan. Un piadoso siervo de Dios de otra época tenía tanto empeño por emplear bien el tiempo que mandó grabar en su reloj la leyenda: “La noche viene”. Al averiguar la hora del día, él se acordaba que su responsabilidad era de usar bien el tiempo.

Hermanos, el tiempo es corto; la venida del Señor se acerca. Si queremos que nuestros hijos nos acompañen cuando El venga, o si queremos tener algún fruto para ofrecerle en aquel día, debemos emplear el tiempo bien y para su gloria. No debemos ser como aquél de quien su amo tuvo que decir: “Siervo malo y negligente … quitadle, pues, el talento y dadlo al que tiene diez talentos”.

057     Llenos de todo gozo

Ver
El Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer. Romanos 15.13

El capítulo 12 de Isaías nos relata el regocijo y canto que esperan a Israel en un tiempo todavía futuro cuando el Señor Jesús recibirá el honor que le corresponde sobre el trono de David y establecerá su reino milenario conforme el profeta había escrito en el capítulo anterior.

Diecinueve siglos atrás, aquel pueblo engañado clamó ante Pilato, “Que sea crucificado; ¡no queremos que éste reine sobre nosotros!” Habiendo rechazado a su Rey, desde ese entonces hasta ahora ellos han cosechado la amargura terrible de su nefasta escogencia. El odio que manifestaron hacia el amado Hijo de Dios les ha sido devuelto en plena medida; ellos sembraron viento y están segando torbellino, como lo expresa Oseas.

Hoy día* ese pueblo presenta un cuadro triste mientras huye de sus perseguidores o endecha sus muertos. Pero su futuro glorioso no está tan lejos; Dios no se ha olvidado de ellos. Viene tiempo cuando, con corazones arrepentidos, aclamarán su verdadero Mesías. “Por la noche durará el lloro, y a la mañana vendrá la alegría”, Salmo 30.5.

* El artículo fue escrito en 1939, al comienzo de la Segunda Guerra Mundial.

Bien, pero cuando el hijo de Dios asigna al Señor JesuCristo su debido lugar de gobierno en el corazón, el resul-tado aquí y ahora es regocijo y canto. La razón obvia por qué tantos de nosotros no estamos experimentando este estado feliz es que la mundanalidad y carnalidad están asumiendo el lugar que le corresponde a nuestro Señor.

Los seis versículos de Isaías 12 nos sugieren seis fases de regocijo espiritual que son parte de la primogenitura del pueblo de Dios.

Versículo 1: Cantaré a ti, oh Jehová

Este es el gozo de la salvación: “… aunque te enojaste contra mí, tu indignación se apartó”. Cuando el alma experimenta el perdón del pecado y la paz con Dios, cuando el santo evangelio entra con toda su virtud consoladora y uno encuentra reposo en la obra ya terminada de Cristo, viene el gozo de la salvación.

Que seamos guardados en la sencillez del primer amor, no cansándonos nunca de cantar del día feliz cuando encontramos al Señor y El a nosotros. Pobre David renunció ese gozo cuando se desvió a la senda del pecado, y más adelante tuvo que clamar de corazón contrito, “Vuélveme el gozo de tu salvación”, Salmo 51.12.

Sin este gozo, no hay testimonio efectivo para Dios. ¡El cristiano infeliz es como el hombre que pierde el hacha y se queda con sólo el cabo en la mano!

Versículo 2:  Mi fortaleza y mi canción es Jah Jehová

En Nehemías 8.10 leemos, “El gozo de Jehová es vuestra fuerza”. El ministerio fiel de los siervos de Dios en esa época produjo el verdadero arrepentimiento en los corazones de su pueblo, de manera que “todo el pueblo lloraba oyendo las palabras de la ley”.

El gozo del Señor no consiste en ocuparnos con las bendiciones nuestras, sino con el Benefactor. La vida cristiana es encontrar nuestra satisfacción en la propia persona de Cristo.

Versículo 3: Sacaréis con gozo aguas de las fuentes de la salvación

Cuando uno tiene el gozo de la salvación y el gozo de la presencia del Señor en su vida, entonces hay este gozo que se concentra en la Palabra de Dios. El autor del Salmo 119 lo tenía: “Me regocijo en tu palabra como el que halla muchos despojos”, versículo 162. El tenía para las Escrituras el apetito que un muchacho de escuela tiene para su cena, y el resultado se veía en el crecimiento espiritual y la energía que Dios da.

Al contrario, cuando los periódicos, las revistas y literatura parecida quitan el apetito por la Biblia, el lenguaje del creyente se torna en aquél del pueblo descontento de Israel en el desierto: “Nuestra alma tiene fastidio de este pan tan liviano”, Números 21.5.

Versículo 4: Cantad a Jehová … haced célebres en los pueblos sus obras.

Ahora encontramos el gozo de testificar. Mientras Israel andaba cerca de Jehová, ellos eran un testimonio ante las naciones. Aun la reina de Sabá emprendió ese largo viaje para conocer la manifestación del poder y sabiduría e Dios manifestado en Salomón. Ella exclamó, “Bienaventurados tus hombres, y dichosos estos siervos tuyos”, 2 Reyes 10.8.

Cuando los apóstoles testificaron en el Día de Pentecostés a su Señor resucitado, su regocijo fue tan evidente que los burladores afirmaron que los doce estaban ebrios. Silas y Pablo no represaron su gozo aun estando en el calabozo de más adentro en Filipos. Ellos cantaron himnos de alabanza a medianoche, con el resultado inevitable que el carcelero se interesó por la salvación de su alma.

Versículo 5:  Cantad salmos a Jehová

Habiendo hecho “célebres en los pueblos” las obras de Jehová, el profeta ahora expresa el gozo de la adoración, cantándole salmos “porque ha hecho cosas magníficas”. El libro de Salmos es un tomo de cantos, un himnario, lleno de alabanza y adoración, y gozo es su nota predominante. David, cuando estaba en el desierto de Judá, exclamó en Salmo 63.5: “Con labios de júbilo te alabará mi boca”.

María, madre de Jesús, era un adorador gozoso: “Mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador”, Lucas 1.47. Se nos relata en Juan 20.20 que cuando Jesús se presentó en el aposento alto, los discípulos “se regocijaron viendo al Señor”. ¡Cuan deprimente debe ser al corazón de Dios cuando su pueblo le ofrece una forma de adoración insípida y carente de ese regocijo por estar ante él!

Versículo 6: Regocíjate y canta

Finalmente, encontramos aquí el gozo de la venida del Señor; “grande es en medio de ti el Santo de Israel”. El punto culminante del gozo del pueblo terrenal de Dios será la presencia visible del Mesías entre ellos aquí.

No dudamos de que el regocijo de ellos no encuentre límites en aquel día, pero creemos que lo sobrepasará el gozo inefable que será nuestro en el rapto. La Iglesia, sin mancha ni arruga, estará en la presencia suya para verle cara a cara, morar con él y ser semejante a él por la eternidad.

¡Cómo será la relación particular de cada uno en aquel momento, cuando con Pablo le reconozcamos y exclamemos: “El Hijo de Dios, quien me amó y se entregó a sí mismo por mí!” El descenderá con voz de aclamación y trompeta de Dios, y no sólo nosotros los vivos sino todas las multitudes de los redimidos serán resucitados y su gozo cumplido.

Mientras tanto, que nuestras almas sean libradas de las vanidades de este mundo para vivir en la expectación de la consumación del “gozo y paz en el creer” que nos da el Dios de esperanza.

058     Tres despertamientos en Isaías

Ver
Despiértate, despiértate, vístete de poder, oh brazo de Jehová; despiértate como en el tiempo antiguo, en los siglos pasados, Isaías 51.9

Es el lenguaje de los fieles de Israel en una época futura, suplicando a Dios de todo corazón por una manifestación de su poder a favor de Sión y la nación. Entendemos que en este caso “el brazo de Jehová” es una persona: Cristo. Un espíritu de confesión y súplica precederá aquella grandiosa obra de Dios a favor de Israel en los días de la gran tribulación.

¿No podemos aprender nosotros también, en estos días en que vivimos, que si deseáramos restauración, avivamiento y bendición, debe haber primeramente un espíritu de confesión y súplica?

Aquellos suplicantes le hacen a Dios recordar los tiempos antiguos — varios miles de años — cuando El destruyó los ejércitos de Faraón para sacar a su pueblo “por camino seco en medio de las profundidades del mar”. Para ellos Dios nunca ha perdido su poder. Al comienzo del capítulo leemos: “No se ha acortado la mano de Jehová para salvar, ni se ha agravado su oído para oir”.

Dios en su clemencia se tarda muchas veces en “cobrar la cuenta”. Pero en el caso de Israel en este capítulo, aquella nación ha tenido que cosechar lo que sembró, encontrándose ya en los tres años y medio de gran aflicción. Si nosotros, su pueblo redimido, quisiéramos evitar la mano castigadora de nuestro Padre celestial, debiéramos confesar nuestro pecado y apartarnos de él. “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”.

Despierta, despierta, levántate, oh Jerusalén, que bebiste de la mano de Jehová el cáliz de su ira, Isaías 51.17

La respuesta del Señor al clamor de su pueblo es una llamada a Jerusalén a levantarse. Ahora Dios está dispuesto a abogar por los suyos; dice el versículo 22 que El aboga por ellos. La cosa será al revés: sus enemigos serán angustiados y beberán del cáliz de la ira divina.

Se trata de esto en Apocalipsis 19, donde vemos al Señor JesuCristo saliendo del cielo montado sobre un caballo blanco, con toda su magnificencia de Rey de reyes y Señor de señores. El pisotea a sus enemigos y libra a Jerusalén y a los fieles de la nación de Israel de aquellos que los destruían.

En aquel día los ejércitos celestiales acompañarán a su glorioso Señor, y nosotros seremos manifestados con él. “Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria”, Colosenses 3.4. Su venida se acerca, y El nos llama ahora: “Levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca”, Lucas 21.28.

Despierta, despierta, vístete de poder, oh Sion; vístete tu ropa hermosa, oh Jerusalén, ciudad santa; porque nunca más vendrá a ti incircunciso ni inmundo, Isaías 52.1

El profeta puede ver a lo largo de los siglos venideros el cumplimiento pleno de la súplica angustiosa de Israel a su Dios: “Vístete de poder, oh brazo de Jehová”. El reloj profético tocará la hora para la restauración de Sión y su preparación para recibir al gran Rey. Dios es un Dios de orden; El no hace las cosas precipitadamente, ni actúa antes del tiempo ni después del tiempo.

Una de las razones porque ha transcurrido tanto tiempo desde el cumplimiento de la profecía de Isaías es que primeramente el Señor JesuCristo ha de venir y llevar su Iglesia al cielo. La formación de la Iglesia ha sido una obra lenta pero segura, y está llegando rápidamente a su consumación.

No se puede ignorar que hay indicaciones en los acontecimientos mundiales que apoyan esta creencia. Hay el movimiento nacionalizador de Israel, el movimiento ecuménico en el romanismo y el protestantismo, el mercado común en Europa con la aparente restauración del antiguo imperio romano, y se hace palpante entre los que se congregan en el nombre del Señor el espíritu de tibieza cual Laodicea.

“Velad, pues”, advierte El en Mateo 25.13, “porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir”. Tomemos a pecho, como una llamada divina a nosotros, las palabras del versículo 2 de este capítulo en Isaías: “Sacúdete del polvo … suelta las ataduras de tu cuello”. O sea, librémonos de los amarres de este mundo, las cosas de la carne y las cosas materiales que nos impiden dar al Señor la prioridad de nuestro tiempo y nuestras vidas. El tiempo es corto.

059     El cinto de lino de Jeremías

Ver
Este fiel siervo de Dios era sacerdote en Judá pero Dios le escogió como su profeta desde antes de nacer. Al morir el buen rey Josías a la edad de treinta y nueve años, la nación iba corriendo desenfrenadamente tras los ídolos y el culto abominable de los paganos, hasta que Dios tenía que llevar a cabo la más terrible forma de castigo contra ella. Desde el rey y la reina hasta los sacerdotes y falsos profetas, apostataron. Mediante su siervo Jeremías, Dios procuró con paciencia, ruegos, promesas y amenazas volverlos a los caminos suyos.

Jeremías se llama “el profeta de lágrimas” y es un precioso tipo del Señor JesuCristo, el Varón de dolores experimentado en quebranto. Tuvo un corazón tierno y amable de verdadero pastor, y a la vez un celo inapagable por la gloria de Dios. Como la gente se ponía sorda a los mensajes de Dios, él tuvo que hablarles por medio de parábolas, como hizo también nuestro Señor JesuCristo en el Nuevo Testamento.

Veamos el relato en Jeremías 13 sobre el cinto del profeta.

El pueblo de Dios

“Me dijo Jehová: Ve y cómprate un cinto de lino”. En el versículo 10 vemos que el cinto era como la nación de Judá. Fue comprado, y la nación había sido redimida de la esclavitud de Egipto a precio de la sangre del cordero. Nosotros también hemos sido comprados a precio infinito, y pertenecemos a Cristo de espíritu, alma y cuerpo.

“Cíñelo sobre tus lomos”, indicando así la relación íntima entre Dios y su pueblo, Juan 17.23: “Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad”.

El cinto de lino simboliza los privilegios y servicios sacerdotales. Bajo la ley el sacerdocio fue limitado a una sola familia, la de Aarón, pero bajo la gracia todos los redimidos, varones y hembras, somos un sacerdocio santo y real, 1 Pedro 2.5,9.

La contaminación

“No lo metas en agua”. El lino blanco se mancha fácilmente. Recuerdo que en cierta ocasión fui a visitar la casa de un creyente y me pusieron una vieja silla de cuero. Al terminar la visita me levanté para salir cuando un amigo me llamó la atención al hecho que había una mancha grande en el asiento de mi pantalón como también en las espaldas de mi saco. Era de humo y grasa que no se podía quitar fácilmente. Fue preciso regresar a casa y cambiar de flux.

Para estar en la presencia de Dios el sacerdote tenía que lavarse las manos y los pies y estar santificado, o de otro modo moriría. En 1 Corintios 11 el apóstol amonesta a los creyentes en cuanto a la necesidad del examen propio, la confesión y el apartamiento del pecado antes de ir a la Cena del Señor. Algunos de los corintios habían faltado en esto, y por lo tanto “muchos” estaban enfermos y “muchos” habían muerto. Así se ve cuán fatales pueden ser las consecuencias de faltar reverencia y santo temor por las cosas de Dios.

En Juan 13 vemos a nuestro Señor en el aposento alto ocupado en su ministerio sacerdotal, lavando los pies de sus apóstoles y dejándoles un ejemplo del amor hermanable puesto en práctica mutuamente en cuanto al estado espiritual los unos con los otros.

“Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado”, Gálatas 6.11.

El alejamiento

Jeremías tuvo que emprender un viaje muy largo desde Jerusalén hasta el río Eufrates, para meter el cinto en la hendidura de una peña. Después de muchos días tuvo que regresar al sitio donde estaba escondido el cinto, y “he aquí, el cinto se había podrido; para ninguna cosa era bueno”.

Judá estaba lejos en corazón de su Dios y “encuevado como una lapa” en su rebelión y soberbia. Había dejado de servir al Dios verdadero y estaba metido en tierra (el mundo); se había podrido y “para ninguna cosa era buena”. ¡Qué cuadro solemne de lo que puede suceder con el creyente que va alejándose de corazón de los caminos del Señor, hasta que se encuentra hundido en el mundo, completamente inutilizado para Dios, podrido por su soberbia y listo solamente para ser botado!

¿Es posible que un creyente verdadero puede llegar a tal extremo, por el descuido y por resistir la voz del Señor cuando le llama al arrepentimiento y la restauración? Sí, es posible. Tenemos los casos de Lot (encuevado, por cierto), Sansón, Salomón, Demas y “algunos” de 1 Timoteo 1.19 que naufragaron en cuanto a la fe.

El ministerio especial de Jeremías fue para volver al pueblo de Judá de su camino de perdición y efectuar en ellos una verdadera restauración de corazón a su Dios. Gracias al Señor, que después de setenta años en Babilonia, un remanente de fieles subió con Esdras, Nehemías y Zorobabel, ¡pero ay de aquellos que nunca regresaron!

El remanente

Dios tiene siempre su remanente. Aun cuando Elías creía que era el único que había quedado fiel, y él mismo se metió en una cueva por temor y desanimación, Dios le informó que El tenía siete mil hombres cuyas rodillas no se doblaron ante el ídolo Baal; 1 Reyes 19.18.

Queridos hermanos, no hay que desanimarse aunque la mayoría se haya apartado de su primer amor. Dios siempre tendrá su remanente fiel. Cristo pudo decir a la iglesia de Filadelfia: “Tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre”. Lo que agrada al Señor es la calidad antes de la cantidad. No debemos descuidar nuestra condición espiritual sino llevar siempre un testimonio sin mancha delante de Dios y los hombres. No debemos abandonar nuestro sacerdocio espiritual sino tener siempre ceñidos nuestros lomos con el cinto blanco de la verdad. “Estad pues firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad”, Efesios 6.14.

060     Cuatro obras del alfarero divino

Ver
Descendí a casa del alfarero, y he aquí que él trabajaba sobre la rueda. Y la vasija de barro que él hacía se echó a perder en su mano; y volvió y la hizo otra vasija, según le pareció mejor hacerla. Entonces vino a mí palabra de Jehová diciendo: “¿No podré yo hacer de vosotros como este alfarero …?” Jeremías 18

Adán

Una de las obras sublimes de Dios, el alfarero divino, fue la del primer hombre, Adán. “Hagamos al hombre a nuestra imagen”, Génesis 1.26. Sólo en este versículo hay la referencia en el capítulo a Dios en el plural. Al decir hagamos, la referencia es al Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, indicando que ésta es la obra insigne de la creación.

Causa en nuestros corazones admiración el pensar que para formar al hombre el Dios del alto cielo bajó hasta el polvo de la tierra. El pudiera haber usado el oro más famoso del universo pero tuvo a bien emplear material abundante y poco estimado.

Es humillante reconocer nuestro origen, pero aun así el hombre es la obra maestra de la creación. Desde el polvo Dios le ensalzó a tener señorío sobre los peces del mar, las aves del cielo y las bestias del campo. Sopló en su nariz aliento de vida, una palabra que figura en el plural en el texto hebreo, por cuanto (i) Dios le dio la vida física, la cual acaba cuando uno muere, y (ii) la vida del alma que es para la eternidad. En esto vemos una distinción entre el hombre y todas las demás criaturas. “Te alabaré, porque formidables y maravillosas son tus obras”, dijo el salmista en el 139.14 al referirse al ser humano.

Pero, “el vaso de barro que él hizo se echó a perder en su mano”. El primer hombre, tan pronto que salió de la mano del Hacedor, se echó a perder a causa del pecado. El Alfarero hizo otro según mejor le pareció. La calamidad que sucedió con el primer Adán parecía no admitir remedio, pero en su sabiduría infinita Dios ha podido producir una vasija nueva: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”, 2 Corintios 5.17.

Cristo

“Me preparaste cuerpo”, Hebreos 10.5.

Cristo, llamado el postrer Adán en 1 Corintios 15.45, es “espíritu vivificante”. El primer Adán fracasó pero el postrero fue engendrado del Espíritu Santo, y de una virgen El nació inmaculado y sin naturaleza pecaminosa. Esta sí es la obra trascendental de Dios.

Las excelencias del postrer Adán son innumerables y quedan más allá de nuestra comprensión. El profeta Isaías dio testimonio de él unos setecientos años antes de su nacimiento, diciendo: “Se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz”. El sería impecable, la personificación de amor puro, la plenitud de gracia y la preeminencia sobre todas las cosas.

Adán perdió su señorío sobre las criaturas, pero Cristo tuvo un dominio supremo, inclusive sobre los demonios. Al recibirle como Salvador, le entregamos sin reserva todo lo que tenemos y somos. Finalizada la Batalla de Trafalgar, el almirante francés abordó la fragata del almirante Nelson y extendió la mano para saludarle. Nelson no la recibió, sino dijo: “Su espada primeramente, y la mano después”. La rendición nuestra debe ser absoluta; nada de espada en mano; el lenguaje debe ser, “Dejo el mundo y sigo a Cristo”.

En cuanto al postrer Adán, podemos decir que El también se quebró en la mano del Alfarero. En el Calvario, en cumplimiento de los propósitos del Padre, aquella vida hermosa fue quebrada por un acto de violencia de parte de la criatura y por la justicia divina a la vez. “Se asombraron de ti muchos, de tal manera fue desfigurado de los hombres su parecer, y su hermosura más que la de los hijos de los hombres”, Isaías 52.14.

En Filipenses 2.6 al 8 vemos sus siete pasos hacia abajo:

> no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse

> se despojó a sí mismo

> tomando forma de siervo

> hecho semejante a los hombres

> se humilló a sí mismo

> haciéndose obediente hasta la muerte

> y muerte de cruz

Desde allí, la cruz, el Alfarero le hizo “otra vasija, según le pareció mejor hacerla:”

> le exaltó hasta lo sumo

> le dio un nombre que es sobre todo nombre

para que — se doble toda rodilla

> en los cielos

> en la tierra

> debajo de la tierra

> toda lengua confiese que es Señor

> para gloria de Dios Padre.

En el Calvario, “toda la multitud de los que estaban presentes en este espectáculo, viendo lo que había acontecido, se volvían golpeándose el pecho”, Lucas 23.48. Pero habrá otro “espectáculo”, y de éste leemos en Apocalipsis 5. La multitud será de millones y millones. Cristo, el Cordero inmolado, habrá sido resucitado y será ensalzado a lo sumo; en medio del trono de Dios, El será digno de recibir la plenitud de bendición, honra, gloria y poder para siempre, no sólo de los ángeles sino también de los “ancianos”, los representantes de la Iglesia.

La humilde vasija de barro de tierra habrá sido transformada en Rey de reyes y Señor de señores, llenando las alturas de la gloria celestial con la fragancia de su presencia y la memoria de su triunfo en la Cruz.

Israel

Dios en su gracia soberana escogió a Israel de entre todas las naciones del mundo. La promesa a Abraham, por ejemplo, fue: “Pondré mi pacto entre mí y ti, y te multiplicaré en gran manera”, Génesis 17.2. De un solo hijo, Isaac, Dios le prometió al patriarca hacer una nación tan numerosa como la arena del mar y las estrellas del cielo.

El libro del Éxodo empieza con el espectáculo triste de Israel como esclavos, como el polvo de la tierra en la estimación de Faraón. Ese pueblo tuvo que trabajar sin remuneración, y luego fue levantado otro rey todavía más cruel, quien quería matar a cada niño varón en Israel.

Así fue la situación con Israel cuando Dios descendió del cielo para ver su miseria y oir sus gemidos. Eran como barro en manos del gran Alfarero, y El empezó a obrar por Moisés y Aarón, quebrantando la resistencia de Faraón para sacar a su pueblo con triunfo y cargado con muchas riquezas que los egipcios les dieron para apurar su salida.

Ese pueblo pasó cuarenta años en el desierto, aprendiendo la lección importante que Dios vale para todo y ellos no valían para nada. Una vez en Canaán, les fue dada su herencia e Israel prosperó y se hizo grande. Pero sería cumplida la figura: El vaso que él hacía sería roto en la mano del alfarero.

Israel disfrutó de la gracia de Dios pero le dio las espaldas, entregándose a la idolatría y las demás abominaciones de los paganos. La nación despreció los esfuerzos de Jeremías y otros siervos de Dios que querían conducirles al arrepentimiento. Por fin Dios tuvo que traer a Nabucodonosor con sus ejércitos, los cuales matarían a miles. Además, llevaron los tesoros a Babilonia, prendiendo fuego a la ciudad de Jerusalén, la cual quedaría en ruinas por setenta años. Efectivamente, “la vasija de barro que él hacía se echó a perder en su mano”.

Luego hubo una restauración parcial por medio del ministerio de Esdras, Nehemías y otros fieles hombres de Dios, hasta aquel acontecimiento insigne del nacimiento de nuestro glorioso Salvador. “En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho”, pero, “el mundo no le conoció”, Juan 1.10. Las gentes despreciaron todo su amor y las bendiciones que El trajo, y al final gritaron, “¡Crucifícale!”, y, “Su sangre sea sobre nosotros y sobre nuestros hijos”. Le escupieron en el rostro, le insultaron y le abofetearon. Hasta el día de hoy el pueblo judío en general le tiene por impostor.

Unos 36 años más tarde, el ejército romano bajo el mando de Tito sitió la ciudad. Tras largos y costosos esfuerzos, penetró en Jerusalén y efectuó una matanza terrible, sin respetar ni ancianos ni niños. Se llevó a cabo lo pedido: la sangre fue sobre los hijos de la generación anterior.

Pero los propósitos de Dios se cumplirán todavía más. El gran Alfarero hará otra vasija, y será una mejor. La palabra profética nos enseña que después de tres años y medio de la Gran Tribulación, habrá una nación nueva compuesta de judíos fieles que no habrán aceptado la marca de la bestia.

Muchos miles, mártires de la fe y fieles al Señor JesuCristo, serán resucitados para ocupar un puesto de honor y dignidad en el reinado de nuestro Señor que durará mil años sobre la tierra.

La Iglesia

¿No tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra? ¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia los vasos de ira preparados para destrucción, y para hacer notorias las riquezas de su gloria, las mostró para con los vasos de misericordia que él preparó de antemano para gloria, a los cuales también ha llamado, esto es, a nosotros …? Romanos 9.22 al 24

La Iglesia de Dios estaba en sus pensamientos y propósitos desde antes de la fundación del mundo; El “nos escogió en él [Cristo] antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos”, Efesios 1.4. Nos amó cuando éramos extraños y enemigos de ánimo, y por medio de la redención nos ha hecho irreprensibles delante de él.

Así fue la Iglesia como barro en manos del Alfarero desde su inauguración el día de Pentecostés. Empezó con tres mil creyentes, dirigida por el Espíritu Santo, y creció hasta contar con cinco mil varones, con los esfuerzos de los apóstoles y los diáconos como Esteban y los evangelistas como Felipe. Había los que fueron hasta Antioquía, donde se formó la primera iglesia misionera y donde los creyentes fueron llamados por vez primera cristianos. Hasta aquí esta obra hermosa de Dios iba adelante.

Pero “la vasija de barro … se echó a perder”.

Con Pérgamo, nombre que significa casado, empieza una época nueva; “Tienes ahí a los que retienen la doctrina de Balaam … también tienes a los que retienen la doctrina de los nicolaítas”, Apocalipsis 2.12 al 17. Es la Iglesia de Cristo casada con el mundo, resultado de que el emperador Constantino haya adoptado literalmente al cristianismo como la religión del Estado, con la mundanalidad que esto traía.

Luego aparece la Iglesia de Roma, apoyada por las potestades políticas, usurpando el poder religioso hasta gozar de monopolio y aplicando toda forma de tortura cruel para acabar con los cristianos fieles. Empiezan los llamados “siglos oscuros”, cuando la Biblia era prohibida terminantemente por los papa de Roma. La historia se vuelve triste.

Pero, “volvió y la hizo otra vasija, según le pareció mejor hacerla”.

En el transcurso del tiempo Dios levantó a los grandes reformadores: Lutero, Zwingli, Wycliffe y muchos hombres de Dios y siervos del Señor JesuCristo. Su gran admiración por las Sagradas Escrituras les impulsó a traducirlas en los idiomas del vulgo, y la luz de la Palabra disipó las tinieblas de ignorancia espiritual.

Creemos que el cuadro profético de la carta a Filadelfia, Apocalipsis 3.7 al 13, tuvo su cumplimiento pleno hace 150 años, cuando en varios países el Espíritu Santo comenzó a obrar en individuos doctos en la Palabra y espirituales en su modo de ser.

Ellos fueron convencidos que debían volver a la sencillez del Nuevo Testamento y rechazar los nombres sectarios y el clericalismo. Se congregaban en grupos pequeños que tomaban sólo el nombre del Señor JesuCristo y celebraban cada primer día de la semana la Cena del Señor.

Cristo se presentará para sí una Iglesia sin arruga, santa y sin mancha. No habrá más barro; participaremos de la naturaleza celestial de nuestro Señor. En Apocalipsis 19, donde leemos de las Bodas del Cordero, dice que su esposa se ha preparado, vistiéndose de lino fino, limpio y resplandeciente, porque “el lino fino es las acciones justas de los santos”.

La Iglesia de Cristo ha fracasado muchas veces, pero “el fin del negocio es mejor que su principio”, y por eso no debemos descuidarnos. En vista de la pronta venida de Cristo al aire en busca de su esposa, cuánto ejercicio debemos tener, para entonces decir, “Amén; sí, ven, Señor Jesús”.

Supongamos unas bodas de alto rango donde la novia se presenta con una mancha fea en su costoso vestido. ¡Qué humillación para el novio! ¡Qué reacción de parte de los convidados! Acordémonos de aquellas bodas donde el hombre se metió en la cena sin haberse vestido para la ocasión. Fue una falta imperdonable, y el rey mandó a echarle en las tinieblas de afuera.

Dijo Juan: “Vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa, ataviada para su marido”, Apocalipsis 21.2. Que sea, pues, nuestro sentir el del himno que cantamos:

Haz lo que quieras de mí, Señor;
Tú el Alfarero, yo el barro soy.
Dócil y humilde anhelo ser;
cúmplase siempre en mí tu querer.

061     El jardín del alma

Ver
Su alma será como huerto de riego, Jeremías 31.12

Varios capítulos de Jeremías contienen palabras condenatorias de la condición completamente corrompida de la nación de Israel. Por ejemplo, “la tierra está llena de adúlteros”, y “fueron todos ellos como Sodoma, y sus moradores como Gomorra”, 23.10,14. Después de la lectura de aquellos capítulos, cuán refrescante es leer de la gracia redentora de Dios a favor de su pueblo en un día futuro. ¡El alma como un huerto!

Detengámonos aquí un momento para reflexionar en lo abominable que son en los ojos de Dios la fornicación, el adulterio, la inmoralidad y la idolatría. Pensemos en cuán funestas han sido sus consecuencias para la nación de Israel; aunque 2500 años han transcurrido desde aquella época, todavía la nación no ha alcanzado su restauración. Ciertamente, “la fornicación y toda inmundicia … ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a santos”, Efesios 5.3.

En Jeremías 31, Dios dijo, “Con amor eterno te he amado; por tanto mi misericordia he continuado contigo”. Entonces, “Porque Jehová redimió a Jacob de la mano más fuerte que él”. Estas palabras son proféticas de aquel día cuando la nación de Israel será restaurada física y espiritualmente al lugar del favor divino, siendo así el mayor objeto de las bendiciones milenarias.

Notemos ahora una analogía interesante entre lo que se refiere a Israel y lo que la gracia de Dios ha hecho y aún está haciendo por nosotros, su pueblo celestial.

El Señor Jesús nos halló en un estado de corrupción espiritual, como se ve en Isaías 1.5,6: “Desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en él cosa sana, sino herida, hinchazón y podrida llaga”. Hemos sido rescatados de la mano de aquel que era más fuerte que nosotros; Dios dice esto de Israel en el versículo antes citado, y el Señor emplea lenguaje parecido en Lucas 11.22.

Hemos sido hechos objetos de la gracia: perdonados, habilitados y preservados. Nuestro Señor es poderoso para guardarnos sin caída y presentarnos sin mancha delante de su gloria con gran alegría, Judas 24. Ahora Dios quiere hacer nuestras almas como un huerto de riego.

En el principio El puso un hombre en su huerto, resultando en el desastre de los siglos, pero ahora El está poniendo su huerto en el hombre y espera con razón los frutos que sacian su corazón. Veamos, pues, unos requisitos para la manutención de un hermoso huerto o jardín.

  1. Debe haber luz

Cristo es el sol de justicia. Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para la iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de JesuCristo, 2 Corintios 4.6.

Empezamos con la luz del sol en nuestras almas. Además, el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado, Romanos 5.5.

Ahora, según Judas 21, es nuestro deber guardarnos en el amor de Dios. Los cafetales en la serranía necesitan los rayos del sol para que cuaje la flor, y si hay demasiado páramo se pierde la cosecha. Si las neblinas del mundo no permiten que los rayos del amor de Dios entren en el jardín que es el alma nuestra, pronto quedará estéril.

  1. Debe haber riego

Dios prometió que el alma de Israel sería huerto regado. Un jardín sin agua pronto se convierte en terreno árido. La Palabra de Dios, junto con el valioso ministerio del Espíritu Santo, mantiene el alma refrescada y avivada. Por contristar al Espíritu y descuidar la Palabra, vendrá una sequedad espiritual en el alma.

¡Qué tragedia, un santo “seco como un bastón!” Más bien debemos ambicionar ser como el varón del Salmo 1, como árbol plantado junto a corrientes de agua. El mismo salmista, David, pudo decir también, “Yo estoy como olivo verde en la casa de Dios”, 52.8. Tal es el tipo de creyente que por su presencia, oraciones, adoración y exhortaciones contribuirá refrigerio y bendición a los demás. Las hermanas en Cristo, si están disfrutando de los rayos del sol espiritual, y el refrigerio de la Palabra de Dios, por su semblante y comporte pueden traer aliento y gozo a otros.

  1. Debe haber jardinero

María Magdalena confundió al Señor con el jardinero en la mañana de la resurrección. Sin embargo, El sí es el gran jardinero. En Juan 15 aprendemos cuán indispensable es la comunión con él si vamos a llevar fruto: “El que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer”.

De la misma manera que un jardín necesita quien arranque el monte, lo riegue y guarde todo en buen orden, podando árboles y velando contra insectos y animales dañinos, así nuestro Señor cuida a los suyos. Cuando El tiene control de nuestras vidas nos hace fructíferos para Dios.

En Isaías 5 tenemos la historia de la viña del Señor “en una ladera fértil … cercada, despedregada y plantada de vides escogidas”. El edificó una torre e hizo un lagar, pero grande fue su desencanto cuando la viña dio tan sólo uvas silvestres. He aquí una lección para nosotros.

La gracia Dios ha sido derramada sobre nosotros, hay una cerca de separación que nos guarda del mundo, tenemos una posición preferida al ser congregados en el nombre del Señor JesuCristo. Pero, aun siendo bíblicamente correctos, hay el peligro de que descuidemos nuestra condición espiritual, dejando el primer amor. En este caso produciríamos tan sólo uvas silvestres.

Las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, Romanos 15.4.

062     El mandato a predicar

Ver
Fueron enviadas cartas por medio de correos a todas las provincias del rey, con la orden de destruir, matar y exterminar a todos los judíos … y salieron los correos prontamente por mandato del rey. Ester 3.13,15. Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura … Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes. Marcos 16.15,20

Un mensaje urgente de muerte

¡Con qué crueldad aquel potentado terrenal Asuero entregó en manos de Amán, un enemigo despiadado del pueblo de Dios, el destino de miles de vidas inocentes! “El justo cuida de la vida de su bestia; mas el corazón de los impíos es cruel”, Proverbios 12.10.

Pero Dios estaba obrando detrás del telón, como sólo El puede hacer. El permitió esta maniobra de Amán y esta indiferencia de Asuero con el fin de producir un profundo examen y ejercicio de corazón entre su pueblo terrenal que se encontraba en cautiverio en aquel imperio lejano de Babilonia, ya que ellos se habían acostumbrado a su ambiente y se habían interesado por las cosas materiales. Esta tendencia estaba evidente no obstante el hecho de que, según manifiesta la cronología bíblica, ya había comenzado el gran avivamiento poscautiverio. Aparentemente el libro de Ester se refiere a una interrupción en este movimiento restaurador.

Se cumplen una vez más, entonces, las palabras del salmista: “Ciertamente la ira del hombre te alabará; tú reprimirás el resto de las iras”, 76.10. Dios intervino en el momento crítico y la situación cambió de un todo: “Colgaron a Amán en la horca que él mismo había hecho preparar para Mardoqueo”.

Un mensaje urgente de vida

En contraste con el espíritu indiferente del rey Asuero, y la proclama de muerte que salió de su presencia, a nosotros nos ha sido encomendada una proclama divina en la forma del santo evangelio. En ésta vemos que el Padre ha dado toda autoridad al Hijo, quien se ha dado a sí mismo, derramando su vida y sangre para que pecadores culpables puedan ser librados del poder de su enemigo cruel, Satanás. El mensaje de hoy es que todo aquel que cree no se perderá, sino tendrá vida eterna.

Aquellos mensajeros de los tiempos de Mardoqueo y Ester tuvieron que salir a prisa con la orden de muerte a los judíos. Pero un poco después, fue impartido otro edicto todavía más urgente: “El rey daba facultad a los judíos que estaban en todas las ciudades, para que se reuniesen y estuviesen a la defensa de su vida”, 8.11.

¿Y qué? Leemos que “los correos, pues, montados a caballos veloces, salieron a toda prisa por la orden del rey … y en cada provincia y en cada ciudad donde llegó el mandamiento del rey, los judíos tuvieron alegría y gozo”.

Todavía está en juego la vida de las multitudes. El día de la gracia de Dios está llegando a su fin, y tenemos que apresurarnos. El mensaje es: “He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación”, 2 Corintios 6.2.

Es muy solemne la verdad encerrada en la parábola del Señor acerca del trigo y la cizaña: “Mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró la cizaña”. A la par con la apatía creciente del pueblo de Dios en cuanto a la salvación de los perdidos, hay más y más evidencia de que el enemigo está activo. El está sembrando la cizaña del comunismo, romanismo, adventismo, ruselismo y todo otro ismo.

Hermanos: “Es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos”, Romanos 13.11.

063     Cómo honrar a Cristo

Ver
¿Qué se hará al hombre cuya honra desea el rey? Ester 6.6.

Es posible que para algunos este pequeño libro de Ester sea casi desconocido, pero no debe ser así. Toda escritura es útil, para que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra. Por esto no debemos pasar por alto ninguno de los sesenta y seis libros de la Palabra de Dios.

Aquí encontramos una pregunta de gran significado. Fue dirigida por el gran rey Asuero, de Persia y Media, a uno de sus íntimos consejeros, llamado Amán. “Dijo Amán en su corazón: ¿A quién deseará el rey hacer honra más que a mí?”

El malvado Amán es como la carne, o el hombre viejo en nosotros, que siempre busca el ensalzamiento propio. Mardoqueo, hacia quien el rey sentía un gran agradecimiento, es un tipo de Cristo. Cuando el rey estaba en peligro de perder su vida por un complot de sus criados, la alerta oportuna de Mardoqueo le salvó, 2.22.

Amán aborrecía a Mardoqueo y estaba maquinando su destrucción como también la de todo el pueblo terrenal de Dios. Por medio de un sueño Dios hizo al rey reconocer su falta en no haber manifestado agradecimiento a Mardoqueo de una manera digna. Por esto se le despertó un deseo de honrarle.

En estos postreros días Dios no nos habla por sueños sino por su Palabra, la cual nos redarguye de faltas cometidas. El Espíritu Santo despierta en el corazón de cada verdadero creyente el deseo de honrar al Señor Jesús, porque lo que somos y tenemos le debemos a su gracia en morir en nuestro lugar y salvarnos de la condenación eterna.

Pero hay un “Amán” en cada uno que quiere tomar para sí lo que le corresponde a nuestro Señor. “Por todos murió [Cristo], para que los que viven, ya no vivan para sí, mas para aquel que murió y resucitó por ellos”, 2 Corintios 5.15.

Amán dio su recomendación al rey, cómo se debía honrar al varón escogido, pensando que sería él mismo. Pero, ¡que humillación para él cuando tuvo que llevar a cabo su recomendación en la persona de Mardoqueo!

Hay cinco maneras en que nos corresponde honrar a Cristo:

> Ensalzarle con nuestra propia mano, como Amán tuvo que hacer, 6.11, y humillar la carne en nosotros. Cristo debe tener la preeminencia.

> Pregonar o confesar su nombre delante de todos, 6.9.

> Ofrecerle alabanza; Salmo 50.23: “El que sacrifica alabanza me honrará; y al que ordenare su camino, le mostraré la salvación de Dios”.

> Darle las primicias de nuestros bienes; Proverbios 3.9: “Honra a Jehová con tus bienes, y con las primicias de todos tus frutos”.

> Honrarle en nuestro hogar, teniendo a nuestra familia en sujeción; 1 Samuel 2.29,30: “Has honrado a tus hijos más que a mí …Yo honraré a los que me honran, y los que me desprecian serán tenidos en poco”.

064     El evangelista y su Evangelio:
Mateo — El hombre y su libro

Ver
Su conversión

En Mateo 9.9,10 se relata la conversión de Mateo, un recaudador de impuestos para el gobierno imperial de Roma. Cada pieza de plata que pasaba por sus manos llevaba impresa la imagen de César — “¿De quién es esta imagen y la inscripción?” Marcos 12.16 — así que el dinero llenó su corazón. Cierto día Cristo pasó por allí y, mirándole, le dijo: “Sígueme”. Mateo se levantó y le siguió, y el Evangelio según Lucas añade el detalle, “Dejándolo todo”. Cuando Mateo relata su propia conversión, su modestia no le permite referirse al tal sacrificio.

El ofreció una cena en su casa, convidando a sus colegas para así confesar delante de ellos que él ya era de Cristo. También es con modestia que Mateo hace referencia al banquete, sin decir que lo ofreció en su casa y que él era el anfitrión. De estos detalles nos informan Marcos y Lucas. En Cristo hubo un atractivo irresistible, mayor que el dinero al cual él estaba entregado antes. En el caso de Zaqueo, el jefe de los publicanos, él sólo dio la mitad de sus bienes a los pobres, guardando el resto, pero Mateo dejó todo. Zaqueo nunca llegó a ser apóstol de Cristo. Pedro y los demás podrían decir, “He aquí nosotros lo hemos dejado todo”. El joven rico quería aferrarse a sus riquezas y a la misma vez poseer la vida eterna; Cristo exige que dejemos todo sin dejar algo entre él y nosotros.

Su nombre

Mateo significa “don de Dios”. Marcos y Lucas le llaman Leví, que quiere decir “juntado”. Es posible que fuese conocido también por ese nombre, pero en su evangelio él es Mateo y nos hace pensar en Aquel que es el don inefable de Dios. En Hechos, un libro escrito por Lucas, su nombre en 1.13 es Mateo, de acuerdo con el título del primer evangelio.

Antes de salvo, Mateo estaba juntado a su banco de impuestos, pero después fue juntado a Cristo para siempre. Desde aquel mismo día se borró de su corazón la imagen de César, y comenzó a desarrollarse en él una imagen nueva, la del Rey de reyes y Señor de señores. Hubo un eclipse total y espiritual, y con esta nueva visión él fue escogido por el Espíritu Santo para escribir su evangelio acerca de Cristo como el Rey. No debemos estar contentos con tan sólo nuestra posición por gracia, sino encontrar nuestro mayor contentamiento en la persona suya.

Habiendo acompañado a Cristo por tres años, guardando sus dichos en su corazón y presenciando sus maravillosas obras de compasión, él fue escogido para escribir por inspiración divina. ¡Cuánto debemos agradecerle por esta obra magna e inmortal! Cada creyente verdadero ha sido llamado por Cristo para seguirle y a su vez testificar fielmente delante del mundo, como hizo Mateo, de su Salvador.

Uno entre cuatro

El diseño de las Sagradas Escrituras es perfecto. En Apocalipsis 4.6 al 7 hay una descripción de los cuatro seres vivientes alrededor del trono, llenos de ojos delante y detrás como símbolo de inteligencia perfecta. Ellos son los guardianes del trono celestial.

A la vez, cada uno de los cuatro hombres escogidos para escribir de la vida terrenal del Señor, tenía también su propia aptitud. Cuatro es el número que significa la entereza, de manera que contamos con un cuadro completo del Salvador. Cada escritor, dirigido por el Espíritu, contribuye fielmente su parte correspondiente.

La primera de aquellas criaturas es el león, simbólico del rey, que representa a Cristo como el León de la tribu de Judá, Apocalipsis 5.5. Esto corresponde al primer evangelio, que es Mateo y cuyo tema es el Rey. De esa tribu procedió David, y Cristo era descendiente suyo según la genealogía de Mateo 1. Es de notar que en esa genealogía se nombran diecisiete varones que engendraron hijos, pero en el versículo 16 leemos, “María, de la cual nació Jesús, llamado el Cristo”. El no fue engendrado por hombre sino por poder del Espíritu Santo.

El segundo ser viviente es como un becerro o buey, el animal de trabajo y fiel servidor del hombre. Este es el tema del segundo evangelio, que es Marcos. Cristo es presentado como el siervo obediente, dispuesto como el buey para el yugo o el altar.

Marcos, siendo joven, fue llevado por Pablo y Bernabé en su primer viaje misionero como ayudante en lo material, pero no aguantó y volvió a la casa materna. Sin embargo, años después, Pablo escribió desde Roma a Timoteo, diciendo, “Toma a Marcos, y tráele contigo, porque me es útil para el ministerio”, 2 Timoteo 4.11.

Así el siervo fracasado, pero restaurado, fue escogido por el Espíritu de Dios para escribir la biografía de aquel Siervo de quien un profeta había escrito: “Jehová el Señor me abrió el oído y yo no fui rebelde, ni me volví atrás”. ¡Gracias a Dios por aquel Siervo que fue obediente hasta la muerte, y muerte de cruz! Isaías 50.5, Filipenses 2.8.

El tercer ser viviente tiene rostro de hombre y corresponde al tema de Lucas, quien habla de la perfecta humanidad de nuestro Señor. Su tema es Cristo como el Hijo del Hombre. Lucas, un médico, fue la persona ideal para escribir de Cristo como el Hijo del Hombre. En su evangelio encontramos el certificado de nacimiento del Salvador, el certificado de su muerte y — cosa que otro no ha podido dar con la misma autoridad — un certificado de 49 versículos sobre su resurrección, seguido por el relato de su ascensión.

El cuarto ser es un águila en vuelo, indicándonos que Cristo no era de este mundo sino de arriba. “El que descendió del cielo, el Hijo del Hombre que está en el cielo”, Juan 3.13. He aquí una indicación de su omnipresencia, atributo exclusivo de la deidad. El descendió de la presencia de Dios para efectuar la obra de la redención, y después ascendió, “hecho más sublime que los cielos”. Juan escribió el cuarto evangelio, y su tema es Cristo como el Hijo de Dios.

Este discípulo tomaba el lugar más cerca a su Señor; es el de Juan 13.23: “Uno de sus discípulos, al cual Jesús amaba, estaba recostado al lado de Jesús”. Fue el único varón que acompañó a las mujeres que se pararon al pie de la cruz. Su amor se manifestó en su devoción hasta el fin, y él pudo dar testimonio del amor de Cristo, escribiendo: “Como amaba a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin”.

Juan es el escritor que recuerda la barbaridad del soldado al perforar el costado del Salvador y cuenta también lo que siguió este acto. Siendo el apóstol del amor, fue escogido para escribir el evangelio que trata de aquel cuyo amor trasciende todo pensar. El comprueba por las señales maravillosas que hacía Cristo que éste era el eterno Hijo de Dios, cosa que afirmará de nuevo en su primera epístola.

Es él quien nos da las palabras: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”, Juan 8.12. En su primera epístola leemos: “Si andamos en luz como él está en luz, tenemos comunión unos con otros”. Así sea.

Su escrito

Mateo nunca se destacó como predicador sino como escritor. Sin embargo, de esta manera ha alcanzado a centenares de miles de almas con el mensaje encantador de la salvación que hay en Cristo. En el capítulo 2 los magos vienen de oriente a adorarle. Los judíos no tenían lugar para él y por esto nació en un establo. En cambio, estos orientales le honraron con sus preciosas ofrendas de oro, incienso y mirra. El Padre traspasó el lindero racial y nacional para traer adoradores a los pies de su Hijo.

Este evangelio cuenta con veintiocho capítulos, excediendo así a los otros tres. El capítulo 27, que relata los detalles de la crucifixión, es más largo que los demás. El versículo 22 contiene la pregunta trascendental de los siglos: “¿Qué, pues, haré de Jesús, llamado el Cristo?”

Las siete parábolas de Mateo 13 tienen su correspondencia en las siete iglesias de Asia de las cuales leemos en Apocalipsis 2 y 3, y de interés especial es la sexta parábola acerca de la perla de gran precio. Esta tiene una relación hermosa con la sexta iglesia, la de Filadelfia. En el capítulo 16 se lee de la Iglesia en su aspecto universal, y en el 18 de la iglesia local de los dos o tres congregados en el nombre del Señor, y El en medio de ellos.

El sermón profético de los capítulos 24 y 25 se refiere claramente a Israel. El Señor está sentado en el Monte de los Olivos, un detalle que nos hace pensar en Zacarías 14.4; El volverá a ese mismo monte en poder y gloria para vencer a sus enemigos e inaugurar su reino milenario en Jerusalén.

Orientándose bien en el aspecto dispensacional de esta profecía, el creyente no confundirá las palabras, “El que persevere hasta el fin será salvo”, como relacionadas con el mensaje del evangelio de la gracia. No es para nosotros asunto de alcanzar la salvación por perseverar, sino por fe en la obra suficiente de Cristo. La perseverancia es evidencia de ser verdaderamente salvo.

¿Quién subirá al monte de Jehová?

La especialidad de Mateo es la presentación de Cristo sobre siete montes, siendo siete el número de la perfección. Son símbolos de su grandeza, majestad, ensalzamiento, inmutabilidad, firmeza y preeminencia. Despliegan la magnitud del poder de Dios el Creador en contraste con la pequeñez del hombre, un gusano de la tierra.

