1776 (#9643)

9643
1776

D.R.A.

 

El año: 1776.  La ocasión: La Convención de Virginia, donde se habían reunido líderes de las colonias británicas en América del Norte para ventilar su descontento con el gobierno del rey Jorge III.  El hombre: Patrick (Patricio) Henry, economista y activista político.

Los delegados debatieron por horas. ¿Qué posición asumir ante el recién conato de rebelión armada? Algunos querían tomar armas, otros abogaban por la neutralidad. Unos querían negociar, otros insistieron en lealtad a la corona.

Pasaba el tiempo pero sin consenso. Patricio Henry no aguanto más, y pronunció su discurso histórico—

Vano es, mi señor, atenuar el asunto. Los caballeros pueden clamar ¡paz, paz! pero no hay paz. ¡La guerra es una realidad! El próximo ventarrón que sople del norte nos traerá a los oídos el choque de armas que resuenan. Nuestros hermanos están en el campo de batalla; ¿por qué estamos nosotros aquí ociosos?

¿Qué desean los caballeros?  ¿Qué perseguís vosotros?   ¿Es tan preciosa la vida, es tan dulce la paz, como para ser compradas a precio de cadena y esclavitud? ¡No lo permitas, Dios Todopoderoso! Yo ignoro qué determinación tomarán los demás, pero en cuanto a mí, ¡o libertad, o muerte!

No todas las colonias veían la cosa como de “cadena y esclavitud”, ni aportaron hombres a los once mil que Henry reclutó para llevar a cabo la guerra de independencia de los Estados Unidos de América. Él sí actuó como si las alternativas fueran sólo la libertad o la muerte.

Tú estás sujeto a “cadena y esclavitud”. Tus alternativas no son exactamente libertad o muerte, sino la muerte con o sin haber gozado la libertad. Conmovedoras fueron las palabras del patriota y severas las que acabas de leer — que la muerte es un hecho, y que el asunto es que si tendrás o no la libertad.

Está establecido para los hombres que mueran una sola vez; esto lo sabemos con o sin Biblia en lo que a la esfera natural se refiere. En cuanto a lo espiritual, el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte. La muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.

¿Pero qué es eso de cadena y esclavitud? ¿Acaso hay en nuestros días caballeros que claman, ¡paz, paz! cuando no hay paz? Esta se proclama desde mil tribunas, confesionarios y centros de diversión. La buscas y dices tenerla, pero el corazón testifica que no es así.

Cocaína, rezos, mujeres impías, lengua chismosa, engaño, hechicería, violencia, ídolos y pompa. O simplemente la incredulidad, desconfianza en la Palabra de Dios, confianza en ti mismo. Estas son algunas de las cadenas que amarran a los Patricio Henry en la esfera espiritual.

¿Cómo estás ante tu Dios? Los impíos son como el mar en tempestad, que no puede estar quieto, y sus aguas arrojan cieno y lodo. No hay paz, dijo Dios, para el impío.

La guerra ya fue ganada, pero hay quienes siguen peleándola. Las armas chocaron durante tres horas en el Calvario, y resuena el mensaje que el fuerte ha sido vencido por el más fuerte. Jesús llevó el mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero de la cruz. Por su herida podemos ser nosotros curados.

Es la mirada de fe al que ha muerto en la cruz que te puede salvar. Crucifijo no, cruz sí; santos no, el Santo sí; confesión en iglesia no, arrepentimiento para con Dios sí; hueca filosofía no, sencillo reposo en lo que otro hizo por ti, sí.

Vano es, lector, atenuar el asunto. ¡La guerra adentro es una realidad, y la vas a perder! Quiere Satanás tu esclavitud; quiere Cristo tu salud. Vencido, Él venció. Muerto, Él vida dio. Resucitado, Él justifica al impío. Dios, enviando a su Hijo a causa del pecado, condenó al pecado. Justificado, pues, por la fe, puedes tener paz para con Dios por el Señor Jesús.

 

Las citas de la Biblia se encuentran en
Hebreos 9, Santiago 1, Romanos 5, Romanos 8, Isaías 57, 1 Pedro 2.

 

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