Estoy comenzando con Dios (#110)

Estoy comenzando con Dios

 

G.G. (Jorge) Johnston
Truth & Tidings, 1961

 

 

  1      Soy salvo — Eso es bueno

                     2      Estoy creciendo — Eso es mejor

                     3      He crecido — Un poquito

                     4      Soy bautizado — ¿Qué quiere decir eso?

                     5      Estoy en la asamblea — ¿Y entonces?

                     6      Soy un menor — ¿Para qué preocuparme?

                     7      Tengo empleo — ¿Debo producir?

                     8      Soy un ciudadano — ¿Para qué?

                     9      Me voy a casar — ¿Con quién?

10      Estamos formando el hogar

11      Soy un padre — ¿Qué de Junior?

12      Vamos a trasladarnos — ¿Y eso?

13      Tengo mi propio negocio — ¿Qué persigo?

1    Soy salvo — Eso es bueno

 

¡Qué de misericordia! ¿Sabes de corazón que eras culpable de haber pecado contra Dios, condenado ya, destinado a la perdición eterna?

‘Sí, lo sé. Pero veo que Dios me amaba no obstante mi pecado. Cristo llevó mi juicio en el Calvario, y sé de su Palabra que no me perderé. ¡Es gran cosa la conversión a Dios!’

El que escribe se acuerda bien el día cuando abrió su corazón a Jesús. La escena es fresca dentro de las paredes de su memoria: un pequeño cuarto en la casa de mi padre, un creyente paciente que era deseoso de guiar mi afligida alma a la luz por medio de las Escrituras; pero nada de luz arrojada de las porciones bíblicas que leímos y repasamos.

Y entonces el pensamiento que si Cristo murió por pecadores, ¡entonces Él murió por mí! Aquel versículo precioso, Juan 3.16, no decía ‘Cristo murió por los pecadores’, pero yo veía que tenía ese mensaje. ¡Parece que se me reventaba el corazón! Nos arrodillamos juntos y por primera vez le di gracias a Dios por haber salvado mi alma. Nací dos veces en una misma casa. Y tú: ¿Dónde naciste la segunda vez? No quieres olvidarlo, y quieres dar gracias a Dios, otra vez, cada día.

Reflexiona sobre cuál ha podido ser tu experiencia. Has podido ser uno de los millones que nunca han oído el nombre de Cristo. Tus padres han podido ser musulmanes o judíos, sinceramente perjudicados contra Cristo y sin poder decirte nada del camino de la salvación. O, has podido estar preso en las supersticiones de Roma, criado a creer que la salvación en vida es imposible y que podría ser posible al final solamente para unos pocos que se ven fieles a las ordenanzas y han acumulado mucho mérito por ‘buenas obras’; viven y mueren confiados en la Virgen María para salvación. Posiblemente habrás sido un buen protestante, creyendo que tu bautizo cuando chiquito te hizo cristiano. Y, por supuesto, has podido ser simplemente un pecador descuidado, indiferente, satisfaciendo los deseos de cuerpo y mente y rehusando reflexionar sobre la eternidad. La influencia impía de otros te instaba a blasfemar, procurando convencerte a ti y a otros que no hay Dios ni diablo, cuando abunda evidencia de ambos.

Frecuentemente Dios le recordaba a Israel de su antigua servidumbre en Egipto y su redención por la sangre del cordero, y luego su salvación por gran poder en el Mar Rojo. Fue todo de Dios. La remembranza de su gracia y misericordia despertó sus almas a dar gracias y adorar. De corazón ellos trabajaron juntos para construir el tabernáculo en el desierto, y juntos entonaron el cántico de redención.

Posiblemente no tienes mucho tiempo de salvo, pero aun así no estás tan feliz como estabas. Reflexiona; considera lo que eras. En un tiempo un esclavo del diablo, un rebelde contra Dios. Tu alma estaba tan oscura como la noche. Ahora estás en Cristo, ‘acepto en el Amado’, rumbo al cielo, el infierno y el juicio atrás, la gracia y la gloria por delante.

Ponte a dar gracias a Dios por todo esto. Cuenta tus bendiciones. No te olvides de todos sus beneficios. ¿Y con todo esto no te renueva al gozo de la salvación? Entonces tiene que haber alguna otra causa, y quizás el próximo capítulo te ayudará.

 

2  Estoy creciendo — Eso es mejor

 

‘Creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo’, 2 Pedro 3.18.

El nacimiento de un niño es siempre una ocasión feliz, pero el regocijo sería para poco tiempo al no crecer el chico. A nuestro Padre Celestial le interesa sobremanera el desarrollo de sus hijos. Él está más pendiente que cualquier padre terrenal, y con tierno afán empolla aun el más aislado de sus pequeñuelos, todo para su bien. Manda del norte el viento frío de la adversidad y luego las brisas de favor del sur, todo para formar y fortalecer a los suyos y producir lo que agradará su corazón.

¿Conoces Cantares 4.16? Consciente o no nosotros de lo que Él está haciendo, Él está constantemente cerca de los suyos, anhelando y estimulando ver el crecimiento que alegrará su corazón amoroso.

Ningún padre terrenal espera que su hijo recién crecido  pueda compartir con él el vaivén de la vida, sus problemas y sus éxitos. Pero desde el día que nace, el padre piensa en cuándo alcanzará la madurez. Está dispuesto a gastar para darle comida, ropa, bienestar y educación – no simplemente porque está obligado a hacerlo, sino porque quiere ver al muchacho desarrollándose.

Qué de pesar si por indolencia, rebelión u otra causa, el padre discierne que sus esfuerzos y cuidados para con su hijo han sido en vano. El mozo ha derrochado estos beneficios y esta benignidad de parte de los que tanto le quieren.

Como en el desarrollo normal de una vida natural, así es en el crecimiento del alma. El primer deseo de un recién nacido es usualmente por alimentación, y aquel clamor se repite cuando se presenta la necesidad. En intervalos frecuentes la madre debe cumplir, ¡o se lo hará saber! Si el niño continúa en salud a lo largo de la vida, ni un día pasará sin que guste alguna forma de sustento para su cuerpo. Una consideración seria llamada ‘el hambre’ lo demanda.

¡Con qué gusto bebimos ‘la leche espiritual no adulterada’ en aquellos primeros días después de conversión! Algunos de nosotros recibimos poco de otras personas en aquel entonces porque donde vivíamos no había estudios bíblicos ni reuniones de ministerio, ¡pero en la Biblia encontramos gran tesoro!

Bebíamos y bebíamos aquella leche pura – Juan 3.16, Juan 5.24, Romanos 5.1. ‘Nunca estaré en el infierno, ¡gloria a Dios!’. Los que recibieron su palabra fueron bautizados, Hechos 2.42. ‘Sí, yo quiero ser bautizado también. Cualquier cosa, toda cosa para mi bendito Salvador’. ¿Crecimos? Quizás, como un niño, no nos dábamos cuenta, pero otros lo notaban.

