Rebeca (#421)

 

Rebeca

Perth Gospel Hall


Trasfondo

Lectura:  Génesis 24

Este capítulo y los precedentes y posteriores presentan un cuadro de tiempos futuros:

22   Isaac sobre el altar; el Señor Jesús ira a la cruz

23   Muere Sara; Israel como nación será puesta a un lado

24   Esposa para Isaac; la Iglesia será levantada como esposa para Cristo

25   Abraham se casa con Cetura; después del rapto Dios reanudará su trato con Israel

El capítulo da detalles del despacho del siervo para traer a Rebeca como esposa para Isaac:

  1. 1 la preocupación del padre

vv 2 al 9        el encargo para el siervo

vv  10 al 14   encomendado a Dios en oración

vv 15 al 28    el carácter de Rebeca

vv 29 al 50    la confesión del siervo

vv 51 al 61    el reto para Rebeca

vv 62 al 67    la llegada de Rebeca

Nuestro estudio se centrará en las áreas que tratan directamente con Rebeca. Basta notar que Abraham es específico en las instrucciones para su siervo. Para perpetuar el nombre de la familia se ha podido tomar una esposa de la zona donde él vivía, pero para cumplir con el plan divino ella debería venir de “mi tierra” y tendría que estar dispuesta a salir de allí a su esposo, “no vuelvas a mi hijo allá”, v. 6.

No se nombra el siervo, pero ha podido ser Eliezer de Damasco, 15.2. Él no es importante en la selección de la esposa, pero en todo momento depende de Dios; “Oh Jehová … te ruego”, 24.12. En su confesión en el hogar él no habla de sí, sino de su amo: “Yo soy criado de Abraham”.

El carácter de Rebeca, vv 15 al 28

Su nombre y su belleza     Rebeca quiere decir una que cautiva o tiene gracia.  Era “de aspecto muy hermosa”, v. 16. Aun cuando no buscamos proyectar la apariencia externa del pueblo de Dios, debe haber evidencias externas que son positivas. Algo externo ha debido señalar a los discípulos; “les reconocían que habían estado con Jesús”, Hechos 4.13. También se nos manda: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras”, Mateo 5.16. En estos tiempos por demás pecaminosos, una pureza moral debería caracterizar al pueblo de Dios; Pablo mandó a Timoteo a guardarse “puro”, 1 Timoteo 5.21.

Su ejercicio

  1. 15 su cántaro sobre el hombro
  2. 16 llena su cántaro
  3. 19 agua para los camellos también
  4. 20 corrió al pozo

Todos estos detalles indican que no temía trabajo duro. Como cristianos, se nos manda: “Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas”, Eclesiastés 9.10. “En lo que requiere diligencia, no perezosos”, Romanos 12.11. Leemos de los discípulos que cuando el Señor les llamó por primera vez, estaban ocupados en lavar las redes, Lucas 5.2, y en remendarlas, Marcos 1.19. Dios utiliza la gente ocupada.

Su identidad    “Soy hija de Betuel”, v. 24. No tenía miedo para decir a quién pertenecía. Pablo escribió de su nueva identidad como siervo de Jesucristo: “No me avergüenzo del evangelio de Cristo”, Romanos 1.16. Cuán triste es leer en Mateo 26.70 al 74 las tres negaciones de Pedro: “No sé lo que dices. No conozco al hombre. No conozco al hombre”. ¿Declaro mi identidad, o procuro guardarla escondida?”

Su bienvenida     “Hay en nuestra casa paja y mucho forraje, y lugar para posar”, 24.25. En el Nuevo Testamento se nos exhorta: “No os olvidéis de la hospitalidad”, Hebreos 13.2. Es una de las características de aquellos que se ejercitan para supervisar en la asamblea: “Dado a la hospitalidad”, 1 Timoteo 3.2. Parece que el Señor Jesús, al trasladarse de lugar en lugar, recibía el beneficio de hogares abiertos para él.

El reto para Rebeca, vv 51 al 61

Una vez que había hablado de su amo y el propósito de su visita, y cómo Dios había con-testado maravillosamente su oración junto al pozo en la llegada de Rebeca, el siervo está deseoso de regresar: “Enviadme a mi señor”, 24.54. La familia deseaba cierta demora: “Espere la doncella con nosotros a lo menos diez días”, v. 55. El mundo y la carne nos impiden en las cosas de Dios. Muchos se acordarán cómo tardaban a responder al evangelio cuando inconversos, y como creyentes en Cristo todavía podemos ser caracterizados por postergar. Es positivo notar en el etíope, Hechos 8.36: “¿qué impide que yo sea bautizado?” Al profesar fe, fue bautizado de una vez por Felipe, conforme al proceder muy evidente en Hechos de los Apóstoles, p.ej. 2.41.

Se presenta el asunto a Rebeca: “¿Irás tú con este varón?” y ella responde de inmediato:
“Sí, iré”, v. 58.

