Bajo la lupa (#109)

Bajo la Lupa

 

Una evaluación bíblica
de las creencias carismáticas

 

Publicado por Truth  &  Tidings  en 2013
bajo el título  Under  the  Scope

Contenido

 

El pentecostalismo

1            Haciendo preguntas

2            Encontrando respuestas

Los dones como señales

3            La promesa

El don de lenguas

4            La práctica

5            El patrón

6            La prioridad

7            Los parámetros

8            Lo pasajero

9            La polémica

El don de sanidad

10            Las posibilidades

El don del exorcismo

11            La promoción

12            Los preceptos

El don de profecía

13            En el Antiguo Testamento

14            En el Nuevo Testamento

 

 

1  El pentecostalismo

Haciendo preguntas

 John Dennison, adaptado por el traductor

 

“Satanás nunca es tan peligroso como cuando tiene una Biblia en la mano”. (C. H. Spurgeon)  El diablo mismo citó la Palabra de Dios en Edén y en la tentación del Señor Jesús; él tiene varios milenios de experiencia en su haber. Por esto, hoy en día el reto más severo para muchos creyentes será el de evaluar a aquellos que dicen ser “salvos por gracia” y señalan versículos en la Biblia como base de lo que creen y practican, pero yerran doctrinalmente.

Creciente

El pentecostalismo moderno tomó forma en el mundo occidental a comienzos del siglo 20. Es practicado en varias denominaciones, parecidas entre sí, que se conocen como “pentecostales”. En una u otra medida abrazan doctrinas carismáticas. Este libro trata cuatro de ellas: los dones de lenguas, sanidad, exorcismo y profecía.

El neopentecostalismo comenzó a hacerse sentir medio siglo después. No es una denominación sino la promoción de doctrinas y prácticas carismáticas en muchas sectas y denominaciones viejas y nuevas. De hecho, generalmente son aplicaciones radicales del pentecostalismo tradicional. Es el movimiento carismático: la aplicación ampliada y radicalizada del carácter carismático del pentecostalismo.

Ha dado la vuelta del mundo y ha penetrado amplios sectores del protestantismo y el romanismo, en auténticos creyentes en Cristo y en no creyentes. Este libro trata de conceptos carismáticos, sin ocuparse de dónde se practican o quiénes los promueven.

Atrayente

Pablo oraba que el amor de los filipenses abundara “en ciencia y en todo conocimiento”, para que aprobaran lo mejor, a fin de ser “sinceros e irreprensibles para el día de Cristo”, Filipenses 1.9-10. Una visión espiritual aguda es muy necesaria en nuestros tiempos. La enseñanza carismática y pentecostal puede parecer cristiana y bíblica. Debemos estar en condiciones de identificar la verdad y el error, prestos a responder por nuestra fe conforme a la Palabra de Dios.

Fíjese en lo que el movimiento ofrece. Usted podría experimentar la estremecedora emoción de una risa santa, la liberación al llorar en el Espíritu, el entusiasmo del hablar en lenguas, o la catarsis de la llenura del Espíritu. Posiblemente vea visiones, reciba nuevas revelaciones, disfrute de la sanidad, o presencie el exorcismo de demonios. Le ofrecerán la salud y prosperidad a usted y a su familia.

¿A quién no le apela todo esto? Todo el mundo quiere sentir algo bueno, entonces ¿es extraño que uno se sienta atraído por algo tan fantástico? Pero una experiencia sensacional y algo que nos estimula ¿significan necesariamente que son de Dios?

La mayor congregación en el mundo hoy día es la carismática Iglesia Yoido Pleno Evangelio en Seúl, Corea del Sur, que cuenta con más de 800,000 miembros. La denominación Asambleas de Dios es el sexto ente religioso en membresía a nivel mundial. Es muy común que creyentes en otras afiliaciones crean que los dones carismáticos, como las lenguas y sanidades, están vigentes para practicarse hoy día.

A nadie le gusta estar en la minoría. Pero por el hecho de que un movimiento sea religioso, inclusive evangélico, ¿quiere decir automáticamente que es de Dios?

Una de las dificultades para estimar cuántas personas realmente son carismáticas es que la mayoría de las denominaciones abrazan algún tipo de enseñanza o práctica neopentecostal. Se estima que hay 11,000[1] denominaciones pentecostales o carismáticas distintas en el mundo. Posiblemente la mitad de las personas con prácticas carismáticas sean católicos romanos.

Pero por el hecho de haber ganado la confianza de tantas personas en tantas afiliaciones religiosas, ¿indica automáticamente que es de Dios?

Impactante

En el Nuevo Testamento la palabra griega cárisma quiere decir “un don de gracia”. Es un término amplio. De las 17 veces que lo encontramos, 10 se refieren a “la gracia o los dones que denotan poderes extraordinarios que distinguen a ciertos cristianos y les permiten servir en la iglesia de Cristo. Poseerlos depende del poder de la gracia divina que opera en sus almas por el Espíritu Santo” (Thayer). El Espíritu de Dios dio estas habilidades especiales a creyentes específicos para ser usadas bajo su dirección y control.

No hay duda alguna de que Dios le haya dado estos dones a aquellos cristianos. Pero, por el hecho de que lo haya hecho en el Nuevo Testamento, ¿se da por entendido que lo que vemos y oímos hoy también es de Dios?

El Señor Jesús prometió algunos dones carismáticos en Marcos 16.17-18. La primera manifestación que se registra se encuentra en Hechos 2 en el día de Pentecostés, cuando el Espíritu Santo descendió a la tierra y comenzó a morar en los creyentes. En el libro de los Hechos se narran tres ocasiones cuando la gente habló en lenguas, ocho casos de sanidades, tres veces cuando demonios fueron sacados, y cinco milagros, señales y prodigios no especificados. En las epístolas hay enseñanza sobre los dones carismáticos en Romanos 12.1 a 8, 1 Corintios capítulos 12 a 14, Efesios 4.11 a 14 y 1 Pedro 4.10-11.

¿Relevante?

Claramente, hablar en lenguas, hacer sanidades y otros milagros eran una asombrosa confirmación del Evangelio después de la muerte y resurrección de nuestro Señor. Fue el plan de Dios para el inicio de la era de la Iglesia. Pero, ¿ esto quiere decir necesariamente que es su plan todavía para nosotros?

Cualquier verdad debe poder pasar la prueba de la Palabra de Dios. Por esto, cuando el gran apóstol Pablo llegó a Berea, encontró a creyentes “escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así”, Hechos 17.11.  La regla de la validez es la Escritura misma.

Muy posiblemente usted tiene parientes, vecinos, amigos, compañeros de estudio o de trabajo que se identifican con la enseñanza y práctica carismática. Si no, espere; a lo mejor pronto habrá una iglesia carismática a la vuelta de la esquina.

En los capítulos que siguen, proponemos considerar los temas de hablar en lenguas, sanidades, exorcismo (echar fuera demonios) y profecía. Todos ellos serán vistos bajo la lupa de la Escritura. Que el Señor nos ayude a ser honestos, sin sesgo, valientes y sin temor. Por encima de todo, nuestra oración es que estos escritos nos instruyan a ser fieles a nuestro Señor, retenedores de la Palabra fiel, Tito 1.9.

 

 

2   El pentecostalismo
Encontrando respuestas

John Dennison

 

Yo mido 4.2 metros. Lo sé porque me medí con una regla. Por intuición, usted sabe que no es así, ¿pero cómo lo puede probar? Si me midiera ahora con una cinta métrica, sabría que mido 1.7 metros. ¿Cuál es la diferencia? La regla que yo usé vino de una caja de juguetes para niños, y según ella yo en verdad mido 4,2 metros.  Pero una regla, o una norma, errada produce conclusiones erradas.

Los creyentes en Berea usaron su regla para ver si la enseñanza del apóstol Pablo se ajustaba a la verdad. Dice Lucas: “Estos… recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así”, Hechos 17.11. No confiaban en lo que sentían, ni en sus experiencias, o en las tradiciones de la iglesia para evaluar lo que Pablo predicaba.

El 31 de octubre de 1517, Martín Lutero clavó un cartel con 95 “tesis” a la puerta de la iglesia católica en Wittenberg, Alemania. Fue su gran declaración de las verdades que había descubierto en su lectura de sola Scriptura. Cuando el emperador lo retó a que se retractara en la renombrada Dieta de Worms en 1521, Lutero respondió: “A menos que no esté convencido mediante el testimonio de las Escrituras o por razones evidentes —ya que no confío en el Papa, ni en su Concilio, debido a que ellos han errado continuamente y se han contradicho— me mantengo firme en las Escrituras a las que he adoptado como mi guía. Mi conciencia es prisionera de la Palabra de Dios, y no puedo ni quiero revocar nada reconociendo que no es seguro o correcto actuar contra la conciencia. Que Dios me ayude. Amén”.

Sola Scriptura llegó a ser el principio orientador de la Reforma Protestante. El noble Juan Wesley se describía a sí mismo como a homo unius libri, hombre de un solo libro. No es nada diferente hoy en día; tenemos que limitar y disciplinar la base de nuestras convicciones espirituales a sola Scriptura.

El significado de las Escrituras: Enseñanza en su contexto

¿Cómo pueden dos personas con criterios opuestos citar una misma Biblia? Tengámoslo claro: no es una falla en la Escritura, sino en el abuso de ella por parte del lector. Entonces ¿cómo debemos usar la Biblia para llegar a una correcta interpretación de cualquier tema, y especialmente de aquellos que tratan de enseñanzas y prácticas carismáticas?

Una ilustración: Imagínese que Luis platica con su vecino Pedro, cuya esposa está encinta. Le dice: “Pedro, tu esposa y tú dos son una pareja tan atractiva que si su bebé sale feo dejaré de llamarme Luis”. El día siguiente nace Pedrito y Pedro le dice a su esposa: “¿Sabías que el vecino Luis me dijo que nuestro bebé es feo?”

Cierto, Luis había hablado de un niño feo. Pero citar solamente una parte de lo que otro dice puede ser ofensivo, engañoso y peligroso. Es muy fácil cometer este mismo error con la Biblia. Por ejemplo, Efesios 4.28 dice: “El que hurtaba, no hurte más”.  Yo podría emplear este mismo texto para enseñar que la Biblia manda a los creyentes a hurtar. ¿Acaso el versículo no dice: “hurte más”? Sí, esas palabras están allí, pero el contexto inmediato del resto del versículo da el sentido opuesto.

Cada texto está empaquetado en un contexto. Tenemos que tomar en cuenta la oración entera, el párrafo, el libro y aun el Testamento donde se encuentra para conocer el significado y el sentido de cualquier parte de la Escritura. Mucha de la confusión en el movimiento carismático se debe sencillamente a no aplicar esta regla vital del “contexto” al interpretar la Biblia.

La suma de las Escrituras: Enseñanza global

Carmen comparte con Teresa su receta secreta para hacer pan de plátano. Teresa mezcla los plátanos, la harina y un poco de agua, revuelve la mezcla pegajosa y la mete al horno. Ella está condenada a un desastre culinario simplemente porque no incluyó todos los ingredientes de la receta ni siguió las instrucciones paso a paso.

No pocos desastres bíblicos también han sido cocinados por el mismo error. “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil”, 2 Timoteo 3.16. Esto quiere decir que toda palabra en la Biblia tiene la misma autoridad. Las palabras de Cristo en rojo no anulan las palabras de Pablo en negro. Toda la Escritura es igual; estamos obligados a tomar en cuenta toda la Biblia cuando identificamos nuestra doctrina y práctica.

La Biblia es una revelación progresiva. La enseñanza carismática se enfoca sobre una Escritura y hace caso omiso de las otras. Por ejemplo, muchos emplean Hechos 2.38 para enseñar que el perdón de pecados depende del bautismo en el nombre de Jesús. Ese versículo tomado aisladamente puede aparentar decir eso, pero hay aproximadamente 150 versículos en el Nuevo Testamento que enfatizan que la salvación es por fe solamente. De repente, vemos que la conclusión es otra. La salvación no es por obras, Efesios 2.9, ni siquiera por la obra del bautismo.

El Espíritu Santo y las Escrituras: Enseñanza armónica

El tercer principio que nos guía al interpretar las Escrituras es el de la concordancia, o armonía. Dios no puede contradecirse a sí mismo, ni puede hacerlo su Palabra. Judas dice que la Biblia es “la fe que ha sido una vez dada a los santos”. Por lo tanto, tenemos toda la Biblia que vamos a necesitar.

La Palabra escrita de Dios dice: “Dios, que no miente”, Tito 1.2. La Biblia es infalible; ni una sola parte de ella contradice otra. Un Dios uniforme habla uniformemente; un Dios perfecto habla perfectamente. Por esto, nuestra interpretación de cualquier pasaje debe ser concordante con el resto de la Escritura. Nunca debemos hacer caso omiso de algunas partes y enfatizar otras. Debemos leer, estudiar y aplicar todo ese precioso libro dándole a todo igual autoridad.

Muchos carismáticos atribuyen al Espíritu de Dios sus experiencias espectaculares y sensacionales. El Señor Jesús dijo: “Cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad”, Juan 16.13. ¿Acaso podría el Espíritu de verdad mandar al creyente a hacer o sentir algo contrario a la Escritura? ¡Imposible! Por tanto, si cualquier creencia, práctica, sensación o experiencia contradice la Palabra de Dios, no es del Espíritu Santo de Dios.