Aquellos que son apenas niños en Cristo harán bien en fijar una serie de reglas para la lectura. Toda la Sagrada Escritura, capítulo por capítulo. Usa un marcador para señalar dónde leíste. Alimenta tu alma en la mañana; es tan importante para tu alma como lo es el desayuno para tu cuerpo. ¿Por qué pasar hambre y estar quejoso todo el día? Comienza con el Nuevo Testamento y date tiempo para digerir (meditar sobre) por lo menos uno o dos versículos. Consigue otra porción en la tarde. Posiblemente no notarás que estás creciendo, pero otros sí.

¿Dónde leíste hoy? ¿Cuál versículo habló a tu alma como la voz de tu Padre Celestial? . ¿Él te mostró algo nuevo?  Entonces, gózate en eso. ¿Te reprendió por algún desliz? Confiésalo y sin duda Él te perdonará, 1 Juan 1.9, restaurando tu gozo. Tú no comprendes cómo la comida suple para nuestros cuerpos, pero lo hace. Ora por más luz.

Si descuidas tu Biblia, padecerás de hambre espiritualmente. Te debilitarás más y más, hasta ser arrastrado por algún ‘viento de doctrina’, o por alguna tentación que te hará deshonrar al Señor que amas. Guárdate cerca de Él.

 

3  He crecido — Un poquito

 

Vimos la importancia de la comida espiritual si vamos a ‘crecer en la gracia’. Pero un niño requiere más que comida. La higiene es importante también. El baño diario hace falta para guardar su piel saludable, y para su comodidad. Algunos infantes protestan ruidosamente al ser bañados, pero la madre prudente persiste de todos modos. No limpia aquel cuerpecito tan sólo por lo que otros pueden decir, sino porque sabe que al no hacerlo, pueden presentase úlceras y otra condiciones nada aceptables, hasta impedir el crecimiento.

Cristianos que somos, debemos cuidar la higiene espiritual. Como pecadores, acudimos al Salvador para ser limpiados una vez por todas; si lo hemos hecho, nunca tenemos que repetirlo. Estamos ante Dios ‘del todo limpios’ en virtud de la sangre preciosa de Cristo, ¿y quién se atreve a acusarnos de una mancha? Pero como hijos de Dios siempre vamos a precisar del lavacro – la fuente – para limpieza, y no del altar para sacrificio. Estamos en un mundo contaminante y, lo que es más, tenemos una naturaleza pecaminosa. Nuestra consciencia nos dirá que hemos sido contaminados, pero debemos entender que todavía somos hijos de Dios. Merecemos la disciplina de nuestro Padre, y estamos perturbados. ¿Qué hacemos ahora?

Satanás, el acusador de los hermanos, procurará sacar partida de esta situación, y posiblemente se mofará de ti, sugiriendo que renuncies toda profesión de ser cristiano. ‘Vuelve al mundo y gózate’. Algunos le han hecho caso, pero pronto se dieron cuenta de que no podían vivir esa vida – una prueba veraz de que eran y son del Señor.

Otra insinuación sutil es que no dejes que la cuestión te perturbe; con el tiempo olvidarás aquello. Esta maniobra satánica ha secado el alma de muchos creyentes jóvenes y ha causado que él o ella no siga creciendo espiritualmente. ‘El que encubre sus pecados no prosperará’, Proverbios 28.13.

Posiblemente aquel pecado no tenga nada que ver con otro ser humano, pero con todo pesa sobre la consciencia – una falta de amor para con Dios, o un espíritu de rebelión contra algo en su Palabra. ¿Tú le preguntas a Él qué hacer? Acude a tu Padre Celestial en confesión sincera, y dile que has pecado. ¿Esto te ayudará?  ¿Él me perdonará?  ‘Él es fiel – porque ha prometido – y justo – por el Calvario – para perdonar’, 1 Juan 1.9. Confía en su amor inalterable, Romanos 8.39.

¿Debo confesar a otra persona? Catecismos como el romano y el luterano – y quizás otros – enseñan que debemos confesar a nuestro sacerdote o pastor, y él pronunciara una absolución. Es blasfemia. Ningún hombre, cualquiera el oficio o título que ostente, está autorizado de Dios para perdonar pecados. Los judíos se asombraron ante el hecho que Jesús perdonara pecados, y habrán estado en lo cierto al no ser Él el Hijo de Dios.

Pero, dices que has pecado contra tu prójimo. Engañaste a aquella persona, o dijiste algo para dañar su reputación. Tu conciencia dice que has pecado, así que vas a Dios en confesión. Muy bien, ¿pero eso es todo? No, no puedes aspirar a  una plena restauración de gozo y bendición para tu alma si no acudes a aquella persona que has engañado, difamado o de alguna otra manera perjudicado, y lo confiesas.  Esto es lo que la Palabra de Dios enseña, y es lo que hemos procurado poner por obra a lo largo de nuestra experiencia cristiana. Hemos encontrado que es eficaz. ‘Confesaos vuestras ofensas unos a otros’, Santiago 5.16.

¿No sería una experiencia muy humillante? Por cierto que sí, pero ‘el que se humilla será enaltecido’. ¿Aquel individuo no me va a despreciar de por vida por lo que hice? Nada de eso, él o ella verá que eres consciente de qué es el pecado. Hazlo.

 

4  Soy bautizado — ¿Qué quiere decir eso?

 

Puede que parezca extraño que después de ser bautizado uno pregunte qué significa el acto. ¿Pero no es el caso que la mayoría de los bautizados tienen  sólo una idea débil de que el acto tiene un sentido aparte de ser un paso hacia la incorporación en la comunión de la asamblea?

Los ancianos harán bien, especialmente cuando hay varios aspirantes al bautismo, en reunirlos para instrucción especial con base en la Escritura sobre el significado espiritual de la ordenanza. Esta iniciativa sería una aplicación de la norma ‘apto para enseñar’. Por supuesto, no debe ser al estilo de un catecismo para poner en la boca de los aspirantes las palabras que deben decir al ser peguntados. Debe ser hecho, no para que aprendan una forma de palabras, sino para que tengan un entendimiento claro de qué proclama el bautismo y qué obligaciones conlleva.

Una buena regla, vieja que es, para aplicar a todo lo que practicamos es, primeramente, averiguar qué enseñaba el Señor en los Evangelios; y segundo, preguntar si la Iglesia primitiva lo practicaba, según cuenta Hechos de los Apóstoles; y tercero, ¿las Epístolas ofrecen alguna instrucción al respecto?

El Señor Jesús envió a sus discípulos a predicar el evangelio y a bautizar solamente los que creyeran. Los discípulos primitivos practicaban el bautismo dondequiera que predicaran y gente creyera, aun en circunstancias difíciles como en el caso del viaje con el etíope en Hechos 8.35 a 40. Pablo y Pedro nos dan mucho que aprender acerca de su significado. Así, en lo que se refiere al bautismo, nuestra vieja regla, citada ya, es buena. Muchas malas doctrinas desaparecerían si fueran sometidas a la misma prueba.