En su vida terrenal nuestro Salvador era el señalado entre diez mil. Los ojos profanos podían ver solamente al Jesús nazareno, “el hijo de José, el carpintero”, pero Juan dio testimonio de él diciendo, “Vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad”.

La referencia en Isaías 52.7 a sus pies hermosos sobre los montes nos hace pensar en las penalidades que aquel fiel mensajero de paz y salvación tuvo que sufrir, enfrentándose a peligros, soledad y cansancio por amor a nosotros, para traernos descanso, refugio y bendición eterna.

Cada uno de estos estudios de los montes tiene sus dos lados: el devocional y el práctico. El creyente podrá acompañar al Señor en espíritu en las distintas etapas de su vida terrenal, desde su bautismo en el Jordán hasta la despedida de sus discípulos en el Monte de los Olivos y su ascensión al cielo.

Estas meditaciones deben inculcar en nuestros corazones una admiración por su omnipotencia, omnisciencia y omnipresencia, como también una admiración por las excelencias infinitas de su persona, su amor incambiable y su gracia trascendental. Así se enriquecerá la adoración que le rendiremos. Además, encontramos en el ejemplo suyo una inspiración para nuestras vidas mientras estemos en este mundo.

Adentro y afuera

Estos dos aspectos de la vida cristiana — el devocional y el práctico — son inseparables. Así como la máquina locomotora necesita dos rieles para andar, el creyente necesita la devoción y la aplicación práctica. Fue por descuido del lado devocional, dejando su primer amor, que la iglesia de Efeso sufrió una caída espiritual. “Poniendo toda diligencia …, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor”, 2 Pedro 1.8. “Si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo”.

Es lamentable que tantos creyentes queden retardados espiritualmente por falta de leer y escudriñar las Escrituras. Ellos no tienen un conocimiento amplio del Señor. Es la oración de este autor que sus hermanos en la fe reciban un impulso divino para dedicar más tiempo a la lectura de la Palabra de Dios, asimilándola y poniéndola en práctica día a día.

065     El monte de la tentación: Cristo el gran vencedor

Ver
Le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo, Mateo 4.8. En todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Romanos 8.37

El Señor tentado

Se nota una diferencia en el orden de las tres tentaciones en este evangelio y el de Lucas. Parece que en Mateo tenemos el orden cronológico y en Lucas el moral.

La primera tentación fue dirigida contra el cuerpo de Jesús. Habiendo pasado cuarenta días y cuarenta noches sin comer, El tenía gran necesidad de pan, pero rechazó la sugerencia del tentador con la misma palabra de Dios: “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. Esto sucedió en el desierto.

Luego el diablo le llevó al monte. Le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, ofreciéndole a la vez toda esa gloria si le adorara postrado a sus pies. ¡Cuán alto fue el precio exigido por el tentador! ¡Qué pretensión, siendo Jesús el digno objeto de adoración de toda criatura, tanto en el cielo como en la tierra! Esta tentación fue dirigida contra el alma de Cristo, el lugar de los deseos, afectos, ambiciones y culto. (“Bendice, alma mía, a Jehová”, Salmo 103.1,22). Por segunda vez El derrotó al tentador, citando la Palabra, ahora de Deuteronomio 6.13: “Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás”.

La tercera tentación se le presentó sobre el pináculo del templo y fue contra el espíritu, la parte superior del ser. Es con el espíritu, el lugar de la inteligencia, que uno puede tener conocimiento de Dios. Esta vez el diablo citó de una manera incompleta un trozo de las Escrituras, pero el Señor tenía almacenada en su corazón la Palabra entera, la espada del Espíritu, y por tercera vez venció al enemigo, diciéndole: “No tentaréis al Señor tu Dios”, Deuteronomio 6.16.

Las tentaciones nuestras

Cada creyente es un vencedor o un vencido. ¡Es solemne pensar que habrá esta distinción delante del tribunal de Cristo una vez que el Señor haya venido! Hay tres enemigos:

> la carne, contra el cuerpo

> el mundo, contra el alma

> el diablo, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, contra el espíritu

En la iglesia de Corinto se encontraban estos tres males: la fornicación, de la carne; la mundanalidad, o sean las inclinaciones del alma según las encontramos en 2 Corintios 6.14 al 18; y, la mala doctrina, un intento contra el espíritu, según sabemos por 1 Corintios 15. En la vida de David hubo estos tres fracasos: su pecado de la carne, contra Betsabé, 2 Samuel 11.4; su lapso de fe, contra el alma, al descender a los filisteos, 1 Samuel 27.1; y, su soberbia contra el espíritu al mandar a contar su ejército, 1 Crónicas 21.1.

El capítulo 10 de 1 Corintios trata del fracaso de Israel y las consecuencias fatales, siendo una advertencia para nosotros para no caer en tal desgracia. El versículo 12 — “Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga” — nos habla del peligro de la confianza propia. A veces cuando los ancianos amonestan a un creyente que está acercándose al borde de una caída, la respuesta es, “No tengan cuidado, yo estoy bien”, ¡pero la tal persona no está bien!

En el monte alto el diablo quiso llenar el alma de nuestro Señor JesuCristo por medio de sus ojos, mostrándole las glorias efímeras de este mundo malo. En el presente, este gran enemigo aún procura engañar a la humanidad por sus artimañas, valiéndose de los ojos que son como una avenida que va directamente al alma, llenándola de cosas mundanas. Uno de sus últimos inventos es la televisión. Hay creyentes que saben que no les conviene ir al cine o a las carreras de caballo, pero por medio del televisor estas cosas entran en su hogar. Además de contaminar el alma con cosas sensuales, el televisor les quita tiempo y apetito que bien podrían ser dedicados a la Palabra de Dios.

Cristo es nuestro ejemplo supremo. Con sus recursos, podemos ser vencedores, porque “de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia”, Juan 1.16. La gracia no es grasa ni otra cosa lisa, sino una potencia divina de la cual Cristo es la fuente inagotable. “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”, dijo Pablo en Filipenses 4.13.

Ejemplos en la vida de Cristo

En la vida de nuestro Señor notamos prácticas para guiarnos en el camino a la victoria, como son la obediencia y la oración. El siempre fue obediente a la voluntad de su Dios, aun “hasta la muerte, y muerte de cruz”. La oración era una parte integral de su vida. Por ejemplo, en la noche de su entrega Judas sabía dónde encontrarle, “porque muchas veces Jesús se había reunido allí con sus discípulos”, Juan 18.2. Sin duda era un lugar de oración.

La exhortación a sus tres discípulos privilegiados, al encontrarlos dormidos en el Getsemaní, fue, “Velad y orad, para que no entréis en tentación”, Mateo 26.41.

Algunos recursos que tenemos

Junto con la oración el creyente debe hacerse siempre un examen propio, confesando su pecado. “Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados”, 1 Corintios 11.31. Aquí se trata de la necesidad del examen antes de la cena del Señor. Si el creyente sigue practicando, a sabiendas, lo que no es agradable a Dios, será cauterizada su conciencia y endurecido su corazón.

Se cuenta de una señora que consiguió un perrito como protección contra ladrones. Era buen perro casero y ladraba, día o noche, cada vez que alguien se acercaba. Pero ella sufría de los nervios y castigaba su perrito, con el resultado que éste dejó de ladrar. Por fin, cuando llegó un ladrón, él pudo llevar consigo todo, ya que el perro había aprendido quedarse callado.

¡Cuán importante es, entonces, obedecer la voz de alerta que es la conciencia! Al reconocer delante de Dios toda falta, recibiremos el perdón. Además, una buena conciencia nos indicará si es sincero nuestro motivo al hacer una cosa. Puede haber un motivo oculto, como la codicia, la soberbia o el agrado propio, en lugar de un deseo de agradar a Dios.

Cumpliendo la Palabra de Dios, Cristo crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría. La gracia de Dios estaba sobre él, y todos los que le oían se maravillaban de su inteligencia y sus respuestas. Lucas 2.40 al 47. “Tu ley está en medio de mi corazón”, de él dice proféticamente el salmista en el 40.8. En el 119.11 el escritor afirma: “En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti”. No hay arma tan eficaz contra el tentador como la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios.

El Señor siempre tenía las manos tan ocupadas con su ministerio de amor a favor de la humanidad, que no tenía tiempo para otra cosa. En una ocasión El le dijo a su madre, “¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?” El diablo siempre anda en busca de manos desocupadas para emplearlas en sus negocios nefandos, como cuando David “paseaba” en el techado de su palacio. Debemos redimir el tiempo sirviendo fielmente a nuestro Señor, y El nos salvará del maligno.

Hay creyentes carnales que pasan largos ratos charlando, criticando y hasta propagando escándalos. Ellos caen en la red de Satanás. “En las muchas palabras no falta pecado”, Proverbios 10.19. El apóstol dice: “Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal”, y, “Sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación”, Colosenses 4.6, Romanos 14.19.

Los cultos de la asamblea son una provisión de Dios para proteger al creyente. Cuando Pedro abandonó a su Señor para seguirle sólo de lejos, pronto se encontró sentado en la compañía de los enemigos suyos, calentándose las manos, para luego sufrir la derrota más ignominiosa de toda su vida cristiana. Oigamos, pues, la buena amonestación de Dios: “No dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos, y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca”, Hebreos 10.25.

Otra protección es la de vivir en la plena expectativa de la venida del Señor. Esto inspira devoción y constancia: “… la obra de vuestra fe, del trabajo de vuestro amor y de vuestra constancia en la esperanza en nuestro Señor Jesucristo”, 1 Tesalonicenses 1.3. Esta epístola a los tesalonicenses se caracteriza por la referencia a la segunda venida de Cristo en cada capítulo.

Entendemos que el nombre de la ciudad significa “el que gana la victoria”. Es la única epístola en la cual se habla de los creyentes como “en Dios y en el Señor Jesucristo”, donde otros dirían “en tal ciudad”. Era un modelo la iglesia en Tesalónica, y recibió la recomendación apostólica. Claro es que la promesa de la segunda venida de Cristo había tenido una influencia poderosa en la espiritualidad de aquellos santos, y ellos estaban ganado la victoria.

Es de suma importancia para todo creyente, y en especial para la juventud, asegurarse de la voluntad del Señor antes de tomar un paso o una decisión, bien sea en cuanto al matrimonio, el empleo o dónde vivir. Muchos han hecho un naufragio de su vida espiritual por tomar un paso falso. “En la multitud de consejeros hay seguridad”. Cristo es el gran consejero — y lleva ese nombre en Isaías 9.6 — y El escoge ancianos espirituales para dar un buen consejo a tiempo, basándose en las Escrituras.

Cristo es el gran intercesor de su pueblo. En Hebreos 7 le vemos como el sumo sacerdote, viviendo siempre para interceder por nosotros, “por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios”. Esto no es en cuanto a ser salvos del infierno sino de fracasar en la vida cristiana.

“Os escribo a vosotros …”

¡Seamos vencedores! En 1 Juan 2.13,14 el apóstol Juan se dirige a los jóvenes diciendo: “Os escribo a vosotros, jóvenes, porque habéis vencido al maligno”, y, “porque sois fuertes y la palabra de Dios permanece en vosotros”. Cada una de las siete cartas a las iglesias en Asia termina con la promesa de recompensa que el Señor ofrece al vencedor. En Apocalipsis 5.5 se le ve, cual León de la tribu de Judá, como vencedor, y en el 12.11 El habla de “nuestros hermanos” que han vencido al diablo por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos.

Por ser estos postreros días tiempos peligrosos, sentimos una preocupación por nuestros hermanos y hermanas jóvenes, pero no debemos ignorar las maquinaciones de Satanás en busca de la caída de los que son columnas en las iglesias. Un ejemplo histórico lo tenemos en el caso de Ben-adad, rey de Siria, quien salió con su ejército contra Israel. Dio órdenes a sus capitanes: “No peleéis ni con grande ni con chico, sino sólo contra el rey de Israel”, 1 Reyes 22.31. Era la clave para lograr la derrota de Israel; al morir el rey, su ejército fue esparcido.

La caída moral de un anciano u otra persona de responsabilidad tiene una repercusión grave en el testimonio y el estado espiritual de la asamblea. El enemigo no sólo ataca al individuo, sino también al conjunto de los santos. “¡Oh gálatas insensatos! ¿quién os fascinó para no obedecer a la verdad?”

Pero el creyente no tiene razón alguna por qué ser derrotado por Satanás y sufrir pérdida ante el tribunal de Cristo. Al contrario, tiene todo a su favor para vencer el mal y triunfar en la buena lucha de la fe. “En todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó”, Romanos 8.37.

066     El monte del sermón: Cristo el gran maestro

Ver
Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a él sus discípulos. Y abriendo su boca, les enseñaba … Mateo 5.1,2. Vosotros no habéis aprendido así de Cristo, si en verdad le habéis oído, y habéis sido por él enseñados, conforme a la verdad que está en Jesús. Efesios 4.20,21

Su preparación

La vida de nuestro Señor JesuCristo en Nazaret, antes de su bautismo en el Jordán por Juan el Bautista y el comienzo de su ministerio público, fue como la de otras personas (pecado aparte). Dice Lucas 2:40: “El niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre él”.

Cuando tenía doce años El subió con María y José a la fiesta en Jerusalén. Ellos dos, con el grupo de peregrinos de Nazaret, emprendieron distraídamente su regreso, sin notar que el niño Jesús no estaba entre la compañía. Al descubrir esto, demoraron tres días buscándole. Por fin le hallaron en el templo, escuchando a los doctores de la Ley y preguntándoles distintas cosas, pero sin enseñarles El nada a ellos. ¡Qué buen ejemplo para los nuevos en la fe! “Pronto para oir, tardo para hablar”, Santiago 1.19. Hay algunos que quieren ser maestros antes de aprobar el primer grado en el colegio espiritual.

Cuando María le reclamó, El contestó: “¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?” Estas palabras comprueban que Cristo era Dios en su encarnación, el Hijo manifestado en carne. El nunca renunció a ninguno de sus atributos divinos, como algunos falsos maestros insinúan. Volvió con María y José a Nazaret, y estaba sujeto a ellos, Lucas 2.51, un ejemplo para la juventud cristiana en cuanto a la sujeción en el hogar. Leemos que crecía en sabiduría y en gracia para con Dios y los hombres.

Siendo verdadero Dios, estaban escondidos en él todos los tesoros de sabiduría y conocimiento, pero, siendo perfecto hombre y ejemplo para nosotros, su preparación fue acorde con su humanidad. Isaías había profetizado: “Jehová el Señor me dio lengua de sabios, para saber hablar palabra al cansado; despertará mañana tras mañana, despertará mi oído para que oiga como sabios”, 50.4. José era carpintero, y Jesús cumplió su aprendizaje, siendo conocido después como carpintero, hijo de María, Marcos 6.3.

Cristo honró el trabajo con su propio ejemplo. Todo cristiano joven debe aplicarse en alguna forma de empleo para ganarse la vida honradamente. El que no puede retener un empleo no es una recomendación para el evangelio.

Como Cristo tenía su oído abierto mañana tras mañana para recibir la Palabra de Dios, así nosotros debemos empezar cada día con oir lo que nuestro Dios quiere decirnos en ella. La migajita que conseguimos de esta manera, bien asimilada por meditación durante el día, puede resultar en un pan grande antes de terminar el día. Cuando El empezó su ministerio público, ya tenía la Palabra guardada en el corazón. “El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley está en medio de mi corazón”, Salmo 40.8.

Su mensaje

“Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a él sus discípulos”. En esa elevación, su voz alcanzaría a todos. El se sentó, poniéndose al mismo nivel de sus oyentes y hablándoles corazón a corazón para que hubiera una comprensión plena de sus enseñanzas. También, “abrió su boca”, hablando con claridad para que todos entendiesen. Es de inmensa importancia para los que quieren tomar parte, que hablen en “clara, alta e inteligible voz” para la edificación de los presentes. “Sigamos … lo que contribuye a la mutua edificación”, Romanos 14.19.

El Señor empieza con enseñar a sus discípulos; más tarde El llamaría a los demás, diciendo, “Entrad por la puerta estrecha”. Al haber inconversos en un estudio bíblico, por ejemplo, es recomendable decir algo que les sea de provecho, no despidiéndoles sin nada del pan de vida. El finaliza su gran mensaje haciendo a todos sentir la solemne responsabilidad de poner en práctica lo que habían escuchado.

El “Sermón” empieza con las nueve bienaventuranzas, un número que nos hace pensar en Gálatas 5.22,23, donde leemos del fruto del Espíritu en sus nueve aspectos. Es sólo por el Espíritu Santo que el creyente puede alcanzar esta norma de espiritualidad. Nuestro Señor era la personificación de estas beatitudes, las cuales constituyen leyes del cielo para vida en la tierra. ¿Será que tenemos aquí en ellas la esencia del código civil para el reino milenario?

“Aprended de mí”

En este evangelio, al final del capítulo 11, encontramos una de las más hermosas invitaciones de la Biblia: “Venid a mí, todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”. El es el Salvador, quien llevó nuestra carga en la cruz para proporcionarnos el dulce descanso del alma que ningún otro puede dar.

Pero es el Soberano también: “Llevad mi yugo sobre vosotros”. Ahora es cuestión de señorío. El buey, animal de fuerza formidable, doblega la cerviz para recibir el yugo porque reconoce el derecho de su amo quien le ha comprado a precio y le da pasto; así nosotros con gozo decimos: “Señor, estoy aquí a sus órdenes. ¿Qué quieres que yo haga?”

Hay algo más, porque sigue diciendo, “Aprended de mí”. Es el Maestro. Desde el momento de creer estamos inscritos en el colegio de Dios, donde hay provisión para cada uno según su capacidad. Hay el kinder para los pequeños en Cristo, la escuela primaria para los que están en la niñez espiritual, la secundaria para los que van adelantándose y la universidad con sus especialidades para los maduros en las cosas del Señor.

Entendemos por Efesios 4.20,21 que Cristo es el maestro principal: “Habéis sido por él enseñados, conforme a la verdad que está en Jesús”. Pero El tiene muchos instructores bajo su dirección: “El mismo constituyó a unos … pastores y maestros”, 4.11. Las Sagradas Escrituras constituyen los libros de texto. Son sesenta y seis, todos divinamente inspirados, y no sólo iluminan la inteligencia sino también comunican vida espiritual al alma. Los libros de instrucción del mundo caducan al cabo de unos años a causa del progreso en los conocimientos materiales, pero los libros de Dios son inmortales y perpetuamente vigentes.

Recuerdo el caso de dos hermanos cuyo padre era de recursos limitados. Con dificultad él compró los textos que el mayor necesitaba para cursar estudios de medicina, y cuando el menor estaba por entrar en los mismos estudios, el padre se contentó al pensar que podría aprovechar los que el otro había usado. Pero no: ¡Llegó a casa el joven con una lista de libros nuevos que habían reemplazado a los viejos!

No es así con la Biblia. Aunque el modernismo y las especu-laciones de falsos maestros la atacan y rechazan sus doctrinas fundamentales, todavía es inmutable y cuenta con más circulación que cualquier otro libro. La Biblia en sí nos proporciona una preparación espiritual completa. Contamos a la vez con un supervisor divino, el Espíritu Santo, que nos acompaña en todo momento y aplica eficazmente la Palabra a nuestras almas: “El Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho”, Juan 14.26.

El Señor ha dado dones a su Iglesia, que son personas capacitadas para enseñarnos las cosas de Dios oralmente y también por escrito. Creemos que una asamblea típica es la única escuela bíblica reconocida en el Nuevo Testamento, y nos acordamos de un creyente que al visitar a sus familiares asistió al estudio bíblico y dijo después de la reunión, “Ahora entiendo por qué ustedes no mandan sus jóvenes a una escuela bíblica; ¡tienen una en su propio local evangélico!”

En Hechos 1.1 leemos una referencia a “todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y enseñar”. Este es el orden correcto; Jesús practicaba primero y enseñaba después. Hay algunos que quieren enseñar lo que ellos mismos no están practicando, que es una hipocresía.

El programa de estudios

Los varones más distinguidos de la Biblia se graduaron de la “universidad” de Dios: La especialidad de Abraham fue la fe, cual amigo de Dios, Santiago 2.23. Moisés llegó a ser “mi siervo”, después de cuarenta años en un servicio de amor, Josué 1.2. El patriarca Job aprendió los sufrimientos, y Dios le honró al evaluarle como varón perfecto y recto, Job 1.1. David cursó estudios como militar y alcanzó ser “varón conforme a mi corazón”, Hechos 13.22. Daniel se especializó en el testimonio y fue designado como “muy amado”, Daniel 10.19.

Nuestra educación en la escuela de Dios continúa durante la vida aquí, hasta el final de la peregrinación. Conocí a un anciano muy espiritual, panadero de profesión, quien aprendió hebreo y griego en su empeño por conocer más a fondo las Escrituras, ya que en estos idiomas fueron escritos los manuscritos de la antigüedad. Poseía mucha aptitud para enseñar, pero él manifestó públicamente cuán reducido era su conocimiento de la Palabra. Verdaderamente, dijo, hay profundidades insondables en la revelación divina. Esto es una prueba de que la Biblia no es obra del cerebro humano, porque mientras más aprende uno, ¡más descubre que todavía le queda mucho por aprender!

Moisés había sido instruido en toda la sabiduría de los egipcios en los primeros cuarenta años de su vida y luego pasó otros cuarenta en la soledad del desierto de Madián, cuidando las ovejas de su suegro y perdiendo su importancia propia. Dios le llamó más adelante “el hombre más manso de toda la tierra”. Ya estaba preparado por Dios para la grandiosa obra de sacar a Israel de Egipto.

El había perdido la confianza en sí, y procuró sacarle el cuerpo al asunto con varias excusas. Cada vez Dios le quitó su excusa hasta que Moisés regresó por fin a Egipto. Supongamos que estuviésemos allí, contemplando la escena. Se nos acerca un anciano de ochenta años con barba blanca; le acompañan una mujer trigueña y dos chicos. Atraviesan el desierto con su burro, y les preguntamos: “¿Adónde van?” La contesta nos hubiera asombrado: “¡Para sacar a los israelitas de su esclavitud, y llevarles a su tierra prometida!”

El apóstol Pablo, antes Saulo de Tarso, recibió en su juventud una preparación esmerada a los pies de Gamaliel, un maestro renombrado de Jerusalén. Este Saulo llegó a ser un fariseo destacado, creyendo que estaba haciendo la voluntad de Dios al perseguir hasta la muerte a los inocentes creyentes en Cristo. Una vez convertido, confesó que lo había hecho por ignorancia, 1 Timoteo 1.13.

Creemos que los tres años de silencio que él pasó en Arabia fueron para el tocayo de aquel soberbio y cruel Saúl, rey de Israel, una oportunidad de deshacerse de su pretensión de fariseo. Ahora tendría otro nombre, Pablo, o el pequeño. El pudo humillarse ahora a los pies del Señor cual dueño nuevo de su vida. El Filipenses 3.4 al 7 él nos da una lista de sus credenciales según la carne y termina diciendo: “Cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo … y lo tengo por basura, para ganar a Cristo”.

Juan el Bautista, aquel precursor fiel de nuestro Señor, manifestó su propia humildad aun en la etapa de su vida cuando era objeto de la admiración de las multitudes. Dijo: “Yo no soy digno de desatar la correa de su calzado.”, y, “Es necesario que él crezca pero que yo mengue”.

La doctrina tripartita

Las Sagradas Escrituras presentan la doctrina en tres aspectos que corresponden a las tres partes del cordero de la pascua según se las especifican en Éxodo 12.9. En ese versículo la orden para Israel es de comer el animal, “su cabeza con sus pies y sus entrañas”.

La cabeza del cordero pascual nos habla de Cristo como Cabeza de la Iglesia, señalando la voluntad, inteligencia y propósitos eternos de Dios. En esto tenemos la doctrina profética, el cordero ya destinado desde antes de la fundación del mundo, 1 Pedro 1.20. El Señor les dijo a sus discípulos: “Os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer”, Juan 15.15.

El creyente que está comiendo de la cabeza del cordero está adquiriendo inteligencia en cuanto a los propósitos de Dios. La profecía ocupa un lugar esencial en la estructura de la Santa Palabra, empezando en Génesis 3 con palabras pronunciadas cuatro mil años antes de cumplirse en la persona de nuestro Señor.

Los pies nos hablan del andar. En esto tenemos la doctrina práctica, la que se refiere a nuestra conducta. “Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas”, 1 Pedro 2.21. Lo que aprendemos de él con la cabeza debe manifestarse en el comportamiento y el servicio.

Las entrañas del cordero corresponden a la doctrina devocional. Es la vida interior de nuestro Señor, la oración, alabanza y la comunión con el Padre, que es un aspecto que ocupa mucho lugar en los Salmos.

En esta dieta espiritual de tres componentes el creyente encuentra un perfecto equilibrio para su alimentación espiritual. Si pone más atención en uno que otro, sufrirá trastornos espirituales que le van a quitar el gozo del Señor, y será de menos utilidad en el servicio.

En apoyo de estas recomendaciones, llamamos la atención del lector a Colosenses 1.9 al 14:

> “que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual” — la cabeza del cordero

> “para que andéis como es digno del Señor — llevando fruto en toda buena obra” — los pies del cordero

> “con gozo dando gracias al Padre” —las entrañas del cordero

En cuanto a este último punto, las gracias al Padre, el pasaje en Colosenses ofrece razones por qué estar agradecidos:

> nos hizo aptos para participar de la herencia

> nos ha librado de la potestad de las tinieblas

> nos ha trasladado al reino de su amado Hijo

> nos ha dado redención y perdón.

067     El monte de la oración: Cristo el gran intercesor

Ver
Despedida la multitud, subió Jesús al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí solo. Mateo 14.23. Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. Romanos 8.34.

Es de notar que nuestro Señor no encargó a ninguno de los apóstoles a despedir la gente. Lo hizo El mismo, enseñándonos la importancia de este ministerio. Al presenciarse uno extraño a las reuniones, la manera en que se le despide puede dejar con él una impresión para bien o para mal. Acompañando la despedida con una invitación amable a volver, puede resultar en otro paso para ganar esa persona para Cristo. En cambio, una despedida con frialdad puede desanimar al visitante.

La oración es devoción

Los discípulos entraron en la barca y Cristo subió cerro arriba para orar a solas. Cuando bajó ya era la cuarta vigilia, o sea entre las 3:00 y las 6:00 de la mañana, de manera que El había pasado la noche en oración. Los discípulos estaban bregando con las olas y el viento, pero la barca no podía zozobrar porque Cristo estaba orando por ellos.

En el Evangelio según Lucas, que presenta a Cristo en su humanidad, se destaca su vida de oración. En tal sagrado ejercicio se le encuentra siete veces antes de su crucifixión:

> en 3.21, en su bautismo

> en 5.16, en un lugar desierto

> en 6.12, toda la noche

> en 9.18, orando aparte

> en 9.28, en el monte de la transfiguración

> en 11.1, en un lugar no nombrado

> en 22.41, en el Getsemaní

El es la inspiración perfecta para nosotros, para que sigamos sus pisadas. En Lucas se finaliza el relato de su ascensión con él alzando las manos en el acto de oración, derramando sobre sus discípulos las bendiciones del Padre. Es el gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, dice Hebreos 4.14, añadiendo, “retengamos nuestra profesión”.

En Salmo 141 David clama a Dios en un gran apuro, diciendo: “Suba mi oración delante de ti como el incienso, el don de mis manos como la ofrenda de la tarde”. El culto del templo en Jerusalén empezaba con los primeros rayos de la luz, cuando el cordero era ofrecido en holocausto sobre el altar de bronce, figura de Cristo padeciendo en el Calvario. Fue el lugar afuera donde se realizó el acto que satisfizo la justicia de Dios y abrió a la vez el paso para que los adoradores adorasen a Dios. De nuevo a las 3:00 de la tarde había el holocausto con el sacrificio de un cordero, y es notable que Mateo relata que fue “cerca de la hora novena” — las 3:00 p.m. — que Cristo clamó en las tinieblas con gran voz, diciendo, “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”

Y, antes de entregar el espíritu, El clamó, “Consumado es”. Este acontecimiento asombroso sincronizó con la hora de la oración, Hechos 3.1, cuando en el lugar santo el sumo sacerdote estaba ofreciendo incienso sobre el altar de oro. Este altar es figura de él, quien entró en la presencia de Dios y abrió para nosotros un camino nuevo y vivo a través del velo rasgado. Por eso cantamos, “En Cristo habiendo hallado Pontífice real, por él a Dios llegamos con libertad filial …” El incienso que tenemos ahora es la fragancia de su nombre glorioso y la excelencia de todos sus atributos.

La oración es dedicación

Habiendo considerado el lado devocional en cuanto a Cristo y la oración, pasamos al práctico.

En Hechos de los Apóstoles, después de la ascensión del Señor, vemos a los discípulos perseverando todos unánimes en oración y ruego por diez días. De repente el Espíritu desciende sobre ellos, y “les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego … y fueron llenos del Espíritu Santo”.

En este día de Pentecostés la Iglesia tuvo su principio en la cuna de la oración, la cual respaldó su testimonio dinámico delante del mundo cuando tres mil almas fueron convertidas. La oración es una potencia irresistible, y es la primogenitura de todo verdadero hijo de Dios.

Enseguida, en la conversión milagrosa de Saulo de Tarso, el Señor se comunicó desde la gloria con Ananías, su fiel discípulo, para enviarle a donde estaba hospedado este nuevo convertido. Dijo: “He aquí, él ora”. Sin duda Pablo había pasado los tres días de su ceguedad en la oración, Hechos 9.9,11. No leemos de otra persona tan entregada a la oración, aparte del Señor mismo, como él.

En Romanos 8.15 dice, “Habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos, ¡Abba, Padre!” Una evidencia de vida en una criatura al nacer es su clamor. La madre lo interpreta como solicitud por alimento. Hay la oración privada con la cual el creyente debe empezar y terminar el día, y también puede valerse del acceso a su Padre celestial en todo momento.

En 1 Timoteo 2.1 al 3 se trata de la oración pública, nombrando cuatro elementos: (1) rogativas: son peticiones que nacen de una necesidad específica. (2) oraciones: es la palabra básica que se usa aquí, significando la reverencia al dirigirse uno a Dios. (3) peticiones: indican la confianza de un niño en pedir una cosa;  es el agradecimiento que va junto con la oración

Por un lado podemos pedir confiadamente: “¿Qué padre de vosotros, si su hijo le pide pan, le dará una piedra?” Lucas 11.11,12. Por otro lado, debemos pedir según la voluntad divina: “Esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye”, 1 Juan 5.14.

Nuestro Señor nos da una lección práctica en Lucas 18.9 al 14, hablando de dos hombres y dos clases de oración. Un hombre era fariseo y el otro publicano, y ambos subieron al templo a orar. El fariseo oraba consigo mismo pero no fue oído. El llamaba a Dios pero en simple formalismo. En cambio, hubo en el publicano un espíritu de humillación y arrepentimiento. El no multiplicó palabras, pero las seis que usó salieron de su corazón: “Dios sé propicio a mí, pecador”. El comentario de Cristo es que el publicano descendió a su casa justificado, antes que el otro.

Ahora, ¿dónde orar? La respuesta es: “en todo lugar”, 1 Timoteo 2.8. Jonás oró desde el vientre del gran pez, y Dios le oyó. Pedro oró al hundirse en el mar. Su oración fue la más breve y urgente de toda su vida: “¡Señor, sálvame!” Cristo no demoró en contestarle: “Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él”, Mateo 14.30,31. Pablo y Silas oraron en el calabozo, Hechos 16.25,26. De repente hubo un gran terremoto, pero ellos dos habían estado orando y cantando himnos a medianoche. Dios les contestó enseguida, permitiendo su libertad y dándoles también el gozo de ver convertidos al carcelero y su familia.

Dios contesta la oración

“Antes que clamen, responderé yo; mientras aún hablan, yo habré oído”, Isaías 65.24. Dios contestó las oraciones de su pueblo a favor de Pedro cuando estaba bajo sentencia de muerte. Rescatado por un ángel, él se pareció a la puerta de la casa donde estaban orando los creyentes, y ellos mismos no podían creerlo posible. ¡Su culto de oración terminó súbitamente!

Por otro lado, hay las oraciones inválidas, que no reciben respuesta. “Pedís mal, para gastar en vuestros deleites”, Santiago 4.3. Hay a la vez las oraciones que sí son respondidas, pero no como fue pedido. Por ejemplo, Pablo pidió tres veces al Señor que le fuese quitado un aguijón en la carne, pero se quedó con él. El recibió más bien un antídoto: “Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad”. El apóstol quedó completamente satisfecho con la contesta.

La norma es: “Perseverad en la oración”, Colosenses 4.2. Hay ocasiones cuando Dios no contesta de una vez. El prolongado ejercicio es para nuestro bien y es saludable para la vida espiritual. Nos inspira el ejemplo de Elías en la cumbre del Carmelo, postrado en tierra. El puso su rostro entre las rodillas y clamó a Dios por lluvia. Envió su criado seis veces para ver si había señal de lluvia pero la respuesta fue negativa cada vez. Por fin, la séptima vez el criado vio una pequeña nube, como la palma de la mano de un hombre, 1 Reyes 18.41 al 45. Con esto el profeta sabía que Dios había contestado su oración, y enseguida se oscurecieron los cielos con nubes y viento. Hubo una gran lluvia.

No debemos desmayar en las súplicas a favor de los hijos y otros seres queridos que no son salvos. Mejor las oraciones con lágrimas antes que ellos mueran en vez de después, como en el caso de David. Nunca leemos que él haya orado por Absalón su hijo rebelde, pero leemos de su llanto inconsolable cuando fue demasiado tarde.

En una ocasión en el tiempo del rey Ezequías y el profeta Isaías, estaba acampado fuera de Jerusalén el rey Senaquerib, quien se consideraba invencible, con su ejército formidable. El estaba resuelto a destruir la ciudad. Ezequías clamaba a Dios en oración, y aquella misma noche el ángel de Jehová mató a 185.000 soldados enemigos.

Nuestro Señor, antes de efectuar la resurrección de Lázaro, se dirigió al Padre en oración. Le dio las gracias por haberle oído, y luego clamó a gran voz, “¡Lázaro, ven fuera!” El que había muerto salió, Juan 11.41 al 43.

La oración no ha perdido su eficacia, y en tiempos modernos lo milagroso ha sucedido y está sucediendo en respuesta a la oración.

Sra. Logan, quien servía al Señor con su esposo en el África en años recientes, estaba viajando con sus hijos pequeños en una balsa en un río caudaloso. Había escasez donde vivían, y ella buscaba provisiones en otra parte. Todo iba bien hasta que un cocodrilo empezó a seguirles; era un animal capaz de quitarles de la balsa. La señora madre comenzó a orar fervorosamente a Dios, pidiendo protección del cocodrilo y alimento para su familia. De repente un gran pez saltó del agua, y en un momento el cocodrilo le quitó la cabeza al pez y desapareció, dejando el resto del pez flotando sobre la superficie. El africano que guiaba la balsa buscó los restos, preparó el buen pescado a la orilla del río y acompañó a la familia en su buena comida.

En mi propio caso hubo la ocasión cuando levantaba un pequeño local evangélico en Boquerón, después de haber visto allí fruto en el evangelio. Al regresar un mediodía a Boquerón desde Valencia, descubrí que mis anteojos bifocales no estaban en mi bolsillo, ni los encontré en otra parte. Un muchacho, llamado Bachiller por cierto, ofreció ayudarme hacer un rastreo de la hacienda de caña por donde yo había caminado al caserío, pero no encontramos nada allí ni más lejos. “Bachiller”, pregunté, “¿tú crees en Dios?” “¡Sí!” me contestó.

“¿Y crees en la oración?” “Cómo no”, respondió.

“¿Entonces crees que El me conseguirá los anteojos?” “¡Eso no! Los anteojos están perdidos”. Monté un carro de alquiler y, siendo el único pasajero, empecé a conversar con el chofer. Sin darme cuenta que él fue quien me llevó en el viaje el día antes, comenté la pérdida de mis anteojos.

El día siguiente oímos un toque de bocina. El mismo chofer me exclamó: “Aquí están, Papá!” Efectivamente, el estuche y los lentes. El explicó que había quitado los asientos para lavar el carro, y así encontró lo perdido. Lo primero que hice fue buscar a Bachiller para mostrarle que Dios sí contesta la oración.

Nuestro Dios es omnisciente, sabe todo; omnipresente, está en todo lugar; y, omnipotente, nada es demasiado difícil para él. Sus recursos son inagotables y le honramos al llevarle todo en oración. Echemos, entonces, toda nuestra ansiedad sobre él, porque El tiene cuidado de nosotros, 1 Pedro 5.7.

Jehová-nisi

El primer encuentro del pueblo de Israel con el enemigo después de cruzar el Mar Rojo, emprendida la peregrinación por el desierto, fue con Amalec, quien es en la Biblia un tipo de la carne. El creyente en su peregrinación por este mundo, convertido y bautizado, debe estar pendiente de los ataques contra el alma, porque tiene tres enemigos que son el mundo, Satanás y la carne.

Moisés mandó a Josué escoger varones y salir a pelear contra Amalec, y éste fue derrotado a filo de espada. Sabemos por Hebreos 4.12 que la espada es una figura de la Palabra de Dios. Pero el secreto de la victoria de Josué y su ejército en el campo de batalla se ve en lo que estaba sucediendo en la cumbre del collado. Allí estaba Moisés sentado sobre una piedra, y mientras él alzaba las manos Israel prevalecía, pero si las bajaba Amalec prevalecía; por esto, Aarón y Ur sostuvieron las manos de Moisés y la victoria fue segura. La piedra es, por supuesto, una figura de Cristo, “piedra viva, escogida y preciosa”, 1 Pedro 2.4: el fundamento de nuestra fe.

¿Cuál será la lección para nosotros? Como Josué, tenemos que usar la espada del Espíritu y juzgar la carne que está en nosotros. En Aarón vemos una figura de nuestro gran sumo sacerdote, arriba en “la cumbre”, y en Moisés discernimos al creyente con las manos alzadas delante de Dios en oración. “… que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas”, 1 Timoteo 2.8. Ur también es tipo del Espíritu, quien siempre intercede por nosotros con gemidos indecibles.

La promesa de Cristo en Juan 14.16 es: “Yo rogaré al Padre, y él os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre”. Es muy notable que la palabra consolador signifique “uno a nuestro lado;” es parákletos, traducida como abogado en 1 Juan 2.1. Nuestro “parákletos” está en el cielo y en espíritu está con nosotros aquí. “He aquí estoy con vosotros todos los días”, dice. Está allí, delante de la justa presencia de Dios, para defendernos en nuestras faltas y flaquezas.

Para celebrar la victoria, Moisés levantó con Israel un altar llamado Jehová-nisi, que quiere decir, “Jehová es mi bandera”. Le atribuyeron la victoria a Dios, y cuán importante es rendir las gracias al Señor en cada triunfo que El nos conceda: “Cual pendón hermoso desplegamos hoy, la bandera de la cruz. La verdad del evangelio, el blasón del soldado de Jesús”.

068     El monte de los milagros: Cristo el gran benefactor

Ver
Vino junto al mar de Galilea; y subiendo al monte, se sentó allí. Mateo 15.29. Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo. Juan 5.17

El médico de vida, Mateo 15.30,31

“Se le acercó mucha gente que traía consigo a cojos, ciegos, mudos, mancos, y otros muchos enfermos; y los pusieron a los pies de Jesús, y los sanó”. ¡Qué escena tan impresionante! Cuatro mil hombres, además de mujeres y niños, estaban allí, algunos sanos y otros enfermos. Se habían reunido en ese monte, sin invitación o aviso, para oir las enseñanzas de Cristo, y a la vez abrigaban la esperanza que El podría sanar a sus enfermos.

Nunca hubo antes, ni habrá después, un médico como el Señor JesuCristo. Sus credenciales no se desplegaban como diplomas en la pared. No eran palabras sino hechos: “los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio”, Mateo 11.5.

Nada estaba escondido de él, quien conocía a fondo todo el ser humano. “Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; estoy maravillado … No fue encubierto de ti mi cuerpo, bien que en oculto fui formado, y entretejido en lo más profundo de la tierra. Mi embrión vieron tus ojos”, Salmo 139.14 al 16.

Es infalible también. Muchas veces los médicos se equivocan o se encuentran vencidos por una nueva epidemia. No fue así con Cristo, aun cuando en Nazaret no hizo muchos milagros, por la incredulidad de la gente, Mateo 13.58.

Casi todos los casos que le fueron presentados eran humanamente incurables, pero El nunca despachó a un menesteroso sin haberle curado. Nunca fijó un horario de consulta. Sanaba aun los días sábado, trayendo sobre sí la ira de los religiosos, quienes tenían más compasión por el buey o el burro que por uno afligido de cuerpo y alma.

Le preocupaba no sólo el estado físico sino el espiritual. Leemos, por ejemplo, en el caso del paralítico en Marcos 2 que le dijo: “Levántate, toma tu lecho y anda”, para que los demás supiesen que el Hijo del Hombre tiene potestad para perdonar pecados.

¡Gracias a Dios por su don inefable!

La cosa triste es que le manifestaron agradecimiento muy pocos que le debían tanto por haberles curado. Hubo excepciones, como el leproso, uno entre diez, que volvió a darle las gracias por su curación, y el Señor le preguntó, “Y los nueve, ¿dónde están?” En todos los siglos la raza adánica no ha sabido dar las gracias; a Jesús le dio una cruz vergonzosa por su compasión para con sus criaturas.

A veces los enfermos reciben de su médico una receta por medicina tan costosa que ellos no pueden costear su curación, pero ¡cuán diferente con nuestro Señor! El remedio para nuestra plaga negra del corazón era tan completamente más allá de nuestra capacidad para adquirirla, que El lo proveyó a precio infinito por su muerte en cruz. Sabemos que fuimos “rescatados … no con cosas corruptibles como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo”, 1 Pedro 1.18,19.

Hay quienes tratan la magnanimidad de Cristo en conseguirnos el gran remedio casi como algunos enfermos tratan la visita a su médico. Al ver la prescripción, confiesan que sus recursos no les permiten comprar el remedio. Lo reciben gratuito, por la generosidad del médico u otro, pero dicen, “Lo voy a guardar por unos días más, hasta que me sienta un poco mejor; entonces, tomaré la medicina”. Probablemente el lector dirá, “¡Qué insensatez! ¡Esa medicina regalada es para tomársela de una vez!”

Así es la salvación. Lector, quizás sin Cristo, ¿qué estás haciendo con el gran remedio que es el evangelio? Te puede dar corazón nuevo y quitar toda mancha de pecado.

La parte nuestra

Ahora, consideremos un detalle al comienzo de este relato breve. La gente le traía a Jesús toda clase de enfermos, incluyendo a los mancos, poniéndolos a sus pies, 15.30. En el 18.8 El empleará la misma palabra al decir, “Es mejor entrar en la vida cojo o manco”, refiriéndose a quienes le falta una pierna, un pie, un brazo o una mano.

Es probable que entre esa multitud hubiese uno o más mancos. ¡Cuál no sería su gozo al hallarse con el cuerpo completo de nuevo! Pero, ¿dónde empezó la compasión? Fue en los que estaban dispuestos a cargar y ayudar a los impedidos hasta donde estaba el Señor JesuCristo.

Se habrán contentado mucho los buenos amigos que con lucha y sudor habían subido el monte con su carga, viéndoles completamente sanados. Nosotros estamos rodeados de gente necesitada espiritualmente. ¿Endureceremos el corazón, dejándoles perecer en sus pecados, o los llevaremos a los pies de Cristo?

¿Cómo podemos hacerlo? Recomendamos cuatro maneras:

> por la oración, llevándolos ante el trono de la gracia

> por interesarlos en asistir al culto evangélico

> por medio de un testimonio intachable

> por poner en sus manos un tratado evangélico o una porción de la Palabra de Dios

Nos llama la atención que la gente se haya quedado en aquel monte tres días. Era de esperarse que, al ser curados, ellos estarían pensando enseguida en regresar a sus casas. Pero no; las palabras de vida que Cristo tenía para ellos les encantaban, y les hicieron olvidar su hambre. Hay aquí una lección para cada creyente, y es que las cosas de nuestro Señor JesuCristo deben tener prioridad en nuestra vidas también.

El sustentador, Mateo 15.32,38

“Tomando los siete panes y los peces, dio gracias, los partió y dio a sus discípulos, y los discípulos a la multitud”.

Aquí tenemos un maravilloso comedor popular. No había mercado, ni bodega, ni conuco, pero había la presencia del Señor de gloria en su divinidad y del Pan de Vida en su humanidad. El respondió por todo. Había una grande multitud, una grande necesidad, un gran milagro, una grande satisfacción y un gran sobrante.

En la alimentación de los cinco mil, 14.17 al 20, sobraron doce cestas llenas, y ahora en el 15.37 sobran siete canastas. Las cestas se usaban para traer las compras del mercado, pero las canastas eran mucho más grandes; cabía un hombre en una canasta, como cuando Pablo fue bajado del muro en Damasco en una de ellas.

Pero observamos también cosas pequeñas en el milagro de los panes y los peces:

Su fe Cuando los discípulos contestaron al Señor sobre la grande necesidad de la gente hambrienta, preguntaron, “¿De dónde tenemos nosotros tantos panes en el desierto?” Se habían multiplicado panes y peces en el capítulo anterior, alimentando cinco mil hombres más las mujeres y los niños presentes. ¡Gracias a Dios que la alimentación de esa gente no dependió de la fe de los discípulos!

Su razonamiento Poco es mucho cuando Dios está en la cosa. El se digna usar cosas pequeñas para manifestar su propia grandeza. Redujo, por ejemplo, el ejército de Gedeón a trescientos hombres para derrotar una multitud que era como langostas que cubrían la tierra, y camellos innumerables. “Lo débil del mundo escogió Dios para avergonzar a lo fuerte”, 1 Corintios 1.27.

Su estatura Estaban recostados; todos se hicieron pequeños. No hay distinción entre grandes y chicos para con Dios; es corte parejo. Para participar de los alimentos, todos tenían que bajarse al mismo nivel. La salvación se consigue solamente a los pies de Cristo, como cuando los israelitas tenían que doblarse a la tierra para recoger el maná que Dios les mandó. Los discípulos efectuaron la distribución ordenadamente. El Señor se dignó usar “vasos de barro” para llevar el pan de vida a los hambrientos.

* * * * *

La vida pública de Cristo

Como parte de este comentario sobre Cristo como el gran benefactor, queremos examinar por un momento tres cualidades suyas que hacían posibles las cosas que hemos visto en su ministerio en bien de la gente.

Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y … éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. Hechos 10.38

Pedro en su discurso en casa de Cornelio destaca tres puntos en cuanto a la vida pública de nuestro Señor:

> fue ungido con el Espíritu y con poder hacía bienes

> Dios estaba con él

Una vida con poder

En su bautismo en el Jordán, Cristo fue ungido por el Espíritu, luego fue llevado por el mismo Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. Esto nos enseña que uno no está exento de los ataques del diablo por estar guiado por el Espíritu y por andar en el camino de la voluntad de Dios. Es cuando el creyente se aparta del camino señalado por su Señor que no puede resistir el ataque del gran enemigo de su alma.

Así fue la tragedia del joven profeta en la triste historia que encontramos en 1 Reyes 13. El viejo profeta le engañó, y él desobedeció la Palabra de Dios; había emprendido buen camino, pero “volvió con él”. La consecuencia fue que “le topó un león en el camino, y le mató”.

Como su Señor, cada creyente empieza su carrera nueva con la unción del Espíritu Santo, 1 Juan 2.27. Aquí está el secreto de su poder espiritual. Su responsabilidad es:

> no contristar al Espíritu, Efesios 4.30, sea por pecar o por no confesar el pecado

> no apagar el Espíritu, 1 Tesalonicenses 5.19, en no cumplir con sus deberes

> no dejar de responder al impulso del Espíritu en dejar de hablar o actuar por él.

Es de esperar que la vida del creyente sea con poder en la oración, poder en el testimonio y poder en el servicio del Señor. Cuando no lo hay, no es por no contar con el Espíritu sino por una de las circunstancias que hemos mencionado.

Una vida con propósito

Jesús anduvo (i) haciendo bienes en las cosas temporales, y (ii) sanando a todos los oprimidos por el diablo en lo espiritual.

Hay una correspondencia entre el bien que hagamos por nuestros prójimos en lo material y lo que hacemos espiritualmente. “No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos”, Gálatas 6.9.

El creyente debe ser una persona completamente incapaz de hacer mal a su prójimo. Muchos inconversos han sido amargados contra el evangelio por el mal proceder de uno llamado “hermano”. En cambio, un pequeño acto de simpatía, por ejemplo, en forma material con uno no convertido que está atribulado, puede abrir la puerta para ganar aquél para Cristo.

Cuando soltero, viví en cierta época con otro joven cristiano en un pequeño apartamento en Winnipeg, Canadá, donde los inviernos son sumamente fuertes. Un joven con caballo y trineo repartía leche de casa en casa, bregando contra nieve, hielo y una temperatura muy por debajo de cero. Le convidamos entrar y calentar las manos mientras le preparábamos una tasa de chocolate caliente y un poco de pan.

Volvió a visitarnos varias veces, recibió tratados y por fin accedió acompañarnos a la predicación del evangelio. Aquella noche él manifestó su deseo de volver a donde vivíamos, y allí abrió su corazón al Señor y fue convertido. La cosa es que los tres somos octogenarios ahora, sirviendo al Señor sin olvidarnos de la tasa de chocolate caliente y los panecillos.