Los sentidos y las Escrituras: Enseñanza objetiva

Las emociones no son malas, pero tampoco son confiables. Por ejemplo, supongamos que yo diga: “Me siento como un tomate”. Nadie puede probar lo contrario porque se trata de algo muy personal y subjetivo. Pero nuestros sentimientos fluctúan y tal vez mañana me sienta como un pepino. Es difícil también porque ¿cómo podría otra persona saber si se siente igual? Los hechos, en cambio, son concretos, repetibles y comprobables. Si digo que la miel viene del panal, este es un hecho que puede ser investigado y observado por otros. Ahora supongamos que yo soy medio tonto y estoy contento por este hecho. Que yo esté feliz o no, no cambia el hecho de que la miel se produce en panales. Los hechos deben determinar la emoción en vez de la emoción determinar los hechos.

Aquellos que han hablado en lenguas, que han sido dominados por el Espíritu, que han profetizado o visto visiones, afirman que estas experiencias y emociones son sensacionales. La tendencia natural es de dar preferencia a las sensaciones sobre los hechos porque la emoción tiene un impacto inmediato y profundo. Por eso hay una calcomanía que dice: “Me siento bien, no me digas la verdad”.

Nunca debemos elevar la emoción y la experiencia por encima de la Escritura. La salvación se basa en hechos escritos, 1 Juan 5.13, y no en sentimientos personales, y así debe ser con toda otra doctrina y práctica. Los próximos capítulos evaluarán a la luz de la Palabra de Dios cuatro doctrinas que promueve el movimiento carismático moderno.

3   Los dones como señales
La promesa

Marcus Cain

 

El Señor Jesús estaba por ser recibido arriba en el cielo, dejando a sus apóstoles atrás. Había dado a aquellos once una comisión abrumadora: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura”, Marcos 16.15. ¿Cómo podían cumplir con una responsabilidad tan grande? ¿Cómo iban a convencer a “toda criatura” que el mensaje que estaban predicando era veraz? Solamente un grupo muy reducido de personas había presenciado los milagros del Señor en su ministerio terrenal. Quizás ellos reflexionaban sobre estas preguntas al escuchar al Señor darles la responsabilidad de esta gran obra de predicar el Evangelio. ¿Qué harían sin Él?

El comienzo

Marcos, el evangelio del Siervo Perfecto, comienza con estas palabras: “Principio del evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios”. ¡Qué proclamación tan maravillosa! Al proseguir en el capítulo encontramos rápidamente que el Padre ratifica la condición de Jesucristo como Hijo, declarando desde el cielo: “Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia”, 1.11, y el Espíritu da un doble testimonio al descender como paloma. Pero al final del evangelio según Marcos encontramos a los apóstoles predicando “en todas partes, ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que la seguían”, 16.20. Ellos llevaron adelante la obra que el Señor Jesús había comenzado cuando estaba en el mundo, pero no sin el poder suyo.

El concepto

El Señor Jesús dijo que “señales seguirán a los que creen”, pero tenemos que preguntarnos qué es una señal.  ¿Por qué hacían falta durante el ministerio terrenal de Cristo? Varias veces Juan menciona señales en su evangelio y quizás lo resume muy bien para nosotros al declarar: “Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre”, Juan 20.30-31.

En Marcos 16.14 Cristo acaba de reprender a estos mismos hombres por su incredulidad y dureza de corazón. Así que, una señal no era solamente hacer un milagro simplemente por hacer un milagro y manifestar su poder sobre las enfermedades, la naturaleza, los demonios, o aun la muerte misma. Era más bien un acto específico para llevar a la gente a creer en Él. La humanidad iba a aprender, al presenciar un milagro, que Dios estaba validando al Hombre que lo había realizado y el mensaje que lo acompañaba.

Considere a Moisés, al ser enviado por Dios para salvar a la nación de la servidumbre en Egipto, o a Elías y a Eliseo, al proclamar a la nación que ellos se habían alejado del Dios verdadero. Las señales fueron dadas para acreditar al hombre que había sido enviado por Dios con un mensaje.

La confirmación

“Los judíos piden señales” es lo que Pablo escribe en 1 Corintios 1.22. ¿No es esto lo que vemos al leer los evangelios también? Los fariseos vinieron al Señor Jesús en Marcos 8 “pidiendo señal del cielo, para tentarle”. Él se angustió en espíritu al ver tanta incredulidad, y dijo: “¿Por qué pide señal esta generación?”, 8.12. Cuatro de sus mismos apóstoles le preguntaron en el monte de Olivos: “Dinos, ¿cuándo serán estas cosas? ¿Y qué señal habrá cuando todas estas cosas hayan de cumplirse?”, 13.4

Juan, cuyo evangelio registra muchas señales, también menciona que el resultado era la fe en el Señor Jesús: “Este principio de señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron en él. Muchos creyeron en su nombre, viendo las señales que hacía”, 2.11, 23. Los apóstoles habían visto muchas señales durante el ministerio terrenal del Señor Jesús, y al anticipar el cumplimiento de su comisión, les sería un gran estímulo la promesa del Señor de que ellos también realizarían señales.

La continuación

A lo largo del evangelio de Marcos el Señor Jesucristo hizo milagros. Al proseguir en este «acelerado» evangelio, encontramos que Él es presentado y confirmado como el Hijo de Dios, tanto por la declaración del Padre desde el cielo en dos ocasiones como por los muchos milagros que hace. Ahora los discípulos irán a todo el mundo, comenzando en Jerusalén y toda Judea, con señales que les acompañarán.

Encontramos que entre estas señales, ellos hablarían nuevas lenguas. Tenemos que recordar, entonces, que “las lenguas son por señal, no a los creyentes, sino a los incrédulos”, 1 Corintios 14.22. Veremos que las nuevas lenguas iban a ser muy necesarias unos pocos días después cuando judíos incrédulos de muchas partes se congregaron en Jerusalén.

La naturaleza de esta promesa respecto a las señales que les acompañaría es temporal, no algo que continuará hasta el fin de la edad. En el evangelio de Mateo, “el fin del mundo” está bajo consideración, pero no se hace mención de las señales. Más bien, se destaca la autoridad del Señor Jesús y la necesidad de enseñar a los nuevos creyentes a observar todo lo que les habían enseñado los apóstoles. En el evangelio según Marcos encontramos al Señor “acompañándoles y confirmando la palabra con las señales que la seguían”, 16.20. El escritor a los Hebreos nos ayuda a entender la naturaleza pasajera de las diversas señales mencionadas en Marcos 16, diciéndonos que esta gran salvación de la cual hemos sido hechos participantes había sido “anunciada primeramente por el Señor” y nos fue “confirmada por los que oyeron, testificando Dios juntamente con ellos, con señales y prodigios y diversos milagros y repartimientos del Espíritu Santo según su voluntad”, Hebreos 2.3-4.

Dios nos dice que los que oyeron al Señor Jesús testificaron de manera especial por medio de señales, incluyendo el uso de nuevas lenguas. Es evidente, entonces, que la necesidad de señales de lenguas tenía que ver especialmente con la nación judía y que les daría gran gozo a los apóstoles estar conscientes de que el Señor obraba con ellos mientras viajaban y predicaban el Evangelio. El inconmensurable interés de Dios por el bienestar de las almas se ve en la promesa de Cristo de confirmar el mensaje del Evangelio de la gracia de Dios por medio de estas señales. ¡Los apóstoles habrán contemplado la gran comisión con gran expectativa!

Lo contemporáneo

Debemos recordar que todavía somos responsables de continuar el cumplimiento de esta comisión. Aun cuando no tengamos estos dones como señales ahora, sí tenemos la plena confianza de que Dios todavía está intensamente interesado en la salvación de almas, y que todavía Cristo está enteramente capacitado para salvar.

 

 

 

4   El don de lenguas
La práctica

 

Daniel  Harvey

 

Hechos capítulo 2 narra el inicio. Al examinar la práctica de las lenguas nos limitaremos a este capítulo 2.

Pocos días se destacan en las Escrituras con tanta anticipación contenida como el Día de Pentecostés registrado en Hechos 2. El prometido don del Espíritu Santo fue dado permanentemente para morar en los creyentes y darles poder. Ese día nació la Iglesia y la dispensación del día de la gracia fue introducida. Fue también la primera vez que la provisión y el poder de Dios fueron manifestados por medio del don espiritual de hablar en lenguas. Nada nos sorprenden la respuesta y la pregunta registradas en 2.12: “Estaban todos atónitos y perplejos, diciendo unos a otros: ¿Qué quiere decir esto?” De veras fue un gran día que cambió el curso de la historia.

Dones concedidos

La habilidad para hablar en una lengua extraña fue un don espiritual y, como todos los dones espirituales, fue dada para fortalecer el cuerpo, la Iglesia compuesta de todo creyente desde el Día de Pentecostés hasta el Arrebatamiento. Estos dones espirituales son dados por Dios y uno no los recibe por simplemente querer tenerlos; Dios los da.

La epístola a los Efesios nos enseña un principio importante acerca de la función y el propósito de los dones, uno que aclara su uso y existencia hoy. Aprendemos que fueron dados, y eran especialmente idóneos, para una etapa específica en el desarrollo y el perfeccionamiento de la Iglesia, Efesios 4.12. Los apóstoles y profetas, por ejemplo, son una parte del fundamento, 2.20. Una vez dado el cuerpo de doctrina, Judas 3, y completada la revelación del canon de las Escrituras, se acabó la necesidad de estos dones propios del fundamento. Lo mismo aplicará a todo don, culminando en el día cuando, como creyentes, no harán falta nuestros dones, 4.13.

Reconocemos, sin embargo, la necesidad vigente y presente del don de evangelista para buscar a los perdidos y de los dones de pastores y maestros para confirmar a los creyentes. Se ve, entonces, que cualquier don que sigue vigente hasta ahora lo hace por una razón, que su propósito todavía no ha sido alcanzado de un todo. Así, ¿cuál era el don dado en Hechos capítulo 2, cuál fue su efecto en el Día de Pentecostés, y ese propósito ha sido alcanzado ahora?

Lenguas habladas

El don de Hechos 2, a menudo mal entendido, fue el de lenguas, la capacidad sobrenatural concedida de hablar en una lengua foránea existente sin haberla estudiado o aprendido. Tanto el versículo 6 como el 8 y el 11 de Hechos 2 confirman que hablar en lenguas no fue alguna forma de expresión extática, un balbuceo, o un lenguaje celestial; al contrario, fueron lenguas identificables y comprensibles. En toda instancia de la palabra traducida “lengua” en la Escritura (los vocablos glóssa y diálektos son sinónimos en el Nuevo Testamento), la referencia es siempre al órgano físico que poseemos o al uso del mismo para hablar un idioma conocido. Si bien algunos bien intencionados individuos en el movimiento carismático hoy día afirman haber tenido una experiencia de elocución extática, la realidad de su experiencia o la intensidad de su emoción no es la prueba. La única prueba de la verdad es la Palabra de Dios. El meollo del asunto no es, entonces, “¿Mi experiencia fue real?”, sino, “¿Mi experiencia se basó en la Biblia?”

Aun con la poderosa demostración de señales tan visibles y audibles que acompañó el descenso del Espíritu Santo (lenguas repartidas como de fuego y el estruendo como de un viento recio del cielo), el apóstol Pedro todavía va a la Escritura para demostrar la base de lo que estaban viendo los visitantes a Jerusalén. Dice Pedro: “Esto es lo dicho por el profeta Joel”, Hechos 2.16. Por consiguiente, la primera cosa que la Biblia nos enseña en Hechos 2 es que el don de lenguas se basaba en lenguas conocidas, descartando así con autoridad bíblica todo otro indicio circunstancial, contrario a lo que promociona el neopentecostalismo moderno. La segunda lección es que la Escritura siempre tiene prioridad sobre la experiencia; la experiencia debe ser entendida a la luz de la Escritura, y no al revés.

¿Por qué lenguas?

Pero ¿cuál era el propósito del don de lenguas en el Día de Pentecostés? ¿El Espíritu Santo no podía haber sido dado sin las señales visibles y audibles que lo acompañaban? Cuando Pedro se levantó para predicar, él no empleó una lengua extraña sino que, como en toda ocasión posterior de la predicación del evangelio, proclamó el mensaje con claridad y sencillez en el idioma conocido y entendido por todos los concurrentes. ¿Por qué, entonces, este mensaje de Pedro fue precedido por la introducción de lenguas extrañas por medio del don de hablar en lenguas?

En Hechos 2 Dios estaba señalando sobrenaturalmente el comienzo de algo nuevo, la dispensación del día de la gracia y la morada del Espíritu Santo en los creyentes, y con esto Él dio una señal espectacular de autenticidad. Hebreos 2.4 dice que durante la presentación del evangelio de parte de los apóstoles, Dios estaba “testificando juntamente con ellos, con señales y prodigios y diversos milagros y repartimientos del Espíritu Santo según su voluntad”.

Había llegado un día nuevo. Citando Isaías 28, Pablo dice: “En otras lenguas y con otros labios hablaré a este pueblo. Así que las lenguas son por señal, no  a los creyentes, sino a los incrédulos”, 1 Corintios 14.21-22. El Espíritu de Dios se cuida de subrayar que es a “este pueblo”, los judíos, que Dios hablaría en una lengua extraña. Al oído judío, el sonido de una lengua extraña en su propia tierra era indicio seguro de juicio, de cautiverio inminente. Y así fue en el Día de Pentecostés, cuando los moradores de Jerusalén oyeron a sus conciudadanos hablar en lenguas extrañas. Fue una señal de confirmación y un mensaje de Dios para una nación incrédula.