Dices que has sido bautizado y sabes que hiciste lo que debías hacer, porque el Señor Jesús lo mandó. Pero reconoces que no puedes explicar su sentido claramente.

En 1 Corintios 10.2 encontramos que el pueblo de Israel ‘todos en Moisés fueron bautizados en la nube y en el mar’. Habían sido esclavos de Faraón en Egipto, pero ahora, redimidos por la sangre del cordero y liberados por el poder de Dios, ellos pasaron bajo la nube, con los muros acuáticos a cada lado. Así fueron, por un tiempo, ‘sepultados’ de la vista. Saliendo por la orilla al otro lado, estaban felices para estar bajo Moisés – su líder nuevo – un pueblo libre a servir al Señor. De esta manera ellos profesaron haber muerto a Egipto y todo lo suyo.

Leemos en Romanos 6.2 a 4 que nosotros, así como los romanos, hemos sido convertidos a Dios por medio del evangelio y estamos ‘muertos al pecado’ en la estimación de Dios, y que aquellos que fueron bautizados en Cristo Jesús fueron bautizados, sepultados, con Él. ¿Y qué se debe hacer con un cuerpo muerto? Pues, sepultarlo, por supuesto. ¿Qué se debe hacer con uno que profesa haber ‘muerto con Cristo’? Sepultarlo. El bautismo no es, entonces, ‘con agua’, sino ‘en agua’, porque quiere decir ‘sepultura’.

Has sido bautizado. ¿Tú y yo reconocemos a diario lo que esto quiere decir? – muerte y sepultura. ¿Y nada más? No, sino resurrección también. El individuo que es bautizado sale del agua, no cambiado en nada por el hecho, pero habiendo reconocido por ese acto que en su conversión él o ella voluntariamente escogió a otro como su nuevo líder. Ahora no hará la voluntad del diablo, ni la suya propia. Él ha sido salvo para servir a su Amo nuevo. Habrá una vida nueva, no motivada por temor de las consecuencias sino por amor a su Amo presente y un deseo de agradarle a Él.

Dios ha determinado – y quiere que estemos de acuerdo con Él – lo que Romanos capítulo 6 enseña. Léelo con mucha oración y capta lo que dice. Dios ha determinado que cuando Cristo murió, nosotros morimos con Él. Cuando Él resucitó al tercer día, nosotros resucitamos con Él.

Esto no esperaba que nuestro bautismo fuera realizado, sino que sucedió en el Calvario, cuando Dios vio que toda alma que creyera de allí en adelante sería asociada con Él. Estos fueron sus pensamientos, y Él quiere que sean los nuestros. Poseímos estas cosas individualmente cuando por vez primera pusimos fe en Cristo como nuestro Salvador.

Entonces, ¿por qué bautizarse si todo esto es nuestro sin el bautismo? Porque nuestro bautismo demuestra esta muerte, sepultura y resurrección en un sencillo acto, y el Señor lo ha ordenado para todos aquellos que le han conocido como Salvador. Es un testimonio ante testigos de aquella fe. Adicionalmente, es nuestro privilegio y responsabilidad poner por obra en la vida diaria lo que hemos mostrado en figura en el bautismo: la muerte al mundo y una vida nueva para Dios. ¿Nuestro modo de vivir contradice lo que dijimos en el bautismo?

No se trata de una suerte de diploma para ser desplegada como un medio para engañar al ingenuo y así gozar de su favor. Es un paso solemne de identificación con Cristo y una evidencia de querer sujetarnos enteramente a su control.

 

5   Estoy en la asamblea — ¿Y entonces?

 

  • Los otros jóvenes entran; ¿por qué no hacerlo yo?
  • Mis padres están allí y supongo que yo debo estar también.
  • No tengo familia en la asamblea, pero parece
    ser tan buena como cualquier otra parte.
  • Mejor pertenecer a algo.

¿Algunos de estos pensamientos, o unos similares, te influenciaron en el paso que tomaste? Quizás sí. Pasaron por la mente de quien escribe cuando él era joven, pero no han debido. El Señor es muy paciente con nosotros, porque sabe cuán débiles somos. Te acuerdas de cómo Él sufría a sus doce discípulos, aun cuando en muchas ocasiones ellos se mostraron muy fallos en entendimiento. Si nosotros entendemos las cosas un poco mejor ahora que cincuenta años atrás, es porque el Señor ha sido un Maestro muy paciente.

¿Pienses que algunas, si no todas, de las cuatro razones deben ser más o menos suficientes? Vamos a considerarlas en orden.

1          ‘Los otros jóvenes entran …’ Supongo por esto que estás pensando de la congregación como un buen centro social. Te ha agradado encontrar la amistad de otros mayores que tú. Esto es positivo. Es mucho mejor que encontrarles egoístas y peleones. ¿Pero es por esto que quieres ser incluido?

2          Tus padres son miembros y por esto te parece que debes ser miembro. Es una bendición contar con padres cristianos, ¡especialmente si su ejemplo es un incentivo a hacer lo que es correcto! Algunos nunca han recibido esta ayuda. Otros han tenido que dejar a sus queridos padres atrás al ser recibidos en la comunión de la asamblea, aun siendo ellos genuinamente convertidos.

3          ¿Opinas que es tan buena como cualquier otra congregación? En algunos aspectos puede ser tan buena y en otros no tanto. No vas a encontrar que la gente es perfecta, y posiblemente en alguna otra parte encontrarás otros más de tu agrado. Posiblemente el salón sea anticuado y poco atractivo. La asamblea no tiene un predicador fijo y sabes de predicadores muy populares en otras partes. ¿Por qué, entonces, quedarte en la asamblea?

4          Sentías que debías afiliarte a algo ahora que eres cristiano. Efectivamente, no es bueno que uno esté a la deriva, ¿pero no hay más que eso que se debe considerar?

Primeramente, una asamblea se compone, o debe componerse, de almas verdaderamente renacidas. Dices que eres. Allí tienes, pues, la regla básica por estar en una asamblea de Dios en una localidad específica. Ya fuiste unido a todos los miembros del cuerpo de Cristo cuando fuiste regenerado por el Espíritu de  Dios. Estas almas han sido juntadas a Cristo por el Espíritu de Dios, por la Palabra. ¿Tú has sido atraído de la misma manera?  ¿Puedes probar de la Escritura que lo que has hecho concuerda con la voluntad de Dios?

Estos creyentes se congregan. ¿Por qué? Te dirán que su mayor objetivo es que juntos adoren al Señor. Se reúnen también para estudiar la Escritura regularmente a fin de comprender claramente la voluntad divina. Frecuen-temente se congregan para orar, pidiendo la ayuda de Dios para andar dignamente de Él siempre, y por poder en su testimonio. Y, también, ellos realizan varias actividades evangelísticas en las cuales todos pueden participar según su habilidad.

