Amasías (#494)

Amasías

 

N R Thomson

 

 

Hay una cosa muy llamativa en la lista de los antepasados de Cristo el Rey. Mateo omite los nombres del rey Aamasías y también de su padre Joás y de su abuelo Ocozías. Él dice que Joram engen­dró a Uzías, para citar catorce reyes en la lista. Es verdad lo que dice, porque Uzías era tataranieto de Joram. Pero en los archivos de Dios, los tres descendientes intermedios fueron eliminados en este catálogo. Nos hace pensar en Ezequiel 13:9: “Estará mi mano contra los profetas que ­ven vanidad y adivinan mentira; no estarán en la congregación de mi pueblo, ni serán inscritos en el libro de la casa de Israel”.

Aunque un creyente renacido nunca tendrá su nombre borrado del libro de la vida del Cordero (Apocalipsis 3:5), sin embargo puede tener su nombre borrado de la lista de los premiados en el día de la remuneración. “Retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona”. “Mirad por vosotros mismos, para que no perdáis el fruto de vuestro trabajo, sino que recibáis galardón completo”. “Nadie os prive de vuestro premio” (Apocalipsis 3:11, 2 Juan 8, Colosenses 2:18).

Joab no aparece entre los premiados de David en 2 Samuel 23, aunque era general de su ejército. Su propio escudero, Naharai, recibió su galardón, siendo más fiel de corazón que su superior (v. 37).

Amasías al principio “hizo lo recto ante los ojos de Jehová, aunque no de perfecto corazón” (2 Crónicas 25:2). La raíz de su mal era su orgullo. Quería demostrar su capacidad y poderío delante de todos. Siendo carnal, él no confiaba sen-cillamente en el Señor para efectuar sus hazañas. “Pasó en lista … trescientos mil escogidos para salir a la guerra … y de Israel tomó a sueldo por cien talentos de plata a cien mil hombres valientes. Mas un varón de Dios vino a él, y le dijo: Rey, no vaya contigo el ejército de Israel: porque Jehová no está con Israel” (2 Crónicas 25:5-7). Amasías respondió al consejo, pero lamentó su pérdida material de haber pagado los cien talentos. “Y el varón de Dios respondió: Jehová puede darte mucho más que esto”. No dijo que Dios se lo daría, porque Dios solamente se compromete en honrar a los que le honran. Él sostiene al arrepentido, y provee todo para el humilde de corazón.

Pero Amasías no era humilde de corazón, como lo demostró después en su comportamiento con Joás. Resultó que él ganó una victoria militar sobre Edom, pero perdió la batalla espiritual. Se jactó de su éxito, de modo que Dios permitió que se vengaran de él los soldados israelitas que él había despedido por consejo del varón de Dios, y mataron a tres mil personas en las regiones de Bet‑horón. Salomón dijo: “Antes del quebrantamiento es la soberbia, y antes de la caída, la altivez de espíritu. Mejor es humillar el es­píritu con los humildes que re­partir despojos con los soberbios”.

Desgraciadamente Amasías repartió despojos con los soberbios. Volviendo de la matanza de los edomitas, “trajo también consigo los dioses de los hijos de Seir, y los puso ante sí por dioses, y los adoró”. Cuando el profeta le reclamó su caída, él le respondió con altivez de espíritu: “¿Te han puesto a ti por consejero del rey?”

Su soberbia no se disminuyó. Buscó ocasión contra el rey de Israel, quien le respondió sabiamente: “Tú dices: He aquí he derrotado a Edom; y tu corazón se enaltece para gloriarte. Quédate ahora en casa. ¿Para qué provocas un mal que puedas caer tú y Judá contigo?” Dicho y hecho. “Cayó Judá delante de Israel … y Joás… derribó el muro de Jerusalén … asimismo tomó todo el oro… en casa de Dios”. De modo que Amasías cosechó el resultado de su soberbia, y murió en una conspiración contra él.

Cuando un creyente hace mal, y luego resiste el consejo y disciplina de los ancianos de la asamblea, nunca se volverá a levantar hasta que se humille. Su soberbia le llevará a peores cosas y él sufrirá peor disciplina de parte del Señor. Si no se humilla; si permanece enaltecido de corazón y con altivez de espíritu, perderá su galardón eterno, y no se hallará escrito entre los premiados en el Tribunal de Cristo.

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