María de Betania (#406)

María de Betania

 Jack Hay

 


Introducción

María era posiblemente la más piadosa de las mujeres reseñadas en las Sagradas Escrituras. Su percepción espiritual sobrepasó la de sus contemporáneos, los doce apóstoles incluidos.

Ella figura en tres incidentes en los Evangelios, y en cada ocasión estaba abajo a los pies de su Señor. En Lucas 10.39 está sentada a sus pies como alumna, en Juan 11.32 cae a sus pies como doliente y en Juan 12. 3 ella unge sus pies como adorador. Cada vez fue criticada o mal entendida. Aquellos que son especialmente devotos a Cristo pueden experimentar esto. Su afecto, lealtad y espiritualidad es una crítica inaudita de la frialdad, mundanalidad y carnalidad; ¡a veces hay reacción!

En cada ocasión María guardó silencio. No respondió a la descarga de mal genio de parte de Marta, ni a la estocada salvaje de Judas, ni a la vana especulación de los judíos en Juan 11.31. Pacientemente, dejó que Otro abogara su causa, así como Él hizo cuando le maldecían, 1 Pedro 2.23. ¡Lejos todo esto de nuestras protestas y bravuconadas cuando creemos necesario defender nuestra causa!

Sabemos de solamente una declaración directa de parte de María, Juan 11.32, de manera que ella es conocida por lo que hacía y no lo que decía. Lo mismo se puede decir de Dorcas en Hechos 9.36 a 43. No se registra una sola sílaba que expresó, pero, como María, su vida tuvo gran impacto sobre otros. Esto debe ser un estímulo para las hermanas espirituales. Las Escrituras prohíben su participación audible en las reuniones de la asamblea, pero, no obstante, un carácter santo y una vida devota producen una impresión sobre todos, tanto creyentes como inconversos.

Su deseo

Somos informados en Lucas 10 de una elección que María hizo: “María ha escogido la buena parte”, v. 42. Su deseo fue sentarse a los pies de Jesús y oír su palabra, v. 39. Él estaba de visita en Betania, y es una de varias ocasiones en el Evangelio según Lucas cuando fue recibido en un hogar. Sus anfitriones fueron tan diversos como “un gobernador, que era fariseo”, 14.1, y un “jefe de los publicanos”, 19.2; ¡Él no tenía respeto de personas!

Esta vez su anfitriona fue Marta, ya que dice que la casa era suya, 10.38. María tiene primera mención con respecto a la aldea, 11.1, así que es evidente que tenía un perfil más alto en el distrito y más allá, 11.45. Así es hoy día; hay hermanas cuyas vidas se centran en el hogar y hay las que tienen influencia nada intrusa entre familia y vecinos. Otras son conocidas en una esfera más amplia; por ejemplo,  las enfermeras de servicio social que han dejado la fragancia de Cristo en los muchos hogares que han tocado. Tanto las Marta como las María son necesarias; sus funciones son complementarias.

La conducta de María aquel día tenía la aprobación de su Maestro. Algunos posiblemente la consideraron despr-eocupada o floja en contraste con su hermana atareada; el encomio del Señor lo refuta. Ella optó por sentarse a sus pies y oír su palabra. Fue “la buena parte” y el Bendito Maestro no la dirigió a ninguna actividad como sustituto; no se la quitaría.

La lección es clara; el servicio para el Señor es vital, pero nunca debe asumir proporciones que nos obligan a recortar el tiempo a sus pies. Como en otras cuestiones, es crucial guardar equilibrio. Permítanme exhortar a las hermanas a mantenerse ocupadas, visitando los enfermos, atendiendo a los vecinos, cuidando la familia, repartiendo tratados, pero que ordenen su vida para sentarse a los pies del Señor. Esto involucra ser instruidas a la Palabra en las reuniones de la asamblea, pero adicionalmente las hermanas así como los hermanos hacen bien al cultivar comunión con Él a nivel personal.  Esto implica oír su voz por la lectura y el estudio de las Sagradas Escrituras cada día, cosa que no tiene sustituto. Enriquece el servicio en vez de empobrecerlo, pero téngase presente que uno debe escoger aquella buena parte. Muchos otros intereses reclaman su atención, y las demandas sobre su tiempo son abundantes, pero aprendan a priorizar, y opten por sentarse a sus pies y oír su palabra,

Es Jesús, ¡oh qué historia!
Es Jesús, el rey de gloria.
A sus pies es mi lugar,
alabando sin cesar.