Una decisión como esta no se hace sin costo. Ella iba a renunciar todos sus vínculos locales; era poco probable que volvería a ver la familia y los amigos. Aquellos que viven para Dios y le dan la primacía también pueden encontrar que tiene costo. A los auténticos seguidores el Señor dice: “tome su cruz, y sígame”, Marcos 8.34, y Pablo, reflexionando sobre cómo su vida por Cristo era tan diferente a cómo era cuando inconverso, dice: “estimo todas las cosas como pérdida”, Filipenses 3.8. Podemos estar seguros que cualquier sacrificio, cuando pesado en las balanzas divinas, es “tesoro en el cielo”, Mateo 6.20. Se nos retan las palabras de Romanos 12.1: “Os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional”.

La llegada de Rebeca

Nuestro capítulo termina con el bello cuadro de Rebeca llegando al campo “a la hora de la tarde”, v. 63. El día llegaba a su fin. Solamente una vez terminado este día de salvación, vendrá el esposo celestial. Es justamente en este punto del largo viaje de Rebeca con el siervo que ella vio a Isaac, v. 64. Hay la unión entre ellos; “la trajo Isaac a la tienda de su madre”, y “se consoló Isaac”.

¡Cuán bendito es el encuentro, el desierto atrás,
y el estar en su presencia sin salir jamás!
Él, en toda su hermosura, yo, por su favor,
compartiendo de su Padre plenitud de amor.

 

 

E. L. Moore

Rebeca (engrillada, por su belleza; obstaculizar), esposa de Isaac y madre Jacob y Esaú.

 

 

Nunca volvería a experimentar un día como aquel, comenzando con trayecto diario al pozo cargando su cántaro y terminando con los preparativos apresurados para viajar hacia el oeste en la madrugada del día siguiente. Fueron casi incomprensibles aquellos momentos junto al pozo, la conversación tan intrigante con aquel extranjero y regalo maravilloso que él le dio por haber convidado agua.

Rebeca era una doncella única, y el significado de cada evento extiende mucho más allá de las escenas terrenales. En nuestra primera visión de ella, tan bella y pura en sus acciones, apariencia actitudes, aparecen algunas cualidades destacadas — amistosa y atenta, humilde y respetuosa, servicial y hospitalaria. En medio todos los eventos casi indescriptibles que sucedieron junto al pozo y dentro de la casa, se desarrolló en su corazón la firme convicción de que Jehová la estaba guiando, lo que culminó en una respuesta confiada y decidida, «Si, iré» (Génesis 24:58).

En verdad su experiencia fue única, y revela preciosas verdades espirituales. Su promesa de matrimonio y el viaje a través del desierto, bajo la guía del siervo fiel, representan escenas preciosas y una vista previa de los eventos espirituales que están ligadas con la Iglesia, la esposa del Cordero. En forma práctica, estas experiencias sirven para sugerir lecciones en relación a los compromisos y al matrimonio en la vida terrenal.

Sin embargo, los acontecimientos posteriores en la vida matrimonial de Isaac y Rebeca parecen reflejar cambios desfavorables en sus valores espirituales. No les nació ningún hijo durante los primeros diecinueve años de matrimonio. Finalmente, Isaac oró a Jehová, y después que Rebeca concibiera, ella también consultó a Jehová (Génesis 25:21-23). Estas consultas personales ante el Señor, hechas separadamente, nos hacen pensar que tal vez ellos ya estuvieran experimentando un distanciamiento y falta de comunicación entre sí.  La tensión matrimonial iría en aumento, revelándose ésta a través de la parcialidad respecto de sus hijos gemelos.

En sus días de soltero, Isaac estaba acostumbrado a meditar en el campo (Génesis 24:63). Al paso de los años, iba cultivando un apetito carnal por el guisado de caza, y había comenzado a ligar su afecto por  Esaú con la habilidad de éste de cazar y de cocinar. Rebeca, quien estaba determinada a ver la especial bendición patriarcal impuesta sobre su hijo favorito Jacob, urdió un plan sin esperar pacientemente que Dios cumpliera sus promesas en el tiempo señalado. La falta de confianza en la palabra de Jehová se mostró en su intervención. La falta de comunicación con su esposo resultó en su actuación independiente para engañar a Isaac. Tal vez ella no viviera de acuerdo a la descripción de la mujer virtuosa: «Le da ella bien y no mal» (Proverbios 31:12). Sin embargo, aunque no podemos pasar por alto el esfuerzo premeditado de Rebeca de engañar a su marido, debemos recordar que Esaú estaba acostumbrado a menospreciar los valores espirituales.

Es evidente que Rebeca murió sin volver a ver a su hijo amado. Ella aparece por última vez en el Antiguo Testamento en Génesis 49:31, y reaparece en el Nuevo Testamento en Romanos 9:10. Finalmente, en Hebreos 11:20, donde se hace mención de su esposo e hijos, se establece la bendición con respecto a cosas del futuro.

