Josafat (#491)

Josafat

 

N R Thomson

 

 

Josafat se destaca en la Biblia como un hombre bueno pero débil. “Anduvo en todo el camino de Asa padre … haciendo lo recto ante los ojos de Jehová. Con todo los lugares altos no fueron quitados”
(1 Reyes 22:43).

Su justicia se demostró cuando llamó a los jueces de la tierra para amonestarlos. “Mirad lo hacéis: porque no juzgáis en lugar de hombre, sino en lugar de Jehová … porque con Jehová nuestro Dios no hay injusticia, ni acepción de personas, ni admisión de cohecho” (2 Crónicas 19:7). ¡Ojalá que todo asunto en las asambleas se tratara con la misma justicia, sin parcialidad!  “A los que persisten en pecar, repréndelos delante de todos, para que los demás también teman. Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, y de sus ángeles escogidos, que guardes estas cosas sin prejuicios, no haciendo nada con parcialidad”
(1 Timoteo 5:19‑21).

Su fidelidad a la Casa de Dios se manifestó al principio de su reinado cuando “se animó … y quitó los lugares altos y las imágenes”
(2 Crónicas 17:6). Luego envió cinco príncipes y nueve levitas con dos sacerdotes “para que enseñasen en las ciudades de Judá … y enseñaron en Judá, teniendo consigo el libro de la ley de Jehová” (2 Crónicas 17:7‑9). Nos da ejemplo de la necesidad de tal enseñanza entre las asambleas hoy en día. Hay falta del conocimiento del Libro. “Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fíeles que sean idóneos para enseñar también a otros”
(2 Timoteo 2:2). Pocas asambleas piden cultos especiales de enseñanza, y pocos asisten a los estudios bíblicos para aprender. Hay muchos creyentes débiles, y muchos vuelven atrás. Otros siguen las prácticas de la asamblea por mera costumbre, sin saber el por qué. Por consiguiente, cuando llegan predicadores con otras prácticas, ellos creen que “lo mismo da”. No han aprendido los principios bíbli­cos que gobiernan nuestras prácticas.

Su fe se declaró en tiempo de angustia. Los enemigos se unieron contra él. Josafat consultó al Señor y también buscó la comunión con otros en la oración. Él fue a la Casa de Dios y dirigió las oraciones. Con humildad, confesó: “No sabemos qué hacer, y a ti volvemos nuestros ojos”. Dios no desampara al que confía en Él. El profeta Jahaziel le dio el mensaje del Señor para animarle: “No temáis ni os amedrentéis … Paraos, estad quietos, y ved la salvación de Jehová con vosotros”. Dios les dio la victoria. Agradecidos, volvieron a Dios con acciones de gracias, y con mucho gozo (2 Crónicas 20:1-28).

 

Su debilidad se reveló cuando no aplicó la Palabra de Dios a su propia vida. Él cedió a la creencia de que un buen motivo justifica hacer algo contra las Escrituras. Él deseaba la unidad de las naciones divididas. Sin duda éste fue su buen propósito al buscar amistad con el impío Acab, rey en Samaria. Pronto contrajo parentesco con él, uniendo en yugo desigual a su hijo Joram con Atalía, hija de Acab y su malvada esposa Jezabel. Pero, ¿haremos males para que vengan bienes? La pregunta de Pablo en Romanos 3:7,8 nos indica que no hay excusa por hacer mal.

Jehú el profeta condenó la unión de Josafat con Acab (2 Crónicas 19:2). Cuando él salió a la guerra con Acab, Dios le salvó la vida, pero no le salvó del engaño provocado por el espíritu de mentira (18:21), ni le salvó de la derrota.

 

Esto nos enseña que si deso-bedecemos a la Palabra de Dios, aunque Dios nos cuida físicamente según su promesa de nunca desampararnos, sin embargo Él permite que seamos vencidos por espíritus engañadores con doctrinas falsas. Josafat fue conducido a continuar su amistad ilícita con Ocozías, y entró en yugo comercial con él. “Hizo una compañía para construir naves”. “Eliécer… pro-fetizó contra Josafat, diciendo: Por cuanto has hecho compañía con Ocozías, Jehová destruirá tus obras. Y las naves se rompieron”.
(2 Crónicas 20:36‑37). Pero en
1 Reyes 22:49 se revela que Josafat se sometió a la reprensión. Cuando Ocozías quiso seguir con otro esfuerzo, Josafat no quiso. Esto indica Josafat, con toda su debilidad, no fue rebelde a Dios.

 

Debemos entender la diferencia entre la debilidad y la maldad; entre el descuido y la rebeldía; entre la flaqueza y la arrogancia. “Como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación” (1 Samuel 15:23). Al contrario, debemos soportar flaquezas de los débiles (Romanos 15:1). Esto, por supuesto, no justifica la debilidad ni la desobediencia que la acompaña. La debilidad resulta de la ignorancia de la Biblia. Hay la falta de leerla con frecuencia, de meditar en ella y retener sus preceptos. “Os he escrito a vosotros, jóvenes, porque sois fuertes, y la palabra de Dios permanece en vosotros, y habéis vencido al maligno” (1 Juan 2:14). Este es el único remedio para la debilidad.

Esta flaqueza de Josafat causó que él perdiera su influencia para bien. Al principio conducía al pueblo a Jehová el Dios de sus padres, y destruyó los lugares altos (san-tuarios ajenos al Templo). Pero al final leemos, “Con todo eso, los lugares altos no fueron quitados”
(2 Crónicas 20:33). Ya Josafat no tenía fuerza para resistir estas degeneraciones. Al contrario, Caleb nos da ejemplo de la fuerza en la vejez (Josué 14:11). El apóstol Juan también como anciano de edad escribe: “Hijitos, permaneced en Él … para que en su venida no nos alejemos de Él avergonzados”
(1 Juan 2:28).

 

 

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