En Hebreos 13.15 al 16 se nos exhorta ofrecer primeramente sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan el nombre del Señor. O sea, primeramente tenemos el deber para con Dios. Pero el pasaje sigue: “Y de hacer bien y de la ayuda mutua no os olvidéis; porque de tales sacrificios se agrada Dios”. Aun cuando nuestra vida como cristianos honre a Dios con sacrificios espirituales, no debemos ignorar el privilegio de ser una bendición a nuestros prójimos. La secuencia en Gálatas 6.10 es la de primeramente a los de la familia de la fe, y después, teniendo oportunidad, a todos.

Una vida con presencia

“… porque Dios estaba con él”.

¡Qué hermosa vida la de nuestro Señor JesuCristo! El la pasó día y noche en comunión íntima con el Padre. Siendo el único mediador entre Dios y los hombres, nos traía al Padre: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre”. También dijo nuestro Señor: “El que me ama, mi palabra guardará, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él”, Juan 14.23.

Sin Cristo uno no sirve para nada, pero en Cristo todo lo puede. Al decir esto Pablo, él añadió: “en Cristo que me fortalece”, Filipenses 4.13. La vida pública de Cristo fue con poder, con propósito y vivida en la presencia de Dios. Y, “nuestra comunión es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo”, 1 Juan 1.3.

069     El monte de la transfiguración: Cristo el gran transformador

Ver
Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto; y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz. Mateo 17.1,2 He aquí os digo un misterio: No todos dormiremos; pero seremos transformados. 1 Corintios 15.51

“Me seréis testigos”

Aquí tenemos una de las escenas más sublimes en la vida terrenal de nuestro glorioso Señor. Es un panorama que manifiesta de antemano la gloria venidera, cuya interpretación inspirada se halla en 2 Pedro 1.16 al 18. Pedro, testigo auténtico de lo sucedido, nos asegura que no había nada aquí de fábulas artificiosas, sino que él y sus condiscípulos, Juan y Jacobo, fueron:

> testigos oculares: “habiendo visto con nuestros propios ojos”

> testigos auriculares, o sea, con los oídos: “le fue enviado desde la magnífica gloria una voz que decía: Este es mi Hijo amado, en el cual tengo complacencia”.

> testigos presenciales: “cuando estábamos con él en el santo monte”.

Para Pedro fue una anticipación breve de la honra y gloria que el Padre tiene preparadas para su Hijo.

La cena del Señor

Anticipamos, Salvador, el día de tu reino aquí,
cuando te rendiremos loor, viendo en la gloria sólo a ti.

En aquella reunión había dos de la antigüedad y los tres discípulos. Nos hace pensar en Mateo 18.20: “Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. Dos es el número de testimonio y tres el de comunión. Cristo en medio es una manifestación de su preeminencia. Y, “nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo”, 1 Juan 1.3.

Aquella reunión se efectuó en un monte alto, haciéndonos pensar en el privilegio más elevado que el pueblo del Señor puede gozar antes de llegar al cielo, cual es la cena del Señor. Esta fue instituida en un aposento alto, más allá del bullicio y la confusión del mundo. Aquel monte era un lugar de tranquilidad y paz; era de gran privilegio, ya que sólo tres de los doce fueron convidados. Ahora no es así; es el privilegio de todo creyente bautizado y congregado en el nombre del Señor JesuCristo.

En esa reunión el tema fue uno solo: “hablaban de su partida”, Lucas 9.31. Fue de todo lo relacionado con los sufrimientos del Señor: su humillación, expiación y muerte, hasta el “Consumado está”. La suya es una obra terminada en su cabalidad. Se oyó una sola voz: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia”. Se vio a una sola persona: “… a nadie vieron sino a Jesús solo”. Así debe ser en la cena del Señor. Pedro, siempre ligero para hablar, cometió un gran error al recomendar la hechura de tres enramadas, queriendo por ignorancia poner al Señor al nivel de Moisés y Elías.

Observamos también que ellos querían detener al Señor, quien tenía por delante el camino a la cruz. Según Lucas fue el día siguiente cuando descendieron del monte, de manera que habían pasado la noche allí. La cena del Señor debe ser una ocasión de libertad para el Espíritu Santo pero sin licencia para la carne.

El mandato fue: “a él oíd”. Sus palabras, pronunciadas hace diecinueve siglos, nunca han perdido su encanto para los que han sido redimidos por su sangre. Para nosotros son: “Haced esto en memoria de mí”.

“También tengo otras ovejas”

Ahora, la reunión en el monte santo constaba de:

> dos santos del Antiguo Testamento, Moisés y Elías

> tres discípulos del Nuevo Testamento, Pedro Juan y Jacobo

> el Padre hablando desde la nube

> Cristo en medio.

Los apóstoles en ese pequeño grupo son representantes de los santos del Nuevo Testamento, y los otros dos son representantes de todas las personas salvas desde Abel hasta el Día de Pentecostés, pero no incorporadas en la Iglesia. Moisés había sido sepultado por Dios en uno de los valles de Moab unos 1450 años antes de la encarnación de Cristo, y Elías había subido al cielo directamente, sin morir.

La maravilla es que Pedro y sus compañeros hayan reconocido a ambos. Ni el Padre ni el Hijo habían mencionado sus nombres, pero los discípulos los identificaron. Creo que estas cosas han sido reveladas para darnos a entender que tendremos el gozo inefable de conocernos los unos a los otros sin dificultad. Sobre todo, no habrá demora en reconocer a nuestro Señor, y por su parte El nos llamará a todos por nombre.

Moisés es figura de los santos que han muerto en Cristo y serán resucitados cuando El venga. Elías es figura de los santos en Cristo que todavía estarán viviendo aquí en el momento de su venida.

El de en medio

Nos toca ahora reducir nuestros pensamientos a la persona de nuestro Señor JesuCristo.

“Se transfiguró delante de ellos”. Setecientos años antes de la crucifixión suya, el profeta habló de él: “Como se asombraron de ti muchos, de tal manera fue desfigurado de los hombres su parecer, y su hermosura más que la de los hijos de los hombres”, Isaías 52.14. Todo el odio, la bestial crueldad y la insaciable sed por sangre encontraron su objetivo en la persona inocente del Hijo de Dios. Gobernantes, sacerdotes, soldados, autoridades civiles: todos contribuyeron con su parte en hacer sufrir al Salvador, y así fue desfigurado El. Pero, el día se acerca cuando El será glorificado y transfigurado en majestad y honor.

Leemos que en el monte de transfiguración su rostro resplandeció como el sol. Así profetizó Malaquías en el versículo 4.2 de su libro, llamándole el Sol de justicia. El rostro de uno revela su personalidad. El Señor traerá salvación a la nación de Israel, pero a la vez sus enemigos serán quemados como estopa por los rayos abrasadores de su presencia. “Aquel día que vendrá los abrasará, … y no les dejará ni raíz ni rama”.

Sus vestidos, dice, eran blancos como la luz. Es un testimonio al carácter del Señor: intachable. Hoy por hoy El es la luz del mundo, Juan 8.12, pero los hombres aman más las tinieblas que la luz porque sus obras son malas. Consecuentemente, serán reservados para las tinieblas eternas, donde nunca penetrará un rayo de la luz del sol. Las cucarachas y los murciélagos son nocturnos, y por esto huyen de la luz. Así los enemigos de nuestro Señor, quienes procurarán esconderse de él en ese día de juicio, pero no podrán. Apocalipsis 6.15 al 17

El apóstol Pablo escribe en 1 Corintios 4.3 de ser juzgado “por tribunal humano”, pero la expresión es literalmente “el día humano”. Desde que el mundo rechazó a Cristo, el rey legítimo, y escogió a Barrabás (“hijo del padre”, Satanás), las cosas han ido de mal en peor. El dios de este siglo, el príncipe de la potestad del aire, está gobernando en los corazones de los hombres. En aquél día cuando Cristo venga, Satanás estará encerrado en el abismo durante los mil años del reinado terrenal de Cristo. Los que han sufrido por amor de él en este mundo burlador, van a reinar con él en gloria.

La transformación al creer

Nos hemos aludido a la transformación futura del creyente, pero queremos tratar también el cambio aun aquí en vida. “Si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”, 2 Corintios 5.17.

Esta transformación se efectúa en el mismo instante en que uno acepte al Señor JesuCristo como su Salvador. Antes de esta experiencia de conversión uno estaba controlado por el “hombre viejo”, la naturaleza que heredó de Adán; ahora, habiendo creído, es el “nuevo hombre”, el que Colosenses 1.27 llama “Cristo en vosotros, la esperanza de gloria”. Las cosas viejas pasaron: Estas cosas del hombre viejo no apelan a la naturaleza nueva del creyente.

Hace unos años, un anciano estaba vaciando el bautisterio después de un bautismo, y encontró un paquete. Lo llevó enseguida al cuartico donde el recién bautizado estaba cambiando de ropa, pensando entregarle el paquete.

“Eso no es mío”, respondió el otro. “Sí, señor, tiene que ser suyo, porque usted fue el único que se bautizó hoy”.

“Ah, no”, fue la contesta, “el paquete pertenece a ése. Yo soy el nuevo, el resucitado”. Abrió el paquete para hacer saber su contenido: un cachimbo y tabaco.

He aquí todas son hechas nuevas. Uno tiene un apetito nuevo por las cosas de arriba. “Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios”, Colosenses 3.1 al 3.

Tiene un propósito nuevo, el de agradar a Dios y no a sí mismo. Tiene amistades nuevas, que son de la misma familia, los hermanos en la fe. Tiene una ambición nueva, que es la de honrar la persona de su Señor en comportamiento, hechos y palabras.

La transformación progresiva

Hubo la transformación al creer, y la hay en la práctica durante la vida cristiana. “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento”, Romanos 12.2. En este gran capítulo en cuanto a la consagración de la vida, el versículo citado presenta el lado negativo y el positivo de la consagración cristiana: no conformarse, y transformarse.

El creyente no debe dejarse llevar por la corriente de “este siglo [mundo] malo”, sino seguir “río arriba” con la vida nueva que tiene. Un pez vivo puede ir río arriba, pero no el muerto. La persona que se conforma a las cosas mundanas no está dando evidencia o frutos de la vida nueva que profesa.

Esta palabra transformarse significa una metamorfosis. Por ejemplo, la oruga se mete en su propia urna y parece morir, pero al cabo de unas semanas sale; no es una oruga ahora, sino una mariposa hermosa, con alas para volar. Se ha realizado en ella una metamorfosis. No se arrastra ahora por la tierra, sino cuenta con una facilidad para subir y gozar de una vida superior. El creyente, a su vez, no se encuentra ligado a las cosas del mundo; su vida está escondida con Cristo en Dios.

Es el entendimiento que se transforma. Es como la torre de control en un aeropuerto, porque es la parte de uno que gobierna todo. Con la trasformación del entendimiento, dice el apóstol, se conoce la voluntad de Dios, “agradable y perfecta”. Siendo así, no fracasaremos al someternos a esa voluntad.

“Nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor”, 2 Corintios 3.18. El espejo es la Palabra de Dios, la cual nos revela lo que somos y lo que es Cristo.

El gran anhelo de David fue el de contemplar la hermosura de Jehová e inquirir en su templo, Salmo 27.4. La oración de Moisés fue: “Sea la luz de Jehová nuestro Dios sobre nosotros”, Salmo 90.17. El primero buscó su propia comunión con el Señor y el segundo tenía en mente la misma para el pueblo del Señor.

La transformación final

La segunda venida del Señor se realizará en dos partes. Primeramente, El vendrá al aire en la resurrección de vida, cual estrella de la mañana, Apocalipsis 22.16, a la final trompeta y la voz de mando, la cual indica su suprema autoridad. Los muertos en Cristo resucitarán, vencido para ellos el dominio de la muerte, 1 Corintios 15.56,57. ¡Qué poder estupendo, más de lo que nuestras mentes pueden comprender! Millones de seres humanos saldrán de sus sepulcros u otro lugar donde se encuentren sus restos, no como fueron “sembrados” allí, sino con cuerpos semejantes a Cristo y glorificados. Sembrados en bajeza, resucitarán con gloria.

En cuanto a los que estén en el cuerpo todavía, ellos serán transformados instantáneamente. Todos seremos trasladados a nuestro hogar eterno, con Cristo. Si los hombres, criaturas de Dios, ya han podido vencer algunas limitaciones de la estratosfera, ¿cuánto más no podrá hacer el dueño del universo?

1 Corintios 15 explica que nuestra transformación se efectuará “en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta”. El escritor estaba familiarizado con las prácticas del ejército de Roma, y hace una comparación para impresionarnos con el significado de la trompeta.

Dicen los historiadores que cuando un ejército salía de marcha o en campaña, el día empezaba con tres toques, con un intervalo corto entre cada uno. El primer toque de trompeta era para despertar a los dormidos y hacerles vestirse. El segundo indicaba que cada cual estuviera en su puesto en las filas. El tercer toque, el definitivo, daba la orden de marchar.

Así que, hay el lado solemne en cuanto a la gloriosa esperanza de la venida del Señor por nosotros. 1 Juan 2.28 amonesta: “Ahora, hijitos, permaneced en él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza, para que en su venida no nos alejemos de él avergonzados”. Queridos hermanos, no debemos descuidar nada que exija atención antes de que El venga: sea algo entre hermanos, algún compromiso en el comercio, o la condición en que se encuentre nuestro hogar o la asamblea.

Habrá un intervalo de por lo menos siete años entre el traslado de la Iglesia y la manifestación en majestad y gloria de Cristo como Rey de reyes y Señor de señores. En la primera parte de su venida El vendrá por sus santos, pero en esta segunda parte El vendrá con ellos. El día de la gracia termina con la segunda parte, como vemos en Apocalipsis 19.11 al 18 en la profecía del jinete con el caballo blanco. En cuanto a nosotros, leemos en Colosenses 3.4: “Cuando Cristo vuestra vida se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria”.

070     El monte de los Olivos: Cristo el gran profeta

Ver
Estando él sentado en el monte de los Olivos, los discípulos se le acercaron aparte, diciendo: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo? Mateo 24.3 Adora a Dios; porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía. Apocalipsis 19.10

Las cosas del Padre

La profecía ocupa un lugar importantísimo en las Sagradas Escrituras, porque en ella están revelados los propósitos de Dios. En el aposento alto, antes de salir al Getsemaní, nuestro Señor dijo a sus discípulos: “Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer”, Juan 15.14,15.

La profecía se divide entre los acontecimientos ya cumplidos y los que están por cumplirse. El hecho de que tantas profecías se hayan cumplido, desde la del huerto de Edén hasta el tiempo presente, es para nosotros la prueba de que Dios cumplirá también, en su debido orden y tiempo, las demás profecías. Como fueron cumplidos al pie de la letra las centenares de profecías en cuanto al primer advenimiento de Cristo, no hay duda de que tengan también su cabal cumplimiento las muchas profecías en cuanto a su segunda venida.

Se pueden notar en 1 Corintios 10.32 tres temas de la profecía: (i) los judíos, (ii) los gentiles y (iii) la Iglesia de Dios. Hay malas interpretaciones de la Biblia que ignoran esta distinción. Por ejemplo, un hombre va a consultar a su médico en cuanto a un mal que siente. Como no hay tabique entre la sala de espera y el consultorio, él oye lo que el médico está aconsejando al paciente que está delante. Se le ocurre que para economizar dinero él puede buscar los remedios que el médico está recetando para el otro, sin esperar una consulta para sí.

¡Qué ridículo! Lo que sirve para uno, no sirve para otro en cuestiones de medicina. En cuanto a la profecía, algunos leen Mateo 24, por ejemplo, y aplican varios detalles como si fueran para la Iglesia. El caso es que el sermón en el Olivar fue para Israel.

El monte en el esquema profético

Este monte está muy vinculado con los temas proféticos. Cristo partió de allí (O sea, del Getsemaní; ese huerto quedaba en una ladera del cerro) para el Calvario. “Se fue, como solía, al monte de los Olivos; y sus discípulos también le siguieron”, Lucas 22.39.

El volvió en resurrección, y de allí partió en su ascensión. Inmediatamente después de su subida, los discípulos “volvieron a Jerusalén desde el monte que se llama del Olivar, el cual está cerca de Jerusalén, camino de un día de reposo”, Hechos 1.12.

Zacarías 14.4 trata de su venida en gloria como Rey de reyes: “Se afirmarán sus pies en aquel día sobre el monte de los Olivos, que está en frente de Jerusalén al oriente; y el monte de los Olivos se partirá en medio … haciendo un valle muy grande”.

¿Veis todo esto?

El capítulo 24 de Mateo empieza con una profecía importante. A los discípulos le habían llamado la atención del Señor a los grandes edificios del templo, y El respondió: “¿Veis todo esto? De cierto os digo, que no quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada”.

Parecía una cosa imposible, ya que el templo de Herodes llevó muchos años en construcción (según algunos, 46 años, incluyendo los edificios aparte del templo mismo), e incorporaba muchas enormes piedras de mármol blanco. Sin embargo, unos treinta y siete años después, en el año 70, un gran ejército romano tomó la ciudad de Jerusalén después de una lucha cruenta. Por algún motivo no explicado claramente, los soldados tumbaron las piedras con palancas de hierro. Efectivamente, todo fue arrasado, y la profecía de nuestro Señor se cumplió al pie de la letra.

Dos simientes

Cristo es el centro y la circunferencia de la profecía. El es tema de la primera profecía, que es la del Génesis 3.

En vista de la calamidad en el Edén, cuando entró el pecado por la sutileza de la serpiente, Dios tuvo que pronunciar sentencia. Adán quiso esquivar su responsabilidad, alegando que la mujer le había dado del fruto del árbol. Dios se dirigió a ella, diciendo: “¿Qué es lo que has hecho?” Ella por su parte quiso culpar a la serpiente.

Así, El se dirigió a la serpiente. En este caso fue una culebra que se prestó como instrumento de Satanás, como han hecho tantos seres humanos hasta el presente, y entre ellos Judas Iscariote. Le dijo Dios: “Por cuanto esto hiciste, maldita serás entre todas las bestias del campo; sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida”, 3.14. Era un castigo corporal y material.

En el versículo 15 hay un cambio evidente, cuando Dios habla de la simiente de la mujer. Hay una sola mujer en toda la historia humana de cuya simiente se habla, y el texto está en Isaías 7.14: “He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel”. ¡Cuán clara es esta profecía en cuanto a la encarnación! No figura aquí ningún padre humano, por cuanto Cristo no fue engendrado por varón. El era simiente de la mujer, como fue profetizado 4000 años antes de nacer María.

Luego Dios hace referencia a la simiente de la serpiente, Satanás. La tercera palabra de Dios a la serpiente tendría su cumplimiento en el Calvario. Fue: “Esta te herirá en la cabeza”. Vemos cuán importante fue la parte que tuvo el diablo en los sufrimientos del Señor. El entró en Judas y con el cebo de la codicia le hizo traidor. Después, el odio, la malicia y las maquinaciones de los sacerdotes y gobernadores fueron despertados por el cebo de la envidia.

El Salvador exclamó en el Salmo 22 que los toros de Basán abrieron sobre él su boca como león rapaz y rugiente. El toro es un animal que embiste ciegamente y sin provocación, y así fueron los sacerdotes. El “león” en el salmo es Satanás, la inspiración de los insultos, burlas, blasfemias y calumnias. “Si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz”, decían. El diablo había hablado de esta misma manera en Mateo 4.3 para insinuar que Cristo no era divino.

Fue Satanás quien le metió miedo a Poncio Pilato. Actuando contra sus convicciones, este hombre se hizo cómplice de los enemigos de Jesús. Mandó azotarle y permitió a sus soldados cometer atrocidades contra la persona santa de nuestro Señor. El miedo es otro cebo que emplea el león rugiente para amedrentar el espíritu de los fuertes.

La última parte de la profecía en Génesis es: “Tú le herirás en el calcañar”. Nuestro Señor, por la gracia de Dios, gustó la muerte por todos; Hebreos 2.9. El padeció de maneras indecibles la mordedura de la serpiente, pero a la postre aplastó a ésta debajo de su pie. Leemos en Hebreos 2.14 que El participó de carne y sangre “para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo”. El mensaje del evangelio de Cristo es que los que creen se convierten de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; Hechos 26.18. Satanás es un enemigo vencido.

Algunas figuras proféticas

El primer tipo profético lo encontramos en Génesis 2.21 al 24. Es la figura de la esposa. “De la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre”. Encontramos en Efesios 5.25 al 27 que “Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella … a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa …”

Como Adán recibió a su esposa mediante su costado herido, así por sus heridas en la cruz nuestro Señor Jesús tiene una esposa que es “hueso de sus huesos y carne de su carne”. Comprada a precio de su sangre y objeto de su amor, la Iglesia es purificada por la Palabra y El intercede por ella delante del Padre. Cuando El venga, ella será transformada en la misma imagen y semejanza de su Señor, sin mancha, ni arruga ni cosa semejante.

Miqueas, escribiendo 710 años antes de Cristo, profetiza el lugar de su nacimiento: “Tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel”. Se distingue este pueblo de la otra Belén en Zabulón. David nació en Belén, haciendo de éste un pueblo real. Cristo nació con doble título al trono de David: por María, quien era del linaje real, y de José políticamente; véanse Mateo 1.6 y Lucas 3.23.

En Isaías 62.11 está la primera referencia a Cristo como Jesús. El nombre traducido allí como Salvador es en el original Yesua, y quiere decir “Jehová Salvador”. Mateo 1.21 da la razón: “El salvará a su pueblo de sus pecados”. Vemos, pues, que Jesús encierra un doble significado: su deidad como Jehová, y su carácter como Salvador. ¡Cuántas multitudes en todas partes del mundo nombran a Jesús despectivamente y hasta con blasfemia, ignorando su personalidad trascendental!

Los primeros versículos de Isaías 61 se refieren proféticamente a Cristo en su ministerio de amor: “… a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos …” El Señor mismo indicó en Lucas 4.17 al 21 que la profecía tuvo su cumplimiento con su venida a este mundo: “Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros”.

El capítulo 53 de Isaías es un resumen bien acertado del nacimiento de Cristo, sus padecimientos y su gloria futura. Aunque pronunciadas siete siglos antes de su realización en la vida y muerte de Cristo, las palabras son inmortales, y han comunicado vida eterna a las almas que las han recibido.

Los salmos de David fueron escritos mil años antes de la encarnación de nuestro Salvador, pero varios de ellos los llamamos salmos mesiánicos porque son proféticos de él. Se distinguen como mesiánicos por ser citados con relación a Cristo en el Nuevo Testamento.

El Salmo 22, por ejemplo, se conoce como “el salmo de la cruz”, empezando con el clamor: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” El, hacia el final de las seis horas de padecimientos indecibles, y en las tinieblas desde el mediodía hasta las 3:00 de la tarde, repitió estas mismas palabras en gran angustia. El sufrió el desamparo por causa de nuestros pecados para que encontrásemos un amparo eterno debajo de las alas del Omnipotente.

El apóstol Juan, testigo presencial de los sufrimientos del Calvario, ha indicado en su relato inspirado cuatro profecías que fueron cumplidas en la crucifixión:

> Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes. Salmo 22.18, Juan 19.23, 24

> Sabiendo Jesús que ya todo estaba consumado, dijo, para que la Escritura se cumpliese, Tengo sed. Salmo 69.21, Juan 19.28,29

> No le quebraron las piernas. Pero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza. Salmo 34.20, Juan 19.33,34

> Mirarán a mí, a quien traspasaron. Zacarías 12.10, Juan 19.37

En la mañana de la resurrección, cuando nuestro Señor se juntó con dos de los discípulos suyos en el camino a Emaús — una población a unos once kilómetros de Jerusalén — ellos no le conocieron. Después de haberles reprendido por su incredulidad, El les convenció por la palabra profética que todo había sucedido como fue antedicho en las Escrituras. “Comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían”. Notamos así la armonía perfecta de todas las profecías en cuanto a la persona de Cristo y su obra trascendental de la cruz.

El objetivo

La finalidad de la palabra profética es:

  1. Comprobar la inspiración divina de las Sagradas Escrituras. “Si el profeta hablare en nombre de Jehová, y no se cumpliere lo que dijo, ni aconteciere, es palabra que Jehová no ha hablado; con presunción la habló el tal profeta; no tengas temor de él”, Deuteronomio 18.22
  2. Ensalzar la persona de nuestro Señor JesuCristo, vindicar su obra y hacer hincapié en el futuro glorioso que le espera. “¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria? … les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían”, Lucas 24.26,27
  3. Dar al pueblo del Señor una inteligencia en cuanto a los propósitos de Dios. “Todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer”, Juan 15.15
  4. Controlar la vida y el comportamiento del creyente y de la Iglesia. “Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir!” 2 Pedro 3.11

El peligro es de conseguir un conocimiento teórico de la palabra profética pero no manifestarlo en la vida privada día a día, ni colectivamente con nuestros hermanos en la fe.

Una advertencia

Advierte nuestro Señor: “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces”, Mateo 7.15.

Desde tiempos antiguos han habido falsos profetas. Uno de ellos fue Balaam, quien por amor a la ganancia material estaba dispuesto a maldecir al pueblo terrenal de Dios. Su consejo al rey Balac fue el de poner una trampa en forma de la fornicación y la idolatría para la destrucción de los hijos de Israel. Murieron veintitrés mil en un solo día.

Estamos en los días postreros según el apóstol Pablo, y son tiempos peligrosos. Profetas falsos y fundadores de herejías perniciosas se multiplican, cosa que llegará a su colmo cuando suba de la tierra el que se llama la bestia, Apocalipsis 13.11. El mismo se llama más adelante, 16.13, el falso profeta, y es el anticristo.

El creyente verdadero puede protegerse de estos peligros al rechazar rotundamente toda insinuación que rebaje en algo la persona y los atributos de nuestro Señor. Nada le conviene contaminar el alma con la lectura del material de los llamados testigos de Jehová, los adventistas, o los mormones, ni de la secta “Sólo Jesús” y la metafísica. En todos éstos hay escondido uno que otro veneno mortífero.

071     El monte de la comisión: Cristo el gran mandatario

Ver
Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén. Mateo 28.18 al 20

“Ni en este monte, ni en Jerusalén”

Al final de cada evangelio el Señor hace referencia a la evangelización. Antes de ausentarse El dejó a los suyos la grandiosa obra de llevar el mensaje a todo el mundo. No hay sucesión apostólica pero Cristo sí cuenta con una sucesión de testigos fieles. “Dios entierra a sus siervos pero sigue con su obra”. Por ejemplo, leemos al comienzo del libro de Josué que Jehová habló a Josué diciendo: “Mi siervo Moisés ha muerto; ahora, pues, levántate”.

El escritor inspirado, Mateo, tenía por delante la nación judaica y él desarrolla el tema del Rey de los judíos. Sin embargo, la gracia de Dios desconoce frontera racial, y se ven excepciones notables. Por ejemplo, observamos que en la genealogía de Jesús figuran tres mujeres gentiles y dos judías. De las primeras, una no se nombra, por cuanto fue infiel a su marido y su nombre está en deshonra.

En el capítulo 2 leemos de como Dios tuvo que traer del oriente algunos magos con sus tesoros, ya que la nación judaica no tenía nada que presentar a su Mesías. Aun los pastores, habiendo sido avisados por ángeles que “os ha nacido” nadie menos que Cristo el Señor, se presentaron con las manos vacías, sin siquiera un corderito que ofrecer.

La gran comisión

Este evangelio termina con nuestro Señor escogiendo un monte en “Galilea de los gentiles” para reunir a sus once discípulos y encargarles la sagrada comisión que sería de importancia universal. Siendo éste el evangelio del Rey, sus discípulos saldrían como embajadores en nombre de Cristo a todas las naciones; 2 Corintios 5.20. Las naciones se las ven aquí como rebeldes y en las filas de Satanás; su necesidad es la de reconciliarse y entrar en las filas de nuestro Señor JesuCristo.

Es por la predicación de Cristo crucificado y la recepción por la fe que se efectúa la gran obra: “A vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado en su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de él”, Colosenses 1.21,22.

En el Evangelio según San Marcos, el hombre es visto como un perdido. Por tanto, en la gran comisión en Marcos el mensaje es: “El que creyere y fuere bautizado será salvo”. Pasando a Lucas, la voluntad del Señor fue que predicasen en su nombre “el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén”, Lucas 24.47. El Evangelio según Juan destaca que el hombre está “muerto”, y para el tal el mensaje en el mismo Juan es que fue escrito “para que creyendo tengáis vida en su nombre”, Juan 20.31.

Obediencia en el bautismo

Hechos discípulos de Cristo, nos corresponde el bautismo por inmersión en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Es de notar que el texto no dice “en los nombres”. Es uno en tres y tres en uno. La preposición en abarca el ser incorporado, o sea, ser unido en un vínculo inseparable con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. En este acto solemne, el creyente confiesa públicamente esta realidad maravillosa.

En Romanos capítulo 6 encontramos la doctrina del bautismo. Estamos muertos al pecado, dice el versículo 2, y sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo. El bautismo es un simulacro de la muerte; estamos muertos en cuanto al pecado y sepultados en cuanto al mundo. Pero, como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andamos en vida nueva. Este es el lado positivo del bautismo. El apóstol Pablo anhelaba tener “el poder de su resurrección” — el de Cristo — que resultó en una vida tan dinámica.

El bautismo cristiano no es meramente una ceremonia que hay que cumplir. Es el recuerdo inolvidable del compromiso que hemos contraído con el Señor de estar separados del mundo y de la carne.

Obediencia en la asamblea

Además, el Señor dijo: “… enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado”. En el capítulo 16 de este mismo evangelio, El comunica a sus discípulos la verdad de la iglesia en su aspecto universal, siendo ésta una obra indestructible; 16.18,19. En el capítulo 18, versículo 20, El indica lo que constituye una iglesia local: dos o tres congregados en su nombre, y El en medio de ellos. Diez días después de su ascensión al cielo, tres mil almas fueron convertidas en el día de Pentecostés bajo la fiel predicación de los apóstoles y en la presencia del Espíritu Santo. Fueron bautizados y recibidos en la comunión. De allí la nueva asamblea iba perseverando, y, a pesar de la persecución, hubo alegría en el Señor y crecimiento cada día.

Es un privilegio grande pertenecer a una asamblea, pero trae su correspondiente responsabilidad. Pablo escribió a Timoteo de saber cómo debería conducirse en la casa del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad, 1 Timoteo 3.15.

Cada asamblea plantada en comunión con el Espíritu Santo y de acuerdo con la Palabra de Dios, procura dirigirse por la doctrina apostólica y es conocida como congregada en el nombre del Señor JesuCristo. Nombre aquí abarca la autoridad suprema de Cristo en su iglesia, la cual cuenta en su operación con pastores, maestros y evangelistas, y siempre hay una pluralidad en los oficios. Reconocemos que una congregación puede ir en decadencia numérica hasta que, a veces, la carga cae mayormente sobre los hombros de un solo individuo, pero él no se llama el pastor ni acepta salario por su ministerio.

Obediencia en la cena

Otro privilegio importante que se incluye en el mandato del Señor es la cena suya. El mismo la instituyó, diciendo: “Haced esto en memoria de mí”. Tenemos ejemplo apostólico para celebrar esta cena cada primer día de la semana, y no en cualquier día ni cualquier lugar. En Hechos 20.6,7 Pablo y sus compañeros están de viaje, navegando hacia Jerusalén, pero tocan puerto en Troas precisamente para celebrar la cena con los santos en esa ciudad. Pablo era apóstol pero no usó su autoridad para cambiar la fecha y así economizar tiempo. No, él esperó y se sometió a que fuese en el primer día de la semana, el día de la resurrección de nuestro Señor. Es el día más importante para los cristianos y lleva el nombre del Señor.

Escribiendo a la iglesia en Corinto, este mismo apóstol hace referencia al primer día de la semana, haciendo saber que es la ocasión cuando conviene a los creyentes apartar su ofrenda material para el Señor. “Cada primer día de la semana, cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado”. 1 Corintios 16.2. Por esta razón es ocasión propicia para efectuar esta ofrenda después de la cena, como un acto de adoración.

Obediencia en la evangelización

Cuando nuestro Señor estaba para subir al cielo, teniendo a sus once discípulos consigo, les encargó, como si fuera, su último deseo: “Recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”, Hechos 1.8.

Después de la formación de la asamblea en Jerusalén, la obra creció hasta que el número de los varones alcanzó a cinco mil; Hechos 4.4. Pensaríamos que “los once”, contando con esta gran multitud, se dedicarían seriamente al cumplimiento de la comisión de su Señor, comenzando con la proclamación del mensaje en Judea y Samaria.

Según Hechos 9.31, los apóstoles habían visto almas convertidas y asambleas formadas en Judea, pero nada leemos en cuanto a Samaria hasta que Felipe, lleno de fervor, salió en una obra misionera. El había sido uno de los escogidos para reemplazar a los apóstoles en “servir mesas”, para que éstos pudieran emplear todo su tiempo en la parte espiritual de la obra.

Estando solo, Felipe dio principio a la obra samaritana, cansado por el camino y con sed. El Señor bendijo grandemente los esfuerzos de su siervo fiel. Al saber del gran movimiento, Pedro y Juan hicieron bien en visitarle. Muchos fueron convertidos y bautizados, y los nuevos creyentes fueron confirmados en la fe, inclusive una vez que los apóstoles hubiesen regresado a Jerusalén.

En Hechos 8.26 encontramos el relato de la conversión del tesorero de la reina de Etiopía. No fue uno de los once quien fue escogido por Dios para evangelizar en este caso, sino el mismo Felipe. Su nombre significa amador de caballos, pero para él no hubo caballo en un viaje forzado por el desierto; para alcanzar a quien viajaba en carro lujoso tirado por caballos, hacía falta un hombre que sabía correr.

El tesorero extranjero era hombre de categoría. Había conseguido un ejemplar de la profecía de Isaías — en hebreo, por cierto — y al presentarse Felipe este hombre estaba leyendo el capítulo 53. El evangelista se presentó oportunamente, pues el etíope tenía problemas con los versículos 7 y 8. Preguntó: “¿De quién dice el profeta esto; de sí mismo, o de algún otro?” Felipe se encontró preparado, y le contestó con un solo tema: “Le anunció el evangelio de Jesús”.

El dio en el clavo como si fuera, y la palabra se registró en un corazón preparado por el Espíritu de Dios. Llegaron a un estanque de agua en el camino, y dijo el viajero: “Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado?” Felipe respondió: “Si crees de todo corazón, bien puedes”. Y la respuesta: “Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios”. Entonces, descendieron ambos al agua y Felipe le bautizó. ¡Qué triunfo para el evangelio fue aquel trofeo de la gracia divina! Sin duda ese hombre regresó a su tierra para ser una luz brillante en medio de las tinieblas.

“¿A quién enviaré?”

Pero hemos pensado que fue una lástima que aparentemente no hubo creyentes en Jerusalén encomendados a entrar en aquella puerta abierta para el evangelio en Etiopía, contando ya con aquel funcionario convertido y capaz de facilitarles modos de establecer cultos de predicación. No debemos criticar, sino confesar que nosotros también hemos dejado pasar oportunidades de entrar con el evangelio en puertas abiertas. Al contrario, a veces el gran adversario, el diablo, ha podido enviar a sus seguidores para difundir el error: “Mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo”, Mateo 13.25.

En Hechos 11 está conservada la historia interesante del principio de la obra en Antioquía. Dios utilizó la gran persecución en Jerusalén para redundar a su gloria, pues muchos hermanos y hermanas se vieron obligados a salir huyendo de sus enemigos. A medida que viajaban, ellos propagaban el evangelio en lugares no evangelizados. Los que eran de la raza judaica sólo hablaban la Palabra a sus paisanos, mientras que los de la raza “griega”, prosélitos a la religión judía pero ahora convertidos al Señor, la difundieron a los gentiles.

La mano del Señor estaba con ellos; gran número oyó, creyó y se convirtió al Señor. Noticias de esta obra llegaron a Jerusalén, de donde fue comisionado Bernabé para viajar a Antioquía. Al ver la gracia de Dios en los creyentes, él se regocijó, “y exhortó a todos a que con propósito de corazón permaneciesen fieles al Señor”, 11.22 al 25.

Nos extraña que los apóstoles aparentemente estaban dejando pasar el tiempo sin movilizarse, ya que ellos habían recibido directamente del Señor la gran comisión de llevar el evangelio “hasta lo último de la tierra”. Si hubieran sabido que dentro de pocos años los ejércitos de la Roma imperial destruirían a Jerusalén, acabando con la iglesia en esa ciudad y sus actividades evangelísticas, sin duda ellos se hubieran esforzado en cumplir con la gran comisión.

Es una voz a nosotros. Somos más responsables que ellos, porque la última palabra de nuestro Señor desde el trono en el cielo es: “Ciertamente vengo en breve”. La contesta es: “Amén: sí, ven, Señor Jesús”. ¿Pero cómo nos encontrará el Señor? ¿Ocupados en su servicio y procurando glorificarle según sea nuestra capacidad, o como las cinco vírgenes prudentes que estaban dormidas al igual que las fatuas?

Tal fue la preocupación de nuestro Señor JesuCristo, ante la triste condición de tantos que estaban en las tinieblas y sombra de muerte, que El operó maravillosamente en la vida de Saulo de Tarso. Le salvó expresamente para que fuera vaso escogido para cumplir lo que otros apóstoles no habían hecho, y fue designado el apóstol a los gentiles. Por un solo hombre, y de los más humildes, el Señor podría revolucionar la obra misionera. Verdaderamente, la vida de Pablo es una inspiración a todo joven que tenga ejercicio en dedicar su vida a la obra del Señor. “Mirad los campos”, es el mensaje, “porque ya están blancos para la siega”, Juan 4.35.

El ausente que está presente

Este hermoso evangelio según Mateo termina con una nota mayor: “He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. La Versión Moderna lo traduce, “hasta la consumación del siglo”, o sea, la culminación de los propósitos de Dios en Cristo.

En el 1.23 hay una cita profética de Isaías 7.14 acerca del nacimiento virginal del Señor, la cual termina con estas palabras: “Llamarás su nombre Emanuel, que traducido es Dios con nosotros”. La promesa suya, “Estaré con vosotros”, ha infundido confianza, consuelo y coraje en sus fieles discípulos en todos los siglos desde ese momento hasta el presente. Ha dado valor a los mártires, aun tirados a los leones para quedar de ellos sólo los huesos, o quemados vivos hasta ser reducidos a cenizas. Lo que les ha sostenido en las pruebas más agudas ha sido esta preciosa afirmación de nuestro Señor.

En el tiempo de Daniel, cuando el rey Nabucodonosor levantó su enorme estatua de oro, hubo tres valientes jóvenes judíos que rehusaron obedecer su mandato de adorar la imagen. El rey, lleno de ira, mandó a echarles en un horno de fuego, calentado éste siete veces. Sus soldados murieron en el acto de lanzar los tres al fuego, tan calientes eran las llamas, pero el rey se asombró al ver “cuatro varones sueltos, que se pasean en medio del fuego sin sufrir ningún daño; y el aspecto del cuarto es semejante a hijo de los dioses”, 3.25.

¡Gracias al Señor! Su promesa de estar con los suyos es vigente todavía, y El la confirma al decir, “Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor. Si alguien me sirviere, mi Padre le honrará”, Juan 12.26.

Ved los millones que entre las tinieblas
yacen perdidos, sin un Salvador.
¿Quién, quién irá las nuevas proclamando,
que por Jesús Dios salva al pecador?

072     La visita más estupenda de los siglos

Ver
Nos visitó desde lo alto la aurora, Lucas 1.78

A partir de la tarde de aquel funesto día cuando tuvo lugar la caída de nuestros primeros padres en el Edén, durante la cual su Creador les visitó para tratar el asunto de su pecado, y a lo largo de los siglos hasta el fin del Antiguo Testamento, hubo visitas de Dios a los hombres.

Por ejemplo, en los días de Noé Dios miró desde los cielos. Viendo la corrupción y la violencia que había en la tierra, anunció a su siervo su propósito de enviar el diluvio en juicio sobre todo lo creado. Posteriormente, encontramos la visita que hizo a Abraham, cuando le dijo en relación con Sodoma y Gomorra: “Descenderé ahora, y veré …” Indagando sobre la terrible condición moral de esas ciudades, envió fuego y azufre y así destruyó totalmente a los impíos.

Leemos también que Dios apareció a su siervo Moisés, diciendo: “He descendido para librarlos [a su pueblo Israel] de mano de los egipcios …”, ocasión en la cual efectuó juicio para los egipcios y redención para Israel. Y hubo así sucesivamente otras visitas en las dispensaciones pasadas, pero su mención no cabe aquí. Basta decir que fueron visitas breves.

En cambio, la que se señala en Lucas 1, versículos 67 al 79, fue una visita que duró casi treinta y cuatro años; fue la encarnación del eterno Hijo de Dios, la visita trascendental de toda la historia humana. Por su magnitud, sobrepuja a todo pensar humano, ya que, “indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne”. Es que aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros. Vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.

De esta manera, el Creador y Sustentador del universo se identificó con nosotros como hombre pobre que sufría hambre, sed, cansancio y soledad. Hacía obras compasivas y hablaba palabras de gracia. El, siendo la luz, difundió luz en medio de las tinieblas.

Además, su visita fue muy diferente a las efectuadas por Dios para juicio sobre los antediluvianos y sodomitas, porque “no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él”, Juan 3.17. Para lograr este objetivo sublime, fue preciso que sufriera los oprobios y tormentos, la ira de Dios y la muerte de la cruz con todos sus horrores indecibles. Consumada así la obra de la redención, El fue sepultado, resucitó y ascendió al cielo donde está a la diestra del Padre.

¿Qué es lo que nos ha dejado El, finalizada ya su visita? Leemos que nos ha dejado:

> su paz; Juan 14.27, 20.19

> su palabra; Juan 17.8,14

> su ejemplo, para que sigamos sus pisadas; 1 Pedro 2.21

> la esperanza bienaventurada de su pronta venida; Juan 14.3

> la fragancia de su nombre; Cantar 1.3

> la promesa de su presencia con nosotros “todos los días” Mateo 28.20

Nosotros también nos encontramos en este mundo sólo “de visita”. Nuestra ciudadanía está en los cielos, Filipenses 3.20. Llegará un día en que saldremos de aquí para reunirnos con él, y por lo tanto conviene que pensemos en qué dejaremos atrás. Algunas posibilidades son:

> el testimonio: ¿será bueno o malo?

> obras: ¿será una abundancia de buenas obras, como Dorcas, u obras malas como las de Caín?

> cuentas: ¿todo bien arreglado, no debiendo nada a nadie, o cuentas sin cancelar?

> hijos: ¿serán convertidos y en la asamblea, o inconversos y en el mundo?

> almas: ¿habremos ganado almas para Cristo, o habremos malgastado el tiempo?

> un lugar: al abandonar para siempre nuestro asiento en el culto, ¿se notará nuestra ausencia, como en 1 Samuel 20.18, o no haremos falta?

Volviendo al tema, si el rey de gloria volviera a visitar esta tierra un día no muy lejano, sería para trasladar al lugar celestial a los creyentes, llevándoles al lugar que El ha preparado. Cuando vino antes, nadie le preparó lugar; El vivió como peregrino, y conocemos la gracia de nuestro Señor JesuCristo, que por amor a nosotros, siendo rico, El se hizo pobre. ¿Qué de esta vez? Nuestro lenguaje debe ser:

¿Y qué podré yo darte a ti a cambio de tan grande don? Es todo pobre, todo ruin; toma, ¡oh Señor! mi corazón.

073     El significado del cinturón

Ver
Nos llama la atención las muchas referencias en las Sagradas Escrituras a distintas clases de cinturones.

La ropa larga y holgada, al estilo oriental, hace necesario recogerla y amarrarla con un cinturón al entregarse uno a algún trabajo. Hace años mirábamos mientras unos trabajadores descargaban sacos de maíz, de cincuenta kilos cada uno, en una playa de La Vela de Coro. Cada uno llevaba un cinturón de lona de unos doce centímetros de ancho. Al meterse en las olas a recibir su saco, el obrero apretaba bien su cinturón, permitiéndole llevar esa carga en circunstancias difíciles. Nos hizo pensar en el creyente en Cristo, ceñido de la verdad para llevar la carga que le corresponde.

La pascua en Egipto

Dios dio instrucciones al pueblo de Israel por su siervo Moisés para la celebración de la pascua la noche de su salida de Egipto. El mandó en Éxodo 12.11 que ellos comiesen con los lomos ceñidos, sus pies calzados y su bordón en la mano. Ellos tenían que estar completamente prevenidos para salir apresuradamente al oir la llamada divina. Los israelitas esperaban el momento de comenzar la marcha, como el cristiano hoy en día está en espera de la venida del Señor y el traslado al cielo.

Los tres requisitos tienen su contraparte espiritual para el creyente. En cuanto a los lomos, Pedro nos da la aplicación: “Ceñidos los lomos de vuestro entendimiento”, 1 Pedro 1.13. O sea, no debemos dejar vagar los pensamientos por las cosas del mundo, sino poner la mirada en las cosas de arriba.

En cuanto a los pies, sabemos que parte de la armadura del soldado es el calzado, y que Efesios 6.15 nos manda a guardar los pies calzados con el apresto del evangelio de la paz. Todo nuestro andar debe ser controlado por el testimonio que damos, adornando con los labios la doctrina del Señor. En lugar de contención, chismes y escándalos, “sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación”, Romanos 14.19. El que se llama hermano pero manifiesta un espíritu contencioso, es un estorbo en el testimonio de la asamblea.

En cuanto a la mano, el bordón es la insignia del verdadero peregrino. En el célebre capítulo sobre los héroes de la fe, Jacob recibe sólo una mención breve. En Hebreos 11.9 él mora en tiendas, o sea, sin hogar permanente en esta vida; y en el 11.21, al morir, él “adoró apoyado sobre el extremo de su bordón”.

Jacob, entonces, mantuvo su carácter de peregrino hasta el fin, apoyándose sobre un bordón de madera. ¡Pero el nuestro es superior! El Señor “nos ha dado preciosas y grandísimas promesas” para que por ellas lleguemos a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia;” 2 Pedro 1.4.

Jesús en el aposento alto

En Juan 13 tenemos el noble ejemplo de nuestro Señor cuando El se ciñó con una toalla y lavó los pies de sus discípulos. Fue un acto de humillación y un ministerio de amor. Fue un ejemplo para ellos, mostrándoles que deberían hacerlo entre sí.

Años atrás, conocimos en lo que eran las selvas del Yaracuy, una parte llamada Agua Negra, a un hermano en Cristo llamado Jacinto. Cuando niñito él sufría de lo que llaman clavitos en la planta de los pies. Le fue aplicado el tratamiento muy crudo de meter sus pies en agua sumamente caliente, con el resultado que era cojo hasta el fin de sus días. Es una lección para nosotros, a fin de que mostremos compasión al intentar la corrección de alguna falta en otro. La amonestación en Gálatas 6.1 es, “considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado”.

El Señor entre las iglesias

“Vi … a uno semejante al Hijo del Hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por el pecho con un cinto de oro”, Apocalipsis 1.13.

Aquí Cristo practica su ministerio del gran sumo sacerdote entre las asambleas. El escudriña cada iglesia, dando palabras de recomendación al alabar sus méritos y palabras de censura al condenar sus errores. Sólo en esta escritura encontramos a uno ceñido de oro por el pecho.

El oro habla de su soberanía, y el pecho significa que actúa por amor. Sus ojos “como llama de fuego” en el versículo siguiente hacen saber que es imposible esconder algo de él, lo que nos impone un santo temor. “Sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia; porque nuestro Dios es fuego consumidor”, Hebreos 12.28,29.

Los siervos en espera de su amo

“Estén ceñidos vuestros lomos, y vuestras lámparas encendidas, y vosotros sed semejantes a hombres que aguardan a que su señor regrese de las bodas, para que cuando llegue y llame, le abran en seguida”, Lucas 12.35,36. Este pasaje trata de nuestra fidelidad, testimonio (figurado en la lámpara), ejercicio (indicado por los lomos ceñidos), y vigilancia en la oración en la ausencia de nuestro Señor. Habrá una admirable recompensa por el cumplimiento en su ausencia, pero los versículos 45 al 47 sirven de advertencia para el siervo infiel.

La primera referencia es a los lomos ceñidos en servicio. En vista de la ausencia de su señor, el siervo fiel no quita su cinturón para hacerse el flojo; él sigue prevenido y ocupado en los negocios que le han sido encomendados. También se encuentra velando (para nosotros, la oración), a diferencia de los tres discípulos en el Getsemaní que no pudieron velar una hora con su Señor.

“Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así”. Que estas palabras nos constriñan a ser más cumplidos y consagrados en nuestro servicio para Cristo.

074     Cristo entregado

Ver
El Hijo del Hombre será entregado en manos de hombres, Mateo 17.22.

Veamos cinco motivos por la entrega:

  1. Judas entregó a Cristo por treinta piezas de plata a causa de su codicia; véase Mateo 27.3,4.

El terrible pecado de la codicia tuvo su principio en el Edén, cuando Eva codició el fruto del árbol prohibido para alcanzar la sabiduría; Génesis 3.6. ¡Cuán funestas fueron las consecuencias! Ella se rebeló contra su Creador y llevó a su marido consigo a la ruina espiritual. En su desarrollo la codicia engendra la avaricia, uno de los seis pecados mayores que se nombran en 1 Corintios 5.11 que exigen la excomulgación del culpable.

La codicia alcanzó su mayor proporción cuando Judas traicionó al Salvador en manos de sus enemigos. Cristo pronunció su maldición sobre Judas, diciendo: “¡Ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es entregado!” Mateo 26.24. Le llamó “el hijo de perdición”.