Cuán animador es ver la respuesta de algunos al claro mensaje evangélico que siguió. “Se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?”, 2.37. Nos asombra leer que unas 3,000 almas mostraron arrepentimiento genuino a Dios y fe en el Señor Jesucristo resucitado. Fueron incorporados al reino, y el Señor comenzó a edificar su Iglesia. Sin duda, el Señor estaba obrando con ellos y confirmando la Palabra con las señales que siguieron, Marcos 16.20.

¿Lenguas ahora?

Hoy en día, con las Escrituras enteras en la mano, con renacidos judíos y gentiles unidos en un cuerpo, y con la dispensación de gracia vigente desde hace tiempo –y probablemente cerca de su final– miramos atrás y apreciamos que la razón de ser de las lenguas ya ha sido realizada; fueron una parte del fundamento de la Iglesia, pero no es necesario que funcionen ahora.

 

5   El don de lenguas
El patrón

Jasón Wahls

 

Los capítulos 2, 10 y 19 de Hechos relatan de tres grupos distintos que recibieron el Espíritu Santo. Hablar en lenguas en estas tres ocasiones fue una manifestación física o “señal” de que cada individuo en el grupo respectivo había recibido realmente al Espíritu Santo.

Tres grupos selectos

En Hechos 2 los apóstoles, quienes se habían reunido con Cristo en el capítulo 1, recibieron el Espíritu Santo como el Señor había enseñado antes de su ascenso. Pedro y los otros creyentes judíos se maravillaron “que también sobre los gentiles se derramase el don del Espíritu Santo”, 10.45. En el 19.2 Pablo les preguntó a un pequeño grupo de individuos que conocían solamente el bautismo de Juan: “¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis?”

Esto nos conduce a notar que fueron solamente “los primeros judíos”, “los primeros gentiles” y el grupo que conoció solamente el bautismo de Juan  los que hablaron en lenguas al recibir el Espíritu Santo. Es por esto que en 2.38 Pedro les prometió a los judíos que se habían reunido cuando oyeron a los apóstoles hablar en lenguas, 2.5, que ellos también iban a recibir el don del Espíritu Santo si se arrepentían y eran bautizados. Posteriormente leemos que tres mil almas recibieron su Palabra y fueron bautizados, pero no leemos que hablaran en lenguas. Cuando los samaritanos recibieron el Espíritu Santo, tampoco está registrado que ellos hablaran en lenguas. Esto anula la idea que uno debe hablar en lenguas como evidencia de haber recibido el Espíritu, 8.16-17.

En estas tres ocasiones los individuos que recibieron el Espíritu Santo no intentaron proactivamente recibirlo. En Hechos 2  “fueron todos llenos” del Espíritu mientras aquellos creyentes esperaban obedientemente. En 10.44 “el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oyeron el discurso”. Y en el capítulo 19 los nuevos creyentes recibieron el Espíritu Santo cuando Pablo les puso las manos. Vemos que no lo solicitaron activamente, sino que Él “llenó” o “cayó” sin que lo solicitaran.

Hechos 10: Los gentiles

Llegando al punto culminante de su mensaje, Pedro proclamó la remisión de pecados para todos los que creyeran en Cristo, v. 43. Previamente, en el Día de Pentecostés, él había concluido su mensaje de una manera similar, refiriéndose a la remisión de pecados y agregando “y recibiréis el don del Espíritu Santo”. Pero en esta ocasión Pedro no hace ninguna mención del Espíritu. Posiblemente no tuvo oportunidad para hacerlo, porque todos los concurrentes creyeron y “el Espíritu cayó sobre todos los que oían el discurso”. O, quizás él no estaba esperando que los gentiles recibieran el Espíritu.

Para el asombro de Pedro y de sus compañeros y creyentes judíos, los recién convertidos gentiles comenzaron a hablar en lenguas y magnificar a Dios, v. 46. Es claro que Pedro y los otros creyentes judíos entendían lo que estaban diciendo aquellos que hablaban en lenguas, porque magnificaron a Dios. También, la importancia de que gentiles hablaran en lenguas era una señal de que habían “recibido el Espíritu Santo también como nosotros”, v. 47.

Este evento, cuando gentiles hablaron en lenguas, sería importante en acontecimientos futuros como indicio de la autenticidad de la conversión de los gentiles y su igualdad en el cuerpo de Cristo. En Hechos 11, cuando Pedro relató los eventos del capítulo 10 a los apóstoles y a los hermanos en Judea, él se refirió a este gran evento cuando los gentiles recibieron el Espíritu Santo, para validar su conversión, 11.15-18. El resultado fue que sus oyentes glorificaron a Dios porque Él había concedido el arrepentimiento a los gentiles también.

Más adelante, cuando surgió desacuerdo sobre la necesidad de la circuncisión de los gentiles en Hechos 15, de nuevo Pedro aludió al evento del capítulo 10 como prueba de la igualdad de los gentiles en el cuerpo de Cristo, declarando que “ninguna diferencia hizo (Dios) entre nosotros y ellos”, 15.8-9.

Hechos 19: Los seguidores de Juan el Bautista

En el capítulo 19 se registra un tercer y último grupo que habló en lenguas. Es un núcleo por demás interesante y singular, identificado como “ciertos discípulos” que solamente habían sido bautizados con el bautismo de Juan. Era gente con una experiencia previa a la cruz que vivía en días posteriores a la cruz.

Para probar el alcance de su comprensión del Espíritu Santo, Pablo pregunta: “¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis?” El apóstol pensaba que los creyentes recibían el Espíritu Santo al creer y no por medio de una segunda experiencia. Es evidente que ellos no sabían de la existencia el Espíritu Santo, 19.2. Por lo tanto, cuando Pablo expuso la necesidad de creer “en Aquel que vendría después de él (el Bautista), esto es, en Jesús el Cristo”, ellos creyeron y fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús.

Cuando Pablo les impuso las manos, “vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban”. No era la primera vez que creyentes recibían el Espíritu Santo a la vez que se les imponían las manos, 8.17, pero esta es la única de las tres ocasiones donde el hablar en lenguas fue acompañado de la profecía. Es la última vez que se menciona hablar en lenguas en el libro de Hechos.

Conclusiones

→  Las tres ocasiones registradas en Hechos de creyentes hablando en lenguas fueron señales para indicar que tres grupos distintos de creyentes habían recibido el Espíritu Santo.

→  Los que escucharon a los creyentes cuando hablaban en lenguas entendían lo que estaban diciendo.

→  Muchos creyentes en el libro de Hechos recibieron el Espíritu Santo sin hablar en lenguas, haciéndonos saber que hablar en lenguas no es esencial como evidencia de haber recibido el Espíritu, 2.38, 8.17.

→  Aparte de estas tres ocasiones y la de Hechos 8, el Espíritu es recibido por fe en el momento de la conversión, 2.38, 19.2.

 

 

6   El don de lenguas
La prioridad

 

Shad  Thomas  Kember

 

La más extensa sección del Nuevo Testamento que trata el tema de hablar en lenguas es 1 Corintios 12 al 14. Los corintios le estaban dando una prioridad indebida al hablar en lenguas. Tan magistrales son los argumentos de Pablo que apenas una consideración rápida de unos pocos de ellos casi bastaría para detener en seco el así llamado movimiento de lenguas de nuestros tiempos. Los principios expuestos aplican a aquellos dones que perduran y por esto son de valor incalculable para las congregaciones de creyentes en el mundo entero el día de hoy.

Las lenguas comparadas con el pasado, 12.1-3

Hablar en lenguas debe ser gobernado por un conocimiento bíblico, la dirección del Espíritu Santo, un Dios que comunica la verdad y el señorío de Cristo. Cuando dijo: “No quiero que ignoréis” y, “Os hago saber”, destacó una causa de mucho error doctrinal: una carencia de conocimiento de las Escrituras. Son llamativos los contrastes entre sus actividades espirituales antes y después de su conversión. Nótese: “se os extraviaba … como se os llevaba” e “ídolos mudos”, v. 2.

¿El hablar en lenguas o el abuso de ellas tenían algo en común con esto? Sí. Estaban siendo extraviados por su propio espíritu, u otro, pero no por el Espíritu Santo. Fue al azar y ha podido ser mudo porque ellos no estaban siendo interpretados. El versículo 3 nos recuerda quizás del meollo de la actitud judía al rechazar o aceptar la salvación: ¿llamar a Jesús anatema, o reconocerle como Señor? “Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición”, Gálatas 3.13; “Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor … serás salvo”, Romanos 10.9; “¿Quién eres, Señor?” Hechos 9.5. Los corintios estaban usando las lenguas para la exaltación propia.

El Espíritu hará en la congregación lo que hizo en nuestra conversión: exaltar a Cristo como Señor.

Las lenguas comparadas con la Trinidad, 12.4-7

Aprendemos aquí que el Espíritu Santo, Cristo y Dios el Padre son la fuente de las legítimas manifestaciones espirituales, 12.1. Actúan como uno, cada uno con un papel a desempeñar, produciendo un bien común para todos. Cuando los corintios empleaban los dones, ellos debían reflejar la unidad y el carácter armónico del Dios Trino que en gracia, cáris, dio la habilidad, oportunidad y energía para su empleo, vv 4 al 6. El uso indebido de lenguas en Corinto deshonraba a Dios y distaba mucho de la manera en que interactuaban las personas de la Deidad.

Si bien se enfatiza ampliamente el Espíritu Santo en este capítulo, hablar en lenguas o cualquier otra forma de oración nunca está dirigida a Él en ninguna parte de la Escritura.

Las lenguas comparadas con otros dones, 12.8-10, 28-30

El capítulo presenta tres listas de dones, y el de lenguas aparece al final, no de primero. Y tampoco se menciona la lengua en la ilustración sobre el cuerpo. Un énfasis indebido sobre un don a expensas de otros sería como reducir el cuerpo a un solo miembro. Imagínese que viniera caminando hacia usted un ojo del tamaño de un cuerpo.

Ningún miembro debe sentirse inferior, vv 14 al 18, ni suficiente o superior a los demás, vv 19 al 26. El cuerpo ilustra la mutua dependencia, relación, interacción, necesidad, consideración, estima y felicidad. Los “miembros débiles” deben recibir mayor estima. Dios “compuso” el cuerpo físico con el mismo patrón y plan que la asamblea: “para que no haya desavenencia… que los miembros todos se preocupen los unos por los otros”.

Al final, v. 30, Pablo pregunta: “¿interpretan todos?” La respuesta es: “No”. “Procurad los dones mejores” no quiere decir procurarlos para sí, sino para la asamblea. “Los dones mejores” no incluía el de lenguas ni ninguna otra señal “milagrosa”.

Las lenguas y el bautismo en el Espíritu, 12.12-13

El bautismo en el Espíritu formó el cuerpo de Cristo. Todas las almas salvadas a partir de Pentecostés hasta el Rapto están en él: “por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo”, v. 13. El bautismo en el Espíritu sucedió una sola vez, en el Día de Pentecostés, en Jerusalén, y fue efectuado por Cristo, Mateo 3.11, no por el Espíritu. No se dice que algún creyente que haya sido bautizado en el Espíritu en el momento de su conversión. Ni el Calvario ni Pentecostés se repiten con cada conversión, aun cuando sí se perciben los beneficios.

En el Pentecostés, solamente los ciento veinte en el aposento alto experimentaron literalmente el ser bautizados en el Espíritu. Los tres mil salvados ese mismo día no lo experimentaron literalmente, sin embargo eran parte del cuerpo de Cristo. Ellos (y todo otro creyente desde ese entonces) entraron en el beneficio de ese bautismo al aceptar a Cristo. Todos son vistos como bautizados en el Espíritu, pero no todos hablan en lenguas, v. 30. Por lo tanto, hablar en lenguas no es la evidencia del bautismo en el Espíritu. (La Biblia Enseña, Tomo 3)

Las lenguas comparadas con el amor, 12.31 al 13.13

Un cristianismo basado en logros engendra orgullo y rivalidad, no humildad y unidad. La primera y más destacada característica del fruto del Espíritu, el amor, no es solamente la medida de lo que es “espiritual”, sino también un estilo de vida que trasciende todo otro estilo.

Esta sección es tan elocuente y conmovedora, su belleza tan evidente, que no puede ser considerada sin obligarnos tanto a reflexionar sobre Cristo como a querer parecernos más a Él. El amor, este distintivo por excelencia de la gracia cristiana, debe ser buscado tanto antes como durante toda reunión de la asamblea.

El amor es como una licencia de conducir; es ilegal usar el don sin él. El fracaso en Corinto en cuanto a esto dio lugar a una de las reprimendas más fuertes, pero amorosas, en todo el Nuevo Testamento. El amor es un camino más excelente, 12.31, o “de excelencia sin par” (J N Darby). Las lenguas no miden la espiritualidad, pero el amor sí. A diferencia de las lenguas, todo creyente debe y puede contar con esta gracia. A diferencia de las lenguas, el amor legítimo no puede recibir demasiada preferencia. A diferencia de las lenguas, que han cesado, el amor permanece. A diferencia de las lenguas, que eran inferiores a otros dones, el amor es supremo entre las gracias.