Puede ser que la mayoría de ellos tengan recursos limitados y que por ahora no pueden costear una sala de reunión mayor que la que usan. Confesarán que no son perfectos, pero se congregan a un Señor perfecto y aspiran a gracia para ser como Él. ¿Usted puede encontrar perfección en alguien aparte de Cristo? Es verdad que no tienen un pastor asalariado, ¿pero no cuentan con algunos que tienen un cuidado pastoral por la grey? Además, tú buscarás en vano en el Nuevo Testamento por el caso de un solo hombre contratado para predicar a una congregación.

¿Pediste ser parte de aquel círculo que es la comunión de una asamblea local para ser un copartícipe en el testimonio? Gracias a Dios si fue el caso. Trae consigo privilegios gratos además de responsabilidades serias.

 

5    Soy un menor — ¿Para qué preocuparme?

 

¡Grande es el gozo que un cristiano siente cuando otra persona, mayor o joven, acomodada o pobre, se convierte de veras a Dios! Y el gozo es especial cuando aquella persona es joven. No es sólo que un alma haya sido salvada del infierno, sino es salva una vida que de otro modo sería usada para el diablo.

Tenemos profunda causa para preocuparnos por el hecho que muchos que fueron enseñados la Palabra de Dios en nuestras escuelas dominicales (algunos de ellos criados en hogares donde los padres son salvos) no prestan atención a lo que oyeron. ¿Puede ser que no han visto realidad en las vidas de aquellos que les instruyeron, o han notado falsedad en la profesión de algunos jóvenes que conocen?

Es una cosa que los jóvenes, muchachos y muchachas, asistan a las reuniones de tiempo en tiempo, que se abstengan de lugares de entretenimiento que no convienen, eventos deportivos y otras atracciones del mundo, ¿pero no es el hogar la esfera donde más van a observar la gracia de Dios o la ausencia de ella?

Al guiar al apóstol Pablo a escribir a los creyentes en Éfeso y Colosas, el Espíritu Santo le condujo a dar consejo a los jóvenes como sigue: ‘Hijos, obedeced en al Señor a vuestros padres, porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa; para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra’, Efesios 6.1 a 3. ‘Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, porque esto agrada al Señor’, Colosenses 3.20.

En el primer pasaje se afirma que la obediencia es ‘justa’ y se alude al mandamiento con su promesa importante. En el segundo se acota que ‘agrada al Señor’. Sin duda todo creyente joven quiere hacer lo correcto y todo cristiano auténtico debe procurar agradar a Dios.

‘Pero’, dices, ‘tengo 13 años, 16, 17. No soy niño’. Parece lamentable que nuestro idioma no tenga una sola palabra para traducir esto del griego. Para darle pleno sentido, tendríamos que decir: ‘Hijo e hijas, obedezcan a sus progenitores’. Mientras sean tu padre o tu madre, deben ser honrados. Sin duda esto quiere decir por lo menos que lo harás mientras seas un menor. Si respetas los deseos de tus padres hasta alcanzar la mayoría, no es de dudar que los mantengas en consideración mientras vivan.

Una de las condiciones profetizadas para los inicuos postreros días de esta edad es la de 2 Timoteo 3.2: ‘deso-bedientes a los padres’. Sin duda los padres impíos llevan mucha culpa por permitir que prevalezca esta condición, y los padres cristianos tienen una responsabilidad específica de controlar a sus hijos. Quizás sea difícil cuando los muchachos no son salvos, pero ninguno que profesa seguir a nuestro Señor Jesús, salvo o no, va ser tan carente de amor por sus padres como para ignorar sus deseos. Que llevemos en mente que ‘antes del quebrantamiento es la soberbia, y antes de la caída la altivez de espíritu’, Proverbios 16.18.

Cuando el Santo Espíritu de Dios les dio instrucciones a los cristianos acerca de sus viudas, le mandó al apóstol Pablo a escribir de esta manera: ‘Si alguna viuda tiene hijos, o nietos, aprendan éstos primero a ser piadosos para con su propia familia, y a recompensar a sus padres (progenitores), porque esto es lo bueno y agradable delante de Dios’. Todos estos padres, y algunos abuelos, han gastado libremente de su esfuerzo y sus bienes en la crianza de sus hijos. Han velado en largas noches de enfermedad y han tomado de sus entradas para la manutención y educación. Se han negado a sí mismos para estar con los muchachos y orientarles en la medida que sabían hacerlo.

Nada hiere más adentro que la ingratitud. Cuán triste es cuando la manifiesta un hijo o una hija, quizás proclamando: ¡No les debo nada! Esto no sólo parte el corazón de padres amorosos, sino es iniquidad en los ojos de Dios. Desde luego, semejante espíritu de ingratitud nunca se ve en un hijo o nieto, en una hija o nieta, que profesa seguir a Cristo. Es muy evidente que Él cuidaba genuinamente a su madre, María, y cuando ya no podía estar más con ella, la encomendó a Juan, quien la llevó a su propio hogar.

Querido joven cristiano, has sido alimentado, vestido, educado y protegido hasta ahora, casi al entrar en la madurez. Esperas ganar buen dinero. ¿Qué de ‘recompensar’ algo de lo que les debes a tus padres? Sabes que nunca puedes cancelar toda la deuda, ¿pero qué de darles algún interés sobre su inversión, haciendo lo que puedes por ellos? ¿Sientes algo de gratitud? ‘Todo lo que el hombre sembrare, eso también segará’, Gálatas 6.7.

 

7     Tengo empleo — ¿Debo producir?

 

Todos sabemos que uno de los grandes peligros del creyente es que absorba el espíritu de los tiempos. Y, nuestros tiempos son peculiares. En un tiempo ‘corríamos’ con los demás y temíamos ser ridiculizados, acaso no podíamos tanto como ellos. Es de esperar que el lector ya haya sido convertido a Dios en verdad, lo cual quiere decir que ha dejado el modo de hacer de este mundo para agradar y servir a Dios.

Uno de los cambios en estos ‘postreros días’ es el de la relación entre el patrón y el trabajador. De hecho, es un cambio tan grande que el que sirve no acepta ahora la idea de servir. Reconocemos de buen agrado cualquier cambio que haya dificultado, o eliminado, el abuso de sus trabajadores por un patrón sin escrúpulos, sea por un horario leonino o por un sueldo ínfimo. Pero si vamos a honrar a Dios en nuestro empleo, como en otras partes, tenemos que ser guiados, no por la opinión popular, ni por el espíritu de un mundo anárquico, sino por la Palabra de Dios. Si la consultamos, encontraremos lo que lo agrada a Él, y sin duda esto es lo importante,

El Antiguo Testamento ofrece varios ejemplos del amo bueno y el malo y también del siervo bueno y el malo. El de Booz y sus segadores merece atención. Al llegar al campo donde ellos estaban segando, él dijo: ‘Jehová sea con vosotros’ y ellos respondieron: ‘Jehová te bendiga’, Rut 2.4. Nabal, 1 Samuel 25.17, es un contraste. Sus trabajadores dijeron:  ‘Nuestro amo … es un hombre tan perverso, que no hay quien pueda hablarle’.