Su desolación

María enfrentó una prueba severa en Juan capítulo 11. María, aquella cuya devoción no conocía límite, pero ella misma está siendo probada. Ella era tan excepcional que hubiéramos pensado que estaría inmune de los contratiempos de la vida, pero la espiritualidad no es ningún resguardo de las dificultades. Tanto José como Job eran monumentos de integridad, pero ambos fueron probados incalculablemente.

Seguramente el pesar de María fue aumentado por la demora del Señor. Ella no se imaginaba que su amor por la familia fue más intenso de lo que pensaba. (La palabra para amor en v. 5 es más fuerte que la que las hermanas usaron en v. 3). Ella no sabía que la crisis en esta familia y el alivio tardío fueron para la gloria de Dios y su Hijo,
v. 4. Es muy positivo ver las pequeñas emergencias de la vida en esa óptica. “El Señor al que ama disciplina”, Hebreos 12.6. Cuando Él prueba, es una evidencia de afecto, y da oportunidad para que su poder se manifieste,
2 Corintios 12.9. Su programa es de hecho el mejor.

Todo cuanto Dios permite
obra para bien,
y deseo solamente
responderle: “Amén”.

Con noticias de la llegada inminente del Señor, Marta salió a recibirle. Ella era para la familia lo que Pedro era para los apóstoles: el activista y portavoz. María se quedó quieta, pero al instante que supo que le llamaba a ella, respondió. “Cuando lo oyó, se levantó de prisa y vino a él”, v. 29.

Ella no demoró como hizo la sulamita con consecuencias desastrosas, Cantares 5.3.
No titubeó como hicieron los tres discípulos potenciales al final de Lucas 9. Su respuesta fue pronta y plena. Cuando el Maestro viene y le llama usted, sea para comunión o para servicio, responda con la misma presteza que María, y usted también experimentará una rica bendición.

Al encontrarle, ella dijo: “Señor, si hubiese estado aquí …” Gemidos estaban intercalados entre las palabras, v. 33, y esto le afectó a Él tanto que Él también se estremeció. “Sufrió nuestros dolores”, escribió el profeta en Isaías 53.4, y su simpatía llega todavía a aquellos de corazón quebrantado, porque “no tenemos un sumo sacerdote que no puede compadecerse con nuestras debilidades”, Hebreos 4.15. ¡Todavía hay lugar a sus pies!

Su devoción

La devoción de María se exhibió de una manera singular en Juan 12. En una cena brindada a Él, ella expresó su afecto, gratitud y adoración con ungir sus pies de nardo. El ungüento precioso no había sido usado para su hermano amado. Fue reservado para el Señor Jesús, evidencia de que Él le era más querido que su pariente más cercano. Su valor demuestra que solamente lo mejor era apropiado para Él. Ofrecer menos de lo mejor es ser culpable de robar a Dios, Malaquías 3.8. Podemos robarle de la adoración que le corresponde, del tiempo que debería ser reservado para Él, de la proporción de nuestras entradas que es suya. María entregó todo.

En todo esto, no se oía una palabra. Su adoración silenciosa nos hace pensar en la apreciación sincera que asciende como incienso gasto de los corazones de las hermanas en la cena del Señor. El testimonio sin palabras de su hermano animó a muchos de los judíos a creer en Jesús, v. 11. Lázaro estaba demostrando la realidad de la vida nueva, la de resurrección.

Mientras María estaba ungiendo sus pies con su cabello largo, la casa se llenó del olor. Aquella fragancia no sólo se quedó con Él y con ella también, sino que otros recibieron el beneficio. La adoración tiene una función triple. Cuando el hacimiento de gracias dio lugar a una ofrenda de paces, Levítico 7.12, Dios recibió su porción, y el sacerdote y el oferente y sus amigos también. Así, cuando nosotros hacemos memoria del Señor, nuestra adoración honra a Dios, enriquece nuestras propias almas y trae beneficio a los que refrendan nuestras gracias con su Amén.

La percepción espiritual de María provocó acciones aquel día, v. 7, y lo que hizo fue muy oportuno. Otros desearon ungirle, pero perdieron su oportunidad. Trajeron especias, Marcos 16.1, y las prepararon, Lucas 24.1, gastando recursos y esfuerzos, ¡pero demasiado tarde! El Señor se había resucitado. Aprenda la lección de actuar a tiempo; la demora puede traer decepción. Algunos estaban resueltos a aportar al tabernáculo, ero fueron “impedidos”, Éxodo 36.6. Cada necesidad había sido satisfecha; otros habían respondido más rápidamente. Entonces, hagamos como María: lo que es apropiado, y a tiempo.

 

 

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