 

 

7    El don de lenguas
Los parámetros

John  Dennison

La reunión está por comenzar. Todos los miembros de la iglesia parecen corredores de velocidad esperando la señal de salida. Cada uno ha venido con un salmo, una doctrina, una lengua, una revelación o una interpretación, 1 Corintios 14.26. Primeramente, un hermano anuncia a la congregación un himno. De repente otro sigue con una oración. Antes que termine, otro interrumpe en una lengua extraña. Luego una mujer prorrumpe en alabanza en otro idioma. El fervor se extiende y pronto todo se oye como si hubiera varios radios encendidos a la vez, pero cada uno sintonizado a una emisora diferente. A lo mejor los corintios querían marcharse de las reuniones sintiéndose “energizados espiritualmente”, mientras los visitantes salían asustados, confundidos, o hasta deseando que esos cristianos buscaran ayuda psiquiátrica, v. 23.

Hoy en día, muchos creyentes sinceros sienten que sus experiencias carismáticas son de Dios, producto del “bautismo de fuego”. Sin embargo, visitantes creyentes o incrédulos posiblemente consideran las reuniones carismáticas un tanto intimidantes, desordenadas y confusas. Algunos dirían que todo es emoción y de ninguna manera de Dios. ¿Quién tiene la razón?

Cuando las opiniones discrepan, debemos ser como aquellos de Berea que “recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así”, Hechos 17.11. Un principio primordial es que el Espíritu Santo no puede guiar a un creyente a hacer cualquier cosa que sea contraria a la Palabra de Dios, ni tampoco lo hará.

Razones para hablar en lenguas

Razón 1: Edificación

En 1 Corintios 14.1 al 12 Pablo introduce la primera razón del uso de todos los dones: “para que la iglesia reciba edificación”, v. 5.  Él contrasta la profecía (una revelación enseñada en la lengua del pueblo) con las lenguas (una revelación enseñada en una lengua extraña). La primera fortalecería la iglesia porque es comunicada en su idioma, mientras que la segunda (aun si tratara de un misterio – algo no revelado previamente, v. 4) está en un idioma desconocido y no tendría ninguna influencia edificante.

Él procede a usar la ilustración de flautas, arpas y trompetas, cada una con un sonido que se distingue, muy diferente de la cacofonía de voces participantes en Corinto. Los mensajes enviados a las tropas militares por la trompeta tenían que ser identificables claramente. En contraste, los mensajes enviados divinamente estaban perdiéndose en el mucho ruido de las reuniones en Corinto.

Luego pasa hábilmente a la conversación humana y el mismo valor que tienen todos los idiomas humanos, pero habla de la frustración y futilidad cuando el mensaje no llega debido a las barreras lingüísticas. Por esto, concluye que, no obstante lo que puedan sentir los participantes o cuáles sean sus experiencias, “procurad… la edificación de la iglesia”, v. 12.

Razón 2: Comprensión

Cuando un creyente intervenía en Corinto, muchas veces ni siquiera sabía él mismo lo que estaba diciendo. Pablo enfatiza tan enérgicamente la comprensión –el entendimiento– que dice que ese creyente debería primeramente pedir en oración ser habilitado para interpretar, porque sería una pérdida de tiempo decir algo que ni el orador ni el oyente podrían entender, vv 13-14.

Así, sea que el participante ore o cante, debe lograr la comprensión, ya sea interpretándose a sí mismo o porque el Señor aporte un intérprete. La meta es que todos estén en condiciones de decir ¡Amén!  Sin embargo, nadie puede decir Amén inteligentemente a lo que suena como balbuceo de niños, v. 16. Pablo aboga por la madurez espiritual, “maduros en el modo de pensar”, v. 20.

Reglas para hablar en lenguas

Pablo procede a listar claramente una serie de requisitos que deben satisfacerse para que una intervención sea dirigida por el Espíritu. Podemos y debemos aplicar estos requisitos a todas las reuniones religiosas hoy día donde gente afirma hablar en lenguas.

Primero, dice Pablo: “Si habla alguno en lengua extraña, sea estos por dos, o a lo más tres”, v. 27. Hablar por interpretación requiere mayor concentración, así que, para mantener el enfoque de la comprensión y el fortalecimiento, la primera norma es la de limitar el número de participantes a dos o tres.  Un mayor número de participantes en una lengua extraña pondría en entredicho que los mensajes u oraciones hayan sido realmente de parte de Dios. ¿Por qué? El Espíritu no contradeciría su Palabra respecto a esta norma.

Segundo, Él no contradeciría la siguiente norma, que es: “…y por turno”, v. 27. No solamente se limitaría el número de participantes en idiomas extranjeros, sino que los que participaran hablarían por turno. Dios sabe que los humanos no pueden procesar mentalmente varias lenguas a la vez. Cuando Dios se vale de instrumentos humanos para comunicar una verdad en una asamblea, Él puede emplear un surtido de varones, pero siempre los empleará uno por uno.

El tercer punto es, “…y uno interprete”, v. 27. Si un hermano no sabía lo que iba a decir porque el mensaje estaba en una lengua extraña, primeramente tenía que orar para comprenderlo él mismo. Si no recibía ese entendimiento personalmente, tenía que averiguar para asegurarse que otro podría interpretarlo.

Los dones dados espiritualmente nunca presuponen que los hombres perderán el control de sí mismos y que el Espíritu los convierta en robots para no poder poner fin a su intervención. La enseñanza es que “los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas”, v. 32. Si no hay intérprete, que guarden silencio, v. 28. El Espíritu nunca obligaría a alguien a hablar cuando no hay intérprete; Él no violaría esta norma inspirada.

La cuarta limitación es igualmente importante en nuestros tiempos. Pablo escribe: “vuestras mujeres callen en las congregaciones”, v. 34. No es una norma cultural ni un insulto a la mujer. Las enseñanzas de Pablo para las mujeres y acerca de ellas las elevan, permitiendo su máxima utilidad y realización del papel que Dios mismo les ha dado. El Espíritu Santo no motivaría a una mujer a tomar parte en un servicio público de una iglesia novotestamentaria, porque violaría su propia Palabra.

Si usted empleara hoy esta sencilla lista de cuatro puntos en cualquier reunión carismática moderna, encontraría violación tras violación. Los participantes pueden hablar de lo bien que se siente, del poder que sienten, o de lo beneficioso que es, pero nuestra responsabilidad es ser bíblicos. Tener la convicción de que el Espíritu no puede contradecir la Palabra de Dios nos da discernimiento claro en estos casos.

Resultados de hablar en lenguas

¿Confusión o convicción? 

Pablo definió tres categorías de personas presentes en las reuniones generales de una asamblea: los miembros de la iglesia, los inconversos y los creyentes que todavía no han aprendido o no han aceptado la doctrina de los apóstoles. En todas las reuniones de una asamblea somos observados. Si alguien tiene poco conocimiento o no es salvo, ¿qué pensaría si oye a la gente hablar en lenguas o sonidos que no entienden? ¿Pensará que es una convicción de Dios? Pablo advierte que lo más probable es que concluya que la gente en la iglesia local está loca, v. 23.

Pero si oye y entiende la verdad porque alguien ha hablando (profetizado) en su propia lengua, o ha hablado en lenguas con interpretación, la Palabra de Dios en todo su poder podría hacer que se postrara sobre su rostro en adoración, y dijera: “Verdaderamente Dios está entre ustedes”, v. 25.

Lo que buscamos es la convicción de pecado e ignorancia, en vez de una confusión o dudas acerca de la estabilidad mental de los participantes.

¿Glorificar o gratificar?  

Pablo dijo que prefería hablar cinco palabras con entendimiento en vez de diez mil en una lengua desconocida, v. 19. Para él, no era un asunto de gratificación propia, o de sentirse en contacto con Dios, o de ser investido de poder por el Espíritu. Al contrario, era un medio para alcanzar a las almas incrédulas con el evangelio, especialmente su propio pueblo judío, vv 21-22. Más allá de esto, Pablo anhelaba que Dios fuera glorificado a través de los creyentes en la asamblea, que los inconversos fueran salvos y los creyentes inmaduros, instruidos.

¿Borrosidad o bendición?

Las asambleas son como espejos que reflejan el carácter de nuestro Dios. Ya que “Dios no es Dios de confusión, sino de paz”, v. 33, la asamblea de Corinto no estaba representando a Dios debido al mucho ruido y desorden en sus reuniones. Para reflejar debidamente a su Dios de paz, Pablo advierte: “hágase todo decentemente y con orden”.

 

Así 1 Corintios capítulo 14 ofrece criterios específicos y objetivos para evaluar el movimiento moderno de hablar en lenguas. Que Dios conceda gracia y valor para no sustituir las normas divinas por sentimientos o experiencias, y para someternos a lo correcto – la participación en la iglesia debe concordar con la Palabra de Dios.

 

 

8    El don de lenguas
Lo pasajero

Daniel  D.  Shutt

 

Algunas cosas son inevitables; decimos a menudo que no se puede evitar la muerte y los impuestos. Por supuesto, no es así porque nosotros lo digamos, pero, a diferencia de nosotros, cuando Dios dice algo, lo que Él ha dicho sin duda sucederá. Y en cuanto al don de lenguas, Dios mismo se ha expresado con mucha claridad. “Las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará”, 1 Corintios 13.8.

Dando por hecho, entonces, que el lector acepta la veracidad absoluta de Dios, no hay ninguna duda legítima acerca de la cesación inevitable de los dones de lenguas. Es solamente una cuestión de cuándo la Palabra de Dios será cumplida (porque se cumplirá).

El argumento cronológico

La cronología del Nuevo Testamento, si bien no entendida entera y perfectamente por los eruditos, ofrece indicios amplios acerca del ir y venir general de la historia primitiva de la iglesia. Ordenar los eventos cuidadosamente permitirá aclarar algunos hechos acerca del don de lenguas.

Comenzando con los Evangelios, un detalle sutil pero interesante se encuentra al comparar las dos presentaciones de la gran comisión. Tanto Mateo como Marcos registran las palabras del Cristo resucitado a sus discípulos. Es interesante que Marcos, quien solo hace mención del don de lenguas, en 16.15 al 18, omita la bendición incluida en Mateo: “he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (hasta la consumación del siglo, Versión Moderna), Mateo 28.20. Predicar el evangelio, bautizar los convertidos y enseñar las Escrituras serían características fijas de la edad. Los dones de señales al inicio (incluyendo el don de lenguas) eran, por lo menos por inferencia, temporales.

El libro de Hechos registra tres eventos en los cuales el uso del don de lenguas es evidente. El primero y más conocido es lo sucedido en el Día de Pentecostés, cincuenta días después de la resurrección de Cristo. La aprobación divina de este evento sobresaliente se vio en el ejercicio de un don singular: la habilidad que el Espíritu le dio a algunos hombres entre los ciento veinte discípulos de hablar en doce o quince (o posiblemente más) idiomas extranjeros.

¡Qué asombroso! Para los que se burlaron, era la señal prometida de juicio nacional, Deuteronomio 28.49, Isaías 28.11, 33.19, Jeremías 5.15. Para los que estaban dispuestos a oír, esta capacidad cumplió la promesa de Cristo de “nuevas lenguas”, Marcos 16.17, un presagio de la nueva dispensación en la cual el Señor estaba confirmando la palabra con señales que seguían.

Dejando a un lado el segundo evento, descrito en Hechos 10.46, la última mención de lenguas, el don de hablar en un auténtico idioma extranjero, está en Hechos 19.6. El lector cuidadoso notará que esta mención cierra el tema en lo que concierne los libros del Nuevo Testamento. Aun el repaso de la edad de la iglesia, aludido por las cartas de Apocalipsis 2 y 3, no insinúa nada de un ejercicio vigente de los dones previamente dados como señales.

Avanzando a las Epístolas, es por demás interesante para nosotros que los eventos de Hechos 19 y la primera carta a los Corintios sean históricamente análogos, ambos originándose muy temprano en la edad de la iglesia (c. 55 – c. 56). En la única epístola que hace mención de la operación histórica del don de lenguas, Pablo subraya la inferioridad de este don y enseña la necedad de su ejercicio fuera de ciertos parámetros muy estrechos. (Él ubica las lenguas y la interpretación de lenguas en el último lugar en ambas listas en 1 Corintios 12).

Aquí está la parte importante: debemos notar que ninguna epístola subsiguiente menciona el don de lenguas, ni siquiera 2 Corintios, que fue escrita escasos meses después de la primera carta. Aun en las posteriores listas de dones, encontradas en Romanos 12 (escrita c. 57) y Efesios (c. 61 – c. 62), no hay mención de lenguas. Pablo escribió por lo menos ocho epístolas después de 1 Corintios y nunca volvió a mencionar la cuestión de lenguas – ni lo hicieron Pedro, Santiago, Juan o Judas. Cosa rara, por cierto, salvo que sea que ya habían dejado de funcionar.

Para aquellos que quieren profundizar más, podemos añadir que el autor del libro de Hebreos (escrito c. 68) insinúa que estaba completa ya la obra corroborativa de los dones como señales. Una consideración cuidadosa de los tiempos empleados en Hebreos 2.3-4 hace ver que para esa fecha ya estaban concluidos, y quedaban en el pasado, tanto el papel del testigo ocular como la confirmación por señales.

Para decirlo sencillamente, no tenemos ninguna evidencia bíblica que niegue que la actividad de lenguas ya se había cumplido para finales del primer siglo. El día del don de lenguas había pasado.

El argumento histórico

Viendo ahora los eventos después del fin del Nuevo Testamento, escuchamos las palabras de los líderes cristianos que eran descendientes de los apóstoles. Justino Mártir, a mediados del segundo siglo, hizo una lista de los dones espirituales que operaban en la iglesia contemporánea. No nos sorprende encontrar una ausencia total de referencias a los dones de lenguas.