El apóstol Pablo denuncia el amor al dinero, diciendo: “Las muchas codicias necias y dañosas hunden a los hombres en destrucción y perdición”, 1 Timoteo 6.9. La codicia es responsable por más crímenes que cualquier otro mal.

  1. El motivo por el cual el concilio entregó a Cristo en manos de Pilato fue la envidia; véase Mateo 27.18.

La envidia motivó el primer crimen fuera del Edén, cuando Caín mató a su hermano Abel. En Proverbios 14.30 leemos que la envidia es carcoma, o podredumbre, de los huesos. Hace sus funestos estragos entre jóvenes y ancianos, sea en la familia, entre amigos o en la asamblea.

El colmo fue cuando los mismos judíos, gente de los más elevados privilegios, fueron cegados por la envidia a tal extremo que demandaron la destrucción por crucifixión de su verdadero Mesías. Ese acto les costó la destrucción total de su ciudad y templo además de la matanza despiadada de tantos de ellos y de sus hijos. Debemos orar y velar para que no seamos tentados así.

  1. El motivo de Poncio Pilato al entregar a Jesús fue la conveniencia.

El no tuvo valor en sus convicciones. Pilato sofocó la voz de su conciencia, sometiéndose al clamor popular. En Hechos 4.27 su nombre aparece después del de Herodes en las filas de los que se opusieron a nuestro Señor. ¡Infeliz hombre con su decisión fatal! Muchos son los que buscan la salida más conveniente, aunque esté en pugna con su conciencia y su convicción.

Pilato se lavó las manos en agua, diciendo: “Inocente soy yo de la sangre de este justo”. Enseguida azotó a Jesús y le entregó para ser crucificado; Mateo 27.24,26. Fue el primero en sacar la sangre, y el responsable por todo lo que nuestro amado Salvador tuvo que sufrir. Se ve el peligro de apagar la voz de nuestra conciencia y actuar contra nuestras convicciones, sea por complacer a otro o por miedo de sufrir oprobio.

Habiendo notado el lado humano, consideraremos ahora el lado divino en la entrega del Señor JesuCristo a la muerte.

  1. El motivo divino fue el amor.

“De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo”. “En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo”, 1 Juan 4.9. En Hechos 2.23 leemos que Cristo fue entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios.

Según Romanos 8.32 el Padre no escatimó a su propio Hijo, sino que le entregó por todos nosotros. El mismo versículo nos indica que su objeto fue el de darnos todas las cosas con Cristo. Este amor de Dios en su inmensidad ha sido derramado en nuestros corazones por su Espíritu que nos ha sido dado.

¿Cuál debe ser la reacción nuestra a un amor tan inmerecido, inagotable, más ancho que el mar y más alto que el cielo? Debemos amarle con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, con todas nuestras fuerzas y con toda nuestra mente; Lucas 10.27.

  1. El amor infinito fue también el motivo por el cual el Señor JesuCristo se entregó a sí mismo a la horrenda muerte de cruz. Dice el apóstol en Gálatas 2.20: “… el Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”.

El amor de Cristo es la potencia mayor en la vida cristiana. Pablo pudo decir que el amor de Cristo nos constriñe. Este motivo fue el secreto de la devoción dinámica y el servicio incansable de aquel ilustre esclavo de JesuCristo. Produjo en él la carrera más admirable en toda la historia cristiana.

“Si me amáis, guardad mis mandamientos”, dijo el Señor. Si queremos descubrir en qué medida hemos alcanzado este objetivo, consultemos 1 Corintios 13. La asamblea de Efeso dejó su primer amor. Demas abandonó al apóstol en Roma porque había cambiado el amor de Cristo por el amor al mundo. ¡Qué negocio tan fatal!

075     Por qué murió Cristo

Ver
Vamos a notar cinco pasajes bien conocidos en el Nuevo Testamento que presentan dos razones cada uno de por qué murió Cristo. Cada uno afirma que El murió (i) en bien de nosotros, y (ii) para realizar un propósito en nosotros. En otras palabras, cada versículo de los cinco dice primeramente que la muerte del Señor fue a causa de nuestros pecados, pero con algún objetivo por delante. El locomotor corre sobre dos rieles, y el cristiano tiene que reconocer dos aspectos de la doctrina de la salvación, que son (i) el devocional y (ii) el práctico.

  1. Romanos 4.25: Jesús, Señor nuestro … el cual (i) fue entregado por nuestras transgresiones, (ii) y resucitado para nuestra justificación.

Este pasaje enseña el perdón y la justificación. Uno no es perdonado si nunca ha sido culpable de una falta, pero uno que es justificado está en una posición como si nunca hubiera cometido la falta. Cristo hizo todo; sí, es cierto. Pero Dios espera que nosotros, como consecuencia, vivamos en este mundo sobria, justa y piadosamente; Tito 2.12. La gracia viene de Dios, pero obra en nosotros.

  1. Gálatas 1.4: Nuestro Señor Jesucristo, el cual se dio a sí mismo (i) por nuestros pecados (ii) para librarnos del presente siglo malo.

El gran tema de Gálatas es “la libertad con que Cristo nos hizo libres”, 5.1. El proclamó en Juan 5.8: “Si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres”. Estamos sueltos de lo que nos atraía antes: el mundo social, el político y el religioso. El afán de Pablo era de no gloriarse en otra cosa que no fuera la cruz de Cristo. La actitud del mundo hacia el Señor es, “Crucifícale”, y El murió para librarnos de ese mundo malo.

  1. Tito 2.14: Nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros (i) para redimirnos de toda iniquidad (ii) y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras.

Nuestro Señor es el mercader que halló una perla de gran precio — la Iglesia — y vendió todo lo que tenía y la compró. El fue celoso para redimirla, pero quiere que los suyos que son la Iglesia sean celosos en su testimonio ante el mundo. Su último llamado en este sentido fue el que dirigió a la iglesia de Laodicea, cuya condición era deplorable. “Reprendo y castigo a todos los que amo”, advirtió, y mandó: “Sé, pues, celoso, y arrepiéntete”.

El celo se ha definido como “fuego en el alma”. Cuando Robert Stephenson presentó la primera locomotora de vapor, varios personajes públicos asistieron al acto. Uno se atrevió a abrir la puerta del cilindro donde estaba la candela, pero la cerró apresuradamente. El exclamó, “Ese animal tiene fuego en sus entrañas; una vez que comience, ¡no habrá quién lo pare!” Alguno le preguntó al inventor qué sucedería si una vaca atravesara la vía ferroviaria, y él contesto, “¡Pobre vaca!” Esto es celo: fuego en el alma, y Cristo murió para contar con un pueblo celoso de buenas obras.

  1. 1 Pedro 3.18: Cristo padeció una sola vez (i) por los pecados, el justo por los injustos, (ii) para llevarnos a Dios.

Somos salvos de la condenación, y para la gloria. No seremos separados eternamente, y hemos sido llevados a Dios. En el capítulo anterior de su epístola, Pedro ha dicho que Cristo llevó nuestros pecados en su cuerpo; ahora dice que El nos lleva a Dios. Somos salvos por la resurrección de JesuCristo, 3.21, “quien habiendo subido al cielo está a la diestra de Dios”.

  1. Efesios 5.26,27: Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, (i) para purificarla … (ii) a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa …

Tenemos aquí en forma resumida una visión del pasado, presente y futuro de la salvación. En el pasado JesuCristo se entregó, dio a tal extremo que nadie ha podido dar más. Hoy día El purifica a los suyos, aplicando por el Espíritu el agua de la Palabra para separarnos de todo lo que contamina. En el futuro, nos presentará: “He aquí yo y los hijos que Dios me dio”, Hebreos 2.13.

076     Destruid este templo

Ver
Respondió Jesús y les dijo: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré. Dijeron luego los judíos: En cuarenta y seis años fue edificado este templo, ¿y tú en tres días lo levantarás? Juan 2.20,21 Este dijo: Puedo derribar el templo de Dios, y en tres días reedificarlo. Mateo 26.61

Las palabras de nuestro Señor y de los judíos ofrecen comparación y contraste entre el templo de Herodes y el cuerpo de Cristo, tanto humano como espiritual.

El templo

El templo era un edificio magnífico cuya edificación ocupó cuarenta y seis años. Cristo lo llamó “la casa de mi Padre”, aun cuando ya era “una cueva de ladrones”. Reflexionamos a veces sobre por qué El asociaría el nombre de su Padre con tal lugar. ¿Sería por causa del pequeño grupo de fieles que había al estilo de aquéllos de quienes habla Malaquías, ese remanente dentro de un remanente? Nos referimos, por ejemplo, a Zacarías y Elizabeth, al anciano Simeón, Ana la profetisa y a María con José.

El templo fue reconocido por Dios hasta el rechazamiento de su Hijo, y entonces El pronunció juicio contra él: “He aquí vuestra casa os es dejada desierta”, Mateo 23.38. Los judíos eran fanáticamente orgullosos de su templo y lo consideraban como indestructible, pero el Señor predijo que no quedaría ni una piedra sobre otra que no fuere derribada. Se cumplieron literalmente sus palabras cuando Tito, un conquistador romano, logró la ruina de la ciudad y el templo en el año 70.

El cuerpo

Es notable lo diferente que era el templo corporal que el Padre preparó para su Hijo. (“Sacrificio y ofrenda no quisiste; mas me preparaste cuerpo”, Hebreos 10.5). No había esa magnificencia externa, sino lo que dijo Isaías: “No hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos”, 53.2.

En su encarnación fue velada su gloria en humillación. El dueño del universo, el que vendría como Príncipe de los reyes de la tierra, anduvo incógnito entre la humanidad, sin desplegar insignia alguna de su majestad inherente. No obstante, un compañero íntimo y humilde testificó: “Vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad”, Juan 1.14. A Simón Pedro también fue revelado el secreto de la persona que le había llamado a sus pies: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”, Mateo 16.16. Aun el ladrón que murió a su lado descubrió la estupenda verdad de que El era nadie menos que el soberano personaje que vendrá a reinar.

Jesús se identificó tan íntimamente con sus criaturas como para ganarse el sobrenombre de amigo de publicanos y pecadores, pero ese santo templo nunca fue contaminado por las inmundicias en derredor. Su naturaleza fue impecable y su cuerpo inmaculado desde el pesebre hasta la cruz. El pudo tocar al asqueroso leproso pero quedarse limpio. Fue objeto de malicia y envidia de parte de Satanás aun desde su infancia, cuando éste despertó en Herodes la ira para matar a los niños en Belén y sus contornos.

Para tentarle, ese mismo diablo le sentó sobre el pináculo del templo y le retó echarse abajo, sin duda con la esperanza de ver aquel cuerpo destruido. Al fin de su vida los principales sacerdotes se empeñaron en persuadir a Pilato a destruirle: “… que pidiese a Barrabás, y que Jesús fuese muerto [destruido]” Mateo 27.20.

Aun después de su muerte, ellos rogaron que fuesen quebradas las piernas de Jesús junto con los otros dos, pero aquel templo de carne, aunque desfigurado, nunca sería destruido. Ni Satanás, ni sacerdotes ni soldados podrían partir un hueso, porque Dios había ordenado que “no quebraréis hueso suyo;” Éxodo 12.46, Salmo 34.20. Su cuerpo era un templo indestructible. El soldado salvaje perforó su corazón una vez muerto El, pero en tres días aquel corazón estaba latiendo vigorosamente de nuevo. Ese cuerpo no vio corrupción; fue incorruptible.

“La memoria del justo será bendita; mas el nombre de los impíos se pudrirá”, Proverbios 10.7. Judas Iscariote le vendió al Señor por codicia; Caifás le entregó por envidia; Pilato pervirtió la justicia por conveniencia. Todos estos miserables instrumentos de Satanás han pasado a la eternidad, su nombre podrido. En cambio, aquel Justo murió por los injustos y levantó en tres días el templo que era su cuerpo. Efectivamente: “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré”, Juan 2.19. Era la morada del Dios trino, “porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad”, Colosenses 2.9.

Otro templo

Su muerte y resurrección echaron la base de otro glorioso edificio de Dios, la Iglesia, el cuerpo espiritual de Cristo. Está próxima su terminación. El se la presentará a sí mismo, “una iglesia gloriosa, sin mancha ni arruga, ni cosa semejante”, Efesios 5.27. Este es el edificio del cual el Señor dijo, “Sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella”, Mateo 16.18. Es indestructible.

Toda doctrina apostólica tiene su lado práctico. Con referencia a la iglesia local, la asamblea, leemos en 1 Corintios 3.16,17: “¿No sabéis que sois templo de Dios? … Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él”. ¡Ay de aquel que introduzca falsa doctrina o mundanalidad para violar la santidad de este templo de Dios! En el capítulo 6 de la misma epístola el escritor se refiere al creyente en particular cuando dice, “¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? … Vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo”. Y por esto la exhortación: “Huid de la fornicación”.

Que glorifiquemos a Dios en nuestro cuerpo y nuestro espíritu, que son suyos; 1 Corintios 6.20.

077     Lo que conviene

Ver
En JesuCristo tenemos el hijo ejemplar y también el siervo ejemplar.

Los negocios del Padre

Cuando tenía sólo doce años de edad Jesús pasó cuatro días en el templo de Jerusalén sentado en medio de los teólogos judaicos, oyéndoles y preguntándoles. Así se ve el vivo interés que tomó en los asuntos espirituales. A la misma vez observamos como El honró el trabajo, dedicándose a su oficio de carpintero hasta alcanzar unos treinta años de edad.

Cuando por fin María y José le encontraron, ella le preguntó: “Hijo, ¿por qué nos has hecho así?” Contestó El: “¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me conviene estar?” Lucas 2.49.

¡Qué bello ejemplo para la juventud cristiana hoy día es este empeño de nuestro Señor, a los doce años, de atender a los asuntos de su Padre!

El tiempo más favorable para interesarnos en las cosas de Dios es cuando estamos principiando la vida cristiana. Nuestro Señor reconoció que el Padre tenía un propósito especial en haberle enviado a este mundo, y más adelante pudo decirle: “Te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese”. ¿Podremos nosotros decir lo mismo al fin de nuestra vida terrenal?

La evangelización

En Juan 10.16 hay otro empeño de nuestro Señor, llamado también algo “que conviene”. Dijo: “Tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también me conviene traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño y un pastor”.

¡Cuán grande es el corazón suyo! El no se interesó únicamente en las ovejas perdidas de la casa de Israel, sino mandó a sus discípulos, diciéndoles: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura”. Dios no envió a su Hijo al mundo para que condene al mundo, mas para que sea salvo por él. La amplitud de la obra de la cruz no deja a nadie excluido de la invitación.

Nuestro Señor nos ha comisionado llevar su mensaje de salvación por dondequiera, y nos conviene cumplir con su voluntad. El tiempo es corto, la venida del Señor se acerca; hay que redimir el tiempo y procurar ganar almas para Cristo mientras dure este día de gracia.

La humildad

La tercera cosa que nos conviene la tenemos en las palabras de Juan Bautista acerca de Cristo. “A él conviene crecer, mas a mí menguar”, Juan 3.30. El Señor pudo decir, “Yo soy manso y humilde de corazón”, y luego El se humilló hasta la cruz. Ya ha sido ensalzado a lo sumo. Es lo que le convenía.

De nuestra parte, lo que nos conviene es humillarnos, dando más y más lugar en nuestras vidas al Señor, hasta que desaparezca el “yo” y El viva en nosotros. “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y vivo, no ya yo, mas vive Cristo en mí”, Gálatas 2.20.

078     El Señor JesuCristo sentado

Ver
Se pueden aprender lecciones sencillas pero útiles de las cinco ocasiones mencionadas a continuación cuando se nos presenta al Señor sentado.

  1. Sentado para enseñar

Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a él sus discípulos. Y abriendo su boca, les enseñaba. Mateo 5.1,2

El hecho de que El haya subido al monte para instruir a los suyos nos sugiere la necesidad de alejarnos del tumulto y los quehaceres cotidianos con el fin de ocupar la mente en las cosas celestiales de la Palabra de Dios. El que dijo, “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí”, todavía está enseñando a los suyos por medio del ministerio del Espíritu Santo y la Palabra.

Al referirse a la manera de ser del mundo gentil, el apóstol Pablo recordó a los creyentes de Efeso que ellos no habían aprendido así a Cristo, “si en verdad le habéis oído, y habéis sido por él enseñados, conforme a la verdad que está en Jesús”. Discernimos en este pasaje que lo que Cristo enseña no es apenas teórico sino muy aplicable, y produce una diferencia inequívoca entre el andar del creyente y el que no lo es.

El hecho de que el Señor Jesús se haya sentado nos haría recordar que El se adaptó a la capacidad de sus oyentes. El habló con autoridad pero a la vez habló en el lenguaje y los términos que todos podrían entender, ya que la gente común le oía de buena gana. Su método de enseñanza sería muchas veces al estilo de como deben ser nuestros estudios bíblicos, con preguntas y respuestas.

Un estudio bíblico puede ser muy provechoso cuando hay ejercicio e interés de parte de los que enseñan y de los que están deseosos de aprender.

  1. Sentado para adorar

Cuando era la hora, se sentó a la mesa, y con él los apóstoles. Y les dijo: ¡Cuánto he deseado comer con vosotros esta pascua antes que padezca! Lucas 22.14,15

Probablemente éste fue el último breve descanso para él antes de que manos tiernas quitaran su cuerpo santo de la cruz para ponerlo en una tumba nueva. El recibe aquí el lugar que le correspondió, como anfitrión en la institución de la Cena. El fue y es ejemplo para nosotros en la puntualidad, sentándose “cuando era la hora”.

Le vemos cual Señor de los suyos, el centro y objeto de su reunión, y la base de su comunión. Hoy en día, al cabo de 1900 años, tenemos todavía el privilegio de hacer memoria de él de la misma manera sencilla y humilde:

A tu palabra, mi Señor, humilde vengo aquí,
y en esta fiesta con amor, memoria haré de ti.

Cuando El preside, podemos esperar que haya puntualidad, reposo, orden, separación y verdadera adoración.

  1. Sentado para interceder

Habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas. Hebreos 1.3

El está allí como Autor y Consumador de la fe. La diestra da a entender que todo poder y autoridad le han sido encomendados, y El está sobre el trono de la gracia como nuestro sumo sacerdote que traspasó los cielos, 4.14 al 16.

En este sacerdocio inalterable, El puede compadecerse de nuestras debilidades, y “puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos”, 7.25. En él hay la plenitud de poder con Dios y con los hombres. El Padre mismo le mandó sentarse allí, “hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies”, y es esto lo que llena de consuelo y confianza en todo tiempo el corazón de los creyentes cansados y sufridos.

  1. Sentado para refinar

Se sentará para afinar y limpiar la plata; porque limpiará a los hijos de Leví, los afinará como a oro y como a plata, y traerán a Jehová ofrenda en justicia. Malaquías 3.3

Este día de juicio se refiere primeramente a Leví, Judá y Jerusalén, y se realizará en el futuro. Pero el pasaje nos revela un aspecto importante del ministerio que el Señor realiza actualmente a favor de los suyos. Tal como la vid requiere ser podada para que lleve más fruto, así la plata que es nuestra fe tiene que pasar por el fuego del refinador para que sea quitada la escoria; “… para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza”, 1 Pedro 1.7.

El horno de Nabucodonosor sólo pudo soltar los amarres de aquellos tres hebreos, sin quemar las puntas de su cabello, y así el fuego de la persecución y aflicción es, en los propósitos soberanos de Dios, para librar el cristiano de las cosas del mundo que le encierran. “Sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien”, Romanos 8.28.

Cierta señora cristiana le preguntó a un platero si realmente hacía falta que él se sentara a mirar mientras se fundía la plata. El afirmó que sí, porque había el peligro que la plata se dañara al no haber quien cuidara el proceso; por esto él quitaba la escoria poco a poco, hasta ver reflejada su imagen en el metal

Es un gran consuelo al hijo de Dios saber que cuando él pasa por la prueba, el Señor está sentado cerca “para afinar y limpiar la plata”, y que no nos quitará la vista hasta que su propósito sea realizado. “Fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar”, 1 Corintios 10.13.

  1. Sentado para reinar

Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono. Apocalipsis 3.21

Cristo no sólo está sentado aquí como vencedor, sino que promete exaltar en el futuro a su trono a aquellos que vencen también mientras estén en la tierra. Este es su último llamado a la Iglesia en los días finales de su decadencia terrenal. Va dirigido a individuos, a personas que tienen oído para oir lo que el Espíritu está diciendo.

Para los que son fieles testigos del Señor en su ausencia, les espera un gran futuro: “Si somos muertos con él, también viviremos con él; si sufrimos, también reinaremos con él”, 2 Timoteo 2.11. Durante el poco tiempo que vamos a estar aquí, que seamos estimulados de corazón hacia amor y devoción a su nombre, sabiendo que El llamará los suyos a sentarse con él en su trono.

079     Cinco viudas en Lucas

Ver
  1. Ana, la anciana, Lucas 2.36 al 38

Es un ejemplo de la devoción.

No obstante su vejez (cien años y pico de edad), ella era constante en su asistencia al templo. En Hebreos 10.25 hallamos la exhortación: “No dejando nuestra congregación, como algunos tienen por costumbre”. Hay algunos cuyo amor por el Señor se ha enfriado tanto que ya merecen el apodo de dominicales. Cualquier pretexto o excusa les basta para ausentarse de las reuniones. En cambio, damos gracias a Dios por los hermanos ancianos, y en especial las viudas, que se esfuerzan por no perder un culto.

Ana se dedicaba a la oración, que es un ministerio importante en estos tiempos peligrosos. No hace mucho visitamos a un anciano predicador que ora diariamente por centenares de personas, por nombre. Además, Ana no se cansaba de hablar de su Señor, y ella poseía un conocimiento inteligente de la Palabra de Dios porque su esperanza era el advenimiento del Redentor. No debemos estar esperando la muerte sino la venida de nuestro Señor.

  1. La viuda de Sarepta, 4.26

Es un ejemplo de la obediencia de la fe.

El profeta Elías le mandó primeramente que trajera agua, de la cual había gran escasez, y ella obedeció. Luego pidió un bocado de pan. Ella necesitaba más fe para obedecer esta vez, pero Elías le animó con la Palabra de Dios, 1 Reyes 17.14. Ella no sabía nada de la Palabra como nosotros la tenemos; sin embargo, con fe obedeció y tuvo el honor de alimentar a aquel gran profeta por un año entero.

Ella probó la suficiencia de Dios en cuanto a sus necesidades. El permite las pruebas en nuestras vidas para que podamos practicar la obediencia de la fe y recibir alabanza cuando JesuCristo fuere manifestado; véase 1 Pedro 1.7.

  1. La viuda de Naín, 7.11

Es un ejemplo de las grandes angustias de la vida además del amparo y la compasión de Cristo.

Leemos que una gran compañía y muchos discípulos iban con él, y que también había un buen número con la viuda. Con Cristo había una procesión de vida y con ella una procesión de muerte. Las dos se encontraron y, una vez dada la palabra a la viuda, “No llores”, nuestro Señor dijo, “Joven, a ti te digo, levántate”.

El resultado fue asombroso. El muerto se incorporó y comenzó a hablar. Así la procesión de muerte se cambió en una de vida. Para nuestras queridas hermanas viudas no habrá soledad ni vacío en el hogar si dejamos al Señor JesuCristo ocupar su debido lugar en el corazón. El es el Amigo que ama en todo tiempo, y es más que un hermano, como lo expresa Proverbios 18.24.

  1. La viuda que apeló al juez, 18.2 al 7

Es un ejemplo de la importunidad.

En su debilidad e insuficiencia ella no tuvo otro recurso que clamar al juez. El no quiso atenderla pero ella porfiaba con insistencia, y por fin ganó el apoyo de la justicia. De esta manera nuestro Señor quiere enseñarnos la importancia de perseverar en la oración, “velando en ella con hacimientos de gracias”, Colosenses 4.2.

  1. La pobre que dio dos blancas, 21.1 al 3

Es un ejemplo de la liberalidad.

Nuestro Señor se admiró más de esta ofrenda sin reserva que de las de los ricos. Esa mujer trabajó arduamente para ganar su diario y las dos monedas representaban lo que había recibido por la labor del día. Ella dio todo a Dios, pero es seguro que no fue a su casa para morir de hambre.

El Señor recompensa con aumento lo que le damos a él de todo corazón. Dice la Palabra: “El alma generosa será prosperada”, Proverbios 11.25.

Se cuenta de un predicador que, despidiendo la gente después de una reunión en Londres, recibió de una dama una moneda de oro. Dijo ella, “Don Fulano, aquí está la blanca de la viuda”. Contestó él, “Pero la viuda dio dos”. “Ah, es verdad”, exclamó ella, y le dio otra. “Pues, señora”, respondió el hombre, “dice que ella dio todo el sustento que tenía”. Allí terminó el asunto, pues la dama no estaba dispuesta a llegar a tal extremo. A veces nos alabamos por tanto que damos, pero el Señor puede ver lo que retenemos para nosotros mismos.

080     Simón Pedro y su miedo

Ver
Por naturaleza Pedro era un hombre fuerte pero hubo por lo menos cuatro ocasiones cuando no aguantó la prueba. El manifestó debilidad en la fe, en lo moral, en su testimonio y en sus convicciones.

Fe débil

Al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces diciendo: ¡Señor, sálvame! Mateo 14.30

Cuando Pedro quería andar sobre el mar para ir a Jesús, se debilitó su fe. En lugar de poner la vista en el Señor, la puso en los elementos turbulentos, cambiando la fe por la vista. Tuvo miedo.

Como pescador él estaba acostumbrado a la vida marítima; sin embargo, al encontrarse hundiendo, se le fue su valor humano. En su apuro el discípulo tuvo que mirar a Cristo. Su oración fue de solamente dos palabras y de suma urgencia, sin tiempo ni necesidad de adornarla con palabras finas. Pero fue una oración que reclamaba una respuesta enseguida: “Al momento Jesús” extendió la mano y asió de él.

¡Cuán fácil es al creyente perder su fe en el momento de una crisis, especialmente cuando es asunto de vida o muerte! El caso de Pedro nos anima a mirar siempre a Cristo, el Sumo Sacerdote que se compadece de nosotros.

Moral sofocada

Pedro le seguía de lejos hasta el patio del sumo sacerdote; y entrando, se sentó con los alguaciles, para ver el fin, Mateo 26.58

Cuando el Señor fue llevado por la turba, vemos en Pedro la debilidad moral. El seguía de lejos, temeroso de quedarse al lado de su Maestro. Le tocó ser el guarda de corps del Señor, pero fue vencido por temor del hombre.

Esta debilidad moral de parte de Pedro le condujo a su gran fracaso. “El temor del hombre pondrá lazo; mas el que confía en Jehová será exaltado”, Proverbios 29.25.

Testimonio falso

Pedro estaba sentado fuera en el patio … él negó delante de todos, diciendo: No sé lo que dices, Mateo 26.69,70.

Una joven le acusó: “Tú también estabas con Jesús”. Era verdad, pero Pedro lo negó. El Señor le había advertido de ese peligro, pero en su confianza propia Pedro no lo creía posible. Ahora es miedo de confesar a Cristo. ¡Una muchacha le hizo callar!

Dice la Palabra, “El que piensa estar firme, mire que no caiga”, 1 Corintios 10.12. Es cuando reconocemos nuestra propia debilidad que aguantamos la prueba. “Bástate mi gracia”, es la promesa de 2 Corintios 12.9, “porque mi poder se perfecciona en la debilidad”.

Convicción comprometida

Se apartaba, porque tenía miedo de los de la circuncisión, Gálatas 2.11,12.

El apóstol Pablo tuvo que resistir a Pedro en cierta ocasión, aun cuando éste tenía más años en el servicio del Señor que Pablo. “Antes que viniesen algunos de parte de Jacobo, comía con los gentiles; pero después que vinieron, se retraía y se apartaba”.

En este caso se puede ver una debilidad de convicción.

Vivimos en tiempos cuando hay mucha disimulación. Hay quienes se congregan donde están por conveniencia, padeciendo de una falta de convicción en cuanto a las verdades relacionadas con lo que es en realidad congregarse en el nombre del Señor JesuCristo. El comportamiento de algunos pone en tela de duda si en verdad hayan renacido por el Espíritu Santo.

El apóstol Juan habla en su primera epístola de algunos que “salieron de nosotros, pero no eran de nosotros”. Hay otros que sí son pero no están contentos con el orden que han encontrado, y ellos buscan dónde pueden arrimarse al mundo. Este elemento no adorna la doctrina sino perjudica ante el mundo el testimonio de los que son sinceros.

081     Lecciones de la vida de María

Ver
Salvación y confesión

María, madre de Jesús, dijo: “Engrandece mi alma al Señor, y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador”. El relato está en Lucas 1 desde el versículo 26.

Cuando le fue revelado a María por el ángel, aquél le dijo: “Llamarás su nombre Jesús”, cumpliendo así las palabras de Isaías 62.11: “Decid a la hija de Sión: He aquí viene tu Salvador”, o sea, tu Yesua, que en hebreo es el mismo nombre Jesús. Antes de nacer El, María ya le había confesado como su Salvador personal, diciendo: “Engrandece mi alma al Señor”. El alma es aquella parte de nuestro ser donde nacen los afectos y el amor, y por esto mismo el salmista había dicho: “Bendice, oh alma mía, a Jehová”. La verdadera adoración nace del alma, del amor por Cristo.

El creyente no sólo engrandece a Cristo con la adoración de sus labios, sino en forma práctica también. Si la adoración nace allí, la evidencia se ve en la vida, tal como podía decir Pablo: “Ahora también será magnificado Cristo en mi cuerpo, o por vida o por muerte”, Filipenses 1.20.

María dijo también: “… mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador [Yesua]”. El espíritu es la parte superior de nuestro ser: el lugar de la inteligencia o conocimiento. María reconoció y proclamó la primacía del Señor. De la misma manera que en ella, nuestro conocimiento debe estar iluminado por el Espíritu Santo y la Palabra de Dios, pues fue por eso que la confesión de esa dama se tradujo en una verdadera adoración espiritual.

En cambio, ¡cuántos millones de personas en el romanismo le ofrecen a María un culto que no es espiritual ni inteligente! Es precisamente por carecer de luz espiritual que ellos se entregan a una vana repetición de palabras. Existe el peligro que nuestro culto se degenere en una rutina, si nos ocupamos de la letra sin el espíritu.

Meditación e instrucción

Leemos que María guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón; Lucas 2.18,19. Haríamos bien en seguir este noble ejemplo, diciendo como David, “Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, oh Jehová, roca mía y redentor mío”, Salmo 19.14. Reconocemos que en estos días de tanta inquietud y numerosas distracciones, no es fácil meditar en las cosas de Dios y asimilar lo que recibimos de su Palabra.

En relación con esto recordamos que bajo la ley de Moisés una de las dos características de los animales limpios era su capacidad de rumiar, o masticar de nuevo el pasto comido. Así debe ser el creyente con las cosas de Dios. En el mundo hay ladrones que pueden extraer cosas materiales como la cartera o el dinero de uno. Igualmente ocurre en lo espiritual, pues las huestes de Satanás siempre procuran, de muchas maneras, robar al creyente de las preciosas cosas espirituales adquiridas de la Palabra. Pero éste, como aquellos animales limpios, debe volver a meditar en ellas una y otra vez (“rumiar”) para no quedarse vació.

Participación

En Lucas 2.35 encontramos que el anciano Simeón, movido por el Espíritu Santo, le dice a María: “Una espada traspasará tu misma alma”. Notamos que María fue llamada desde el primer momento a sentir o participar en los padecimientos de nuestro Señor JesuCristo.

Esta fue la ambición del apóstol Pablo, quien trabajaba con denuedo “a fin de conocerle … y la participación de sus padecimientos”. También el apóstol Pedro se refirió a esto, cuando escribió a los expatriados diciéndoles: “Gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo”, 1 Pedro 4.13. Y, leemos en 2 Timoteo 2.12 que “si sufrimos, también reinaremos con él”.

Es evidente, entonces, que el creyente ha sido llamado a sufrir oprobio por el nombre de su Señor. Por esto, no puede gozar de la amistad del mundo sin negar a su Señor; “cualquiera, pues, que quiere ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios”, Santiago 4.4.

Obediencia

Juan 2 contiene el relato de las bodas de Caná de Galilea, cuando María le avisó al Señor que faltaba vino. Nosotros también podemos y debemos llevar todo a él; lo hacemos en la oración. Ella dijo luego a los mesoneros: “Haced todo lo que os dijere”, y ellos hicieron según El mandó, llenando las tinajas de agua. El efectuó un gran milagro.

No podemos esperar buenos resultados en nuestro servicio para el Señor si no hacemos todo de acuerdo con su Santa Palabra. Hay muchos quienes dicen servirle pero proceden según sus propios criterios y aun con motivos ulteriores. Puede haber mucha ostentación en la obra, pero si no hay nada para Dios, en el tribunal de Cristo será quemada como madera, heno y hojarasca. En cambio, lo que se haga en comunión con él y obediencia a él, quedará como oro, plata y piedras preciosas.

Devoción

Leemos que “estaban junto a la cruz de Jesús su madre, María mujer de Cleofas y María Magdalena”, Juan 19.25. En Mateo 12.46 le encontramos a María al lado afuera, pero ahora está cerca. Pedro, en contraste, había comenzado cerca del Señor pero llegó a seguirle de lejos.

¡Qué devoción había en el pequeño grupo formado por aquellas mujeres fieles y Juan, cuyos corazones latían de verdadera simpatía por su Señor! ¡Qué consuelo para él, en la soledad de aquella cruz y rodeado de enemigos crueles, tener cerca aquel grupito que se identificaba con él en los reproches del mundo! Que no nos avergoncemos de nuestro Señor, sino seamos como Pablo: “No me avergüenzo, porque yo sé a quién he creído”, 2 Timoteo 1.12.

Perseverancia

En Hechos 1.10 al 14 se cuenta que “todos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos”. Ella no buscó el puesto de preeminencia, ni dirigió la oración. Humildemente María tomó su lugar entre las damas presentes en el culto de oración, guardando la sujeción que la Biblia manda: “Vuestras mujeres callen en las congregaciones; porque no les es permitido hablar, sino que estén sujetas”, 1 Corintios 14.34.

¡Ojalá nosotros tuviéramos en Cristo más de estas virtudes que caracterizaban a María la madre de Jesús!

082     Dos hombres buenos

Ver
Es cierto que figuran en el Nuevo Testamento varios hombres de Dios que podrían ser descritos como buenos, pero hay sólo dos a quienes se les aplica este calificativo. En los dos casos es el mismo escritor inspirado, Lucas, que emplea el adjetivo.

Había un varón llamado José, de Arimatea, ciudad de Judea, el cual era miembro del concilio, varón bueno y justo. Lucas 23.50 Enviaron a Bernabé … porque era varón bueno, y lleno del Espíritu Santo y de fe. Hechos 11.24

Estos dos José eran bien calificados para desempeñar tareas específicas, y cumplieron. Cada uno en su esfera respectiva fue el hombre requerido en un momento preciso. La bondad del corazón de José de Arimatea se manifestó en lo que hizo por devoción a su Señor, mientras que la bondad del corazón de José llamado Bernabé se ve en lo que hizo en el santo evangelio y a favor del pueblo del Señor.

José de Arimatea

En un momento cuando la mayoría de los discípulos parecen haber estado postrados en frustración y temor, José sacude de repente toda su timidez como discípulo secreto y se presenta con denuedo ante Pilato, valiéndose sin duda del rango social que era suyo.

Los enemigos del Señor se encontraban jubilosos por lo que consideraban ser una derrota aplastante de la causa de Cristo, pero José de Arimatea no se dejó ser vencido por eso. El esperaba el reino de Dios y esta convicción le era ancla segura del alma. A la luz de Isaías 53.9, “se dispuso con los impíos su sepultura”, creemos que los soldados habían abierto un foso común con la intención de echar en él los restos de los tres muertos. Pero “con los ricos fue [Jesús] en su muerte”. Este José — “un hombre rico”, según explica Mateo — fue el medio que Dios había escogido para frustrar las intenciones de los impíos.

Este varón bueno había labrado en la peña un sepulcro, y allí no había sido sepultado nadie. No fue en vano la labor ardua con martillo y cincel; no fue por nada que este hombre se esmeró en pulir y acabar aquel sepulcro en la roca. José tendría ahora el singular privilegio de entregar su propiedad a otro más noble que él. Cumplió escrupulosamente el cometido, envolviendo el cuerpo en una sábana limpia (Mateo), comprada (Marcos), perfumada (Juan). Nada sería demasiado bueno, porque éste no había perdido nada de su fe en su Señor.

El varón bueno cumple su ministerio y se retira tan prestamente como había aparecido, dejando tras sí la fragancia de un gesto noble que los cuatro evangelistas han querido relatar. ¡Es un reto para nosotros! No sabemos si alguna vez José de Arimatea predicó un sermón, pero lo que hizo toca el corazón más de lo que haya podido decir.

Quizás nosotros tampoco prediquemos, ni sea la voluntad del Señor enviarnos lejos para servirle, pero Dios tiene algo que pueda ser realizado de parte de cada uno de los suyos que le ame en verdad. Es muy posible que ningún otro pueda hacerlo, seamos un José con una tarea por hacer cerca de la casa o un Felipe que deberá ir al desierto de Samaria. Si cumplimos por amor a Cristo el ministerio asignado, dejaremos atrás la evaluación de haber sido un “varón bueno”.

Bernabé

Es más extensa la información que tenemos sobre “José, a quien los apóstoles pusieron por sobrenombre Bernabé”. Traducido, quiere decir “hijo de consolación”, y sin duda este sobrenombre describe el carácter del hombre. Se nos dice que era levita, siendo él uno de los pocos individuos cuya tribu se especifica en el Nuevo Testamento.

Una vez que nos haya informado quién era Bernabé, Lucas narra lo que hizo. Vendió su propiedad y puso el valor entero a los pies de los apóstoles. Fue un sacrificio sin reserva, en contraste con lo que sigue sobre la codicia y duplicidad de Ananías y Safira.

Bernabé dio primeramente su propiedad y luego se dio a sí mismo. El amor de Dios derramado en su corazón por el Espíritu Santo produjo un amor por el pueblo de Dios, el cual se expresó de una manera evidente. El había dado en vista de la necesidad aguda causada por el despojo bienes que muchos estaban sufriendo con gozo; véase Hebreos 10.34. Bernabé no se comportó como la persona a quien se refiere 1 Juan 3.17: “El que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él?”

Fue en la asamblea en Jerusalén que Bernabé se preparó para la obra del Señor. Su fidelidad a Dios y su pueblo le recomendó ante los apóstoles como la persona indicada para conocer la obra nueva en Antioquía. Su experiencia en la asamblea y su don de exhortación resultarían ser de mucho beneficio. El tenía la palabra en sazón para los recién convertidos, exhortándoles a todos que fuesen fieles al Señor.

En parte como resultado de su ministerio, “gran multitud fue agregada al Señor”, Hechos 11.24. Su servicio comenzó con el pueblo de Dios y luego los vástagos se extendieron sobre el muro; Génesis 49.22. A Dios le plugo dar el crecimiento. Este es el orden debido: la obra comienza en los corazones del pueblo de Dios y de allí se extiende para alcanzar a los inconversos.

Aun cuando este “hijo de consolación” fuera el hombre idóneo para dar estabilidad a la obra en Antioquía, Dios no tenía el propósito que él se quedara allí como pastor residente. Le puso en el corazón encontrar a Saulo. Estos dos dedicaron un año entero a la enseñanza de la asamblea mientras estaba en su etapa formativa. Más adelante, les encontramos responsables por llevar una ofrenda de emergencia a los hermanos residentes en Jerusalén. Su amor por los cristianos les hizo dispuestos a viajar con esta encomienda.

Por Hechos 13 sabemos que estos dos no monopolizaron el ministerio de la enseñanza en Antioquía. El Espíritu Santo había preparado otros hombres capacitados, quienes también eran profetas y maestros. Estos tenían discernimiento espiritual para conocer la mente del Señor, y no tardaron en dar a Bernabé y Pablo la diestra de comunión para llevar el evangelio a tierras lejanas.

Con el desenvolvimiento de la historia observamos la humildad de Bernabé en darle a Pablo el lugar de preeminencia. La narración habla ahora de “Pablo y Bernabé”. Alabamos la manera en que estos dos laboraron juntos en el primer viaje misionero, gobernados sin duda por el principio divino que se expresa en Filipenses 2.3: “Con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo”.

Ellos no eran como dos machos cabríos de los cuales supimos años atrás. Ellos iban liderizando una manada de cabras pero ninguno de los dos toleraba al otro y el resultado fue que toda la manada estaba inquieta, confusa y hasta dispersa. Un vaquero se dio cuenta de la situación, buscó amigos y una carreta. Tan pronto como esos hombres metieron a juro al macho cabrío más cercano en la carreta, todo fue paz, orden y progreso.

El capítulo 15 termina con un informe desagradable. “Hubo tal desacuerdo entre ellos [Pablo y Bernabé], que se separaron el uno del otro”. No ha sido el único caso cuando hombres buenos se han dejado influenciar por cuestiones de familia cuando han debido ejercitar juicio imparcial sobre algún pequeño incidente que se les ha presentado. Pero al llegar a una carta escrita por Pablo años después nos contentamos al leer, “Toma a Marcos y tráele contigo, porque me es útil para el ministerio”, 2 Timoteo 4.11. Notamos a la vez que el Espíritu Santo empleó a Marcos para narrar la historia del Siervo perfecto que nunca abandonó la obra que le había sido encomendada.

Es probable que la firmeza de Pablo en no aceptar a Marcos para el segundo viaje haya tenido un efecto saludable sobre el joven. A la vez pensamos que la sana influencia de su tío piadoso le habrá estabilizado y fortalecido, aun para atender al anciano Pablo en la cárcel.

¡Hacen falta hombres como Bernabé! Hacen falta hombres dispuestos a poner su todo sobre el altar, dispuestos a servir al pueblo de Dios y, al ver a las multitudes que perecen, dispuestos a decir como Isaías, “Heme aquí, envíame a mí”.

083     Discípulos y apóstoles

Ver
Cuando llegó [Saulo de Tarso] a Jerusalén, trató de juntarse con los discípulos; pero todos le tenían miedo, no creyendo que fuese discípulo. Entonces Bernabé, tomándole, le trajo a los apóstoles … y estaba con ellos en Jerusalén; y entraba y salía, Hechos 9.26,27

¿Cuál era la diferencia entre un discípulo y un apóstol?

La palabra discípulo significa uno que sigue, mientras que apóstol significa uno enviado. Los apóstoles empezaron como discípulos, que es un nombre bíblico para todo verdadero creyente en el Señor JesuCristo. En Hechos 11.26 leemos que, “a los discípulos se les llamó cristianos por primera vez en Antioquía”.

Ellos aprendieron

Antes de su ascensión al cielo, el Señor reunió a sus apóstoles en un monte en Galilea y les entregó la comisión divina: “Id, y haced discípulos a todas las naciones”. Ellos fueron enviados, y los discípulos eran los que recibieron el mensaje suyo, que era y es el evangelio. Apóstol era el título oficial que el Señor dio exclusivamente a los hombres que escogió, ungió con el Espíritu Santo y envió a predicar. Eran mayormente señores humildes de Galilea. A los discípulos les correspondió ser bautizados. Ellos fueron adoctrinados luego en la enseñanza apostólica que Cristo había impartido. Fueron mandados a perseverar en estas cosas como prueba de su salvación y no como medio de salvación.

El falso apóstol Judas Iscariote cayó antes de la muerte del Señor, y Pablo fue constituido apóstol cuando Cristo ya había ascendido al cielo. Los apóstoles en sí constituyeron uno de los cinco dones dados a la Iglesia según Efesios 4.11. Después de ese grupo específico, el Señor no nombró más apóstoles. Ellos recibieron autoridad directamente del Señor, y por su ejemplo y enseñanza inspirada echaron la base para la conducta del creyente en particular y cada iglesia en general.

Estos apóstoles nos han legado toda la instrucción que necesitamos para cumplir con nuestros deberes y mantener la luz brillante en el testimonio de la asamblea. Los creyentes primitivos “perseveraban en la doctrina de los apóstoles”, Hechos 2.42. Esta doctrina — la fe una vez dada a los santos — es vigente y suficiente sin las añadiduras de hombres.

Estamos aprendiendo

Nuestro texto indica que Saulo iba a juntarse al principio con los discípulos. Todos empezamos como discípulos, aprendiendo y practicando la Palabra, adquiriendo así conocimiento y experiencia. En 1 Juan 2.13 se nombran tres clases de creyentes: los hijitos, los jóvenes y los padres.

En el libro de Hechos se nombra a Bernabé antes de Saulo, 13.2, pero posteriormente es al revés; Pablo va adelante y Bernabé sigue, 13.43. En el Antiguo Testamento leemos de Josué quien de joven estaba contento en seguir a Moisés. Pero después de la muerte de éste, Dios escogió a Josué para llevar las huestes de Israel a la tierra prometida. Caleb estaba contento con seguirle por cuarenta y cinco años, pero cuando Josué se envejecía Caleb capitaneó el ejército de Judá en la conquista de Hebrón; véase Josué 14.

El creyente empieza, entonces, como discípulo en la escuela de Dios. Si es diligente en aprender y practicar la doctrina apostólica, el Señor tendrá para él una promoción de acuerdo con su capacidad.

 

084     El corazón del apóstol Pablo

Ver
En el Capítulo 3 de la carta a los filipenses encontramos al anciano apóstol Pablo en un calabozo en Roma pero en la cumbre de su experiencia espiritual en la presencia de Cristo. Entre los versículos 7 y 20 hay ocho cosas acerca de Cristo que actuaban en el corazón de Pablo.

En una ocasión un amigo me llevó en su lujoso automóvil a cierta población que no contaba con vía pavimentada, pero yo observé que el vehículo “volaba” sin esfuerzo aparente. No pude sino expresar mi admiración por la potencia y capacidad del vehículo, y el hermano me explicó que una razón era que contaba con ocho cilindros.

En nuestra porción veamos ocho motivos revelados por la vida dinámica del apóstol. En estos días cuando hay personas con corazones agotados y en necesidad de trasplantes, nos hace pensar en como ese corazón, espiritualmente, no menguaba sino iba fortaleciéndose. Llegando él a su fin, tenía corazón de león, y sin titubeo pudo sufrir la muerte de un fiel mártir de JesuCristo.

  1. El amor: Cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo, 3.7.

Este amor le cautivó el corazón hasta tal extremo que botó como basura todo aquello que antes le encantaba en su vida religiosa y política, como sus ambiciones en el mundo de letras y su nacionalismo. Fue el amor de Cristo en él lo que superó todo otro amor. Le constriñó hacer proezas en el evangelio y sacrificios a favor del pueblo del Señor. “El amor de Cristo nos constriñe … para que los que vivan, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos”, 2 Corintios 5.14.

Delante del tribunal de Cristo, lo que hemos hecho por amor de Cristo recibirá su recompensa, y lo que fue por el amor propio será quemado.

  1. El conocimiento: Estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo, 3.8.

En sus escritos el apóstol hace muchas referencias a este conocimiento. En el versículo 10 de este capítulo él dice: “A fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos”. Era su ambición noble. El no quería un conocimiento teórico sino experiencia y contacto íntimo con el Señor. Muchos de nosotros estamos contentos por contar con la vida eterna, pero dejando de reconocer que el Señor dijo, “Esta es la vida eterna, que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a JesuCristo”.

En Juan 6, cuando muchos de los discípulos abandonaron a Cristo, El preguntó a los suyos propios, “¿Queréis acaso iros también vosotros?” Pedro dio la respuesta noble: “Hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo”. Este es conocimiento con convicción, como tenía Pablo también. Cuando vemos a personas que, habiendo confesado fe en el Señor, volver atrás a su vida de antes, tenemos por qué pensar que su profesión fue apenas superficial.

  1. La ganancia: He perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, 3.8.

Su objetivo no era ganar fama, aunque en las filas de Cristo no hay otro que la tenga como él. Tampoco era su fin primordial el de ganar almas, aunque el apóstol poseía una pasión sin igual por ellas. Por encima de todo, él quería ganar a Cristo.

Esta nobleza, queridos hermanos, nos hace agachar la cabeza con vergüenza, cuando pensamos en que tantos se afanan por acumular cosas materiales, como el dinero, o ganar fama, o un puesto en la asamblea. Lo que vale para la eternidad es ganar a Cristo.

  1. La fe: La [justicia] que es por la fe de Cristo, 3.9.

Esta fe empezó en aquel encuentro histórico en el camino a Damasco, cuando Saulo de Tarso se rindió a los pies de aquel contra quien estaba peleando. Le recibió como el salvador de su alma y el dueño de su vida. Fue un acto sencillo de dos preguntas: “¿Quién eres, Señor?” y “¿Qué quieres que yo haga?” Las respuestas tomaron la forma de una revelación y una orden: “Soy Jesús”, y “Levántate … se te dirá lo que debes hacer”.

La fe de Cristo empezó como una semilla pequeña en aquel hombre postrado en tierra, y fue desarrollándose hasta que al fin de su vida era como un árbol majestuoso lleno de frutos para Dios. En Gálatas 2.20 está sintetizada la vida de fe del apóstol: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”.

La fe es una de las palabras más pequeñas, y nos hace pensar en el enganche entre la poderosa máquina locomotora y los vagones de un tren. Parece una pieza insignificante en comparación con la máquina, pero es un vínculo vital entre la fuerza motriz y los coches que no pueden moverse por sí.

