¿Cómo es un elefante? (#9630)

9630
¿Cómo es un elefante?

D.R.A.

Cuatro señores hindúes, todos ciegos, fueron llevados a conocer un elefante en su país nativo de la India. Por cuanto hay muchos elefantes en la India, habían oído referencias al enorme animal, pero nunca habían visto uno por ser ciegos.

Cuando el elefante se paró frente al primer hombre, éste pudo poner sus manos sobre el largo, estrecho tronco de la bestia, y darse cuenta de que el elefante lo movía fácilmente.

“¡Ah!” exclamó, “es una especie de culebra”.

Pero los amigos habían colocado la mano del segundo ciego sobre el gran orejón, el cual lo manoseaba y movía fácilmente.

“¡No!” clamó, “culebra no, sino abanico. Es ancho y plano como el abanico mío”.

El tercero de los señores había levantado las manos en alto y con ellas daba palmadas a la enorme extensión del costado. Corriendo una mano a lo largo del cuerpo, pronunció confiadamente que era simplemente una pared movediza, y que no había más que discutir.

Sin embargo, el ciego que palpaba una pata tenía su propia convicción. Como usted fácilmente habrá concluido, él estaba seguro de que el elefante era el tronco grueso de un árbol.

Cada uno sostuvo su punto de vista de acuerdo con lo poquito del animal que había tocado y lo poquito que sabía del mundo. Había sentido en cada opinión pero todos estaban errados.

Hay algo del hindú ciego en cada uno de nosotros. A veces pensamos saber todo lo que hace falta saber, e interpretamos todo de acuerdo con nuestro pequeño mundo. Algunos ven cierta semejanza entre el mono y el cuerpo del ser humano, y nos aseguran que somos descendientes de aquel. Otros ven que los altares y ceremonias son populares en materia de religión, y concluyen que a Dios le deben de agradar también.

Algunos afirman que no puede haber vida después de la muerte física, porque no la han vivido y nadie ha regresado a decirnos. Por supuesto, hay los que quieren pensar que Dios no existe porque no le conocen. Por ejemplo, el primer astronauta, Yuri Gagarin, regresó de su vuelo en 1961 diciendo que no hay Dios, ¡porque él había ido al cielo y no vio a nadie!

El apóstol Pablo escribió de cierta gente: “Les doy testimonio de que tienen celo de Dios, pero no conforme a ciencia. Ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios”.

“No digas en tu corazón, ¿Quién subirá al cielo? (esto es, para traer abajo a Cristo); o ¿quién descenderá al abismo? (esto es, para hacer subir a Cristo de entre los muertos). Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón”.

“Esta es la palabra de fe … que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación”.

Mas no todos obedecieron el evangelio; pues Isaías dice: “Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio?” “Así que, la fe viene por el oir, y el oir, por la palabra de Dios”.

Apreciado lector: No siga palpando el elefante en cuestiones del bienestar eterno. No intente subir figurativamente al cielo ni descender al abismo en busca de evidencia. Dios ya le ha dado la palabra de fe, el anuncio de un Salvador. La ha dado en la Santa Biblia; como escribió Pablo, “el oir (es) por la palabra de Dios”.

Si confiesa a Cristo como Señor, creyendo en su corazón que Dios le puso a muerte y le resucitó para que usted sea justificado, será salvo. El oir no es el problema suyo. Es el creer. No sea de aquellos que tienen celo de Dios, pero procuran establecer su propia justicia, y no se sujetan a la justicia de Dios.

Todo aquel que invocare el nombre del Señor Jesucristo será salvo. Salvo de una vida de ciego andando a tientas, salvo de la vanagloria de este mundo, salvo de la condenación eterna. Salvo para vivir por Cristo y luego estar eternamente con Él. Asegúrese que así sea para usted.

 

Comparte este artículo: