Jabes (#468)

Jabes

 

Héctor Alves

 

 

«… al cual su madre llamó Jabes, diciendo: Por cuanto lo di a luz en dolor. E invocó Jabes al Dios de Israel, diciendo: ¡Oh, si me dieres bendición, y ensancharas mi territorio, y si tu mano estuviera conmigo, y me libraras de mal, para que no me dañe! Y le otorgó Dios lo que pidió», 1 Crónicas 4.9,10.

El Primer Libro de Crónicas comienza con «Adán, Set, Enós» y continúa con 141 versículos que contienen muchos nombres, algunos de ellos difíciles de pronunciar. Después de ellos hay una referencia abrupta a Jabes y su oración. Su biografía consta de sesenta y dos palabras. Es una historia breve como un oasis en el desierto, una fuente de agua refrescante en un desierto, o por lo menos en medio de genealogías que muchos considerarían tediosas.

El nombre de una persona en la Palabra de Dios suele ser significativo. Su madre le llamó Jabes – «él trajo tristeza» – porque le parió con dolor. Poco pensaba ella en ese momento que él iba a ocupar un puesto de honor en las crónicas inspiradas de los hombres de Israel.

 

Todo lo que sabemos de este hombre se encuentra en estos versículos. Era conocido por su humildad, oración y justicia. Era más ilustre que sus hermanos, aun cuando no leemos que ellos no eran honorables. A lo mejor sí eran. No nos está dicho de qué manera él era más ilustre, pero su oración nos da la clave.

No sabemos precisamente dónde vivía Jabes, aunque parece que fue en un tiempo en que se estaba tomando posesión de la tierra de promisión. Es probable que haya sido contemporáneo de Caleb y Josué. El Espíritu Santo le señala como uno que invocaba al Dios de Israel. Aun cuando nacido en tristeza, Jabes buscaba mejorarse; no era un hombre cualquiera.

El primer versículo del capítulo parece dar a entender que era de la tribu de Judá. Ahora, al nacer Judá, su madre Lea dijo: «Esta vez alabaré a Jehová»; por esto llamó su nombre Judá. Es de notar el contraste entre los dos nacimientos y entre los nombres que las madres escogieron.

 

Algunas vidas comienzan en tristeza y terminan en gozo. Sea cual fuere que haya faltado en la vida de Jabes, él lo llevó a Dios en oración. Invocó a Dios del pacto, el de Abraham, Isaac y Jacob. Hoy en día nos dirigimos al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, orando al Padre a través del Hijo.

Sería difícil encontrar en las Escrituras una oración más enfocada y específica que la de Jabes. Se caracteriza por confianza, sencillez, precisión y brevedad. En pocas palabras él pidió prosperidad, preservación y paz. Jabes manifestó humildad, incapacidad y confianza en Dios. Él deseaba estar bien ante Dios, gozar de comunión y estar en buena condición de alma.

Dios le concedió lo que pidió. Quizás si tuviéramos más del espíritu de Jabes al orar, más de lo que pedimos sería concedido. Este hombre sabía qué quería, y presentó sus peticiones de una manera seria y confiada. ¿Pedimos y no recibimos, por pedir mal? Santiago 4.3.

 

Veamos el texto de su oración.

 

Oh, si me dieres bendición Esto nos hace recordar las palabras de su antepasado Jacob, cuando el Varón luchaba con él, diciendo: «No te dejaré si no me bendices», Génesis 32.26. Jabes sabe el valor de una bendición divina, y comienza con esta nota. Estaba rogando, como hace entender el uso de la

 

Oh ensancharas mi territorio [mis linderos] Esta petición comple-menta la primera. Estaba ajustada al día en que Jabes vivía, porque Josué había recibido órdenes de poseer la tierra. Aun cuando Jabes había recibido su herencia, quedaba mucha tierra por tomar y él quería poseerla para Dios. Un deseo por más posesiones terrenales no es en sí un deseo terrenal no más. Es cierto que suele ser, pero el caso de Jabes nos hace ver que no siempre es así.

Hay aquí una lección espiritual para nuestra instrucción; debemos desear que nuestro «territorio» sea ensanchado en el conocimiento de la Palabra de Dios para que estemos en condiciones de «conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para [estar] llenos de todo la plenitud de Dios».

 

si tu mano estuviera conmigo Esta también amplía la primera petición. Vemos una progresión: bendición, ensanchamiento y ahora protección y poder. Jabes se pondría en la mano de Dios, confiando en ayuda divina en todas su empresas. Aquí hay más que un deseo por la presencia de Dios; él quería su poder en todo el servicio que emprendiera.

 

me libraras de mal, para que no me dañe Esta última petición es la más amplia. Jabes sabía algo de lo engañoso de su propio corazón. No pidió largos años ni exención de problemas, sino que Dios lo librara del mal. Parece que temía meterse en algo que le perjudicaría. Al decir, «que no me dañe», dio a entender su propia debilidad y quería ayuda espe-cíficamente en esto. Haríamos bien al orar de esta manera hoy en día, porque es fácil para cualquiera de nosotros con-taminarnos por la impiedad que nos rodea.

 

Y Dios le concedió sus peticiones. Cuán hermosa esta conclusión a una biografía sucinta. Jabes no pidió nada que fuera contrario a la mente e Dios; su oración no reflejó egoísmo. La oración eficaz del justo puede mucho. Uno recibe poco al pedir mal; es decir, pedir lo que no corresponde o por un motivo errado. Jabes comenzó en tristeza, vivió honradamente y gustó de la bendición divina. «Honraré a los que me honran,»
1 Samuel 2.30.

 

 

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