Como está bien documentado, Origen en el tercer siglo, Crisóstomo en el cuarto y Agustín a principios del quinto, concluyeron que el don de lenguas, como se practicaba legítimamente en Hechos, había cesado. Es Crisóstomo quien primero nos dio la palabra “cesación”, y Agustín quien dijo que “(las lenguas) eran señales adaptadas al tiempo (de los apóstoles)… y dejaron de existir”.

¿Esto quiere decir, entonces, que no hubo instancias posteriores de hablar en lenguas? En realidad, hubo muchas, pero es importante notar que los líderes cristianos las consideraban poco ortodoxas y heréticas. Tanto Ireneo (c. 180) como Tertuliano (c. 207) las mencionan, pero como veremos, no eran los dones bíblicos de lenguas del Nuevo Testamento.

Uno de los primeros errores mayores que surgieron después de la muerte de los apóstoles fue la herejía del montanismo en el segundo siglo. Su nombre viene de su fundador, Montanus, un convertido de Frigia en Asia Menor, vinculado con dos mujeres, Prisca y Maximilla, quienes se adhirieron a su error. A pesar de tener muchos seguidores, fue denunciado como falso profeta según informes que decían que “se caía frenético, con convulsiones… y profetizaba lo contrario a lo que era la costumbre desde el comienzo de la iglesia. Aquellos que le oyeron estaban convencidos de que poseía un demonio, preso a un espíritu de error”. (Eusebio)

Tristemente, algunos afirman ahora que su “delirio y balbuceo” evidencian que todavía se practicaba el don de lenguas. Para todos, excepto sus seguidores devotos, sus contemporáneos lo consideraban herético y enajenado. Informes de su suicidio por ahorcamiento, junto con Maximilla en un estado frenético, condujeron a muchos a concluir que se asemejaba al traidor Judas.

 

Si bien hay informes aislados de brotes del así llamado don de lenguas a lo largo de la historia, el próximo evento mayor que queremos examinar ocurrió en el siglo 19. Es evidente que se trata de una era cuando Dios estaba obrando poderosamente en la restauración de la verdad bíblica. Dios usó grandemente a hombres como J. N. Darby, William Kelly y C. H. Mackintosh, además de Donald Ross, Donald Munro, John Ritchie y otros. Se predicaba el evangelio en todas partes del globo, los convertidos eran bautizados e iglesias locales formadas.

Pero cuando Dios está activo, el diablo también se ocupa en falsificaciones espirituales.  En Gran Bretaña, en la década de 1830, un predicador de la Iglesia de Escocia, Edward Irving, fue introducido a hablar en lenguas por dos mujeres que ya tenían muchos seguidores – tanto así que hombres como Darby y Newton investigaron el fenómeno personalmente (y concluyeron que era demoníaco). Habiendo abrazado de un todo esta doctrina nueva, Irving fundó su propia Iglesia Católica Apostólica, donde el hablar en lenguas y otras conductas nada convencionales eran la orden del día. Gozó de popularidad por un tiempo, pero la adusta Iglesia de Escocia pronunció: “En todo él presenta una exhibición melancólica y temible de enajenamiento mental e infatuación impertinente”.

En los Estados Unidos, los movimientos del siglo 19 presagiaron el interés actual en el don de lenguas. Tanto Joseph Smith de los Mormones como la “Madre” Ann Lee de los pre-cuáqueros, quien decía hablar 72 idiomas, abrazaron este don. Los precursores de los Cuáqueros –una secta radical inglesa que llegó a los Estados Unidos en 1774– sentían un lazo con montanistas de los tiempos post-apostólicos.  Así como otros herejes, tenían ideas perversas acerca de Cristo; Ann Lee decía ser “el aspecto femenino de la naturaleza dual de Dios como la segunda encarnación de Cristo” (¡¿?!). Los observadores contemporáneos no veían todo esto con simpatía, sino que describieron la práctica de los pre-cuáqueros de hablar en lenguas como “jerga incomprensible, mero balbuceo, y perfectos disparates”.

Por último, y de mayor importancia para nosotros, está el inicio del moderno Movimiento Pentecostal. Charles Parham fue uno de sus fundadores, habiendo fundado un seminario en 1900 para enseñar sus teorías de “sanidad divina” y estimular una obra misionera. El 1 de enero de 1901, en una reunión de año nuevo, una mujer de 30 años, Agnes N. Ozman, dijo haber perdido su capacidad de hablar en inglés y comenzó a hablar en chino por tres días. Dos días más tarde, doce ministros afirmaron hablar en lenguas y luego Parham hizo lo mismo. Dijo: “Allí mismo, en ese instante, me vino un ligero giro en la garganta, me cubrió una gloria y empecé a adorar a Dios en el idioma sueco, el cual cambió luego a otros idiomas y continuó así hasta la mañana”.

La enseñanza llegó rápidamente a la Misión de la Calle Azuza en Los Ángeles, y el moderno Movimiento Pentecostal estaba en marcha. Irónicamente, las profundas afecciones mentales, morales y psicológicas que tenía Parham le quitaron el liderazgo de este movimiento, pero su evaluación de la obra en la Calle Azuza fue especialmente aguda. La tildó de “fanatismo”, escribiendo: “Encontré influencias hipnotizantes, influencias de espíritus familiares, influencias espiritistas, y toda suerte de mareos, convulsiones y espasmos, etc.” No era una nota de aprobación de parte de un hombre que sin duda sabía identificar el desorden cuando lo veía.

Curiosamente, ninguno de los misioneros de Parham llegó a probar sus “lenguas” en campos foráneos. No obstante algunos informes tempranos (pero no confiables) de pruebas independientes de su habilidad de hablar una lengua extraña, el movimiento devino rápidamente en un parloteo sin sentido de palabras alborozadas. Pronto se dejó de decir que hablaban idiomas extranjeros legítimos. Difícilmente puede uno armonizar estos eventos con el cuidadosamente prescrito don de lenguas descrito por el apóstol Pablo.

[Andrew Stenhouse, con largos años de servicio para el Señor en Chile, acotó que el movimiento pentecostal en Chile, muy arraigado y casi neopentecostalista desde su comienzo, inició en 1906, enteramente independiente de lo que estaba sucediendo en América del Norte. Los señores Saword y Williams conocieron los inicios del pentecostalismo en Venezuela – en Barquisimeto en los 1920 – y comentaban que les llamaba la atención que el misionero norteamericano pionero que promocionó el hablar en lenguas extrañas nunca logró hablar el español con una fluidez aceptable].

 

Un punto adicional. Si bien se menciona poco, si acaso, en la literatura sobre la materia, la historia del movimiento post-apostólico de lenguas tiene un tema llamativo; en casi todo caso, hay mujeres a la raíz de la práctica. En el antiguo montanismo fue Prisca y Maximilla, quienes abandonaron a sus maridos y dijeron haber visto a Cristo “en forma femenina”. En tiempos más recientes, encontramos a Mary Campbell y Margaret McDonald como piezas clave del movimiento de Irving en Gran Bretaña. En América del Norte, el movimiento pre-cuáquero fue fundado por la “Madre” Ann Lee, y el movimiento pentecostal moderno, aparentemente la primogenitura de Charles Parham, no puede esconder el papel de fundadoras femeninas, en particular a Agnes Ozman.

En contraste con esto está el sencillo hecho que el Nuevo Testamento no registra ninguna participación de mujeres en el ejercicio de lenguas. Como todos los dones públicos, el orden divino en la iglesia reserva su operación para los varones. Por supuesto, nuestra sociedad de ascendencia femenina se ha valido del relato de las hijas de Felipe, y su don de profecía, Hechos 21.9, como pretexto para derrumbar esta verdad, pero aun el lector casual puede discernir que no había nada público en su don. Aparentemente ministraban la una a la otra, y posiblemente a otras mujeres, pero el texto no permite visualizar un ejercicio más amplio. El argumento queda resuelto por el hecho que Agabo tuvo que venir de Judea para profetizar al apóstol.

Ni el registro bíblico ni el histórico insinúan un ejercicio legítimo, plenamente espiritual, del don de lenguas después del primer siglo. La promesa que “cesarán las lenguas” ha sido cumplida hasta el último detalle. Que Dios nos ayude a evaluar todas las afirmaciones modernas en esa luz, y retener lo que es bueno – la eterna, inmutable, e inerrante Palabra de Dios.

 

9    El don de lenguas
La polémica

David Alves padre

 

Ciertamente el don de lenguas es una manifestación estimulante del Espíritu, ¿pero es necesario o está aun vigente hoy día?

A lo largo de sus epístolas, Pablo hace cinco listas de los dones espirituales. En el desarrollo del canon del Nuevo Testamento, 1 Corintios 12 figura en primer lugar, luego Romanos 12 y Efesios 4 de último. El don de lenguas aparece tres veces en 1 Corintios 12, el primero de los capítulos en orden de tiempo: 12.8-10, 28, 29-30.

El uso bíblico del don de lenguas ha cesado pero lectores sinceros se preguntan si ciertos pasajes indican que lo practicado en círculos carismáticos hoy es el equivalente a las lenguas habladas en los primeros tiempos apostólicos. Conviene que repasemos estos desconcertantes pasajes.

 

Estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; Marcos 16.17.

¿Estas “nuevas lenguas” son las expresiones hechas por algunos en nuestros días que no se pueden traducir?

La palabra “nuevas”, kainós, significa que las lenguas que se hablarían serían una experiencia novedosa para los parlantes. Eran lenguas que, si bien desconocidas para los parlantes, eran comprendidas y conocidas por los oyentes.

Hechos 2.6 al 8 ratifica esto; las lenguas habladas en Pentecostés eran lenguas comunes, entendidas claramente por los judíos prosélitos que viajaron a Jerusalén para aquella fiesta. El don conexo de interpretación de lenguas no fue necesario en Hechos 2. La muchedumbre multilingüe oyó los mensajes en su propia lengua “original”, hablados con fluidez por hombres para quienes las lenguas eran “nuevas”, nunca estudiadas por ellos.

 

Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, 1 Corintios 13.1

¿El don de lenguas emplea lenguas angélicas hoy?

Pablo emplea varios ejemplos hipotéticos y extremos. Habla de conocer todos los idiomas humanos y las lenguas de ángeles; entender todos los misterios; y tener todo conocimieneto y toda fe. Lo hace para enfatizar que aun si todo esto fuera posible, no tendría valor sin el amor.

Además, a lo largo de la Biblia, las comunicaciones angélicas con humanos desde Génesis 16.7-12 hasta Apocalipsis 22.8-11, fueron hechas siempre en un lenguaje terrenal identificable.

 

El que habla en lengua extraña no habla a los hombres, sino a Dios; pues nadie le entiende, 1 Corintios 14.2; también vv 13 y 27, y “desconocido” en vv 14 y 19.

¿La expresión “lengua extraña”, o “lengua desconocida”, podría referirse a la cacofanía incoherente que oímos hoy?

En el capítulo 14, “extraña” y “desconocida” son palabras que no figuran en el texto griego y han sido insertadas por los traductores. Se han empleado estos términos erróneamente para enseñar que Pablo escribió sobre algo ajeno a la experiencia en Pentecostés. Las lenguas representadas en la iglesia local en Corinto eran menos; probablemente la mayoría hablaba griego; los judíos, hebreo y arameo, 16.12; los santos romanos, latín, 16.17.

Si un hermano corintio comenzaba a hablar en egipcio, por ejemplo, es muy probable que haría falta alguien con el don divino de interpretación para comunicar el mensaje a los concurrentes. El don de interpretar el egipcio no fue requerido en Jerusalén, Hechos 2.20, pero sería necesario en Corinto,   1 Corintios 12.20, 30; 14.5,13, 26-28.

A falta de un intérprete, si un hermano iba a hablar en lenguas, él estaría hablando a Dios no más y, con la ayuda del Espíritu, se edificaría solamente a sí mismo, v. 4. Solamente él y Dios entenderían, aunque estaba hablando un idioma reconocible. En el v. 14 el apóstol parece contradecirse al escribir: “Si yo oro en lengua desconocida, mi espíritu ora, pero mi entendiemiento queda sin fruto”. El mismo Espíritu que capacitó al hombre para hablar en un idioma que no había hablado antes, también le reveló a aquel hombre el sentido de la verdad que acababa de comunicarle a él. Sin embargo, sus palabras carecían de fruto porque no edificaron a los oyentes, quienes, sin un intérprete, no lograrían entender su oración.

 

Así que, hermanos, … no impidáis el hablar en lenguas, 1 Corintios 14.39

¿Este versículo enseña que es malo impedir el uso de lenguas hoy?

Pablo escribió esta epístola a los Corintios aproximadamente en el año 55 d.C. El Antiguo Testamento estaba en uso en Corinto y el Nuevo estaba incompleto todavía, probablemente sólo con Santiago, 1 y 2 Tesalonicenses y Galátas en circulación. Cincuenta años más tendrían que pasar antes de que la Biblia estuviera completa.

Mientras tanto, el don de lenguas y otros dones dados como señales, pasajeros por naturaleza, darían credibilidad al mensaje predicado hasta completarse el canon de la Escritura, 1 Corintios 13.10, Judas 3, eliminando la necesidad de aquellas señales. Sin emabargo, los ceyentes corintios a mediados del primer siglo no debían impedir su uso antes del tiempo establecido por Dios.

 

Fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, Hechos 2.4

¿El don de lenguas es una prueba necesaria de que un creyente ha experimentado el bautismo del Espíritu?