Sus palabras:  «Sí, iré» (Génesis 24.58).  «Ahora, pues, hijo mío, obedece a mi voz» (Génesis 27.8,43)

 

 

DRA  EMA

 

La historia de esta novia modelo, Rebeca, se encuentra en Génesis 24 al 29. Es una ilustración de (a) el pecador que recibe por la fe la gran oferta de la salvación; (b) la Iglesia, planificada por el Padre, buscada y traída al Hijo por obra del Espíritu Santo; (c) ciertos principios del noviazgo cristiano.

Después de la muerte de Sara, Abraham no quiso que Isaac tomara para sí una mujer de

 

las cananeas porque eran paganas. Por lo tanto, mandó a su siervo de confianza en un largo viaje —quizás 900 kilómetros—a Mesopotamia a buscar una esposa para su hijo. Rebeca era nieta de Nacor, un hermano de Abraham que le había acompañado hasta Harán, Génesis 11.27, 24.15

Habiendo el siervo pedido a Dios señales para que le mostrase la joven apropiada, no le quedó duda de que la mujer para Isaac era Rebeca. El testimonio del criado a los familiares en cuanto a Abraham e Isaac fue: Jehová ha bendecido mucho a mi amo y Sara, mujer de mi amo, dio a luz en su vejez un hijo a mi señor, quien le ha dado todo cuanto tiene. Seis veces leemos en Génesis 24 del siervo en el camino; “guiándome Jehová en el camino a casa de los hermanos”, 24.27.

El capítulo 24 del Génesis relata mucho sobre esta doncella. Resalta su hermosura física, moral y espiritual; su disposición de trabajar; y su carácter decisivo. Cuando el criado había cumplido su misión, el quería regresar a su amo enseguida, pero los padres de Rebeca (Nacor era hermano de Abraham) querían que esperase al menos diez días. La pregunta fue puesta a Rebeca: ¿ Irás tú con este varón ? y ella respondió: Sí iré. (Diez en la Biblia es el número del hombre bajo prueba a ver cómo se comportará. Para quien no es salvo, el mensaje es: No te jactes del día de mañana, porque no sabes qué dará de sí el día, Proverbios 27:1 )

Al final del largo viaje, Rebeca vio de lejos a Isaac. El había estado meditando en el campo pero alzó los ojos y, al ver que venían, los fue a encontrar. Rebeca le pregunta al criado: ¿Quién es este varón que viene por el campo hacia nosotros? El criado respondió: Este es mi señor. Ella entonces tomó el velo y se cubrió, tal como haría una joven casta en aquellos tiempos en señal de reverencia.

Dice el relato que la trajo Isaac a la tienda de su madre Sara, y tomó a Rebeca por mujer y la amó; y se consoló Isaac después de la muerte de su madre. En aquellos tiempos antes de la ley, la poligamia era cosa frecuente, pero nunca leemos que Isaac tomó para sí otra mujer, ni siquiera una concubina. Sin embargo, su esposo le expuso una vez al mismo peligro que Sara había conocido dos veces; 26.7 al 11. Leemos que Isaac amó a Rebeca, pero no leemos del amor de ella hacia él.

Después de varios años sin hijos, fue Isaac quien oró por su mujer, que era estéril. Oyó Jehová. Rebeca tuvo mellizos, los primeros que se mencionan en la Biblia. Génesis 25.19 al 26. Desafortunadamente, vemos que con el correr de los años hubo desacuerdo entre Isaac y Rebeca. El favorecía a Esaú, el cazador, y ella favoreció a Jacob, el más apegado al hogar. Como ha sucedido muchas veces a lo largo de los siglos, la novia modelo no resultó ser una esposa o madre modelo. 25.27 al 34.

Llegó el día cuando se cumplió lo que Dios había dicho de los hijos antes de su nacimiento: El mayor servirá al menor. Lo último que leemos de Rebeca es que le propone a Jacob engañar a su padre y así asegurarse de la primogenitura. Sus fines eran que se cumpliera lo dicho por Dios, pero los medios que ella utilizó trajeron graves consecuencias a Jacob, y una enemistad que existe hasta el día de hoy entre judíos y árabes. Jacob se marchó del hogar, y no tenemos conocimiento de que la madre haya vuelto a ver a su hijo querido. 27.1 al 40. “Ahora, pues, hijo mío, obedece a mi voz”, 27.8. Parece que su actitud fue: “Hagamos males para que vengan bienes”, Romanos 3.8, pero la norma en Santiago 1.20 es que la ira del hombre no obra la justicia de Dios.

Para una exposición doctrinal de la cuestión de los dos hijos en los propósitos de Dios, véase Romanos 9.10 al 16

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