Febe (#446)

Febe

Hector Alves

Todo lo que sabemos de esta mujer se encuentra en Romanos 16.1,2, pero allí hay suficiente para que sea incluida entre las mujeres sobresalientes del Nuevo Testamento. Aprendemos que era una hermana bien recomendada, servía la iglesia y ayudada a muchos.

Estos versículos son una carta de recomendación y un patrón para las cartas que expedimos en nuestros días. Son bíblicas las cartas de recomendación, como las llamamos, y por lo regular están a disponibles quienes las pidan. Con una frecuencia indebida hablan de «en feliz comunión» cuando «feliz» no aplica. Por otro lado, se debe hacer mención de la espiritualidad de un hermano o una hermana, y su don cuando lo hay, ya que se da por entendido que el portador es desconocido a quienes reciben la carta

Una carta de recomendación debe ser lo que la palabra «recomendación» da a entender; si no hay nada en particular que recomendar, no nos corresponde decir lo que no es el caso. En cambio, mientras más espiritual sea la persona recomendada, más agradecerán los espirituales que reciben la carta que se haya hecho mención de aquellas cualidades que tiene el otro.

 

El nombre Febe quiere decir «resplandeciente», y ella era una que dejaba brillar su luz; Mateo 5.16. Leemos en otras partes de siervos de Jesucristo, siervos de Dios y «mi siervo», pero esta es la única persona llamada una sierva de la iglesia. La palabra es diákonos.

Algunos entre los santos son diligentes en el reparto de tratados, otros en cultos caseros y algunos en la visitación. Desempeñan su servicio para el Señor fuera de la asamblea. Otros sirven dentro de la iglesia local, y así era esta hermana, una diaconisa sin oficialismo en el seno de la asamblea en Cencrea.

Pablo emplea un término que figura sólo aquí en el Testamento: Febe había «ayudado a muchos» («era auxiliadora», Versión de 1893) a aquellos en dificultad, y Pablo añade: «a mí mismo». Posiblemente visitaba los enfermos, afligidos y pobres. Puede ser que haya defendido el carácter de uno siendo calumniado en su ausencia.

 

Al recomendar a Epafrodito a los santos en Filipos, Pablo escribió: «Recibidlo, pues, en el Señor, con todo gozo, y tened en estima a los que son como él», Filipenses.2.29. El señorío de Cristo está involucrado en la recepción a una asamblea; la comunión es más que disfrutar de los privilegios de la congregación. Es la incorporación en la plena comunión de cada uno particularmente, una recepción de la benignidad de extender hospitalidad, no ser deficiente en atender a cada uno en particular en el hogar. «No os olvidéis de la hospitalidad, porque algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles», Hebreos 13.2.

No se nos informa qué actividad ocuparía a Febe en Roma. Posiblemente era una mujer de bienes y los asuntos legales requerían atención en la metrópolis. A lo mejor necesitaba orientación o ayuda en la ciudad grande, y Pablo exhorta a los santos a prestarle el apoyo que requería.

Hacemos bien al guardar en mente estas cosas sencillas. Siempre hay el peligro de ser estereotipados en nuestro proceder colectivo, dejando entrar el oficialismo en cuestiones de Dios. Somos propensos a pasar por alto las iniciativas que fomentan la verdadera comunión.

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