El bautismo en el Espíritu (no “del” o “por” el Espíritu) fue un acontecimiento que tuvo lugar una sola vez en Pentecostés, y que no se repetiría, 1 Corintios 12.13. Este bautismo incorporó a todos los creyentes vivos sobre la tierra en ese momento a la Iglesia que es el cuerpo de Cristo. De allí en adelante, todo otro creyente es hecho miembro de este cuerpo en el momento de su conversión. Pero los creyentes en Jerusalén, y específicamente aquellos en el aposento alto, también fueron llenados del Espíritu aquel día.

La gente que hace alarde de la referencia a las lenguas en Hechos 2 se olvida de que hubo también “un estruendo como de un viento recio” y de la aparición de “lenguas repartidas como de fuego” que se asentaron sobre las personas presentes en el aposento alto, vv 2-3. En ninguna parte de la Escritura se declara que el don de lenguas sea la evidencia primaria de que el Espíritu ha tomado su morada en un creyente, Efesios 1.13.

 

En otras lenguas y con otros labios hablaré a este pueblo, 1 Corintios 14.21

¿Esta cita de Isaías 28 no es una prueba de que lo que oímos hoy es el cumplimiento de esta profecía?

En Génesis 11 e Isaías 28 Dios usó lenguas desconocidas como señal de juicio a causa de la incredulidad. “Así que, las lenguas son por señal, no a los creyentes, sino a los incrédulos”, 1 Corintios 14.22. Una consideración de las tres referencias históricas en el Nuevo Testamento del uso de lenguas dejará en claro que judíos incrédulos estaban presentes. Así como en Isaías 28, el uso de lenguas en el Nuevo Testamento fue un aviso de juicio sobre judíos incrédulos. La idea extraña de que el don de lenguas puede o debe ser una bendición para creyentes hoy contradice la suficiencia de la Palabra de Dios.

10   El don de sanidad
Las posibilidades

 

John Thropay

 

Aparte de Jeremías, probablemente no hay otro siervo del Señor que haya sido torturado más, o que haya sido tan afligido por enfermedad, que haya sufrido continuamente más agotamiento y fatiga por hacer la obra del Señor, o que haya soportado tanta humillación y rechazo de parte de sus conciudadanos, hijos en la fe y el Imperio Romano, que el apóstol Pablo, Hechos 9.16.

Pablo fue criado en relativa riqueza y con una preparación noble a los pies de Gamaliel, Hechos 22.3. Experimentó especiales señales milagrosas de sanidad, se levantó poderosamente por su propia fuerza después de ser apedreado y dado por muerto, y vio su vida trastornada por completo con dolor y sufrimiento por su amor a Cristo. Él nos enseña que fue su enfermedad y dolor lo que le dio fuerzas para servir a Dios, para aprender la humildad, para maravillarse ante la gracia de Dios, para ser un cristiano más fuerte siendo perfeccionado por el poder divino, 2 Corintios 12.9, y para gloriarse más en Jesús solamente, 2 Corintios 11.30. Así como la enfermedad, el sufrimiento y la humillación, también la sanidad divina puede ser una bendición del Señor.

Hay dos tipos de curación divina. Hay las “sanidades” milagrosas relacionadas con las señales y los prodigios de la iglesia primitiva, y hay la curación natural que ocurre por virtud de la oración y medicación. En ciertos casos a veces se considera la segunda como milagrosa porque ocurre muy infrecuentemente. Por otro lado, puede haber sido considerada milagrosa por la coincidencia fortuita de los eventos. La combinación de eventos puede incluir la ocasión, la presencia o ausencia de ciertas personas, el lugar donde ocurrieron, y otras coincidencias.

Aun el conjunto más maravilloso de eventos fortuitos que hoy en día llaman “milagro» ni siquiera empieza a equipararse al tipo de “señales y milagros” de las sanidades milagrosas hechas por Cristo y los apóstoles al principio de los días apostólicos.

Señales y prodigios

“Señales y prodigios” pueden ser definidos como algo realizado en contra de la naturaleza, instantáneamente, o dentro de la hora, Mateo 8.13, y donde puede resultar sólo en darle gloria a Dios no obstante la falta de fe de parte del que lo recibe o la incredulidad de los observadores, Hechos 3.1 al 22, 9.32 al 35. Levantar a uno de la muerte, por ejemplo, no puede depender de la fe del difunto por cuanto le es imposible ejercer fe de cualquier índole. Adicionalmente, la resurrección no tiene ninguna posibilidad de realizarse aparte del poder de Dios de impartir vida.

La señal de sanidad puede ser dividida entre los milagros únicos de Cristo y los milagros especiales de Pedro y Pablo.

El carácter de la persona que efectúa la señal de sanidad es otro indicador del “prodigio”. Cristo tan solo hizo un milagro múltiples veces, Mateo 11.15, Lucas 7.21, “a muchos ciegos les dio la vista”. Este milagro en particular se describe en varias ocasiones y es la providencia exclusiva de Jehová según la Ley de Moisés, Éxodo 4.11, “¿quién hizo… al que ve y al ciego?” Este milagro único fue proclamado y profetizado por Isaías en 29.18, 35.5, 42.7. Crear un ojo nuevo es la prerrogativa exclusiva de Dios mismo y por lo tanto solamente nuestro Señor Jesucristo, Dios manifestado en carne, podía hacer semejante milagro. Este último debe ser diferenciado de resucitar o re-inyectar vida a un ojo que ya estaba funcionando normalmente. Ningún santo en el Antiguo o Nuevo Testamento jamás realizó un milagro como éste.

Milagros “especiales”, pero no “únicos”, de sanidad en los primeros días apostólicos fueron realizados por dos siervos del Señor. Dios usó la sombra de Pedro, Hechos 5.15, y los paños o delantales de Pablo, Hechos 19.11-12, para sanar a todos los enfermos o poseídos de demonios, Hechos 5.16.

Sanidad en el Nuevo Testamento

Las sanidades clasificadas como señales y prodigios no ocurren ahora. La Escritura lo evidencia de varias maneras. Primeramente vamos a considerar la evidencia histórica en la vida de Pablo.

Podemos notar la recuperación milagrosa de la lapidación de Pablo en el año 46 d.C., Hechos 14.19, en contraste con la ausencia de alivio del aguijón en la carne en el 57 d.C., 2 Corintios 12.5 a 10. Pablo estaba “inmune” a la mordida de serpientes y pudo sanar a Publio de disentería, además de muchas otras enfermedades, en la isla de Malta en Hechos 28, c. 60 d.C. Sin embargo, más adelante tuvo que dejar a Trófimo enfermo en Mileto, 2 Timoteo 4.20. También, aconsejó a Timoteo a tomarse un remedio para sus dolencias estomacales, 1 Timoteo 5.23; año 64 d.C.

Vemos que, si las fechas son acertadas, el don de sanidad como señal y prodigio decayó para el apóstol Pablo y luego terminó en los años 57 a 60. Los últimos milagros de Pablo, en Malta, ocurrieron probablemente como una señal para aquellos que estaban recién expuestos al cristianismo.

En la Epístola, notamos que la asamblea atípica de Corintio tenía todavía el don milagroso de sanidad, 1 Corintios 12.28. No obstante, también tenía todavía a muchos “enfermos y debilitados” entre ellos, 1 Corintios 11.30. Aparentemente la señal del don de sanidad (junto con otras señales de esta índole) estaba en decadencia y se manifestaba sólo esporádicamente en vista del número apreciable de enfermos en la asamblea (año 57). En 2 Corintios 4.16 ni siquiera se menciona el don de la sanidad milagrosa.

El escritor a los Hebreos observa que los dones como señales correspondían a la generación anterior de creyentes y aquellos que oyeron al Señor, Hebreos 2.3-4. Su generación estaba padeciendo debilidades, 4.5.

Enfermedades y debilidades

Las causas para las enfermedades eran varias. Epafrodito se interesaba más por la salud de los cristianos que por la suya propia. Fue por su interés en el bienestar de ellos que por poco él murió, pero el Señor en su misericordia le restauró la salud, Filipenses 2.27. La enfermedad y el sufrimiento pueden ser el resultado de:

→ persecución y tortura por el nombre de Cristo, 2 Corintios 11.30;

→ pecado en la asamblea en general, no necesariamente los pecados propios de uno, 1 Corintios 11.30;

→ golpes de Satanás, 2 Corintios 12.7;

→ causas naturales debidas a la debilidad del cuerpo humano, Filipenses 2.30, 2 Timoteo 4.20, 1 Timoteo 5.23;

→ anormalidades congénitas, Hechos 3, Juan 9;

→ parásitos, bacterias y otros portadores, Hechos 12.23, 28.7;

→ accidentes, Hechos 20.9.

Tiempo y ocasión, Eclesiastés 9.11-12, alcanzan a todos, como es el caso de la torre de Siloé, Lucas 13.4. También, puede haber causas psicológicas y/o espirituales, Hechos 13.11, y la obra de demonios, Mateo 12.22.

La oración está asociada con la debilidad y enfermedad en cinco de las siete ocasiones en que se mencionan en la Escritura. Es el primer recurso del cristiano. Otro tratamiento es el reposo y dejar de viajar, como fue el caso de Trófimo, quien Pablo dejó enfermo en Mileto. El aceite medicinal (no el aceite para los ritos del templo) es mencionado por nuestro Señor en Lucas 10.34 y por Santiago en 5.14. El vino como medicina es mencionado por nuestro Señor en Lucas 10.34 y por Pablo en el contexto de las dolencias que tenía Timoteo. En lenguaje figurado, nuestro Señor recomienda a los laodicenses colirio para los ojos, Apocalipsis 3.18.

Entonces, los métodos bíblicos para tratar las enfermedades son:

→ el reposo

→ la oración

→ los medicamentos.

Así como el apóstol Pablo ha sido una bendición para tantos, también nosotros, por nuestras enfermedades y aflicciones, podemos llegar a ser una fuente de bendición para aquellos que amamos en el Señor y para nuestros prójimos. También podemos cosechar un galardón mayor en el cielo más adelante, Filipenses 4.8 al 11, 2 Corintios 4.17. A través de la enfermedad podemos conocer una vida más abundante en Cristo mientras el cuerpo se deshace, para ser vestidos de arriba en el futuro, 2 Corintio 5.1 al 4.

11   El don del exorcismo
La prominencia

 

David Petterson

“Viene otro más fuerte que él”

Sería difícil exagerar cualquier descripción del poder y el control que tiene Satanás. Casos extremos se encuentran en los Evangelios, expresados como “endemoniado”, daimonízomai. Se ha definido este término como “la invasión del cuerpo de una víctima por un demonio, en la cual el demonio ejerce control vivo y soberano sobre la víctima, cosa que él no puede resistir exitosamente”. (Alex Konya)

Estar endemoniado resultaba a menudo en la tortura propia, intentos de suicidio, desórdenes mentales y físicos y en general un deseo de destruir. Tal vez el mejor y más apropiado término para describir lo que hacían los demonios a sus víctimas sea “atormentar”, Mateo 8.29, Marcos 5.7. Es precisamente la palabra usada para describir el final de Satanás, Apocalipsis 20.10.

Una búsqueda de ejemplos de endemoniados en el Antiguo Testamento arrojará muy poco. No hay claras referencias indiscutibles a demonios siendo echados de gente en los tiempos del Antiguo Testamento. Entonces ¿por qué hay múltiples concentraciones de actividad demoníaca en los Evangelios y en los primeros días de la Iglesia? ¿Y qué propósitos intentaban comunicar estos exorcismos?

Anuncio

Estas manifestaciones de exorcismo anunciaban la llegada del reino de Dios.

Jesús dijo: “Si por el dedo de Dios echo yo fuera los demonios, ciertamente el reino de Dios ha llegado a vosotros”, Lucas 11.20. Es significativo que tan pronto Jesús fue ungido por el Espíritu en su bautismo para comenzar su ministerio, el Espíritu lo mandó adonde confrontaría al propio rey de los demonios, Satanás. ¿Y cuál fue la oferta del diablo? Tomar los reinos de este mundo. Pero Jesús había venido para inaugurar un reino nuevo, el reino de Dios.

Hay otros nexos entre la llegada del reino de Dios y una acentuada actividad demoníaca. Cuando los setenta discípulos fueron comisionados, fueron mandados a proclamar este mensaje: “Se ha acercado a vosotros el reino de Dios”; y cuando regresaron, dijeron: “Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre”, Lucas 10.9,17. Jesús les dio a los doce discípulos esta misma comisión: “Yendo, predicad, diciendo: El reino de Dios se ha acercado”, y la primera cosa que se dice acerca de los doce escogidos por Jesús es: “les dio autoridad sobre los espíritus inmundos”, Mateo 10.1, Marcos 6.7.

Afirmación

Estos exorcismos afirmaban el poder y la deidad de Jesucristo.

Uno de los propósitos declarados de la venida de Cristo en la carne fue “para deshacer las obras del diablo”, 1 Juan 3.8. La primera promesa de la venida del Mesías incluyó el anuncio de la “enemistad” entre la serpiente y su simiente, y la Simiente de la mujer, Génesis 3.15.

“Cuando por fin Cristo apareció, Satanás congregó a todas sus fuerzas para oponerse y estorbar al Hijo de Dios. Los demonios no podían atacar a Cristo personalmente, pero dirigieron sus actividades a los habitantes de la región donde Él obraba”. (Schneider) No será una sorpresa que, al venir Jesús para reinar, la obra de los demonios se acentúe de nuevo, Apocalipsis 9.1 al 11, 12.7 al 9, 16.13,14.