Cristo es como la máquina; en él habita toda la plenitud de la deidad y sus recursos son inagotables, porque de su plenitud tomamos, y gracia sobre gracia. Pablo reconocía su propia debilidad. A veces las pruebas casi le vencían pero él recibió la promesa: “Bástate mi gracia”. La fe en su Señor y en su palabra siempre le sostenía. La vida del apóstol es un estimulante para nuestra fe en estos postreros días.

  1. El propósito: ver si logro asir aquello por lo cual fui asido, 3.12.

Cuando Saulo de Tarso estaba en la obra diabólica de arrestar a los creyentes y llevarles a la cárcel y la muerte, éste fue el momento escogido por Cristo para arrestarle a él. El benjamita “lobo arrebatador” fue convertido en “el amado de Jehová;” véanse Génesis 49.27 y Deuteronomio 33.12.

Habiendo sido él enemigo acérrimo, Pedro le llamaría más adelante, “nuestro amado hermano Pablo”.  El nunca perdió de vista que Cristo le había salvado, no meramente para gozar el perdón y la vida eterna, sino para ser un instrumento escogido en el servicio del Señor. El fue constituido por Dios como “el apóstol de los gentiles”, y cumplió fiel y fervorosamente su obra.

Querido hermano o hermana, Dios tiene un propósito en haberle dado una vida nueva. Ahora, ¿qué propósito tiene usted, comprado ya a precio infinito cual es la sangre de Cristo? El tiempo es corto, la venida del Señor se acerca, y si queremos recibir la buena recomendación de nuestro Señor en el tribunal de Cristo, tendremos que dedicar tiempo y talentos a la gloria suya.

  1. El premio: Prosigo la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. 3.12.

Un solo objetivo llenó la vista del apóstol: el blanco, al fin de la carrera. El olvidaba ciertamente lo que quedaba atrás y se extendía como un lebrel a lo que estaba delante. Probablemente había visto a los atletas preparándose para las carreras olímpicas a las cuales se refiere en 1 Corintios 9.23 al 27, sabiendo que se abstenían de toda cosa que les estorbaría en ganar el premio. Asimismo él no permitió ninguna cosa de la carne o del mundo tener lugar en su vida, tan intenso fue su deseo de ganar la corona y la aprobación del Señor quien era su todo en todo.

  1. La cruz: Lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo, 3.18.

El apela a nosotros. Le hacía llorar ver a muchos “que eran enemigos de la cruz de Cristo … que sólo piensan en lo terrenal”. Por eso, él exhorta a los creyentes a seguir el ejemplo suyo: “Hermanos, sed imitadores de mí”.

La palabra de la cruz dominaba su ser interior y su proceder exterior. El termina su carta a los gálatas mostrando que los legalistas querían gloriarse en la carne, pero por su parte dijo, “Lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor JesuCristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo”, 6.14. Era una crucifixión total en cuanto al mundo y el viejo hombre suyo, “la carne”. El fue crucificado juntamente con Cristo, “a fin de que no sirvamos más al pecado”, Romanos 6.6.

Su mensaje a las multitudes era sencillo: “Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras”. El no se gloriaba en un pedazo de leña tallado en forma de cruz, sino en la Palabra dinámica del Evangelio, que trae vida a los muertos.

  1. La venida: Esperamos al Salvador, al Señor JesuCristo, 3.20.

La nota trascendental en todo el ministerio de Pablo es la consumación de la esperanza de la Iglesia, el cuerpo místico del Señor Jesús y su esposa redimida. “Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella … a fin de presentársela a sí mismo …”, Efesios 5.25 al 27. Preso en Roma, su corazón iluminado por la expectativa del momento glorioso del regreso del Señor, él halló consuelo y aliento.

El anticipaba con gozo el encuentro cara a cara con su Señor, cuando su cuerpo tan sufrido y gastado sería transformado a la imagen y semejanza de su Señor. Para Pablo era un ancla del alma, segura y firme, y su exhortación a nosotros es, “Hermanos, míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre”.

085     Los cinco hombres de Efesios

Ver
En la epístola a los efesios leemos del nuevo hombre, el hombre interior, el varón perfecto, el viejo hombre y, otra vez, del nuevo hombre.

Hombre unificado

Crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, 2.15.

Este no es hombre físico sino una metáfora que trata de los resultados maravillosos de la cruz. Vemos a los judíos y los gentiles diamétricamente opuestos entre sí pero unidos en Cristo e incorporados en su cuerpo místico que es la Iglesia. Lo que fue imposible humanamente se ha efectuado mediante la obra del Calvario.

Allí, inspirados por Satanás mismo, los gentiles y judíos se pusieron de acuerdo en rechazar y atormentar al amado Hijo de Dios. La sangre preciosa, la cual los pecadores viles derramaron con violencia, ha llegado a ser la base segura de la reconciliación de los enemigos de Dios y también de los judíos con los gentiles. “Mediante la cruz [El] reconcilió con Dios a ambos en un solo cuerpo”.

Este triunfo glorioso tendrá por consecuencia alabanzas y glorias para Cristo por toda la eternidad.

Hombre interior

El ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu, 3.16.

Se refiere a la parte más adentro de nuestro ser, el cual ha sido regenerado por la gracia de Dios. El escritor sigue diciendo, “para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones”, y en efecto quiere decir que Cristo esté en casa. Cuando El estuvo aquí abajo en persona, no “se halló” en muchas casas. Algunos no le querían, pero otros le recibieron gozosamente, como Zaqueo, Marta, María, Lázaro y la familia del aposento alto.

¡Cuán importante es guardar al hombre interior de la infiltración del mundo! Cuándo éste penetra, va menguando el gozo del Señor. El corazón puede ser un templo de Dios por el Espíritu, o puede ser un taller de Satanás. ¡Resuelva usted!

Hombre desarrollado

Un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo, 4.13.

Aquí leemos del propósito de Dios en dar dones a la Iglesia con el objeto de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio. Esta palabra “obra” no es un término eclesiástico sino es diaconato, que quiere decir sencillamente un servicio prestado.

Cada uno puede ser útil en su contribución al desarrollo espiritual de los otros en la congregación. Por medio del ejemplo, oraciones y obras de amor podemos ser una bendición a nuestros hermanos. En cambio, si estamos dando lugar a la carne, o viviendo como los mundanos, vamos a ser piedra de tropiezo a los pequeños en Cristo y una mancha al testimonio de la asamblea.

Hombre viejo

Despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, 4.22.

Este hombre es lo que éramos antes de salvos. Algunos de nosotros éramos religiosos, algunos de costumbres sanas, pero el corte es parejo: “No hay diferencia, por cuanto todos pecaron”.

Los que viven según la carne no pueden agradar a Dios. El hombre viejo es viciado; él es flojo, o fuma, o es comilón. La palabra despojaos quiere decir que debemos desvestirnos. El hijo pródigo regresó a su casa andrajoso, y le habrá dado vergüenza que su padre le encontrara así. Antes de tomar su lugar a la mesa familiar, él se despojó de su ropa vieja y se puso “el vestido principal” que su padre le proporcionó. Sin duda los trapos viejos fueron quemados, porque él no iba a usarlos más.

Hombre nuevo

Vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad, 4.24.

Leemos en 2 Corintios 5.17 que si alguno está en Cristo, nueva creación es; las cosas viejas pasaron y todas son hechas nuevas. No se trata de un hombre reformado, sino transformado. Es uno que ha recibido una naturaleza nueva y divina.

Antes su naturaleza era de gozarse en las inmundicias pero ahora tiene su delicia en la Palabra de Dios. Se engaña a sí mismo la persona que dice ser salva pero no ha experimentado un cambio de apetito por las cosas del mundo. “El que practica el pecado es del diablo”, 1 Juan 3.8.

Este nuevo hombre es el hombre de Dios a quien se refiere el apóstol al escribir a Timoteo: “… a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra”. Este “hombre”, como todos ellos, puede ser varón o hembra, con tal que haya consagrado su vida al Señor. ¿Será usted, querido hermano o hermana, este “hombre nuevo” y consagrado?

086     Se les llamó cristianos

Ver
A los discípulos se les llamó cristianos por primera vez en Antioquía, Hechos 11.26.

Después del nombre de nuestro Señor, el nombre más hermoso de todos es el de cristiano. Significa “de Cristo”, el título oficial del Salvador, y es el vínculo más íntimo que jamás se ha establecido entre el cielo y la tierra.

El título Cristo quiere decir el ungido. A él se dice en el Salmo 45: “Por tanto te ungió Dios, el Dios tuyo, con óleo de alegría más que a tus compañeros”. Cristiano también significa que uno es ungido. “El que nos ungió es Dios”, 2 Corintios 1.21; “Vosotros tenéis la unción del Santo”, 1 Juan 2.20.

Ahora, la vida cristiana no es solamente un nombre; es una vida. En todas las épocas han habido cristianos genuinos y cristianos falsos. Nuestro Señor y sus apóstoles denunciaban a menudo esta última clase. ¿Quiénes son los genuinos? Son los discípulos de Cristo, como aquéllos de Antioquía en Hechos 11. ¿Y los verdaderos discípulos? Son los que aprenden, practican y siguen las enseñanzas y el ejemplo de Cristo.

Es la superioridad de las virtudes que acompañan su testimonio como creyente que distingue al cristiano de los demás. El nombre cristiano es símbolo de la excelencia moral y espiritual. La verdadera insignia suya es la manera en que él refleja las virtudes de su Señor: “Vosotros sois … pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable”, 1 Pedro 2.9.

Notemos ahora lo que debe caracterizar al cristiano.

Amor cristiano

“En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros”, Juan 13.35. “Si alguno dice, Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso”, 1 Juan 4.20.

¿Cómo puede uno llamarse cristiano y ofrecer un pescozón o herir con insultos a su hermano? Los cristianos en Antioquía demostraron su amor sincero al enviar socorro a sus hermanos en Judea; Hechos 11.29,30.

Sufrimientos cristianos

1 Pedro 4.15,16 dice: “Ninguno de vosotros padezca como homicida, o ladrón, o malhechor, o por entremeterse en lo ajeno; pero si alguno padece como cristiano, no se avergüence, sino glorifique a Dios por ello”.

Además, 2 Timoteo 3.12 enseña que, “Todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución”. Es un honor sufrir injustamente por causa del evangelio, pero en cambio es una vergüenza sufrir como ladrón o malhechor.

Honradez cristiana

“El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad”, Efesios 4.28. El patrón tiene confianza en el trabajador cristiano, porque observa que éste es cumplido en sus labores.

Cortesía cristiana

“Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres”, Filipenses 4.5. Hay personas que antes de ser convertidas al Señor vivían en pleitos y disgustos con su familia, sus vecinos y otros. Ellos no podían dominar su propio carácter tan áspero, pero la gracia de Dios ha hecho una transformación maravillosa en ellos. Son como un lobo rapaz que se ha cambiado en cordero manso.

En muchas maneras debe manifestarse la cortesía cristiana: en tratar con respeto y consideración a los que son ancianos en edad; en sujetarse de buena gana a las autoridades del gobierno; en considerar el uno al otro en las reuniones del pueblo del Señor.

Es falta de cortesía en un culto evangélico obligar a los extraños sentarse adelante porque los cristianos han ocupado los asientos de atrás. O, sentarse en la punta del banco y trancar el acceso a otros. Es falta de cortesía cristiana cuando un creyente no comparte su biblia o himnario en el culto con otro que llega sin estos libros. Animamos a los visitantes a volver a nuestras reuniones cuando los tratamos con cortesía cristiana.

Generosidad cristiana

“El alma generosa será prosperada, y el que saciare, él también será saciado”, Proverbios 11.25. El cristiano que es de Cristo no puede ser egoísta. El ya no vive para sí, sino para aquel que murió y resucitó por él. Cristo por amor a nosotros se hizo pobre, siendo El rico, para que nosotros por su pobreza fuésemos hechos ricos. Ahora todo lo que somos y todo lo que tenemos, lo debemos a él. ¿Qué, pues, es nuestro privilegio? Es “que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos”, 1 Timoteo 6.18.

Es por medio de sus mayordomos fieles, y todos sus santos, que Dios está enviando las buenas nuevas de salvación hasta los términos de la tierra. La generosidad cristiana ha permitido, por ejemplo, que las Sagradas Escrituras hayan sido traducidas a más de mil lenguas y dialectos. Es por la generosidad del pueblo del Señor que pueden funcionar hogares para ancianos, asilos, clínicas evangélicas, etc. Que el Señor nos ayude a desempeñar cumplidamente la parte que nos corresponda en la generosidad cristiana.

Modestia cristiana

“Que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos”, 1 Timoteo 2.9. La modestia cristiana tiene su raíz en el corazón; el atavío que le interesa a la hermana es “el interno, el del corazón … el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios”, 1 Pedro 3.3,4.

Es de notar que estos apóstoles insignes, Pablo y Pedro, enseñan precisamente lo mismo en cuanto a la modestia femenina, tratando el vestido, el peinado y los adornos. Es una parte de la doctrina apostólica en que los primeros cristianos perseveraban.

Tanto el diccionario como la Palabra de Dios nos indican que la modestia empieza adentro. Si Cristo gobierna en el corazón, no habrá deseos en el creyente de conformarse a las modas del mundo; habrá moderación en vez de ostentación exterior. Esto se aplica a los hombres por igual que a las mujeres; las olas de mundanalidad no convienen a ningún sexo.

Cuando Adán y Eva perdieron su inocencia en el Edén, su conciencia les obligó hacer delantales de hojas de higuera. Luego cuando Adán oyó la voz de Dios, él se escondió. Al encontrarse en la presencia de Dios, él reconoció que un delantal no servía para nada. La mujer cristiana debe cubrirse también; una hermana en Cristo está pecando contra su propia alma, y poniendo una trampa para sí, cuando se viste para atraer la atención carnal del varón.

Asamblea cristiana

Dejaremos para otro artículo otra característica de los que son de Cristo, que es la de congregarse en su nombre. La asamblea cristiana es la verdad enseñada en Mateo 18.20.

087     La milicia cristiana

Ver
Tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes, Efesios 6.13.

Salida y entrada

Las peregrinaciones de los hijos de Israel empezaron con su salida de Egipto: “En aquel mismo día sacó Jehová a los hijos de Israel de la tierra de Egipto por sus ejércitos”, Éxodo 12.51. Las peregrinaciones terminaron cuando ellos entraron en la tierra de Canaán: “El pueblo subió del Jordán el día diez del mes primero, y acamparon en Gilgal”, Josué 4.19.

Su salida y separación de Egipto constituyó una sola parte de los propósitos divinos; la otra parte fue la entrada en Canaán para reclamar sus posesiones. Cuarenta mil hombres de las tribus de Rubén, Gad y Manasés pasaron armados para dar principio a la lucha contra los enemigos que les impidieron posesionarse de la herencia que Dios les había dado. Dice Josué 4.13 que estaban “listos para la guerra”.

Como se nos asegura que estas cosas sucedieron como ejemplos para nosotros, debemos descubrir su significado espiritual y ser amonestados. Egipto es tipo del mundo, y la esclavitud bajo Faraón es tipo de la carga de los pecados. Israel fue redimido por la sangre del cordero y sacado de Egipto por el poder de Dios; el creyente, por su parte, ha sido rescatado de sus pecados y el poder de Satanás por la sangre de Cristo y el poder del Espíritu Santo.

También, él ha sido separado de este siglo malo por la mano de Dios y la Palabra divina. El creyente obediente al mandato de su Señor puede cantar, “Soy salvado del abismo, con Jesús al cielo voy. Confieso por bautismo que del mundo ya no soy”.

Pero esto no es todo. Hay el lado positivo de su experiencia espiritual, y es el alcance y el goce de su rica porción en Cristo. Espiritualmente, la epístola a los efesios corresponde al aspecto de Canaán para nosotros ahora.

En Efesios 1.3 leemos que hemos sido bendecidos con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo. En el 2.6, “juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús”. Pero, en el Capítulo 6 se nos hablan de los enemigos que tenemos que combatir, todos ellos dirigidos por Satanás, el príncipe de la potestad del aire y el dios de este siglo.

Como los cuarenta mil hombres pasaron adelante armados para conquistar la herencia y echar fuera a los enemigos, así la vida nueva es una lucha para el creyente. No es una lucha con armas carnales sino “poderosas en Dios”, 2 Corintios 10.4.

La armadura

Veamos, entonces, la descripción de la armadura del soldado cristiano; Efesios 6.13 al 18.

“Ceñid vuestros lomos con verdad”, es la primera exhortación.

La verdad de Dios es la fortaleza del creyente. En cambio, la mentira, el engaño y la hipocresía son su ruina. Cuando la Palabra está controlando nuestras vidas, nos infunde valor para enfrentarnos con todo enemigo. Luego, “Vestidos con la coraza de justicia”, para proteger el corazón, se refiere a nuestro testimonio delante de los hombres, rectos en todo nuestro proceder, e irreprensibles.

“Calzados los pies con el apresto del evangelio”. Nuestro andar en el mundo debe manifestar algo de Cristo, de quien el profeta escribió, “¡Cuán hermosos son sobre los montes los pies que traen alegres nuevas, del que anuncia la paz!” Isaías 52.7. No se consigue en ninguna parte calzado igual al que hemos recibido por gracia. ¿Cómo puede el creyente echar a perderlo, andando chismeando entre el pueblo de Dios?

“Sobre todo, tomad el escudo de la fe”. Las dos primeras palabras indican la importancia especial de esta pieza de la armadura. Si el soldado cristiano deja caer por un momento su escudo de la fe, el adversario de su alma le estará encima. Es la fe que nos tiene unidos a todos los recursos divinos, y sin fe es imposible agradar a Dios.

“Tomad el yelmo de la salvación”, para proteger la cabeza. La muerte ha alcanzado a muchas personas por medio de un golpe en la cabeza, y por esto vemos el uso casi generalizado de cascos por los que desempeñan trabajos peligrosos. Esta figura significa para el creyente que él debe resguardar sus pensamientos. El que es carnal no piensa en las cosas de arriba, sino en las que están abajo; lo que nos incumbe es meditar en la gran salvación que tenemos en Cristo.

“La espada del Espíritu, que es la palabra de Dios”. El cristiano debe leer, estudiar y practicar el contenido de la Palabra, como el soldado tiene que realizar ejercicios con la espada. Las demás piezas de la armadura son para la defensa, pero ésta es mayormente para la ofensiva. Es para la conquista. Con la Palabra en la mano el creyente puede ganar a otros para el Señor.

Finalmente, vemos lo indispensable de la oración. “… orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu”, 6.18. Por la oración el creyente en su pequeñez puede contar con el poder de Dios; puede mover la mano que mueve el universo.

Pongámonos toda la armadura de Dios, para pelear la buena batalla de la fe. En todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.

088     Privilegios y responsabilidades de los santos

Ver
Leemos en Hebreos 10.19 al 25: “Así que, hermanos,

> teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo (i) por la sangre de JesuCristo, (ii) por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, y

> teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios,

> acerquémonos (i) con corazón sincero, (ii) en plena certidumbre de fe, (iii) purificados los corazones de mala conciencia, y (iv) lavados los cuerpos con agua pura.

> Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió.

> Y (i) considerémonos unos a otros (ii) para estimularnos al amor y a las buenas obras;

> (i) no dejando de reunirnos; como algunos tienen por costumbre, (ii) sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca”.

En estos siete versículos el escritor inspirado comienza con nuestra entrada en el Lugar Santísimo hoy en día y termina con nuestra entrada en la gloria cuando el Señor venga. Sencillamente nos enseña lo que tenemos, lo que podemos, lo que debemos y lo que no debemos.

Lo que tenemos

Tenemos libertad para entrar, versículo 19; un camino nuevo y vivo, versículo 20; y un gran sacerdote, versículo 21.

Como sacerdotes santos estamos completamente habilitados para nuestro ministerio sublime de ofrecer adoración e interceder en la presencia de Dios en oración. En la dispensación vieja había el velo de separación entre el lugar santo, donde los sacerdotes oficiaban, y el lugar santísimo, donde Dios habitaba. Pero El ha abierto un camino nuevo y vivo. ¡Qué provisión maravillosa tenemos por la gracia divina, que nos da acceso al Lugar Santísimo

Es por el velo rasgado, precioso tipo de nuestro Señor JesuCristo y sus sufrimientos en la cruz. En Éxodo 26.31 al 33 vemos que el velo era una obra primorosa, con sus cuatro colores, figura de las excelencias de nuestro glorioso Salvador:

> Azul — símbolo de su naturaleza divina como Hijo de Dios, el tema de Juan.

> Púrpura — el color real; Cristo el rey, tema de Mateo.

> Carmesí — la sangre; Cristo el siervo de Jehová, como el buey listo para el yugo y después el altar, tema de Marcos.

> Lino fino — su concepción inmaculada, su vida intachable y su naturaleza humana impecable. Nos presenta a Cristo el hombre, tema de Lucas el doctor en medecina, quien certifica su muerte y resurrección.

Los querubines — guardianes simbólicos de la santidad de la persona divina.

Al consumar la obra de la redención y morir nuestro Salvador, fue rasgado aquel velo hermoso. ¡Cuán grande espanto sería para aquellos sacerdotes que presenciaron ese acontecimiento dramático! Según Mateo se rasgó el velo de arriba abajo, indicando que se hizo por la mano de Dios. Lucas añade un detalle, que fue por la mitad; o sea, directamente enfrente del arca del pacto, el mueble más sagrado del tabernáculo por ser donde moraba Dios.

¿Por qué no fue quitado por completo aquel velo por la mano de Dios? La lección para nosotros es que al acercarnos por medio del velo rasgado reconocemos que estamos pisando terreno santo, y nos impone reverencia y santo temor. A la vez hace apreciar lo que costó a nuestro amado Salvador, por los sufrimientos de su cuerpo, abrirnos este camino nuevo.

Como en el caso de los sacerdotes, atónitos de lo que vieron, así fue la reacción en los discípulos cuando contemplaron a aquel santo e ilustre personaje desfigurado tan violentamente, herido y asesinado por viles pecadores. Sus esperanzas fueron aplastadas, como dijeron al regresar de Emaús: “Pero nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel”. ¡Pero qué desenlace tan contrario! En lugar de ser una tragedia, la muerte de nuestro Salvador fue el triunfo mayor de los siglos. La rotura del velo ha resultado en permitir acercarnos con toda confianza a la presencia misma de Dios.

Lo que podemos

Esto está en el versículo 22. ¿Cuáles son los requisitos para acercarnos?

  1. Corazón sincero, sin disimulación, cosa ésta muy desagradable a Dios. Es lo que rige en el mundo religioso; una apariencia de piedad, sin realidad, como leemos en 2 Timoteo 3.5.
  2. Plena certidumbre de fe. “Es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan”, Hebreos 11.6.
  3. Corazón purificado (interiormente) y cuerpo lavado (exteriormente). “Limpiémonos de toda contamina-ción de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios”, 2 Corintios 7.1.

Lo que debemos

Para esto, vamos a los versículos 23 y 24.

  1. Mantener firme nuestra profesión sin fluctuar. Con privilegios tan elevados hay responsabilidades correspondientes. No debemos ceder al enemigo, sino perseverar en la doctrina y mostrar un celo santo por nuestra posición en la comunión de la asamblea.
  2. Debemos practicar el amor hermanable, no siendo egoístas sino considerando el uno al otro y estimulando el uno al otro, por ejemplo y palabras, al amor y las buenas obras.

Lo que no debemos

Dice el versículo 25 que no debemos dejar de congregarnos. Esta última palabra se encuentra sólo una vez más, en 2 Tesalonicenses 2.1: “La venida de nuestro Señor Jesucristo y nuestra reunión [congregación] con él”. ¿Qué conexión puede haber entre congregarnos en los cultos y reunirnos en torno de él cuando venga al aire, para introducirnos en el hogar que está preparado en el cielo?

El dejar de congregarnos es indicio muchas veces de enfriamiento espiritual, y por descuido nos expone a una caída con consecuencias funestas. Nuestra vida influenciada por la promesa y la esperanza de la pronta venida del Amado nos resguardará de la seducción de Satanás y las tentaciones de la carne, y nos afirmará en la senda de la separación del mundo.

089     Temblando

Ver
En estos días de tantas profesiones de fe superficiales, que no dan frutos dignos de arrepentimiento, es instructivo examinar algunos ejemplos del poder de Dios en efectuar la conversión y transformación, notando a la vez como distintas personas tuvieron que temblar.

El temblor de convicción

En Hechos 16.29, donde está el relato del carcelero de Filipos, dice: “El entonces, pidiendo luz, se precipitó adentro, y temblando, se postró a los pies de Pablo y Silas”.

El carcelero fue despertado por un temblor de la tierra que le hizo a él temblar, hombre empedernido de corazón que era. El temor de Dios se apoderó de su ser, y en verdadero desespero él buscó la salvación. Aquella alma estaba completamente lista para recibir al Señor JesuCristo, y en un momento llegó el mensaje que alumbró su corazón con la lumbre de la vida.

“Le hablaron la palabra del Señor”, que le dio base segura para su fe. En este caso era el temblor de convicción, y sin convicción verdadera una conversión carece de raíz.

El temblor de conversión

En Hechos 9.6 vemos lo que acompañó la conversión de Saulo de Tarso, conocido más tarde como el apóstol Pablo. “El, temblando y temeroso, dijo, Señor, ¿qué quieres que yo haga?”

¡Qué espectáculo impresionante! Allí estaba el pretencioso fariseo postrado en el polvo de la tierra, luego de oir aquella voz del cielo diciéndole: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón”. Aquella luz resplandeciente que Saulo vio, y aquellas palabras que oyó, hirieron su conciencia como una espada de dos filos, produciendo una reacción en su alma tan irresistible que se rindió sin reserva a los pies de su glorioso Señor. Era una experiencia no solamente de conversión sino de transformación de su vida. Bajo estas circunstancias no nos extraña que él haya temblado.

El temblor de confesión

En Lucas 8.47 tenemos el caso de la mujer sanada de su enfermedad por Cristo. Ella “vino temblando, y postrándose a sus pies, le declaró delante de todo el pueblo por qué causa le había tocado y como al instante había sido sanada”. Para aquella mujer el acto de confesar lo que Cristo había hecho en su ser conmovió todo su espíritu: ella tembló de confesión.

Santiago en su epístola escribe: “Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan”, 2.19. El apóstol está atacando una fe que es superficial y no del corazón. Hay la tendencia de animar a las personas, niños inclusive, a profesar de labios cuando no se ve nada de temblar con la convicción del pecado y el temor de Dios. Hay los que quieren ver cantidades de personas confesando a Cristo, y emplean todo artificio para hacer creer que el individuo ya es salvo. Es cosa solemne engañar las almas sencillas.

El temblor de contrición

Vamos a notar como el temblor se produce en una persona después de la conversión, primeramente en la lectura o al oir la Palabra de Dios. “Miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra”, Isaías 66.2. El Señor estima más a los que tiemblan a su Palabra que las grandes cosas del cielo y de la tierra, como el mismo pasaje lo dice.

¿Cuántos de nosotros sabemos lo que es temblar ante la Palabra? Hay mucha falta de reverencia, y hay liviandad en cuanto a esto. No obstante, Dios mismo está mirando para ver qué efecto tiene su palabra en nuestra conciencia.

Dos reyes en Judá trataron la palabra de Dios de distintas maneras. Cuando Josías, cuyo corazón fue movido, se humilló delante de Dios, empezó enseguida una limpieza cabal en todo el reino, con el resultado que hubo un gran avivamiento. En cambio, cuando Joacim oyó la lectura de la Palabra, no le agradó, y con cortaplumas rasgó cuatro planas del rollo y las echó a la candela.

Indignado, el creyente exclama, “¡Qué atrevimiento!” Pero, espere. ¿Qué estamos haciendo con la Palabra al oir o leer algo que no nos agrada o nos condena? ¿Ablandamos el corazón, o lo endurecemos?

El temblor de consagración

En Filipenses 2.12, al final de aquel pasaje sublime de los siete pasos hacia abajo de nuestro Señor JesuCristo y sus siete pasos hacia arriba, tenemos la exhortación: “Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad”.

Aquí figura el temblar en relación con el desenvolvimiento práctico de la vida cristiana. Cuando el creyente comprende cuán grande es la responsabilidad de llevar una vida irreprensible delante de Dios y los hombres, le inspira santo temor y reverencia. El o ella no quiere desperdiciar su tiempo en vanidades y cosas de este siglo malo.

En Efesios 6.5 el apóstol exhorta en cuanto a los siervos: “Obedeced a vuestros amos terrenales con temor y temblor, con sencillez de vuestro corazón, como a Cristo”. Si al esclavo cristiano de aquella época le convenía servir así a su amo, ¡cuánto más nos corresponde a nosotros servir a nuestro Señor que nos ha redimido y libertado con su sangre!

090     Cinco maneras de agradar a Dios

Ver
Procuramos también, o ausentes o presentes, serle agradables, porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo, 2 Corintios 5.9,10.

La ambición principal del apóstol era agradar a su Señor en todas las cosas. Nos llama la atención que Pablo no dice procuro sino procuramos. El capítulo empieza con sabemos, palabra que abarca a “los que estamos en este tabernáculo”, o sea, el cuerpo terrenal. Es, entonces, una ambición que conviene a todo creyente. Querido hermano o hermana, ¿qué es su ambición principal?

Posiblemente el lector cursa estudios y su mayor ambición sea la de graduarse de enfermera, maestro en pedagogía, secretaria, o cualquier otra profesión honrosa. En cambio, puede ser que no le interese tanto la preparación en este sentido sino casarse. Más aun, una vez casado puede ser que su anhelo sea poseer su propia casa, ganar suficiente como para vivir con comodidad y criar una familia.

Son ambiciones naturales y legítimas hasta cierto punto, y del pobre inconverso no se puede esperar cosa mejor. Pero para nosotros que hemos sido comprados a precio infinito, todas estas ambiciones deben ocupar un lugar secundario.

El Señor viene pronto, y entonces tendremos que presentarnos ante el tribunal de Cristo. No aguantará el fuego lo que hemos hecho por agradarnos a nosotros mismos; en cambio, lo que ha sido con el fin de agradar a Cristo saldrá como oro, plata y piedras preciosas. “No agradarnos a nosotros mismos”, es el lenguaje de Romanos 15.1.

Notemos ahora cinco maneras de agradar a Dios. Los apóstoles escriben de lo agradable a Dios en cuanto a la consagración, la oración, la adoración, el servicio y la ofrenda.

  1. La consagración

En Romanos 12.1,2 Pablo habla de una vida consagrada: “Os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios”.

En los primeros tres capítulos de la epístola él ha hablado de lo que éramos por naturaleza. Más adelante, trata de la gracia de Dios y luego del ministerio del Espíritu Santo. En vista de esto, nos toca presentar nuestros cuerpos en consagración a Dios, “que es vuestro racional culto”. ¿Cómo podemos dar menos?

La idea es de tener las manos llenas para Dios: “En el cuidado no perezosos; ardientes en espíritu; sirviendo al Señor”. Tememos que hay hermanos en la comunión de las asambleas que se encuentran en la triste condición de Hebreos 12.12: las manos caídas y las rodillas paralizadas. Han perdido el gozo de la salvación y han dejado su primer amor; ellos necesitan una verdadera restauración.

  1. La oración

En 1 Timoteo 2.1 al 3 él se refiere a nuestras oraciones: “Exhorto ante todo que se hagan rogativas … Esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador”.

Se mencionan cuatro aspectos de la oración. Hay rogativas, que son peticiones que nacen de una necesidad específica y concentrada. Hay las oraciones. Esta palabra se vincula con la reverencia en dirigirnos a Dios. Salomón nos aconseja en Eclesiastés 5.1: “No te des prisa con tu boca, ni tu corazón se apresure a proferir palabra delante de Dios, porque Dios está en el cielo y tú sobre la tierra: por tanto, sean pocas tus palabras”. Hay también las intercesiones, palabra que encierra la idea de la confianza con que un niño pide de su padre, como en 1 Juan 5.14: “Esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye”. Por último hay los hacimientos de gracias. Estos se dan en el espíritu de agradecimiento en que debemos acercarnos a Dios. Las gracias y la oración van juntos.

No todas las oraciones son agradables a Dios. Hay las que no están guiadas por el Espíritu Santo; son nada más que palabrería en la energía de la carne. Son vanas repeticiones, nombrando al “bendito Dios”, el “Señor nuestro” y el “santo Padre” tantas veces que los oyentes se fastidian. Hay oraciones pronunciadas en una voz tan baja que por lo menos no edifican a los demás, y hay las que son tan largas que ponen a dormir a quienes están presentes.

  1. La adoración

Se trata en 1 Pedro 2.5 de nuestra adoración: “Sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo para ofrecer sacrificios espirituales aceptables [agradables] a Dios …”

Nuestra adoración es de suma importancia y para ser agradable a Dios debe fluir de una adecuada preparación previa. “Lleguémonos con corazón verdadero … purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura [la Palabra]”.

En la oración pedimos algo de Dios pero en la adoración le damos a él. Creemos que en la cena del Señor debemos expresar el más alto aprecio de la persona de nuestro Salvador y su obra en cruz. Antes de acercarse a Dios como sacerdote santo, el hijo suyo realiza su examen propio de conciencia con la confesión de pecado; lee la Palabra y medita en nuestro Señor JesuCristo. Entonces habrá la adoración agradable a Dios.

  1. El servicio

El servicio que le agrada es el de Hebreos 12.28: “Retengamos la gracia por la cual sirvamos a Dios, agradándole con temor y reverencia”. Para que sea agradable a Dios debe haber gracia, temor y reverencia, y el servicio debe estar de acuerdo con la Palabra. Es el amor de Cristo que nos constriñe, motivo éste que aguantará el escrutinio del Juez justo. Es indispensable tener gracia, temor de Dios y reverencia. No debemos guardar ningún motivo secreto ni desear la alabanza de hombres en vez de la de Dios.

Nuestros corazones son engañosos, y lo que hacemos en la energía de la carne será quemado como madera, heno y hojarasca.

  1. La ofrenda

“Todo lo he recibido … olor de suavidad, sacrificio acepto, agradable a Dios”, Filipenses 4.18.

Cuando un aporte a la obra emana de una verdadera comunión de una asamblea o individuo, a quien lo recibe le da gozo servir al Señor. Con las tales ofrendas primeramente Dios recibe su parte, “el sacrificio acepto”. El que está sirviendo, o el creyente que está pasando por necesidad, recibe una ayuda material. Y, en tercer lugar, los que han dado de sus bienes recibirán bendición en sus almas ahora y recompensa ante el tribunal de Cristo.

091     Cuatro clases de creyentes

Ver
  1. Los retardados

Estos están en 1 Corintios 3.1 al 3: “…no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo”.

En lo corporal la palabra “retardado” se aplica a los que tienen el cuerpo desarrollado pero tienen la mentalidad de un niño. Si sus padres les inscriben en la escuela tienen que ser retirados, pues no aprenden. Los retardados en lo espiritual son creyentes que nunca adelantan en su conocimiento de las cosas de Dios. Los corintios eran retardados por causa de su carnalidad.

Como tantas veces el retardado tiene cuerpo robusto y fuerte, así en lo espiritual uno puede tener mucho vigor carnal pero sin fortaleza espiritual. El apóstol dice que fue necesario alimentar a los corintios con leche porque eran incapaces de comer las viandas fuertes como cristianos normales. En lo espiritual ésta es la clase de creyentes que no estudia la Palabra de Dios por su propia cuenta sino depende de lo que oyen en las reuniones. Son alimentados con “el tetero” y con eso se quedan contentos.

Los hijos mentalmente retardados causan tristeza a los padres porque no tienen esperanza para el futuro, y en algunos casos es necesario internarlos en una institución. También en lo espiritual, los retardados son una aflicción a su Padre celestial; y, en lugar de ser una ayuda, son una carga para la congregación.

  1. Los impedidos

Hebreos 5.11,12 habla a algunos que “debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que os vuelva a enseñar…”

Estos son normales en mentalidad, pero han sufrido una enfermedad o caída que los ha dejado físicamente inválidos. Los que habían confesado el nombre del Señor JesuCristo entre los hebreos estaban sufriendo persecuciones y oposición hasta hacerles vacilar. La desconfianza y las dudas estaban incapacitándoles de ser hombres y mujeres fuertes en testificar por su Señor. Les faltó firmeza y estabilidad.

Físicamente hay poca esperanza de normalizar estos casos, pero — gracias Dios — en lo espiritual hay esperanza. El Señor quiere restaurar a los retardados como también a los impedidos al pleno uso de sus facultades, para poder aprender y desarrollarse en la vida cristiana. El quiere que sean útiles y fuertes en su testimonio y servicio.

Lo malo con los retardados en lo natural es que ellos mismos no tienen ejercicio de progresar, y de la misma manera hay creyentes pasmados espiritualmente que no quieren molestarse por su superación.

  1. Los progresivos

“Debemos siempre dar gracias a Dios por vosotros, hermanos, como es digno, por cuanto vuestra fe va creciendo, y el amor de todos y cada uno de vosotros abunda para con los demás”, 2 Tesalonicenses 1.3.

El nombre tesalonicenses significa los que ganan la victoria, y los santos en Tesalónica, convertidos en días de persecución pero vencedores sobre las contrariedades, crecían y abundaban en su fe y amor, inspirados por la esperanza de la venida de Cristo. Si queremos agradar a aquel que hizo tanto por nosotros, debemos siempre seguir adelante en el conocimiento de nuestro Señor JesuCristo.

  1. Los maduros

“… a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra”, 2 Timoteo 3.17.

Necesitamos la perseverancia y paciencia; no podemos llegar a la meta con un solo brinco. Algunos creen que por ingerir el contenido de libros ellos llegarán más rápidamente a la cumbre, pero no es así en la escuela de Dios. Es paso por paso, y debemos ser buenos discípulos antes de graduar como líderes. La Palabra condena el acto de poner a un neófito en lugar de anciano.

Que el Señor nos ayude a examinar nuestra situación espiritual. Si nos encontramos en las dos primeras clases de creyentes, no descansemos hasta encontrarnos en la tercera y en busca de la cuarta.

092     El cansancio

Ver
No nos cansemos, pues, de hacer el bien; porque a su tiempo segaremos si no desmayamos, Gálatas 6.9.

Hay tres clases de cansancio: físico; carnal, que es flojera; y el cansancio de la desanimación.

El cansancio físico

Esta es nuestra herencia común. Podemos cansarnos en el servicio del Señor, pero no debemos cansarnos de su servicio. Cristo se cansó en el servicio, Juan 4.6: “Entonces Jesús, cansado del camino…” El apóstol Pablo, 2 Corintios 11.27: “… en trabajo y fatiga”. David, 2 Samuel 21.15: “Y David se cansó”.

Nuestro Señor JesuCristo mostró su compasión por los suyos cuando les dijo, “Venid vosotros aparte a un lugar desierto, y descansad”. Así fue con el pueblo de Israel en el desierto cuando llegaron a Elim, con sus palmas y fuentes para refrescarles. Nuestro Padre celestial nos proporciona períodos de descanso para el cuerpo y refrigerio para el alma.

“El conoce nuestra condición; se acuerda de que somos polvo”, Salmo 103.14. El no exige de nosotros más de lo que podemos aguantar. Después de las faenas del trabajo diario o las muchas otras tareas que debemos cumplir, ¡qué bueno es encontrar en el primer día de la semana sosiego temporal y espiritual! En la cena del Señor, dejando afuera todas las cuitas y distracciones, como María, nos regocijamos en espíritu delante de nuestro Dios.

También nuestras conferencias deben servir como refrigerio para reponernos y fortalecernos en la lucha diaria con el mundo, Satanás y la carne. El creyente que no aparta el tiempo necesario para el descanso físico y la renovación del hombre interior está corriendo el peligro de una crisis de nervios.

El cansancio carnal

Dice Proverbios 24.10: “Si fueres flojo en el día de trabajo, tu fuerza será reducida”.

Por medio de su profeta, Dios acusa a su pueblo terrenal de un cansancio fatal: “No me invocaste a mí, oh Jacob, sino que de mí te cansaste, oh Israel”, Isaías 43.22. No obstante los grandes propósitos de gracia que Dios tenía a favor de aquel pueblo terrenal, ellos iban alejándose más y más al paganismo de las naciones. No hacían caso de sus llamadas en paciencia para devolverles a él. Por fin El envió a su amado Hijo, diciendo: “Tendrán respeto a mi Hijo”. ¿Y la respuesta? “Fuera con éste, y suéltanos a Barrabás”.

A una, aquella nación, más favorecida que cualquier otra, rechazó rotundamente a su Mesías, y se glorió en ver sus sufrimientos, humillación y angustia en la cruz. Como sembraron han tenido que cosechar. Dieron las espaldas a Dios, y Dios les dio la espalda a ellos, entregándoles en manos de los romanos que destruyeron a Jerusalén con una terrible matanza de gente en el año 70, llevando muchos cautivos a Roma. Hoy día los judíos están padeciendo de una ceguera espiritual y son la gente más difícil de alcanzar con el evangelio.

La triste historia de Israel es una amonestación solemne para no caer en semejante error. Debemos combatir esta flojera carnal y no descuidar nuestros ejercicios santos en la oración privada; en la lectura y meditación en la Palabra; y en asistir puntualmente a todos los cultos, sean de oración, estudio, ministerio o predicación del evangelio.

El cansancio carnal nos quita el deseo de ser útiles en la obra del Señor, como aquel hijo de la parábola quien contestó, “No quiero”, cuando su padre le dijo, “Hijo, ve hoy a trabajar en mi viña”. Pero después de haber reflexionado, él se arrepintió, porque reconoció que su padre tenía ese derecho de su ayuda. Así con nosotros; a veces la carne dice que no, pero el amor de Cristo nos constriñe, y vamos.

Un ejemplo sobresaliente del cansancio carnal es el mismo rey David, quien estaba en la cama una tarde en lugar de estar con sus ejércitos en la batalla. Al levantarse, en lugar de acercarse a Dios en oración, se paseó y cayó en una tentación con consecuencias nefastas para él, su familia y Urías, su leal guerrero.

En estos postreros días se han multiplicado las tentaciones al creyente para ceder al cansancio carnal. La prensa, el televisor, la política, los negocios: todos son capaces de robar al cristiano del tiempo que debería consagrar a su Señor. La conciencia es una provisión divina para guardarnos en comunión con nuestro Señor y salvarnos de hacer naufragio de nuestra fe, como hicieron Himeneo y Alejandro; 1 Timoteo 1.19,20.

El cansancio espiritual

Este es el cansancio de la desanimación. Un ejemplo notable de esta forma de cansancio lo tenemos en el caso del profeta Elías, 1 Reyes 19.4,5. Después de haber sido Elías el instrumento de Dios para devolver al pueblo de Israel de su apostasía, cuando daban culto a Baal, se apoderó de él una depresión tan desesperada que rogó a Dios que le quitara la vida.

Esa mujer satánica, Jezabel, había infundido miedo en el “profeta de fuego”, pero Dios envió a su ángel, el cual le preparó una comida debajo del enebro en el desierto. Le dio a Elías no sólo fuerza para su cuerpo sino avivamiento a su espíritu también.

Pensamos ahora en aquellos discípulos a la ribera del mar, tan desanimados por no conseguir peces. El Señor pudo efectuar una restauración en sus espíritus, preparándoles así para el gran día de Pentecostés y la conversión de tres mil personas. Moisés es otro que se desanimaba a veces, pero el Señor le dio una visión que le infundió coraje nuevo y fe para seguir llevando al pueblo de Israel por el desierto.

En Isaías 50.4 fue profetizado de nuestro Señor: “Jehová el Señor me dio lengua de sabios, para saber hablar palabras al cansado”. ¡Qué hermoso ministerio desempeñó nuestro Señor en este mundo con palabras que infundieron paz, consuelo, confianza y esperanza en los demás! El es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos, Hebreos 13.8. Como nuestro gran sumo sacerdote, lleva nuestros nombres sobre su corazón, y en él está el manantial inagotable de gracia y poder. “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”, Hebreos 4.16.

Un renombrado siervo de Dios se encontraba desanimado por el mucho trabajo y los pocos resultados. Sobrecargado de cansancio, se puso a dormir y tuvo un sueño. Vio los almacenes de Egipto con sus enormes cantidades de trigo, y apareció un ratoncito que estaba llorando. “¿Por qué lloras, ratoncito?” “Estoy pensando que cuando me haya comido todo el trigo en estos depósitos, ¿qué haré?” Y vino la contesta: “No tengas cuidado, ratoncito; allí hay una abundancia inagotable”.

Se cambió el sueño, y vio a un hombre en la cumbre de un cerro, respirando el aire fresco. El hombre lloraba. “¿Por qué estás llorando, hombre?” “Estoy pensando, ¿Qué voy a hacer cuando se agote este aire?” “No tenga cuidado, hombre, el volumen de aire es inagotable”.

Así, querido consiervo o hermano, angustiado por los resultados de tu servicio, echa tu carga sobre Jehová, y El te sustentará. “Levantad las manos caídas y las rodillas paralizadas”, porque El dijo, “No te desampararé, ni te dejaré”.

093     Sed agradecidos

Ver
La paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos, Colosenses 3.15.

En 2 Timoteo hallamos una lista de veinticuatro características de los postreros días y tiempos peligrosos al fin de esta dispensación de gracia. Todas estas cosas existen y van cada vez en aumento a medida que la venida del Señor se acerca. La séptima cosa es la que queremos tratar en este artículo. Es la ingratitud.

Es de notarse que desde hace tiempo la nueva generación, en su mayoría, no ha aprendido a manifestar agradecimiento por los favores recibidos de Dios, de sus padres o de otra persona. Parece que no se encuentra en su vocabulario la expresión, Muchas gracias. Aun en el cartón de leche, con la vaca carabobeña, se ven las palabras, “Muuuchas gracias”, pero no es así con algunos niños.

Cuando llega la noche del reparto de premios de la escuela dominical, ¿cuántos sienten suficiente agradecimiento para dar las gracias? Algunos agarran su premio y se retiran sin abrir la boca. Sería conveniente que el maestro inculcara en sus alumnos la buena costumbre de dar las gracias en clara voz.

En cuanto a la familia cristiana, por lo regular los padres reúnen a sus hijos en torno de la mesa cada vez que van a comer, y les mandan a cerrar los ojos mientras se da gracias por los alimentos (sin multiplicar palabras). Pero tememos que haya padres cristianos descuidados que dejan a sus hijos comer sin dar las gracias, con el resultado que comen como paganos. Es una falta grave que desagrada a Dios.

En cuanto al creyente, tiene sobrada razón por qué dar gracias a Dios. En Colosenses 1.12 leemos: “Con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz”. El apóstol sigue nombrando otras cosas grandes que abarca la salvación en Cristo: (1) libertad de la potestad de las tinieblas; (2) traslado al reino de su amado Hijo; (3) redención por su sangre; (4) perdón de pecados; (5) paz mediante la sangre de la cruz; (6) reconciliación por su cuerpo inmolado; (7) presentación cual santos sin mancha delante de él.

Nunca llegaremos a comprender plenamente cuánto debemos a nuestro amado Salvador por su amor infinito en morir por nosotros. Cada mañana, al levantarnos, alcemos nuestra nota de alabanza en gratitud al Padre y a nuestro Redentor. Hay personas que dicen que son salvas pero no recuerdan cuándo dieron gracias a Dios por su don inefable. Esto pone en tela de duda su conversión.

¿Y qué podré yo darte a ti a cambio de tan grande don?
Es todo pobre, todo ruin. Toma, ¡oh Señor! mi corazón.

Cuántos hay que gastan dinero en viajar lejos a una conferencia, compran libros en la librería y, después de haber comido diez comidas gratis, ¡echan en la ofrenda una moneda de poco valor! Si se trata del caso de la viuda con sus dos blancas, bien, porque ella de su pobreza echó todo cuanto tenía. Mostró su agradecimiento a Dios. Pero es de temer que tales casos son muy raros en estos días cuando hay tanto consumido en chucherías.

Dios tenía que condenar lo que su pueblo estaba ofrendando en los últimos días del Antiguo Testamento. Ellos dijeron, “¿En qué hemos menospreciado tu nombre?” y El contestó, “En que ofrecéis sobre mi altar pan inmundo”, Malaquías 1.6,7.

Es posible que para algunos la ofrenda no sea más que una “colecta”. Se cuenta de un muchacho que tenía un perrito, y lo quería mucho. En cierto día su mamá le vio apartar lo mejor de la carne en su plato, y le preguntó por qué. El contestó: “Es para Fido”. “¡Oh no!” dijo ella, “come lo mejor y guarda el pellejo y los huesos para ese perro”. El niño llevó los desperdicios a su perro, diciéndole: “Fido, yo quise darte una ofrenda, pero Mamá me mandó darte una colecta”.

Nos gusta cantar, “Da lo mejor al Maestro, tu juventud, tu vigor”. ¡Ojalá que practiquemos lo que cantamos!

Otra causa de preocupación es la demora al final de un buen estudio bíblico — sea en la asamblea o en una conferencia — antes de que alguien dé las gracias por las viandas espirituales recibidas. Nunca falta alguno con su himno, pero no hay ejercicio a veces en dar a Dios las gracias por su Palabra. ¿Será falta de agradecimiento? Queridos hermanos, no debe ser así. Los espirituales entre el pueblo del Señor deben sentir la responsabilidad como voceros de la congregación para dar gracias a Dios.

En Lucas 17.11 al 19 encontramos la historia de diez leprosos que el Señor limpió de su asquerosa plaga. Uno solo volvió para dar gracias al Señor por lo que había recibido. Y éste era extranjero, el cual glorificó a Dios a gran voz. Cristo preguntó: “¿Y los nueve, dónde están?” Sin duda que en estos postreros días también es la minoría que demuestra con obra y voz su agradecimiento al Señor por las maravillas de su amor para con nosotros.

Finalmente, ¿cuántos nos sentimos agradecidos a nuestro Dios por su bondadoso cuidado, por la paz, la libertad de culto, las facilidades para la propagación del evangelio, por la comida, la ropa y un sin fin de favores y beneficios que estamos disfrutando por pura gracia? Bien podríamos preguntar con el salmista (116.12): “¿Qué pagaré a Jehová por todos sus beneficios para conmigo?”

094     Crecimiento espiritual

Ver
En estos días estábamos comiendo, en torno de nuestra mesa, unas hermosas uvas moradas. Como íbamos llegando al fin del racimo, me fijé en unas dos o tres uvas del tamaño de un petit pois o guisante. Todos las habíamos rechazado por ser tan pasmadas, verdes y agrias. ¡Cuán notable la diferencia entre las uvas buenas y las pasmadas! Para mí fue una lección en parábola.

Entre el pueblo del Señor vemos a los que van desarrollando su vida espiritual progresivamente. Pero, hay unos pocos que, después de haber hecho profesión de fe, y al ser bautizados y recibidos en la comunión de una asamblea, parecen que de allí no pasan. Da tristeza a los ancianos, y más a nuestro Señor, ver algunos pasmados espiritualmente, sin madurez en su conocimiento de Cristo.

Leemos en San Juan 15 que nuestro Señor JesuCristo es la vid verdadera; nosotros somos los pámpanos, el Padre es el labrador. Lo que El busca en nosotros es fruto, más fruto y mucho fruto; o sea, que la productividad nuestra vaya en aumento. San Pedro en su segunda epístola, 1.5 al 7, indica cómo debe desarrollarse la vida espiritual en nosotros. Su exhortación es: “Creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo”.

Hay muchas advertencias en la Palabra en cuanto a los peligros que pueden entorpecer nuestro crecimiento espiritual. Entre ellos hay lo que encontramos en Cantar 2.15: “Cazadnos las zorras, las zorras pequeñas, que echan a perder las viñas, porque nuestras viñas están en cierne”.

Ya el fruto está empezando a cuajar y hay la necesidad de vigilar contra cualquier peligro. Las zorritas son juguetonas y bonitas, pero sus dientes y uñas pueden hacer mucho daño en una viña. Así son algunos pasatiempos y diversiones que quitan tiempo que puede ser usado en la lectura de la Palabra y el servicio del Señor. Las conversaciones ociosas hacen mucho daño en la viña del Señor. La propagación de noticias falsas, la calumnia y el trato de mundanalidades son formas de zorras en su obra destructora.

En Gálatas 5 se presenta una lista de diecisiete obras de la carne y otra de nueve cualidades que son fruto del Espíritu. Estas nueve se pueden dividir en tres:

> un racimo hermoso para mí mismo: amor, gozo y paz

> otro racimo para mi prójimo: tolerancia, benignidad, bondad

> finalmente, uno para Dios: fe, mansedumbre, templanza

Queridos hermanos y hermanas, ancianos y jóvenes, cuán oportuno sería un franco examen propio a solas con el Señor. Dejemos que El nos indique si hay algo en nosotros que está impidiendo crecimiento espiritual y fruto para la gloria de nuestro Dios.

095     Parábola de un baúl

Ver
Nos encontrábamos alojados en una casa con paredes de caña y barro. El albañil estaba haciendo un trabajo de reparación, y me llamó la atención que él cargara el barro en la tapa de un baúl. Luego vi que el cajón en sí era un depósito para corotos viejos, oxidados y sucios.

Empecé a reflexionar en la vida de ese baúl. En su comienzo fue de buena fabricación, reforzado en las esquinas para aguantar los viajes y el trato duro. Había estado todo aseado adentro, apto para cargar ropa y cosas de valor. Sin duda su amo confiaría a él sus bienes de valor y posesiones apreciadas.

Pero alguna desgracia había sucedido a ese baúl, pro-bablemente una caída. No aguantaba más las pruebas. El amo no pudo aprovecharse más de él, y el mueble llegó a la triste condición en que yo lo vi: embarrado y empleado en un fin nada honroso.

Todo creyente en el Señor JesuCristo ha tenido un buen principio. Es una creación nueva en Cristo, 2 Corintios 5.17. Es una obra divina y destinada para ser el repositorio de los tesoros de su Señor, quien ha puesto en nosotros una vida que le costó su sangre preciosa. También, su Espíritu Santo mora en nosotros, y cada uno tiene un don espiritual que se debe usar para él. Efectivamente, “De su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia”, Juan 1.16.

Como el baúl, hemos sido “fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad”, Colosenses 1.11. La exhortación del apóstol al joven Timoteo fue, “Hijo mío, esfuérzate en la gracia que es en Cristo Jesús”. En nosotros mismos no tenemos ninguna fuerza espiritual, pero en Cristo contamos con el manantial inagotable.

En lo físico hay necesariamente el desgaste y el deterioro con el correr de los años, pero no debe ser así en lo espiritual: “Aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día”, 2 Corintios 4.16.

Y, leemos en Isaías 40:30,31: “Los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán”.

Seguramente aquel baúl acompañaba a su dueño en sus viajes en años anteriores, o por lo menos estaba siempre a su alcance. Pero ya no le servía más, y su servicio ahora era feo y despreciable.

Así es la triste historia de algunas personas que hemos conocido. En épocas pasadas fueron honradas por Dios en la obra del evangelio y gozaban también de la confianza del pueblo de Dios. Pero les sucedió alguna tragedia. Por la concupiscencia de la carne, el amor al mundo o la seducción del diablo, cayeron.

“De Cristo os desligasteis … de la gracia habéis caído”, Gálatas 5.4. Fracasaron, y muchos nunca han conseguido una buena restauración. Se les ve inutilizados en las cosas del Señor y, como Sansón, están moliendo cual cautivos de los filisteos.

Mejor la prevención que la curación. Cristo es el gran abogado de su pueblo y, “si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados”, 1 Juan 1.9. Tomemos confianza por las palabras al final de la epístola según Judas: “A aquel que es poderoso para guardarnos sin caída, y presentarnos sin mancha delante de su gloria con gran alegría …”

En lugar de ser botados como el baúl, que sigamos cerca a nuestro Señor hasta su venida. No seamos vasos de ira sino de misericordia que Dios haya preparado de antemano para su gloria.

096     La enfermedad espiritual del corazón

Ver
Vamos a hablar de Juan capítulo 14 sobre la enfermedad espiritual del corazón y el remedio ofrecido por el gran Médico de amor.

En la misma noche en que nuestro Señor fue traicionado y entregado en manos de sus enemigos por un discípulo falso, y después de haber instituido la Cena del Señor, El no solamente habló palabras de consuelo — “No se turbe vuestro corazón” — sino también pronunció palabras que inspiraron confianza y fortaleza para los tiempos de prueba que les esperaban. Aunque su propia alma estaba muy triste “hasta la muerte”, y la sombra entenebrecida de la cruz le rodeaba, El pudo infundir valor en los suyos.

En estos postreros días y en estos tiempos tan peligrosos, muchas personas sufren por la tensión física y mental. Para algunos, el problema es el corazón, quizás el matador Número 1 del cuerpo. La ciencia está empleando técnicas nuevas y maravillosas para combatir los distintos males del corazón, pero como último recurso el alma acude a Dios y así encuentra confianza y consuelo.

En Juan 14 se hallan siete preciosas palabras de aliento para el corazón, como siguen:

  1. Creéis en Dios La fe viva en él es el antídoto infalible para todas las dudas y los temores que puedan atacar al corazón en tiempo de pruebas. “Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros”, 1 Pedro 5.7.
  2. Creed también en mí. El Señor JesuCristo como el gran sumo sacerdote de su pueblo lleva los nombres de ellos sobre su corazón y nos convida acercarnos al trono de la gracia para hallar el oportuno socorro, Hebreos 4.16. Así se cambian sus quejas y gemidos en alabanzas y agradecimiento a Aquel que nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros.
  3. En la casa de mi Padre muchas moradas hay. Aquí hay la seguridad que un hogar glorioso nos está esperando después de todas las penalidades de esta vida terrenal. Esto nos proporciona gracia y paciencia para aguantar mientras tanto.

Un humilde obrero llamado John McCandless estaba con su carreta a mano en una siderúrgica, esperando su turno para recibir una carga de acero caliente, cuando de repente le cayó encima un alud de escoria rojiza. Todo su cuerpo recibió quemaduras de tercer grado. Cuando sus compañeros de trabajo rodearon al moribundo, uno se acercó más porque pensaba que el creyente pedía un favor — tal vez agua u otra cosa por el estilo. Pero no; él cantaba en voz debilísima: “El cielo es mi hogar … me quiero ir … al lado de mi Salvador”.

  1. Vendré otra vez. De los labios del amado Salvador nos llega esta palabra de esperanza, cual “segura y firme ancla”, como dice Hebreos 6.19. Un ancla de cinco toneladas puede retener un barco de quince mil toneladas, pero el patriarca bíblico, refiriéndose al impío, dijo: “Su esperanza será cortada, y su confianza es tela de araña”. Las últimas palabras de nuestro Señor en el Nuevo Testamento son, en contraste: “Ciertamente vengo en breve”, y la respuesta de la Iglesia es: “Amén, sí, ven Señor Jesús”.
  2. Todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré. El privilegio de todo hijo de Dios es tener acceso a la presencia del Padre en oración, suplicándole a favor de nuestras necesidades para su auxilio en todo momento de peligro.
  3. Os daré otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre. ¡Qué consuelo es saber que el Espíritu Santo mora en nosotros! El acompaña al suyo día y noche en toda la trayectoria desde el momento de ser salvo hasta llegar sano y feliz al hogar celestial.
  4. La paz os dejo, mi paz os doy. En la fórmula de muchas medicinas hay algún ingrediente dulce para hacer más agradable el remedio. Nuestro Señor ofrece su paz, cosa que le costó la sangre de la cruz. El reconcilió consigo todas las cosas, “haciendo la paz mediante la sangre de su cruz”, Colosenses 1.20.

 097    Carta a una hermana en peligro

Ver
Querida hermana:

¿Está usted buscando un esposo bueno y fiel? Hay dos señores que quieren facilitarle un esposo.

El primero se llama en Efesios 2.2 el príncipe de la potestad del aire. El tiene una familia grande y ellos se llaman los hijos de la desobediencia. Ellos no han obedecido al evangelio, 1 Pedro 4.17, y el apóstol Juan les llama hijos del diablo, 1 Juan 3.10. Una hija de Dios que se case con uno de éstos tendrá al diablo por suegro y le será imposible guardarle a él fuera del hogar.

Algunos de los hijos de este príncipe de las tinieblas son de buen parecer, amables, decentes y educados, pero no hay luz en sus corazones. Son entenebrecidos y son llevados cautivos por el diablo a la voluntad de él. Cuando una joven que confiesa el nombre del Señor se rebela contra su Palabra — “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos”, 2 Corintios 6.14 — ella se convierte en una hija de desobediencia y pone en tela de duda si es salva o no. El amor es ciego y Satanás emplea muchas artimañas para enredar a una dama en un compromiso. Es como una araña que amarra a una mosca en su tela.

El otro se llama el príncipe de la vida y paz. Desde el momento en que uno cree en él como su Salvador, El lleva el nombre de la tal persona sobre su corazón. Sus ojos están puestos en los suyos día y noche. El es la fuente de toda bendición y felicidad. Tiene una familia grande y está llevando muchos hijos a la gloria, Hebreos 2.10.

El sí tiene el esposo idóneo para usted, y quiere que usted tenga un hogar donde El sea honrado. Se contenta cuando sus hijos le obedecen, y dice, “Si me amáis, guardad mis mandamientos”. Pero se aflige cuando sus hijos echan por detrás de la espalda su Palabra y obedecen la voz de Satanás. Así hizo nuestra primera madre, Eva, y ella tuvo que llevar un castigo de dolor y lágrimas.

Le aconsejo encarecidamente que se pare en el camino y pregunte por el buen camino, Jeremías 6.16. “Andad por él”, dijo Dios por el profeta, “y hallaréis descanso para vuestra alma”. No sea rebelde como aquellos de quienes habló él, que contestaron, “No andaremos”. Hable al Señor en oración en esta noche. Pida su perdón por rebeldía contra la Palabra de Dios, y busque su consejo, con la Biblia abierta. Pida fortaleza para evitar el desastre en su vida, y que el Señor le bendiga.

098     El caballo troyano

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Cuenta la historia antigua que el ejército griego había procurado en vano derrotar a los valientes defensores de la ciudad de Troya. Al fin lograron por la astucia lo que no podían por la fuerza. De noche los sitiadores se retiraron de la ciudad pero dejaron un enorme caballo de madera montado sobre ruedas. Escondidos dentro de ese caballo había varios soldados griegos.

Por la mañana la gente de Troya veía el caballo y creía que los griegos habían abandonado la batalla, dejando su dios atrás. Lo metieron dentro de la ciudad. Aquella noche en la oscuridad los griegos salieron del caballo, abrieron el portón de la ciudad y dejaron entrar el ejército que había regresado. Así conquistaron a Troya.

Satanás está maquinando siempre para lograr una entrada al corazón del creyente y al hogar cristiano. Quería Pablo, en 2 Corintios 2.11, “que Satanás no gane ventaja sobre nosotros; pues no ignoramos sus maquinaciones”. El se ha valido de la televisión con un éxito maravilloso, y los creyentes preguntan por qué no tener un televisor en su casa. Pero, es un caballo de Troya.

La doctrina apostólica es que no amemos al mundo, ni las cosas que están en el mundo. “Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él”, 1 Juan 2.15. Eva fue seducida por Satanás cuando desobedeció. Ella miró al árbol prohibido, y esto abrió su apetito carnal. Vio que era bueno para comer, agradable a los ojos y codiciable para alcanzar la sabiduría. En fin, no veía nada malo, pero fue porque el dios de este siglo había cegado su entendimiento espiritual, 2 Corintios 4.6.

Algunos padres cristianos aseguran que tienen su televisor bien controlado, y permiten solamente los programas educativos y morales. Pero la carne es engañosa y la curiosidad traicionera. En la ausencia de los padres, los hijos aprovechan la oportunidad de ver lo que les guste.

Las exigencias de la vida moderna quitan tiempo de la lectura y meditación en las Escrituras. Hay creyentes que corren a su empleo sin haber abierto su Biblia, perdiendo así el gozo de orar a su Padre Celestial. Sin embargo, para algunos de éstos no les falta tiempo para ver la televisión. Poco a poco pueden perder su apetito por la Palabra de Dios.

La televisión puede surtir un efecto dañino en la familia. De mala gana asisten los hijos a las reuniones si la televisión capta sus almas. Y, en cuanto a los padres, que no sea dicho, “Efraín es dado a ídolos, déjalo”, Oseas 4.17

099     El trono de la gracia

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Les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar, diciendo: Había también en aquella ciudad una viuda …” Lucas 18.

Durante el régimen del austero dictador General Juan Vicente Gómez aquí en Venezuela, murió un hacendado de café en los cerros de Nirgua. Dejó sus bienes a su viuda para que ella viviera con economía por el resto de su vida.

Algún tiempo después un señor de peso en el gobierno del Yaracuy clavó su vista en aquella hacienda y resolvió tomarla para sí. Su abogado, un hombre hábil y cebado por una ganancia deshonesta, se prestó para falsificar documentos y convencer a la viuda que ella no tenía derecho legal a la propiedad. El arregló todo y notificó a la viuda que ella debía desocupar la hacienda de una vez.

En su desespero la pobre mujer fue al prefecto del distrito con su queja, y ganó su simpatía. El ofreció hacer lo posible, pero descubrió que aquel señor era amigo personal del Presidente de la República. Por temor, el prefecto sacó el cuerpo del asunto. Entonces, se le ocurrió a la viuda apelar al gobernador del estado, quien también se interesó en el caso hasta enterarse quién estaba detrás del negocio.

Como último recurso la mujer resolvió viajar a Maracay donde vivía Gómez. Fue para ella un viaje largo y molestoso, primero a caballo hasta la carretera y luego por autobús.

Al lograr audiencia con el General, le encontró de buen humor para recibirla y escuchar su triste historia. Habiendo mandado a su subalterno a tomar nota del caso, él despachó a la mujer con la plena seguridad de que atendería al asunto. El General cumplió su palabra. La mujer no perdió su hacienda.

En esta historia verídica tenemos una ilustración, aunque pobre, de la magnífica verdad revelada en Hebreos 4.16: “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”. La viuda de Nirgua vio que todo otro recurso había fracasado, y ella por fin apeló a la más alta autoridad, porque en aquel entonces la palabra de Gómez era ley. Con él nadie podía contender.

En cada necesidad el creyente tiene acceso a la presencia de Aquel que tiene toda potestad en el cielo como en la tierra. Es Uno en el cual habita toda la plenitud de la divinidad corporalmente. En su propio cuerpo glorificado, El ha llevado la humanidad al trono, el lugar del poder soberano. No hay tribunal de apelación más allá de ésa, y El se compadece de nuestras debilidades.

Si hemos pecado, El es nuestro abogado a quien confesamos. Por la eficacia de su sangre preciosa, el Padre se complace en perdonarnos nuestros pecados.

Allá en la gloria, delante del gran trono,
Jesús mi abogado intercede por mí.
Mi causa en sus manos siempre prevalece;
también abogado será El para ti.

Si lee estas líneas alguna viuda cristiana, algún santo que vive en un lugar aislado, o algún hijo de Dios que se encuentra sobrecargado de aflicción y pruebas, que el tal tome aliento. Apóyese en las preciosas y grandísimas promesas que Dios nos ha dado. Clame a él, como aquellos marineros en la tempestad, aunque haya llegado al punto del desespero: “Claman a Jehová en su angustia, y los libra de sus aflicciones”, Salmo 107.28.

100     El principio y fin de la oración

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La primera referencia en las Sagradas Escrituras a la oración está en Génesis 4.26: “Los hombres comenzaron a invocar el nombre de Jehová”.

Esto no quiere decir que fue la primera vez que alguno se había dirigido a Dios, pues en el capítulo anterior Dios estaba hablando con Adán y Eva después de su caída, y los dos le contestaron para excusarse por su pecado. En cuanto a Abel, él se acercó a Dios con su sacrificio y estableció comunicación con el cielo. Muerto éste, Dios le concedió a Eva otro hijo llamado Set, por quien se perpetuó la línea de la fe, y luego a Set le nació Enoc, que quiere decir mortal o frágil. Entonces los hombres comenzaron a invocar el nombre del Señor.

Dice el Salmo 65: “Tú oyes la oración; a ti vendrá toda carne”. Mientras estemos en estos cuerpos mortales, sentiremos nuestra absoluta dependencia del Dios todopoderoso.

El apóstol Pablo era en sí un hombre pequeño y débil, pero pudo decir, “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”, Filipenses 4.13, y, “Soy el más pequeño de los apóstoles … pero por la gracia de Dios soy lo que soy … He trabajado más que todos ellos”, 1 Corintios 15.9,10. El es uno de los hombres más destacados de la Biblia en cuanto a la oración, y en esto vemos sin duda uno de los secretos de su servicio tan dinámico para su Señor.

Las Escrituras terminan también con la oración en Apocalipsis 22.20.21. Hay el más profundo anhelo del alma: “Amén; sí, ven, Señor Jesús”, en respuesta al anuncio de Cristo a su Iglesia desde el trono que, “Ciertamente vengo en breve”. Sigue la oración del anciano apóstol Juan a favor de los creyentes: “La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros. Amén”.

Es evidente que desde su principio la historia humana contiene innumerables ejemplos de la oración. La lección es que la oración es una parte integral e indispensable de la vida cristiana.

En todo el medio de las Escrituras encontramos lo que constituye la oración más larga de la Biblia, que es el Salmo 119. Encontramos al salmista en el contacto más íntimo y personal con Dios, exponiendo los ejercicios de su corazón. En un espíritu de alabanza él manifiesta gran aprecio por la ley de Jehová, sus testimonios, caminos, mandamientos, estatutos y juicios. A medida que va leyendo y asimilando la Palabra, él va regando con oración lo aprendido. El escritor no interrumpe su oración para hablar con otro, sino que se encuentra a solas con Dios.

Hay hermanos que alargan sus oraciones en público pero en el secreto de la presencia de Dios su oración es de carácter relámpago. Las oraciones en público de nuestro Señor JesuCristo eran de pocas palabras; en cambio, en la soledad de la montaña El pasaba horas de la noche en oración ante el Padre.

“Despedida la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí solo. … la cuarta vigilia de la noche, Jesús vino”, Mateo 14.23 al 25.

El gran antídoto por la decadencia espiritual es la oración. Si queremos ver más de la manifestación del Espíritu Santo en nosotros mismos, en el avivamiento entre el pueblo del Señor y en la salvación de almas, debemos perseverar en la oración. “Todos estos [los primeros discípulos] perseveraban unánimes en oración y ruego”, Hechos 1.14.

En la iglesia de Laodicea había prosperidad material y complacencia propia, pero los creyentes estaban acercándose vertiginosamente al desastre. La llamada del Señor fue: “Sé, pues, celoso, y arrepiéntate”. Habrá bendición de lo alto cuando hay confesión con el colirio para los ojos — que es la oración con lágrimas — y el regreso al primer amor: el amor por el Señor, su Palabra, su pueblo y su venida.

101     El séptimo día y el primer día

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La primera referencia al séptimo día se encuentra en Génesis 2 cuando Dios terminó su obra de la vieja creación en seis días y vio que era buena.

Después siguió un largo intervalo hasta la época en que El sacó de Egipto a su pueblo escogido y redimido. Una prueba de la sujeción del pueblo sería la observancia del sábado por todas sus generaciones. Esto se trata en Éxodo 16.23 y 20.8 al 11 en relación con la introducción de la ley. Luego en 31.13 al 18 queda aclarado que es asunto netamente entre Dios y su pueblo Israel: “Señal es para siempre entre mí y los hijos de Israel”. Les fue prohibido trabajar en el día sábado so pena de muerte. Para los que estaban bajo la ley una sola violación del sábado los condenó a ser apedreados.

¿Encontramos tal enseñanza o práctica en la doctrina de los apóstoles? ¡Nunca! El séptimo día, o el sábado, era para los que estaban bajo la ley. Nosotros, los creyentes en el Señor JesuCristo, hemos sido librados completamente de la ley. Hemos muerto con Cristo.

“Vosotros, hermanos míos, estáis muertos a la ley por el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, a saber, del que resucitó de los muertos, a fin de que fructifiquemos a Dios”, Romanos 7.4. Cristo en su muerte satisfizo todas las justas demandas de la ley, y por lo tanto ella no puede exigir más de él. Por cuanto nosotros morimos en Cristo, tampoco puede la ley tener nada que ver con nosotros.

Ahora, bajo la gracia, ¿cuál es el día que corresponde a nosotros? Indiscutiblemente es el primer día de la semana, o el Día del Señor. Tal es el día de la Iglesia, el de la resurrección del Señor JesuCristo, quien pasó el día sábado en la tumba y resucitó triunfante el primer día de la semana. Así El ha inaugurado una nueva creación, según dice 2 Corintios 5.17, de la cual El es cabeza.

El primer día de la semana es la expresión digna de ésta. Claro está que ese día ocupa en la Palabra de Dios un lugar que no tiene otro, porque recibió el título distintivo y majestuoso de “el día del Señor”, Apocalipsis 1.10.

Ahora bien, aunque el creyente ha sido librado del legalismo relacionado con el séptimo día, él todavía debe sentir un celo por honrar al primer día de la semana. No conviene rebajarlo al mismo nivel que los demás días. Para el creyente es un privilegio especial el poder apartarse de las cosas del mundo en ese día y ocuparse en las cosas del Señor. De veras, el cristiano por lo regular termina su jornada semanal más cansado corporalmente que en cualquier otro día. El no puede descansar mientras haya almas perdidas en su alrededor. Así, consagrado y dotado de algún don espiritual, él trabaja por la gloria de Dios en la propagación de la Palabra.

En resumen notemos estas diferencias:

> El sábado era el séptimo día; el día del Señor es el primero.

> El sábado servía para probar la condición espiritual de Israel; el día del Señor es la prueba de la aceptación incondicional de la Iglesia.

> El sábado pertenecía a la creación vieja; el día del Señor pertenece a la creación nueva.

> El sábado era un día de descanso corporal para el judío; el día del Señor es para el descanso espiritual del creyente.

> Si el judío trabajaba en el sábado, tenía que ser castigado con la muerte; si el creyente no trabaja en el día del Señor a favor de las almas, no estará dando prueba de su fe.

> El judío fue obligado por la ley a quedarse en su tienda; el creyente se ve constreñido por el espíritu del evangelio a salir, sea para adorar o para anunciar las buenas nuevas.

102     Los dos aspectos de la Iglesia

Ver
Mateo 16.18

En este versículo se nombra por vez primera la Iglesia en su aspecto universal. Dijo nuestro Señor: “Tú eres Pedro [petros] y sobre esta roca [petras] edificaré mi iglesia”.

La palabra que Cristo usó por Pedro significa un fragmento de roca mientras la otra significa una roca maciza que sirve como base para un edificio. Pedro mismo entendió esto cuando citó Isaías 28.16: “He aquí, pongo en Sion la principal piedra del ángulo, escogida, preciosa”, 1 Pedro 2.6.

El interpretó el término como referente a nuestro Señor.

Uno de los errores mayores de Roma es el de aseverar que Pedro es la piedra fundamental de la Iglesia, el que era hombre frágil y con flaquezas. En cambio Cristo nunca flaqueó ni fracasó. El es la piedra que los hombres rechazaron pero es ahora la piedra principal del ángulo de su Iglesia.

Solamente Dios conoce a todos los que están en la Iglesia universal; sus nombres están inscritos en el cielo.

Mateo 18.20

Ahora, en cambio, el Señor se refiere a la iglesia en su aspecto local. Dijo: “Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. En el día de Pentecostés, Hechos 2, fue inaugurada la Iglesia con el descenso del Espíritu Santo: “Por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo …” En este acto todo verdadero creyente ha sido incorporado en el cuerpo místico de Cristo, que es la Iglesia universal.

A la misma vez fue formada la primera iglesia local. “Los que recibieron su palabra fueron bautizados, y se añadieron aquel día como tres mil personas. Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones”, Hechos 2.41,42.

Este es el orden divino en cuanto a una iglesia local, con sus siete pasos sencillos: conversión, bautismo, incorporación, perseverancia, comunión, la cena y las oraciones.

En Mateo 18.20 nuestro Señor habla de este aspecto de la iglesia como un conjunto de creyentes en él. Ellos se ciñen estrictamente a la doctrina apostólica y gobernado, no por tradiciones de hombres sino por la palabra de Dios.

Los hombres han adoptado muchos nombres y sistemas, pero el Señor JesuCristo no ha autorizado otro nombre que el suyo propio. Entre la gran confusión que existe en el mundo religioso, con sus tantas sectas y organizaciones, hay una gente que rechaza toda otra designación y se congrega únicamente en el nombre del Señor JesuCristo.

Sometemos a la consideración del lector el versículo antedicho: “Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.

Donde  Esto significa localidad. Se trata de una iglesia local en contradistinción a la Iglesia universal, la cual no tiene localidad en la tierra.

Dos o tres  El Señor no habló en cifras grandes de miles o centenares. El anticipaba que los fieles cumplidores con su voluntad nunca estarían en la mayoría. Si bien no sería una forma popular de reunión, a la vez no faltarían los grupos pequeños. Para él la calidad vale más que la cantidad. Las aspiraciones de las sectas en general son para engrandecerse con mucha publicidad y la ostentación de grandes convenciones. Pero los que quieren identificarse con aquel que andaba con unos pocos hombres humildes aquí en la tierra, no quieren nada de la ostentación. El número dos significa testimonio, y una asamblea de creyentes congregados en, o al, nombre del Señor es un testimonio a favor suyo en el mundo. Debe ser como una lámpara con luz clara y limpia, brillando en medio de las tinieblas. El tres es el número de la comunión vista en su perfección en el Dios trino:

Padre, Hijo, Espíritu. Esta comunión está evidenciada donde cada uno se sujeta a la autoridad suprema del Señor y de la Palabra, sin aceptar innovaciones humanas y mundanas.

Congregados significa una colectividad. El Señor nunca quería ver a los suyos andando solos o independientes de los demás creyentes. Dios ha dicho en Salmo 50.5, “Juntadme mis santos, los que hicieron conmigo pacto con sacrificio”. Debemos estar separados del mundo y juntados a Cristo.

En  mi nombre Para algunos basta pronunciar esta frase, creyendo que eso es todo. Pero en realidad, ello significa una sumisión completa a la autoridad de Cristo y su santa Palabra.

Allí estoy yo. Esta es una promesa condicional; hay que prepararse para su presencia. Moisés, cuando se acercó a la zarza que ardía en el desierto, oyó la voz del Señor diciéndole: “Quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es”. El lugar de la presencia divina requiere reverencia y santo temor.

En medio de ellos El lugar le corresponde a él, quien es el centro de atracción. Le corresponde la preeminencia, y El debe presidir. Sin Cristo ocupando su lugar debido, una asamblea sería como el casco de una nave sin nada adentro.

 103    La gloria del Señor

Ver
La gloria de Jehová llenó el tabernáculo; Éxodo 40.34. La gloria de Jehová había llenado la casa de Jehová, 1 Reyes 8.11. ¡Traspasada es la gloria de Israel! 1 Samuel 4.21
El ejemplo de Israel

La gloria de Jehová se manifestó cuando fue terminada la obra del tabernáculo y también cuando fue inaugurado el templo de Salomón. Pero en el primer libro de Samuel el nombre dado es Icabod, “sin gloria”.

Leemos también en Ezequiel 10.4 de la gloria del Señor a punto de retirarse: “La gloria de Jehová se elevó de encima del querubín al umbral de la puerta …” Es una visión retrospectiva en cuanto a Israel y su decadencia espiritual antes de ser llevado al cautiverio. En el versículo 18 de ese capítulo la gloria — la presencia divina — “se puso sobre los querubines”, y en el 11.23 está alejándose por completo, “se puso sobre el monte” fuera de la ciudad. Puede compararse esto con Apocalipsis 3.20, donde el Señor está a la puerta.

En la construcción del tabernáculo hay también en el día de hoy lecciones para nosotros, el pueblo de Dios. Dios exigía fidelidad en el trabajo: “Mira y hazlos conforme al modelo que te ha sido mostrado en el monte”, Éxodo 25.40, Hebreos 8.5. Dios le dio a Moisés todos los detalles en cuanto a los materiales, las medidas, los muebles y sus usos respectivos. Todos ellos presentan en forma típica las excelencias de la persona y las perfecciones de la obra redentora de nuestro Señor.

Cuando toda la obra del tabernáculo fue terminada según Dios había mandado, con las contribuciones y colaboraciones voluntarias de aquel pueblo redimido, El pudo manifestar su gloria allí. Asimismo fue el caso del templo de Salomón. La lección que tomamos para nosotros de la historia de Israel es que toda obra de Dios empieza con una manifestación de su gloria y presencia, pero el peligro está en una decadencia espiritual y un apartamiento de sus caminos.

 

Lo ejemplos en Asia

La iglesia de Éfeso tuvo un principio muy favorable, gozando de bendiciones y privilegios, pero en Apocalipsis 2 el Señor de gloria la llama desde el trono, acusándola de haber dejado su primer amor. Le advierte que al no arrepentirse El quitará su candelero, dejándola en la oscuridad; en otras palabras, la congregación dejaría de ser una asamblea.

El último mensaje a las iglesias fue dirigido a Laodicea, donde encontramos el último grado de decadencia que puede haber en una asamblea: ni caliente ni fría, sino tibia. Es una condición repugnante al corazón del Señor, y El advirtió que tendría que vomitarla de su boca. ¡Qué fin tan trágico le esperaba a Laodicea al no arrepentirse!

El gozo del Padre es ver a su pueblo ocupado con su Salvador; entonces nuestra comunión será con el Padre y con su Hijo, 1 Juan 1.3. La prueba de que una asamblea retiene todavía su primer amor está en la preeminencia que le da a su Señor en medio de ella.

El caso nuestro

Ahora bien, la presencia del Señor en medio de su pueblo es condicional. El pueblo de Israel tenía que hacer el lugar de su habitación según el modelo y los requisitos que Dios dio. Y, en el tiempo presente el Señor nos ha dicho, “Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.

Un asamblea debe ser un lugar donde el señorío del Señor JesuCristo sea reconocido; donde haya obediencia a toda la Palabra de Dios; donde se juzgue el pecado con la disciplina correspondiente; donde haya la sujeción a la guía y el gobierno del Espíritu Santo; y, donde hay libertad para el ejercicio de los dones del Espíritu.

Además, una asamblea bíblica tiene que desempeñar una responsabilidad cuádruple:

> Honrar a Dios en adoración y servicio

> Ocuparse en la edificación mutua de los miembros

> Mantener una luz clara de testimonio delante del mundo

> Sentir un amor práctico por la predicación del evangelio de Cristo, de cerca y de lejos

La edificación de la casa de Dios, desde su fundamento hasta arriba, es el tema de 1 Corintios 3.10 al 17. El escritor comienza diciendo: “… yo como perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo sobreedifica”. Una recompensa rica espera a los que edifican según el modelo, pero la pérdida será eterna para los que procuran edificar de otra manera.

El ejemplo de Moisés

Después del gran fracaso de Israel al pie del Sinaí, apostatando con el becerro de oro, Moisés no quiso seguir sin recibir una garantía de la presencia de Dios. El oró diciendo: “Si tu presencia no ha de ir conmigo, no nos saques de aquí”, Éxodo 33.15. El pidió también, “Te ruego que me muestres tu gloria”, y Dios le concedió su anhelo, diciéndole, “Cuando pase mi gloria, yo te pondré en una hendidura de la peña, y te cubriré con mi mano hasta que haya pasado”.

Con esta visión de la gloria de Dios, que fue una garantía de la presencia suya, Moisés siguió adelante por casi cuarenta años más, sin vacilar ni desmayar, a pesar de todos los rigores del desierto. Y, si nosotros no nos apartamos de nuestro Señor, El nunca nos quitará su presencia. Dos promesas que tenemos son:

 > … he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo, Mateo 28.20

> Nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor, 2 Corintios 3.18.

Ver

104     La asamblea cristiana

Ver
Hay muchas sectas en el mundo religioso que se distinguen por algún nombre dado por hombres. En algunos casos es por su forma de organización y en otros por el nombre de su fundador. Pero, la doctrina apostólica no autoriza la tal cosa, sino que la condena. Hay ciertos nombres que son aplicables a todos los que son del Señor, tales como creyentes, discípulos, santos, cristianos y hermanos, pero con la introducción de nombres sectarios se encuentra una multitud de divisiones en la familia de Dios.

Nuestro Señor JesuCristo ha dejado con nosotros el único centro de reunión que El reconoce, diciendo: “Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”, Mateo 18.20. ¿No debe bastar para el creyente fiel aquel nombre glorioso, el nombre que es sobre todo otro?

El cristiano se congrega en el nombre del Señor JesuCristo, y nada más. Cuando el Señor se refirió a los dos o tres, El sabía que esa forma de congregarse no sería muy popular por causa de su sencillez y la ausencia de ostentación en cuanto a las reuniones.

Dos es el número de testimonio, y los que se reúnen de la manera que estamos diciendo, constituyen un testimonio a la persona de su Señor. Tres es el número de comunión. Nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo JesuCristo. Cuando la Iglesia fue formada en el Día de Pentecostés, los que perseveraban en la doctrina gozaban de comunión los unos con los otros. Por nuestra parte, “si andamos en luz, como El está en luz, tenemos comunión unos con otros”.

Para los salvos hay dos aspectos de la comunión. Hay la comunión de vida, porque pertenecemos a la misma familia. Hay también la comunión de luz; si no queremos andar mutuamente en la luz de la Palabra de Dios, no puede haber entre nosotros esta comunión de una luz común. ¿Cómo pueden dos andar juntos si no están de acuerdo entre sí?

El habló de dos o tres congregados. La gracia de Dios nos ha separado de este mundo para juntarnos en una comunión sublime, donde el Señor ocupa el lugar principal en medio de sus santos. Para esto no hace falta un humano que presida en la celebración de la cena del Señor.

“En mi nombre”. Estas palabras vitales dan a entender una sujeción absoluta a la autoridad del Señor. El es la cabeza de la Iglesia y por su Palabra podemos conocer su voluntad y sus propósitos.

La promesa que El añade es: “allí estoy yo en medio de ellos”. Cuando los hombres sustituyen sus propias innovaciones por lo que Cristo manda, ellos no pueden presumir que El va a estar en medio. Esta aseveración de que El esté entre aquellos que se congregan en su nombre puede dar lugar a la acusación de pretensión. Lo esencial es reconocer que le somos responsables a él y que nuestro afán debe ser el de agradar a quien nos salvó y nos dio su nombre.

Que el Señor nos guarde en humildad de corazón y sencillez de testimonio, de manera que en su venida El encuentre congregaciones fieles a lo que El ha mandado y prometido.

105     El santuario de Dios

Ver
¿Ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? ¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? 1 Corintios 6.19, 3.16

En estas preguntas solemnes se menciona el santuario. En primer lugar se refiere al cuerpo del creyente, comprado a precio infinito por la sangre de Cristo y que ahora es templo del Espíritu Santo. Luego, “el templo de Dios”, donde mora el Espíritu, se refiere a la asamblea local.

El cuerpo

Nuestro Señor JesuCristo hizo referencia a su propio cuerpo como un templo cuando dijo a los judíos: “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré”, Juan 2.19,21. En el cuerpo humano suyo habitaba, y habita, toda la plenitud de la deidad, o sea, del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

No es sólo el Espíritu que mora en el creyente. El Señor prometió a los suyos: “El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos con él morada”, Juan 14.23. La morada del Espíritu Santo en el creyente es incondicional. Es un privilegio maravilloso, no según nuestros méritos sino por la soberana gracia de Dios. Pero la promesa del Señor en Juan 14.23 es condicional. Para poder verificarse es preciso que cumplamos con el requisito, mostrando verdadero amor para con él en guardar su palabra.

La asamblea

La palabra templo en las citas anteriores significa el santuario de adentro. En el tabernáculo hubo tres áreas: el atrio de afuera; el lugar santo, exclusivo para el sumo sacerdote y sus hijos; y el lugar santísimo de más adentro, que constituía la morada de Dios mismo en medio de su pueblo.

En este lugar sacrosanto el sumo sacerdote no podía entrar sino sólo una vez al año, protegido por la sangre. Así también comprendemos que no sólo l cuerpo del creyente, sino también la asamblea deben ser gobernados por la santidad ante Dios.

En 1 Corintios 6 el apóstol ataca el pecado de la fornicación, mostrando que quienes lo practican no pueden heredar el reino de Dios. Les recuerda a los corintios que antes de su conversión algunos de ellos estaban manchados con esa lepra moral, pero ya eran lavados, santificados y justificados en el nombre del Señor JesuCristo y por el Espíritu de Dios. Les recuerda también que ahora sus cuerpos son miembros de Cristo; por lo tanto, dice, “Huid de la fornicación”.

Recibiendo y practicando estas exhortaciones, el creyente será fortalecido contra la tentación y caída. Las palabras sana doctrina significan lo que da salud (“enseñanza sanadora”), y es cuando el creyente descuida la Palabra que su resistencia espiritual se debilita y el enemigo puede vencerle fácilmente.

En 1 Corintios 3.16,17 tenemos una verdad solemne y poco entendida por muchos. Es que una asamblea de cristianos congregados en el nombre del Señor JesuCristo es el santuario del Espíritu Santo. Leemos que “si alguno violare el templo de Dios, Dios destruirá al tal”. La palabra violar aquí tiene el sentido de destruir por corromper. Hubo entre los corintios personas carnales que por medio de sus disensiones y prácticas mundanas estaban perjudicando la integridad y paz de la congregación. El testimonio estaba sufriendo delante de Dios como también ante el mundo. Cuán solemne es el castigo que Dios ofrece a los tales: ¡los destruirá!

Al escribir a su hijo en la fe, el apóstol Pablo dice: “Que sepas cómo te conviene conversar en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios vivo”, 1 Timoteo 3.15. Nosotros, el pueblo del Señor, hacemos bien en tomar a pecho aquella exhortación dada hace tantos siglos, de comportarnos como individuos, y también como miembros de una asamblea, de acuerdo con la alta dignidad de nuestra condición como morada de Dios y del Espíritu Santo.

106     El gran pulpo eclesiástico

Ver
 No ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno.

Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado; Juan 17.20 al 23.

Las llamadas iglesias cristianas se preparan para unirse en una sola iglesia mundial, la cual consistiría en la católicorromana, la ortodoxa griega y las distintas iglesias protestantes. La razón dada para apoyar esta unión es que Cristo oró que todos los creyentes en él fuesen uno.

Pero nuestro Señor nunca tenía en sus propósitos una gran aglomeración de santos y pecadores, con sus múltiples y diversos dogmas y prácticas, todos fundidos en un solo cuerpo que llevaría su santo nombre.

Sin embargo, El sabía bien desde el principio que se levantaría una iglesia falsa de grandes pretensiones e impotencia. La llamó Babilonia la grande, la madre de las fornicaciones, Apocalipsis 17.5. Dos de las parábolas sobre el reino de los cielos tienen su interpretación final en este desarrollo fenomenal que es abominable a Dios. Son la del grano de mostaza y la de la mujer que escondió levadura en la harina hasta que todo fuese leudado.

Examinemos, pues, la oración de nuestro Señor. No hay que mochar sus palabras: “… que también ellos sean en nosotros una cosa”. El está orando a fin de que cada creyente en particular sea totalmente en una cosa con el Padre y consigo. No está orando por una organización compuesta de toda la cristiandad, sino por la unidad entre cada creyente y su Dios.

Leyendo sólo el versículo 22, “que sean uno”, pareciera que oraba por la unidad entre todos, pero El sigue, “Yo en ellos y tú en mí”. Aquí está la unión verdadera, la fusión del corazón del creyente con el corazón y la mente de Dios y de Cristo. Entonces, dice, el mundo verá.

“… A los que me has dado, guárdalos por tu nombre, para que sean una cosa, como también nosotros”. Cristo desea que el Padre guarde al creyente por su nombre. Cuando una persona cree en Cristo, cree en el mensaje del Evangelio, ese individuo recibe el nombre de Cristo. Somos recibidos en la familia de Dios; Juan 1.12. El interés del Señor aquí no es tanto por la unidad entre los suyos — aunque sería cosa muy admirable — sino que ellos continúen en la unidad y unión con él. La carga de toda su oración es que los suyos sean conservados en separación del mundo y en santidad de vida.

La tragedia es que esta oración haya sido mal interpretada por la mayoría de la cristiandad. Las ruedas del movimiento ecuménico van dando vueltas velozmente y los hombres están llegando a su propósito. El colmo será la incorporación de la iglesia romana, con el papa como cabeza suprema de la fusión.

En vista de todo esto, ¿qué debe hacer el creyente?

Oigamos la voz del cielo diciéndonos, “Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados, y que no recibáis sus plagas”, Apocalipsis 18.4. El Señor dijo que El está en medio donde dos o tres se congregan en su nombre; no dos o trescientos, ni dos o tres mil, o millones. El sabía que los fieles a su Palabra estarían siempre en la minoría, y les animó con las palabras: “No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino”, Lucas 12.32.

Lo que le agrada no es la cantidad sino la calidad; no tanto la multiplicación sino la fidelidad; no la apariencia exterior sino la condición interior. La calidad de una asamblea depende de los individuos que la componen.

107     Salmos, himnos y cánticos espirituales

Ver
Hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; Efesios 5.19

La base bíblica

Un precepto muy importante para el creyente y la asamblea es el cantar. El apóstol exhorta: “¿Está alguno alegre? Cante alabanzas”, Santiago 5.13.

Desde nacer de nuevo por el Espíritu, empieza en el alma el deseo de alabar a Dios. Por ejemplo, el día que Israel se vio libertado de sus enemigos, ellos empezaron a cantar. Todo creyente debe cantar, si no con la voz, a lo menos en su corazón. De otra manera significa que uno ha perdido el gozo de la salvación.

En Efesios 5 el precepto está relacionado con la congregación. En el versículo 18 se condena la embriaguez y disolución, como en las fiestas bacanales de la época, que fueron acompañadas por canciones obscenas. Sin duda, los creyentes en Éfeso habían participado en éstas en sus días de inconverso.

Ahora, ¡qué transformación! Llenos del Espíritu, con gratitud en sus corazones y con labios santificados, ellos se congregan para alabar a Dios “con salmos, con himnos y cánticos espirituales”.

En Colosenses 3.16 está repetido el precepto: “La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales”. Es evidente que el cantar es una parte integral del culto de la asamblea.

El beneficio al cantar

¿Qué provecho hay en el cantar himnos en las reuniones?

En primer lugar, honramos a Dios por medio de los himnos de alabanza. Desde los días de Moisés Dios ha dotado a hombres y mujeres piadosos para escribir himnos de alabanza, y estos enriquecen nuestra adoración con vigor espiritual.

En segundo lugar hay instrucción para nosotros en los himnos. “Enseñándoos”, es la palabra que hemos citado. Verdades preciosas están encerradas en lenguaje poético que se graba en la memoria, y con la frecuencia con que vamos cantando las palabras, la verdad está asimilada en el corazón.

“Cantaré con el espíritu”, dice el apóstol en 1 Corintios 14.15, “pero cantaré también con el entendimiento”. Es necesario cantar con inteligencia. Cierta vez cantamos el himno, “Cuán glorioso es el cambio operado en mi ser”, al visitar una familia cristiana en Capita. A sorpresa nuestra, ¡un loro parado cerca en una mata nos repitió parte del canto! Al loro lo habían enseñado el buen himno, pero él no sabía qué significaban las palabras. Hay el peligro de cantar palabras solemnes sin pensar en lo que estamos diciendo.

En tercer lugar, en los himnos que cantamos hay amonestaciones y exhortaciones que son llamamientos a nuestras conciencias y ejercen una influencia sobre nuestras vidas. Muchas veces el creyente ha percibido la apacible voz del Espíritu mediante las palabras de un himno bíblico.

Peligro en el canto

Pero, hay el abuso de los himnos. Hemos conocido individuos que se acostumbran pedir el primer himno en la cena del Señor, y no pocas veces es el mismo. Hay otros que tienen su número favorito para finalizar la reunión.

Para que el culto comience de buen pie, debe haber la dirección del Espíritu Santo en cuanto al primer himno, como también la debe haber al final. Hay hermanos sin discernimiento espiritual; no importa cuál haya sido el hilo del culto, para ellos lo mismo da. Muy lamentablemente, ellos anuncian un himno por antojo.

Ni por un momento quisiéramos dictar, ni poner restricciones, pero claramente hay ciertos himnos propios para el comienzo de la cena del Señor. Un ejemplo sería, “En Cristo habiendo hallado pontífice real”, pero los hay muchos. A medida que la adoración va progresando, vamos en espíritu acercándonos más y más a la cruz. Hay himnos con este tema, los cuales ablandan nuestros corazones y nos preparan para participar del pan y la copa. La imprudencia de pedir un himno de otra índole cuando la reunión ha avanzado, pone en retroceso la meditación de los santos.

Hermanos, hoy es el día de ensayo. Cuando el Señor venga, vamos a participar en el nuevo cántico del cielo. Entonaremos: “Digno eres de tomar el libro … porque fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación”, Apocalipsis 5.9.

¡No perdamos el canto aquí, para tener que aprender de nuevo!

108     La adoración

Ver
La adoración es el tema principal en el libro de los salmos. Es el servicio más elevado y preferido que podemos rendir a Dios. Donde no hay adoración en el corazón, todo otro servicio es cosa muerta. Hay ciertas preguntas sencillas en cuanto a la adoración que tienen su respuesta en la misma Palabra de Dios.

¿Qué es la adoración?

Es la ocupación del alma redimida con las glorias de su Señor. Es la expresión de su gratitud y admiración por medio de alabanza y homenaje, sea audible o en silencio.

Los sacerdotes del Antiguo Testamento recibieron una porción de las ofrendas del pueblo, y la comieron en el mismo santuario. Todas las ofrendas son figuras de nuestro Señor JesuCristo, sea en vida, muerte o resurrección, y como sacerdotes santos debemos alimentar nuestras almas con todo lo relacionado con él. Al ser así, nuestra adoración subirá con toda la fragancia del nombre de Cristo delante del Padre celestial.

En vista de esto, cuán importante es que nuestra preparación para la cena del Señor no sea meramente en lo exterior, sino en el corazón. Recomendamos que cada creyente haga el esfuerzo de llegar al culto de la cena con anticipación, y que redima el tiempo en leer alguna porción en su Biblia relativa al Señor Jesús en su vida terrenal y sus padecimientos en la cruz.

Hay hermanos que no entienden esto. Abren su Biblia al azar y leen porciones que no se relacionan con hacer memoria del Señor. Capítulos como los Salmos 22 y 69, Isaías 53, Mateo 27, Marcos 15, Lucas 23 y Juan 19 son propios para nuestra meditación en vista de la fiesta en memoria.

¿Cómo y por qué adorar?