Las epístolas del Nuevo Testamento dan amplio consejo a los trabajadores cristianos. En Efesios 6 y en Colosenses 3 hay exhortación a obedecer, a no servir ‘al ojo’, y a trabajar como a Cristo. El Señor garantiza un galardón, y también castigo por mala actuación.

¡Claro está que servir a Cristo es una vocación muy superior a la de meramente trabajar por un hombre o una empresa! ¿Se nos conocen como cristianos en nuestro lugar de empleo? El espíritu de nuestros tiempos es de producir lo mínimo posible y pedir a la vez una remuneración que obliga al patrón una remuneración que obligará al patrón a aumentar el precio de su producto para continuar en marcha. La codicia del uno hace juego con la codicia del otro. Siendo cristianos, ¿no debemos tener cuidado para honrar a nuestro patrón, sea un individuo o una empresa, con servicio fiel en toda ocasión?

En la Epístola a Tito, capítulo 2, se exhorta a los trabajadores a no ser ‘respondones’ y a no ‘defraudar’. La insolencia de algunos subalternos es escandalosa y sería vergonzosa en cualquier cristiano. ¿Pero qué de hurtar? Donde trabajas, ¿te has apropiado de algo que no es tuyo? Entonces, devuélvelo. Y confiesa tu pecado. Quizás te sospechan. La confianza de tu patrón nunca será restaurada hasta que restaures lo que has llevado.

El cristiano tiene una gran oportunidad de ‘adornar la doctrina de nuestro Dios y Salvador’ entre una masa de pecadores impíos, por su diligencia, fidelidad e interés en la prosperidad del patrón. Algunos que conocemos han ganado la mayor estima, no sólo de su patrón, sino de centenares de compañeros de trabajo. Ellos dicen: ‘Él no compra tickets para el cine o los juegos, ni aporta un centavo al pote del azar, ni quiere saber nada de sabotear la maquinaria, pero es fiel como el acero; es cristiano’.

La doctrina de ‘Dios nuestro Salvador’ es en sí extremadamente hermosa, ¿pero en qué clase de marco la ponemos tú y yo en nuestra vida día a día? ‘… en todo adornes la doctrina de Dios nuestro Salvador’, Tito 2.2.

 

8   Soy un ciudadano —  ¿Para qué?

 

Conocemos a algunos que tienen una dualidad de ciudadanía, habiendo nacido en otro país de padres canadienses, o porque nacieron en otro país pero fueron criados en éste. Sin embargo, a personas como éstas se niegan ciertos privilegios. Uno de ellos es que no tienen el derecho de votar en ambos países.

En la Escritura se habla de todos los cristianos como ciudadanos del cielo. Filipenses 3.20 dice que ‘nuestra ciudadanía está en los cielos’. Nuestro nacimiento espiritual fue celestial: ‘El que no naciere de nuevo no puede ver el reino de Dios’, Juan 3.3. ‘… siendo renacidos no de simiente corruptible, sino incorruptible, por la palabra de Dios’, 1 Pedro 1.23. Nuestra herencia es celestial: ‘una herencia incorruptible … reservada en los cielos para vosotros’, 1 Pedro 1.4.

El día de nuestra conversión, entramos en la familia celestial, hijos de Dios y súbditos del Señor Cristo. Más adelante Él será el Rey de Reyes y Señor de Señores, y reinará sobre la tierra. Por ahora, para mostrar gracia a un mundo rebelde y tomar de entre él a su amada Iglesia, Él se condesciende a ser el rey rechazado (como David en su tiempo) mientras el usurpador (Satanás) ocupa el trono de este mundo. Nosotros, salvos por su gracia, hemos sido extraídos del mundo y enviados de nuevo al mismo, para declarar nuestra lealtad a Aquel que el mundo ha rechazado.

En primer lugar, entonces, somos ciudadanos de su reino, viviendo en una tierra extranjera, y obligados a ser fieles a Aquel que este mundo no quería y no quiere. ¿Acaso podemos esperar recibir su sonrisa? De ninguna manera, si somos fieles a Él.

¿Pero esto quiere decir que no somos súbditos de ninguna nación terrenal? ¿La Escritura nos enseña a desobedecer las autoridades que hay? Lejos de esto, el apóstol Pablo afirmó que él era ‘ciudadano de una ciudad no insignificante’, Hechos 21.39. Y, protestó que era ciudadano romano cuando al no hacerlo hubiera sido torturado, para sacar de él una confesión de culpa al estilo de los comunistas de estos días y algunos otros tipos de gobierno bárbaro. De nuevo, cuando leemos de su encarcelamiento en Filipos, al principio él no mencionó su derecho a esta ciudadanía, aun cuando él y Silas sí eran romanos. Evidentemente fue guiado por el Señor para poder establecer contacto con, y ganar a, el carcelero y su familia para Cristo, aun a costa de mucho sufrimiento.

Entendemos por estos incidentes que podemos valernos de nuestra ciudadanía para impedir una injusticia, o podemos abstener de hacerlo. Valernos de ella en un caso particular sería estar dentro de los derechos de ser cristiano, si uno cree que el Señor quiere que lo haga. Por ejemplo, en el caso de una dificultad un cristiano residente en un país extranjero, o un misionero, podría invocar la protección de un representante autorizado de su país de origen.

Un asunto que afecta a muchos más de los santos es el de decidir cuál debe ser nuestra actitud hacia las autoridades debidamente constituidas en el país donde vivimos, seamos ciudadanos o extranjeros. En primer lugar, ¿un creyente debe obedecer todas las leyes del país, hasta dónde las conoce, o solamente aquellas que a él le parecen correctas? Si rehúsa obedecer algunas, ¿cuáles?

En la época en que al apóstol Pablo escribió a los cristianos en Roma, mandaba el más desapiadado de todos los emperadores romanos, pero con todo él escribió: ‘Somátese toda persona a las autoridades superiores’, Romanos 13.1. Le dio a Tito instrucciones similares para los cristianos en Creta, y Pedro manda lo mismo.

¿Cómo es, entonces, que encontramos en Hechos de los Apóstoles algunos casos en que Pedro y otros rehusaron ceñirse a las órdenes que las autoridades les dieron?

Se puede dar dos razones por la desobediencia de Pedro y sus colegas, como la presenta Hechos 4 y 5. Una es que es cuestionable si aquellos que les prohibieron tenían autoridad para hacerlo. La prohibición venía de Anás el sumo sacerdote y su camarilla fanática, 4.6, 5.17. El concilio judío, o sanedrín, tenía ciertos poderes locales, especialmente dentro del recinto del templo. Quizás, entonces, estaban dentro de los derechos concedidos a ellos por los romanos, pero estaban esquivando el mandamiento de una autoridad superior. Pedro, que en una ocasión había temblado ante ellos y negado a su Señor, respondió confiadamente: ‘Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres’, Hechos 5.29. Estaba ocupado en los negocios del Señor.

No es fuera de lo común que gente afirme osadamente que han hecho caso omiso de la ley, quizás al exceder el límite de velocidad, defraudar el Fisco, o de otra manera. Algunos hacen excusas, alegando alguna forma de injusticia. ¿Es digno del creyente hacer esto? ¿Tendríamos orden o caos si cada cual desacatara las leyes que no son de su agrado? No; el mandamiento claro de la Escritura es que estemos sujetos; y, gracias a Dios si por regla general se reconoce al cristiano como una persona que da la debida honra a la autoridad constituida dondequiera que se encuentre.

La Palabra de Dios no ofrece orientación para aquellos que se incursionen en la arena política para apoyar o deponer una autoridad constituida. Nuestra responsabilidad es de estar sujetos a cualquier autoridad que está constituida. Debemos orar por ellos, 1 Timoteo 1.1,2, y si algunas cosas parecen requerir ser corregidas, nuestro debido recurso es la oración.

 

 

9     Me voy a casar  — ¿Con quién?

 

En la mayoría de los casos el matrimonio es un estado feliz, pero con todo uno no entra en él descuidadamente. Los votos tomados ante Dios y testigos no son una mera forma de palabras que pueden ser olvidadas o ignoradas. Sin duda, cualquiera que las trata así tendrá que rendir cuenta y ser juzgado conforme a la falta cometida, Hebreos 13.1.

Por ser un asunto tan solemne, con consecuencias felices y tristes en vida y para ganancia o pérdida en la eternidad, un hijo de Dios hace bien en considerar con oración lo que propone hacer. No pocos han sido salvados después de casados y es motivo de gratitud cuando ambos son salvos en, o cerca de, la misma ocasión. Cuando esto no ha sido el caso, la parte convertida debe proseguir sola y pacientemente en lo que uno que la vivió ha llamado ‘una muerte en vida’. Testimonios como este deben servir de advertencia a cualquiera que se siente atraído a una persona inconversa, no importa cuán amigable y atractiva que sea.

Querido hermano, querida hermana, ‘si te casas con un hijo del diablo, tendrás problemas con tu suegro’. Puede que digas que tu pareja en perspectiva está dispuesta a oír el evangelio y que tú estás está seguro de que será salva. Dios les ha dicho a sus hijos: ‘No os unáis en yugo desigual con los incrédulos’, 2 Corintios 6.14, y esto debe ser suficiente para cualquier cristiano.

‘Somos muy amigos, pero esto no quiere decir que nos casaremos’. ¿Cuántas veces se lo ha dicho? Pocos están del todo resueltos al principio, pero generalmente hay cierta intención. Y si no, muy mal hecho de parte tuya si despiertas los afectos de esa hermana joven para luego descartarla fríamente. Semejante persona no merece los afectos de ningún corazón fiel. El flirteo no es digno de ningún cristiano; quizás estás echando a perder la posibilidad de que una joven reciba las atenciones de un varón más digno que tú.

Pero, ¿cómo los cristianos jóvenes van a escoger su pareja si no llegan a conocerse los unos a los otros? Sería imposible fijar un proceder único; cada caso difiere en detalle. Primeramente, la posible pareja debe ser un hijo de Dios. Y, no es la voluntad divina que todos se casen, Mateo 19.12. ¿Estás seguro de que Dios quiere que contraigas matrimonio? Si la persona en tus pensamientos es salva, pregúntate si es un cristiano comprometido, dispuesto a hacer cualquier cosa, o ir a cualquier parte, para honrar a Dios. ¿Hay evidencia de una obligación de buena voluntad a la palabra de Dios? ¿Andarán dos juntos si no están de acuerdo?

Cierto joven cristiano contrajo nupcias con una joven convertida cuyos padres eran Pentecostales. Ella estaba dispuesta a unirse con él y congregarse con los santos en las asambleas. Después de levantar una familia grande, él murió, y casi en seguida ella regresó a los Pentecostales. Uno puede imaginarse fácilmente la experiencia del buen hermano durante los años de aquella unión. ¿Usted desearía una experiencia similar?

Es claro en 1 Corintios capítulo 7 que no se prohíbe al cristiano contraer matrimonio, pero que trae consigo condiciones que le obligan a uno a considerar seriamente. Será necesario restringir algunas libertades y responder a ciertas responsabilidades, como por ejemplo mantener un hogar, crear y disciplinar hijos, cuidar y sostener el uno al otro en la enfermedad, la falta de empleo y otros tipos de prueba. Debido a todo esto, se ve que casarse no es de ser tomado ligera o prematuramente.

¿Ustedes dos son mayores de edad y son capaces de atender a sus propias responsabilidades? ¿De buena salud? ¿Tú crees honestamente que serás de beneficio a tu pareja? ¿O una carga? No seas egoísta, impo-niéndote cuando sabes que no podrás asumir tu parte de la carga.

¿Tu corazón está resuelto a agradar a Dios, o estás fingiendo espiritualidad para engañar a la persona que te interesa? Acuérdate, la maldad saldrá a la luz. Tu pareja sufrirá pérdida y tú sufrirás el tormento de consciencia. Arréglate con Dios de una vez, cuesta lo que costare, y proyéctate ante otros como eres en verdad. No seas hipócrita. Dios divulgará la hipocresía y tus hijos se darán cuenta. El Señor, ante quien ‘todas las cosas están desnudas y abiertas’, sabrá la verdadera causa. La sabe ya y está entristecido por tu estado espiritual. No toma otro paso adelante hasta que tu alma esté bien con Dios. ¿Será que decidirás una cuestión como el matrimonio sin la ayuda del Señor?

 

10   Estamos formando el hogar

 

Un debido sentido de responsabilidad es un beneficio para cualquier persona. Donde no la hay, pronto la sociedad nota las consecuencias. Naciones enteras han sido afectadas. Se han formalizado contratos sin una adecuada consideración de lo que estaba involucrado, y fracaso resultó. Siempre es bueno que los que nombran el digno nombre del Señor Jesucristo consideren lo que van a hacer, acaso emprendan algo que no podrán terminar, y acaso deshonren al Señor y a sí mismos.

Esto aplica al contrato matrimonial además de otras relaciones. ¿Cuáles son las obligaciones materiales relacionadas con este enlace? Ninguno de ustedes dos es mayor de edad, pero están pensando en un matrimonio temprano. Ante el Señor, ¿no será que están actuando irresponsablemente? Con lo que estás ganando aspiras sostener a una esposa y una familia. ¿Ambos están dispuestos a comenzar muy sencillamente con lo que pueden reunir honradamente? O, ¿es que están planeando, como otros que conocen, adquirir una abundancia de bienes a base de crédito, o quieren comprar una buena casita y empezar a todo dar?

La reciente tendencia en este sentido es preocupante para algunos de experiencia y hace pensar que habrá no pocos fracasos. Dicen que los dos continuarán trabajando y estiman que dentro de cinco a ocho años habrán pagado todo. ¿Qué de aquellas palabras en Romanos 13.8: ‘No debéis nada a nadie’?

Vivimos en tiempos de crédito fácil, pero debemos llevar en mente que ‘el que toma prestado es siervo del que presta’, Proverbios 22.7. Una vez cancelados los abonos mensuales, ¿les quedará aun la décima parte de sus entradas para dar a Dios? ¡De ninguna manera debemos darle menos de lo que Israel daba! Por supuesto, ninguno debe dar a Él lo que resta después de atender a lo demás; su porción debe ser la primera, 1 Corintios 16.2.

‘Si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo’, 1 Timoteo 5.8. ¿Cómo coincide esto con tu plan de comprometerte hasta dónde permiten el sueldo tuyo y el de tu esposa? ¿El marido no debe responder por la manutención?

Reconocemos que los tiempos presentes son difíciles, y que otra buena gente está haciendo justamente lo que tú piensas hacer. ¿Pero podrás orar honestamente: ‘Danos hoy suficiente para cancelar todo lo que debemos’? El que escribe puede testificar al reposo que su alma disfrutó a lo largo de la vida como resultado de nunca comprar nada hasta tener en mano el dinero requerido para pagarlo. Es más: ¡no tuvo que pagar un centavo de interés! Pregunto: El esquema tuyo, ¿qué te costará en intereses? ¿Resultará en robar a Dios?

¿Tu plan de ‘mantenerte a la par de los demás’ no se debe al orgullo? Acuérdate que ‘antes del quebrantamiento es la soberbia, y antes de la caída la altivez de espíritu’, 16.18. Es tomar el lugar de más abajo en la fiesta hasta que el Señor te mande pasar a otro. Estando en condiciones de adquirir mayores cosas, sin negar a Dios lo suyo, podrás tenerlas y usarlas para Él.

Han resuelto que, por la gracia de Dios, el hogar de ustedes será uno donde Él es honrado. Comiencen humildemente y de buena consciencia delante de Él. Pisen la cabeza de aquella serpiente llamada Pretensión, y ‘vuestras costumbres sean sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora’, Hebreos 13.5.

No se limiten a hablar del amor; practíquenlo en actos benignos el uno al otro. Comiencen su vida conyugal con la lectura juntos de la Palabra de Dios, conversando acerca de ella, y con oración juntos. Y, cuando Dios les dé hijos, cuídense de poner aparte tiempo cada día para leer y orar con ellos. Les impresionará ver que Dios es una realidad para ustedes dos, y que ustedes están comprometidos a obedecerle.

Posiblemente tenían padres piadosos, como tenía el que escribe. Él se acuerda de mucho de lo que se leyó durante aquellos años formativos. Cuando leímos del cielo y su felicidad interminable, una voz adentro parecía decir: ‘Sí, pero tú no puedes ir allí. No eres salvo’. Cuando se leía una porción que hablaba de los tormentos eternos de los condenados, de nuevo parecía decir: ‘Allí vas. Eres pecador’.

¿Valía la pena para ellos apartar tiempo en un hogar de mucha actividad? Quizás ellos se preguntaban, pero el caso es que, con el tiempo, todos ocho profesamos fe en Cristo. ¿Deseas una bendición similar? Honren a Dios cada día en su hogar. Comiencen el día con Él, continúen andando ante Él a lo largo del día y pónganse a sí mismos y a su hogar en sus manos cuando el día ha terminado. Su matrimonio será uno de los felices. ¿Lo deseas?

 

11   Soy un padre — ¿Qué de Junior?

 

Mucho se dice en estos tiempos acerca de la delincuencia juvenil y muchas son las opiniones acerca del alarmante aumento en los crímenes cometidos por nuestra juventud. No proponemos adelantar todavía otra opinión, sino queremos señalar unas pocas cosas de la Palabra de Dios en la esperanza de que ayuden a algunos que están dispuestos a ser guiados por su consejo.

Claramente son varias las causas detrás de este mal. Muchos padres pasaron por las dos grandes guerras [la que comenzó en 1914 y la que comenzó en 1939], expuestos a sus influencias sumamente degradantes sobre el mundo entero. Algunos de los avances en la ciencia, aun cuando evidencian conocimientos nuevos, han creado un aluvión de influencias corruptibles en, por ejemplo, los medios de comunicación social. El asombroso incremento en los ingresos de los jóvenes les permite adquirir automóviles e ir a lugares que de otro modo no conocerían. Estas se pueden llamar causas ‘visibles’.

Pero la Palabra de Dios pone la carga de la responsabilidad sobre los padres. En ella encontramos escrito: ‘Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él’, Proverbios 22.6. De nuevo, en la mayoría de los casos no conocen a Dios ni a su Palabra. Su fe en las Escrituras ha sido socavada por hombres impíos, quienes en el púlpito o en el sillón del docto han hecho lo posible para destruir su confianza en lo que está escrito en ella. Los arremetidos de los infieles que profesan saber qué sucedió a este mundo cien millones de años atrás han descartado lo que Dios dijo, para tapar los oídos de sus semejantes. Estos últimos abandonaron todo sentido de responsabilidad a su Creador.

¿Qué interés tendrán sus hijos por cualquier solemne admonición de la Palabra de Dios, si oyen a sus padres burlarse ante la mención de Él o del diablo, y viven descuidados, y en algunos casos indecentemente?

Padres verdaderamente cristianos tienen que criar sus hijos en este contorno. ¿No hay el peligro de desmayar ante estas condiciones, actuando, si no diciendo, como si fuera inútil intentar crearlos a ser obedientes?  Pero sin lugar de dudas es el deber de todo padre cristiano insistir en que sí.

¿Cuántos de los padres que van a leer estas líneas, y están levantando una familia todavía, han puesto aparte un tiempo fijo cada día para leer la Biblia con sus hijos? ¿Cómo puede usted criarlos ‘en disciplina y admonición del Señor’ sin esto? ¿Es de esperar que el maestro de escuela dominical inculque en sus corazones respeto por las Escrituras si los muchachos ven que sus padres recurren poco a ella y escasamente la respetan?

La madre y la abuela de Timoteo le habían instruido en las Sagradas Escrituras desde la niñez y de esta manera habían preparado la tierra para la buena semilla del Evangelio. ¿Los suyos cuentan con esta preparación?

De que los padres cristianos insistan en obediencia de parte de sus hijos, las Escrituras lo enseñan claramente. ¿Y qué debe hacer usted si desobedecen? ¿Persuadirlos, y luego dejar que hagan lo que quieran? Se podría citar muchos versículos de distintas secciones de la Palabra, pero Proverbios 23.13,14 comunica un mandamiento impactante para los padres: ‘No rehúses corregir el muchacho … le librarás su alma del Seol’.

¿Cómo podría esto salvarle? ¿No será que quiere decir que, si ha aprendido a obedecer, aunque a costa de castigo, su espíritu humillado será preparado para someterse a la Palabra de Dios y el llamado suyo en el evangelio? Intenta hablar a un individuo acerca de su alma si ha crecido en franco desacato de sus padres, y probablemente encontrará que se mofa de ti. ¡Cuán diferente si ha sido entrenado a obedecer! ¿El hijo suyo, o la hija, irá a condenación eterna porque incumpliste en su obligación a enseñar la obediencia?