El poder y la deidad de Jesús no se demostraron solamente cuando echó fuera demonios de ciertas personas, sino también por lo que dijeron e hicieron los demonios cuando Él se acercaba. Primero, sabían quién era. Un sábado en la sinagoga, los demonios protestaron: “¡Ah! ¿qué tienes con nosotros, Jesús nazareno? Sé quién eres, el Santo de Dios”, Marcos 1.24. Es evidente también que sabían el alcance del poder de Jesús, preguntando en el mismo versículo: “¿Has venido para destruirnos?” Sin duda se referían a su venida a la tierra, y no simplemente su llegada a la sinagoga en Capernaum. La insinuación de los demonios es que esperaban que Jesús destruyera su reino.

En Lucas 11 Jesús describió de esta manera el poder de Satanás sobre su víctima: “Cuando el hombre fuerte armado guarda su palacio, en paz está lo que posee. Pero cuando viene otro más fuerte que él y le vence, le quita todas sus armas en que confiaba, y reparte el botín”, vv 21-22. Satanás era “el hombre fuerte”, pero Jesús era “otro más fuerte que él”. En cada ocasión en que confrontó a un demonio, Él impuso su superior poder y deidad.

Aseveración

Estos exorcismos aseveraban la autoridad de los apóstoles de Cristo.

Nuestra palabra “exorcista” se deriva del término griego exorkízo, que se encuentra tan sólo en Mateo 26.63 como “te conjuro”. Tiene el sentido de conjurar o responsabilizar por juramento. En forma de sustantivo, se encuentra sólo en Hechos 19.13 para describir un intento fracasado de “exorcistas” judíos de echar fuera demonios. Nunca se emplea la palabra para describir la obra de Cristo o sus apóstoles de liberar a la gente de demonios.

Echar fuera demonios en los tiempos del Nuevo Testamento se vinculaba con los dones de sanidad, 1 Corintios 12.9. El griego iáomi, sanar, se usa en los Sinópticos y en Hechos en relación con echar fuera demonios, Mateo 15,28, Lucas 9.42, Hechos 10.38. Debido a esto, no es lógico ni acorde con el patrón del Nuevo Testamento separar la capacidad de echar fuera demonios de la capacidad de sanar milagrosamente a los enfermos en general. Jesús, los setenta discípulos, los doce apóstoles, Felipe en Hechos 8.6-7, y Pablo en Hechos 19.11-12 podían sanar enfermedades y echar fuera demonios.

Una consideración de Hechos 5.12,16 hará ver que, ciertamente, la capacidad de hacerlo era una de las señales en forma de dones que tenían el fin de afirmar la autoridad de los apóstoles de Cristo mientras predicaban el evangelio del reino en cumplimiento con el mandato de Jesús. Entonces, ¿el don sigue vigente hoy? Bien se ha escrito: “Si la capacidad de echar fuera demonios está presente todavía, el don de sanidad lo está también. Sin embargo, las señales en forma de dones ya habían caducado para los creyentes de la segunda generación, Hebreos 2.3-4”. (Robert Lightener)

 

 

 

12   El don del exorcismo
Los preceptos

Joseph Dennison hijo

 

La devoción de María Magdalena y el evangelismo del endemoniado, junto con el cambio en sus vidas, son evidencias del poder de Cristo para librar a uno poseído de un demonio. Pero ¿qué del tiempo presente? ¿Echar fuera demonios es una parte del evangelio? ¿Cómo y cuándo se debe practicar el exorcismo?

Casos múltiples

Las experiencias demoníacas eran eventos inusuales en la era apostólica; no eran comunes. Los Hechos y las Epístolas registran solamente tres ocasiones cuando ocurrieron en masa:

 

Dónde Quiénes Referencia Apóstol
Jerusalén judíos Hechos 5.16 Pedro
Samaria samaritanos Hechos 8.7 Felipe
Éfeso gentiles Hechos 19.12 Pablo

 

Obsérvese que estos períodos cuando se echaban fuera demonios no se vinculan con una sola persona. Una de las señales de apóstol, 2 Corintios 2.12, era la capacidad de realizar milagros. Al escribir Hechos de los Apóstoles, Lucas buscó cuidadosamente un equilibrio sobre los milagros de Pedro y Pablo para equiparar simbólicamente su autoridad apostólica. De la misma manera, estos exorcismos validaron las credenciales apostólicas de Pedro, Felipe y Pablo.

En segundo lugar, estas tres ocasiones tuvieron lugar en el contexto de la evangelización en áreas nuevas: primeramente en Jerusalén entre los judíos, luego en Samaria y finalmente en Éfeso entre los gentiles. Cada una de estas localidades era un foco de actividad demoníaca. Durante el ministerio de Cristo había aumentado dramáticamente este fenómeno en Judea. En Samaria Felipe encontró a un hechicero llamado Simón, quien se valía de la magia para engañar a la gente, Hechos 8.9. En Éfeso las artes ocultas florecieron, pero los convertidos quemaron sus libros de magia al ser salvos.

Estos lapsos cortos de exorcismo fueron permitidos por Dios para validar el mensaje del evangelio cuando entraba en áreas nuevas, demostrando así la autoridad de los apóstoles sobre el poder de los demonios. Esto concuerda con el propósito del exorcismo que llevó a cabo Cristo mismo: “Si por el dedo de Dios echo yo fuera los demonios, ciertamente el reino de Dios ha llegado a vosotros”, Lucas 11.20. El poder de Cristo sobre los demonios hacía ver que su mensaje era de Dios, y los exorcismos también validaron el mensaje del evangelio.

Casos específicos

En Hechos 16.16 tenemos el único relato de un caso específico de echar fuera un espíritu maligno. Pablo encontró a una esclava que tenía espíritu de adivinación, y ella proclamaba que los evangelistas eran “siervos del Dios Altísimo” que anunciaban el camino de salvación. Esto se prolongó por varios días, hasta que Pablo hizo frente al espíritu que dominaba a la muchacha con las palabras: “Te mando en el nombre de Jesucristo, que salgas de ella”. Y éste salió.

Pablo parece cauteloso de realizar un exorcismo. El clamor del espíritu continuó por “muchos días” antes de que él lo confrontara. Criterio espiritual es necesario para discernir la presencia de un espíritu maligno en una persona. Es muy probable que Pablo requiriera tiempo para asegurarse de que era un espíritu el que hablaba y no simplemente la muchacha.

Al demandar en el nombre de Cristo que el espíritu saliera, Pablo reconoció  que el poder de echar fuera demonios venía solamente de Jesucristo. Invocar el nombre de Cristo es aplicar su persona y su poder. Solamente el poder divino puede romper la atadura del demonio sobre una persona. No es una fórmula mágica para echar fuera demonios, como aprendieron los hijos de Esceva, Hechos 19.13 al 20, pero invoca una autoridad a la cual los espíritus inmundos deben responder.

En Hechos 13 Pablo se enfrenta a otro hombre que está controlado por una influencia demoníaca. El apóstol estaba atravesando la isla de Chipre con el evangelio cuando encuentra “a cierto mago” llamado Elimas, quien se oponía al evangelio. Pablo lo condena como un “hijo del diablo” y lo maldijo con ceguera. Aquí Pablo, “lleno del Espíritu Santo”, reprende en vez de exorcizar el espíritu.

Entonces, aprendemos de las experiencias de Pablo la necesidad de discernimiento espiritual, de dependencia en el poder de Dios y de ser controlado por el Espíritu para ayudar a los que están poseídos por un demonio.

Enseñanza apostólica

Al recurrir a las Epístolas descubrimos que prácticamente no hay instrucción alguna sobre cómo o cuándo echar fuera demonios. No hay exhortaciones a efectuar este ministerio. La capacidad de echar fuera demonios no está en las listas de dones espirituales. No hay ejemplos de asambleas locales involucradas en exorcismos, aunque muchas estaban ubicadas en áreas de actividad oculta. Aun cuando Pablo escribe a los efesios acerca de “vestirse de toda la armadura de Dios”, él está escribiendo acerca de resistir ataques personales, no de efectuar exorcismos.

¿Y qué de Marcos 16.17 donde Cristo dice: “Estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios”? Dejando a un lado los argumentos en cuanto a la autoridad textual para estos versículos, ellos no dan ninguna autoridad para echar fuera demonios. La exhortación es a predicar el evangelio, no a generar señales. Es simplemente una declaración que habría tales “señales”, como en efecto ocurrió en Hechos.

Aun cuando pueden ocurrir exorcismos hoy en día, parece que no juegan ningún papel central en el cristianismo. La ausencia de instrucción apoya la conclusión de que eran principalmente “señales” que ocurrieron a principios de la edad de la Iglesia para validar el mensaje apostólico.

Exorcismos hoy

La posesión de demonios es una realidad. La actividad demoníaca abunda en localidades donde florece la adoración pagana. Aun así, muchos en el Occidente le han abierto la puerta a la posesión de demonios y a la influencia de las drogas, a sesiones de espiritismo, a la lectura de la mente y a otros fenómenos ocultos.

Reconocer las señales de la presencia de demonios requiere discernimiento. Las personas bajo el control de un demonio suelen estar deprimidas; “afligidos” es el término en Mateo 4.24 y “enfermos” en 8.16. Los espíritus fomentan angustia mental y física. (Se requiere discernimiento para reconocer que muchos trastornos mentales pueden ser tratados con medicamentos y no son una forma de influencia demoníaca).

Los que están poseídos por espíritus malignos suelen exhibir patrones de auto-destrucción, Lucas 8.27, 9.42. La presencia de múltiples per-sonalidades o voces, y una fuerza sobrehumana, Lucas 8, pueden ser indicadores de la posesión de demonios.

¿Los exorcismos pueden ocurrir hoy en día? Claro que sí. Nada presentado en el Nuevo Testamento nos prohíbe de creer que sí. La compasión de Cristo hacia los que están esclavizados por Satanás no ha disminuido, ni el poder de Cristo sobre los siervos de Satanás. Sin embargo, el uso limitado del exorcismo y el silencio de las Epístolas nos conduce a buscar – en dependencia de la oración – discernimiento espiritual y el poder de Dios antes de intentar afrontar a los espíritus malignos.

 

 

13   El don de profecía
Antiguo Testamento

John Dennison

 

La primera declaración profética en la Biblia fue dada por Dios mismo. Le dijo a Satanás: “Pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar”, Génesis 3.15. Enoc, Judas 14-15, fue el siguiente, con su profecía antes del tiempo de Abraham ,pero Abraham fue el primer hombre en la Biblia en ser llamado profeta, y esto por Dios, Génesis 20.7.

Los profetas escogidos y su marca

Aunque algunos profetas no son llamados por su nombre, hay más de veinticinco que son nombrados específicamente en el Antiguo Testamento. Jeremías recibe el honor de ser mencionado el mayor número de veces como “el profeta”. Malaquías nos dio la última profecía escrita y Juan el Bautista, el precursor, fue el último profeta antiguotestamentario antes del Señor Jesús.

Se emplea la palabra 315 veces en el Antiguo Testamento y ella se refiere a veces a una persona que predice el futuro, pero con mayor frecuencia tiene un sentido más amplio. Por ejemplo, la segunda mención de la palabra es cuando Aarón iba ser el profeta de Moisés, Éxodo 7.1, en el sentido de que sería su portavoz, o uno que hablaría de parte de Moisés.

La mayoría de los profetas del Antiguo Testamento eran hombres de carácter notorio, como Moisés, Natán, Elías, Eliseo, Daniel, Jeremías y Ezequiel. El principio bíblico es que estos hombres eran seleccionados o llamados por Dios debido a su carácter y convicciones, los cuales resaltaron su comunicación de la verdad. Lucas, Pedro y el santo ángel arrojan luz sobre estos hombres al describirlos como “santos hombres de Dios”, o al mencionar “el Dios del espíritu de los profetas”, Lucas 1.70, 2 Pedro 1.21, Apocalipsis 22.6.

Los profetas espirituales y sus mensajes

Algunos pronunciaron muchas o largas profecías que, en forma escrita, llegaron a ser conocidas como profecías mayores, mientras que otros dieron profecías más cortas y por esto sus autores son conocidos como profetas menores. Hageo dio en 1.13 una de las más sucintas descripciones de un verdadero profeta como uno “enviado de Jehová (quien) habló por mandato de Jehová al pueblo”. Zacarías dijo que Dios habló “por boca de sus santos profetas”, Lucas 1.70.

Eran, entonces, los instrumentos de Dios para comunicar su voluntad al pueblo. Un profeta podía comunicar también “en el nombre de Jehová”, Deuteronomio 18.22, o con toda la autoridad del cielo. Pedro explicó que “ninguna profecía de la Escritura fue traída por voluntad humana”, 2 Pedro 1.21. Un profeta legítimo no fabricaba un mensaje por su propia imaginación o sentimientos. Más bien, estos hombres fueron canales para la revelación divina y la aplicación de la verdad a situaciones de la vida real, “siendo inspirados por el Espíritu Santo”.

Si bien cada profeta comunicó un mensaje específico a un auditorio específico acerca de una situación específica, toda profecía escrita nos revela algo sobre el Señor Jesús, Lucas 24.27. A veces los profetas mismos no comprendían plenamente el mensaje que estaban entregando, 1 Pedro 1.10, pero no obstante ellos “inquirieron y diligentemente indagaron” a Dios y su gran programa de gracia revelada.

