Tres responsabilidades elementales (#123)

Tres responsabilidades elementales

 

Las grandes verdades de la doctrina cristiana están enunciadas brevemente en los Evangelios, explicadas en las Epístolas e ilustradas por práctica en los Hechos de los Apóstoles. Este libro de Hechos ilustra cómo creyentes nuevos tomaron tres pasos elementales:

  • El carcelero cumplió con su responsabilidad de creer para salvación, 16.25 a 34
  • El etíope cumplió con su responsabilidad de ser bautizado,
    8.26 a 39
  • Saulo de Tarso cumplió con su responsabilidad de buscar la comunión con el pueblo de Dios, 9.26 a 30

Estas historias ilustran a la vez cómo creyentes maduros cumplieron con sus responsabilidades. Claro, en cada una hay más lecciones, pero vamos a concentrarnos aquí en estas tres experiencias que son modelos para todos nosotros.

 

La responsabilidad de creer

 

Indudablemente el carcelero romano temía por su vida al darse cuenta de que los presos a su cargo podían escapar, pero de una vez recibió confianza del evangelista que esto no había sucedido. Pero el hombre estaba pensando en algo de mucho más importancia al exclamar: “¿Qué debo hacer para ser salvo?”

Años antes, un joven rico había preguntado, un tanto intelectualmente: “¿Que haré para heredar la vida eterna?” Pero el carcelero, convicto y confeso, fue al grano. Él reconoció su necesidad y que tenía una responsabilidad, y estaba convencido de que la solución vendría de otro.

En fin, estaba en condiciones de recibir una respuesta muy puntual: creer,  creer en Cristo, y no dudar del resultado. “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo” es una gloriosa verdad, pero es un mensaje para el oyente que ha llegado adonde estaba el carcelero, y no para el curioso o el indiferente. “Creer” es un término fundamental en el evangelio, pero uno que se presta a gran abuso. La secuencia en el inconverso debe ser siempre la de “arrepentimiento para con Dios, y fe en el Señor Jesucristo”, Hechos 20.21.

Una lección en la historia es que el Espíritu Santo puede emplear circunstancias y experiencias para llevar una persona a este punto. Pero el otro lado de esa moneda es que usó a dos evangelistas. En este caso,  no entraron en el recinto con megáfono en mano y sermón preparado, sino, “sufridos en la tribulación, constantes en la oración”, Romanos 12.12, se posicionaron para dar el mensaje preciso en el momento preciso.

 

La responsabilidad
de ser bautizado

 

El autor inspirado no nos cuenta qué había hecho y oído aquel funcionario etíope en su visita a Jerusalén. Lo que dice es que (y aquí cito de una prédica que oí cincuenta años atrás): “tenía educación, posición, Biblia y probablemente riqueza también; pero más que todo esto, ¡tenía el deseo de ser salvo!”

Pero, más. Siendo salvo, tenía el deseo de ser bautizado. Parafraseando, dos grandes preguntas en Hechos son: “¿Qué impide que yo sea bautizado?”, 8.36, y: “¿Quién impide para que yo sea bautizado?”, 10.47. Usted dice que no tiene problema con, “qué debo hacer para ser salvo”, ¿pero ha sido tan cumplido como para preguntar por qué no se ha bautizado?

Las Escrituras perciben a una persona salva como una persona bautizada. “… el que creyere y fuere bautizado”, Marcos 16.16. Guillermo Williams fue un hombre grandemente usado de Dios por cincuenta años en la evangelización de Venezuela, pero antes de esto le costó mucho someterse a ciertas doctrinas fundamentales. Desde el día después de convertido, él había sido enseñado que el cristiano no tiene que obedecer al Señor en el bautismo, pero una noche él y la señora hicieron un recorrido por Hechos de los Apóstoles.

Anotaron:

Los que recibieron su palabra fueron bautizados, 2.41

Se bautizaban hombres y mujeres, 8.12

Descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó, 8.38

Mandó bautizarles en el nombre del Señor Jesús, 10.48

Cuando fue bautizada, y su familia …, 16.15

En seguida se bautizó él con todos los suyos, 16.33

Muchos de los corintios, oyendo, creían y eran bautizados, 18.8

Felipe cumplió también con su responsabilidad como evangelista. Cuando el nuevo profesante dijo que quería el bautismo, Felipe se aseguró de que era un nuevo convertido. “Si crees de todo corazón, bien puedes”. Esto concuerda con la comisión de Mateo 28.19: “haced discípulos … bautizándolos”.

 

La responsabilidad
de pertenecer a una asamblea

 

Saulo de Tarso, después el apóstol Pablo, es un modelo para nosotros en muchas facetas de la vida cristiana. Dijo: “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo”,
1 Corintios 11.1 Hemos podido usarlo como ejemplo en su salvación y su bautismo, pero aquí vamos a ver solamente su obediencia después de esos dos pasos. Bautizado ya y habiendo testificado a los incrédulos, él “trataba de juntarse con los discípulos”.

Este es el instinto del que ha nacido de nuevo; quiere estar con otros que tienen la misma vida. De aquellos de Hechos capitulo 2, salvos en el día de Pentecostés, leemos: “Todos los que habían creído estaban juntos”. Dios quería esto para los suyos aun en los tiempos de Asaf: “Juntadme mis santos, los que hicieron conmigo pacto con sacrificio”, Salmo 50.5.

La asamblea − la iglesia local − es el medio que el Señor emplea hoy en día. Usted conoce el tan citado pronunciamiento de Mateo 18.20: “Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy en medio de ellos”. Usted ha observado en Hechos de los Apóstoles y en las Epístolas cómo grupos de personas fueron salvados en los viajes de evangelización, y leemos luego de “la iglesia que está en …” En otras palabras, habían sido congregados para formar una asamblea en su ciudad.

La salvación es algo muy personal entre usted y Dios; no requiere la intervención de otro. El bautismo también es muy personal entre usted y el Señor, pero con el detalle que un tercero es empleado para efectuar el acto. No así la asamblea. Es cierto que el Señor está en medio, pero cada asamblea es una fraternidad, una comunión, compuesta de determinados individuos. El conjunto recibe a uno en su seno. Por esto dice que Saulo de Tarso “trataba de juntarse” con los creyentes que constituían la asamblea en Jerusalén.

Pero si Pablo y Silas dijeron, “si crees”, y Felipe dijo, “si crees”, ¡cuánta más cautela encontramos en Jerusalén cuando se presentó ese candidato que recién “asolaba en Jerusalén a los que invocaban este nombre … para llevarlos presos”! Él tenía la responsabilidad de pedir la comunión, y ellos tenían la responsabilidad de dársela – pero solamente al satisfacerse de que era persona idónea para formar parte de la iglesia compuesta de creyentes y responsable directamente al Señor Jesucristo.

¡Ay, gracias a Dios por querido Bernabé! Ananías había sido usado para bautizar a Saulo, y ahora “el hijo de consolación” es usado para testificar por él. El Espíritu Santo todavía emplea diversas maneras para lograr sus propósitos; lo esencial es que usted y yo estemos sensibles a su voz. Esta historia − esta etapa inicial en la carrera de Saulo / Pablo − termina felizmente: “Estaba con ellos en Jerusalén; y entraba y salía”.

Fue muy adrede que mencionamos que fue una parte de la etapa inicial. Él no iba a crecer hasta ser salvo, bautizado e incorporado en el testimonio local. Usted tampoco. Otros tienen la responsabilidad de ayudarlo en estos pasos elementales, pero la primera responsabilidad es suya delante del Señor.

 

 

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