Sin duda la corrección apropiada, de parte de un padre obediente al Señor, resultará en humillar el espíritu rebelde del muchacho — lea Proverbios 22.15 — pero hay la posibilidad de abusarlo. Nótense las exhortaciones a los padres en Efesios 6.4 y Colosenses 3.28.

El término padres incluye la madre, quien también puede ser culpable de desanimar al hijo. Y no dejen de orar a diario por cada uno por nombre. Cumplan su deber para orientarlos como si todo dependiera de ustedes, pero oren como si todo dependiera de Dios.

 

12   Vamos a trasladarnos — ¿Y eso?

 

Mudarse de un lugar a otro recibe mención frecuente en la Escritura. Algunos de estos traslados eran de Dios y otros del diablo. Algunos fueron pasos de obediencia y otros fueron causados por una falta de fe en Dios, por temor de las circunstancias o por codicia.

¿Están pensando trasladarse a otra parte? ¿Están seguros de que es de Dios? ¿Han sopesado seriamente las razones para ver si se justifican para un cristiano?

La salida de Abraham de Ur merece buena atención. Se debió a un claro llamado de Dios, Génesis 12.11. Fue un llamado de separación de la idolatría, para disfrutar de comunión con Dios en la llanura de Mamre. Querido hermano, ¿tienes alguna confianza de que Dios te está sacando de donde estás? ¿Esta mudanza resultará en una relación más cercana con Dios? ¿Es que anhelas su bendición? Que todos estemos conscientes de que Dios escudriña el corazón.

Pero, encontramos a este mismo Abraham trasladándose a Egipto para salir de circunstancias adversas. ¿Te has cansado de la batalla y estás pensando en huir de los problemas? Posiblemente estás experimentando persecución o alguna forma de adversidad en tu trabajo. O quizás te deprimen las cosas en la asamblea donde estás. Tienes cierta responsabilidad allí y te gustaría ir a alguna parte, cualquier parte, donde podrías estar libre, dejando a otros hacer todo.

Ahora, honestamente, ¿crees que puedes encontrar algún lugar en este mundo de enemigos de Dios donde brillar como testimonio para el Señor y a la vez no enfrentar adversarios? ¿Acaso nuestro Señor no sufrió por la justicia? La asamblea donde estás tiene sus dificultades y te sientes impulsado a dejarla atrás, para ir lejos adonde no tendrás que responder por nada. Otros llevarán la responsabilidad.

¿Adónde irás para escapar las condiciones que estorban al pueblo de Dios mientras tengas que contender con el mundo, la carne y el diablo? Esperas extractarte de lo que te pesa, ¿pero todavía no tendrás que dar cuenta ante el Señor? Sabes que Él ha dicho por medio del apóstol Pablo: “Cada uno llevará su propia carga” (de responsabilidad), Gálatas 6.2. El cobarde saca el cuerpo pero el creyente ejercitado pone su carga ante Dios en oración, pidiendo gracia para cumplir.

Tienes la idea que donde estás alguien está empeñado en hacerte la vida miserable, ¿pero estás seguro que tú mismo no eres responsable en alguna medida para esta situación? ¿La has puesto delante del Señor y preguntado a Él qué debes hacer? Quién sabe si descubrirás que es una cruz que Él te ha dado para llevar.

 

13   Tengo mi propio negocio — ¿Qué persigo?

 

El deseo de tener su propio negocio ha estado presente en el corazón de casi todo varón en una ocasión u otra. A veces resulta de dificultad en obtener empleo satisfactorio y otras veces emana del desarrollo material de experiencia y capacidad en el individuo. Puede haber sido, en otros casos, la consecuencia de recibir una herencia y querer invertir la suma recibida, o el negocio en sí puede ser la herencia.

¿Puede ser que en otros casos se debió a la soberbia del individuo? Algunos fracasos, no todos, fueron atribuibles a esto. ¿Incidió la avaricia, o el orgullo propio?

Querido hermano, si estás pensando en establecer una empresa, ¿vas a escudriñar tu corazón seriamente a ver si tienes algún motivo egoísta? Cuidado con la codicia. Cuidado con el amor propio.

Posiblemente dices que un conocido tuyo abrió un negocio y le va bien. Pero, ¿estás seguro que el tuyo resultará igual? ¿Cuentas con el capital que él tenía al inicio? Si no, el negocio no será tuyo, sino del financista. ¿Has recibido la instrucción que él tiene, y tu personalidad te favorece como empresario?

¿Estás dispuesto, como cristiano, a emplear métodos modernos propios de un hijo de Dios? Si obedeces a tu consciencia, ¿podrás conducir el negocio con éxito? Si haces como hacen los impíos, ¿cuál será el efecto sobre tu condición espiritual? “Si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir la obra de la carne, viviréis”, Romanos 8.13. ¿Acaso no bastan los naufragios que ya conocemos?

Pero dices: “Tengo un socio y dejaré con él cualquier cuestión turbia”. Supongo que estás diciendo que él no es un creyente en Cristo y por esto te crees a salvo. Pero al ser así, obviamente has pasado por alto la exhortación de 2 Corintios 6.14: “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos”. No puedes contar con la bendición de Dios sobre tu negocio si estás uncido a uno que no es salvo, cuando la Palabra te dice claramente que no debes.

Algunos hombres espirituales han prosperado a la vez que han regido sus negocios honorablemente. Sin embargo, ahora que nos estamos acercando al fin de la época, la iniquidad aumenta por todos lados y se hace más difícil para aquellos que temen a Dios. Tengamos presente todos que los principios del cristiano en los negocios, como en lo demás, serán probados en el tribunal de Cristo.

Por ser empresario, sin duda tienes empleados. En la terminología de la Escritura, eres un amo y ellos son tus siervos. Favor no ignorar que la tuya es una posición responsable. No debes ser despótico, Efesios 6.9, y debes ser justo, Colosenses 4.1.

En Santiago, capítulo 5, se critican los patronos severamente, y cualquier empresario cristiano debe prestar atención. Se les acusan de vivir “en deleites sobre la tierra”, pero por engaño no pagar el jornal a los obreros. En el caso tuyo, tiempo atrás te adjudicaron estar en bancarrota. ¿Estás viviendo la buena vida ahora, sin satisfacer a tus antiguos acreedores?

Por otro lado, vamos a suponer que tienes un negocio y deseas sinceramente honrar a Dios en la empresa. ¿Le estás dando ‘la participación mayoritaria’ en ella? ¿Oras diariamente por gracia para operar de una manera digna del evangelio?. ¿Y Él recibe las primicias? “Honra a Jehová con tus bienes, y con las primicias de todos tus frutos”, Proverbios 3.9. Dios cargó a Israel de haberle robado, Malaquías 3.6, porque no le honraron con sus posesiones. Su egoísmo trajo maldición sobre ellos.

Si propones abrir un negocio, considera sinceramente si es la voluntad de Dios, o no. Si ya tienes una empresa, ten cuidado de conducirla humilde y espiritualmente. Trata rectamente a los trabajadores y al público. Deja ver que la empresa tuya es la empresa de Dios.

 

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