Los profetas eficaces y sus métodos

La mayoría de los profetas comunicaron una revelación de Dios en la forma de un mensaje escrito. Dieciséis libros del Antiguo Testamento llevan los nombres del ministerio de profetas que probablemente hablaron primero y escribieron después. Otros, como Ezequiel y Jeremías, dieron algunas de sus profecías en forma de figuras y gestos, o hechos simbólicos, representando un mensaje del Señor a su pueblo, Ezequiel 4.4, Jeremías 27.1-2. Cualquiera que haya sido el método, era preciso que el hombre seleccionado para profetizar lo hiciera con absoluta fidelidad.

Los profetas ejecutados y sus mentiras

En la mayoría de los trabajos se concede cierto margen de error. Sin embargo, si uno decía ser profeta en los tiempos del Antiguo Testamento, él debía estar muy seguro de que Dios le había llamado a desempeñar ese papel. “Si el profeta hablare en nombre de Jehová, y no se cumpliere lo que dijo, ni aconteciere, es palabra que Jehová no ha hablado; con presunción la habló el tal profeta”, Deuteronomio 18.22.

Por ejemplo, Isaías profetizó doscientos años antes del suceso que un rey llamado Ciro emitiría un edicto permitiendo a los judíos cautivos regresar a Jerusalén para reconstruir la ciudad. En ese tiempo, ni él ni nadie más podía saber si estaba diciendo la verdad o simplemente imaginando o inventando esta idea. Su credibilidad para las profecías a largo plazo dependería de la veracidad de sus profecías a corto plazo. La norma divina para identificar a un mensajero de Dios sería la de un acierto del 100 por ciento. Si se equivocaba una vez, el pueblo debía rechazarlo a él y su mensaje; el profeta errado debía morir apedreado.

Adivinos y “profetas seculares” como Nostradamus, profetas espirituales como Mahoma, Charles Russell, Joseph Smith y Elena White no hubieran sobrevivido su primer fracaso. Lo mismo aplicaría a muchas organizaciones religiosas que dieron profecías falsas como la Watchtower Society (Testigos de Jehová) y La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (Mormones). El movimiento carismático moderno en América Latina y otras partes del mundo también está lleno de “profecías” y “profetas” cuya exactitud dista del 100 por ciento.

Para evitar esta norma muchas profecías modernas son vagas y generalizadas, permitiendo una mayor flexibilidad en su aplicación e interpretación. Así no es como obra Dios y esto hace ver que estas profecías no son ni bíblicas ni divinamente inspiradas.

Los profetas engañosos y sus motivos

El que fabrica billetes falsos se cuida de hacerlos de tal manera que no se vean falsos fácilmente. Un billete falso es efectivo solamente si parece realmente genuino. Debido a que la revelación dada a los profetas iba a ser la manera auténtica en que Dios se comunicaría con su pueblo por 1500 años, Él anticipó que el enemigo produciría falsificaciones. Le advirtió a Israel que en las naciones a su alrededor habría adivinos, agoreros, encantadores, hechiceros, sortílegos, magos, videntes y los que consultan a los muertos, Deuteronomio 18.10-11. Israel debía distanciarse de toda comunicación ilícita energizada por demonios, algo que era, y todavía es, especialmente repulsivo para Dios.

En Deuteronomio 13 Dios advirtió también del engaño particular de aquellos que predicen eventos que están destinados a suceder y comprueban su mensaje con milagros. Aunque este teatro escandaloso cautivaría a la multitud, Dios le mandó a Israel que aplicara la prueba de fuego de motivos y resultados. Si a la postre su finalidad no era acercar al pueblo a Dios en obediencia y amor, ellos debían aprehender al falsificador y apedrearlo.

Ellos debían tener una política de cero tolerancia hacia la imitación de auténticas realidades divinas. Debían evaluar constantemente a todos los profetas, inclusive los objetivos y resultados de su ministerio. Jesús enseñó lo mismo en el Nuevo Testamento cuando advirtió de falsos profetas y maestros. Dijo sencillamente: “Por sus frutos los conoceréis”, Mateo 7.20.

Los profetas exactos y su meticulosidad

¿Por qué es Dios tan exigente en materia de revelación y profecía? Primero, Él siempre cuida su propio carácter e infalibilidad. No puede mentir, Tito 1.2, e Israel era responsable de discernir cuándo el Dios de verdad les estaba hablando y cuándo el mensaje era fraudulento, para no permitir jamás que alguien cuestionara la credibilidad divina.

Además, Dios protege el carácter y los oficios de su Hijo. “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo”, Hebreos 1.1-2. La revelación y profecía eran dadas de maneras limitadas y en ocasiones limitadas, pero siempre con la anticipación de que a la postre Dios hablaría “en Hijo”.

El origen de la profecía, su agente y su cumplimiento, se encontrarían en una sola Persona. Así, cuando Moisés dio la norma absoluta de Dios de certeza en la profecía, prometió también que un día Él levantaría “un profeta” en Israel (judío), como sus hermanos (un verdadero hombre), pero como Dios (el Verbo se hizo carne) quien hablaría de parte de Dios y como Dios, Deuteronomio 18.15. Cristo cumpliría el papel de profeta que los demás habían venido desempeñando a lo largo de siglos. Por cuanto Cristo era el fin último de la profecía y los profetas, Dios protegió celosamente el oficio y papel del profeta aun con la pena de muerte.

 

No debe sorprendernos, entonces, que varias veces la Biblia advierta de “falsos maestros” y termina con la última mención de un falso profeta, Apocalipsis 19.20. El diablo ha apetecido el lugar de adoración desde su caída, Isaías 14.14, Mateo 4.9, y llevará a cabo una imitación de la encarnación al tomar posesión y control de la bestia, el anti-Cristo. Durante la Tribulación, una imagen de la bestia será erigida en el templo judío para facilitar la adoración de este hombre en quien mora Satanás mismo.

Para presentar y propagar esta adoración, habrá un “falso profeta” energizado demoníacamente. El apóstol Juan vio la respuesta final de Dios a la imitación satánica del Profeta santo y perfecto de Dios. Dijo que la bestia y el falso profeta, “estos dos fueron lanzados vivos dentro de un lago de fuego que arde con azufre”, Apocalipsis 19.20.

Entonces, que Dios nos dé discernimiento cuando consideremos la profecía en el Movimiento Carismático moderno. Así como escribió Juan: “Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo”, 1 Juan 4.1.

 

 

14   El don de profecía
Los principios del Nuevo Testamento

 

Shawn  St.  Clair

 

Usted no tendrá dificultad para encontrar profetas y profetisas en el Nuevo Testamento. Lucas, por ejemplo, nos cuenta de Ana en 2.36, de Juan el Bautista en 7.28 y de Cristo en 13.33, 24.19; compárese Deuteronomio 18.18. Él continuó su lista en Hechos, donde los profetas en la Iglesia primitiva incluyeron a Agabo, Judas y Silas en Jerusalen, 11.28, 15.32; Bernabé, Simón, Lucio, Manaén y Saulo son nombrados como profetas y maestros en Antioquía, 13.1; y las cuatro hijas de Felipe quienes profetizaron en Cesarea, 21.8. Tristemente, junto con los fieles encontramos a los falsos. Desde Barjesús hasta Jezebel, los engañadores se dedicaron a distraer a los interesados en el evangelio, desviar a los santos de la verdad, y devolver a los espirituales hacia la carnalidad, Hechos 13.6, Apocalipsis 2.20.

El fundamento de los profetas

Los profetas del Nuevo Testamento recibieron revelación directa de Dios y se la comunicaron a otros, así como aquellos del Antiguo Testamento. La revelación divina incluía el pasado, presente y futuro. Cristo fue reconocido como profeta cuando le reveló a la mujer samaritana su pasado, así como Natán le reveló a David su pasado, Juan 4, 2 Samuel 12. Ana habló del presente Redentor así como Moisés habló de la presente salvación, Lucas 2, Éxodo 14. Agabo predijo un hambre venidera, tal como lo hizo Elías, Hechos 11, 2 Reyes 8.

Las revelaciones dadas a los profetas introducían también doctrinas nuevas que debían ser apreciadas, Efesios 3.5 al 7, directrices nuevas que debían ser respetadas, 1 Corintios 11.23-24, y detalles nuevos que debían ser entendidos, Apocalipsis 10.11. En todo caso, sean en el Antiguo o en el Nuevo Testamento, los profetas auténticos revelaron verdades que antes eran desconocidas. Esto difiere de aquellos que tienen el don espiritual de enseñanza, quienes son capacitados por Dios para comunicar verdades antes reveladas, 2 Timoteo 2.2.

Así como los apóstoles, los profetas del Nuevo Testamento eran esenciales. La Iglesia fue edificada “sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jeuscristo mismo”, Efesios 2.20. Siendo componentes del fundamento, tanto los apóstoles como los profetas aportaron para las necesidades que existían específicamente en las primeras etapas de la construcción. Los apóstoles, un grupo reducido de varones que habían sido testigos oculares de Cristo y que se identificaron públicamente con Él y fueron comisionados por Él, Lucas 6.13, comunicaron sus palabras y su voluntad. Los profetas, segundos en importancia, 1 Corintios 12.28, también eran usados por Dios para revelar su voluntad para su pueblo, Efesios 3.5, complementando las palabras de los apóstoles.

La fidelidad de los profetas

A diferencia de los apóstoles, cuya autoridad era establecida por llamamiento directo de Cristo, los profetas novotestamentarios debían ser probados antes de que sus palabras fueran tomadas como confiables. Pablo escribió: “No menospreciéis las profecías. Examinadlo todo; retened lo bueno”, 1 Tesalonicenses 5.20,21. Juan, por su parte, escribió: “Amados, no creáis a todo espítitu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo”, 1 Juan 4.1.

El Espírtu de Dios que mora en todo creyente ayuda a los creyentes de toda época a discernir al verdadero profeta y sospechar del falso, 1 Juan 2.20,27. Pero también Dios le dio a la Iglesia primitiva algunos que tenían un don específicamente para proteger de profecías falsas. Una asamblea en buen orden permitía que dos o tres hablaran, uno a la vez, y otros “juzgaban”, 1 Corintios 14.29. A lo mejor estos otros (literalmente, otros de la misma índole) eran profetas también, pero que también poseían el don de discernimiento, 1 Corintos 12.10. Así como el que hablaba con el don de lenguas podía ser entendido por un intérprete investido de ese don, el profeta con don para profetizar podía ser verificado por uno con el don de discernimiento, 1 Corintios 14.27 a 32.

Una prueba adicional se encuentra en la declaración de Pablo en el 14.37: “Si alguno se cree profeta, o espiritual, reconozca que lo que os escribo son mandamientos del Señor”. Un profeta auténtico reconocía la autoridad de los escritos apostólicos, que nunca contradecían la Palabra de Dios escrita.

Una cuarta prueba de cualquier profeta es la exactitud. Le dijo el Señor a Israel: “Si el profeta hablare en nombre de Jehová, y no se cumpliere lo que dijo, ni aconteciere, es palabra que Jehová no ha hablado; con presunción la habló el tal profeta”, Deuteronomio 18.22. Las consecuencias: “El profeta que tuviere la presunción de hablar palabra en mi nombre, a quien yo no le haya mandado hablar… el tal profeta morirá”, 18.20. Ciertamente, la orden de matar a los falsos profetas no es para la Iglesia, pero la certeza de los auténticos profetas del Señor nunca cambió. Tenía que acertar el 100 por ciento de las veces. Lucas anota cuidadosamente que las predicciones de los profetas sí sucedieron, Hechos 11.28, 27.44.

El fin de los profetas

En la construcción, el fundamente es puesto mucho antes de finalizar la estructura. Para la Iglesia, la finalización de la estructura coincidió con la entrega del Nuevo Testamento. Judas alude a “la fe que ha sido una vez dada a los santos”, 1.3, “la fe” siendo la suma de la verdad – las Escrituras – que fue “dada a los santos” y, una vez completa, nunca sería ampliada. Pablo describe esta plenitud en 1 Corintios 13: “cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará”, v. 10. Las revelaciones parciales a los profetas carecerían de relevancia porque no habría nada que agregar a la revelación completa. Los profetas “se acabaron”, en el lenguaje de 1 Corintios 13.8-10, reemplazados por algo superior: la Palabra de Dios madura, clara y escrita, vv 11-12.

¿Hay profetas novotestamentarios hoy? Claramente, la respuesta es: “No”. Ellos eran una parte del fundamento, y el fundamento está completo. De hecho, afirmar tener el don de profecía hoy en día contradice los escritos de los apóstoles, dejando de cumplir una prueba clave de un profeta verdadero, además de la necesidad de una certeza del 100 por ciento. Permítanos decir cortésmente: Si alguno piensa ser profeta, por favor, piense de nuevo.

El futuro de los profetas

¿Dios enviará profetas en el futuro? Sí, pero no para la Iglesia. Una vez arrebatada la Iglesia, la humanidad será engañada por muchos falsos profetas, Mateo 24.11,24, Apocalipsis 19.20. Dios enviará a dos profetas a aquella escena de juicio, Apocalipsis 11. Su asesinato a la postre refleja el odio de este mundo hacia todo lo que Dios ha revelado por sus profetas en ambos Testamentos. Su resurrección milagrosa y ascensión confirma que “el cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”, Lucas 21.33.

Damos gracias a Dios por los legítimos profetas que Él usó para comunicar el Antiguo y el Nuevo Testamento, y confiadamente nos regocijamos hoy en la Palabra de Dios escrita, completa, eterna, infalible e inmutable.

 

[1] Christian History, 1998

Comparte este artículo: