El pariente cercano (#705)

El  pariente  cercano

 

Cristián E. Chirinos, Maracaibo, 1929-1989

Senderos Espirituales, 1986

 

Cuando tu hermano empobreciere, y vendiere algo de su posesión, entonces su pariente más próximo vendrá y rescatará lo que su hermano hubiere vendido. Y cuando el hombre no tuviere rescatador, y consiguiere lo suficiente para el rescate, entonces contará los años desde que vendió, y pagará lo que quedare al varón a quien vendió, y volverá a su posesión. Mas si no consiguiere lo suficiente para que se la devuelvan, lo que vendió estará en poder del que lo compró hasta el año del jubileo; y al jubileo saldrá, y él volverá a su posesión.
Levítico 25.25 al 28

Hará la cuenta con el que lo compró, desde el año que se vendió a él hasta el año del jubileo …
Levítico 25.47 al 52

Si tú quieres redimir, redime; y si no quieres redimir, decláramelo para que yo lo sepa; porque no hay otro que redima sino tú, y yo después de ti,                                                                                 Rut 4.1 al 10

 

La ley de la redención es una de las más hermosas de la Biblia; demuestra el corazón de Dios quien no quiere que persona alguna permanezca en la esclavitud del pecado. Toda la ley de la redención tuvo su cumplimiento en el Señor Jesucristo, quien al morir en la cruz pagó el precio de nuestro rescate, librándonos de la esclavitud del pecado, del presente siglo malo y de la condenación eterna.

Cuando un israelita empobrecía, podía enajenar su tierra, o aun él mismo podía venderse como siervo, pero no para siempre. Según sus posibilidades, estaba en el deber de redimirse, pagando el precio de su rescate; si no estaba en condiciones de hacerlo, debía hacerlo un pariente cercano; y aun si este no quería o no podía, en el año del jubileo tanto el siervo como su posesión quedaban en libertad.

En el libro de Rut vemos un caso de redención hecha por un pariente cercano llamado Booz. Pero veamos cómo Cristo llenó totalmente todas las exigencias de la ley del Redentor.

 

1. El Redentor tenía que ser un pariente cercano,
es decir uno de la misma sangre.

En el caso de Rut había sólo dos parientes cercanos. Uno no quiso redimir. Final-mente Booz redimió; fue el redentor, tanto de Rut y Noemí, como de la posesión que Elimelec, marido de Noemí, había enajenado.

Pero en el caso nuestro ¿quién podía redimir? Todos nuestros parientes cercanos eran tan esclavos al pecado como nosotros, “Por cuanto todos pecaron, y están desti-tuidos de la gloria de Dios”, Romanos 3:23. Sólo un justo podía redimir, pero ¿dónde encontrarlo? “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”, Juan 1:29. ¡Gracias a Dios por Jesucristo, su don inefable!

“Por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban du­rante toda la vida sujetos a servidumbre”, Hebreos 2:14,15.

Cristo tomó un cuerpo semejante al nuestro pero sin pecado; Él realmente se hizo hombre, y como hombre perfecto pagó con su muerte el precio de nuestra redención. “Fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corrupti­bles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un Cordero sin mancha y sin contaminación”, 1 Pedro 1:18,19.

Redentor: ¡Oh, qué belleza en tal título se ve! Cristo solo con certeza, digno de llevarlo fue. Redentor: ¡Qué alegría tuyo ser!

 

2. El pariente cercano debía redimir
cuando el hombre pobre no podía hacerlo por sí mismo.

Rut y Noemí, dos mujeres viudas ¿cómo podían pagar por su rescate? Imposible. En igual condición estábamos nosotros, no podíamos pagar por nuestra redención. Ningún pecador puede salvarse a sí mismo, “porque la redención de su vida es de gran precio, y no se logrará jamás”. “¿Qué recompensa dará el hombre por su alma?” Salmo 49:8; Marcos 8:37.

Más gracias a Dios, “cuando aún éramos débiles, a su tiempo, Cristo murió por los impíos”, Romanos 5:6. Si Cristo no se hubiera presentado para morir por nosotros, no habría ni la más mínima esperanza de salvación para ningún mortal, estaríamos perdidos para siempre, pero ¡alabado sea Dios! Cristo pagó por pura gracia y nos ha dado una redención gratuita.

La cuenta está saldada. El trono de Dios no tiene nada que demandar de nosotros. “¿Quién acusará a los es cogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros”, Romanos 8:33‑34.

Querido hermano, descansa seguro. Dios no demanda dos veces la misma cuenta. Ya Cristo pagó.

 

3. El pariente cercano debía tener con qué redimir.

Booz era hombre rico, por eso Noemí dijo a Rut: “Nuestro pariente es aquel varón, y uno de los que pueden redimirnos”.

¿Podía Cristo redimir? ¿Podía pagar el precio? El precio era inmenso. Era necesario pagar con una vida limpia, perfecta y sin mancha. La obra del Calvario es elocuente, “Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios”, 1 Pedro 3:18. La expresión “una sola vez” indica que tal sacrificio fue suficiente.

“Cristo con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados”, Hebreos 10:14. La vida limpia de Cristo, al darla en sacrificio por nuestros pecados, llenó completamente las exigencias de la justicia divina. Dios está satisfecho y nosotros gozamos de una libertad plena.

 

4. El pariente cercano debía querer redimir.

No estaba obligado a ha­cerlo, era un acto voluntario. En el caso de Rut, el pariente más cercano no quiso, porque dañaba sus intereses. No buscaba el bien del otro; buscaba lo suyo propio. Pero Booz redimió voluntariamente sin coacción.

¿Quién obligó a Cristo a poner su vida por nosotros? Nadie; Él mismo dijo: “Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar”, Juan 10:17‑18. Sólo el amor constriñó a Cristo a hacerlo.

No fueron los clavos los que le sujetaron al madero sino su amor. “Cristo nos amó, y se entregó a si mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante”, Efesios 5:2. No hay méritos en nosotros. Todo lo debemos a Él.

Lo que somos y tenemos, sólo es nuestro en Él.

 

5. El pariente cercano debía
pagar totalmente el precio del rescate.

Debía hacerse un cálculo minucioso hasta el año del jubileo. Esto era necesario para que el siervo pudiera quedar totalmente libre.

Cristo en la cruz exclamó con voz de triunfo: “¡Consumado es!” Cuando quisieron darle una bebida de vinagre mezclada con hiel, posiblemente para mitigar sus dolores, no quiso beberla; Él vino a ser como el Cordero Pascual, el cual tenía que ser asado totalmente al fuego, no podía quedar nada de él crudo. Si Cristo hubiera dejado de pagar algo en la cruz, nuestra redención sería incompleta. Pero, ¡gloria a Dios! Cristo canceló toda la deuda. “Ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús”, Romanos 8:1.

Hermanos, tengamos confianza. Nuestra redención es completa y segura. El infierno no puede condenarnos. Satanás no puede acusar a los escogidos de Dios, y aunque lo haga, su acu­sación no tiene validez. Nuestras imperfecciones pueden hacernos gemir pero no pueden llevarnos a la perdición. Sólo esperamos el día cuando también nuestros cuerpos, mortales ahora, serán redimidos de la corrup­ción y de la muerte.

Redentor bendito: Esperamos el día de tu gloriosa venida. “¡Sí: Ven Señor Jesús!” Apocalipsis 22:20.

¡Oh qué triunfo más brillante! ¡En el cielo un hombre entró! Y es allá representante de su pueblo a quien salvó.

 

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