Salmo 9.1 dice: “Con todo mi corazón”. Hay mucho que lleva el nombre de adoración que no agrada a Dios. Es completamente superficial, de los dientes para afuera. Es apariencia, formalismo, rutina. El corazón, en cambio, representa el amor, la vida y la sinceridad. Sin éstos no hay nada para Dios.

Salmo 106.1 da la respuesta al por qué adorar: “Alabad a Jehová porque él es bueno, porque para siempre es su misericordia”. Ciertamente en esto tenemos sobrada razón por qué adorarle.

¿Dónde debemos adorar?

En Salmo 26.12 leemos: “En las congregaciones bendeciré a Jehová”. No hay limitaciones geográficas a la adoración privada, como Jesús le enseñó a la mujer samaritana. De Jacob está escrito que él, muriéndose, adoró apoyado sobre la punta de su bordón; Hebreos 11.21.

Sin embargo, “Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. Con Cristo en medio de su pueblo, y bajo la dirección del Espíritu Santo, habrá adoración aceptable a Dios y para la gloria de nuestro Señor JesuCristo. Los santos congregados como una asamblea escrituraria, ofreciendo culto y adoración a su Señor, hacen una pequeña miniatura de lo que habrá en la gloria venidera: “De ti será mi alabanza en la grande congregación”, Salmo 22.25.

109     La cena del Señor

Ver
Algunos pasajes principales sobre la cena del Señor son: 1 Corintios 10.16,17,21; 1 Corintios 11.23 al 32; Hechos 20.7.

Ilustraciones

En Éxodo 12.6 leemos que los israelitas tuvieron que celebrar la pascua entre las dos tardes. Esto quiere decir que entre las 3:00 y las 6:00 cuando un día iba terminando y el otro estaba por comenzar, ya que en aquella época las 6:00 pm era el comienzo del día nuevo.

La pascua que el Señor celebró en el aposento alto fue la última pascua tipo, pues se cumplió con la muerte de Cristo; el día de la ley terminó y el día de la gracia empezó. Entonces El instituyó la cena. En Éxodo 13 hallamos ciertos requisitos para los israelitas en celebrar la pascua; de la misma manera, en los capítulos 5 y 6 de Levítico hay leyes que gobiernan las grandes ofrendas.

Mandamiento

La cena del Señor fue instituida en el aposento alto en la misma noche en que nuestro Señor fue traicionado, como constan Mateo, Marcos y Lucas, pero el Señor dio al apóstol Pablo una revelación especial de la ordenanza de la cena con las instrucciones que deben acompañar este acto tan solemne. El no dejó lugar para innovaciones humanas ni modificaciones, como copitas en lugar de una copa, que habla de la comunión, ni pedacitos de pan, o galletas, que echan a perder la figura hermosa del cuerpo místico de Cristo.

La revelación que Pablo recibió era correccional, tanto como guía permanente a los verdaderos creyentes en toda época. Los corintios habían abusado de la cena hasta el extremo que el apóstol tuvo que condenarla completamente, diciendo: “Esto no es comer la cena del Señor”. Las fiestas de Jehová en los tiempos de nuestro Señor ya se llamaban “fiestas de los judíos”. Dios no las reconoció. Así también la cena del Señor, si no es celebrada de acuerdo con la enseñanza apostólica, llega a ser un formalismo en el cual El no tiene placer.

Ejemplo

Después de la primera cena del Señor, no fue celebrada más hasta que fue formada la iglesia local de la cual leemos en Hechos 2.41,42, donde vemos un orden en la constitución de la iglesia nueva.

Primero, la conversión: “recibieron la palabra”. Segundo: Fueron bautizados los creyentes. Tercero: se añadieron, o más bien, fueron añadidos. Era obra del Espíritu Santo en iluminar su entendimiento a la verdad de ser congregados en el nombre del Señor JesuCristo. Cuarto: perseveraron en la doctrina apostólica. Quinto: Perseveraron en la comunión. Sexto: Perseveraron en el partimiento del pan. Finalmente: perseveraron en las oraciones.

Es de notar que en 1 Corintios se menciona la copa antes del pan porque se refiere a la comunión y la copa simboliza la sangre de Cristo, la única base de comunión con Dios. También se refiere a la “copa de bendición”, no en el sentido que recibimos bendición en participar de la copa, sino que bendecimos a Dios en adoración. “Bendice, alma mía, a Jehová”, Salmo 103.1,22.

Por las referencias en Hechos 2 y Hechos 20 aprendemos que la cena es parte integral de la operación de una asamblea escrituraria. No hallamos un solo ejemplo de una familia o un pequeño grupo de personas celebrando la cena fuera de una asamblea por cuestión de conveniencia. El apóstol Pablo pasaba mucho tiempo viajando por tierra y mar, y hay muchos detalles de lo que él hacía, pero ni una referencia a la celebración de la cena aparte de la asamblea.

Conclusión

En resumen, pues, debemos notar tres cosas:

> ¿Dónde se debe celebrar la cena? Mateo 18.20 con Hechos 2.42

> ¿Cómo debemos celebrarla? 1 Corintios capítulos 10 y 11

> ¿Cuándo debemos hacerlo? Hechos 20.7

Creemos que en este acto tenemos la mayor expresión de comunión entre el Padre, el Hijo y los unos para con los otros. Es el mayor privilegio que podemos gozar antes de llegar a la gloria, y la mayor manifestación de verdadera adoración. Hay una corona de justicia para “todos los que aman su venida”. No hay manera mejor de manifestar nuestro amor a aquel que tanto nos amó que cumplir con amor fervoroso su mandato de hacer esto en memoria de él.

110     Los huesos de José

Ver
Por la fe José, al morir, mencionó la salida de los hijos de Israel, y dio mandamiento acerca de sus huesos; Hebreos 11.22. Hizo jurar José a los hijos de Israel, diciendo: Dios ciertamente os visitará, y haréis llevar de aquí mis huesos; Génesis 50.25. Tomó también consigo Moisés los huesos de José; Éxodo 13.19

Enterraron en Siquem los huesos de José, que los hijos de Israel habían traído de Egipto, en la parte del campo que Jacob compró de los hijos de Hamor … ; Josué 24.32

Historia

Las Sagradas Escrituras registran muchos de los fracasos y deficiencias de Israel en los cuarenta años de prueba en el desierto. Se nos aclara en 1 Corintios 10 que estas cosas les sucedieron como ejemplos para nosotros, para que no codiciemos cosas malas como ellos hicieron, ni seamos idólatras, ni forniquemos, ni tentemos al Señor, ni murmuremos.

Pero en por lo menos un asunto Israel nos dejó un ejemplo sobresaliente de fidelidad, y bien podría ser un reto imitarlo. No obstante la indignidad de sus hermanos, José les encomendó llevar sus huesos la larga distancia de Egipto a la tierra prometida. Los restos del anciano Jacob recibieron un entierro con honores protocolarios, con carroza desde Egipto hasta Canaán. A José le correspondían aun más honores, pero él tenía un propósito especial por delante al pedir que los hijos de Israel llevasen consigo sus restos al salir de Egipto.

Ellos le debían mucho; él les había suministrado pan cuando estaban por perecer; les había perdonado cuando merecían castigo; y, les había extendido protección y favores en su tierra adoptiva. Pero lo que les exigió en su despedida de este mundo fue que guardaran sus huesos, sin duda con el doble fin de recordarles continuamente de aquel que tanto hizo por su bien y a la vez recordarles de lo que Dios haría por ellos.

No obstante la emoción, apuro y alboroto que caracterizaron su salida de Egipto, ellos cumplieron la solicitud del patriarca. Por cuarenta años llevaron consigo aquellos restos. A veces hambrientos y sedientos, a veces perseguidos, a veces viajando y otras veces acampados, ellos cuidaron su carga.

Sin duda se habrán turnado en llevar aquel ataúd, hasta entrar por fin en la tierra.

Lección

¿Todo esto no tendrá una aplicación a nosotros?

José es un hermoso tipo, una figura, de nuestro Señor JesuCristo, quien, la noche antes de su pasión y muerte, encomendó a los suyos una ordenanza. El quiere que la guardemos como recordatorio perpetuo de él y lo que ha hecho a favor nuestro. Esa ordenanza es a su vez un testimonio a “la esperanza bienaventurada” de que El volverá por los suyos. “Tomó él pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí”, Lucas 22.19.

A los ojos profanos, suscitaría crítica y burla ver a esos israelitas devotos con aquel bulto en su travesía de un vasto desierto. Pero ellos no se dejaron llevar por lo que otros pensaban o decían, sino por su devoción a José. Para el mundano, la cena del Señor, con sus memoriales tan sencillos como son el pan y la copa, tal vez parezca nada atractivo y hasta una pérdida de tiempo. Pero para los que aman su nombre, es el privilegio más sagrado que El nos ha dado lado acá del cielo.

Obediente a tu mandato, participa hoy tu grey
de tu cena, y con gozo acercámonos con fe.
Lo que hiciste en el Calvario por el pobre pecador
anunciamos en tu nombre, recordando tu amor.

Obstáculos

Los hijos de Israel no permitieron que otras cargas y circunstancias apremiantes les impidieran en llevar a cabo lo que José les había requerido. De una manera similar, el cristiano piadoso no permite que otras cosas le impidan cuando el deseo de su corazón es de hacer memoria del Señor el primer día de la semana. Llevar los huesos de José requería esfuerzo, pero en esta época de mero formalismo hay el peligro de estar presente en el partimiento del pan sin sentir responsabilidad en el asunto.

En algunos cultos de adoración no falta una abundancia de himnos pero sí se observa que son unos pocos que se levantan para orar, y que domingo tras domingo son más o menos los mismos. ¿Cómo mejor podemos manifestar nuestro amor y estima por Aquel de quien decimos que es “todo él codiciable”, Cantar 5.16? El quiere que guardemos en su sencillez la fiesta tan singular, tal como El la instituyó siglos atrás.

Hasta que venga

Israel cargó esos huesos hasta el final de su peregrinación, y nuestra responsabilidad es de anunciar la muerte del Señor hasta que El regrese. Estamos aquí por poco tiempo; pronto los símbolos cederán a la presencia de su propia persona, y El premiará a los que han sido fieles en lo poco.

Años atrás asistí al entierro de una anciana que había visto la salvación de nueve miembros de la familia. Mucha gente se congregó para esa ocasión, y muchas fueron las lágrimas derramadas. El coche fúnebre estaba en espera en la calle principal del pueblo, pero nadie quiso que fuera usado.

Caminamos siete kilómetros aquella tarde calurosa, uno y otro insistiendo en su turno para llevar la urna. De tiempo en tiempo el chofer sugirió montarla, pero no iba a ser; el afecto que los deudos sentían por nuestra hermana en Cristo fue tal que llevaron sus restos todo el trayecto hasta el cementerio.

¿Ponemos nuestro hombro a la urna, como si fuera, cuando nos sentamos en la presencia del Señor? ¿El ve manifestado en nosotros el amor que le corresponde y que tanto busca en los suyos?

111     Haced esto en memoria de mí

Ver
Hemos recibido en estos días dos preguntas relacionadas con la cena del Señor. En vista de su importancia, creo conveniente escribir algo tocante al disfrute y abuso de los privilegios cuando nos reunimos para cumplir con el mandato más precioso de nuestro Señor JesuCristo.

Lectura de las Escrituras

¿Es apropiado leer y hablar de las Escrituras antes que se proceda a la participación de los memoriales?

La Palabra dice: “Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el santuario por la sangre de Jesucristo …”, Hebreos 10.19. Hay que distinguir entre la libertad y la licencia (que es el abuso de la libertad); entre el temor de Dios y la falta de reverencia. No debe extrañarnos cuando un hermano, dirigido por el Espíritu Santo, lea pasajes al estilo de Isaías 53, Salmo 22 o una porción en los Evangelios relacionada con la crucifixión, ofreciendo un comentario breve sobre el tema. Esto conducirá a una comprensión más inteligente de la persona y obra de Cristo, y enriquecerá la adoración.

Pero, existe el peligro de que alguien se levante antes de dar gracias por el pan, a leer y hablar algo que no tiene que ver con la cena del Señor. Lejos de ayudar, esto entorpece la reunión. El momento apropiado para esta intervención (si es que el mensaje sea apropiado) es después de la participación de los símbolos.

Algunos son como el caballo brioso. Son emocionales, no pueden refrenar los impulsos naturales, y por su ligereza son capaces de contristar al Espíritu Santo. Otros son como la mula; son obstinados. Teniendo capacidad, son tardíos en realizar su responsabilidad de tomar parte en la adoración pública. Ellos apagan la voz del Espíritu. Sometemos a la consideración de ambas clases Salmo 32.9: “No seáis como el caballo, o como el mulo, sin entendimiento, que han de ser sujetados con cabestro y con freno, porque si no, no se acercan a ti”.

Las gracias por el pan y la copa

¿Sólo determinados hermanos deben dar al Señor las gracias por los símbolos?

Cuando cualquier grupo de hermanos pretende monopolizar la acción de dar gracias en oración pública por los memoriales, ellos se están apropiando para sí un privilegio sin la autorización de la Palabra de Dios. El Espíritu Santo, siendo soberano, puede emplear a cualquier hermano de buen testimonio para tomar parte en público, sin necesidad de que otros dirijan.

Sin embargo, es cierto que existe el peligro de que hombres irresponsables y atrevidos se levanten en la energía de la carne. Ellos no aprecian la solemnidad del acto. Cuando uno actúa en el temor de Dios, el tal ni se impone ni se apresura en estos asuntos. Los hermanos de experiencia deben tener ejercicio en realizar su sacerdocio. Por otro lado, reconocemos que en algunas asambleas se observa flojedad de espíritu. Hay largas esperas, por ejemplo, en dar gracias a Dios por la copa de comunión. Hermanos, esto no debe ser.

Reconociendo que la cena es del Señor, ¿cuánto nos corresponde sujetarnos a él con toda humildad, haciendo memoria de él de todo corazón?

 112    Escrituras abiertas y corazones ardientes

Ver
Decían el uno al otro, ¿No ardía nuestro corazón en nosotros mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras? Lucas 24.32

Oímos no hace mucho que algunos hermanos no están muy de acuerdo con la práctica de leer y explicar brevemente una porción de la Palabra de Dios en la primera parte del culto de la cena del Señor.

Esto nos hace recordar el comentario de un periodista que visitó a un local evangélico con el fin de observar el orden del culto. Le llamó la atención que cada uno de los congregados tenía un libro grande y uno pequeño. El escribió después que varias veces durante la reunión fue abierto este último (que era el himnario) pero que el libro grande (la Biblia) se quedaba cerrado. Entre los que se congregan en el nombre del Señor JesuCristo el Libro Grande debe tener la preeminencia.

Desgraciadamente ha habido casos de abuso de este privilegio de leer las Sagradas Escrituras antes del partimiento del pan. Alguno lo ha hecho sin la guía del Espíritu, y más bien ha estorbado la adoración, porque la misma fue acompañada por una palabra no de acuerdo con el tema por delante.

Tales cosas son lamentables y contristan al Espíritu. Pero no por esto vamos a prescindir de la Palabra.

Hay el mismo peligro de no tener la guía del Espíritu en cuanto a pedir un himno en la cena. A veces se anuncia uno que está en claro desacuerdo con el hilo del culto. Hay quienes buscan oportunidad para anunciar lo que parece ser su himno favorito, sin someterse a la dirección del Espíritu Santo, y en estos casos también se siente que El está contristado. Pero no por esto pensamos suprimir los himnos; una parte de la doctrina sana es que la palabra de Cristo habite en nosotros con himnos y canciones espirituales, con gracia cantando en nuestros corazones al Señor; Colosenses 3.16.

No obstante los disparates de algunos en pararse a leer algo que no sea para edificación, es bueno que hermanos espirituales, acostumbrados a ministrar la Palabra, tengan ejercicio en cuanto a la lectura pública de las Escrituras, si es que el Señor les haya dado algo para su pueblo. El que pudo hacer arder los corazones de sus discípulos mediante las Sagradas Escrituras en aquel primer día de la semana, también puede hacerlo hoy día por medio de uno de sus vasos escogidos. Los dos discípulos reconocieron a su Señor más tarde cuando, sentados ya a la mesa con él, empezaron a comer.

“Entonces fueron abiertos los ojos de ellos y le conocieron”. ¡Qué experiencia inolvidable fue para aquellos dos! Si el Señor no les hubiera preparado antes del acto, ¡qué gran oportunidad hubieran perdido!

Debemos considerar los unos a los otros. Hay hermanos que no saben leer ni han tenido la oportunidad de oir la lectura antes de acudir a la cena del Señor. Les falta preparación. Hay otros que por circunstancias ajenas a su voluntad no han conseguido la debida preparación. Cuán oportuno es para los tales, y los demás, la lectura en el culto de una porción acerca de la persona y los sufrimientos de nuestro amado Redentor.

Que el Señor nos ayude a cada uno a tener más ejercicio para evitar que el culto de la cena vaya en decadencia y llegue a ser una mera forma o rutina. Es la reunión, más que cualquier otra, que rinde a nuestro Señor la honra y gloria que le corresponden.

113     La preeminencia de Cristo y su Palabra

Ver
Cristo es la Palabra viva y las Sagradas Escrituras son la Palabra escrita, y no se puede separar uno de otro. La regla es que en todo El tenga la preeminencia. En el santo monte, cuando Cristo fue transfigurado, el Padre dio testimonio de su complacencia en su Hijo. Hubo una sola persona, Cristo; una sola voz, el testimonio del Padre en cuanto a su Hijo; un solo tema, la partida, muerte, resurrección y ascensión del Hijo.

Hemos sabido de hermanos que no quieren que se abra la Biblia antes de terminarse la cena del Señor, y es difícil saber en qué basan su objeción. Es solamente por la Palabra inspirada que Cristo puede ser revelado al alma, por el ministerio del Espíritu Santo. En el día de la resurrección, cuando se marchaban a casa dos discípulos tristes y dudosos, con las espaldas al lugar de la reunión, el Señor se acercó y les acompañó. Fue por medio de las Sagradas Escrituras que El disipó sus dudas e hizo arder sus corazones con nuevo amor y gozo espiritual; Lucas 24.37 al 42.

A veces cuando los santos se reúnen para recordar a su Señor mediante el pan y la copa, se siente cierta frialdad en la adoración. Probablemente se debe a una falta de lectura y meditación acerca de la persona y la obra del Señor JesuCristo antes de llegar nosotros a la cena. Los himnos que cantamos, si hay la guía del Espíritu Santo, nos ayudan mucho para reducir los pensamientos en aquel que sufrió la cruz, menospreció el oprobio y se sentó a la diestra de Dios. Si el himnario puede cumplir tan noble fin, ¿por qué pensaríamos que la Biblia debe estar cerrada?

El apóstol exhortó a Timoteo, “Ocúpate en la lectura”, y entendemos que se refería a la lectura pública de las Escrituras, cosa que ocupaba un lugar importante en los cultos de aquel entonces. Era la costumbre del Señor levantarse a leer públicamente las Escrituras en las sinagogas, como hizo en la ocasión narrada en Lucas 4. Fue después de terminarse la cena, en el día de la institución de la misma, que los discípulos cantaron el himno; ¡no fue antes!

Así, hay tanta autoridad para leer la Palabra en la cena como la hay para cantar himnos. En los muchos años que tengo en los caminos del Señor, y en los varios países donde ha sido mi privilegio participar de la cena, he encontrado siempre libertad para leer unos versículos y dar un breve comentario devocional según la dirección del Espíritu Santo. Nos referimos, claro está, a temas sobre la persona y la obra del Señor JesuCristo.

Es posible que han habido casos de hermanos que se hayan levantado para leer una porción sin contar con la mente del Espíritu, y han afligido a los creyentes y provocado una reacción en contra de la lectura. Pero, ¿cuántas veces no se ha sabido de un himno anunciado en las mismas circunstancias, a todas luces impropio en la cena y en pugna con el hilo del culto? Y, lamentablemente, no es raro saber de algún disparate dicho en la adoración pública, tal como el haber dicho que el Padre dio su sangre por nosotros en el Calvario, o referirse al pan como si fuera el cuerpo tangible de Cristo.

La solución a estos errores no está en suprimir el canto de los himnos o establecer un control riguroso sobre lo que los hermanos pueden decir en éstos. Más bien, conviene a los ancianos corregir los tales errores con gracia y oración por medio de la Palabra del Señor. El que escribe puede testificar de la ayuda recibida muchas veces por la lectura que otro ha hecho antes de partir el pan y participar de la copa. Es una gran responsabilidad hacerlo. No es cuestión de buena voz o capacidad para leer. Es indispensable que uno sea guiado por el Espíritu Santo y motivado a dar .gloria a Dios.

114     Ganando almas para Cristo

Ver
El fruto del justo es árbol de vida; y el que gana almas es sabio; Proverbios 11.30

Cuando Cristo empezó su ministerio público de predicación, El vio a Simón Pedro y su hermano Andrés pescando en el mar. Les dijo: “Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres. Ellos, entonces, dejando al instante las redes, le siguieron”, Mateo 4.19,20. Hay algo irresistible en la llamada de Cristo cuando ofrece descanso al pobre pecador, y asimismo hay algo irresistible cuando El llama a los creyentes en él a seguirle y ganar almas.

El versículo en Proverbios afirma que quien gana almas es sabio. En su primer sentido quiere decir que es una ocupación que dará resultados, porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. Una persona que alcanza gran éxito en cosas materiales se le considera un hombre sabio, pero la obra de Cristo y la salvación de almas tratan de cosas eternas. “El que siega recibe salario, y recoge fruto para vida eterna”, Juan 4.36.

Pero debemos considerar estas palabras en su segundo sentido. Es que la persona que quiere ganar almas debe ser prudente en su manera de actuar. Tiene que hacer con cosas eternas, sea la vida eterna para aquel que cree, o la perdición eterna para el que no cree. Hay profesiones y oficios que exigen conocimiento y capacidad que un neófito no posee, ¡y cuánto más debe ser la preparación de la persona que espera ganar almas para Cristo!

Este no es asunto de niños; es la cosa más seria, el negocio del Padre del cual habló el Señor mismo. Las potestades de las tinieblas están haciendo esfuerzos extraordinarios para engañar las almas. Está multiplicándose el número de profesiones de fe falsas, que duran poco tiempo y desaparecen. Uno necesita sabiduría o prudencia para tratar con otro que busque la salvación.

Leemos en 1 Corintios 1.21 que “agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación”. El mensaje del evangelio, como el medio divino para alcanzar al más depravado pecador, levantarle de su ruina espiritual y transformar su vida en la de un santo, es una cosa absurda para el sabio de este mundo. Pero es una realidad; el evangelio sí es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree.

La predicación de la Palabra de Dios produce por medio del Espíritu Santo la convicción de pecado y el temor del infierno. Un peligro es el de apurar a una persona en hacer una mera profesión de fe antes de sentir su necesidad urgente de ser salvo. Llega un momento cuando el alma está aparejada para recibir a Cristo, y no debemos actuar antes de manifestarse esta obra del Espíritu Santo. El Señor mismo abrió el corazón de Lidia “para que estuviese atenta a lo que Pablo decía”.

A veces encontramos a personas que dicen después de una reunión que quieren ser salvas, pero al preguntarles qué les ha impresionado, responden que no recuerdan nada de los himnos ni del mensaje. Algunos hermanos, poseídos de más celo que sabiduría, piensan que es nada más que asunto de animar a uno a decir que ha creído. Si uno pregunta más tarde al profesante qué o en quién ha creído, el sujeto no sabe decírselo.

La base verdadera de una conversión genuina es la muerte y resurrección de nuestro Señor JesuCristo. “Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos”, promete Romanos 10.9, “serás salvo”. Cuando los ancianos entrevistan a uno para el bautismo, pidiendo una breve explicación de cómo la persona fue convertida, sucede que el aspirante nada dice de su fe en la muerte y la sangre de Cristo. ¿Será posible que en nuestra presentación del evangelio no estemos colocando en primer plano la obra trascendental de la redención?

En muchos casos de conversión se percibe una cadena de varios eslabones. En el caso de Naamán, el primer eslabón fue una muchacha cautiva que habló una palabra. Segundo, Eliseo mandó a su siervo con el recado. Tercero, el criado comunicó el mensaje de su maestro y nada más”. Naamán se puso bravo, pero sus criados razonaron con él y le persuadieron a obedecer la palabra del profeta. Vemos que cada uno cumplía con la parte que le correspondía.

Con algunos de nosotros la cadena fue más larga, y posiblemente de seis eslabones. Había las oraciones a nuestro favor; un tratado o la Palabra de Dios puesto en nuestras manos; el esfuerzo del maestro de la escuela bíblica; el interés de algún amigo en llevarnos al culto; el mensaje del predicador; la exhortación en nuestra despedida del local evangélico; y quizás más.

Hay los que aran y otros que siembran. Unos siegan y otros traen la cosecha al alfolí. Es nuestro privilegio, cada uno, tener su parte. Después de ver un alma hacer profesión de fe, es cosa necesaria mantener contacto con la tal persona y procurar ayudarle en el camino nuevo.

Que el Señor nos constriña a preguntar, “Señor, ¿qué quieres que yo haga?” Puede ser que, cual Andrés, usted traiga su hermano a Cristo. O, cual Felipe, busque a un Natanael. ¡Qué privilegio será ganar un alma para el Señor, quien es digno y ha hecho tanto por nosotros!

115     El buey y el asno

Ver
Dichosos los que sembráis junto a todas las aguas, y dejáis libres al buey y al asno. Isaías 32.20

Este escrito fue preparado originalmente en inglés y basado en una traducción donde la segunda parte del versículo es parecida a la Reina-Valera de 1909, “… y metéis en ellas el pie de buey y de asno”, y de la Versión Moderna de 1893, “… que enviáis a tales labores el pie del buey y del asno”.

 

Isaías está hablando en nuestro pasaje de la bendición milenaria cuando “sea derramado el Espíritu de lo alto, y el desierto se convierta en campo fértil”. Bienaventurados, o dichosos, dice el profeta, aquellos que en esas circunstancias siembran la semilla del santo evangelio junto a todas aguas — a toda clase de gente, en todo lugar — en aquella ocasión.

Tanto para ellos como para nosotros, la evangelización consiste en (i) sembrar junto a todas aguas, y (ii) enviar a tales labores el buey y el asno. Estas bestias se emplean en el versículo como figuras del pionero que lleva el evangelio a donde no es conocido. La responsabilidad y el privilegio de todo hijo de Dios en estos tiempos es de apoyar a los “bueyes” y “asnos” en su servicio para el Señor donde la obra es recia.

Hay una alusión hermosa a estos animales en aquel pasaje maravilloso que es Mateo 11.30:

mi yugo es fácil: para el buey

y ligera mi carga: para el asno

El buey

Desde tiempos antiguos el buey ha sido el gran pionero. Sin resistir la dirección que su amo impone, él brega pacientemente en el lodo, el bosque y las tierras vírgenes. Ríos, piedras, sol, sed, moscas, cansancio; todo esto lo conoce y lo soporta. Come lo que haya y reposa donde pueda. Su forma natural es poco atractivo, y si el animal es admirado, es por la labor que realiza.

Las Escrituras emplean esta bestia para darnos un retrato fiel de nuestro bendito Señor en su ministerio terrenal. El se sometía de muy buena voluntad a la dirección de su Padre, no sólo en llevar el yugo sino en presentarse al fin para el sacrificio sobre el altar. El tipo bíblico ha encontrado su perfecto cumplimiento — y ha sido superado con creces — en la persona del humilde Siervo de Jehová. Sus pies midieron pacientemente cada centímetro del camino accidentado; su amor venció todo obstáculo; su santo celo triunfó sobre toda ira del hombre y sutileza de Satanás. El hizo en su plenitud la obra que el Padre le había dado que hiciese.

Ahora todo ha sido realizado; los padecimientos están atrás y El ha entrado en su gloria. Su poder soberano se despliega en la tierra en dar vida a pecadores muertos en el pecado. Y, su mandato majestuoso a los suyos es: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura”.

Pablo el apóstol fue una réplica fiel del modelo divino. Al preguntar, “Señor, ¿qué quieres que yo haga?” él dobló su cerviz pretenciosa para recibir el yugo humilde de su Maestro, y de allí en adelante su vida y fuerza fueron entregadas al servicio de su Amo. Lejos de las vías bien transitadas, en regiones olvidadas por otros, aquel esclavo del Señor hizo saber las buenas nuevas de la salvación.

Pablo resolvió no “entrar en la obra de otro para gloriarnos en lo que estaba ya preparado”, 2 Corintios 10.16. Sus intereses propios no le influenciaron en las crisis, tal fue su afán por proseguir el blanco. Impertérrito ante las dificultades, impávido ante los sufrimientos, inalterable en los momentos adversos, su ambición noble fue la de pelear la buena batalla, acabar la carrera y guardar la fe. El sabía que le está guardada una corona de justicia que el Señor, juez justo, la va a dar en un día venidero.

El asno

El humilde asno es la otra figura de servicio en el evangelio que emplea el profeta. Se destaca como animal de carga, como leemos en Génesis 49.14,15 de Isacar: “asno fuerte … bajó su hombro para llevar y sirvió en tributo”.

El siervo que desea ser un verdadero pionero tendrá que llevar cargas, como hizo su bendito Maestro. El sentirá el peso del mensaje divino que lleva y de las almas a quienes busca. Tendrá gran compasión por los que se pierden, anhelando profundamente su salvación. Además de esto, en la medida en que Dios le permita ver conversiones, sentirá la carga del cuidado de los nuevos en la fe y se preocupará por el bienestar de las asambleas.

El asno es indefenso si se encuentra solo en los campos, y está expuesto a los ataques nocturnos de bestias feroces. Pero, es idóneo para los senderos estrechos de las montañas, muchas veces muy pendientes y solitarios, donde el buey nunca podría servir. Es evidente, entonces, que el Amo tiene un ministerio para cada uno.

Nosotros

Desde que los primeros fieles pioneros del evangelio renunciaron todo para penetrar los rincones apartados del planeta, el mundo se ha emocionado ante los relatos de héroes y mártires de la Cruz. Algunos han realizado grandes hazañas y cautivado la imaginación de jóvenes y mayores, pero también ha habido otros siervos de Cristo, igualmente fieles y dedicados, que han desempeñado el ministerio del buey o del asno fuera de la vista y casi sin el conocimiento del pueblo del Señor.

Estos bueyes y asnos también han metido el pie para sembrar junto a todas las aguas. Más les agrada, o mejor hacen, al servir en campos y senderos lejanos que estar bajo el reflector de las urbes de “la civilización”. Que el Señor nos guarde de la superficialidad del interés que se limita a aquellos cuyos nombres y actividades gozan de popularidad, y que El nos ayude a cuidar aquellos cuya humildad les mantiene en servicio constante y paciente, haciendo la voluntad de Dios de corazón sincero.

Es tan palpante como siempre la necesidad de los que asumen el yugo del buey y llevan la carga del asno en la obra del Señor. ¿Estamos nosotros sembrando junto a todas las aguas? ¿Estamos “metiendo el pie” de otros en aguas lejanas, para que sean pioneros en la gran obra del evangelio? “Dichosos”, los que lo hacen, dice el profeta.

116     Saliendo por amor del Nombre

Ver
Ellos salieron por amor del nombre de él, sin aceptar nada de los gentiles. Nosotros, pues, debemos acoger a tales personas, para que cooperemos con la verdad. 3 Juan 7,8

Cuando nuestro Señor estaba por ascender a los cielos, El comunicó a un reducido grupo de sus devotos la gran promesa del descenso del Espíritu Santo y la consiguiente investidura del poder suyo sobre ellos. Les explicó por qué recibirían este poder, y fue para que fuesen testigos suyos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra, Hechos 1.8.

Enseguida, dos mensajeros angelicales anunciaron las nuevas animadoras: “Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir”. Ellos, entonces, recibirían esta facultad en el contexto de una gran esperanza, como era la promesa del regreso de su Señor.

Un buen comienzo

Diez días después, en la fiesta de Pentecostés, el Espíritu Santo descendió, y ellos comenzaron con denuedo su testimonio en la misma ciudad donde poco antes fue crucificado el mismo cuyo poder ellos ya habían recibido. Esta maravillosa obra de gracia comenzó con la salvación de tres mil almas.

Estas personas fueron bautizadas de una vez e incorporadas en la Iglesia y en la asamblea en Jerusalén.

En Hechos 4.4 leemos que más bendición fue derramada, no obstante la gran persecución: “Muchos de los que habían oído la palabra, creyeron; y el número de los varones era como cinco mil”. Se vislumbraban grandes posibilidades, ya que “todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios”, 4.31.

En el capítulo 6 del mismo libro Pedro y los otros apóstoles expresaron su deseo de ser librados de responsabilidades en cuestiones materiales en la iglesia, y por lo tanto siete hombres piadosos fueron reconocidos como diáconos. Ya que los apóstoles se encontraban libres de muchas tareas, era de esperar que penetrarían la provincia (o, para usar la expresión de Pablo en 2 Corintios 10, a “los lugares más allá”). Se nos relata en Marcos 16.20 que “ellos, saliendo, predicaron en todas partes”, y que su obra fue bendecida.

¿Estancamiento?

Pedro fue a Cesarea y llevó el evangelio a la primera congregación de los gentiles, viendo una maravillosa obra de gracia en la casa de Cornelio. Da la impresión que la obra se había estancado algo por lo relatado en el capítulo 8 de Hechos. La comisión había sido de ir a todo el mundo y predicar a toda criatura, pero eso de ser testigos en Samaria no había sido emprendido todavía, de manera que Dios permitió que la persecución regara su pueblo a diferentes partes.

Probablemente fue esa circunstancia que preparó el camino para Felipe, uno de los diáconos, quien se interesó por la evangelización de esa región. El “les predicaba a Cristo”, y los resultados fueron espléndidos. Cuando los apóstoles en Jerusalén oyeron las noticias, ellos enviaron a Pedro y Juan y éstos hicieron una obra pastoral.

Aparecen en el capítulo 11 unos hombres contenciosos, de esos llamados “la circunsición”. Los apóstoles se quedaron más de todo en la capital, pero estos señores agresivos sembraron la discordia en muchas partes, intentando mezclar las tradiciones judaicas con la libertad gloriosa del santo evangelio. Los apóstoles mismos no escaparon de un todo la influencia malsana de este ministerio.

Es muy llamativo que aquella asamblea en Jerusalén, con todo y su excelente comienzo, existió por sólo unos treinta y seis años. No hay evidencia de que haya sobrevivido la invasión romana del año 70. Lo que nos llama la atención es que esos años hayan pasado velozmente sin que aquellos apóstoles (la palabra quiere decir enviados ) y esa multitud de creyentes se hayan caracterizado por un evangelismo agresivo hasta “los fines de la tierra”.

Un caso ejemplar

¡Qué contraste entre esa congregación y la Antioquía! El Espíritu Santo levantó profetas y maestros. Los santos fueron bondadosos en su ayuda a los creyentes sufridos en Judea. Y, de Antioquía salieron Bernabé y Pablo en su gran gira misionera, para ver la constitución de varias asambleas en diferentes partes del imperio romano.

Cuando el libro del Apocalipsis fue escrito en el año 96 había asambleas en la provincia de Asia, fruto de diversos esfuerzos misioneros. Reconocemos que había alejamiento, pero el Señor guardaba aún los candeleros allí. Antioquía, a diferencia de Jerusalén, se había alzado los ojos para mirar los campos; tenía ejercicio y visión para la evangelización.

Que mande obreros a la mies

Es un privilegio para las asambleas enviar trabajadores a la obra del evangelio, personas dispuestas e idóneas para salir por amor al nombre de Jesús, aceptando nada de los que no sean suyos. En una congregación donde hay interés inteligente y ejercicio en oración a favor de la evangelización, tanto en el mismo país como en otros, se puede esperar evidencia de la aprobación del Señor.

No es de sorprenderse que haya crecimiento y prosperidad espiritual dentro de la misma asamblea, cuando hay un sentido de responsabilidad hacia afuera. En cambio, cuando una asamblea se interesa poco por los que no están a la vista, hay por lo regular frialdad y pobreza espiritual.

Por supuesto, no es sólo cuestión de enviar obreros al campo que es el mundo. Queremos tener muy presente el lado práctico del asunto que viene después, y lo tenemos en nuestro versículo: “Debemos acoger a tales personas, para que cooperemos con la verdad”. Es correcto que ellos no acepten nada “de los gentiles”, ¿pero de nosotros que somos del Señor?

117     La obra infantil y juvenil

Ver
Instruye al niño en su cyarrera: aun cuando fuere viejo no se apartará de ella, Proverbios 22.6t

Nos ha llamado la atención en estos últimos años, el buen éxito habido en alcanzar a los niños con el mensaje del Evangelio, reconociendo a la vez que el gran enemigo de las almas está aumentando sus esfuerzos para engañarlos. Los mayores ofrecen tantas excusas por qué no asistir a los cultos, mientras que los niños de tan buena gana se reúnen para oir la Palabra.

Leemos que en toda labor hay fruto, Proverbios 14.23. Para llevar a cabo una obra eficaz entre los niños, se requiere trabajo. Hay que visitar las casas e interesar a los padres en enviar a sus hijos a la escuela dominical. Con el fin de mantener el debido orden, hay que tener paciencia y bregar con los alumnos rebeldes. Es notable que hay tantas familias que insisten en que su hijos vayan a la clase bíblica cuando los padres nunca lo habían hecho.

La dificultad no es tanto con los niños como con los maestros. Algunos están enseñando una clase no de buena voluntad sino como si fuera una obligación. ¿Cómo pueden conquistar la confianza de los menores cuando su propio corazón no está en la obra?

Mientras que en algunas partes hay expansión en esta obra, hay otras donde, desgraciadamente, da lástima ver como va en decadencia. Hay lugares donde los hermanos no se esfuerzan por reunir los niños del vecindario.

Muchas veces es por falta de una hermana consagrada, que siente cariño por los niños, o un varón deseoso de desarrollar el don que el Señor le ha impuesto, quien podría interesar a los mayores en la salvación de las almas de los menores. Es una equivocación creer que la plataforma es donde el joven debe empezar a lucir su talento. El mejor aprendizaje se consigue en la obra juvenil.

Donde hay una escuela dominical bien administrada como una parte integral de la asamblea, ésta llegará a ser como un almáciga que a su tiempo suministrará matas para la hacienda. ¡Cuántos hermanos y hermanas hay en la comunión que en una época eran alumnos de la escuela dominical!

Vamos a ofrecer unos consejos en cuanto a ganar almas para Cristo en los días de su juventud.

En 2 Reyes 4 tenemos el relato del hijo de la mujer de Sunem, el cual murió, produciendo gran dolor en el corazón de la madre. Ella era mujer espiritual y en su gran apuro creyó que Dios podría dar vida al muerto mediante su siervo Eliseo.

La primera cosa que hizo el profeta fue mandar a su siervo Giezi con su bordón a ponerlo sobre el rostro del niño. Giezi es tipo del siervo impotente que fracasa. Fríamente cumplió con su deber, y el cuerpo del niño se quedó frío también. La madre tenía poca confianza en lo que él iba a hacer. Hay quienes carecen de fervor y oración en esta obra, y sus resultados son nulos.

Al llegar Eliseo a la casa, él vio al niño tendido, muerto sobre la cama. En 4.33 al 37 hay diez pasos para devolver la vida al niño, y hay instrucción para nosotros en cada detalle.

  1. La puerta estaba cerrada y había oración en secreto. Delante del profeta estaba el niño, el objeto especial de su ejercicio. El maestro o la maestra de la escuela bíblica debe prevalecer en oración a Dios, nombrando individualmente a sus alumnos.
  2. El se bajó al nivel del niño y se echó sobre él. Hay maestros que predican por encima de la cabeza de sus alumnos sin llegar al nivel de ellos en la manera como explican la lección. El profeta puso su boca sobre la del niño, hablando como si fuera en el mismo lenguaje suyo. Puso sus ojos sobre los ojos del niño, viendo las cosas como si fuera desde el punto de vista de éste. San Pablo, para ganar a los judíos, se hizo judío. El maestro, para ganar a los jóvenes, debe entrar en el ambiente suyo e interesarse por sus dificultades.
  3. Eliseo puso sus manos sobre las manos del muerto, trayendo así la virtud como si fuera al alcance del niño. El maestro debe presentar el evangelio con tanta sencillez y realidad que el niño pueda apropiar con la mano de la fe la salvación que Dios le ofrece.
  4. “Así se tendió sobre él”. Esto nos enseña la actitud de simpatía que es necesaria para conseguir la confianza del alumno. Los maestros que toman un interés íntimo en la vida de su alumno verán en él un acercamiento y confianza en manifestar sus impresiones en cuanto a la salvación.
  5. “Y calentóse la carne del joven”. Ya hay esperanza. En esto el profeta vio la primera evidencia de una obra divina. El maestro debe estar pendiente siempre de alguna señal que Dios ha empezado a obrar entre su grupo.
  6. “Luego, paseóse por la casa a una y otra parte”. Ha llegado un momento cuando es preciso dejar al niño a solas con Dios. La salvación de un alma es netamente una obra divina. No hay que apurar una persona hacia una profesión prematura, que pudiera ser fatal. Déjela quieta. Miremos la actitud del profeta, con su gran ejercicio de corazón, esperando el momento en que el Señor iba a efectuar su grandiosa obra.
  7. “Después subió, y tendióse sobre él”. Aquí tenemos un ejemplo de la perseverancia. Con ésta y la paciencia, por fin el maestro va a recoger los frutos de su trabajo: “Que a su tiempo segaremos, si no hubiéremos desmayado”, Gálatas 6.9.
  8. El joven estornudó siete veces. ¡Qué estremecimiento! Así es cuando empieza la convicción del pecado, el infierno y la ira de Dios, el temor de quedarse atrás cuando la venida del Señor se cumpla. Todo esto conduce al arrepentimiento y la confesión de fe en JesuCristo.
  9. El muerto abrió sus ojos. Esto nos hace pensar en la obra del Espíritu en alumbrar el alma con el reconocimiento de la salvación.
  10. Grande fue el gozo para aquella madre cuando el profeta le dijo: “Toma tu hijo”. Ella había depositado el cuerpo muerto sobre la cama de Eliseo, y ahora recibe al niño con vida nueva. Se había efectuado una verdadera obra de Dios, una transformación milagrosa en la vida. Estos son los resultados que dan verdadero gozo.

Hermanos, no debemos menospreciar el día de las pequeñeces, como lo llama Zacarías en el 4.10 de su profecía

118     Cargas

Ver
Hay muchas referencias en las Sagradas Escrituras a las distintas clases de cargas.

La carga más pesada de todas fue la que nuestro bendito Salvador llevó en el Calvario. Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros, y bien dijo el poeta:

¡Qué carga inmensa, oh Señor, fue impuesta sobre ti!
Tú padeciste por amor el mal que merecí
cuando en la cruz, Señor Jesús, moriste en vez de mí.

Luego pensamos en la carga del pecador, y la invitación de Cristo: “Venid a mí, todos los que estáis trabajados y cargados, que yo os haré descansar”.

Pero no debemos cerrar nuestra Biblia al haber leído Mateo 11.28, sino seguir hasta el fin del capítulo, donde hallaremos otra clase de carga. No es la de Faraón, ni la carga de la ley, sino de la gracia. Nuestro Señor nos quitó la carga gravosa de nuestros pecados pero nos dio otra, asegurando que su yugo es fácil y ligera su carga.

Aquí tenemos el orden sublime. Empezamos con Cristo como el Salvador de nuestras almas, quitando la carga y dándonos descanso. Después le reconocemos como el Señor de nuestra vida, dándonos a cada cual una carga o un servicio para él. Su yugo nos une a él en este servicio nuevo; El nos acompaña y ayuda. Todo creyente verdadero pregunta, como Saulo de Tarso al ser salvo, “Señor, ¿qué quieres que yo haga?”

Para el creyente hay varias formas de carga. En Gálatas 6.2 encontramos la carga del amor hermanable, que nos impulsa a procurar el consuelo para uno sobrecogido por las pruebas y cuitas de la vida. “Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo”.

Santiago da un ejemplo muy práctico del deber del creyente. “Si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice, «Id en paz, calentaos y saciaos,» pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha?” 2.15,16.

Sería una gran hipocresía, teniendo uno mismo con qué aliviar aquella necesidad. No debemos ser indiferentes a la necesidad de nuestro hermano, sino “llorar con los que lloran”, mostrando simpatía para con los que están pasando por aflicciones.

En cambio, el apóstol nos exhorta en el mismo Capítulo 6 de Gálatas: “Cada cual llevará su propia carga”. Tenemos responsabilidades materiales y espirituales que no podemos evadir. El joven que quiere casarse, por ejemplo, no debe creer que se puede arrimar a los suegros para economizar los gastos.

El debe asumir la carga correspondiente al matrimonio. O, las familias que están viajando y quieren pasar dos semanas con otros creyentes en otra parte, deben sentir su responsabilidad en sufragar a los menos en parte los gastos de su manutención.

Entre las últimas palabras del patriarca Jacob está escrito: “Isacar, asno fuerte que se recuesta entre dos apriscos [o descansa en su establo]”, Génesis 49.14. Así también fue San Pablo. Como bestia de carga, él llevaba en un lado la carga de las almas, esforzándose para dar las buenas nuevas a los perdidos, mientras que en el otro llevaba la carga de todas las iglesias, 2 Corintios 11.28. ¿Hasta dónde estamos nosotros llevando estas dos cargas?

En la asamblea hay cargas de las que todos podemos llevar una parte. Uno de los problemas en las asambleas grandes es que hay varones que no tienen ejercicio en tomar parte. Es verdad que no todos tienen don para ocupar la plataforma, pero, contando con voz clara y testimonio limpio, cualquiera puede participar en la adoración pública según la guía del Espíritu Santo.

En este sentido hay dos peligros. Algunos son demasiado ligeros y otros demasiado reservados para levantarse. Estos últimos muchas veces van perdiendo su ejercicio y no comparten la carga de la congregación con sus hermanos. Las hermanas tienen también su carga en relación con la asamblea, y es en un ejercicio particular para el bien del pueblo del Señor.

Gracias al Señor por todos los que son verdaderos ayudadores. ¡Ojalá que El despierte en los demás un ejercicio mayor para ser fervorosos y útiles en llevar la carga!

119     Las grandes campañas de alta presión

Ver
El que no es conmigo, contra mí es, Mateo 12.30 El que no es contra nosotros, por nosotros es, Marcos 9.40

Después de la contaminación del campamento de Israel por la apostasía religiosa, Moisés sacó la tienda de testimonio fuera del campo, “y fue, que cualquiera que requería a Jehová, salía a la tienda del testimonio, que estaba fuera del campamento”, Éxodo 33.7. La regla para el cristiano es, “Salgamos pues a él [Cristo] fuera del real, llevando su vituperio”, Hebreos 13.13.

En Números 11.25 al 29 tenemos el caso de dos hombres, Eldad y Medad, que no salieron del campo con los demás sino que se quedaron profetizando. Josué, el ministro de Moisés, dijo, “Señor mío Moisés, impídelos”, pero Moisés no lo quiso hacer. En cambio, contestó, “Ojalá todo el pueblo de Jehová fuese profeta”.

Aquí tenemos algo para guiarnos en cuanto a lo que debe ser nuestra actitud hacia aquellos que no han salido del protestantismo al nombre del Señor JesuCristo, y están predicando el evangelio. Nos referimos específicamente a las campañas de alta presión y sus métodos cuestionables.

En su soberanía Dios tiene la prerrogativa de salvar almas de cualquier manera. Damos gracias a él por toda conversión genuina, no importa quién sea el instrumento. Cada predicador tendrá que dar cuenta a su Señor por los métodos que emplee en su servicio.

Moisés no le dio a Josué permiso a juntarse con Eldad y Medad. Nosotros no queremos asociarnos con la cristiandad mundana que se ve en algunas partes, caracterizada a veces por apostasía o por confusión, diversa doctrina e innovación humana. En Génesis 11 leemos de Babel, donde los hombres querían construir una enorme torre cuya cúspide llegaría al cielo. Todos tenían que colaborar en esa obra pretenciosa cuyo fin era de “hacernos un nombre”.

¡Que sumas enormes se invierten en propaganda y organización de grandes campañas! Los oradores figuran con sus retratos desplegados por todas partes. Hay reuniones donde las conversiones son casi a juro y por mayor. En contraste con todo esto fue la manera humilde en que nuestro Señor y sus apóstoles anunciaron el Evangelio a la gente. Un viejo siervo del Señor solía decir de los que profesaban fe en sus cultos, que no hay que contar los convertidos sino pesarlos. Vivimos en tiempos peligrosos cuando hay muchas profesiones falsas, sin la vida eterna. Algunos que dicen ser salvos son como los reales del sacristán: “Cantando vienen, y cantando van”.

Podemos orar al Señor que bendiga todo esfuerzo honroso en bien de las almas, cumpliendo a la vez con nuestra responsabilidad de mantener en alto la prosperidad espiritual de la asamblea en la cual Él nos ha incorporado.

120     Falsificaciones

Ver
Acaba de salir en la prensa un alerta en cuanto a la circulación de billetes falsificados, tanto de cincuenta como de veinte bolívares. Dice que está operando en el país una banda de hombres y mujeres especializada en este tipo de falsificación.

Una de las características de los postreros días en que estamos es la falsificación en lo espiritual. En cuanto a los falsos profesantes de la fe, ellos tienen la apariencia de piedad, mas niegan la eficacia de ella; 2 Timoteo 3.5.

Para descubrir si es falso un billete o una moneda, hay que confrontarlo con uno genuino. A veces parece igual, pero hay siempre algún detalle que revela la diferencia. En su alerta, el diario de circulación nacional observa que los billetes falsos a los cuales nos referimos han sido elaborados en papel de calidad inferior y no hay la misma claridad en las letras y los números.

Así es el caso también con los falsos profesantes o discípulos de Cristo. Su profesión es cosa barata; no les costó mucho su confesión de fe y hay poca claridad en su testimonio. Siguen gozando las amistades del mundo y no llevan una cruz de vituperio. Ellos no se privan de las cosas que agradan a la carne; carecen de un verdadero gozo en leer la Palabra de Dios y en orar.

Estos falsificados asisten a las reuniones como cosa de rutina sin tomar a pecho lo que oyen. Su cristianismo es de los dientes para afuera, y a veces ni los inconversos les tienen confianza. Si por acaso el lector es uno de ellos, mil veces mejor sería renunciar la profesión que hace y buscar de todo corazón el conocimiento de la verdad en Cristo.

En el mismo pasaje en Timoteo hay una referencia también a los falsificadores. Se trata de Janes y Jambres, los dos magos de Egipto que resistieron a Moisés y efectuaron reproducciones falsas de los milagros divinos.

Abundan en el día de hoy los que practican la brujería, que es de Satanás, y las falsas sanidades que no son de Dios. En el 3.13 dice el apóstol que “los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados”. Las falsas doctrinas están multiplicándose; ejemplos de ellas son los Testigos de Jehová y el adventismo del séptimo día.

Los falsificadores pretenden enseñar la Biblia pero tuercen el sentido de la misma. “Hay algunas cosas difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen … para su propia perdición”, 2 Pedro 3.16.

Pablo, como última palabra antes de su muerte, recomienda a su hijo en la fe, Timoteo, a persistir en lo que había aprendido, añadiendo que desde la niñez éste había conocido las Sagradas Escrituras. El creyente que quiere salvarse de los engaños y las falsificaciones debe leer y conocer a fondo la Palabra de Dios. Entonces no se dejará llevar por los vientos de la mala doctrina sino estará establecido en la sana doctrina de nuestro Señor JesuCristo.

121     Haciendo balance

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Otro año pronto habrá llegado a su fin y muchas empresas industriales y casas de comercio harán balance de sus operaciones. En un mismo balance hay dos lados: en uno aparecen los ingresos y en otro las salidas; hay los ingresos y los gastos, los activos y los pasivos.

¡Qué satisfacción será el fin de año si todo sale bien! En cambio, es cosa lamentable cuando se revela que no han habido los resultados esperados. A veces esto último tiene su explicación en los malos tiempos económicos pero en otros casos se debe a la mala administración o la deshonradez de los empleados. Cosa seria es si las operaciones y el trabajo arrojan déficit en vez de ganancia.

Al fin del Antiguo Testamento Dios hizo balance con el testimonio de su pueblo terrenal, y al fin del Nuevo Testamento el Señor JesuCristo está haciendo balance del testimonio de su pueblo celestial, o sea, la Iglesia.

En Malaquías 1.2 El asevera: “Yo os he amado”. Aquí está el haber del balance y todo lo que encierra: elección, redención, libertad, herencia, promesas, privilegios, favores multiplicados. Pero, en lugar de dar resultados para Dios, todo era fracaso. El tuvo que acusarles de haber menospreciado su nombre en profanarlo, 1.6,12; que no hubo amor fraternal, 2.10; y que los sacerdotes no estaban dando gloria a su nombre, sino diciendo, “Por demás es servir a Dios”. ¡Qué triste “fin de año” era todo esto para Dios!

Sin embargo, en medio de tanta frialdad hubo un pequeño grupo de fieles: “Entonces los que temían a Jehová hablaron cada uno a su compañero; y Jehová escuchó y oyó, y fue escrito libro de memoria delante de él para los que temían a Jehová, y para los que piensan en su nombre. Y serán para mí especial tesoro, ha dicho Jehová … en el día que yo actúe”, 3.16.

Aquel grupo era como un rayo de luz para Dios en medio de tanta oscuridad espiritual y olvido de él.

Entre las siete iglesias nombradas en el Apocalipsis, hubo una que brillaba delante de Dios como estrella de la mañana. Filadelfia, que quiere decir amor fraternal, mantenía su brillo cuando las demás estrellas desaparecían. El Señor pudo alabar aquella asamblea, diciendo: “Tienes un poco de potencia, y has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre”, Apocalipsis 3.8. Ella salió bien en el balance divino.

Es tiempo oportuno, hermanos, de recapacitar en nuestras vidas y servicio durante el año que está por terminarse. Tal vez algunos descubrirán que están en un estado de bancarrota espiritual. Han recibido mucho del Señor pero, como el mayordomo infiel de Lucas 16, son disipadores de sus bienes. Aquel hombre, pensando en el porvenir, hizo discretamente para no quedar mal en el día venidero.

Es una lección para nosotros, de arreglar todos nuestros asuntos para que en el día de la eternidad que se acerca, no nos avergoncemos delante de él en su venida; 1 Juan 2.28. 122

122  El inventario anual de nuestras vidas

Ver
En este fin de año, hagamos algunos contrastes basados en el libro de Malaquías.

  1. A favor de Israel leemos en Malaquías 1: “Yo os he amado”. Este amor nos ha rodeado y sostenido día y noche durante todo el año. No obstante nuestras faltas, flaquezas y fracasos, el amor de Dios nunca nos ha abandonado.

En contra, Dios tuvo una acusación muy seria. Ellos no sabían apreciar aquel amor, y decían, “¿En qué nos ha amado?” La misma cosa sucedió en la historia de la Iglesia. La primera acusación del Señor contra las siete asambleas del Apocalipsis fue: “Tengo contra ti que has dejado tu primer amor”, 2.4.

Al final de la séptima carta — la de Laodicea — vemos todavía el amor divino: “Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé pues celoso, y arrepiéntete”, 3.19. Como un padre ama a su hijo, Dios tiene que castigarnos para nuestro bien propio.

  1. A favor de ellos el 1.6 de Malaquías se refiere a tres puestos de honor: hijos del Padre, siervos del Señor y sacerdotes para Dios. Pero Israel no sabía apreciar estos honores distintivos, y por su comportamiento estaba despreciando el nombre de Dios.

Por la gracia de Dios nosotros tenemos a nuestro favor mucho más de lo que tenía Israel. Por nacimiento hemos sido introducidos en la misma familia de Dios y somos participantes del nuevo pacto. Gozamos de la más íntima comunión con el Padre, el Hijo y el Espíritu. Tenemos acceso al trono de la gracia, tanto para orar como para interceder como sacerdotes santos. “Por cuanto sois hijos, Dios ha enviado a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama ¡Abba, Padre!”

Malaquías escribió para los últimos días del Antiguo Testamento. Ahora estamos en los últimos días de la dispensación de la gracia, y no es difícil ver una correspondencia entre las condiciones de aquellos tiempos y de los actuales. Contamos con una revelación completa de la voluntad de nuestro Padre. Ha venido ya a nuestro mundo el Señor JesuCristo, llevando a cabo la obra redentora. El ha sido ensalzado a la diestra de la majestad en las alturas, y nosotros somos aceptos en el Amado. “De su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia”, Juan 1.16.

En contra de Israel, dice nuestro versículo, el 1.6: (a) “Si, pues, soy yo padre, ¿dónde está mi honra?” (b) “Y si soy señor, ¿dónde está mi temor?” (c) “Menospreciáis mi nombre”.

¿Será posible que el Señor tenga las mismas quejas contra nosotros? Al recapacitar en lo que ha pasado este año, ¿podemos recordar un decaimiento a veces en nuestro amor por él? ¿Sentimos la seducción del mundo? ¿Nos encontramos agrandándonos a nosotros mismos?

Los hijos de Aarón entraron en el sacerdocio por parentesco. Ellos gozaban de los más altos privilegios entre el pueblo, y les correspondían grandes responsabilidades. Los primeros tres capítulos de Malaquías tratan mayormente los pecados de los sacerdotes en cuanto a las ofrendas y el culto a Jehová. Se estaba ofreciendo pan inmundo sobre al altar de Dios, y la mesa suya fue despreciable. Le daban a él los animales enfermos, cojos y hurtados.

Nosotros, por medio del gran sumo sacerdote, hemos sido constituidos un sacerdocio santo y real. Dios merece y espera lo mejor de la adoración de su pueblo. Cuando ofrecemos lo que nada nos cuesta, sin ser motivados por amor sincero, no hay mérito delante de él.

  1. A favor de ese pueblo y de nosotros hay grandes promesas.

En Malaquías 3.1 hay la promesa de la venida del Señor en su primer advenimiento: “Envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí”. En el 4.2 es otra venida: “Nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación”.

Entre estos dos acontecimientos habrá la venida del Señor como Estrella de la Mañana; Apocalipsis 22.16. Desde el aire El llamará a sus redimidos con voz de arcángel y trompeta de Dios. En un momento seremos trasladados a su presencia y conducidos a nuestro hogar glorioso. Con el acercamiento del fin de este año pensamos que la venida suya está más cerca que cuando creímos, por lo cual nos urge aparejarnos para aquel encuentro.

  1. El libro de Malaquías trae solemnes denuncias de los pecados del pueblo de Dios, pero queremos notar lo dicho en 3.16,17: “Entonces los que temían a Jehová hablaron cada uno a su compañero; y Jehová escuchó y oyó, y fue escrito libro de memoria delante de él para los que temen a Jehová, y para los que piensan en su nombre. Y serán para mí especial tesoro, ha dicho Jehová de los ejércitos, en el día en que yo actúe; y los perdonaré, como el hombre perdona a su hijo que le sirve”.

El versículo 10 de ese capítulo da una invitación general: “Probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde”. Pero parece que solamente una parte de la gente atendió la llamada de Dios. Probablemente no había temor de Dios en la mayoría, y no hacían caso. El mismo peligro existe en nuestros tiempos.

123     Os encomiendo a Dios

Ver
Ahora, hermanos, os encomiendo a Dios, y a la palabra de su gracia, la cual es poderosa para sobreedificaros y daros herencia con todos los santificados, Hechos 20.32

Cuando San Pablo estaba despidiéndose de los ancianos de Efeso, él reconoció la necesidad de alertarlos en cuanto a los peligros y enemigos que les esperaban. Así les dijo: “Mirad por vosotros, y por todo el rebaño”. Luego los encomendó a Dios y a la Palabra de su gracia. Cuando Dios mismo está suministrando su Palabra, ésta es poderosa para sobreedificarnos en nuestra santísima fe. Debemos leerla y meditar en ella todos los días para crecer espiritualmente.

Miremos ahora Efesios 3.20: “Aquel … es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que opera en nosotros”. Esta palabra es para estimularnos en la oración; “Doblo mis rodillas ante el Padre”, dice en el versículo 14. Por medio de la oración de la fe tenemos acceso a los recursos infinitos e inagotables que hay en Cristo Jesús. En él habita toda la plenitud de la Deidad corporalmente. Oremos pues con más confianza, porque nuestro Dios es todavía el Dios de milagros. Cuando vienen las pruebas y los contratiempos, no debemos desmayar sino llevar todo a Dios en oración.

Finalmente, en la epístola de Judas leemos: “Aquel … es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros delante de su gloria irreprensibles, con gran alegría”.

El mismo Dios que nos ha salvado puede también guardarnos, por lo cual no hay excusa para que un creyente caiga en un pecado mayor. Si podemos llegar al fin de nuestra carrera sin haber sido apartados de la comunión y sin haber manchado el testimonio de nuestro Señor, ¡qué grande alegría habrá en la venida del Señor!

En cambio, qué tristeza si El en su venida nos encuentre vencidos por el pecado.

A todos decimos no Adiós sino Hasta mañana. De un momento a otro puede cumplirse la promesa del Señor: “Ciertamente vengo en breve”.

124     Alzad

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Al llegar este número de la revista en manos de nuestros amados lectores, estaremos ya bien embarcados en el viaje espiritual de otro año. El Redactor quiere compartir con cada uno la animación que inspiran cuatro versículos cuyo tema es alzad.

1. Alzad vuestras cabezas

Comenzando a suceder estas cosas, erguíos y alzad vuestras cabezas; porque vuestra redención se va acercando, Lucas 21.28.

Este alzamiento es por animación en vista de la pronta venida de nuestro Señor.

Es verdad que El pronunció estas palabras con referencia al futuro de la nación de Israel, como simbolizada en la higuera del versículo 29. Este sermón profético habla de señales que acompañarán su venida en poder y gloria, no para buscar a su Iglesia sino con santos para inaugurar su reino milenario sobre la tierra. Sin embargo, el creyente espiritual no tiene dificultad en discernir en los acontecimientos de la actualidad ciertos indicios de que la venida del Señor se acerca.

En 2 Timoteo 3.1 al 8 vemos veinticuatro características de los postreros días antes de su venida. Ellas prevalecen hoy día en el mundo social. En el mundo político los esfuerzos inútiles para establecer la tranquilidad indican que las cosas van acercándose a una crisis mayor. Hay las grandes aspiraciones del comunismo al dominio mundial, y por otro lado los intentos de las naciones libres de Europa y América a formar sus propias confederaciones. Los eventos se preparan para el anticristo, quien unirá a todos en una sola dictadura, imponiendo su señal en las frentes y las manos, sujetando todo a su régimen satánico. Pero antes de esto la Iglesia habrá sido trasladada al cielo.

En tercer lugar vemos cuán extensa es la apostasía en la cristiandad con las tendencias de muchos sectarios de volver al sistema corrompido de Roma. Y, entre los que profesan ser la verdadera Iglesia de Cristo en su aspecto local, hay el espíritu marcado de Laodicea: una tibieza en las cosas del Señor y una satisfacción propia en las cosas materiales.

Nuestro Señor nos llama a alzar la cabeza. No tenemos por qué andar cabizbajos como desanimados y vencidos, sino con la cabeza erguida, la mira hacia arriba. La venida del Señor se aproxima, y “sorbida será la muerte en victoria”.

  1. Alzad vuestros ojos
He aquí os digo: Alzad vuestros ojos, y mirad las regiones, porque ya están blancas para la siega, Juan 4.35

Esta animación se debe a las grandes oportunidades que nos rodean de ganar almas para Cristo.

Es verdad que en nuestros esfuerzos de evangelización hay mucho para desanimar a uno. Tanta es la predicación y pocos son los que llegan a ser convertidos genuinos; tantos folletos repartimos y rara vez oímos de un alma salvada por su lectura; tantos individuos convidamos a los cultos y pocos de ellos cumplen su promesa de asistir; tantas son las oraciones a favor de nuestros hijos y familiares, y muchos de ellos siguen indiferentes.

A veces con lágrimas llegamos al punto del desespero, pensando, “¿Por qué seguir? ¿Es trabajo en vano?” Pero en los días de nuestro Señor y sus apóstoles también había mucho para desanimarlos. Muchas veces parecía como tiempo perdido, como dijo el profeta: “Por demás he trabajado, en vano y sin provecho he consumido mi fortaleza; mas mi juicio está delante de Jehová, y mi recompensa con mi Dios”, Isaías 49.4.

Pero no era así. La palabra de promesa es: “A su tiempo segaremos, si no hubiéremos desmayado”.

Cuando no vemos resultados aparentes cerca de casa, debemos alzar la vista a las regiones. Un poquito más allá la gente está sentada en tinieblas y en la sombra de muerte. Sembrando en tierras vírgenes, uno tiene mayor esperanza de una buena cosecha. Si uno no puede ir, entonces, “Rogad al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies”.

Mejor todavía, sea consecuente y recuerde que los obreros que el Señor escoge no son ángeles que consiguen transporte libre con sus alas, sino son seres mortales que tienen necesidad de comida y de efectivo para sufragar sus demás gastos. Así podemos ser colaboradores en la obra.

  1. Alzad las manos caídas

Alzad las manos caídas y las rodillas paralizadas, y haced derechos pasos para vuestros pies, Hebreos 12.12.

La animación aquí es para andar rectamente y con firmeza.

Este versículo trata de una buena restauración para los que han experimentado el castigo del Señor. No hay que apocarnos ni volver atrás. La disciplina es con el fin de mejorar nuestro testimonio y servicio. La amarga experiencia de David, como consecuencia de su pecado, tuvo por resultado un profundo ejercicio de corazón, como sabemos por el Salmo 51. A él le fue restaurado el gozo de la salvación.

  1. Alzad la bandera
Has dado a los que te temen bandera que alcen por la verdad, Salmo 60.4

Aquí se trata de la animación para mantener un testimonio claro y fiel delante del mundo.

Cuando tantos enemigos de Cristo están alzando sus banderas de mentira y engaño — como hacen los llamados testigos, los comunistas, romanistas, adventistas y otros — el creyente debe ser como el apóstol Pablo, no gloriándose sino en la cruz de nuestro Señor JesuCristo.

Nuestra bandera es el testimonio al nombre del Señor y Salvador. Nunca debemos avergonzarnos de ella, sino en todo tiempo procurar desplegar esta gloriosa bandera de la verdad delante de todos.

125     La esperanza bienaventurada

Ver
Veamos la esperanza bienaventurada de la pronta venida del Señor JesuCristo y su influencia sobre nuestras vidas.

Nos estabiliza

Hebreos 6.18,19 habla de “la esperanza puesta delante de nosotros, la cual tenemos como segura y firme ancla del alma”.

Cuando los buques de distintas partes del mundo llegan aquí a Puerto Cabello ellos deben echar sus anclas mientras están esperando puerto afuera en la bahía. Por lo regular el mar parece tranquilo pero hay corrientes debajo de la superficie que podrían llevar un barco a la deriva. Hay anclas que pesan varias toneladas y se agarran bien en el fondo del mar para asegurar la nave.

La esperanza de la venida del Señor da firmeza al creyente para no ser llevado por las corrientes y falsas doctrinas del mundo.

Nos separa del mundo

Leemos de esto en el caso de Abraham en Hebreos 11.8 al 10. El gran patriarca obedeció la llamada divina, salió de su tierra y parentela, y emprendió el viaje largo con su familia como peregrino y advenedizo. Se nos dice el motivo: “Esperaba la ciudad que tiene fundamentos cuyo arquitecto y constructor es Dios”. El fue conocido por su tienda y altar, y siguió un camino de separación. Su hijo Isaac y su nieto Jacob siguieron el ejemplo de Abraham y figuran también en esta lista de los héroes de la fe.

Cuando la venida del Señor ocupa su debido lugar en el corazón del creyente, ella ejerce una influencia poderosa sobre su vida de separación del mundo.

Nos acerca unos a otros

Dice 2 Tesalonicenses 2:1: “Con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo y nuestra reunión con él …” La palabra reunión aquí es en el texto original la única vez que se usa fuera de Mateo 18.20 donde está traducida como congregados.

Para el creyente la venida del Señor es un eslabón de oro que nos une los unos con los otros. Cuando un creyente se aleja de sus hermanos, significa que la esperanza de la venida ya no está en su corazón.

Nos hace más constantes

Cuando los once discípulos estaban mirando arriba al Señor en su ascensión, ellos oyeron las palabras de los varones angélicos: “Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo”, Hechos 1.11. Ellos volvieron a Jerusalén con gran gozo; Lucas 24.52. Se unieron con los demás creyentes en oración, y como testigos fieles de su Señor.

Nos estimula a purificarnos

“Todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro”, 1 Juan 3.3.

Como ilustración, supongamos que el padre de una familia ha estado de viaje por unas semanas y por fin avisa a su esposa que él llegará a casa pronto. Sin duda ella empezará a arreglar la casa y tener los hijos aseados y vestidos. ¡Qué desagrado para aquel padre si llegare para encontrar la casa en desorden y los hijos sucios!

“Ahora, hijitos, permaneced en él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza, para que en su venida no nos alejemos de él avergonzados”, 1 Juan 2.28. “He aquí, vengo pronto. Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro”, Apocalipsis 22.7.

Nos inspira actividad

“He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra”, Apocalipsis 22.12.

En la parábola de los talentos, Mateo 25, leemos de cierto hombre noble que, antes de ausentarse de su casa en viaje largo, entregó cinco talentos a uno de sus siervos, a otro dos y a otro uno. Fue para que los empleasen con provecho. Uno de ellos era flojo y enterró su talento en la tierra. Cuando su señor regresó él quería arreglar cuentas con los siervos; descubriendo el incumplimiento de aquél, le llamó “siervo malo y negligente”. El castigo fue terrible.

Cada uno de nosotros tiene una vida nueva que no es nuestra; hemos sido comprados a precio infinito. No somos libres para vivir según nuestro gusto, sino para utilizar todo para la gloria de nuestro Señor. Nos corresponde ser testigos fieles, ganando almas y cumpliendo con nuestros deberes espirituales además de los materiales. El tiempo es corto, el Señor viene pronto, y entonces no habrá más oportunidad de servirle en esta vida.

¿Hemos de ir sin ningún fruto?

Despierta un santo fervor

“Ciertamente vengo en breve. Amén; sí, ven, Señor Jesús”, Apocalipsis 22.20.

La iglesia en Efeso había dejado su primer amor y hubo frialdad de corazón entre los creyentes. La asamblea había cesado de sus primeras obras y el Señor les alertó que, al no haber arrepentimiento y restauración, El vendría para quitar su candelero de su lugar. O sea, clausuraría la asamblea. El no tolera la frialdad de corazón en su asamblea, aunque los creyentes en ella tengan mucho conocimiento de la verdad.

En la séptima iglesia, Laodicea, tenemos la última etapa de testimonio en la tierra, 3.14 al 20, y el mensaje es: “Sé, pues, celoso, y arrepiéntete”. Celo con fervor quiere decir fuego en el corazón, como la máquina locomotora que puede correr y terminar bien al estilo del apóstol Pablo, quien guardó la fe.

126     Cristo el Príncipe

Ver
Esta serie de artículos fue escrita en 1928, cinco años después de la llegada del autor a esta República. Se basa, desde luego, en la traducción Reina-Valera de 1909. Fue su primer aporte a la revista El Mensajero Cristiano, que él iba a redactar por largos años, y el único escrito de aquella publicación que figura en este compendio.

 

Contemplando la persona y el carácter de Cristo bajo este aspecto de príncipe, la Palabra de Dios nos presenta con un tema que se extiende desde la eternidad pasada hasta la eternidad futura, en el cual podemos trazar los pasos de nuestro Señor uno por uno desde las alturas de la Gloria hasta las profundidades insondables de su muerte ignominiosa, y de allí otra vez “ensalzado a lo sumo” a la diestra del Padre Dios.

I — El Príncipe de Jehová

La primera escritura en que le vemos como el Príncipe es Josué 5.13 al 15, cuando Josué, el valiente caudillo del ejército de Israel, estaba frente a aquella grande ciudad amurallada de Jericó. Le apareció un varón con una espada desnuda en su mano, al cual preguntó Josué: “¿Eres de los nuestros, o de nuestros enemigos?” El varón le contestó: “No; mas Príncipe del ejército de Jehová, ahora he venido”.

¿Qué significa tal título? El efecto producido en Josué nos enseña que aquel varón era más que un ser angélico; era nada menos que el Hijo de Dios, porque leemos que “Josué se postró sobre su rostro y le adoró; y díjole: ¿Qué dice mi Señor a su siervo?” Y le dijo el otro: “Quita tus zapatos de tus pies; porque el lugar donde estás, santo es”. Según las Sagradas Escrituras, sólo a Dios es lícito ofrecer la adoración.

Por este incidente, pues, podemos comprender lo que era el Hijo de Dios antes de su encarnación. Le vemos investido de suprema autoridad sobre el ejército de Dios el Padre. Leyendo en San Juan 1.3 y Colosenses 1.16, aprendemos que por él fueron criadas todas las cosas. Además, aprendemos de este título que por su palabra fueron gobernadas las huestes de Jehová. ¡ Qué majestad y fortaleza se revelan en su divina persona antes de humillarse a venir a este mundo en forma humana !

¿Por qué se presentó delante de Josué en aquella ocasión con la espada desnuda? Para ejecutar los justos juicios de Dios contra los habitantes corrompidos de Jericó. Cuando se terminó la época de la gracia para ellos, y toda la magnanimidad de Dios no había producido en ellos ningún arrepentimiento, entonces no le quedó a Dios otra alternativa que la de destruirles por completo. Los fuertes guerreros de Jericó, tras la protección de sus inmensos muros, bien podrían burlarse de cualquier sitiador humano, pero muy pronto descubrieron que toda resistencia era vana contra el Príncipe del Ejército de Jehová. Los altos y anchos muros de piedra cayeron delante de él como si fueran montones de plumas arrebatadas por el viento.

Toda la numerosa población fue exterminada, menos Rahab y sus parientes. Leemos en Hebreos 11.31: “Por la fe Rahab la ramera no pereció juntamente con los incrédulos, habiendo recibido a los espías con paz”. La historia interesante del recate suyo ilustra gráficamente la manera en que, a lo largo de los siglos, el Dios santo ha podido tratar en pura gracia con los más indignos pecadores.

Al recibir Rahab noticias acerca del Dios vivo y verdadero, de su poder y santidad, ella buscó por fe la misericordia divina. Ella renunció su fe en los dioses de sus padres y, como una pecadora indigna y perdida, puso su confianza en la palabra de Dios que le aseguraba de su misericordia. Aquella mujer confesó su fe por alistarse en la causa del Señor; desplegó de la ventana de su casa el cordón de grana (una figura de la redención por la sangre de Cristo), y se apartó de aquella ciudad condenada.

El mundo de hoy es como aquella ciudad de Jericó, condenado y esperando el derramamiento de la ira divina. Con toda su corrupción y rebelión contra Dios, está madurándose rápidamente para la hoz del juicio. Dios ha divulgado hasta los fines de la tierra las noticias de sus propósitos en cuanto a los hombres. Es de castigar eternamente a los desobedientes e impenitentes, y de salvar eternamente a los que se arrepienten y creen el evangelio. Resta, pues, con cada individuo la responsabilidad de resolver cuál será su suerte.

Cristo está preguntándote, amigo: ¿Eres de los nuestros, o de nuestros enemigos? Si estás alistado hoy en las fuerzas de Satanás, ya se sabe cuál será el resultado de la batalla. El perdió ante Jesús el encuentro en el desierto; fue herido en la cabeza cuando Cristo murió en el Calvario; perdió sus armas de guerra cuando el Señor resucitó; y está destinado a las llamas eternas al final del encuentro cuando, con las huestes engañadas, sufrirá una derrota fenomenal a manos del omnipotente Conquistador.

II — El Príncipe de Paz

Un niño nos es nacido, hijo nos es dado; y el principado sobre su hombro: y llamarás su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz, Isaías 9.6.

Estas palabras proféticas se refieren al nacimiento del Hijo de Dios en el mundo, y el último de estos cinco nombres sublimes que le pertenecen se relaciona con el glorioso propósito de su venida a este mundo caótico y contencioso. En anticipación de su natividad, el piadoso sacerdote Zacarías, padre de Juan el Bautista, terminó su inspirada profecía con las palabras siguientes acerca del Salvador: “… para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte; para encaminar nuestros pies por camino de paz”, Lucas 1.79.

Al nacer Cristo en Belén, los ángeles lo anunciaron a los pastores, terminando sus alabanzas con exclamar: “Gloria en las alturas a Dios, y en la tierra paz, buena voluntad con los hombres”, Lucas 2.14. En los versículos 27 al 30 del mismo capítulo, el venerable anciano Simón, tomando al niño Jesús en sus brazos, dice: “Ahora despides, Señor, a tu siervo, conforme a tu palabra, en paz; porque han visto mis ojos tu salvación”.

Por causa de la naturaleza depravada de los hombres, les ha sido imposible alcanzar una condición de paz en sus almas. A esto testificaron los profetas y lo confirmó el apóstol en Romanos 3.17: “… y camino de paz no conocieron”. Pero Cristo vino para establecer en sí un camino de paz, en el cual hay libre entrada para todos los que creen en él.

Al leer Efesios 2.13 al 17 comprendemos cómo fue obtenida esta paz; fue por la ofrenda del cuerpo de Cristo y el derramamiento de su propia sangre en la cruz. Mediante aquella estupenda obra de la redención, hay paz anunciada a los gentiles más alejados, como también a los judíos más favorecidos de Dios. Para el verdadero creyente en él, Cristo es su paz ahora y para siempre: “El es nuestra paz, que de ambos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación”.

Como un resumen, pues, tenemos en Jesu-Cristo:

> en su nacimiento, la paz presentada

> en su vida terrenal hasta la cruz, la paz proferida

> en su pasión, la paz procurada

> en su resurrección, la paz asegurada (Arriba en la gloria, El representa a su pueblo redimido como pontífice, primeramente Rey de justicia y luego Rey de paz).

> en el milenio (su reino futuro), la paz reinando

Vivimos en tiempos de turbación, y el sueño de los políticos es una paz segura entre las naciones. En lo que llamamos la cristiandad, vemos una lucha entre fundamentalistas y modernistas, entre evangélicos y ritualistas. No hay, ni puede haber, paz. Los grandes diarios del mundo nunca tienen sus páginas libres de pleitos y divorcios, probándonos así que ni en la vida pública ni en la privada de los inconversos hay paz.

Pero Cristo ha dicho a los suyos: “Estas cosas os he hablado, para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; mas confiad, yo he vencido al mundo”, Juan 16.33. El cristiano no encuentra la paz de su alma en el mundo; él la posee en Cristo. Tampoco el inconverso hallará la paz en el mundo. El dinero puede proporcionarle muchas cosas, pero aquel tesoro incomparable, la paz del alma, se encuentra únicamente en Jesu-Cristo. Es su legado a todos los que le aceptan en su corazón, porque El dijo: “La paz os dejo, mi paz os doy”.

III — El Príncipe de Vida

El apóstol Pedro, testificando delante del concurso en el Pórtico de Salomón, dijo: Vosotros al Santo y Justo negasteis, y pedisteis que se os diese un homicida; y matasteis al Autor de la vida, al cual Dios ha resucitado de los muertos; de lo que nosotros somos testigos, Hechos 3.14,15. [ o, al Príncipe de la vida. Algunas traducciones emplean Príncipe; la versión Reina-Valera usa Autor.]

Este es el título del Señor Jesu-Cristo asociado con su muerte en la cruz.

Por él — dice el apóstol Pablo — fueron criadas todas las cosas, y por él todas las cosas subsisten; Colosenses 1.16,17. Tal es la relación de Cristo a todas las maravillosas cosas creadas por Dios. En su mano está el aliento de toda cosa viviente, y fuera de él no hay sino la muerte y oscuridad.

San Juan, escribiendo en su Evangelio acerca de Jesu-Cristo como el Verbo, declara que: “En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres”, 1.4. En el 14.6 del mismo, él pone por escrito las propias palabras del Salvador: “Yo soy el camino, y la verdad y la vida”. Y en su primera epístola leemos: “Este es el testimonio: Que Dios nos ha dado vida eterna, y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida: el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida”, 5.11,12.

El gozo de la vida temporal se ve en todas las criaturas del universo de Dios, desde la ballena, ese monstruo del mar que patrulla la extensión de las aguas en ejercicio de sus inmensas fuerzas físicas, hasta el insecto más finito que es casi invisible al ojo natural, pero que también toma placer en el uso de aquella energía e instinto con que el Creador lo ha dotado.

Pero el hombre es un ser distinto a todas las demás formas de la creación. El es racional, poseído de un espíritu indestructible. La muerte tiene poder de separar el espíritu del cuerpo, y de seguir con sus estragos destructivos en éste hasta reducirlo a polvo otra vez. Pero el espíritu del hombre sigue existiendo, o en el cielo con el Señor en el caso de los que son salvos por su gracia, o en el infierno en cuanto a los que mueren sin Cristo.

Por lo tanto, hay que reconocer que al hombre es de la mayor importancia considerar el asunto de su preciosa alma antes de todas las cosas. Muchos jóvenes quieren esquivar esta cuestión vital, usando como excusa que desean gozar de “la vida”, y que “la religión de Cristo” les quitaría todos sus placeres. Esto demuestra cuán eficazmente Satanás les tiene engañados, porque si ellos de veras anhelan el verdadero gozo de la vida, tienen que aceptar a Cristo. El es la fuente de vida; fuera de él, lo que se llama vida es nada más que una fantasía, una ilusión, un espejismo que atrae con promesas y ofertas seductivas pero resulta en una decepción infeliz.

Al contrario, hay muchos individuos de índole seria que no arriesgan sus almas en las vanidades mundanas. Ellos buscan la vida verdadera por entregarse a los impulsos nobles y las obras piadosas. Esto es loable en su lugar; pero, sin participar primeramente de la vida espiritual que sólo Cristo puede dar, estas buenas obras serán muertas; Hebreos 6.1. Todos estos esfuerzos propios resultarán inútiles para obtener lo que pueda satisfacer los profundos suspiros del ser interior.

En vista, pues, de estas solemnes conclusiones — que son respaldadas por la infalible Palabra de Dios — nos interesa preguntar: ¿Cómo puede Cristo comunicar esta vida preciosa a nosotros, unos pobres muertos en lo espiritual?

San Juan 10.10,11 nos da la contesta: “Dijo Jesús: Yo he venido para que tengan vida y para que la tengan en abundancia. Yo soy el Buen Pastor: el Buen Pastor su vida da por las ovejas”. Esto nos enseña claramente que sólo por medio de su muerte podía El traernos la vida espiritual. ¡Cuán inescrutables son los juicios de Dios! De aquel crimen nefando, la crucifixión del bendito Hijo de Dios, en que los hombres demostraron la terrible depravación y malicia de sus corazones, se ha manifestado un amor trascendente y una gracia que sobrepuja el pecado.

“Dios ha cumplido así lo que había antes anunciado por boca de todos los profetas, que su Cristo había de padecer. A vosotros primeramente, Dios, habiendo levantado a su Hijo, le envió para que os bendijese, a fin de que cada uno se convierta de su maldad”, Hechos 3.18,26. Aquella espada de muerte que traspasó el bendito costado del Salvador, abrió un manantial de vida a todos los que en él creyeren. Cristo llevó todo el juicio de Dios para traernos un libre perdón; El sufrió la muerte ignominiosa de la cruz para comunicar a nosotros la vida eterna.

Este Príncipe de Vida ha pagado el precio infinito de nuestro rescate, y ahora nos llama a gozar de los frutos de su obra redentora. No seamos como aquella gente a quien El tuvo que decir: “Y no queréis venir a mí, para que tengáis vida”.

IV — El Príncipe y Salvador

El Dios de nuestros padres levantó a Jesús, al cual vosotros matasteis colgándole en un madero. A este ha Dios ensalzado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar la remisión de pecados, Hechos 5.30,31.

En los tres artículos precedentes sobre este aspecto de la persona del Señor Jesu-Cristo, hemos repasado su vida desde los siglos antiguos, cuando el Padre Dios le invistió con suprema potestad; de allí en su descenso a este mundo en la forma humilde del “Niño del pesebre;” y, al fin de su corta vida terrenal, padeciendo la ignominiosa muerte de la cruz.

Siguiendo nuestro estudio de ahí, nos hallamos trasladados en pensamiento desde el Gólgotha hasta la Gloria. De ser Cristo colgado en un vil madero, alzamos nuestros ojos para verle coronado en alta majestad. Los hombres le rechazaron y le mataron, pero Dios el Padre le recibió y le ensalzó a lo sumo.

Cristo como Príncipe de Vida tuvo que morir en la cruz para poder hacernos participantes de la vida espiritual. También como Príncipe y Salvador, El tuvo que resucitar y ser ensalzado al trono de Dios, para ser el único mediador entre Dios y los hombres. Aquellos brazos q’ estuvieron extendidos en la cruz, ahora están abiertos para recibir a cualquier pobre pecador que se acoja a él. “Por lo cual puede también salvar eternamente a los que por él se allegan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos”, Hebreos 7.25.

Tal vez alguno preguntará: “¿A quiénes puede Jesu-Cristo salvar?” En las mismas palabras del bendito Salvador, contestamos: “El Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido”, Lucas 19.10. Y también el testimonio de San Pablo: “Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero”, 1 Timoteo 1.15. Por medio de la obra redentora del Señor Jesu-Cristo la gracia de Dios ha triunfado admirablemente sobre el pecado, y a los más indignos y perdidos de los hombres Dios puede brindar su salvación gratuita y eterna.

En prueba de esto, El envió a sus testigos a promulgar las gratas noticias de perdón primeramente a la gente más culpable: a los habitantes de Jerusalem, cuyas manos llevaban las manchas de la sangre de su amado Hijo. En el lugar donde abundó el pecado, allí sobrepujó la gracia.

El trato de José para con sus hermanos constituye un tipo muy lindo de la gracia de Jesu-Cristo para con su propia nación como también para con los gentiles. Por el odio y malignidad de sus corazones los hermanos de José le vendieron, y a manos de los gentiles él fué humillado en servidumbre y encarcelamiento. Como dice el Salmo 105.17,18, “… a José, que fué vendido por siervo. Afligieron sus pies con grillos; en hierro fué puesta su persona”.

Pero después de padecer inocentemente él fué levantado de la oscuridad del calabozo, por orden del rey, y ensalzado al puesto de dictador de Egipto. Sólo por la mano de José fue posible evitar el hambre y la muerte. Cuando las multitudes clamaron a Faraón por pan, él les contestó: “Id a José y haced lo que él os dijere”. En las bodas de Caná de Galilea, cuando faltó el vino, María la madre de Jesús dijo a los que servían: “Haced todo lo que [ El ] os dijere”.

José entonces era un tipo especial de Cristo como Príncipe y Salvador. Por fin, cuando José tenía a sus hermanos arrepentidos y contritos a sus pies, él les consoló diciendo: “Ahora pues, no os entristezcáis, ni os pese de haberme vendido acá; que para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros”, Génesis 45.5. Vemos como fué devuelto el bien por el mal, y esto precisamente es el glorioso mensaje del Evangelio. “Dios encarece su amor para con nosotros, porque siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros … Siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo”, Romanos 5.8,10. En lugar de vengarse por el asesinato de su amado Hijo, El ha constituido aquella misma muerte la base justa y adecuada de la redención de todos los que creen en Cristo.

Este Príncipe y Salvador está esperándote en estos momentos, lector inconverso. El quiere ser el único y personal Salvador de tu alma, y dueño absoluto de tu vida. El murió por ti, y por consiguiente es digno de toda tu confianza y amor. Acéptale en tu corazón sin más tardar. De otro modo, “¿cómo escaparemos nosotros, si tuviéramos en poco una salud tan grande?”

V — El Príncipe de los Pastores

Y cuando apareciere el príncipe de los pastores vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria, 1 Pedro 5.4.

El versículo citado nos conduce en pensamiento a un evento en el porvenir, la fecha de la cual sólo Dios sabe. Cuando termine la historia de la verdadera Iglesia de Cristo en la tierra, El bajará en las nubes al aire para llevar consigo a la gloria todos los redimidos por su preciosa sangre.

Cuando Jesu-Cristo estuvo aquí en el mundo, El siempre manifestaba el corazón de un verdadero y fiel pastor. En aquel tiempo, no faltaban entre los judíos los escribas y fariseos que se llamaban pastores, pero en lugar de cuidar y proteger las ovejas, ellos se interesaban solamente en su propio provecho material. Contra los tales el Señor Jesu-Cristo lanzó sus más fuertes acusaciones y anatemas, y en San Juan 10 los compara al asalariado, careciendo de sincero amor por las ovejas. En Mateo 9.36 leemos: “Y viendo las gentes, Jesús tuvo compasión de ellas; porque estaban derramadas y esparcidas como ovejas que no tienen pastor”. Pero El vino a este mundo como el Buen Pastor, para recogerlas en su dichoso redil.

No hay otro pastor como el bendito Salvador. De él profetizó Zacarías casi 500 años antes de la encarnación, diciendo: “Levántate, oh espada, sobre el pastor, sobre el hombre compañero mío, dice Jehová de los Ejércitos. Hiere al pastor, y se derramarán las ovejas”. Su devoción para con las ovejas le hizo soportar las penas indecibles de la enhiesta cruz y abrir su seno a aquella espada encendida del juicio de Dios.

Comprendemos algo de la compasión que había en el tierno corazón del Buen Pastor al leer la parábola de la oveja descarriada en Mateo 18.12,13. ¡Cuán largo era aquel viaje para él, yendo solo por los montes de pecado en busca de la perdida! ¡Cuán oscura era aquella noche para él! ¡Cuán hondas eran aquellas aguas de juicio que El tuvo que cruzar para alcanzar la desgraciada! Las muchas aguas no podían apagar aquel fuego de divino amor que ardía en su corazón. El venció todo obstáculo y todo enemigo para traer sobre sus hombros potentes el objeto indigno de tanta gracia.

“Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino, mas Jehová cargó en él el pecado d’ todos nosotros”, Isaías 53.6. “Vosotros erais como ovejas descarriadas; mas ahora habéis vuelto al Pastor y Obispo de vuestras almas”, 1 Pedro 2.25. Cristo es el Pastor incomparable; de amor insondable; de poder infinito y que nos trae la bendición.

Respetamos ciertamente el nombre ilustre de María, madre de Jesús, y le concedemos el debido honor de acuerdo con lo que nos autorizan las Sagradas Escrituras. Pero, según ellas, ni Dios Padre, ni el Hijo, ni el Espíritu Santo, ni aun María misma, nos autorizan a llamarle a ella la divina pastora. Tal título ha sido formulado por hombres ignorantes y presuntuosos que no se conforman con lo que Dios ha dispuesto en su Santa Palabra. Se han fraguado una blasfemia, con la q’ muchos han especulado y negociado, y en la cual las multitudes han practicado la idolatría.

En los días primitivos de la fe cristiana, cuando el fiero y pagano emperador de Roma estaba persiguiendo hasta la muerte a los fieles discípulos de Jesu-Cristo, muchos de ellos se refugiaron en cuevas y habitaciones subterráneas. Quedan hasta hoy reliquias de algunas de éstas, llamadas las catacumbas, en las paredes de las cuales aparecen inscripciones que nos indican cuál era la vida espiritual de aquellos valientes y piadosos cristianos.

Se ve claramente por ellas que uno de sus temas principales era “Cristo el Buen Pastor”, pero no se encuentra ningún indicio que hayan nombrado a María “la divina pastora”. Cristo dijo: “Oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor”, San Juan 10.16. La iglesia romana, además de ser un cuerpo con dos cabezas (el Papa, y Cristo, según ella) también quiere ser un rebaño con dos pastores principales: María y Jesús. Más aun, hace de María un rival del Hijo de Dios, pues dedica sus iglesias y celebra sus fiestas en honor de “la divina pastora”, pero rara vez escoge el nombre del Buen Pastor.

En su vida de humillación, aflicciones y muerte, le correspondió a Cristo el título de El Buen Pastor, y es así como cada triste pecador llega a conocerle. A la puerta abierta de su feliz redil le conocemos con este nombre. Pero en Hebreos 13.20 vemos que su título en resurrección es El Gran Pastor, significando que está ensalzado en gloria para ejercer su protección y cuidado benigno sobre todas sus ovejas.

El es el Gran Pastor porque es omnipotente, todopoderoso, y ningún enemigo puede arrebatar las ovejas o los corderos de su mano. También es omnipresente; está en todo lugar a todo tiempo, así que su ovejas pueden decir con el salmista: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo”. Al despedirse de sus discípulos en su ascensión, les dijo: “He aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. Además, El es el Gran Pastor porque es omnisciente. El sabe y conoce todo, y ninguna cosa se le puede ocultar. El escudriña nuestros corazones, se compadece de nosotros en aflicción y sabe los momentos cuando precisamos su socorro y apoyo.

Finalmente, le espera otro grado superior en su oficio pastoral. Al fin de esta dispensación de gracia, Cristo vendrá otra vez, con la voz de arcángel y la trompeta de Dios, ahora como Príncipe de los Pastores para recoger así todas su ovejas. Dijo: “Mis ovejas oyen mi voz, yo las conozco y me siguen, y les doy vida eterna”.

Llegará, pues, aquel momento cuando todos los suyos oirán su voz. Los millones de los salvos, cuyo polvo ha quedado durante siglos en la tumba, o en el fondo del océano o esparcido sobre la faz de la tierra, responderán a su voz vivificadora. Espíritu y cuerpo serán reunidos.

Ellos, con todos los creyentes en Cristo que todavía estarán vivos en el mundo, serán transformados, recibiendo cuerpos glorificados semejantes a aquel Príncipe inmortal. El conducirá a sus ovejas queridas a las mansiones de luz, a su hogar celestial, y “allí los pastoreará y los guiará a fuentes vivas de aguas”, Apocalipsis 7.17.

¡Qué tema tan encantador! ¿No serás tú, querido lector, uno de los escogidos para disfrutar de tanta felicidad y esperanza gloriosa? El Buen Pastor te llama en este momento.

VI — El Príncipe de los Reyes de la Tierra

… Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra, Apocalipsis 1.5.

Llegamos ahora a considerar a Cristo bajo el último y más sublime aspecto de su título como Príncipe. El Apocalipsis, el último libro de la Biblia, es el libro del Cristo entronizado. “Mejor es el fin del negocio que su principio”, son las verdaderas palabras de Eclesiastés 7.8, y esto tenemos bien ejemplificado en el caso presente.

En el versículo que encabeza este artículo hay una triple referencia a Cristo que forma, como si fuera, una subida de tres grados desde el pesebre de Belén hasta el trono glorioso de su Padre Dios:

El testigo fiel; así nació en este mundo, para declarar a los hombres toda la buena voluntad de Dios para con ellos. Su santa vida terrenal fue un fiel testimonio a este mundo del amor y justicia de Dios, y por sus benditos labios El nos anunció palabras maravillosas de paz, vida y esperanza.

El primogénito de los muertos, significando que El consumó la grandiosa obra de la redención por su muerte en la cruz y resucitó triunfante en el tercer día. Dijo a María Magdalena: “Ve a mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios”. El hecho de que El vive es la garantía q’ todos los q’ han creído en él vivan también, porque El los ha introducido como hijos en la familia de su Padre, El mismo siendo “el primogénito entre muchos hermanos”.

El príncipe de los reyes de la tierra, denotando su prominencia sobre todas las potestades de este mundo. Veremos el pleno cumplimiento de esto en aquel día futuro de su gloriosa manifestación al mundo, con los ángeles de su potencia y acompañado de todos sus santos.

Entonces sigue el mismo versículo con estas preciosas palabras: al que nos amó y nos ha lavado de nuestros pecados con su sangre, y nos ha hecho reyes y sacerdotes para Dios y su Padre. Así pues, la primera parte del versículo nos declara lo que Cristo es, y la segunda parte, lo que Cristo ha hecho, y esto corresponde perfectamente con aquello. Como fiel testigo El nos manifestó cuán grande y profundo era su amor para con nosotros, indignos pecadores. Nos amó “hasta el fin”.

Nos corresponde con toda razón pues, creer en su fiel testimonio; recibir su amor, sin merecerlo, dándole nuestro amor en cambio; y ser fieles testigos de él en este mundo. Como primogénito de los muertos, El es un Salvador vivo y poderoso, el único mediador entre Dios y los hombres, y por los méritos y eficacia de su preciosísima sangre puede limpiarnos de todo pecado.

Aquí tenemos el único remedio para la condición desesperada de la humanidad. Por confiar en aquella sangre somos justificados y tenemos paz para con Dios. Creyendo en su Palabra somos resucitados en espíritu, hechos una nueva creación para andar en novedad d’ vida. Como Príncipe de los reyes de la tierra, El tiene la prerrogativa de conceder sus favores a cualquiera que le plazca.

“Si padecemos juntamente con él, seremos glorificados con él”. Si queremos ser hechos reyes y sacerdotes, y participar con él de su herencia incorruptible, la única subida es por estos mismos tres grados: hay que aceptar de todo corazón el amor del Fiel Testigo; conocer por experiencia el poder regenerador del Primogénito de los muertos; y entronizar a Cristo el Príncipe en nuestras vidas con completa sumisión y reverencial temor.

Pasaremos ahora al otro lado del asunto. Después de hablar de todas las bendiciones que Cristo en su amor y por su virtuosa sangre ha derramado sobre los salvos, el tema de este primer capítulo del Apocalipsis cambia, y en el versículo 7 es anunciada su aparición al mundo en toda su majestad: “He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra se lamentarán sobre él”.

Como Príncipe de los reyes, El tendrá que ejercer su imperio sobre todas las naciones. Desde el rechazamiento y crucifixión del Hijo de Dios hace diecinueve siglos, Satanás ha usurpado el dominio sobre los corazones de los hombres. El es el “príncipe de este mundo”, “el príncipe de la potestad del aire … que ahora obra en los hijos de la desobediencia”.

El éxito alcanzado por él en sus maquinaciones malignas contra Dios y su Hijo tendrán su colmo en el levantamiento del Anticristo y la Bestia, dos personajes extraordinarios, los instrumentos voluntarios del diablo, pretendiendo la abolición de todo verdadero culto al Dios vivo y, en cambio, afirmando un reino bajo el supremo gobierno de Satanás.

¡Pero cuán cabal y terrible será la derrota de esta confederación inicua! Cristo, llevando escrito en su vestidura el nombre de Rey de reyes y Señor de señores, con ojos como llama de fuego y con muchas diademas en su cabeza, los herirá con la espada aguda que sale de su boca. El diablo, el Anticristo y la Bestia serán lanzados en el lago de fuego y azufre; y serán atormentados día y noche para siempre jamás. Con qué aclamación y júbilo celebrarán los redimidos esta gloriosa victoria, pero ¡cuán indescriptibles serán los gemidos, el remordimiento, el desencanto y el justo castigo de los alistados en las filas de Satanás!

“Escogeos hoy a quién sirváis”.

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